lunes, 22 de julio de 2019

SEGUNDO DÍA POR EL DANUBIO. ABADÍA DE MELK Y VIENA


   
Aquella mañana del día uno de julio amanecía radiante, una luminosidad intensa se dejaba caer sobre el camarote, entrando a través de una cortina que me animaba para que  la descorriera, y me saciara de lo que en aquella inmensa pantalla de la Naturaleza, que bordea a este río grandioso, se  estaba proyectando.


  Pequeño, recogido, pero todo al alcance de la mano y con una pequeña terracita para desde ella, cómodamente sentado, poder contemplar todo el film, de una película continua sin cortes, que  nuestro crucero nos ofrecía, sin tener en cuenta el sueño que nos había tenido sumidos en un descanso para reponer el desgaste del día anterior. 

                                                   La terracita del camarote

El Esmeralda, no holga ni sabatiza un segundo, como aquel que le canta una nana a su más querido ser, ya sea en la cuna, a su tierno y delicado bebé, o el poema amoroso que un enamorado le declama a su amor para que se duerma, abrazados en el lecho matrimonial,  así se mecía sin ruido de ninguna clase nuestro “velero”, porque el Esmeralda es un grandioso barco sin que le acompañen velas algunas, simplemente las alas de su grandiosidad y majestuosidad. 

                                                      El Crucero Esmeralda

Las seis de la mañana, había que comenzar la jornada, la vida del turista es extraordinaria, pero dura si se le quiere sacar partido y obtener el fruto de unos días que se deslindan del caminar cotidiano, para tomar otros derroteros, disfrutar de los paisajes, monumentos, ciudades, gentes, costumbres, gastronomía, y la agradable y sustanciosa aportación de la compañía que se auna a nuestro alrededor durante estas jornadas, pero querido lector, para disfrutar hay que sufrir un poquito primero.
¡Hay que caminar bastante! 


                                          Caminar, el lema del turista viajero.

Un largo pasillo enmoquetado, para que no se sienta el menor ruido de nuestros pasos al deslizarnos por él, era el conductor que se me ofrecía al salir del camarote marcado con el número 310. 


Los pasillos de los cruceros son extensos, rectilíneos, mullidos, parece que vas flotando cuando caminas, los hoteles sobre todo los de alta categoría, esos que llaman de cuatro y cinco estrellas, no tienen punto de comparación, son rectilíneos, pero un laberinto de pasillos que se entrecruzan de tal manera que te pierdes en un bosque de caminos para llegar al apartamento que te han asignado, sobre todo cuando en este tipo de viajes se suele estar cambiando con frecuencia de estancia.

                             El laberinto de los pasillos de los hoteles, semejante al de algunos jardines

Estos laberintos de pasillos que se entremezclan son materiales, los hay también de los espíritus, pero estos son de otra clase, y algo tenebrosos.



Siete menos cuarto de la mañana, la enorme terraza que sirve de cubierta a este “buque veraniego”, se encontraba completamente desierta, solo en la cabina de mandos el capitán vigila, las hamacas reposan y el corpulento cabotaje va rasgando las tranquilas aguas, como el que delicadamente se despoja de las sábanas que le han permitido cubrir su cuerpo durante la noche produciendo un ligero oleaje que lisonjea con el casco del crucero. 




Va tranquilo y confiado seguro en su destino, no hay que temer nada vamos por buen camino, al  fondo las casitas nos contemplan y el bosque nos saluda y las aguas se sienten plácidas, la mañana es amplia y luminosa. La blanca espuma que produce al navegar es el halago lisonjero de un bello despertar.


Un stand repleto de deliciosos manjares colocados perfectamente, para facilitar la toma de contacto con aquellos que más apetezcas, será el desayuno que nos proporcionará las energías suficientes para estar preparados en la marcha de un nuevo día, se presenta todo aleccionador a la vista del programa que para hoy tenemos programado. 

                                           El programa a seguir, todos los días nos lo facilitan
                          Vamos a desayunar amigos, para poder seguir , aunque sea simplemente leyendo

Algo extraño está ocurriendo esta mañana en el comedor, sayones largos de intenso marrón,  y capuchas cubriendo cabezas que impiden detectar el personaje que las porta, como intrusos llegados de algún extraño convento, están usurpando el aparador. No salimos de nuestro asombro, ayer un mayordomo, hoy unos frailes que vienen a poner una nota de humor, sin decir nada van haciendo acoplo de su desayuno. 




 Sobre la pantalla del enorme televisor, un circulito nos marca el lugar donde nos encontramos, Melk y su abadía, describiendo una sinuosa línea azul como una serpenteante culebra que repta, retorciéndose sobre las verdes aguas de un Danubio donde caminan sin descanso los navíos de tocas clases, turísticos, deportivos, de transporte y carga, próximos a la ciudad de Viena, nuestro cercano objetivo del día.




                                              Toda clase de cruceros navegan por el río

Nos tienen mosqueados estos singulares personajes que han aparecido en nuestro entorno esta mañana, no respiran, no hablan, se desplazan a nuestro alrededor, se esconden en algún momento e incluso no tienen inconveniente en fotografiarse con cualquiera que se lo solicita. Algo deben estar tramando, alguna nueva sorpresa nos van a proporcionar.  




El crucero y sus responsables necesitan tener un control exhaustivo de todos  los que nos hemos aposentado en sus entrañas, para ello cada vez que salimos a visitar cualquier ciudad, o paseo al exterior, tenemos que dejar la llave de nuestro camarote en recepción, recibiendo a cambio una tarjeta, es el control que  indica donde nos encontramos en cualquier momento. 


                                                   Entregando la llave en recepción

Todo el esmero y cuidado para que lo podamos pasar de la mejor forma posible están presentes, dos enormes cubetas conteniendo agua envasada, para llevar e hidratarnos en las largas caminatas calurosas que todos los días nos esperan.


Pronto iríamos descubriendo la tramoya y el montaje de estos dos extraños personajes. Resulta que nuestro “frailuco”, ha dejado embarazada a la inocente “frailuca”, y montan su espectáculo delante de los que partimos esta mañana, en dirección a la insigne Abadía de Melk.




