Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Parafraseando al genial Antonio
Machado, hoy me he puesto a caminar, mi mente inquieta de andarín y senderista,
sigue andando por los vericuetos y veredas que otros tiempos alimentaron mi
cuerpo y sobre todo mi espíritu.
5 de agosto, romería a los Tajos de la Virgen en Sierra Nevada
Sendas que me llevaron a saciarme de bellezas
naturales, cascadas, bosques, montañas cuyas cumbres aparentemente eran
inalcanzables, pero con el esfuerzo, el tesón y la constancia conseguía
superarlas, más todo, sin ir demasiado lejos, porque Granada, la bella Granada,
tiene todo esto y mucho más, nada más salir del umbral de sus imaginarias puerta,
ya no tenemos murallas que nos rodeen, nos podemos encontrar los paisajes y
lugares más insospechados.
Virgen de las Nieves en Sierra Nevada
Sierra Nevada con infinidad de escenarios
diversos para disfrutarlos en cualquier época del año, las Alpujarras, vientre
alimentado de costumbres ancestrales, paisajes de pueblos que flotan colgados
como balcones en la montaña, (Barranco de Poqueira) la Alfaguara, senderos que
nutren nuestros pulmones con la sal que llega, envuelta en el aire, desde el
mar próximo…, por citar brevemente algunos.
Barranco del Poqueira en las Alpujarras
Hoy no voy a caminar por estos
espacios, lo haré en otros relatos en lo sucesivo.
En este momento, mi pensamiento
deambula recordando el sueño que hace unos años se hizo realidad, el Camino de
Santiago. (Todo lo que suceda a partir de este momento fue pura realidad)
Colegio del Ave María de la Quinta
Eran los ocho de la tarde de uno de
esos días calurosos del mes de agosto, cuando un grupo de profesores y
simpatizantes de la institución avemariana, nos dábamos cita en la Parroquia de
Monserrat, -aledaña al Colegio del Ave María de la Quinta- al toque de llamada,
para preparar un nuevo camino distinto al que diariamente veníamos realizando.
Sabíamos de qué se trataba pero nos
inquietaba conocer con más detalle el proyecto que, en la primera de
septiembre, habríamos de realizar aquellos a los que les ilusionara la idea
propuesta.
Miguel Ángel, jefe de la expedición
El joven sacerdote al que se le había
encomendado la misión y responsabilidad de la contienda, pronto y de una forma
teórica nos fue, con su forma de exponer el proyecto embaucándonos e
introduciéndonos en él.
“El Camino de Santiago no es solo
para atletas lo puede realizar cualquier persona que no tenga problemas serios
de salud. Ahora bien, es necesario tener una cierta capacidad de sufrimiento y,
sobre todo, una gran ilusión para superar las dificultades que sin duda se
plantean.
Se nos informó de todo el equipo que
había que llevar, mochila, saco, esterilla…, uno se da cuenta cuando se
encuentra allí, que hacen falta muy pocas cosas y que se pueden suplir
fácilmente por lo lugares por lo que se pasa.
Se nos insistió mucho sobre el cuido
de los pies y se dieron normas para su tratamiento.
Las literas de uno de los albergues. Los peregrinos se acomodan al llegar.
Allí se decidió cual sería nuestro
sistema de hospedaje y optamos por los albergues para que nuestro camino fuera
lo más semejante al de un verdadero peregrino.
Ocho de la mañana del día 31 de
agosto, en la Avenida de Cervantes y a las puertas del Colegio del Ave María,
van llegando los excursionistas, trasiego de macutos, saludos, y un cierto
nerviosismo interior que se deja traslucir en la forma de manifestarse cada
uno.
La jornada de autocar sería larga, de
ocho a ocho, con los correspondientes descansos para comer y evacuar, pero las
ventajas de disponer de cincuenta plazas solo para veinte se dejaron sentir en
beneficio de nuestros cuerpos que pudieron hacer el recorrido de la forma más
confortable.
