S. Cecilio, Patrón de Granada. |
El
niño que llevo dentro a veces se inquieta y quiere salir al exterior y se pone
a soñar y a recordar vivencias de la infancia que parece se sucedieron ayer,
porque el tiempo, pasado y presente en esta efímera vida, en estos momentos, se
convierte en presente.
En
aquellos tiempos, década de los cuarenta, subíamos a la Abadía para visitar las
catacumbas o Santas Cuevas, los niños y niñas del Colegio del Ave María.
Los alumnos del Colegio del Ave María, subíamos a visitar las Santas Cuevas, de la Abadía del Sacromonte el día de S. Cecilio. |
Cantando el himno de S. Cecilio llegábamos a la Abadía. |
Cruz de los soldados de la Alhambra. |
En la peana de la cruz se puede leer lo siguiente: A LA MEMORIA Y EJEMPLO DE AQUELLOS FAMOSOS COLUMNAS PRECIOSAS FUERON DE DIOS VIVO TEMPLO EN EL MONTE DONDE VIERON TANTA GLORIA TANTO BIEN AÑO 1695. |
En otra de las caras está escrito: LOS SOLDADOS DE LA ALHAMBRA. |
Mi
maestro se llamaba D. Fernando Fernández Crespo, no solamente dominaba el
dibujo y la pintura a la acuarela, sino
que supo transmitir a sus alumnos esta afición, que por cierto muchos mantenemos.
Finalizando el mes de enero y próxima la festividad del Patrón de la ciudad S.
Cecilio nos hablaba de la vida y hechos del santo barón, los resumíamos en
nuestros cuadernos con un dibujo relacionado con la festividad.
Tenía
por costumbre dibujar en la pizarra de la clase, el motivo de la lección, que
en este caso era el de la festividad de S. Cecilio, para que los niños lo
adjuntáramos al resumen del tema y siempre dejaba su huella haciéndole a la
aguada ese dibujo, a un alumno, en el cuaderno de clase con su propia mano.
Previamente se sorteaba para ver quién era el
niño agraciado que, en su cuaderno, llevaría el dibujo realizado por su
maestro. Había inquietud y cierto nerviosismo, por parte de los alumnos, en los
momentos previos a la realización de la rifa, mientras uno de los discípulos
metía la mano en la bolsa que contenía los nombres de todos y cada uno de los
presentes en clase. Alegría para el afortunado y decepción para el resto de los
compañeros. Aquel día el premiado fui yo.
He
conservado ese dibujo, “como oro en paño”; en primer plano estaba S. Cecilio
vestido con el pontifical de Arzobispo, con mitra y cetro en la mano, y en un
segundo plano el edificio de la Abadía, lo completaba una de las muchas cruces
que llegaron a cubrir toda la falda de monte junto a un pino achaparrado y al
fondo la silueta de la Alhambra, realizado con la técnica del estarcido, el
colorido era excepcional. Después de haber pasado casi setenta años, esa cruz y
el pino aún permanecen en el mismo lugar.
CRUZ DE LOS GANAPANES O DE LOS MALETEROS. |
El
monte se llenó de cruces, las reliquias de santos encontradas hicieron del
Sacromonte lugar de peregrinación. Durante el siglo XVII, los nobles, los
ricos, los poderosos, los gremios, las cofradías, las comunidades y hasta los
pobres, levantaron a su costa altas y corpulentas cruces, tantas se erigieron
que se contaban por centenares, hasta el punto de que D. Pedro de Castro y
Quiñones, arzobispo de Granada y
fundador de la Abadía del Sacromonte, tuvo que mandar quitar algunas y prohibir
que levantaran más.
Las
reliquias de santos encontradas allí, entre ellas las del santo patrón S.
Cecilio, hicieron del monte sagrado lugar de peregrinación y vía crucis.
Algunas cruces quedan todavía; entre ellas las que levantaron los humildes
ganapanes de la Plaza de Bibarrambla y
Plaza Nueva, cruz humilde si la comparamos con la de alabastro blanco que allí
mismo dejaron los del gremio de torcedores de la seda o la muy dorada y ya
deteriorada, de los soldados y canteros de la Alhambra.