Él se hace el “longui”, como si no fuera con su personaje, pero ella insiste e incluso tirándose al suelo, porque le va en ello la vida. 




-Pero, señor corresponsal, ¿qué se esconde detrás de toda esta tramoya? 
-Todo se dilucidará, estimado lector, el último día de este viaje.
-¿Qué pasará ese día?
-Hasta aquí puedo leer, como decía Mayra Gómez Kemp, en aquel programa de Ibañez Serrador, el Un, dos, tres, de la calabaza Ruperta, en este caso, hasta aquí puedo escribir. 

                                                   Concurso, Un, dos, tres

Con el espíritu eufórico, dispuestos para llegar a la visita de nuestro primer monumento, la Abadía de Melk, siguiendo los pasos de su “alteza” Rainer, comenzamos a caminar.  



El camino era placentero, se percibía a esos horas el frescor de un inmenso bosque, que desprendía oxígeno en cantidad, para enriquecimiento de nuestros pulmones, atravesado por un amplio camino asfaltado, escuchado las palabras pronunciadas por un “alto personaje” portador de un insignia, “santo y seña”, que sería la brújula que nos guiaría en caso de algún pequeño despiste que nos sacara de la ruta marcada.  






La gran escuela de la vida se encuentra en el bosque, es el gran regalo que la Naturaleza nos brinda, pura escuela, eterna poesía, con estrofas escritas por el viento sobre el pentagrama que forman las ramas y con notas musicales que escriben las hojas. 


Al bosque le debemos la vida, nos protege del Sol y nos da su carne hecha madera para construir nuestros hogares, los muebles, los enseres que nos facilitan la existencia, desde la cuna que nos mece al nacer, hasta el traje del cuerpo para la otra vida, es fuente de salud, silva el viento, se mueven las hojas construyendo las mejores sinfonías, mientas baila la fronda verde en las copas de los árboles.



Teníamos que ver la Abadía desde su base, desde la perspectiva que ofrece a partir de sus pies, de unos pies que solo huelen a la esencia pura del bosque, de un puente forjado de hierro, de una torre de Babel y de un río donde diariamente se mira y se baña.







Melk  es una ciudad situada en la ribera del Danubio en el estado de la Baja Austria. Capital del distrito del mismo nombre. 


                                                         El pueblo de Melk
En el año 831 Melk es mencionado por primera vez como Medilica. También en el cantar de los Nibelungos se hace mención del lugar con el nombre en alto alemán medio de Medelike





San Juan Nepomuceno es el santo patrón de Bohemia. Es el patrón de la Infantería de Marina española, y su festividad se celebra el 16 de mayo. Según una leyenda, el santo era el confesor de Sofía de Baviera, la reina consorte de Bohemia y se negó a romper el voto de secreto de confesión lo que causó la ira del rey Wenceslao IV de Bohemia. Sobre base de esta leyenda, Juan Nepomuceno fue considerado el primer santo en recibir martirio por guardar el secreto de confesión​. Es el protector contra las calumnias, y debido a la forma de su muerte, protector frente a las inundaciones.

                                                       San Juan Nepomuceno

El más importante lugar turístico es el convento benedictino Abadía de Melk, edificio barroco que domina el Danubio desde lo alto. 




Hay varios museos en Melk. En el Museo Municipal se encuentra el famoso Ídolo con cara de pájaro, con 6500 años de antigüedad. 

                                                      Ídolo con cara de pájaro





En la novela de 1980 El nombre de la rosa de Umberto Eco, el protagonista es Adso de Melk, quien relata la historia y menciona el convento benedictino de Melk.


Un paseo por la ciudad de Melk, antes de elevarnos a los cielos para penetrar en el entorno que rodea a la Abadía y en sus entrañas. 





Una simpática y bella “mamá” de todos los viandantes, que vela continuamente por la familia numerosa que lleva a su cargo y dos entrañables compañeros que se han quedado atónitos al pronunciar el nombre de mamá.
-¡Lo que nos faltaba, Pepe, nuestra mamá a estas alturas!







Una puerta medio entornada, una página de la historia clavada en la madera, placas de bronce que hablan  de un pasado en Melk. 



Un breve comentario entre amigos para ver donde ponemos el cuerpo, a unas horas en el que Sol está haciendo de las suyas. 


 Un banco que nunca vino mejor para descansar. 


 Un poco de humor, para sacar una sonrisa.



El pueblo de Melk, parece hecho de juguete, casitas de una sola planta perfectamente acicaladas, es como si fuera un cuento de hadas para entrar en él, leerlo y vivirlo como un habitante más, mientras la iglesia con sus tejados sumamente inclinados y la flecha de su campanario escribiendo en el cielo con tinta blanca, de un tintero que se derramada por el firmamento.

Preciosa y elegante decoración por todos lados, carritos llenos de flores y diversos adornos que la embellecen. 





Un puente de hierro, magnífico encuadre para enmarcar la Abadía, el bosque y los personajes. 







-¡Ay, los puentes!
- Collares que adornan la  garganta de los ríos embelleciéndolos, atravesándolos de parte a parte, pasarelas que delicadamente impiden que nadie los moleste y continuos guardianes del caminar de sus aguas, desde los grandiosos como: Los  Puentes de las Cadenas, Danubio, Libertad,  Margarita, hasta los más humildes y sencillos: Cabrera, Espinosa, Chirimías, del Río Darro al pie de la Alhambra.
 En las noches plateadas de Luna llena, los he escuchado dialogar,  mientas el silencio que inunda el espacio ha sido el fiel testigo de estas conversaciones eternas. 



-En esos diálogos silenciosos, ¿qué se dicen?
Con voz queda el puente siempre se está lamentando.
-¡Qué gran tristeza y pena siempre me martillea!
-Tú, río, con tus aguas caminando continuamente como una cinta sin fin, siempre alegre te marchas, yo en cambio fuertemente amarrado, siempre me quedo, nunca vuelves la vista atrás, nunca te acuerdas de lo que te has dejado, yo en cambio fiel guardián siempre te estaré cuidando.  


La vida también tiene muchos puentes y muchas aguas, aguas de beneficios recibidos, de agasajos y favores conseguidos que te han encumbrado en tu situación social,  puentes que han sido factores importantes en lo alcanzado, que ven cómo te marchas sin recibir agradecimiento alguno. 


