jueves, 29 de marzo de 2018

SAETAS INFANTILES EN VALPARAISO

  

El vocablo saeta puede tener varias acepciones, según el diccionario de la Real Academia Española y tratándose del tiempo, que durante unos días nos envuelve, va a estar muy en boga, porque saeta al traerla hoy a estas páginas no va tener otra connotación sino la de manecilla, y al mismo tiempo de brújula; dejemos pues, aparte el dolor, la tortura desgarradora con la que se lanzan al aire desde cualquier balcón, ventana enrejada de las callejas albaicineras, al paso de los Cristos y Dolorosas los ayes desgarradores que se clavan como dardos en los que las escuchan.



Huele a incienso en el ambiente callejero, hace días se respira algo que no se percibe durante las demás jornadas del año, lo dice el que escribe que vive en el barrio más semanasantero de toda Granada, por no decir de toda Andalucía.


                                   Atardecer desde el Lavadero de la Puerta del Sol, en el Barrio del Realejo

       Mi barrio es castizo, guarda el sabor de tiempos pasados, sus callejas estrechas, cuando te introduces en su corazón, sus cármenes que derraman por sus tapiales el perfume de las flores que encierra en su interior, sus tertulias, la movida de la compra por la mañana, el chismorreo de las vecinas que se detienen para contarse los sucesos ocurridos más recientemente, el amanecer y el atardecer, las puestas de sol desde los miradores, un sinfín de cosas que hacen que esto no sea un barrio más, sino una gran familia que vive en una gran casona amueblada ricamente.


                                      Se llaman "greñuos" a los vecinos del Realejo en memoria de los judíos 
                                                                                que vivieron aquí en tiempos pasados

       Sin embargo, algunas mentes “preclaras”, especuladores de la pala, el pico y cemento, le han dado sus buenas “puñaladas”, para enriquecerse a costa de un lugar donde hace siglos vivieron los “greñuos” , y a los nativos de aquí así se les sigue reconociendo.
-¿ Cómo se llaman?
-Cómo se conoce que no eres de “Graná".


                                          Los costaleros ensayando  los días previos a la Semana Santa

             -Se lama: EL REALEJO.

Por los alrededores de la Iglesia de Santo Domingo, he visto el preludio de la Semana Santa: oficios religiosos, bandas de música después de imponer las medallas a los nuevos hermanos de ésta o aquella cofradía, ensayos a altas horas de la noche portando los costaleros los tronos cargados de sacos de arena, con el peso equivalente a la figuras que tendrán que soportar sobre sus cerviz, celebraciones de aniversarios, portadores de faroles, enseñas, estandartes, navetas…, ricamente enriquecidas con los trabajos plateados de la orfebrería granadina, que han pasado la criba del abrillantamiento para despertarlos del sueño placentero de todo un año.


                                                                    Valle de Valparaiso

        Hoy, mi saeta  está en el Albayzín, yo diría más bien, en el bajo Albayzín, donde arranca uno de los valles más preclaros y hermosos, donde pudo estar al principio de los tiempos, el llamado “Paraíso Terrenal”.
Durante estos días ha habido un movimiento especial los chicos y chicas de las Escuelas del Ave María han estado trabajando en un “Centro de Interés”, ahora les llaman "Proyectos", sobre el que han girado todas las materias básicas de los programas de enseñanza.



El Proyecto lo podríamos titular: “Nuestra procesión”.
Con un derroche de entusiasmo por equipos, han ido construyendo todos los elementos fundamentales que tiene que tener cualquier desfile procesional.


                                              Peineta y mantilla en un alarde de belleza y simplificación

        Bajo la dirección de sus profesores se han construidos los tronos con todos sus aditamentos de candelería, imágenes, palios, mantillas para las chicas, capirotes para los chicos, Cruz de Guía, estandarte del Colegio con su anagrama correspondiente.


                                               Los primeros pasos para la formación  del cortejo procesional 

Por eso he comentado al principio que nuestra saeta tiene hoy otro significado, manecilla para los alumnos, con sus manos han elaborado todo lo necesario para ornamentar el desfile mañanero y brújula como elemento orientador realizado por sus profesores.
Aparte de los fines pedagógicos que durante estos días se han conseguido con estos preparativos, también hay un trasfondo de tipo religioso, los orígenes de estas celebraciones, su sentido religiosos, el por qué de las vestimentas y de los comportamientos cívicos que habrán de manifestar durante el recorrido, no solo en el interior del Colegio sino por todo el barrio.



           Después de un aguacero enorme de lluvias continuas durante muchos días e incluso, habiéndose programado para el viernes de Dolores este acto ya que los partes meteorológicos manifestaban que, ¡agua va! hubo que adelantar la salida al día anterior.


