Mi último óleo, me ha servido de inspiración para recordar gratos recuerdos del pasado, a muchos de mis lectores les hará revivir momentos inolvidables, y a otros , más contemporáneos, darles a conocer escenas costumbristas, de las que dejaron huella en nuestra ciudad.
Monumento a San Juan de Dios, en los Jardines del Triunfo. Óleo. (50X34)
Autor: José Medina Villalba
En mis paseos matinales por la ciudad, además de fortalecerme evitando el anquilosamiento de las bisagras que ponen en movimiento los diversos miembros del cuerpo, me voy enriqueciendo con los variados panoramas y escenificaciones que en cada momento van apareciendo.
Basílica de San Juan de Dios
Un estruendo de campanas, inunda mis oídos, salidas de las torres de un barroco churrigueresco en la Basílica de San Juan de Dios.
Caballeros de la orden de San Juan de Dios
Un enorme bullicio de gentes que entran y
salen del templo, Caballeros de la Orden
elegantemente vestidos con el uniforme correspondiente, así como miembros de la
Policía Nacional. Se celebra la fiesta del copatrón de la ciudad de Granada, y
patrón de los enfermeros, bomberos, Real Maestranza de caballería, libreros y
patrón universal de hospitales.
Pepe Real. Locutor de la emisora Radio Granada. (1955)
Después de entrar en la Basílica para contemplar
el majestuoso retablo, mi mente, ahondando en el disco duro de mi subconsciente,
recuerda la voz de un locutor de radio, Pepe Real.
Todos los años, llegadas las navidades, dejaba en el espacio las ondas de su voz, salidas a través de las antenas de la emisora de Radio Granada, para abogar por una causa que, durante unos días, tenía a la ciudad completamente en vilo.
Todos los años, llegadas las navidades, dejaba en el espacio las ondas de su voz, salidas a través de las antenas de la emisora de Radio Granada, para abogar por una causa que, durante unos días, tenía a la ciudad completamente en vilo.
Trascurría la década
de los años cincuenta, en sus primeras añadas, cuando el único medio que
acompañaba a las familias en el hogar trayéndoles las noticias, las canciones,
la música y las novelas radiofónicas, era la radio.
Con unos simples
cascos, colocados en mis orejas, mi mano intentaba que, la aguja de mi radio
galena, pinchando el mineral de azufre y plomo, enclaustrado en una pequeña burbuja de cristal, cogiera la onda de la única emisora, que aquel simple artilugio podía
captar.
Las familias pendientes de las noticias
Eran las diez de la noche, la clásica música que todos los días daba “el parte”, lo que hoy llamamos las noticias, heredado del “parte de guerra”, dejaba en mis tímpanos el sonido de una música especial y al otro lado, Pepe Real daba el pistoletazo de salida de una gran emisión, que traía completamente en vilo a la ciudad, y hasta donde podían llegar las ondas de la radiodifusión.
Toda la ciudad se
mantenía despierta hasta altas horas de la madrugada con aquel programa
titulado: “Subasta de ilusiones”.
La Subasta de Ilusiones era la comidilla diaria, de conversación, en todos los sitios.
Cuando la gente comenzaba, después de la madrugada, a vivir el ajetreo de la ciudad, la comidilla de las tiendas de comestibles, del mercado, de las oficinas, de los talleres de mecánica y hasta en los andamios donde los albañiles, ladrillo sobre ladrillo, iban construyendo las casas, sólo se hablaba de esa voz que tenía embaucado a los barrios enteros, donde un objeto que no valía ni veinte duros se estaban dando por él doscientas mil pesetas.
El orfelinato de San Rafael
Todo por una noble
causa para ayudar a los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, que
mantenían la Clínica de San Rafael y un orfelinato, y sólo contaban con las
limosnas que recibían.
Aparte de la emoción
que imprimía el programa, para las tiendas donde se vendían los aparatos de
radio, fue la mejor propaganda, que se les pudo hacer, para que aquel que no lo había
podido adquirir todavía, pronto estuviera disfrutando de un maravilloso radiorreceptor.
El semanero
Las vecinas menos pudientes, que solamente contaban con el pequeño jornal de sus maridos, y le estaban pagando al semanero la adquisición de una batería de cocina, aumentaron su deuda con un hermoso aparato, siendo la envidia de las que tenían que arrimar la oreja, a los aparatos de sus vecinas, para seguir la emocionante emisión.
