Con motivo de mi último cuadro de pintura, sobre el Río
Darro, expongo una aventura que jamás olvidaré.
Carrera del Darro. Óleo de José Medina Villalba
Las sensaciones que se perciben en
nuestra primera etapa de la vida quedan grabadas para siempre, recordándolas
con tal fidelidad como si se estuvieran viviendo en aquel pretérito momento.
Heráclito y su "tabula rasa"
Heráclito filósofo griego sostenía
que todo conocimiento le llega al
hombre “a través de la puerta de los
sentidos". Los estoicos utilizaron la expresión “tabula rasa”, la tabla lisa
(tabla recubierta de cera para escribir) donde se escriben todas las
experiencias.
En la infancia la mente está limpia
Esta es sencillamente la razón por la
cual recordamos con tanta facilidad los
sucesos acaecidos en nuestros primeros años, en nuestra infancia nuestra mente
está limpia y los sucesos que penetran a través de los sentidos quedan grabados
en esa tabla virgen.
Todos los años, cuando aún era un
pequeño infante, en el mes de septiembre, cuando el verano estaba declinando y
se vislumbran los primeros asomos de una nueva estación, sucedía un hecho que quedó
cincelado en la tabla limpia de mi cerebro.
Torcuato, este es mi padre
Mi padre, Torcuato, trabajaba en el
“Alpargatón”, era una tienda instalada en el “Arco de la Cucharas”, a un tiro
de piedra de Plaza Bibrambla. Cuando iba por allí me llamaba la atención la
forma tan llamativa de atraer a la clientela.
Arco de la Cucharas, siglo XVIII
En la esquina de la fachada, ya que
la tienda da a dos calles a la ya nombrada y a la de “Boteros”, había un
gigantesco gato sosteniendo una enorme zapatilla, producto que allí se vendía,
donde aparecía el letrero “Las siete vidas”, era una forma de propagar la
duración de lo que allí se vendía con una durabilidad como la de cualquier gato
al que se le atribuye esta longevidad.
D. Eduardo Salas era el dueño y jefe
de aquel comercio y había depositado toda la confianza en su empleado por
razones bien justificadas de responsabilidad y trabajo.
Las enormes avellanas de Jesús del Valle
El señor Salas era un ferviente y
apasionado consumidor de las avellanas que se criaban en Jesús del Valle. Mi
progenitor, persona fiel a su jefe, se encargaba de traerle todos los años un
saco cargado de este rico producto.
Pueblo de Beas, donde nace el río Darro
Las avellanas de Jesús del Valle,
situado en el mismo corazón de Valparaíso y lindando con los pueblos de Huetor
Santillán y Beas, no eran unas más de las muchas que se expendían en las
tiendas de ultramarinos, tenían sus características especiales, su tamaño era
descomunal como si fuesen pequeñas nueces, el contenido de carne a saborear iba
en consonancia con su tamaño, podía llenar
plenamente la cavidad bucal, de aroma y sabor, en proporción con su magnitud.
Mi sueño trascurrió en un trasiego de imágenes
Mi padre me había comunicado, una vez
llegado al anochecer a casa después de su trabajo, nuestra tradicional ida a por las avellanas. Aquella
noche, mi sueño trascurrió en un trasiego de imágenes que confusamente se
mezclaban entre el río Darro, avellaneras, labriegos en las huertas,
atardeceres, bañándome, cogiendo cabezones...
Mi madre, Josefa
Aquella mañana, de finales de agosto, muy temprano mi madre me dio los
consejos oportunos tanto a mí como al que me tenía que llevar.
-Torcuato, que el niño es pequeño
para esa caminata.
-Mujer, es la ilusión de todos los
años.
- Pero sabes que siempre se pone malo
del palizón de la jornada.
- No te preocupes iremos con cuidado.
Camino del Sacromonte
El vientecillo de la mañana me
espabiló y enseguida emprendimos el camino. Se fue quedando atrás el Camino
del Sacromonte, Puente Quebrada, El Santo Sepulcro, Puente Mariano.
Mi padre y yo
Santo Sepulcro
Pronto llegó a mis oídos, el mugir de
la vaquería de “los Barraganes”, el olor característicos a leche recién
ordeñada, la tufarada que sale de los establos, el tufillo que desprende la
paja amontonada en grandes paquetes perfectamente alineados.