                                  El jueves nos hizo una mañana distinta a la de los días  que sucederían después 

        La mañana derrochaba luz a raudales, las glicinias, aterciopeladas que el año anterior colgaban sobre el muro, ya comenzaban a manifestar con sus yemas las intenciones de poblar muy pronto el muro donde se encuentra el relieve del Corazón de Jesús,


                                                        Las glicinias del Corazón de Jesús  
las acacias intentaban asomar con sus yemas reventando las flores blancas que en pocos días adornarán  el paseo, los jardines del Colegio empezaban a cubrirse con sus mejor colores, los intensos colores amarillos de las plantas que adornan el Sistema Planetario ponían su nota de tinte pigmentado,  hasta las flores habían escalado la estatua de D. Andrés y se habían subido a su regazo, las aves que anidan en la caseta del bosque se habían marchado para acudir a lo que se estaba preparando.



Los colores rojos de los capirotes de los alumnos, asociado al morado de las vestimentas se unían a los violetas de las azucenas, al negro azabache de los vestidos y mantillas, al celestes de los  trajes de los parvulillos, junto al ocre y al blanco, y a los amarillos blindados del rojo de los tambores al estilo de la bandera nacional, y al verde de las hojas de los árboles del bosque intentando la parida, formaban  una inmensa paleta de colores.


                                                                     Los primeros ensayos

        El jolgorio era como el de una gran fiesta, sonidos de tambores y trompeta que ensayan los toque precisos, bajo la dirección de una de las maestras, la Cruz de Guía que se coloca en vanguardia y unos tronos del Cristo y de la Virgen, de las Escuelas del Ave María, que hacen su presencia. 
Una gran novedad hace su presentación este año, presidiendo el cortejo procesional  un nuevo trono, el de la borriquita, y su entrada en Jerusalén con ramos de olivos portados por los parvulitos. 



Los pequeñines del Colegio presiden la  primera secuencia, en una escena donde bajo el celeste de un cielo limpio como la pureza de estos infantes, cuyas sonrisas y gestos emocionan al que los contempla, se acopla al celeste y blanco de sus ropajes y el nuevo grupo de nazarenos vestidos a la usanza hebrea, agitando las palmas que aclamaron a Jesús de Nazaret cuando entró en su borrica  por Jerusalén, aquí también son aclamados por los que los observan.




                                               Los parvulillos ponen la primera nota de color

Toda la ostentación y parafernalia de tronos, vestimentas, peinetas, mantillas, orfebrería de los faroles, capirotes, velas, y demás arreos sin faltar el más mínimo detalle que ha de cumplirse en el Libro de Reglas de toda Cofradía, son logrados con el mayor de los éxitos en la elaboración artesanal en las clases, donde los propios alumnos dirigidos por sus maestros, han realizado la confección de toda esta enorme gama de aderezos y atuendos sumamente imprescindibles. 
Nuestro lema pedagógico se cumple: "Enseñar haciendo para educar enseñando".
Un cielo azul celeste, acaricia el edificio de la capilla y ve como la comitiva se va alejando.

                                                  Un cielo azul celeste acompaña a la comitiva

Existe una perfecta organización de todos los participantes, haciendo las paradas correspondientes, al mismo tiempo que hay que darle los últimos ensayos a la partitura que el trompeta y tambores tienen que ir dejando en el aire, las notas musicales del metal y el vibrar intenso y rítmico de los tambores.



Hay muchos momentos durante toda la trayectoria que no todo el mundo percibe, pero que el ojo visor de la cámara, que no se pierde nada sabe captar, para después ponerlo en evidencia delante del que tiene el privilegio y la dicha de deslizar su mirada por las letras,  impulsadas por los dedos del escritor, para  ir plasmándolos  en el lienzo albo de la pantalla del  ordenador. 
Hagamos una reseña de todos estos momentos que pasan desapercibidos, pero deliciosos para el que los ve, los observa y los capta.
Las manifestaciones de la profesora que se siente eufórica esta deliciosa mañana, viendo como sus alumnos se lo están pasando de ensueño. 



        La elegancia de las camareras portando sobre sus cabezas las originales peinetas y mantillas, que deberían patentarlas, no vayamos a que alguna empresa se apodere de ellas y les quite la propiedad.



La originalidad de las variadas vestimentas realizadas con los más elementales medios, bolsas de basura utilizando una heterogénea gama de colores, cartulinas, y arrugamiento conformando pliegues para imitar la orfebrería en los báculos de los faroles.



        Capirotes  rojos para los penitentes, con las medidas propias para la buena visibilidad, realizados con cartulina, aunque en algún momento haya que darle un respiro a las fosas nasales y demás elementos respiratorios, o simplemente dejar ver el rostro al que contempla el paso.



        El semblante bello de la morena, haciendo juego con el negro azabache  de la vestimenta.



