martes, 24 de enero de 2017

LA LITERATURA FEMENINA EN LA GRANADA DEL SIGLO XVIII. AMELINA CORREA RAMÓN




     La bella ciudad de Granada, es un conjunto de elementos, de situaciones, de personajes, de Historia…, que vienen a plasmar su huella en una estructura material formada por edificaciones, monumentos, avenidas, barrios, calles y callejas donde toma cuerpo toda concatenación de sucesos y realidades de un pasado, de un presente y del futuro que  ineludiblemente tiene que  llegar.
     Hablando de calles, Granada se siente orgullosa de ofrecer diariamente tanto a los aborígenes, como a los visitantes, entre otras muchas cosas, las excelente alfombra de sus ancestrales calles, por donde los pasos y las huellas de los que las pisan van aparejadas de recuerdos de la infancia, de la juventud, de sucesos y acontecimientos, de monumentos, de leyendas…., ¡ de mucha Historia!

                                         Calle Oficios, con la Madraza a la  izquierda y la  Lonja al fondo
                                                                                    Óleo sobre lienzo 40x33. José Medina Villalba 

       Son las siete y media de la tarde, de un día de diciembre de 2016, cuando mis pisadas se dirigen a una de las calles emblemáticas granadinas que, como un gran tesoro, encierran Historia, ¡mucha Historia!
        La Calle Oficios, cuyo nombre ya nos está indicando el por qué de esta titulación, en épocas pasadas, gremios y corporaciones tenían establecidos en este lugar diversidad de profesiones.

                                                   Entrada a la Calle Oficios
     
         Entrar en la Calle Oficios es inmiscuirse en un mundo de siglos pasados, la reja que da acceso de estilo neogótico donde se encuentran los símbolos de los Reyes Católicos: el Yugo, las Flechas y el Águila de San Juan.


                                                     Lonja y Capilla Real
    
    La Lonja y la Capilla Real, donde reposan los restos de Isabel I de Castilla y Fernando V el de Aragón.
      Aquí acabó la Edad Media y comenzó la Edad Moderna.


                                   Calle Oficios, la Madraza, y el Colegio San Fernando


    El desaparecido Colegio de San Fernando, el Centro José Guerrero  y  el Palacio de la Madraza.
   -¡Pero bueno, Pepe!,

                                             Amelina Correa y el autor de este post

 - ¡ya está bien! vas a hablar de mi conferencia, -me interrumpe Amelina- o esto va a ser una lección de arquitectura y de Historia.
     -Tranquila,  Amelina, hay que poner al lector en situación para ubicarlo en el lugar, para que se halle cómodo y sepa donde se encuentra.
    -¡Por favor! Sé breve.
   -Simplemente una ligeras pinceladas.


                                                       El mihrab de la Madraza
     
      Este palacio, se construyó en tiempos de Yusuf I,  Yusufiyya o Casa de la Ciencia, primera Universidad islámica, su mihrab, se aprecia desde que se entra, con el tiempo fue Ayuntamiento.


                                          Maravilloso artesonado mudéjar en el Salón de Caballeros XXIV
   
   Este salón donde nos encontramos y donde se han dado importantes actos académicos, entre ellos el que a continuación vamos a escuchar, es el Salón de Caballeros XXIV, donde se reunían los regidores de la ciudad. Posee una extraordinaria cubierta mudéjar del siglo XVI.

                                                 Público asistente a la conferencia
    
   El interesante título de la conferencia, el contenido de la misma, así como la personalidad y profundos conocimientos de investigación posee la conferenciante, ha hecho que el Salón de Caballeros XXIV, se encuentre con una amplia asistencia de público.
    Toda exposición en público se engrandece si el orador tiene la suficiente habilidad de trasmitir el contenido con el arte especial que requiere, ya lo dijo el orador Lucio Craso, amigo de Cicerón:


 “la oratoria es el arte culmen, pues en ella se engloban todas las artes, si se ha expresado con elegancia”.


                               Pepe, ¿a qué he venido yo aquí, sino a hablar de mi conferencia?

   Esto lo sabe hacer a la perfección doña Amelina Correa Ramón.
  -No quiero que mi buena amiga Amelina me vuelva a llamar la atención, así es que sin más preámbulos adelante con la conferencia.
      Esta tarde la luminosidad en la Sala de Caballeros XXIV se ha intensificado con la brillantez  de la conferencia de Amelina, que unida a la fluorescencia que inunda a la ciudad, en vísperas de la Navidad, han convertido a Granada en un asca de fuego lumínico.



La literatura femenina en la Granada del XVIII: entre voz académica y aliento espiritual

Amelina Correa Ramón

                                                   La Catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada,
                                                                Dñª Amelina Correa Ramón
  ( Breve resumen de lo que realmente fue la conferencia)
            Hacia la mitad del siglo XVIII nada menos que el ilustre Rousseau iba a dejar escrita una radical afirmación en su célebre y muy difundida obra Emilio o de la educación, según la cual: 


“Una doncella literata seguirá doncella toda su vida, cuando no queden en el mundo más que hombres sensatos”. Como si se hubieran de cumplir inapelablemente los designios formulados por el paradigmático autor francés, de las seis escritoras documentadas que cultivarían la literatura en Granada durante el siglo XVIII, cuatro iban a permanecer, en efecto, doncellas, pues al menos en ese supuesto deberían considerarse las esposas de Cristo.