El camino pasa por debajo pero
alguien desde arriba nos ha atisbado y reclama nuestra presencia.
-Buenos días.
Paco Barragán nos saluda y nos ofrece
un vaso del rico elemento que en esos momentos está extrayendo de los animales.
Subimos a la vaquería, nada más
entrar el hedor característico nos da el primer saludo, los animales
perfectamente alineados y el vaquero sentado en una pequeña banqueta, con botas negras de goma calzadas hasta las rodillas, mangas de la camisa subidas hasta
la mitad del antebrazo, arrima su cabeza al costado del animal como la madre
que quiere transportarle todo el cariño al niño que amamanta,
El vaquero acaricia la ubre de la vaca
acaricia la ubre de una hermosa vaca y
apretando los pezones, entre los pulgares y el resto de los dedos, con una maestría inusitada, veo saltar sobre
el cubo metálico, que sostiene entre sus piernas, dos chorros del blanco
líquido que al estrellarse en el fondo de metal produce un sonido
característico.
La vaca de vez en cuando deja sobre el cemento, que cubre el suelo, el
chasquido de su pezuña y la imposibilidad de realizar otra defensa ante una
mosca que le molesta, el rabo se mueve nerviosamente de un lado para otro y
nuestro vaquero le recrimina, moviendo la banqueta, para buscar otra postura
que se acomode mejor a su trabajo.
-Quieta “salerosa”.
El animal parece entender el mensaje
y suaviza su aptitud, para que Paco pueda realizar su cometido.
El olor a orines, deyecciones, paja
mojada, hierba recién cortada que asoma por los comederos, producen una
amalgama de olores que impactan cuando por primera vez la pituitaria los
percibe, pero en mí no era el caso, siempre desde que tengo uso de razón, los
había recibido como la cosa más
corriente y común ya que junto a mi casa estaba la vaquería de Joseico donde, por costumbre, iba todos los días por las tardes, a beberme, por una peseta,
una rico vaso de leche recién ordeñada.
La espuma de una catarata
Poco a poco aquella vasija va
creciendo en contenido y una espuma blanca como la que forma el agua de una
catarata cuando se precipita al caer en el vacío, los dos chorros se van perdiendo entre el burbujeo
blanquecino que intenta salirse de la cubeta que los contiene.
Paco llenó un vaso y lo depositó en
mis manos, sentir el calor del líquido que hace unos segundos pertenecía a
aquel animal me estremeció y colocando el vidrio sobre mis labios pude ir saboreando,
hasta dar fin, aquel regalo mañanero, mientras mi padre y Paco me
miraban satisfechos.
Molino del Batán, de Joaquín el molinero
El sonido de las ruedas de piedra del
“Molino del Batán”, movidas por el agua de la Acequia de S. Juan, una de las
tres hijas del río Darro, con Joaquín el
molinero en la puerta, rompe el silencio de la mañana.
En la curva del “Hornillo” algo me
sobrecoge, es el grito del llanto desesperado de un niño, me detuve
sobresaltado por momentos, mi padre que sabía perfectamente de lo que se
trataba, me invita a seguir y me instiga a dirigir la mirada hacia una de las
paratas del carmen.
Estupefacto me
quedé al contemplar la belleza de un pavo real con su cola gran abanico de
colores abierto al viento, sin tener igual con el mejor flabelo encerrado en la
vitrina de un museo de abanicos.
El pavo real lentamente, lanzando
graznidos, glugluteando, se dirigía hacia nosotros, erguido el cuello de un
azul ultramar intenso, como la mejor de las modelos que se desliza por la
pasarela en un desfile de modas en la apertura de la temporada otoño-invierno,
exhibiendo la belleza de sus cuerpos y
la vestimenta que les acompaña.
Elegantes modelos en un desfile de moda
Vendría después el Cortijo del Latino,
especie de una cortijada, lugar donde moran algunas familias, cuyo hijos frecuentan
las Escuelas del Ave María como alumnos, alguno compañero mío de clase.
El sol nos daba los buenos días
asomándose por el borde del Llano de la Perdiz, ese límite de la gran meseta
del Cerro del Sol, la montaña que forma el costado del valle, y que parece se te va a caer encima cuando la miras.