Al pie de la cruz pone lo siguiente: LOS GANAPANES POR FUERO DIERON ESTA CRUZ BENDITA SIENDO REINA MARGARITA Y REY FELIPO TERCERO |
Eran
los ganapanes mozos de cuerda que llevaban bultos a sus espaldas, gentes que se
ganaban el pan con lo que salía a diario, llevando maletas y bultos, solían
estar también en la estación del ferrocarril y se les llamaba maleteros.
Algunas veces fuimos a jugar al fútbol, en un campo que había cerca de la
estación y que recibía el nombre de “los maleteros”.
La
mañana era fría, sumamente gélida, días anteriores a la festividad había nevado
en la ciudad, los chupones de las fuentes del colegio, del acueducto de la
acequia de Santa Ana, en el Tajo de S. Pedro, fuente de Plaza Nueva y de Las
Batallas, como espadas plateadas y cuchillos relucientes quedaban aún
pendientes como centinelas guardianes de la ciudad. Era un año más, de aquellos
de la década de los cuarenta, en la que portando nuestras banderolas, subíamos
gozosos a la Abadía para visitar las catacumbas donde sufrió martirio S.
Cecilio.
Entrada a las catacumbas. |
Los chupones de hielo como espadas plateadas y cuchillos relucientes. |
El
Valle de Valparaiso, en esta mañana parecía estrenar sus mejores galas, un sol
espléndido que acababa de asomar allá por Jesús del Valle daba mayor esplendor
a este nuevo amanecer.
Aquel
sol quería calentar nuestros cuerpecitos vestidos a la usanza, pantalón corto,
con algún remiendo que otro, calcetines hasta las rodillas que cubrían nuestras
debiluchas piernas, guantes de lana, alpargatas o sandalias de goma y los más
afortunados gorra para cubrir cabezas rapadas al cero. El sol y las voces que
salían de nuestras gargantas cantando el himno a S. Cecilio, parecían
enfervorizar y dar calor a nuestros cuerpos.
Las
notas musicales resonaban por todo el valle:
San Cecilio primer arzobispo, que en las
Santas Cuevas, martirio sufrió. Murió mártir en el Sacromonte, por la Fe de
Cristo se dejó quemar.
San Cecilio Patrón de Granada, que con
su martirio ejemplo nos dio. Murió mártir en el Sacromonte, y con su martirio
al mundo asombró. San Cecilio primer arzobispo que en las Santas Cuevas
martirio sufrió.
Al
pasar a la altura de Puente Quebrada, nuestro maestro nos cuenta que allí vivió
el Padre Piquiñote.
Barranco de Puente Quebrada, donde estaba la cueva del Padre Piquiñote. |
Rompimos
por un momento la fila que llevábamos los colegiales y nos pusimos alrededor de
nuestro educador deseosos de que nos contara las aventuras del tal Piquiñote.
Recién conquistada la ciudad de Granada
por los Reyes católicos se había creado un enrarecido ambiente entre los
cristianos y los moriscos. Este misterioso personaje se dice que era alto,
delgado, macilento, de frente ancha y despejada surcada de arrugas, de nariz
aguileña y larga barba negra que bajaba en remolino hasta el pecho, mantenía
sus ojos ligeramente inclinados al suelo y su boca descubría una doble hilera
de dientes blanquesinos.
La
expectación era grande entre todos mis compañeros que ansiosos deseábamos que
continuase el relato.
Parecía un ermitaño venido del desierto;
vivía en este lugar en el que nos encontramos ahora en una de esas cuevas de
este Barranco de Puente Quebrada. Vestía una saya de saco ceñida por una cuerda
de esparto, se cubría con una capucha y se apoyaba en una vara larga a modo de
báculo, pero mostraba un brazo fuerte que más parecía preparado para empuñar
una espada que un bastón.
Así se le veía por las calles del
Albayzín pidiendo limosna para su sustento y para los más necesitados, sobre
todo para los cristianos. Se le conocía con el nombre de Padre Piquiñote o
Padre Pañero. Respetado y temido cuando alzaba la vista y fijaba sus ojos sobre
alguien fruncía el entrecejo y provocaba una extraña y pavorosa sensación.
