Aljibe de Rabad al Bayda en la Cuesta del Chapiz.
Eran las dos de la tarde de un mes de
agosto de la década de los cuarenta del siglo pasado, un sol de justicia caía
implacable sobre la ciudad, el termómetro del interior de la farmacia de Dª Luz
Segura propietaria de la botica en la Cuesta del Chapiz, frente al aljibe de Rabad
al Bayda –Arrabal Blanco- de la mezquita del Jorobado (Yami al- Ahdab), único
lugar donde existía este medidor de la temperatura ambiente, marcaban cuarenta
y un grados de temperatura.
Pipo de la Rambla
Gazpacho andaluz (gazpacho del segador)
Fuente de Fajalauza donde se prepara el gazpacho
Cuesta del Chapiz un día calurosos de verano
(Óleo de José Medina Villalba)
Salir a la calle era una temeridad,
las piedras deslavazadas de la Cuesta del Chapiz relucían como las ascuas de un
horno en plena efervescencia; el agua del botijo de “La Rambla” había escurrido
su última gota sobre la fuente de Fajalauza, esmaltada con tintes azules, y ansiosa del líquido elemento, se
había tragado hasta la última gota del “pipote” para hacer el gazpacho; después flotarían los trozos de pepino, tomate,
cebolla, todo muy picado, de la huerta que cultivaba mi padre en el Colegio del
Ave María, danzando alegremente con las gotas de aceite, (gazpacho del segador)
al introducir la cuchara, a modo de anzuelo, para ir cogiéndolos, se originaba
una especie de vals, que yo en mi imaginación llamaba el vals de la huerta y
con la habilidad de un pescador poderlos tomar.
Mi madre en un alarde temerario
exclamó:
-¡Nos hemos quedado sin agua, para
beber! se la ha absorbido, la que quedaba, nuestro gazpacho.
La gente del Albayzín se servía del agua de los aljibes
Aljibe de San Luis. Óleo de José Medina Villalba
En aquella década se tenía agua para
la limpieza e higiene, almacenada en los aljibes, de donde se servían las gentes de los distintos lugares del
arrabal del Albayzín, pero no era apta para beber.
Fuente del Avellano
Solamente el Carmen de la Fuente, el
Juego de Bolas, o la Fuente del Avellano eran los lugares que abastecían del
líquido elemento a las gentes del barrio, y de toda la ciudad.
-Mamá, yo voy.
Dije en un acto de valentía.
Cogiendo el “pipo” salí en busca del
líquido elemento.
Mientras caminaba fueron deslizándose
sobre mi mente muchas escenas de los lugares por donde iba pasando. Todo iba
transcurriendo como si fuera un gran espectáculo, con sus distintas escenas y
actores.
-Millán el de la huerta que hay al
final de la cuesta, me vio pasar.
-Chiquillo, ¿Dónde vas a estas horas
con el calor que hace?
-Mi respuesta, fue casi
imperceptible.
Puente del Aljibillo
Puente del Aljibillo un día de verano
(Óleo de José Medina Villalba)
El fielato. La caseta del guarda de consumos
El Puente del Aljibillo lo crucé
rápido, el guarda de consumos, en la caseta a la otra parte del puente a través
del pequeño ventanuco, me miró estupefacto.
¡Quién se pudiera marchar!
Difícil conformidad:
el puente dice del río:
¡quién se pudiera marchar!
y el río dice del puente:
¡quién se pudiera quedar! (M. Benítez
Carrasco)
El perfume de las glisinias queriar aliviar mi caminar
La falsa riparia, del Carmen de los
Chapiteles, se descolgaba por el tapial y el perfume de las glisinias, querían
aliviar mi caminar.