Los peregrinos en el Legado del Bierzo
El Legado del Bierzo, restaurante
construido en forma de gigantescas pallozas, nos reconfortaría con un cafetito
bajo la caricia de una ligera llovizna.
El Hotel Roma en Sarria
La estancia aquella noche primera en
el Hostal Roma, en Sarria, fue una forma de decirle adiós a la comodidad en que
sin darnos cuenta nos vemos sumidos diariamente en nuestra vida cotidiana.
Son las siete de la mañana, entre dos
luces, en la puerta del hotel, bajo el silencio que nos acompaña, a esas horas,
meditamos sobre las palabras del Evangelio que salen de la boca del jefe de
expedición.
Son varios los interrogantes que cada
uno en su interior se plantea, pero sobre todo uno: ¿seré capaz de realizar
esta hazaña?
Los peregrinos comienzan la primera etapa
El Camino de Santiago se puede
enfocar de diversas maneras: como deporte a modo de senderismo por etapas, como
turismo artístico, siguiendo la ruta del románico, como una promesa para
tranquilizar la mente ante errores cometidos en la vida, como camino de
espiritualidad, como itinerario gastronómico para disfrutar el arte culinario…,
en coche, en bicicleta, a pie; por lo que a mí respecta, una mezcolanza de todo
lo anteriormente dicho, teniendo como portador unos pies imbuidos en unas botas
goretex, soportando un macuto cargado de cosas y mucho ánimo.
Con el eslogan de “buen camino”,
frase que con frecuencia al encontrarse con otros peregrinos nos iremos
diciendo, damos el pistoletazo de salida.
Caminamos hacia Portomarín
Caminamos hacia Portomarín. El canto
del urogallo, el mugir de las vacas, el verdor de las innumerables praderas, la
dureza de alguna que otra pendiente, serán la tónica de estas primeras horas.
El mugir de las vacas nos acompañará durante el camino
Pronto nos damos cuenta como el
grupo, como ovillo o madeja que se va deshilachando, se va poco a poco
estirando y cada cual se une al grupito con el que más se acomoda, tanto en el
ritmo y velocidad de caminar como en la charla comunicativa.
Nos agrupamos de nuevo en el albergue
Los más jóvenes pronto se pierden de
vista y serán los que siempre en todas las etapas lleguen los primeros; después
será un largo chorreo de una o dos horas, entre los que llegaron primero y los
postreros, hasta que de nuevo nos agrupemos en el albergue que nos ha de dar
cobijo cada noche.
Iglesias románicas con su cementerio
Pero todo no va a ser alimentar el
espíritu: meditar, charlar, contemplar el paisaje, pasar por pequeñas villas
con el título de pueblo, iglesias románicas acordonadas con su cementerio a
estilo anglosajón, infinidad de hórreos que, como elementos emblemáticos, son
el logotipo que nos aclara y recuerda en qué región estamos, sino que allí al
final del camino siempre nos esperarían los mesones con sus riquísimas carnes a
la brasa, buen ribeiro y la tarta de Santiago, para alimentar nuestros maltrechos
y cansados cuerpos.
El buen yantar, nos acompañaría junto al rico ribeiro
La pulpería Ezequiel, con sus grandes
fogones hirviendo el pulpo que después servido sobre largas mesas de grueso
madero y bancos de la misma materia, sería el deleite de nuestros paladares,
como final de aquella etapa de Palas de Rei-Melide.
El pulpo servido en platos de madera en la pulpería de Ezequiel
Uno se hace la idea antes de comenzar
esta aventura, de dormir dando con los huesos en el suelo, si no hay hospedaje
en las hospitalerías o albergues; la verdad es que más de uno tuvo que hacerlo
así, de este modo, en el polideportivo del pueblo, cuando ya el albergue se
encontraba saturado; sin embargo, salvo alguna excepción, las hospederías
superan muy en mucho la idea que antes de partir uno podía tener de ellas.