En nuestro caminar, después de complacernos en este pueblito, qué deleite y satisfacción se siente al poder percibir el agasajo del agua de la fuente que deja, antes de marcharse, un reguero donde poder percibir en las manos calenturientas el contacto de sus caricias.  



Poder imitar a la escultura que intenta volar para introducirse en la espesura del bosque.

Son escenas que se van sucediendo mientas volvemos de nuevo para tomar el autobús que nos va a llevar allá arriba donde se encuentra la Abadía. 



La Abadía de Melk es una abadía benedictina sita en Melk, Austria, uno de los monasterios cristianos más famosos del mundo. Domina el Danubio desde lo alto de un acantilado rocoso, próximo al valle de Wachau. 


Fue fundada en 1089, cuando Leopoldo II, entregó uno de sus castillos a los monjes benedictinos de la Abadía de Lambach. En el siglo XII creó la escuela y la biblioteca de la abadía, ésta última alcanzó rápidamente renombre por su extensa colección de manuscritos.  



Una escalera blanca limitada por una balaustrada, haciendo alarde de elegancia, teniendo como fondo el pueblo de Melk, hollaría nuestros cansados pies, para bajar al plano que sería la antesala de entrada al monasterio. 


Buscamos la sombra de los árboles para liberarnos de un Sol de justicia que, a estas horas de la mañana, hacía mella en nuestros cuerpos, y el agua de una taza enorme, fuente moderna, derramaba su contenido para aliviar, aunque fuera simplemente con la vista, el agobio intenso del calor que portábamos. 





El monasterio fue también un referente en la producción de manuscritos. En el siglo XV la abadía se convirtió en el centro de la Reforma de Melk, un movimiento que devolvió cierto vigor a la vida monástica de Austria y el sur de Alemania. Desde 1625 la abadía ha sido miembro de la Congregación Austríaca, actualmente incluida en la Confederación Benedictina. 



La Abadía de Melk consiguió su impresionante aspecto barroco actual entre 1702 y 1736, tras la reforma dirigida por el arquitecto Jakob Prandtauer. Son particularmente destacables la iglesia de la abadía, con frescos de Johann Michael Rottmayr, y la magnífica biblioteca, con incontables manuscritos medievales y frescos de Paul Troger. 






Sentados o de pie, cada cual como pudo esperábamos impacientes que nos llegara el turno para entrar en los jardines, mientras tanto nuestro guía seguiría dándonos explicaciones relativas a la Abadía. 




Debido a su fama y altura académica, Melk consiguió escapar a la disolución bajo José II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras muchas otras abadías austríacas fueron confiscadas y disueltas entre 1780 y 1790. La abadía consiguió sobrevivir, otras amenazas a su existencia durante las Guerras Napoleónicas, e incluso en el periodo siguiente al Anschluss, la anexión nazi de Austria en 1938. 




La escuela de la abadía volvió a funcionar tras la Segunda Guerra Mundial, y actualmente cuenta con cerca de novecientos estudiantes de ambos sexos.





La abadía de Melk fue seleccionada recientemente como motivo central de una moneda de coleccionismo de alto valor; un euro de plata acuñado en abril de 2007. El anverso muestra una vista de la fachada de la iglesia de la abadía y sus dos alas laterales. Pueden observarse las torres barrocas gemelas y el gran domo de la iglesia tras ellas. 



Umberto Eco llamó a uno de los protagonistas de su famosa novela El nombre de la rosa Adso de Melk, como tributo a la abadía y a su famosa biblioteca. 





Una vez realizada una amplia descripción del proceso geográfico-histórico de la Abadía veamos como realizamos el acceso a la misma. Al terminar la visita al pueblo de Melk, llegó el momento, y diligentes atravesamos la puerta que da acceso a los jardines, para aliviar el peso de una mañana de calor que gravitaba sobre nuestros cuerpos.




Un sonido especial surgía a nuestros pies, era la gravilla del sendero por el que marchábamos, un lugar donde el fresco y jugoso cetrino peinaba el césped bien cuidado, unos redondeados árboles los guardianes continuos del lugar, representados por unos obesos pinos, equidistantes unos de otros perfectamente alineados para no perder la simetría, como si fueran gigantones nomos, surgidos de las profundidades de la tierra. 






Se respiraba tranquilidad y paz, una lluvia de agua fina regaba los jardines, un aspersor lanzaba un chorro que giraba y giraba describiendo un enorme círculo, algunos intentaban evadirlo pasando en un intento de cogerlo por sorpresa, pero hubo quien se sentó tranquilamente en uno de los bancos, y esperó parsimonioso a que refrescara su cuerpo una y otra vez, mientras giraba y complacido lo miraba dándole las gracias. 






La glorieta hecha con argamasa, se alzaba toda blanca y resplandeciente como una jovencita mirando al jardín, con sus lacitos rosas y sus enormes ojos multiplicados de hierro, por donde penetraba la luz rodeada de borreguitos verdes.


Antes de entrar en su interior para contemplar lo que encerraba, había que dar una vuelta por los alrededores y contemplar el paisaje que desde allí se divisaba. 










-¿Un espejo en el jardín, para qué, señor escritor? 
-Para que todos los días las flores se maquillen y dejen constancia  de los que por allí pasan. 




La glorieta lugar donde eran recibidos las personalidades que visitaban el castillo, convertido actualmente en Abadía Benedictina, es un verdadero edén, una gloria enriquecida con pinturas donde la fuerza del romanticismo, hecho color, impregna las paredes.









Pronto se nos presentaría la inmensa mole de la Abadía y con ella la nueva guía, que nos había de conducir e informar de toda las estancias, donde el estilo barroco marcaría la impronta con su sello. Habría que esperar nuestra hora de entrada y la llegada de la nueva conductora.




Querido lector, anteriormente hemos hecho una descripción de la historia de este ingente monumento, por lo que no vamos a insistir, sí, hacer unas breves anotaciones en todo el recorrido. Prohibido hace fotografías y vídeos,  fue la primera advertencia de la señora que nos lo mostró, muy bien documentada, con voz potente, con talante enérgico en sus expresiones, y el tono barroco de su voz haciendo juego con el estilo  que predominaba, donde las rrrrrrrrrrrrrrrrr, salían con fuerza de su garganta. 