El Camino del Avellano nevado
Nos deslizábamos por la nieve
La cuesta con la que comienza el
Camino del Avellano, a esas horas, no era una cuesta, era un calvario. Para
aliviar el agobio recordé como estaba en el mes de enero cuando cayó aquella
inmensa nevada y Manolo Gallegos, el electricista, montañero y deportista, con
unos rudimentarios esquís bajaba y subía deslizándose como un gran esquiador,
siendo la admiración de los niños del barrio que con plásticos, sobre los que
apoyábamos nuestras posaderas, nos sentábamos, y hacíamos el mismo recorrido.
El maestro Novi deja sus largos dedos sobre el teclado
La cantante Gelu
Me llegan las notas melodiosas de un
piano sobre cuyas teclas el maestro Novi, habitante de la casa número 1 del
Camino del Avellano, va dejando lánguidamente sus largos dedos, sobre las
techas de un viejo piano, mientras la incipiente vocalista Gelu, ensaya una de
las canciones modernas que después la
llevarían a la fama; aquella noche debutaba en la sala de fiestas del “Rey
Chico”.
Sala de fiestas del Rey Chico (1960)
Espectáculos en el Rey Chico
Sigo ascendiendo la pesada cuesta
mientras Manolo Gómez el propietario de la sala de fiestas del Rey Chico,
potencialmente, está transformando aquella mancebía, tugurio de juerguistas y
casa de lenocidio, en una elegante local de espectáculos nocturnos, donde se
podía asistir para escuchar música, presenciar diversos espectáculos de
varietés, una especie de “Molino Rojo” en pequeño, de magia, de revista, de cabaret, para
matrimonios donde los fines de semana pasaban unas veladas agradables.
Antonio Machín y sus maracas
Por allí pasaron cantantes de renombre
internacional como Antonio Machín, y orquestas cuyos músicos brillaban en esos
momentos: Virginio Aguado, pianista; Máximo, trombón y contrabajo; Andrés Ortega
Bazoco, saxofonista; Juan Morente, trompetista; Manuel Ortega, “Lolo”, batería;
José Idígoras Gallú, contrabajo; Carlos Atienza, batería; Emilio Garrido,
pianista.
Las orquestas que brillaban en aquellos momentos
En aquellas veladas de tarde - noche
venían espectadores de todos los lugares de la ciudad, sin medios económicos
para poder permitirse el lujo de entrar a los jardines, sin embargo, sentados
en el pretil del Río Darro, se deleitaban escuchando, la melódica voz de
Antonio Machín: Madrecita, Dos Gardenias, Angelitos Negros, Espérame en el
Cielo, Mira que eres linda…, mientras las aguas del río parecían callarse ante
aquellos boleros melodiosos, las parejas de enamorados hacían suyas las letras
y ante los acordes cadenciosos, las esposas se les saltaban las lágrimas, junto
al ritmo armonioso apoyado en las maracas, que de forma acompasada el artista
agitaba.
Río Darro, tú solo tienes una muerte:
la mar; pero yo tengo más ríos, con más muertes que la mar: ríos que nunca
nacieron, o que, al nacer, se secaron, o que, al correr, se perdieron y que, al
perderse, callaron; que es como decir, murieron.
Las luminarias que embellecían los jardines
del Rey Chico, con diversidad de colores, daban al ambiente una elegancia
especial.
Los carros-cuba salían del Carmen de la Fuente, cargados de agua
Sigo subiendo el Camino del Avellano
y dirigiendo mi mirada hacia el Carmen de la Fuente, que se encuentra a orillas
del río y por debajo de donde camino, veo salir a los carros-cubas cargados de
agua, tirados por mulos, para llevar el agua a los morados en los distintos
lugares de la ciudad.
Las monedadas del momento. la perra gorda y la perra chica.
Más de una vez aboné una “perra
chica”, (moneda del momento) para llenar el pipo de agua, pero hoy tenía que
soportar las inclemencias del sol agosteño, y traerla de la fuente gratuita, la
Fuente del Avellano.
El ruido de los carros era
estremecedor sobre todo cuando penetraban en el patio, totalmente encharcado, mal
empedrado por el asentamiento continuo de entrar y salir de los vehículos, de
grandes ruedas de radios de madera y cubiertas con una plancha de hierro que
envolvía todo el círculo.