El
relato cada vez se hacía más emocionante y más de un empujón entre los
compañeros con tal de estar cada vez más cerca del narrador.
Se dice que un día, mientras repartía
limosnas entre los castellanos, se dirigió a los moriscos citándolos para que
acudieran esa noche al Aljibe de las Lluvias. Allí en el cerro de Santa Elena, (que
se encuentra en la montaña que hay enfrente de donde nos encontramos) consiguió reunir a más de doscientos a los
que animó a levantarse contra los cristianos al grito de ¡muerte al infiel!
¡Viva Aben Humeya! Se descubrió entonces que el tal Padre Piquiñote era en
realidad Mohamed ben Hagib, uno de los jefes de los sublevados que se hacía
llamar “alguacil mayor del reino y Gobernador de Granada”.
Algún
niño pregunta, deseando saber que ocurrió ¿Pero lo cogieron?
Un morisco converso dio el chivatazo al
Marqués de Mondejar. Enseguida llegó a oídos del inquisidor Pedro de Deza,
presidente de la Audiencia de Granada y gran perseguidor de los moriscos. El
Padre Piquiñote fue apresado, decapitado y su cabeza expuesta públicamente
junto a un pilar de ladrillo, cerca del Puente del Genil, en una huerta que
luego el Duque de Gor cedería para el levantamiento del Colegio de los Padres
Escolapios.
Después
de esta narración, el aplauso de todos fue unánime y resonó por todo el
Barranco de Puente Quebrada.
Al
pasar por el campo de fútbol nombramos al que se había de encargar de cogerlo,
antes que llegara otro, una vez que visitásemos las Santas Cuevas, para echar
el partidillo; proseguimos ascendiendo por las siete cuestas, que íbamos
contando una a una hasta coronar y llegar a la Abadía.
Alguno
de los que componían la troupe se dedica a contar falsas alarmas de lo que
puede ocurrir, cuando nos encontremos dentro de las catacumbas, con ánimo de crear cierto
pánico.
¡Que
nadie toque las paredes ya que se puede quedar pegado por una descarga
eléctrica!
Vamos
entrando en parejas, el recorrido es angosto y bastante estrecho, solamente en
determinados momentos hay ciertos ensanchamientos donde aparecen capillitas en
las que los cristianos, que allí se escondían, celebraban sus reuniones y actos
religiosos.
La cúpula indica el lugar de las catacumbas donde sufrió el martirio S. Cecilio. |
El
lugar más interesante es aquel en el que se dice quemaron a S. Cecilio e
incluso que sus cenizas se encuentran allí.
Los
ojos, que nos parecían haberse quedado medio ciegos por la falta de luz dentro
de las cuevas, se abren de par en par al salir al exterior y contemplar el
maravilloso paisaje del valle que aparece ante nosotros.
Lugar exacto del martirio. |
Correr
hacia abajo para echar el partidillo fue todo uno. Aquel campo nos parecía
grandioso, nos sentíamos verdaderos futbolistas en una cancha con tales
dimensiones, aunque el balón solía estar continuamente en el camino debido a la
rotura de la alambrada que limita el campo.
Terminado
el partido marchamos a casa, ya la gran masa de alumnos había salido del
colegio pero el niño que cuenta esta aventura, tardó en llegar y el
recibimiento, por parte de su hermana, que hacía de madre, no fue nada
plausible, más de un zapatillazo soportaron sus posaderas.
La Alhambra enclaustrada. Vista desde el comienzo del Camino del Sacromonte. |
Hoy
3 de febrero de 2013 ese niño, ya longevo, ha vuelto a rememorar esta romería
subiendo a la Abadía.
El
día amaneció espléndido, radiante, el azul del cielo era más intenso que
cualquier otro día invernal. No obstante no voy a aumentarle la temperatura a
una mañana de un mes, recién parido, en el ecuador de la estación más gélida
del año.
El
olor a romería ya se percibía al llegar a Plaza Nueva para coger el autobús,
donde el frio de la plaza se fue mitigando con el calor de la gente
prácticamente prensada en el interior del cochecito rojo, y con un único
objetivo: “ser personajes activos de la romería”.