Dormitorio de un albergue del Camino de Santiago
Es cierto que no son hostales, y
mucho menos hoteles de una estrella, que en cada compartimento nos podemos
encontrar con seis u ocho literas, donde hay que compartir el sueño, con la
musicalidad de los graves sonidos que en forma de ronquido salen por las fauces
de algunos cuerpos peregrinos; pero bueno, tienes colchón, almohada, duchas
comunitarias, agua, luz, cocina, sala para poder comer y guisarse, el que le
apetezca, y en algunos lavadora e incluso secadora, aunque hubiera que hacer
cola para poder usarlas.
La lucha diaria con el contenido del macuto
Anecdóticamente podemos relatar el
problema y la lucha que a diario tienes que soportar con tu macuto y el
contenido del mismo. Cuando se sale el primer día todo va correctamente
ordenado, cada elemento de vestir en su lugar correspondiente, si es que éste
goza de varios compartimentos, pero cuando han pasado unos días, aquello es un
infierno de tanto sacar y meter cosas, de buscar y no encontrar lo que deseas y
de ver cómo lo que con tanto esmero preparaste al comenzar la expedición se ha
convertido en un desmadre que por más que te esfuerzas en ordenar no llegas a
conseguirlo.
Consultorio de curas de las caricias del camino
Mientras unos se dedican a saborear
una plácida siesta, otros empleaban su tiempo en el aseo personal, en el lavado
y secado buscando un tendedero que estuviese libre y donde un rayo de sol le
pudiera dar; otros, en cambio, tendrían que pasar por el consultorio de curas,
previamente improvisado para curarse las caricias del camino, convertidas en
rozaduras y ampollas.
Después, al atardecer, una gira por el pueblo
para ver lo mejor de cada uno de ellos, entrar en un super, prepararse una
fugaz cena y asistir a la santa misa con aquellas homilías donde Miguel Ángel,
el cura del grupo y jefe de la expedición, sabía sacarle todo el jugo a los
pasajes evangélicos, parafraseando el Camino de Santiago con el camino de la
vida, con nuestra propia vida, con el poco sentido que tiene, pero que sin
embargo le damos, al aferrarnos a construirnos un camino vano. Un camino lleno
de materialidades, que por lo general no conducen a nada, sino a un estrés que
continuamente nos agobia y martiriza; debemos de construir el verdadero Camino
de Santiago, ese de la flecha amarilla que durante todo nuestro recorrido nos
ha ido indicando la ruta a seguir, y que no es otro sino el que nos marca la
palabra de Jesús plasmada en el Evangelio.
Comentábamos las experiencias del camino cada día
Después formando un corro
manifestaríamos las experiencias y anécdotas personales que durante la jornada
habían surgido, las ayudas, en algún momento, recibidas en el recorrido
matinal, por otros caminantes, aderezadas por el humor espontáneo de alguno de
los expedicionarios.
Monte del Gozo
Así fueron trascurriendo los días,
formando el grupo una piña, cada vez, más homogénea y compacta pasando por
Arzúa, Arco do Pino, Monte del Gozo y culminación con la llegada a Santiago.
Para alguno de nosotros el coche
escoba, capitaneado por Miguel Ángel, fue de un valor extraordinario, ya que
nos alivió de una gran parte de la carga que hubiéramos tenido que soportar de
no haber contado con él.
La alegría del peregrino al llegar al Monte del Gozo
La llegada al Monte del Gozo, que se
alcanza tras una subida, supone una gran alegría ya que el peregrino puede
divisar desde allí la ciudad del Apóstol.
En este monte, llamado en francés
Monjoi, o Monxoy en gallego, había una pequeña ermita, donde los peregrinos
daban gracias por haber llegado hasta allí; actualmente hay un gigantesco
monumento que se construyó con motivo de la visita de su Santidad el Papa Juan
Pablo II.
Llegados a este lugar nuestros ojos
buscan impasibles las torres de la catedral, cómo se nos había anunciado, más
éstas o no aparecen o nuestras ansias por llegar no nos dejan verlas.