La acequia de Santa Ana
Había unas mangueras que se
conectaban a la parte superior de la cuba para llenarla. El agua estaba
almacenada en un gran depósito que se surtía del agua procedente de la Acequia
de Santa Ana, que pasa lindando con nuestro camino, racimos de musgo cubrían
las paredes del depósito que chorreaba agua por algunos sitios.
Carmen de la Fuente
En más de una ocasión, birlé la
vigilancia del portero, y en lugar de entrar por aquel enorme portón para
penetrar en el carmen, y pagar el precio de llenado del pipo, una perrilla, me
escabullía por la puerta desvencijada echa con una malla de alambre, por donde entraban los carros; “una perrilla” ahorrada,
suponía un gran trofeo. ¡Pillerías de niño que no siempre tuvieron éxito!
He superado la cuesta
He superado la cuesta y llaneando
contemplo la casa del guarda forestal, a
la derecha, y el enorme perro que a la puerta del pequeño cortijillo se
desmadra ladrando.
Escucho el canto de las zambras gitanas
Hay un banco de piedra, al borde del
camino y al principio donde arranca la veredilla que conduce al cortijillo del
guarda, más de una vez dejé caer sobre la piedra el peso del botijo cuando
regresaba.
Escucho el canto de alguna de las
zambras gitanas que se desarrolla en alguna de las cuevas del Sacromonte, mientras
el chirriar que produce el sonido de la chicharra, agobia mis oídos.
Siempre llevaba en mente las
recomendaciones que me daba mi madre:
-Hijo,
mucho cuidado con el “Tajo del Pollero”.
El Tajo del Pollero, cubierto por la vegetación
No había
ninguna protección que preservara del peligro de aquel despeñadero, cuyo nombre
se lo bautizó uno que se buscaba la vida con el tráfico de compra y venta de
pollos, y éste fue el lugar donde vino a acabar con su vida.
El pollero
Razones de
estado depresivo originaron una cadena de sucesos y dio lugar para que este sitio se convirtiera en un
desolladero de humanos, en un periodo de tiempo en el que las situaciones
económicas eran deprimentes.
La Casa del Miedo
La “Casa del
Miedo”, produce siempre cierto reparo al pasar por delante, se hablaba de
fantasmas que cogían a los niños que se atrevían a entrar en aquel enorme
Carmen de la Fuente, se los llevaban a las cavernas subterráneas y allí se los
comían; era un bulo que había divulgado el dueño, Don. A. A., para infundir
pánico entre los chicos del barrio e impedir que entraran.
Entrada al abandonado Carmen de San José
El Carmen de San
José, con su casa quemada y el barranco por donde se sube a la Silla del Moro,
me traen a la memoria aquel día que rompí un botijo mientras descansaba. Mi
amigo Epi y yo estábamos tirando con un tira chinas, a ver quién le daba antes
al tronco de un árbol, una de las piedras desvió su camino y vino a dar con el
botijo que saltó en varios trozos.
Los aguadores cargaban las cántaras llenas de agua
Al fin llegué
a la fuente, varios aguadores con sus mulos cargaban el agua en sus cántaras
metálicas y las adornaban con ramas de las avellaneras que próximas al lugar
daban sombra y refrescaban el ambiente.
Cerámica dedicada a la "Cofradía del Avellano", capitaneada por Ángel Ganivet
Mientras observaba como el líquido
elemento llenaba lentamente una de las cántaras, leía la cerámica que se
incrusta en el frontal, hacía referencia a un grupo de amigos que se reunían
allí los veranos, para hablar de lo divino y de lo humano, dirigidos por el Cónsul
en Riga, Ángel Ganivet.