Las voces de Matilde
Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Juana Ginzo, dirigidas por Guillermo Sautier
Casaseca, en la radionovelas, se escuchaban por todos los rincones del
Albayzín, en narraciones, tales como: “El capote del Espartero” o en “Ama Rosa”, que causaban furor entre
todas “las Marujas del barrio”.
Emisión de una radio novela
Por la noche llegaría
un programa que anularía las conversaciones diarias de estas radionovelas.
La radio galena pasó a
ocupar un lugar en la estantería de mi dormitorio, como pieza de los recuerdos,
y mi padre nos trajo un magnífico aparato de radio, con teclas y todo, para
sintonizar diversas emisoras; de esta manera toda la familia podríamos participar
de las emisiones.
Capilla junto al Arco Elvira, donde "Juan Ciudad" vendía libros de segunda mano
Si Granada estaba
ligada espiritual y moralmente a una orden religiosa esa era la que fundó aquel
bendito loco que vino de Portugal y se instaló junto al Arco de Elvira en una
pequeña librería, hoy convertida en un pequeño relicario religioso, donde "Juan Ciudad", vendía libros de segunda mano.
Después, tocado por la
mano de Dios, cuando pretendía marcharse de aquí se le apareció Jesús Niño y le
dijo: “Juan, no te vayas, Granada será tu Cruz”.
A partir de ese
momento Juan se convirtió en el “loco de Dios”, y aquí fundó su primer
hospital, en la Calle Lucena, con las ayudas de quienes entendieron su clase
de locura.
Primer Hospital de San Juan de Dios, en la Calle Lucena
Granada está
continuamente en deuda con dos grandes obras, con las Escuelas del Ave María y
su fundador, D. Andrés Manjón, y con San Juan de Dios, y su Obra Hospitalaria, ambos son de Granada,
cómo Granada es de los dos.
D. Andrés Manjón y Manjón
San Juan de Dios
Había que ver cómo se
le podía ayudar a estos Hermanos que estaban luchando por sacar adelante esa
gran labor humanitaria, que les había legado San Juan de Dios.
Pepe Real, junto con
el director del Centro hospitalario y varios simpatizantes de la Obra, inventaron la emisión de “Subasta de Ilusiones”.
-Yo, a estas alturas,
me pregunto:
-¿Las ilusiones se
pueden subastar?
Porque...
- ¿Qué es una
ilusión?
La esperanza con o sin
fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y
que se desea intensamente.
Pues este grupo de
persona hicieron, que su sueño e ilusión se hiciera realidad, materializando en
elementos concretos la fantasía de un proyecto haciéndolo efectivo.
Esto fue la
miel que endulzó a Granada, desde el mes de noviembre hasta finalizar la
Navidad, todos los años.
Aquel programa duró
varias temporadas, hasta que tuvo que luchar con los albores de la incipiente
televisión, que poco a poco, la fue relegando hasta que desapareció.
-¿Por qué le pusieron
el título de “Subasta de ilusiones?
-¿Qué ilusiones eran éstas?
La primera la de escuchar la voz incansable,
enérgica y entusiasta de Pepe Real, incansable durante horas y horas, para esta
causa, y la segunda la de hacer realidad la recaudación de medios económicos
para la subsistencia de esta gran Obra.
-¡Señoras, señores,
muy buenas noches!
En estos momentos comienza la emisión “Subasta de ilusiones”. Nuestros teléfonos están abiertos a sus ofertas, esperamos de la generosidad del pueblo granadino para que esta noche sea una realidad la aspiración de nuestros sueños.
En estos momentos comienza la emisión “Subasta de ilusiones”. Nuestros teléfonos están abiertos a sus ofertas, esperamos de la generosidad del pueblo granadino para que esta noche sea una realidad la aspiración de nuestros sueños.
Pepe Real y Rocío Dúrcal
Los niños que tiene
acogidos, los enfermos que esperan sanar, las instalaciones del hospital, sus
actualizaciones, necesitan de la ayuda de todos ustedes, y el hilo telefónico
espera ponerse al rojo vivo con sus llamadas.
No había terminado de
decir la última palabra cuando el rin, rin, rin..., del teléfono sonaba en la
emisora.
Las familias, al completo, y agregados, escuchando Subasta de Ilusiones.
Asomarse, de puntillas, por la ventana de cualquier casa de vecino y ver a toda la familia, amigos y agregados pegados a la radio era todo un poema.
-Mire, aquí el
restaurante “Gamboa”, ofrecemos un almuerzo para diez personas, incluido
champán, copa y puro.
Otra llamada:
-Desde Albolote,
un ganadero ofrece tres chotos.