Se viste del verde de la arboleda que
la cubre en su mayoría, con pinos, abetos, alcornoques, matorrales,
constituyendo los adornos que podrían acicalar la mejor falda de cualquier mujer
granadina.
Vereda de las Silletas del Moro
La falda se llama Dehesa del Generalife y se
adhiere al cuerpo con un elegante cinturón que recorre de izquierda a
derecha, es la “Vereda de las Silletas del Moro”.
El camino de pronto se corta y hay
que pasar a la ribera de la izquierda, nos encontramos con el río y la grata
sorpresa de un hombre que a esas horas de la mañana, me sorprendió verlo metido
en el agua con una sartén entre las dos manos moviéndola de una manera
especial.
-¿Papá que hace ese hombre?
-Es un buscador de oro.
Buscador de oro en el río Darro
El hombre de edad sexagenaria, o por
lo menos a mí me lo parecía, de mediana estatura, ojos pequeños, mirada
penetrante, concentrado en la labor que estaba realizando, tenía el pantalón
subido hasta las rodillas, barba espesa negra con algunos reflejos blancos,
camisa oscura con las mangas remangadas hasta los codos, sombrero colado hasta
las orejas.
El agua cristalina del río dejaba ver los pies
desnudos cuya piel blanca resaltaba entre los chinarros oscuros del fondo del
río.
Nuestro personaje, ensimismado en su faena, pareció no darse cuenta de nuestra presencia hasta que mi padre, por segunda vez, tuvo que saludarle con unos buenos días.
Volviendo la cara hacia donde nos
encontrábamos, subidos en una de las piedras que actuaban como puente para
pasar de una ribera hacia la otra, nos hizo una leve reverencia, sin musitar
palabra, siguió girando la sartén balanceándola de un lado para otro.
En el interior había chinarros, arena y agua que poco a poco iba saliendo de nuevo al río arrastrando los
elementos más gruesos y quedando solo la arena más fina.
-Qué, maestro, ¿cómo va el trabajo?
Aquel hombre se vino a la orilla, en
su rostro se manifestaba la decepción de no haber conseguido lo que buscaba,
respiró profundamente, soltó un suspiro, y se sentó sobre un montículo dejando caer
despectivamente el sombrero al suelo. Junto a él una especie de escalera de
madera, nos estuvo explicando que era otro elemento que utilizaba para lavar la
arena.
Escalera para lavar la arena
-¿Cuántas bateas se necesitan para
sacar algo de oro?
-Mire amigo, (respondió) este es un
oficio de paciencia, de mucha paciencia, yo he necesitado lavar más de ochenta
bateas para obtener una pepita de oro, de un gramo de peso.
-¿Se compensa ese esfuerzo y trabajo?
-Amigo, cuando no se tiene otra
ocupación para sacar la familia adelante, todo es bueno por muchas horas que en
él se empleen.
-¿Hay mucha gente que se dedique a
este oficio?
Aquel hombre nos sonrío y después de
preguntarnos hacia donde caminábamos, comenzó a hablarnos de este modo:
Ha sido siempre costumbre de los
trabajadores de las cercanías del río Darro dedicarse, en los días en los que
no hay precisas labores en el campo, en remover las arenas del río y merced a
un procedimiento de lavado y cernido, extraer algunas partículas de oro, que
vendido después a los plateros de Granada, ha hecho que podamos sacar un jornal
capaz de sobrevivir a las necesidades de la familia.
Aquel hombre se animó a seguir
contando las cosas que ocurrían en aquel entorno viendo el interés que
poníamos mi padre y yo.
Juan el personaje de la leyenda de la gallina de los huevos de oro
Juan, era un vecino mío que cultivaba
las tierras que había heredado de su padre, persona sencilla, trabajador
incansable muy estimado entre los otros cortijos del entorno.
Juan asistía los domingos a misa en la Abadía del Sacromonte
Jamás hubiera dejado de trabajar toda
la semana, ni asistir por la mañana del domingo a la misa mayor de la Colegiata
del Sacro-Monte.