Una magnífica vista a poco de iniciar la romería. A la izquierda torre del Palacio de los Córdoba y Carmen de los Chapiteles arriba la Alhambra. |
Nos
unimos a la cuerda humana que subía ya por el Camino del Sacromonte; unos
devorando con más intensidad el recorrido otros, como era el caso de mi mujer y
mío, con paso más lento. Mochilas a las espaldas, cámaras de fotos que quieren
llevarse en su retina guardado el esplendor del Valle de Valparaiso, gentes que
hacía muchos años no habías visto, te saludan, familias enteras, padres, hijos
e incluso abuelos, extranjeros, personas venidas de diversos rincones de la
ciudad, nos vamos deleitando en todo lo que nos rodea.
A mi
mente van aflorando, mientras camino, muchos recuerdos del pasado, de aquellas
gentes que visitaba todos los días ofreciéndoles mis servicios de Ayudante
Técnico Sanitario, intentando calmarles el dolor de la enfermedad; de aquella
moto Vespa y aquel maletín de herramientas sanitarias, con las que formaba un
cuerpo único.
Cueva de los Amaya, la más antigua de la zambra gitana. |
Resuena
en el interior de mi subconsciente las
guitarras de las zambras gitanas, las palmas acompasadas, los flas de las
cámaras de los extranjeros que, en el interior de la cueva, quieren llevarse el
recuerdo de aquella fiesta.
La
primera cueva de Manolo Amaya, la más antigua de todas las zambras, la de más
raigambre y alcurnia, de donde salieron magníficas bailaoras y bailaores, que
portaron por los cuatro puntos cardinales el estilo y elegancia del baile y
cante gitano; allí se formaron: Mario Maya, La Pillina, Joaquín Cortés, La
Chocolata, Manolete…, zambras de Joaquín y Carmen, de la Faraona, la Rocío,
donde reside el gran bailaor, Andrés Maya Heredia y su sobrino Iván, ambos
alumnos míos y del Colegio del Ave María; a un lado del camino, el muro, que no
quita visibilidad al paisaje, contempla alegre el caminar de todos los rocieros
que, en esta mañana, se dirigen a venerar las Santas Cuevas donde sufrió
martirio S. Cecilio.
Zambra de la Rocío. Aquí surgió el bailaor Juan Andrés Maya Heredia. |
La vista del Valle de Valparaíso se nos muestra radiante. |
Las cuevas próximas al camino nos ven pasar. |
Cueva museo del Curro. |
Rincón de la cueva de la Canastera. |
Muchas parejas ven la belleza de un amanecer. |
El Sacromonte y este camino, con sus cuevas y espectáculos, ha cambiado
enormemente, han aparecido otros lugares de diversión, como las discotecas del
“Camborio”, “La Fragua”, desde donde muchas parejas ven amanecer, después de
una noche desenfrenada; dibujarse
lentamente la silueta de la sultana Alhambra, a las primeras horas del día que
poco a poco va recobrando su ser, admirar al sol naciente y a la luna que se
acuna tras los restos del Castillo de Santa Elena en la Silla del Moro y una
invitación a bajar a la ciudad desde una catedral que en esos momentos aparece,
allá a lo lejos, en escena
La espadaña de la capilla del fundador de las Escuelas del Ave María donde está enterrado D. Andrés Manjón la dejamos en nuestro caminar. |
Arriba vamos descubriendo la Abadía. |
La casa de "La Sevillana" bellamente engalanada con cerámica granadina y maceteros floridos que adornan la fachada. |
Mi
cámara fotográfica va almacenando todo cuanto va viendo, aquí una moto que pasa
vestida de gitana , allá enfrente el cante de Antonio Molina trayendo el agua
fresquita de la Fuente del Avellano y Ángel Ganivet que parece haber llegado
desde Riga, en un pasar el túnel del tiempo,
para reunirse con su tertulia, de la “Cofradía del Avellano”, y
recrearse en la “Bella Granada”.