        La pícara mirada del chico que porta el farol artesanal donde reluce la orfebrería mágicamente confeccionada.



       Los sobrecuellos que portan los pequeñines con encajes de artificio y cinturones blancos de plástico, mientras la llama de la vela se inclina movida por la brisa suave que viene del Valle de Valparaiso.



       El sumo cuidado y esmero que portan las costaleras al descender por las escaleras, uno de los momentos más dificultosos por la peligrosidad que entraña el momento,  bajo la dirección del cofrade mayor, que con voz autoritaria las va guiando:
-¡Menos pasos quiero!
-¡Derecha adelante!
-¡Izquierda atrás! 



            Mientras un público expectante, observa como salvan la dificultad.
El nuevo trono de la borriquita, portado con elegancia y majestuosidad por cuatro costaleras luciendo el uniforme del Colegio y la medalla de la nueva hermandad.



       Mientras los parvulillos luciendo sus turbantes y portando los ramos de olivo, con gestos de inocencia, y al mismo tiempo de sagacidad y pillería infantil, van dejando el rastro de sus sonrisas infantiles como un reguero armonioso por todo el camino del colegio que conduce a la salida, al barrio.






                                                              Los parvulillos en formación

Capuchones rojos que dejan entrever a través de los orificios oculares que, en la trastienda hay un chico sintiéndose feliz, portando el cirio cuya llama nunca se apagará, como de ningún modo sucumbirá la riqueza que, como inigualable tesoro se encierra en el alma de cada uno de los que los portan.





Un Jesús de luenga barba sonriente bajo las sombras del bosque, y de una palmera haciendo juego con la arboleda, se siente ufano y contento desfilando por medio de la frondosidad. 




Hasta nuestro bien cuidado gallipato, (Pleurodeles waltl) al que mimamos y cuidamos en la charca de la pradera, también se ha unido al desfile procesional.


Qué mayestática solemnidad se vislumbra al pasar  por delante del grupo escultórico que media en el camino, hasta los chiquillos que posan petrificados junto a D. Andrés sienten sana envidia y hubieran deseado unirse a la comitiva, mientras el fundador sonríe.


Hay una perfecta compenetración, formalidad y seriedad, de todos los que van pasando por delante del grupo escultórico.




De pronto, cuando el camino hace un pequeño quiebro, y la falsa pimienta se deja caer, lánguida para peinar las cabelleras de las camareras, allá a lo lejos cubriéndose el rostro con un firmamento plagado con tintes celestes, la Sultana Alhambra desde la lejanía se une a la procesión.



Estamos llegando al momento más solemne, tenemos que dejar las bambalinas de nuestro escenario, para enfrentarnos con la realidad, que no es otra sino las calles de nuestro barrio, amplias unas y estrechas otras, donde el público nos espera, ya se han terminado los ensayos y nos enfrentamos con la autenticidad , un público expectante nos espera.
-¿Hay nervios?
-Sí-
-Pero también emoción contenida.
Con la dirección a la cabeza de la subdirectora, doña María José González Moles, triunfalmente desembocamos en la Cuesta del Chapiz.



Quizás, no habría hecho falta salir a la calle, el recorrido por nuestro extenso, bello y encantador Colegio hubiése sido suficiente para dejar en Valparaiso la huella de nuestra Semana Santa hecha desfile procesional, pero había que lucir en el exterior el trabajo, la emoción y la devoción de este proyecto.


La comitiva se dirige hacia la salida triunfal al barrio, donde han de lucir sus mejores galas, madres que están pendientes de la marcha de sus criaturas pequeñas, cámaras, grabadoras y móviles que recogen todo lo que está pasando y un atronador aplauso cuando desembocan a la salida, en la Cuesta del Chapiz.





Hay escenas y cuadros muy emotivos que serían modelos, para cualquiera que se precie,  dejarlos plasmados en un lienzo, porque la luz de Granada es inconmensurable en cualquier época, pero especialmente esta mañana.


                                                       Los vecinos se asoman a los balcones

La Calle San Juan de los Reyes se estrecha como queriendo abrazar a la comitiva, algunos vecinos se asoman por los balcones a contemplar el espectáculo, en algunos rincones cuajados de celindas, a falta de incienso, esparcen el perfume embriagador de sus enracimadas flores sobre  la empedrada rue.


                                                            Rincones cuajados de celindas         
La elegancia hecha persona en el mayestático rostro de la maestra que imprime carácter, con su vestimenta de mantilla española .



       La maestra que se siente orgullosa de llevar cogido de la mano al infante que en su pequeñez se agiganta haciendo el camino. 



        La multitudinaria comitiva que pasa por el estrecho embudo de la calleja albaicinera.



La sonrisa picarona, inocente,  y al mismo tiempo la seriedad de los parvulillos.