Al paso ofrecía todos los días
festivos un ramo de florecillas a una hermosísima joven que vivía junto a su
morada, pero nunca se atrevía a expresar su pasión a la bella Luisa, seguro de
lo imposible que le era contraer matrimonio y aumentar sus obligaciones, cuando
por entonces, casi podía atender a los que tenía dentro de casa. Abrigaba
confianza, sin embargo, que el cielo mejoraría su suerte, y para entonces
aplazaba la realización de sus esperadas venturas.
Dios efectivamente tuvo compasión de
su amoroso penar, y le proporcionó un medio de adquirir una posición
relativamente acomodada.
Una tarde en que meditabundo caminaba
hacia su cortijo, por una vereda, junto a las márgenes de este río Dauro, le
sorprendió ver a una gallina, que rodeada de una docena de dorados polluelos,
removía la tierra, y de ella sacaba unos pequeños granitos dorados que desde
luego le llamaron la atención.
Creyó que con su presencia se
espantaría el animal, pero no fue así, acercose y cogiendo aquellos dorados
granos juntó una cantidad regular, abandonando aquel sitio cuando la gallina
desapareció con sus polluelos.
Venta de las peitas de oro
La idea que tenía de haber oído decir que el rio Dauro
contenía oro entre sus arenas, le hizo guardar lo que había recogido y
preguntar a un platero de la ciudad. El artífice le compró su mercancía, y
refiriendo Juan a éste lo sucedido, le hizo comprender era solo debido a favor
del cielo aquel milagro.
Volvió al día siguiente y después
hasta veinte días, y al que hacía veinte y uno la gallina desapareció y no
volvió a presentarse.
Juan cumplió su promesa
Juan ya no necesitaba más. Tomó la
labor por su cuenta, rodeó de comodidades a su familia, y la honrada Luisa
formó al poco tiempo parte de ella. Hizo entonces un voto y lo cumplió mientras
vivió celebrar, en una de las capillas del Sacro-Monte, una función anual a la
Virgen, el mismo día en que por vez primera se le apareció la gallina con los
pollos de oro.
Tal es la leyenda, que sobre las doradas arenas del río Dauro corre
como verídica en Granada y que ha alentado a fabulosas empresas y a más de un infortunado.
Después de esta aventura y darle las
gracias a nuestro buscador de oro, continuamos nuestro camino.
María la esposa de Daniel
El cortijo de Daniel se vislumbra en
la distancia, en la puerta de la casa echando maíz a las gallinas María, la
esposa de Daniel, nos da un cariñoso saludo, mientras su voz se deja sentir con
una reclamo característico:
-pitac, pitac, pitac,
es la llamada a
un grupo de pollas y pollicas, de diversos colores, se acercan a comer el pienso que María va
depositando en el suelo.
Un enorme can, ladraba y ladraba sin cesar
En un rincón al pie de una enorme
parra cuyos racimos de uvas cuelgan como farolillos de feria un enorme can, como impertérrito guardián de la hacienda, erguido y cumpliendo fielmente su
misión, desde que en la lejanía había percibido nuestra presencia, ladraba y ladraba
sin cesar.
-Daniel ¿cómo está?
- Bien. Fue una contestación seca y
con cierto aire de tristeza que guardaba
algún misterio que después mi padre me
explicaría.
La acequia de Santa Ana y el rico olor de las avellaneras
La acequia de Santa Ana, que recorre paralela a
la senda por donde caminábamos, nos regalaba el rico olor de las avellaneras,
el musgo pegado a los bordes, las collejas, vinagretas, esparragueras y la rica
visión de un agua trasparente deslizándose lentamente y dejando ver los limpios
guijarros que había en el fondo.
El croar de una rana me entretuvo un instante
El croar de una rana, que a esas horas
parecía haberse despertado de la vigilia nocturna, me entretuvo un instante,
queriendo descubrir con la mirada el sitio donde se escondía, mientras mi padre
me instaba a seguirle.
...,como si fuera el bonete de un canónigo
Pasamos por delante del cortijo en
ruinas de “Moronta” y del Teatino, la vista se embriaga con el colorido de la
diversidad de flores que juguetean como niños al ritmo del vientecillo que las
jalea: rojas, amarillas, violetas, azules, que surgen de las borrajas, gayumbas, grama,
cardillos, y la avena loca con su alcachofa como flor que se adorna con los
filamentos violetas de su cúspide como si fuera el bonete de un regio canónigo,
de la Abadía del Sacro Monte, en una Vigilia Pascual.