Otra más.
-Soy un almacenista que ofrezco dos sacos de arroz.
-Soy Moisés
Linares. (Uno de los mejores empresarios, con su sastrería, tienda de trajes de caballero, en Puerta Real)
-Hola
Moisés, decía Pepe Real, te agradecemos que todos los días nos sorprendas con
algo.
-Esta noche
ofrezco un traje de caballero a la medida, con su correspondiente camisa y
corbata.
Mientras se
iban haciendo las ofertas surgían las llamadas de los pujadores.
-Por la
comida del bar Gamboa ocho mil pesetas.
Llegaba otra
oferta.
–Tengo una magnífica colección de sellos, que
entrego a la subasta, valorada en cinco mil pesetas.
Todos los
empleados de la emisora, ayudantes de Pepe Real, como eran: Mercedes Domenech,
Manolo Vigil, Hermanos de la Orden, y algunos colaboradores, cada uno cumpliendo
con una misión.
En un gran
tablero se iban anotando las ofertas y las pujas que se iban haciendo, junto al
nombre de los pujadores.
Desde las
clases más humildes, hasta las de más abolengo, todo el mundo participaba.
Algunas de las ofertas para subastar
Gente
sencilla que ofrecía lo que tenía, una sortija de oro, colecciones de tebeos
del “Guerrero del Antifaz”, una gallina, dos conejos, tres kilos de morcillas,
una garrafa de vino de Huétor, un pavo y hasta una cabra en plena producción.
Todo era bueno y todo se subastaba.
Peña de amigos
Curiosamente
se habían organizado “peñas” de amigos, que fueron las que le dieron el máximo calor
y color, constituyendo el alma de la
Subasta de Ilusiones.
Junto al Corral del Carbón, estaba el "Bar Jandilla"
“Los Leones”, “Bar Sevilla”, el “Jandilla”, “Los Murciélagos”. En éstas peñas figuraban personajes que en el ámbito granadino eran bastante conocidas: Moisés Linares, con su gran tienda de sastrería de caballeros, en plena Puerta Real, Paulino Vico con su comercio en Calle Mesones, Álvarez propietario del “Bar Sevilla”, Juan Alonso Roda “Juanini”, Emilio Bueso, Pepe Martín Campos, y otros.
Una gran parrillada subastada
Las peñas
pujaban entre sí para conseguir una gran parrillada, con bebida incluida que ofreció
un merendero famoso, en Huétor Vega, para cuarenta personas. A esta oferta
sensacional se le fueron agregando otras adjudicaciones de personas que
ofrecían para enriquecerla: varios kilos de salchichas, cuatro jamones de
Trevélez, cinco kilos de “aceitunas aliñás”, todas las verduras para una
gigantesca ensalada, champán para las cuarenta personas, dos cajas de
auténticos puros cubanos.
La emoción,
sobre esta puja, llegó a límites insospechados, las peñas pusieron el listón
tan alto, que aquel descomunal lote, al que se le agregó la parrillada, se lo llevó el Bar Sevilla.
La
generosidad de esta Peña, se la entregó a los Hermanos de San Juan de Dios y
éstos a un grupo de personas necesitadas.
La Peña del Bar Sevilla, entregó la parrillada gigante a los Hermanos de San Juan de Dios
Las
expectativas era tales, que había otros momentos muy deseados por los
radio-oyentes, esperando escuchar la voz misteriosa del señor que, se negó a dar
su nombre, llegó a dar trescientas mil pesetas, de las de aquella época, por
un objeto que no valía ni cien pesetas.
Por este patinete se dieron trescientas mil pesetas
La carne se
nos puso de gallina cuando, por una simple camisa, el dueño de un céntrico
hotel, la obtuvo a cambio de costear un quirófano completo, que lo necesitaba la
Clínica del Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios.
Por una camisa todo un quirófano quirúrgico
Los rasgos
de generosidad demostraron el buen corazón de los granadinos, hacia la Orden
Hospitalaria.
¡Ofertas llenas de humor!
La subasta
estaba tan animada, que había intervenciones curiosísimas impregnadas de humor.
Una llamada ofrecía mil pesetas si la señora del Alcalde cantaba una canción o porque otra distinguida dama se paseara por Puerta Real, descalza. Ni la una, ni la otra, tuvieron que cantar ni caminar descalza, porque sobradamente superaron la oferta que llegó a alcanzar límites insospechados.