                                                                La esposa de Cristo

Éste será el caso de María de Córdoba y Fuentes, Juana Maldonado, María Gertrudis Martínez del Hoyo Tellado y Ana Verdugo de Castilla. De la quinta, Gregoria Francisca de Salazar, es muy poco lo que se conoce, si bien las obras suyas de las que se tiene noticia son de carácter religioso, por lo que quizás pudiera tratarse de otra monja, aunque igualmente pudiera ser una devota seglar. 


En cuanto a la sexta, María Josefa de Hermida, no es en puridad una creadora, como las cinco anteriores, aunque su faceta como traductora la convierta implacablemente en una temida literata. Pero no se tienen demasiados datos al respecto de tan curioso personaje, y se desconoce si permaneció doncella, o algún insensato varón se atrevería finalmente a desposarla, atreviéndose a afrontar los riesgos que ello conllevaba.

            
         En cualquier caso, nos vamos a encontrar con que en este siglo ilustrado y educador la tendencia de la literatura femenina en Granada será más bien continuista, quedándose la mayor parte de los cambios para la etapa decimonónica, a pesar de la tensión que la imagen modélica del ‘ángel del hogar’ arrojará sobre las mujeres. Así, en el siglo XVIII predominará sin duda alguna una temática religiosa que ya había sido mayoritaria durante los Siglos de Oro. En este sentido, se puede recordar que durante ese periodo áureo más de la mitad de las escritoras registradas fueron monjas profesas en los conventos de las distintas órdenes[1] (Correa Ramón, 2002: 33-35), es decir, catorce de un total de veintiséis que pueden registrarse. 

                                                                    Más de la mitad de las escritoras registradas fueron monjas profesas

Conventos e instituciones religiosas que en la Granada posterior a la Reconquista se fundarán masivamente, como una manera de reafirmar la fe cristiana en una tierra hasta hace poco dominio de los infieles. 

                                                      Convento de Zafra en la Carrera del Darro

De este modo, en un siglo como el XVIII, anterior todavía al proceso de la desamortización que tendrá lugar en el XIX, Granada se encuentra dividida en catorce parroquias, con un total nada menos que de veintiocho conventos, monasterios u otras diversas fundaciones religiosas.


            Así pues, aunque Diego Ignacio Parada y Barreto señalara en su pionero Escritoras y eruditas españolas, obra de 1881, que “Cuenta el siglo XVIII un número nada escaso de escritoras y eruditas que ofrecen su carácter especial, distinto al de los siglos anteriores y por diversos conceptos de notable consideración”, añadiendo que “aparece ya mucho menos saliente el carácter místico y religioso que las distingue en las anteriores centurias” (Parada y Barreto, 1881: 213), lo cierto es que al menos en lo que se refiere a las letras granadinas ese carácter místico y religioso va a continuar siendo muy marcado.


            Y es que para entender la literatura escrita en Granada con voz de mujer en el siglo de las Luces no se puede olvidar una tradición fuertemente consolidada en los siglos inmediatamente anteriores, y más en Granada, donde el autor del Cántico espiritual lo había compuesto fragmentariamente en el paraíso cerrado

                                                       Carmen de los Mártires. Paraíso cerrado
que suponía el tradicionalmente denominado Carmen de los Mártires, situado entre los frondosos bosques de la Alhambra, y entonces convento de Carmelitas Descalzos donde San Juan de la Cruz había sido prior[2][3]


Así pues, y siguiendo a Emilio Palacios Fernández, en su decisiva obra sobre La mujer y las letras en la España del siglo XVIII, se puede suscribir una afirmación que sí que describe por completo la situación vigente y el tipo de subgéneros cultivados en el caso que nos ocupa: “La literatura nacida en el claustro es un fenómeno antiguo, que no cambia en el siglo XVIII, contrariando un cierto laicismo general. 


La escritura monjil cultiva una serie de géneros que tienen una larga tradición: libros de rezos, hagiografías y vidas ejemplares, historias de fundaciones eclesiásticas, ejercicios devotos, relaciones necrológicas, textos de educación para los colegios, discursos ascéticos y morales, autobiografías espirituales o diarios, epistolario religioso y, por supuesto, obras literarias. En el ámbito propiamente literario hallamos en especial obra lírica y textos dramáticos que, salvo excepciones, se encuadran en la moda barroca, ya que el apartamiento del mundo no favorecía la actualización estética de este sector, siguiendo por otra parte los antiguos modelos conventuales”·(Palacios Fernández, ). La mujer y las letras en la España del siglo XVIII, 2002: 94).


           
            El porcentaje de granadinas que en el siglo XVIII se van a dedicar a las letras desde el claustro resulta verdaderamente muy elevado, lo que nos puede dar una idea de hasta qué punto el retiro conventual constituyó para muchas mujeres la única posibilidad que les quedaba para decidir sobre su futuro con un cierto grado de independencia y no estar obligatoriamente subordinadas a un hombre, bien fuera el padre, el hermano o el esposo.