Las enormes piedras intentaban detener la marcha del río.
Seguíamos caminando, acompañados por
el murmullo orquestal del agua del río, silenciosa unas veces, ruidosa otras al
chocar con alguna de las enormes piedras que intentaban interrumpir su marcha;
en mi interior había algo que me inquietaba, una incógnita que no se había
despejado, el mutismo de mi padre sobre una repuesta que esperaba se me agudizaba
cada vez más. De pronto, rompí el silencio.
-Papá, dije con voz queda, como
temiendo no obtener contestación.
-¿Qué le pasa a Daniel?
-Daniel está en la cárcel.
Aquella respuesta tan tajante y seca al mismo tiempo, fue
como un pistoletazo lanzado a “boca jarro”.
-¡Pero bueno! si me has contado
que era una persona honrada,
responsable, trabajadora, un buen padre de familia…
-¿Qué ha hecho?
-Hijo, había una gente que vivía en
la Sierra, le llamaban “Los Maquis”, bandoleros rebeldes contra el sistema de
gobernar después de la guerra civil, perseguidos por la guardia civil, habían
huido al monte y bajaban a los cortijos
por las noches para obtener comida, noticias de los familiares, ropa, obligaron
a Daniel para que fuera el enlace de ellos.
Una noche, los gendarmes que había
recibido un chivatazo de alguna persona que no tenía en aprecio a Daniel,
esperaron escondidos a que llegaran los “Queros”, nombre con el que también se
les conocía, los apresaron y los metieron en la cárcel donde está pasando el
resto de sus días.
Un silencio fue la nota que quedó en
el aire, mientras caminábamos hacia nuestro destino.
Caserón de Jesús del Valle
Después de cruzar el río más de una
vez, porque la vereda obligaba a ello, pudimos divisar el gran caserón de Jesús
del Valle donde los jesuitas pasan sus
retiros, sobre todo en verano.
Nada más llegar a la hacienda, a
aquel inmenso cortijo, nos estaba esperando el guarda Francisco, con un saludo cordial
nos recibe.
-Buenos días buena familia,
bienvenidos un año más, y tú chaval ¡cómo has crecido desde el años pasado!
Aquel tal Francisco, era el prototipo
de guarda jurado, de estatura mediana, bien metido en carnes, cara ancha, ojos
grandes como los del búho que tiene capacidad de visión incluso de noche para
detectar al posible infractor, maleante y asaltador de lindes, gran mostacho, blanqueado por los años, al que de vez en cuando le pasaba los dedos de sus anchas
manos para atusárselo;
amarillento por causa del humo del tabaco que consumía
en una pipa que jamás la vi
desprendérsele de los gruesos labios, vientre abultado, sujeto por una ancha
correa que prácticamente lo sostenía, algo chato de nariz con las venillas que
la cubren enrojecidas por el trasiego del alcohol que consume producto de las
viñas que allí abundan y cuyos caldos se fermentan en la bodega del lagar, pómulos
salientes, pero siempre sonriente y con el chascarrillo a flor de piel.
Tenía
una banda ancha de cuero colocada en bandolera y en el centro una gran placa
metálica recién limpia, quizás con Netol, que brillaba como los “chorros del oro”, donde se podía
leer: GUARDA JURADO; con gesto arrogante más que un guarda de cortijo se
manifestaba como ministro recién jurado el cargo colocada la banda de su
ministerio, más si a todo esto le agregamos la escopeta que colgaba de su hombro
derecho, con la que le dio más de un
susto a algún atrevido ladronzuelo, obtenemos el guarda perfecto.
-Chico, ¿Quieres que demos una vuelta
por el cortijo?
Asentí con agrado después de pedirle
permiso, con la mirada, a mi padre, que recíprocamente hizo su asentimiento.
Más que un cortijo aquello era una
grandísima alquería. Mientras lo recorríamos nos iba explicando, con
grandilocuencia, como un experto guía todo lo que íbamos viendo.
La finca tiene una extensión de 400
hectáreas, se compone de olivares de riego y de secano, viñedos, montes de
encinas, dehesa para pastos, huertas, jardines y alamedas, y contiene una casa
principal, otra casa cortijo con habitaciones para dependientes, graneros,
pajares, cuadras, molino de aceite, lagar, bodega, almacén de efectos y demás
dependencias necesarias para la labor, dos molinos harineros en las márgenes
del río Darro, que atraviesa por esta finca.