Antes de penetrar en la Abadía hicimos lo que pudimos tanto en fotografía como en vídeos. 








Llegados al final de la visita, la venta de libros y objetos relacionados con la Abadía estaban al alcance de todos, y de allí partimos cargados de arte, belleza y buenas vistas,  para rebobinar el camino hasta llegar al autobús. 







Una vez de nuevo en el autobús, Rainer nos daría las normas suficientes para adelantar  un puesto o dos más en los asientos del autobús, por haberse quedado dos desocupados, con aceptación del pasaje, o por lo menos eso es lo que aparentemente parecía, hasta que llegó el momento de realizar la operación.
Alguien hizo un "numerito" en voz alta, cuando hubo que hacer el cambio, por su disconformidad a estar continuamente cambiando de sitio. 
-¡Qué le vamos a hacer!, siempre suele haber alguien que saque los pies del tiesto para dar la nota. No pasa nada, entre amigos todos es dispensable.


Habíamos llevado una mañana ardua caminando, contemplando sitios que nos habían enriquecido, bajo un febo que nos había acompañado dejándonos la marca de sus calenturientos rayos que nos habían hecho sudar y beber agua en cantidad. Recordaremos algunas escenas del Valle de Wasau, a través de este vídeo.


La tarde habría que dedicarla a reparar fuerzas, descansar y disfrutar de la intimidades del crucero, que albergaba cantidad de ofertas para hacérnosla  pasar lo más agradable posible. 



El camarote recoleto, pequeño, pero con todo dispuesto al alcance de la mano con su terracita abierta al inmenso río y a sus paisajes, monumentos, y escenas cotidianas que continuamente están pasando por delante, era esa tarde un lugar propicio para descansar, meditar y reflexionar. 


Caminábamos tranquilamente en dirección a Viena, iríamos pasando por lugares donde relucían las pequeñas aldeas, asomadas continuamente a unas aguas donde se peinan, se bañan, se refrescan, beben de sus aguas, comen de los beneficios que le proporciona, es su vía de escape, hacen vida en él porque sin el río nunca se habrían colocado allí, y hasta incluso sufren, recibiendo las envestidas que los desbordamiento les ocasiona.

                                  Indicativos hasta donde han llegado los desbordamientos del río

Varios castillos pudimos contemplar entre ellos aquel en el que estuvo hecho prisionero en el siglo doce, al Rey Ricardo Corazón de León.



En estos momentos estamos pasando por Spitz, pequeña aldea rectilínea que vive pegada a la orilla del río, no quiere despegarse de él porque continuamente tiene sed y necesita beber de sus aguas.
Tumbado en la cama contemplando desde mi aposento el panorama, mirando las aguas tranquilas del río, donde duerme el cielo, aguas sin olas, apenas pequeñas sonrisas convertidas en blanca espuma que acaricia el casco de este barco, aguas que besan y lamen la ribera, cauce que lo mantiene preso para que no se escape, dejando continuos recuerdos del pasado, aguas profundas como insondable  es el corazón del ser humano, nocturno, taciturno y luminoso durante el día, no descansas un momento en tu caminar, río que conoces los secretos de miles de amores que se declararon a bordo de estos majestuosos paquebotes en lunas de miel, río grandioso como grandiosa es el alma de los enamorados, río, río, río….., nunca me cansaré de admirarte, en estos momentos contemplo tu belleza y el misterio que encierras. 

                                               Bella estampa, que enamora, del Danubio Azul

El río no habla, solo se sonríe con su leve oleaje, los dos nos miramos extasiados y seguimos caminando, tú en tu cauce yo en mi lecho. 




Iglesias con lanzaderas al cielo, aldeas y bosques, arropan las aguas, unas aguas que nunca son las mismas,  pero siempre con el mismo cantar, vamos camino hacia Viena.


-Qué suerte tienen la mesa y las butacas de la terraza, y esa maleta roja que siempre me acompaña portando mis pertenencias, sin dejar de contemplar tus aguas, su ritmo y movimiento y los escenarios que continuamente nos presentas. 



Los altavoces siempre están dando las informaciones oportunas para tener al pasaje completamente asesorado, ahora le ha tocado el turno a la reserva de las excursiones que se realizarán el sábado, Salzburgo será mi objetivo. 


El salón me esperaba, eran varios los acontecimientos que esta tarde iban a suceder, cambiado de vestimenta, acorde con los momentos, dejando la de caminar en su lugar correspondiente, relajado y en condiciones de percibir y saborear todo lo que se auguraba iba a pasar, me uní al grupo de los que por allí se encontraban.



Tomé un refresco y unos sabrosos pastelitos para ir abriendo boca, como también con la boca de la ilusión adquiriría el aprendizaje del baile de los regios salones de los palacios, y el inicio sobre la teoría de las esclusas, y digo inicio porque serían varias las sesiones correspondientes a esta temática que se prestaron a más de una discusión, que no terminó en duelo, porque la amistad lo supera todo. 




-¡Tranquilo D. José!
-Pepe, es que esta gente no para de hablar y no me dejan intervenir. 


- Señoras, un poco de silencio y escuchemos al que domina perfectamente todo lo relacionado con el funcionamiento de la esclusas.
Las explicaciones de nuestro amigo fueron tan explícitas y clarividentes, acompañadas de unos toques de humor que nos hicieron soltar más de una carcajada.
No sé querido lector si te convencerán los razonamientos cuando veas el vídeo, lo cierto es que no todo el mundo los aceptó, alguien que no estuvo presente, cuando se enteró, vino a crear una polémica que duraría todo el viaje, pero esto continuará en los próximos  días. 


A las aguas se las veía circular, a través de los transparentes cortinajes cumpliendo su misión, ajenas a todo lo que sucedía en el gran salón, mientras la música salida de las tecla de marfil de un piano, recreaban y contribuían a impregnar el ambiente de un relax especial. 