Una llamada ofrecía mil pesetas si la señora del Alcalde cantaba una canción o porque otra distinguida dama se paseara por Puerta Real, descalza. Ni la una, ni la otra, tuvieron que cantar ni caminar descalza, porque sobradamente superaron la oferta que llegó a alcanzar límites insospechados.
Fue famosa,
y dio que hablar, la intervención de una jovencita, cuando, "inocentemente", (quizás) con voz dulce y
aterciopelada salió por las ondas, dejando a todo los oyentes estupefactos y
fue la comidilla, casi rayando en el escándalo, durante todo el tiempo que duró
la subasta
-Señor
Real.
-Se escuchó
en la otra parte del hilo telefónico-,
sin reparo alguno dio su nombre, muy conocido en la ciudad.
sin reparo alguno dio su nombre, muy conocido en la ciudad.
-Ofrezco mi "conejito blanco".
¡Dios mío,
la que se armó!
Todo el
mundo y sobre todo los componentes de las peñas, personas con buen humor pujaron
por el conejito de la chica.
Los chistes,
las anécdotas y los retruécanos estaban a la orden del día.
-Pero bueno,
- decía uno
de los tertulianos de una de las peñas-.
-¿Es cierto
que no es de otro color? Y ofrecía diez mil pesetas, aunque fuera solo para
acariciarlo y poderlo tener un ratito en las manos.
-Yo ofrezco
veinte mil pesetas.
Le
contestaba de inmediato otro.
La subasta
adquirió tal calor que, una de aquellas noches, cuando la euforia corría a
raudales, de pronto se cortó la emisión, una música vino a sustituirla.
Todas las
tertulias y oyentes pegados, como lapas, a los aparatos de radio callaron, el
silencio se prolongó durante unos minutos que para algunos les parecieron
siglos.
En la
tertulia de los “Murcielagos”, de pronto se rompió el silencio.
-¿Se habrá
arrepentido la chica?
La voz de
una autoridad civil se dejó sentir, a través del teléfono, y al reanudarse la
emisión, se le concedió el conejito al que había ofrecido veinte mil pesetas.
La censura,
en aquellos tiempos, cortaba inmediatamente cualquier manifestación que tuviera
ribetes, aunque fueran jocosos, contra la moral. ¡Igual que hoy día!
¡Hemos
pendulado estrepitosamente de un extremo a otro!
¡Ni tan
calvo, ni con tres pelucas!
Durante mucho tiempo se siguió comentando la "Subasta de Ilusiones"
La oferta del "conejito blanco", dio mucho que hablar...
A partir de entonces en la subasta no se volvió a hablar del dichoso “animalito”, pero sí que dio largo y tendido para, durante mucho tiempo, seguir comentando aquella simpática puja.
Pasadas las
fiestas de la Navidad, el dinero que habían recogido, solemnemente, los
componentes de las diversas “peñas” y algún otro licitador, se dirigían a la
Basílica de San Juan de Dios, y al Prior de la Orden se le entregaba el dinero
recogido.
El apogeo,
acto culmen, y manifestación multitudinaria, ocurrió aquella mañana, cuando
Granada entera se echó a la calle.
Desde Puerta Real a la Basílica, pasando por Reyes Católicos y Gran Vía, las aceras e incluso la misma calzada, se encontraban abarrotadas, chicos, grandes y mayores ansiosos por contemplar el broche final de la “Subasta de Ilusiones”.
Claveles de Motril
De Motril llegó un camión cargado de claveles, que se iban entregando a todos los que iban aportando sus donativos, en dos grandes espuertas, que portaban los personajes de las “Peñas”.
Detrás iba
el prestigioso y muy conocido comerciante Moisés Linares, con una carretilla de
mano en la que también se iban depositando los donativos.
Jamás vi
tantos billetes de cinco, cien y mil pesetas reunidos.
Cuando la
carretilla llegó a su destino final, había que ir detrás recogiendo los
billetes que se le caían por ambos lados.
Fue, de las
muchas cosas sensacionales que han ocurrido en Granada, una más que podríamos
catalogar, de generosidad granadina, y un cuadro costumbrista que forman parte
de la Memoria Histórica de Granada.
Llegó la pantalla mágica, que no sólo permitía oír sino al mismo tiempo ver las imágenes, y la batalla entre estos dos medios de comunicación, TV y radio la ganó la primera; éste fue el fin de aquella famosa “Subasta de ilusiones”, que aún, los que de niños la vivimos, la guardamos con cariño en el baúl de nuestros recuerdos, de aquellas personas que se volcaron en ayudar a los Hermanos de San Juan de Dios y a su Gran Obra.
José Medina Villalba