El camino por recorrer es aún largo y
tanto el espacio cómo el tiempo se prolongan llenando nuestro espíritu de una
angustia insostenible por el deseo apremiante por culminar nuestra gesta.
Como héroes victoriosos llegamos a Santiago
Por fin, como héroes victoriosos,
cómo peregrinos que ven hecha realidad una ilusión, vamos llegando, con
cansancio, con fatiga, con el cuerpo maltrecho y dolorido, pero con la alegría
y la sonrisa del objetivo cumplido.
El Hostal del Seminario
Había una sorpresa pendiente, por
parte de Miguel Ángel, sorpresa dura al principio, cuando se nos dijo que el
albergue estaba a dos kilómetros del lugar, pero agradabilísima porque aquella
broma se cambiaría por uno de los mejores hostales en la actualidad; nos tenía
preparado, nada más ni nada menos, que el Seminario, gran monumento
arquitectónico, convertido en gran parte en hotel. Si los comienzos en Sarriá,
en el hotel Roma, fueron el principio de una despedida a la comodidad, el
cierre, y la vuelta a la misma, sería la de un magnífico parador.
Abuelo y nieto a la llegada a Santiago
Una vez llegados, nos dirigimos a la
Catedral, ávidos por abrazar al Santo, al mismo tiempo que nos recreamos en la
belleza arquitectónica de un monumento que se fue haciendo a través de diversos
reinados y siglos.
La barroca Catedral de Santiago de Compostela
El Maestro Mateo dirigió la obra desde los
cimientos de las puertas; bajo su dirección se construyó la gran cripta que
soportará el tramo final de la iglesia y el portal entre dos torres que
constituyen la gran fachada que será transformada después en la obra barroca
que hoy conocemos, el Obradoiro.
En el interior del templo se
realizará un hermoso coro pétreo, del que sólo se conservan algunas piezas
sueltas, hoy en el museo de la catedral y aprovechadas en la Puerta Santa.
El Pórtico de la Glora
El Pórtico de la Gloria en el portal
occidental, muestra una serie de figuras de apóstoles, patriarcas y
evangelistas que, por la incidencia de las luces que iluminan su policromía y
por el efecto plástico de sus actitudes, parece un grupo animado en el que
vibra la vida.
Los paseos por el entorno de la Catedral
Después vendrían los paseos por el
entorno de la catedral compostelana que se encuentra compuesto por un conjunto
de plazas que la historia de la ciudad y su templo han sabido unificar
armoniosamente por medio de escalinatas e inverosímiles intersticios: la del
Obradoiro al oeste; la de la Azabachería al norte; y la de las Platerías al
sur, mientras que por un ángulo la monumental arquitectura se rasga para
permitir un acceso angosto al amplísimo espacio de la Plaza de la Quintana.
Si la cámara digital hizo con gran
efectividad su labor durante estos siete días, no pararía de hacerlo recogiendo
escenas, lugares y momentos que quedarán como entrañables recuerdos.
Las graves notas que en el espacio
dejan las gigantescas campanas, agitadas fuertemente por el badajo que las
golpea, son la voz del bronce que llama a los peregrinos a su misa.
Son las doce de la mañana, el templo se encuentra a
rebosar, cada uno busca el mejor lugar para participar en la ceremonia.
Nuestra alegría es enorme, nos encontramos
en los primeros puestos: macutos, sacos de dormir, esterillas, cantimploras,
bastones…, decoran el lugar; una enorme cantidad de sacerdotes de distintas
nacionalidades van a concelebrar; allí está el nuestro representándonos; por
los altavoces se van nombrando todos los grupos de peregrinos que van a
participar y su lugar de procedencia; en más de una ocasión nuestro espíritu se
ha emocionado y nuestro cuerpo ha vibrado, pero cuando resonaron en las enormes
bóvedas las palabras que correspondían al grupo de peregrinos del Ave María de
Granada, a más de uno se le anegaron los ojos y las lágrimas rodaron por sus
mejillas.