Comenzó la clase de baile de salón, los animadores vestidos para la ocasión, él con el clásico traje a la usanza, y ella perfectamente maquillada con su traje de baile acoplado al momento, comenzaron a reclutar gente para dar la primera lección de cómo se baila un Vals. 



De entrada, parece que los avezados organizadores no están muy de acuerdo. La anfitriona da los pasos correspondientes y los aprendices intentan imitarla, no con mucho acierto para algunos.










Estimado lector, nunca viene a destiempo traer a colación, con motivo de este romántico baile, uno de los más famosos desarrollados en un palacio vienés, descansar un instante y recrearnos en la música y en los movimientos de los danzantes, palomas blancas que se agitan al viento en alas vaporosas de unos vestidos y el rítmico movimiento que entusiasma y emociona nada más  contemplarlo. 


Viena estaba ya muy próxima, a  nuestro alcance, las aguas del río jugando a favor de nuestro náutico, nos habían  traído hasta aquí y esta noche tendríamos el primer avance, para conocer la ciudad iluminada en una visita panorámica.
     Nuestro guía a través de un plano que nos facilitó nos fue indicando los puntos clave que íbamos a visitar, así como algo de la historia de Viena. 


La Catedral de San Esteban centro geográfico de la ciudad, la Ópera de Viena, los Jardines Imperiales y el monumento a Mozart, Museos de María Teresa, Museos de las Ciencias de la Naturaleza y del Arte, Palacio Imperial, Parlamento, monumento a Sisí, Isabel Amalia Eugenia, Duquesa de Baviera. Teatro Nacional, Parque Nacional y el monumento a  Johann Strauss, Palacio de Beldevere. 
Tener un título noble era fundamental para ser pastelero o para peinar a la Emperatriz. La famosa Pastelería Sacher, con sus famosos pasteles de chocolate, saldría a la palestra. 



El río Danubio, durante la extensa charla que nos dio el guía, sobre  los lugares que íbamos a visitar había permanecido tranquilo deslizándose suavemente, negros nubarrones cubrieron el cielo y las aguas comenzaron a moverse saliendo del apacible estado en el que se encontraban, del celaje comenzaron a caer las lágrimas que cubrirían el suelo, y que no presagiaban nada aleccionador sobre nuestro paseo nocturno por la ciudad de Viena. 





Sobre la esclusa nuestro crucero, sin apenas ejercer grandes movimientos, solo los que les proporcionaba el mecanismo del compartimiento en el que se encontraba anclada, recibía la luminosidad de las farolas que se reflejaba en el agua y en la lluvia esparcida por la cubierta, mientras en la trastienda se escuchaba el murmullo de los que comentaban la situación que se nos presentaba. 




El crucero se encuentra bien preparado, y escudos de defensa ante las inclemencias que el tiempo puede presentar están preparadas para un caso de emergencia.


Mientras se realiza la operación del paso de la esclusa el crucero debe de ir bien sujeto con gruesas maromas, transitábamos por Sankt Andrä- Wörden, y en el interior la gente ajena a todo lo que sucedía fuera se deleitaba con el canto de una Granada, que nos removía nuestra fibra sensible puesta en la notas y voz de un cantante que nos hacía vibrar de emoción. 




Sucederían otras canciones que dejaban en suspense la emoción interior que se respiraba entre todos los que plácidamente, sentados en las butacas, se deleitaban con las canciones.


Las explicaciones que científicamente se habían dado parece que no habían calado bien en los conceptos que otros tenían de las mismas, y como anteriormente anuncié, el debate sobre el tema comenzaba e iba adquiriendo otros tonos de color, que ya no eran rosa, sino más bien oscuros como los negros nubarrones del exterior que ahora se habían introducido en el interior, convirtiéndose en ardua discusión. 



La cena no espera, y la segunda escena de esta interesante discusión habría que aparcarla momentáneamente, así que no te inquietes demasiado, querido amigo, porque estamos en los comienzos.
-¿Cómo acabará este debate?
-¿Habrá un duelo entre rivales?
-¿Cenamos o seguimos con la discusión?, porque veo que habéis traído a la mesa a otro técnico para que aclare ideas, porque me parece que todavía no nos clarificamos. 




Más adelante se irán sucediendo los hechos que iremos viendo, a ver si esto tiene un final feliz.  
Te dejo la cena y las atenciones prestadas por el personal del barco. 





Cuando se regresa al mediodía al crucero después de realizar una visita, nos reciben  a la entrada los animadores, con una especie de juego, a ver si se es capaz de acertar lo que muestran, esta noche en la cena, se premió a la habitación trescientos doce, al haber acertado con la Venus de Willendorf. 

La noche se presentaba con cierta inquietud por la amenaza de lluvia, se miraba al cielo a ver qué respuesta nos daba y ésta no era otra sino la de agua para refrescarnos del calor que habíamos pasado por la mañana, el crucero está preparado para cualquier emergencia, así que había paraguas para dar y guardar es decir paraguas para todos. 


Habíamos fondeado en un embarcadero, en Bezirk Leopoldstadt  donde, a veces, suele ocurrir que junto a un crucero colocan otro, porque no hay espacio suficiente para atracar, y ese era el caso esta noche para los que nos encontrábamos con otro pegado a nuestro costado.
Tuvimos que subir y bajar por distintos espacios y escaleras en ambos cruceros, hasta encontrar la salida al muelle, un verdadero galimatías de sorpresas para comenzar la visita nocturna a  Viena.  
                                               Subiendo y bajando escaleras para poder salir
 


El autobús de los verdes es el nuestro, porque así se nos catalogó con nuestra cintita de ese color desde que salimos de Granada. 
Mientras Teresa, la jefa del grupo contabiliza,

 se nos hace la presentación de Renata la guía que nos va a enseñar Viena de noche. Aquí hay suficientes guías para cada momento y para cada especialidad. 
-¡Por falta de guías que no quede!

Renata, con un español comprensible, pero pronunciado a través de una voz que denotaba que la persona que lo emitía era extranjera, por ciertas lagunas en la pronunciación, nos fue hablando de la ciudad de Viena, sus rascacielos, la Torre del Danubio con sus doscientos cincuenta metros de altura y 57 pisos, la Iglesia San Francisco de Asís, llamada del Jubileo, del Emperador Francisco José, su esposa Sissí asesinada en Ginebra a la edad de sesenta y un año por el anarquista italiano Luigi Lucheni.