Los sonidos acompasados de los instrumentos musicales, con sus tan, tan, tan...., lenguaje especial de este tiempo semanasantero, que llama a las vecinas a salir de sus casas para contemplar el paso.


Los quiebros de una calle que se retuerce entre tapiales por donde exhala el perfume el carmen granadino, que encierra la preciada joya de la vivienda del albayzinero.


El cambio de los costaleros para que todos sientan el placer y la dicha de haber llevado sobre sus hombros el paso.


Los que participan también a su modo y manera.


La sonrisa o la cara seria, del que está cansado, pensando que estaría más a gusto jugado en el Colegio.


La señorita  de párvulos orgullosa con sus alumnos.


La gran Sultana Alhambra, curiosa ella, fisgoneadora, husmeante, asoma su imagen, mientras los vivas a la Virgen y al Señor no cesan.



Por la Concepción, sus monjas se asoman a las rejas mientras la Concha, Virgen que procesionará el Jueves Santo, se estremece desde el interior de su convento porque ha visto el fervor que hay en su calle.
Por la Carrera del Carro, los numerosos turistas, que por ella pasean, se ven improvisados ante lo que contemplan sus ojos.
Alguno de ellos le oí decir:
-¿Pero la Semana Santa, no empieza el lunes?
La Iglesia de San Pedro, el Museo Arqueológico y su leyenda de “Esperándola del Cielo”, ven el cotejo pasar, mientras los fotógrafos se han adelantado para coger posiciones en el Paseo del Padre Manjón, para captar las mejores escenas.



La Cruz de guía disparada entrando en la Carrera del Darro.


Los padres orgullosos que participan y ayudan en el largo caminar  a su hijo, al que se le hace largo el recorrido.


-Chico, ¡no!, ¿me estás haciendo la peseta?


La gente en las aceras contemplan entusiasmadas y al mismo tiempo asombradas el desfile.


Las Chirimías sin alguaciles ni instrumentos, el Hotel Reuma y la Sultana Alhambra, formado un trío se aunan en un cuadro estético junto a los tres paso.

                                                                   Por las Chirimías
                                                               Por el Hotel Reuma

-¡Lo que pesa esto Señor!


-Pues a mí,


es que hasta se me cae el pelo a la cara, del cansancio que llevo encima.
-Pues vamos andando que ahora nos espera la cuesta.


-¿Y tú que miras, es que no me conoces?


-¡Compadre, vente conmigo! Qué esto es más serio que lo que tú te piensas.




-¡Menos pasos quiero!, que nos queda la Cuesta del Chapiz.


-¿Te gustan los cómic? Pues aquí tienes una bella estampa para una  historieta


-Misticismo y ascetismo.



-Tranquilos, menos pasos quiero que la Cuesta es dura.







La gente espera la llegada y la autoridad municipal pone el orden correspondiente.



        Entramos en el Colegio triunfantes después de haber realizado el recorrido.


Es la hora de desmelenarse, de irse poniendo cómodos, ¡estamos ya en casa!


La sonrisa de la rubilla plenamente satisfecha, es una de las joyas que ponen la más bella nota de color.


-La satisfacción de las mamás que han acompañado en todo el recorrido a sus hijos.




Subir la Cuesta del Chapiz para dar fin al recorrido, y recogerse en casa, daría pie para que alguno de los chiquitines mostrara un poco su desenfado por lo largo del trayecto.
Escuchar el tan, tan, de los tambores entremezclándose por el ramaje de la arboleda mientas las ardillas y demás aves del entorno, se unían como un elemento más a la comitiva que se vislumbraba allá abajo, sería el maravilloso cierre que diera fin a este proyecto, en un valle y en un barrio que ya son conocidos en todo el mundo entero.



De nuevo por toda la extensión del Colegio, hasta llegar a la Capilla, donde en su placeta se darían los últimos vivas, las correspondientes fotografías de grupo, y unas oraciones de acción de gracias.




       Hasta nuestro vecino y avemariano Curro albayzín también quiso participar de este evento.




Para finalizar había que entrevistar a la subdirectora para que nos diera sus impresiones sobre este proyecto, y cómo surgió: La acogida que ha tenido, la colaboración de los padres, la sensación causada en el barrio y continuidad para el futuro.



                                        María José González Moles y José Medina Villalba

Felicitamos desde estas páginas a todos los que han colaborado, en un tiempo record en la confección de atuendos, los que durante el recorrido han hecho que la comitiva marchara en perfecto  orden:  maestros, madres, padres, dirección del Centro, logrando que haya resultado  un gran evento.
                                        
                                                                José Medina Villalba

                                                             REPORTAJE FOTOGRÁFICO

Fotografía y vídeos de Eloy Morales Morales. Texto literario y entrevista a María José González Moles, de José Medina Villalba.