La mirada desde lo alto de la colina de la Abadía del Sacromonte
Hay muchas fuentes en Granada, pero
la del Avellano tiene un encanto especial, sencilla, humilde, recoleta, en un
paraje encantador para soñar y extasiarse, escuchando el canto del jilguero, la
mirada desde lo alto de la colina de la Abadía del Sacro Monte, los cantos de
Ave Marías, el jolgorio y correrías en divertimentos de juegos de los niños de
las Escuelas del gran Pedagogo Andrés Manjón, junto a un Generalife vestido de blanco formando una
trilogía, donde siendo la más humilde, la más natural y quizás la más famosa. ¡Cuántas
historias de amor! se han trabado
alrededor de su caño pequeño, gracioso, silencioso en su caída lánguida y
lenta, cuántas meditaciones, palabras sueltas, susurros y silencios.
Antonio Molina supo cantar las excelencias del agua del Avellano
Nadie supo cantar mejor, sus
excelencias que el cantaor Antonio Molina, a esas aguas cuya pureza se debe a
las filtraciones a través de los conglomerados que trascurren entre ésta y la
Acequia Real de la Alhambra.
Nadie cantó mejor al Avellano y su agua, que Antonio Molina
Que fresquita baja hoy/ el agua del
Avellano/ el agua del Avellano/ que en graná vendiendo voy./ Al pie del
Generalife/ en las márgenes del Darro/ hay una fuente famosa/ la fuente del
Avellano./ Todas las mañanas subo/ caminito de la fuente/ y así lanzo mis
pregones/ cuando paso por el puente./ Que baja como la nieve/ el agua del
avellano/ que baja como la nieve/ cristalina y con anises/ fresquita no hay
quien la pruebe/ el agua del Avellano.
La luz blanquecina de la luna llena iluminaba el camino
Las noches veraniegas era una
verdadera romería de gentes de todos los lugares de la ciudad que acudían para
refrescarse del aciago calor que durante el día habían soportado.
Solamente la luz blanquecina de una
luna llena iluminaba el camino, mientras
unos bajaba y otros subían entremezclándose, unas ¡buenas noches! con
conversaciones balbuceantes e ininteligibles, se absorbían en el camino. Por
algunos rincones entre la neblina de la oscuridad de las alamedas y avellaneras
el susurro amoroso de las parejas de enamorados.
El susurro amoroso de las parejas de enamorados
Un chambao cuya techumbre era de cañas traídas del río
La sandía se refrescaba bajo el caño de la fuente
Un chambao construido con un simple
mostrador de madera desvencijada y una techumbre de cañas traídas del río tenía
su aposento junto a la fuente, donde se servían unos buenos vasos de vino
blanco para acompañar a la tortilla, al gazpacho y a la tajada de sandía que
servía de cena mientras se llenaba el cántaro de agua.
En la noche de San Juan, el rapsoda, Eduardo Fernández nos deleitaba recitando
La noche de S. Juan nuestro rapsoda
del barrio de San Pedro, Eduardo Fernández, nos deleitaba recitando poesías de
nuestro inolvidable, Manuel Benítez Carrasco.
Volvía a casa sudoroso, pero
pletórico con mi botijo de la Rambla, lleno del agua cristalina del Avellano,
aquel que sabía echarla fresquita porque sudaba, cuya transpiración había que
recogerla en un plato que soportaba el cuerpo del pipo.
Beber agua en un pipo es todo un rito litúrgico
Beber agua en el pipote es todo un
rito litúrgico que se aprende desde pequeño. Con la mano derecha se coge del
asa, la izquierda apoya la base, o a la inversa, y con el gesto de un torero
que quiere brindar al público su faena ¡y qué mejor faena, que la de beber
agua! lo eleva por encima de la frente, inclinándolo para dejar caer el chorro
que se precipita sobre la boca bien abierta del sediento albaicinero.
-¿Hijo, por qué has tardado tanto?
-Mamá, “se me ha ido el santo al
cielo”, recordando cosas del pasado.
Una sonrisa de satisfacción se entrecruzó
entre ambos, mientras mi padre daba al traste con el agua del susodicho botijo.