La noria gigante en homenaje al emperador Francisco José en el cincuentenario de su  reinado.

utilizada para celebraciones, la casa de Johann Strauss, 

                                            La casa de Johann Strauss
 El Barco Cristina, el Ministerio de Guerra. 
                                                         Ministerio de Guerra
  La estatua ecuestre dedicada a Radesky, en el casco antiguo de la ciudad, 

Museo de la Artesanía, Ringstrase la avenida más importante de la ciudad que acoge los edificios culturales y del gobierno.

                                                        Avenida del Ring
 Abundan los jardines, el ciento cincuenta por ciento de la ciudad está cubierto de verde, la estatua dorada de Johann Strauss. 


 Hotel Imperial, pernoctar en una suite imperial  cuesta tres mil seiscientos  euros  por noche. 

                                                           Hotel Imperial

Todo esto transcurría observándolo desde el autobús, ahora llegaríamos a la Plaza de San Carlos, lugar para ponernos los audio escuchas tomar tierra y contemplar en primer lugar la Iglesia barroca de San Carlos Borromeo, la más bonita de Viena.

                                             Iglesia de San Carlos Borromeo

Se nos quedaría a la derecha el edificio de conciertos de la orquesta filarmónica de Viena, llamada In Musikverein. 


La circulación a estas horas es bastante intensa, algunos paraguas intentan desplegarse porque ciertas gotas comienzan a descender con ánimo de estropear el paseo pero sin mayores consecuencias, hay que organizarse para que el grupo vaya lo más homogéneo posible, para ello Teresa se colocará al final y el encabezamiento lo llevará Renata. 


Entre una oscuridad resalta el gran edificio de los conciertos de la Filarmónica de Viena y el muy conocido de primero de año,  se celebra en la Sala Dorada.


  El Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena es un concierto que tiene lugar cada año en la mañana del 1 de enero en la Sala Grande o Sala Dorada de la Musikverein de Viena. Es transmitido en todo el mundo para una audiencia potencial estimada en 1000 millones de personas en 54 países. Cada año, el mismo programa se interpreta también el 30 de diciembre ("ensayo general") y el 31 de diciembre como "Concierto de San Silvestre". 


La música es, en su mayor parte, de la familia Strauss (Johann Strauss (padre), Johann Strauss (hijo), Josef Strauss y Eduard Strauss). 

                                                          Johann Strauss, padre.
                                                         Johann Strauss, hijo

El concierto siempre termina con varios bises después del programa principal (propinas que no están incluidas en el programa). Los músicos entonces desean colectivamente un feliz Año Nuevo, y terminan con el vals de El Danubio Azul de Johann Strauss hijo, seguido de la Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre. 


Durante esta última obra, la audiencia aplaude al compás y el director se vuelve para dirigirla, durante breves instantes, en lugar de a la orquesta. Un quiebro en la tradición en tiempos recientes fue durante la edición de 2005, dirigida por Lorin Maazel, cuando se invirtió el orden de las dos últimas obras, acabando el programa con el vals del Danubio Azul como una señal de respeto por las víctimas del Terremoto del Océano Índico de 2004. 


Entre luces y sombras que marchaban al par nuestro, una voz se dejaba sentir entre un silencio que inundaba el lugar, se celebraba un obra de teatro delante de la Iglesia de San Carlos Borromeo, que dejaba caer su imagen sobre el agua transparente de la enorme fuente que hay delante. 
                                                       Iglesia de San Carlos Borromeo
 

La mente se despierta y te da un toque de atención, en estos momentos, ves como la luz de la vida te traslada en sus alas hacia lugares donde han habitado tus sueños, trayéndote los más bellos momentos, pero también están  las sombras. 


-¡Ay las sombras! 
También realizan y cumplen su papel, las oscuridades han existido en mi corazón y vienen a incomodarme en este momento, es como una red que me aprisiona, que me lleva a la oscuridad tenebrosa donde reina la densa niebla, y entre esta mezcla de luces y sombras, de alegrías y penas, se teje el entramado de mi existencia. 


                                             La vida también tiene sus luces y sus sombras

La iglesia de San Carlos Borromeo  es una iglesia barroca de Viena. Durante la fuerte epidemia de peste que azotó Viena en 1713 y que se cobró la vida de unas 8.000 personas, el emperador Carlos VI prometió que, tan pronto, como la ciudad se viera libre de esta calamidad, levantaría un templo dedicado a San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y héroe de la epidemia de peste de 1576. 


Al año siguiente de la epidemia se anunció un concurso para el proyecto de la iglesia que fue adjudicado a Johann Bernhard Fischer von Erlach. Los fondos que permitieron sufragar la construcción de la iglesia fueron aportados forzosamente por los judíos de Viena. La iglesia constituye una obra maestra del eclecticismo barroco, en el que se combinan diferentes estilos. 


La fachada central representa un pórtico griego, las columnas a su lado son de inspiración barroca y sobre la entrada domina una gigantesca cúpula. Los dos pabellones laterales muestran influencias del barroco romano y decoración oriental.  El edificio tiene una altura de 80 metros por unos 60 de ancho y constituye el segundo templo más amplio de la capital después de la catedral de San Esteban. 




En el exterior destaca el frontis en el que se incluyen las dos columnas citadas, con relieves que muestran periodos de la vida de San Carlos Borromeo. Están inspiradas en la columna Trajana de Roma y su decoración espiral presenta escenas de la vida de San Carlos Borromeo. El tema que se representa en la columna izquierda es la constancia y el valor en la de la derecha.


En el frontón se encuentran relieves obra de Giovanni Stanetti, que describen los sufrimientos de la ciudad durante la peste de 1713, la estatua del santo patrón corona el frontón. Las escaleras de la entrada se encuentran flanqueada por ángeles que representan el Antiguo y el Nuevo Testamento. 