Los peregrinos extasiados ante el ir y venir del botafumeiro
Con el perfume que deja el
botafumeiro en el cuerpo de todos, que extasiados contemplamos el ir y venir a
gran velocidad por la nave del cruceiro a este gigantesco incensario, dejamos
el lugar sagrado.
En más de una ocasión nos hemos
podido preguntar: ¿Qué mueve a los hombres a abandonar sus hábitos diarios,
trabajo y confort, y ponerse en marcha por unos caminos llenos de fatigas? La
respuesta no puede ser única, creo que son muchas las razones que impulsan a
las personas a emprender la peregrinación.
Según la época, las circunstancias
variarán significativamente, aunque siempre primará en ellos el deseo de
obtener alguna gracia.
Estos párrafos extraídos de un sermón
del Papa Calixto, resumen perfectamente qué es lo que podrían esperar los
hombres del siglo XII que peregrinasen al santuario compostelano en el confín
occidental de Europa:
El Apóstol Santiago
“Nadie hay que pueda narrar los
beneficios que el Santo Apostol concede a los que le piden de todo corazón.
Pues han ido allá muchos pobres, que después han sido felices; muchos débiles
después sanos; muchos enemistados luego en paz; muchos crueles, después
piadosos, muchos lujuriosos, después castos; muchos seglares, luego monjes;
muchos avaros, más tarde dadivosos; muchos soberbios, después humildes; muchos
mentirosos, después sinceros; muchos despojadores de lo ajeno, que después dieron
hasta sus vestidos a los pobres; muchos perjuros, luego leales; muchos que
formaron juicios falsos que luego proclamaron la verdad; muchas estériles que
fueron después madres; muchos perversos, después justos, por la gracia de
Dios”.
No me extrañaría que a más de uno de
los que recientemente hemos realizado este peregrinaje alguna de estas frases
dichas en el siglo XII, hayan podido convertirse en realidad en los comienzos
de este siglo XXI.
Emoción del grupo de peregrinos de Granada, al escuchar por los altavoces su nombre
Sin embargo se puede ir a Santiago,
no solo a solicitar la intervención apostólica, sino también deben de ir los
fieles agradecidos que en un momento determinado y ante una situación límite,
recibieron su auxilio en cualquier lugar del mundo.
Colocados en la escalinata nos despedimos de este peregrinaje
Colocados en la escalinata que da
acceso al maravilloso hostal, donde hemos pasado las últimas horas, acariciados
por un suave y agradable chiriviri, que a modo de despedida se recreaba en
nuestros rostros, nos hicimos la foto de despedida.
Orgullosos de haber adquirido la Compostela
Cargados con el equipaje, portando
cada cual “La Compostela”, documento que acredita haber realizado como mínimo
100 kilómetros del Camino de Santiago –nosotros hicimos bastantes más-, decimos
adiós a este camino y a esta ciudad, con la Compostela espiritual que cada cual
lleva en su interior y que no es otra sino la huella que a todos estos siete días nos ha dejado.
Las horas de aquella primera semana
de septiembre quedaron allá lejos en el tiempo, pero el impacto de todas estas
vivencias tanto en grupo como individuales permanecerán siempre presentes en
estos avemarianos peregrinos cuyos nombres quedan aquí plasmados:
Fernando García Rodríguez.
María Ángeles Resina Resina.
Pilar Vives Gutiérrez.
Juan J. Gutiérrez Cano.
Virginia López Osorio.
Miguel Ángel Morell Parera.
Antonio José Cano Medina.
Mari Carmen Cano Medina.
Mari Carmen Medina Arroyo.
José Cano Ortega.
Pilar Ruiz Baena.
Encarnita Romero Martínez.
María Luisa Baena González.
Isabel Fernández Moles.
Miguel Ángel Barceló Díaz.
Conchi Escalona Ferrer.
Joaquín de Haro Castilla.
María Luisa González Moles.
Manuel Pino Sabio.
Agustín Baena González.
José Medina Villalba.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO PARA EL RECUERDO