Hoy 2 de junio de 2014, he vuelto a ese lugar
de magia, de recuerdos de un pasado que he querido vivirlos de nuevo, “in situ”.
Dos horas paseando plácidamente en una mañana de absoluta primavera.
Disfrutando de una mañana de primavera
El camino se ha cubierto de asfalto
Nada más comenzar el camino las
comparaciones entre un pasado y un presente son inevitables, aquel camino
pedregoso, terroso se ha cubierto de asfalto; conforme me voy adentrando, y la
mañana conmigo, un silencio de paz me envuelve alterado simplemente por el
gorjeo de los jilgueros, camachos y colorines, que construyen sus nidos en
requiebros y llamadas amorosas, un murmullo sinfónico de aguas del río y en la
lejanía el jolgorio de los niños de las Escuelas del Ave María.
Un ciclista pedalea embriagándose con lo que le rodea
Muy de tarde en tarde una pareja de
extranjeros, se deshacen en vanagloriar el paraje, con un lenguaje de
admiración, o un ciclista que pedalea lentamente, embriagándose con lo que le
rodea.
Un pequeño murete delimita el Tajo del Pollero
Aquel “Tajo del Pollero”, totalmente
desprotegido, y que nos invitaba a tomar el lado opuesto en el camino para
evitar el peligro, hoy lo delimita un pequeño murete.
Aquel carmen de San José, donde veía entre las
avellaneras jugar a los hijos del dueño con un balón reglamentario, cuando los
niños de mi época lo hacíamos con una pelota de trapo, hoy está completamente
abandonado;
Solo queda un vestigio de la vereda que iba a la casa del guarda
el barranco de acceso a la montaña está totalmente cubierto por el
bosque y solo queda un vestigio de la vereda que conducía a la casa del guarda.
Las campanas de la Abadía tocan al "Ángelus", invitando a la meditación
Son las doce, el silencio se rompe
apaciblemente por el son de las campanas de la Abadía que toca al “Ángelus”,
son momentos que invitan al recogimiento, a la reflexión, a la meditación, las
ondas musicales se expanden por el valle en una cadencia que lentamente va
desapareciendo.
Un largo poyete de cemento rodea la placetita de la fuente
Llego a la fuente, el lugar está bien
cuidado, un poyete de piedra y cemento rodea el entorno, no me extraña nada que
allí se reunieran, en épocas pasadas poetas, pensadores, artistas, filósofos,
ensayistas; que Ganivet y sus secuaces encontraran el lugar idílico para sus
reflexiones, en aquella “Cofradía del Avellano”.
Ángel Ganivet y la Cofradía del Avellano
Ya no está la choza con el mostrador
desvencijado cubierto de cañas y ramas de las avellaneras, donde se servían los
gruesos vasos de cristal repletos de vino blanco, ni los burros cargados con
las cántaras saturadas de agua, ni el aguador que pregonaba con un sonsonete
especial, ¡Eh, eh, el agua, fresquita del Avellano!
La gente mientras esperan turno para llenar el cántaro, charlan y charlan.
Ni los pipos y cántaros
puestos en fila esperando turno para alimentarse de aquella cristalina y rica
agua, mientras sus dueños charlan y charlan, criticando algunos momentos del
día, contemplando el panorama.
Un pequeño reguero de agua, como un
pequeño hilo filamentoso, deslizándose
delante de mis pies, es el llanto lastimero de una fuente que agoniza,
qué prácticamente ha muerto.
Se murió la madre que suministraba el agua
Se murió la madre que la alimentaba,
la que le proporcionaba diariamente el sustento, bajando subterráneamente desde
lo alto de la montaña, le dieron sepultura introduciéndola en una larga caja
cilíndrica de cemento.
Ya no existe aquella sonoridad especial del chorro cayendo...
Ya no existe aquella sonoridad
especial del chorro cayendo en el fondo del pipo, o el burbujeo y resonancia
especial cuando el agua, llegando al borde de la boca, después de haber saciado
completamente su “vientre”, reclamaba la atención de su dueño para que le diera
paso al siguiente cliente.