Caminando, caminando, nos hemos plantado al pie de las siete cuestas, ya
el movimiento es tal que se hace difícil andar. La fachada de la casa de “La
Sevillana”, donde tejas adornadas con poesías, refranes populacheros, platos de
Fajalauza, macetas engalanadas de geranios con falda de cola, hacen la
vestimenta más andaluza que se le pueda dar a una vivienda.
Los romeros forman cola para coger las ricas "salaillas" |
Nos envuelve una humareda olorosa del arroz que se cuece para saciar el
apetito de los rocieros; puestos de golosinas, diversidad de colores en los
globos que flotan en el espacio, colas de gentes que quieren saborear las ricas
“salaillas”, las habas y el bacalao, tradicional.
Una explanada donde, este niño que llevo dentro, dio más de una patada
al balón en aquellas rivalidades entre los alumnos del Colegio del Sacromonte y
del Ave María.
Los bailes regionales junto con la música ambientan la escena. |
Música sonora que sale del tablao donde “El Vito”, “La Reja” y otras
muchas canciones hacen que se luzcan bailando grupos de jóvenes que, con sus
elegantes vestidos y manera de interpretar, dan un mayor realce en esta mañana
“granaína” que ha hecho que el monte se convierta en un verdadero espectáculo.
Coronando el camino, la belleza del valle con la blancura de la sierra al fondo es excepcional. |
Seguimos ascendiendo deleitándonos en las gentes, en el paisaje, en la
música de fondo, hasta coronar la cima. Jesús del Valle, desde el último
mirador, coronado por la blancura de la Sierra, acompañado a ambos lados por el
verdor de las montañas que colindan el cauce del río Darro, enmarcan un
escenario grandioso.
Cruces que aún quedan y que el tiempo no ha conseguido destruir. |
Nos llevamos en el interior de la cámara las pocas, pero espectaculares,
cruces que aún quedan y que el tiempo no ha conseguido destruir.
La ceremonia religiosa está a punto de terminar, el Ayuntamiento en
pleno, encabezado por el Alcalde, presiden la ceremonia. Después recrearán sus
paladares con la rica bizcochada, elaborada por las monjas del convento de
Zafra.
La banda de música del Ayuntamiento da el tradicional concierto |
En la fachada principal de la Abadía, la banda de música municipal da el
tradicional concierto finalizando con el himno a Granada del mejicano Agustín
Lara.
Gran satisfacción al encontrarme con gentes a las que hacía muchos años no veía. |
Al bajar, con un grupo entusiasmado de gentes, que viven en el Carril de
los Coches, (próximo a este lugar) a las que hacía muchos años no veía, algunas
de ellas alumnas del Colegio del Ave María, comparto un buen rato recordando
tiempos que hubiéramos deseado pudieran volver.
La plaza plenamente abarrotada de romeros. |
Por la tarde se abrirían las Santas Cuevas, para que el pueblo las
visitara; las catacumbas donde se refugiaban los cristianos que en aquella
época eran perseguidos por los romanos. Allí fue quemado S. Cecilio uno de los
siete varones apostólicos, discípulos de Santiago Apóstol, que fueron enviados
por S. Pedro y S. Pablo para predicar el Evangelio, en la Ilíberis, después
Garnata y actualmente Granada.
El sol nos acompañó y calentó durante todo el día. |
Romeros atentos a la cámara. |
Es tradicional, en este día, visitar “las Santas Cuevas”, e igual que
ocurre, con el toque de la Campana de la Vela, el día 2 de enero, “Día de la
Toma”, tocar una de las dos piedras que hay al salir de las catacumbas; una
para las mocitas que deseen casarse en ese año y otra para descasarse, aquel o
aquella que le vaya mal el casamiento
Las pitas y chumberas nos acompañan en el regreso cuando va declinando la tarde. |
La cerámica de la fachada de la cueva del "Curro" tiene mucho de historia del Sacromonte. |
Al salir del Camino nos despedimos del rey de los gitanos. |
Cuando regresamos vamos recordando el colorido del día. |
Con la caída de la tarde, satisfechos de la jornada, regresamos a casa. |
Todavía nos sorprendería un conjunto musical en la carrera del Darro. |
Por la Carrera del Darro vamos terminando esta romería de S. Cecilio. |
La Alhambra de noche nos traslada a un mundo de ensueño. |
La tarde lentamente se va echando, los romeros poco a poco van dejando
el monte, las luces del atardecer con sus diversos tintes rojos, amarillentos,
violáceos van sustituyendo al azul intenso del cielo, la silueta de la Alhambra
iluminada por los rayos penetrantes de la luz de los focos eléctricos, la
visten de un bermejo que podría dar entrada a un cuento de “Las Mil y una Noche”.