El interior alberga tallas y retablos realizados por los artistas más famosos de la época como Daniel Gran y Altomonte. Destaca la cúpula en la que se pueden contemplar un fresco pintado por Johann Michael Rottmayr de Salzburgo, realizado entre 1725 y 1730, denominado "La apoteosis de san Carlos Borromeo" y que sería el último encargo que cumplió el artista. En él se representa la intercesión de Carlos Borromeo, con el apoyo de la Virgen María, y en torno a ellos las virtudes cardinales. 



El altar mayor en el que participaron Alberto Camesina y Ferdinand Maxmilián Brokoff, presenta un relieve de estuco con San Carlos sobre una nube, ascendiendo a los cielos. 


Los pabellones que conducen a las entradas laterales tienen decoración de influencia china.
Los frescos de las capillas laterales fueron pintados por Daniel Gran. 


Entre sombras y luces iba discurriendo la noche, allí a lo lejos quedaría la fachada de la Universidad.

                                              A lo lejos la fachada de la Universidad

La fachada del Centro metropolitano y  la Filarmónica de Viena, y el precio de las entradas para asistir al Concierto de Año Nuevo dieron lugar a un comentario por parte de la guía.


Viena está considerada como la ciudad del modernismo europeo. La ruta del modernismo europeo tiene en Viena su punto de partida y eje PRINCIPAL para entender la ruptura artística protagonizada por pioneros del cambio a principios del siglo XX, como el arquitecto Otto Wagner,  


el diseñador Koloman Moser.

                                                           Koloman Moser

Los pintores Gustav Klimt  y Egon Schiele. 

                                                    Pintura de Egon Schiele

Los cuatro fallecieron en EL AÑO 1918 y ahora son objeto de un homenaje en la bella capital imperial austriaca, que exhibe en sus calles y museos muchas de sus obras. 



De nuevo cogeríamos el autobús para que Renata, con su lenguaje entrecortado utilizando una morfología y sintaxis especial muy a su estilo peculiar inteligible, pero muy poco ortodoxa, nos fuera comentando más cosas sobre el metropolitano y sus nueve líneas, la Ópera del Estado sobre la Avenida del Ring. 

                                                       Avenida del Ring

Pasaríamos por delante de un edificio blanco con una cúpula correspondiente a Secesión de Artistas mil novecientos

El Hotel Bristol, con su fachada amarilla.


El Palacio de la Ópera, 


donde se celebran al año muchos bailes, a los vieneses nos gusta disfrutar bailando, el gran baile lo realizan ciento ochenta parejas, las muchachas con sus vestidos blancos y los hombres que quieren asistir al baile de la ópera tienen que llevar frac.



 Pasaríamos por delante del monumento dedicado a Mozart en el Jardín Imperial, murió aquí en Viena a la edad de treinta y seis años,  nació en Salzburgo y los diez últimos años de su vida los pasó aquí en Viena, fueron los mejores años de su vida. 

                                                 Monumento dedicado a Mozart

Los museos de Bellas Artes  

                                                                Museo de Bellas Artes
y el de Ciencias Naturales 

                                                  Museo de Ciencias Naturales

Entre los dos se encuentra el monumento dedicado  a la Emperatriz María Teresa.


                                                                                     Monumento dedicado a la Emperatriz María Teresa

La noche continuaba entre luminarias, grandes avenidas, vehículos que pasan a toda velocidad, y sumo cuidado para transitar esperando la salida del verde después de un rojo, sin que exista el ámbar para nada. Caminábamos acompañados por la luminosidad de una ciudad que por la noche está con sus luminarias a duermevela, como el que pernocta  y se despierta continuamente, eso sucedía allí, lugares en los que la luminosidad era tal que llegaba a deslumbrar, otros en penumbra y algunos en oscuridad absoluta, lo que hizo que alguien del grupo, dijera:
- A mí no me gustaría andar sola por estos lugares de noche. 





Los motores de los vehículos rugían con fuerza atronadora, dejando a continuación un vacío que se aunaba con la oscuridad de la noche, fuerza de luces y silencios de tenebrosidad, el paso de unos lugares a otros había que realizarlos con sumo cuidado, porque en ello iban nuestras vidas. 



Después de atravesar un enorme muro con diversos ojos por los que había que pasar, en cuyo frontispicio aparecía en latín IMPERATOR AUSTRIAS MDCCCXXIV, era la antesala que nos conduciría a una gran plaza donde  nos segaba el resplandor, sobre la que se erguía todo orgulloso el Palacio Real, residencia  de invierno de los emperadores. 



El Palacio Imperial de Hofburges, es  el palacio más grande de la ciudad de Viena. Fue la residencia de la mayor parte de la realeza austriaca, especialmente de la dinastía de los Habsburgo (durante más de 600 años), y de los emperadores de Austria y de Austria-Hungría. Es actualmente la residencia del presidente de la República austriaca. 



El Hofburg es conocido asimismo como residencia de invierno, dado que el lugar de veraneo preferido por la familia imperial fue el Palacio de Schönbrunn.

                                                Palacio Schönbrun

El palacio alberga el museo de Sissi y los salones imperiales, cuenta con 2.600 estancias, repartidas en 18 alas. Está situado en la parte antigua de la ciudad, en el primer distrito, a orillas del Danubio. 

                                          Salón de Ceremonias del Palacio

Veinte salones están abiertos hoy día al público  son las estancias que habitaba Francisco José I  y las mismas en las que vivió la emperatriz Elisabeth (Sissi) de 1854 a 1898, y las que albergaron al Zar Alejandro I durante el Congreso de Viena. 

                                       Carlos IV en una escultura en la Biblioteca Nacional Austriaca

La Cámara del Tesoro es el nombre que reciben 21 salas ocupadas por los tesoros, tanto sagrados como seculares, amasados por los Habsburgo a través de los siglos. Estos tesoros comprenden las joyas de la corona y las insignias del Sacro Imperio Romano Germánico, el cuadro del emperador Maximiliano I realizado por Bernhard Strigel y los tesoros adquiridos cuando se casó con María de Borgoña en 1477. 