Molino harinero
Se distinguen dos áreas constructivas
dentro de la hacienda. Una perteneciente a finales del siglo XVI y que se
seguirá ampliando durante el siglo XVII que corresponde propiamente a la
hacienda sustentando los molinos de harina y aceite, lagar y corrales. Y una
segunda perteneciente al siglo XVIII destinada a residencia de los jesuitas.
Residencia de Jesuitas actualmente ruinosa.
Siendo esta segunda parte de mayor altura, formada por dos cuerpos
perpendiculares configurando una L orientadas sus ventanas al Este y asomadas a
un gran patio rectangular con sus tres
plantas de altura.
(Haciendo un paréntesis, este niño
que vivió y recorrió aquellas estancias, hoy, después de muchos años, los ojos
se me ponen acuosos y se encharcan de tristeza al contemplar el estado ruinoso en
que actualmente se encuentra.
Su catalogación en mayo de 2005 como Bien de
Interés Cultural y a pesar de ser ésta una figura jurídica de protección
especial, no ha impedido que el abandono de su propietario y la dejación de las
distintas administraciones lo hayan llevado al estado de ruina total en el que
se encuentra actualmente).
Estado ruinoso en el que se encuentra actualmente la hacienda de Jesús del Valle
Los largos años de desidia han
propiciado los distintos expolios a los que ha sido sometido haciendo
desaparecer cualquier vestigio de su actividad agrícola. En su día totalmente
equipado de maquinaria e incluso mobiliario a fecha actual literalmente no
queda nada).
¡Una pena!
Con el saco de avellanas, nuestro
principal objetivo, cargado sobre el hombro de mi padre emprendimos la marcha
para deshacer, el camino de ida.
Francisco nos despidió delante de
aquel enorme portón que daba entrada a la finca.
-¡Hasta el año que viene!
Había comenzado a atardecer, y a
pesar de que en este tiempo los días son bastante largos teníamos que darnos
prisa para que la noche no se nos echase encima, por un lado por la dificultad
que nos podía presentar la vereda y por otro por el desasosiego y preocupación
que pudieran tener en casa ante nuestra tardanza.
Pasado el terreno más incómodo y
escabroso, después de haberle imprimido un fuerte acelerón a nuestras piernas
llegamos al camino, después de dejar el sendero estrecho y haber cruzado por
última vez el río.
Atardecer en la ciudad
El sol se acunaba en lontananza
Los últimos rayos del sol estaban
dando la despedida cuando intentaba acunarse por lontananza y los cristales de
las ventanas de la Abadía Sacromontana se dejaban acariciar por las tibias
centellas del astro, formando vidrieras de colores,
Vidrieras de colores en la Abadía del Sacromonte
mientras el Cerro del Sol
con su último pie estirado, en la Silla del Moro, hacia el espacio que domina
la ciudad se acomodaba para dejarse caer en las tinieblas de la noche,
cubriéndose de un color anaranjado.
Mientras tanto, allá abajo, el río
Darro, parsimonioso y lento, va dejando el quejío del cante flamenco.
Martinetes en la fragua de "Los Faraones"
Golpea y canta por "martinetes" al ritmo que le
marcan las fraguas al pasar por el Sacromonte.
Seguidillas al pasar por los conventos de San Bernardo y Zafra.
"Seguidillas" burbujeantes llora el agua junto a los maitines al alba,
de las monjas de los conventos de S.
Bernardo y Zafra.
Tres curvas como tres tercios en el Tajo de S. Pedro
Carrera del Darro. Óleo de José Medina Villalba
En la umbría del Tajo de S. Pedro, tres curvas como tercios
por "soleares".
Al llegar a Plaza Nueva, como el minero se introduce en
la mina, el cante de las "Minas de la Unión" retumba en la oquedad del túnel.
Cante de minas, en la oquedad del túnel que le aprisiona
Aquella cárcel que le tiene
prisionero no puede aguantar más y al
llegar a Puerta Real su cante se convierte, aunque nadie le escuche, en "carceleras", por Manolo Caracol.