¡Qué relato tan magnífico el de esta entrada, D. José! Me ha gustado mucho leerlo y aunque no pude subir este año, he rememorado las ocasiones en que si lo he hecho. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con la opinion de Eloy, francamente muy emotivo el relato, yo si que subi y disfrute este año, es una fiestra tradicional que siempre que puedo disfruto!!
ResponderEliminarUn abrazo, maestro!!!
Las tradiciones enorgullecen y dan fuerza a la entidad de los pueblos, nuestra ciudad de Granada tiene varias a cual más significativa. A través de los años he participado en todas, pero con especial cariño y satisfacción en ésta, por el calor que desde mi infancia me proporcionó el estar ligado al barrio del Sacromonte, a sus gentes, a mis Escuelas del Ave María, y a esta singular e histórica Abadía.
ResponderEliminarGracias querida Mayte por tu comentario.
Un abrazo, magnífica y extraordinaria reportera, defensora de la ciudad de Granada.
Excelente relato y evocador de recuerdos de niñez y adolescencia, que agradezco de todo corazón.
ResponderEliminarGracias por hacernos participes
Excelente relato y evocador de recuerdos de niñez y adolescencia, que agradezco de todo corazón.
ResponderEliminarGracias por hacernos participes
Me agrada que mis relatos, sobre vivencias de nuestra niñez, traigan a la memoria de los que las leen hechos del pasado que nos rejuvenecen.
EliminarMi agradecimiento a Pepe Granados por su comentario.
Comentario de Amparo Mora Montes.
ResponderEliminarMagnífico y completo relato evocador de vivencias de adolescente cuando con compañeras del colegio subíamos a la Abadía el día de S. Cecilio.
Debo reconocer que con esta lectura he aprendido muchas cosas desconocidas para mi y que por pudor no quiero relatar. Gracias por tu información. En algún momento me gustaría hacerte alguna pregunta. Buenas noches.
Maria Isabel Mora Montes. Como siempre me ha parecido muy interesante el relato. Desconocia esta romeria y todo lo referente al Sacromonte y a San Cecilio
ResponderEliminarMaria Isabel Mora Montes.
ResponderEliminarHoy he aprendido mucho de mi tierra gracias a este conmover relato.
Francisco Aguayo Moreno.
ResponderEliminarYo tuve la suerte de estar en la Escuela Ave Maria al lado y allí nos llevaban los maestros y nos lo daban a conocer uno de ellos D.José Medina.
Amelina Correa Ramón.
ResponderEliminarSolía ir de pequeña a la romería de San Cecilio, y me encantaba. Me llevaba siempre mi tío Paco, hermano mayor de mi madre. Muchas gracias por traerme tan buenos recuerdos, querido Pepe José Medina Villalba!!!
José Medina Villalba.
ResponderEliminarHacer los recuerdos realidad, haciéndolos presentes, es glosar nuestra infancia, trasformarnos en infantes, dejar en el pozo del olvido los trágicos momentos de la vida, y subirnos en la maravillosa cabalgadura de la inocencia, es atravesar el túnel de la oscuridad, para surgir, por momentos, en las verdes praderas de los maravillosos valles de nuestra infancia, donde la fantasía era la vestimenta con la que nos cubríamos diariamente. Un fuerte abrazo, querida Amelina Correa Ramón.
Emilio Ramos Salas.
ResponderEliminarBonito relato pero este más bonito, al menos para mi por tratar de algo tan nuestro y que tantas veces he vivido. GRACIAS
Maria Rueda. Maravilloso como siempre.
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ResponderEliminarReynaldo.
Estupendo, muchas gracias. Un fuerte abrazo.
Angeles Ruiz Rodriguez. Yo he subido muchos años, es una tradición en Granada...
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