¿Por qué no se ha mantenido la fuente
más famosa con repercusión internacional? ¿Por qué? ¿Por qué?... Hoy día hay
muchas formas y medios, como ocurre en todas las fuentes, para que sigan
funcionando.
La gente siempre se ha reunido alrededor de la fuente
Esta mañana he llorado delante de mi
fuente, la que nos surtía el agua diariamente, a la que íbamos por obligación,
la que nos proporcionaba el alimento, la linfa que nos daba el jugo, la que
hacía de madre reuniendo a las gentes, donde se hablaba, se discutía, se
razonaba, pero sobre todo se socializaba,
hermanando a las familias, a los amigos y enamorados.
El sendero se estrecha y el bosque se espesa
Las fuentes, Agrilla y Salud, murieron
He seguido el camino, el sendero
ahora es estrecho, el bosque ha proliferado de tal manera que cuesta trabajo
caminar, las ramas me entorpecer y me obligan a ir separándolas , voy en busca
de las otras dos fuentes, La Agrilla y la de la Salud. Estas murieron hace
tiempo.
Regreso deshaciendo de nuevo el
camino, leyendo las poesías colocadas sobre gruesos murales de piedra, que
invitan a saciar el espíritu con su contenido. Qué pena me da al ver manchados
estos poemas por desaprensivos e irresponsables. ¡Qué pena!
Al fondo el escenario del Albayzín pletórico
En la lejanía la Alhambra grandiosa
Nunca he visto mi querido Colegio del
Ave María tan cerca, con la mirada me daba la impresión que nuestros cuerpos se
juntaban.
En la lejanía la Alhambra grandiosa,
gigante, más que otras veces, al fondo del escenario el Albayzín pletórico, con
sus mezquitas vestidas con campanarios, y sus casitas blancas, como perlas de
Manacor, esparcidas por la colina, sigo añorando el camino de tierra y el olor
a avellaneras, mastranzo, hierbabuena, pero a pesar de todo, el paraje es
encantador, atractivo, majestuoso, el mejor lugar de la ciudad para hacer
ejercicio corporal y espiritual.
Me paso por el carmen de la Fuente,
en mi imaginación veo salir los carros y los vecinos yendo a por el agua, los
chiquillos intentando evadir la pagaduría de “la perra chica” y D. Antonio el
dueño, vigilando el negocio.
Camino del Carmen de la Fuente
Por la puerta de la derecha entraban los carros del agua
Termino mi paseo saliendo por el puente del Aljibillo
Por el Puente del Aljibillo suenan en
mis oídos el paso de los carros, el pregón de los aguadores y el canto de
Antonio Molina.
Qué fresquita bajo hoy
el agua del Avellano
el agua del Avellano
que en grana vendiendo voy.