                                               Joyas de la corona austriaca
                                         Sirvientes del Palacio en la Plaza de los Héroes en 1900

La noche continuaba y subidos en el bus, Renata nos iría explicando todo lo que iba sucediendo mientras nos deslizábamos por una Viena de ensueño en una noche misteriosa. 
La calle Ringstrasse de Viena tiene 5,3 kilómetros de largo. Distancia suficiente para dar cabida a numerosos edificios monumentales, que se construyeron durante el Historicismo de entre 1890 y 1890. Los edificios que allí se erigen, desde la Ópera Nacional hasta el Museo de Historia del Arte, se cuentan hoy entre los monumentos turísticos más importantes de Viena. 



Entraríamos en la Gran Avenida del Ring para contemplar de nuevo la gigantesca enorme noria y delante la cervecería donde la gente acude a beber cerveza, fiesta muy parecida a la que se celebra en Munich, picar diversas tapas, cosas típicas del país,  vestidos con los trajes típicos austriacos. 


                                                 Trajes típicos austriacos

Nos reduciríamos enormemente de tamaño ante la gigantesca torre Millennium Twer 


Renata, para ir finalizando este paseo nocturno por Viena nos hablaría de la  Isla del Danubio, es una isla artificial larga y estrecha, en el centro de Viena, entre el río Danubio y un canal paralelo excavado llamado "Nuevo Danubio". La isla tiene 21,1 km de longitud, pero de sólo 70 a 210 m de ancho. El nuevo canal del Danubio es prácticamente un lago alargado. 

                                                  La Isla del Danubio

Para la mayoría de los visitantes, la isla es conocida como una zona de recreo con bares, restaurantes y discotecas. Tiene oportunidades para la práctica de deportes como patinaje, ciclismo, natación y para el piragüismo. Hay una playa que, en su comienzo, se sintió tan exótica que pronto fue apodada la "Copa Cagrana" como una alusión humorística a Copacabana, en Río de Janeiro, ya que Kagran parte del distrito de Viena esta junto a la playa. En el norte y sur de la isla, hay extensas, y gratuitas playas nudistas. 


Renata nos dejaría en el crucero después de una despedida en la que nos recomienda volver para más tiempo por Viena, y poder conocer muchas cosas interesantes que quedan por ver. 
-¡Que sigáis teniendo un buen viaje!
 Agradeciendo la atención prestada.


La visita nocturna ha sido excepcional, volvemos con el corazón henchido de luz al recorrer un paseo nocturno, que más bien ha sido vivir un sueño despierto, para emprender otro en un camarote, donde una chocolatina colada en el cabecero de la cama será el bálsamo gustativo para comenzar una nueva aventura, la de soñar por unas horas con todo el alimento corporal y espiritual que hemos recibido, y con el programa del día siguiente en la mano nos despedimos en volandas en aras de un vals vienés. 



Mientras las cortinas que cubren el escenario del día van lentamente cayendo, para cerrar una espléndida jornada, mis párpados dejando pasar el sueño de la imaginación, caían también para trasladarme al idílico paraíso de la fantasía. 




En los salones regios del Palacio Real de Viena, hay muchos espejos, grandes ventanales e inmensos cortinajes, violines que los tocan personajes irreales, los acordes rítmicos de una música hecha par querubines, arcángeles y ángeles, comenzaron a sonar, mientras mis párpados se cerraban.


 Sentada junto a otras damas vestidas con elegantes trajes blancos que cubrían sus gentiles cuerpos, allí se encontraba ella, el amor de toda mi vida, haciendo una leve inclinación le acerqué delicadamente mi mano, la recibió y con paso lento pero decido la saqué a la pista, brillaban en el suelo las lámparas que pendían del techo, también se habían  bajado para danzar. 


Como una pareja más, formando un círculo nos hicimos las reverencias pertinentes y nuestros cuerpos comenzaron a girar, era como estar flotando en una nube, eras mi  paloma blanca bajada del cielo, y tú la más bella de todas, las cinturas se quebraban y los cuerpos giraban y giraban, mientras el vuelo de tu vestido de tu cuerpo se despegaba para decir en silencio te quiero. 


Nos balanceábamos como se mueve la cuna de un ser querido, los giros se intensificaban, de pronto te levanté, cogiéndote por la cintura, ¡paloma mía!, como ofrenda de amor  llevándote por los aires, y tu vestido se convirtió en un amplio abanico para intensificar la emoción del momento.
Nuevos giros y los vestidos con sus encajes al viento, formando el más bello conjunto, el fotograma más perfecto, eras el trompo con el que jugaba cuando era niño que daba vueltas sin cesar, eras la ilusión de mi vida hecha realidad. 


Cogí tus brazos y los pasé alternativamente por encima de nuestras cabezas, todo era un derroche de felicidad, nos volvimos a saludar y dejé caer tu cuerpo sobre el mío. 
-¡Ay,  tu cuerpo!
 Cuanto tiempo hacía que no lo sentía sobre el mío, fue un simple instante, plagado de ternura y emoción, hasta la policromía de las paredes del salón con su gama de colores,  arrancó el momento para trasladarlo a las paredes como la mejor escena que allí pudiera colocar enriqueciendo el decorado.


Formando unas filas perfectas te marchaste un momento para construir un círculo con tus compañeras, pero pronto volviste conmigo para seguir  danzando, se repitieron los movimientos, las reverencias, los giros, te volví acoger por la cintura y de la misma manera que la espiga de trigo se dobla cuando la sopla el viento, así volviste a caer de nuevo sobre mis brazos, y seguimos girando, te despegaste un momento, pero pronto volviste a mis brazos, fuiste la reina del baile y yo el hombre más feliz del mundo. 


 Los giros se intensificaban y el vuelo de tu vestido era un torbellino agitado al viento,  los candiles de la  chaqueta de mi frac se unía a los movimientos de tus encajes, era un disloque y un arrebato de pasión amorosa, era un verdadero cuento de hadas, finalmente te hice girar y girar a gran velocidad como el mejor columpio enamorado, para finalmente caer sobre mis brazos uniendo nuestros labios en una despedida de intenso amor, fue el mejor vals que he bailado en toda mi vida. 


De pronto desperté, eran las seis de la mañana un tercer día había comenzado en mi gira por el Danubio Azul.
Querido amigo y lector, gracias por haber llegado hasta aquí, te espero para el tercer día en este viaje de ensueño por el Danubio Azul. 
                       
                                                     José Medina Villalba