 Es decir, de algún modo, el claustro podía representar la liberación de la sujeción patriarcal, a la vez que favorecía y potenciaba el acceso de la mujer a la cultura en una compañía estrictamente femenina[4]. De hecho, y aunque desde el punto de vista actual nos pueda parecer extraño, lo cierto es que “Las religiosas, al estar agrupadas, podían adquirir conciencia de grupo, y por lo tanto ofrecer resistencia a la autoridad masculina con más facilidad que las mujeres seglares, que vivían en el aislamiento del hogar”.


            Recordando los casos de muchas mujeres que a lo largo de la historia se vieron obligadas a disfrazarse de hombre para poder desarrollar su vida con una cierta libertad, explica Rosa Montero en su libro Historias de mujeres que “Otro tipo de travestismo más común y admitido socialmente al que recurrieron durante muchos siglos las mujeres fue el religioso, esto es: meterse monja. El convento fue a menudo una obligación social, un encierro y un castigo, pero para muchas mujeres fue también aquel lugar en el que se podía ser independiente de la tutela varonil, y leer, y escribir, y asumir responsabilidades, y tener poder, y desarrollar, en fin, una carrera” (Rosa MONTERO (1995). Historias de mujeres, Madrid, Alfaguara: 23).






[1]              Amelina CORREA RAMÓN, Plumas femeninas en la literatura de Granada (siglos VIII-XX), Granada, Universidad/Diputación, 2002, pp. 33-35.

                                                                             San Juan de la Cruz
[2] Fundado en 1573 sobre la ermita construida tras la reconquista en el denominado Campo de los Mártires: un lugar donde en tiempos de los musulmanes existieron unas enormes mazmorras en las que fueron cautivados y recibieron martirio numerosos cristianos. Con la fundación carmelitana recibió la denominación de Convento de Santos Mártires de Carmelitas Descalzos. En él sería prior San Juan de la Cruz entre 1582 y 1588. La orden religiosa sería exclaustrada con la Desamortización de Mendizábal.


[3]              De hecho, Leopoldo Augusto de Cueto recordará que también en el siglo XVIII “se presentaban de cuando en cuando ejemplos de la mística poética que con tanta vehemencia como esplendor habían cultivado san Juan de la Cruz y la incomparable madre santa Teresa de Jesús. En imaginaciones femeniles prendía fácilmente aquel sagrado fuego, que, si bien envuelto en formas metafísicas, servía a un tiempo de pábulo y desahogo a los arranques de amor divino que abrasaba su alma. Aunque desmayada y tibia, todavía llegaba a encenderse aquella luz ardiente en la vida contemplativa y mística del claustro” (Cueto, 1952: XXI).
[4]              Cf. “Las religiosas, al estar agrupadas, podían adquirir conciencia de grupo, y por lo tanto ofrecer resistencia a la autoridad masculina con más facilidad que las mujeres seglares, que vivían en el aislamiento del hogar” (Ruiz Guerrero, 1997: I, 89).
    
     He recibido el último libro de poemas de mi buen amigo, el poeta malagueño, Carlos Benítez Villodres, titulado: Mi Granada.
    Entre la diversidad de poemas que tiene dedicados a Granada hay uno, que transcribo a continuación, titulado: La Madraza o Ayuntamiento Viejo, con el que quiero reafirmar la belleza de este edificio donde se dio la conferencia de Amelina Correa Ramón.



Carlos Benítez Villodres

                             
                             LA MADRAZA O AYUNTAMIENTO VIEJO

                                  En tus tiempos de oro y encajes diamantinos 
                                  albergaste en tu seno
                                  la sapiencia de un pueblo prodigioso
                                  fecundado por soles sobrehumanos.
                                  Fuiste el templo sublime, transparente, 
                                  de las artes y ciencias nazaríes,
                                  donde hallaban las mentes expectantes 
                                  los frutos sumamente deseados
                                  por sus cielos de gemas fabulosas. 
                                  En la sangre adensada
                                  de la historia, cubierta con mármoles helados,
                                   palpitas, acunada por un tiempo sin flores,
                                   en tu cauce de juncos y lignito,
                                   como un doncel con voluntad de isla.
                                   Un silencio de piedras
                                   recorre tus estancias dulcemente,
                                   besando sus paredes insonoras 
                                   y los ojos umbríos de arcadas y arquitrabes.
                                   Tu grandeza entreteje,
                                    en mis valles convulsos,
                                    sensaciones de cumbres soleadas
                                    con sueños inspirados en tu luz inmortal.
                                    ¡Oh entrañable Madraza granadina!
                                    En tu sede de sabios estudiantes
                                    respiro el aire puro de tu siempre loada 
                                    esencia cimentada en ideas de vida,
                                    donde la libertad siempre convive
                                    con el amor y la fraternidad.

                                         REPORTAJE FOTOGRÁFICO







































                                                         José Medina Villalba