Al llegar a Puerta Real, no puede aguantar más y revienta en cantes por carceleras
Pero el tribunal lo excarcela y le da
la libertad al llegar al Puente del Genil .
El Darro se libera de la cárcel y se abraza, en el Puente del Genil, a su hermano con unas alboreás
Se abraza a su hermano el Genil que
esperándole está con unas "alboreás".
Con cantes de siega cogidos de la mano por la vega van
Cogidos de la mano, contentos los dos
corren por la Vega de “Graná”, con cantes de "siega" uniéndose a los labradores
que esperándoles están.
Se cumplieron, como todos los años,
los presagios de mi madre, al día
siguiente amanecí con treinta y ocho grados de fiebre, pero a pesar de todo,
durante varios años más, seguí acompañando a mi padre en aquella aventura que
aún recuerdo con cariño.
(Este archivo está dedicado a las dos personas que me engendraron, me educaron y me lo dieron todo y desde allá arriba, creo se sentirán satisfechos de este hijo. Gracias, Papá y mamá)
José Medina Villalba.
Querido amigo Pepe: Casi con lagrimas en los ojos, has despertado mis recuerdos juveniles, por las similitudes que he podido encontrar y que tan brillantemente narras, aderezadas con el mejor de los condimentos, el sentimiento y el corazón; cada vez que iba con mi padre a Granada, antes de dirigirnos al apeadero algo alejado del pueblo, aun de noche en los meses de invierno, visitábamos la vaquería de un tío de mi progenitor, para que me ordeñara un jarríllo de lata, directamente de las ubres de la primorosa, que así se llamaba la vaca más preciada de la cabaña, salia a temperatura templada y con la espuma que al ordeñar se produce, la única diferencia que notaba al beberla era que la de mi casa estaba más dulce. una vez ya subidos al tren, había que tener cuidado de no asomarnos por la ventanilla, por temor a las motas de carbonílla o carboncilla que la maquina de vapor despedía, que podían introducirse en los ojos, como en más de una ocasión ocurría. la historia de los Queros y los maquis, me trae a la memoria lo que le ocurrió a mi padre en una ocasión; como era corresponsal del banco Hispano Americano, le concedió un préstamo a un herrero de Moraleda, que la guardia civil descubrió, había solicitado no para el, sino para los tíos de la sierra que también así se les llamaba, fue encarcelado y no le ocurrió lo que normalmente pasaba por que mi padre intercedió, a través de sus amistades en el cuartel de las Palmas. Estas vivencias que actualizas aunque nunca han perdido vigencia, son un placer poder recordarlas y plasmarlas como parte de nuestras vidas, sobre todo como tu lo haces, adornas y embelleces con las fotos que adjuntas, todo esto forma parte del bagaje cultural, que la tradición y la experiencia van conformando en nuestro interior, que imprimen carácter y modelan la personalidad de cada uno. Ha sido como siempre un verdadero gusto y un tesoro igual al de la gallina de oro, el paseo matutino y vespertino por las riberas del darro y el llano de la perdiz, sentado en el mejor de ,los observatorios " la Silla del Moro " con este relato consigues un nuevo titulo, el de "guía mayor del darro y sus acequias". Un fuerte abrazo. Mañana salgo a buscar por las ferreterías de Sevilla un balde casi plano por si la crisis aumenta y hay que volver a remover las arenas del río mas poético y entrañable que existe.
ResponderEliminarQuerido amigo Pepe: No se en que pared de mi casa voy a colgar tantos títulos que, "vuestra merced", me está concediendo, pero viniendo de quien proceden, un maestro del arte de la escritura, los acepto humildemente. Digno merecedor, eres tú, de todos los honores que se puedan plasmar con letras de oro, a ser posible con los granos que extraía diariamente la gallina de los huevos de oro de las márgenes del río Dauro, escritos con LETRAS EN MAYÚSCULA, a ser factible con letra gótica, que embellece más a los títulos, en la trastienda de algún alquimista de la época mora en los mejores papiros sacados de las riberas de Río Nilo,
ResponderEliminarMi agradecimiento más sincero por tus elogios, en temas que conectamos perfectamente por nuestras vivencias y recuerdos de un pasado que quisiéramos fuera realidad en estos momentos.
¡En fin, suspiremos! también de los sueños se vive. Un abrazo.