José
Medina Villalba
Con que satisfacción he pinchado con el ratón, la frase que dice que no hay comentarios. ! Como que no hay comentarios ¡ voy a procurar llevar un orden parecido al que tu haces en este relato, de tan paradisíaco lugar y tus vivencias de aquellos tiempos gloriosos de la niñez, que sino lo eran tanto, a todos nosotros nos lo parecía, que para el caso es lo mismo. Cuando mi madre se disponía a preparar el gazpacho, yo me acercaba para ver como cortaba al pepino la parte amarga, y me la ponía pegado en la frente, para mitigar los fuertes calores que en esa época del año se daban; Mi Padre había hecho un pozo en el patio de mi casa y había instalado una bomba llamada vibroberta, que sumergida en el agua, la transportaba a través de una tubería hasta la cocina, pero siempre bebíamos del pipo tamaño XL que estaba más fresquita, y cuando era pequeño tenía que apoyarlo en algún sitio para poder beber, pues pesaba más de lo que mis pequeñas fuerzas me permitían; en invierno como siempre estaba en la ventana donde daba el aire, el agua estaba tan fría que te dolía el gaznate, no la garganta. Recuerdo muy bien a Gelu la magnifica y guapa hasta reventar cantante Granadina, porque en más de una ocasión nos servía a mi Padre y a mí un pastel y un café cuando estaba de camarera, en la pastelería y cafetería de Rafael Velazquez en la Gran Vía junto a la casa del Americano y frente a la calle de San Juan de Dios, allí sentados al atardecer disfrutábamos junto con un gran numero de espectadores, viendo al empleado del Excmo Ayuntamiento, regando la calle, con tal maestría que formaba una sinfonía de figuras geométricas, con sus arpegios, sus bemoles, sus altos, sus bajos, sus crechendos, sus minuendos y aquellos recortes pintureros dignos del mejor torero, para refrescar el asfalto; ni las golondrinas eran capaz de igualar aquellas piruetas que conseguía imprimir al agua, que con la ciudad de granada forma un binomio indisoluble. también he podido observar en la foto que pones con tu sombrero panameño, el semblante tranquilo y el gozo que experimentas paseando aquellos parajes de ensueño, que no todo el mundo puede disfrutar. He cruzado el puente del Rey Chico, he dejado a la derecha la cuesta de los chinos y me he dirigido directamente, al paraje que también describes, he pensado en el tremendo error que cometió nuestro culto paisano Angel Ganivet, que en lugar de lanzarse al río Neva, debió esperar a que le llegara la hora sentado con sus amigos de tertulia en estos pagos de tan grato recuerdo, oyendo el rumor del agua del darro, allí abajo, oculto entre chopos mimbres y tarajes No muy cansado me senté en el bajo pretil del tajo del poyero, para echar una mirada a la tumba de mi burro el revoltoso, de apodo, el tenorio. ?como consigues reavivar los recuerdos de aquellos tiempos, con tanta maestría es un misterio¿ Mi felicitación y agradecimiento. Un fuerte Abrazo de tu amigo y torpe alumno Pepe Cuadros.
ResponderEliminarCreo, amigo Pepe, que entre estos "dimes y diretes" en el apartado a los comentarios, existe una serie de afinidades entre nuestras expresiones, de dos amigos amantes de la literatura y del arte de escribir; conectamos perfectamente con nuestra infancia y en la forma de vida que nos tocó vivir, la tenemos clavada en lo más profundo de nuestro subconsciente y no la queremos enclaustrar por más tiempo por lo que no podemos evitar manifestarla continuamente en nuestros mensajes y escritos. Las rivalidades de aquellos dos grandes del Siglo de Oro, D. Luis de Góngora y Argote, el que se mofaba de D. Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibañes con aquel,"Érase un hombre a una nariz pegado", no son, ni mucho menos, las afinidades entre nosotros. ¡Válgame el Cielo! si con este comentario yo he querido ponerme en consonancia con estas dos grandes figuras de la literatura, ¡ya quisiera yo!, no alcanzar la suela de las botas que calzaban , sino poder pisar, literariamente hablando, las huellas de sus pasos.
ResponderEliminarNo solamente me colocaba, en la frente, el culo del pepino recién cortado para refrescarme del calor aciago del verano, sino que las tiras longitudinales, al desvestir completamente al cohombro, me las iba colocando a un lado y al otro de la cara, lanzando al aire el grito del indio apache, e incluso danzando con un ¡!uh,uh, uh! atronador.
En mi casa, también había una bomba de agua, para sacarla del aljibe que existía en nuestra vivienda a la entrada del Colegio, Primeramente había que echarle por la boca un poco de agua, seguramente para desperezarla, después tenía un largo brazo que había que accionar con movimientos rítmicos de abajo arriba y a la inversa, fluía el agua por las fauces cada vez que dabas un golpetazo completo.