Esta noche en sueños he cruzado el río darro, por donde no había pasaeras, con los zapatos en la mano izquierda los pantalones remangados y una vara de avellano en la derecha, el agua estaba un poco fresca y me desperté sobresaltado, pero ya en la otra orilla; de lo onírico a lo real solo hay un paso, el de la fuerza de voluntad. Un abrazo.
EliminarCiertamente las vivencias de lo utópico son quimeras fabulosas que unas veces nos abaten y en otros momentos nos enaltecen.
EliminarSiento el frío que tus pies sintieron al introducirse en las cristalinas aguas del Darro pero en cierta medida me satisface tu onírico estado en brazos de Hipnos, producto de la herencia de una lectura en vísperas de irte al tálamo. Un abrazo.
Soberbio y emotivo relato que inmortaliza un reencuentro con nuestro pasado. Toda una joya literaria de estilo y valor histórico.
ResponderEliminarEstimado amigo Isaías, miembro reconocido en esta unidad familiar de los Medina Arroyo.
ResponderEliminarAún resuenan en el tímpano de mis oídos las magistrales notas de tu acordeón con el que has tenido la gentileza de embriagar los locales del "Centro de Día de la Plaza de los Campos" y de todos los que hemos tenido la suerte de ser espectadores, en este día vísperas de la Cruz de Mayo, e incluso actores con el movimiento de los cuerpos que seguían el ritmo que marcaban las piezas musicales que interpretabas magistralmente: Clavelitos. Mi Huelva tiene una ría. Granada, y un largo etc.
Hoy la Cruz de Mayo se ha enriquecido con un elemento que ninguna Cruz de la ciudad ha podido tener como elemento ornamental, LA MÚSICA DE UN ACORDEÓN ITALIANO, del prestigioso LUTHIER GRUACIAMELLI.
He recibido tus datos que generosa y rápidamente me has enviado, los tendré muy en cuenta para mi próximo trabajo.
Mi agradecimiento al comentario del archivo: EL RÍO DARRO Y LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO.
Todos los comentarios son dignos de agradecer pero cuando vienen de la mano de un reconocido literato, experto y muy versado en estas lides, doctor, catedrático en Literatura Inglesa siglo XX, aquel que lo recibe se siente muy satisfecho y honrado y ese, hoy, he sido yo. Un abrazo.
Al leer su relato hace que me transporte a su época y pueda vivir esos años que comenta, el como se vivía en sus tiempos, esas costumbres, la gente y me gusta, porque de este modo conozco mas Granada, sobre todo el barrio Albaycin, Para mi es importante conocer la historia de la gente cercana a mi, siempre se aprende algo de las historias mas cercanas y gracias a usted conozco cada día mas lo que se vivió en nuestra Granada querida, no deje de hacer esto, porque gracias a su blog la gente recuerda y va conociendo historias reales, vividas, que merecen ser conocidas. Mil gracias por enriquecer de historias nuestras vidas
ResponderEliminarAl leer este relato he recordado cuando los dos hacíamos esas rutas de senderismo, como por la boca de la pesca, la vereda de la estrella, la ermita vieja y ibas explicando con detalle aquellos paisajes que tanto me han enriquecido.Es por ello que me siento muy orgulloso de tener un padre como tu, enhorabuena por este relato tan bonito que me ha llenado por conocer mas la historia de tu niñez , Un beso muy grande de tu hijo Francis
ResponderEliminarSiempre es agradable recibir comentarios a los archivos de mi blog, pero si éstos vienen de un hijo, doblemente satisfactorios. Un abrazo y un beso. Tu padre que te quiere.
ResponderEliminarJosé, extraordinario relato, que belleza de descripciones, parece que uno estuviese recorriendo el camino, haciendo las paradas y viviendo los momentos. A mí también se me aguaron los ojos, gracias por tan hermoso cuento. Repito, extraordinario como todo lo que lleva la impronta española.
ResponderEliminarMi querida Sofía Picon, uno se emociona cuando le llegan los mensajes, por insignificantes que sean, en cuanto a la extensión y contenido, para mí son el mejor galardón que se llevan mis trabajos, es una recompensa impagable, pero el tuyo me ha llenado de tal manera que ha hecho que se me enternezca el corazón. Muchísimas gracias. Un fuerte abrazo.
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