"La manga riega, la manga riega.., aquí no llega! le gritábamos, la chiquillería, al "regaor" que de vez en cuando se dignaba aplastar el polvo de la Cuesta del Chapiz, cuando aún no estaba asfaltada. Me llamaba la atención la fuerza tan enorme con la que salía el chorro de agua y la inclinación de aquel domador de la manguera que se echaba hacia adelante, como un verdadero equilibrista, quizás para contrarrestar la fuerza con la que salía el agua.
Llevas toda la razón del mundo cuando cometió la idiotez, "Angel", de tirarse al río, hay que estar tontos, en invierno y además helado; pienso que bajaría primero con una picola, abriría un hueco, subiría, apuntaría bien y se colaría al otro lado de la vida, y ¡todo por el despecho de una mujer! vamos, con la pila de mujeres que hay en el mundo. Bueno que perdone Gavivet, por mi atrevimiento en esta ocurrencia burlesca.
Te lo vas a tomar a chanza pero ciertamente, desde el Colegio, vimos un enorme bulto al pie del Tajo de Pollero, era un niño y estaba de alumno, la curiosidad de mis amigos y mía nos hizo ir al lugar y contemplar a un burro, que yacía muerto al pie del tajo, ahora caigo que era tu locuelo Tenorio.
Retira, al momento lo de torpe alumno, es una orden, eres genial escribiendo. Un fuerte abrazo. José Medina Villalba.
Pepe,bueno, ya que no hay muchos y variados comentarios nosotros cubrimos bien el expediente con nuestros largos panfletos. José Medina.
EliminarSiempre me gusta leerte ... una enamorada de granada!
ResponderEliminarMi agradecimiento por su comentario al archivo: UN LUGAR MÁGICO EN GRANADA. LA FUENTE DEL AVELLANO; siempre es una satisfacción para el que escribe e intenta plasmar la belleza y sensaciones de aquello que subyace en su interior de la forma más intuitiva y plástica posible, para que el que lo lea sienta las vivencias narradas de la forma más real.
EliminarUna vez más gracias por seguir mis lecturas y por sentirse seducida por esta maravillosa ciudad de Granada.
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ResponderEliminar¡Precioso! No se hace una idea la gran sorpresa y emoción que nos ha hecho sentir a mi y a mi familia al leer en su artículo el nombre de mi abuelo en esa lista de músicos que pasaron por el Rey Chico y más en estos tristes momentos en los que le hemos tenido que decir adiós, lo cual es siempre difícil. Creo que no se podía haber expresado con más belleza aquellos tiempos que mi abuelo vivió, nos ha traído un trocito de él, muchas gracias.
ResponderEliminarMi querida Nuria, aún te recuerdo en el Colegio, aquella chiquilla menudilla, nerviosilla, inqueta, a veces tímida, otras decidida en sus actuaciones.
Eliminar¡Cómo ha pasado el tiempo!, parece que fue ayer, yo ya en los últimos kilómetros de mi carrera en la vida y tú, aunque hace tanto tiempo que no te veo, pero toda una mujer, con tu familia.
¡No te puedes hacer una idea la alegría enorme que ha corrido por mi cuerpo al leer tu comentario!
Desconocía el fallecimiento de tu abuelo al que me unía una gran amistad, creo que toda la gran familia del cortijillo, de la Cuesta del Rey Chico, era también para mí, mi familia. ¡Cuántas veces subía con mi vespa a aquel entrañable grupo familiar, a prestar mis servicios como el practicante del barrio.
Mi más sentido pésame por la muerte de este gran hombre, que ha dejado un reguero de ejemplaridad, por su buen hacer en la vida.
Me uno a tu dolor y al de toda tu familia.
Descanse en paz.
Veo que eres seguidora de mi blog, lo que te agradezco, así como este soberbio comentario que me has hecho, que me ha alegrado la vida.
Un fuerte abrazo para ti y toda tu familia.
José Medina Villalba, el que fue tu maestro en el Colegio más maravillosos del mundo, el Ave María.
Me pareció maravilloso leer lo que ha escrito sobre la fuente del avellano.tiene mucha magia .gracias
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