Siempre me sedujo la idea, al terminar una
pintura, hacer un post dedicado al óleo que dio origen a este cuadro, y aquí
está para ponerse a la cola de los doscientos veintiocho archivos, hasta ahora, publicadas en mi
blog.
Por muy granadino y albaicinero que seas, por mucho que hayas recorrido su callejas, por muchas noches disfrutando de un amanecer después de haber pasado una velada de juerga con tus amigos, por muchos años vividos en lo más íntimo de tu ser, siempre encontrarás motivos, para sorprenderte, porque éste mi querido barrio, es una caja mágica de sorpresas.
Placeta de la Cruz Verde
En más de una ocasión, hemos visto el truco
del cajón mágico, donde se introduce una bella y encantador señorita, después de
girado varias veces por el prestidigitador para comprobar que no hay “ni truco ni
cartón”,
nuestro mago, con una habilidad especial, lo va atravesando por
distintos lugares con sendas espadas cortantes, para al final aparecer intacta
y sin el menor rasguño la que fue sometida a la prueba.
Las murallas en épocas pasadas, fueron las paredes de esta caja mágica.
Todo el Albayzín es una gran caja mágica, es una bella señorita, encerrada en un gran cajón fascinante, en épocas pasadas esa gran caja estaba limitada por las murallas, que construyeron los antepasados, hoy día es un gran cofre completamente abierto, para enriquecer a propios y extraños.
Cuesta de Alhacaba
Nuestro gran cajón está atravesado por varias
“espadas”, sin que le produzcan el menor deterioro, eso sí, son dardos que nos
permiten una mayor accesibilidad para penetrar en cualquiera de sus encantadores
rincones.
Cuesta del Chapiz
Cuesta de la Alhacaba, Cuesta del Chapiz,
Cuesta de San Gregorio, y María la Miel, por citar los ejes trasversales más
importantes, sin descartar otros más que como ramales parten de éstos, para
llegar a los rincones más insospechados, al mismísimo corazón de sus entrañas.
Cuesta de San Gregorio
El murmullo de la gente, que se afanan por
recrearse en las colgaduras que penden en los establecimientos, apretujados
unos contra otros, de sabor morisco, con
olor a marroquinería, a perfumes orientales, alfombras, tapices, velos, babuchas,
fez, chilabas, lámparas que emiten diversidad de colores, salidos de los
innumerables cristalitos que le dan cuerpo,
El Marrakech granadino. (Antigua Caldelería)
músicas de laudes árabes, mazhar, arghul,
bendir, que nos trasladan a escenas de bellas danzarinas moviendo las caderas y
elevando los brazos al cielo, para deleitar a los que ricamente se toman un té moruno con sabor a menta y hierba buena,
La danza del viente
olores a miel, almendras, dátiles, comino, anís, buñuelos, pestiños, hojaldre de la típica pastelería árabe, dan por resultado una Medina, trasladada de Marrakech, a lo que fuera en épocas no muy lejanas, sonidos de martillos golpeando calderas y cubos,
La Caldelería (1950)
olor y sabor a verduras y frutas, voces que pregonaban los boquerones recién traídos de Motril o el rico olor a los churros recién fabricados en la famosa Calle Caldelería.
Salimos del Marrakech, granadino y ascendiendo
por el Albayzín cristiano nos detenemos en la "Taberna del beso”, siempre un beso a
estas horas de la mañana sienta bien, con un rico y calentito café, para seguir
tomando fuerzas en una mañana fresquita, de un otoño que por fin ha dicho, aquí
estoy, he llegado ya.
La subida, aunque la calle no es muy
pendiente, hay que hacerla con tranquilidad, porque es necesario deleitarse en
todo los que nos vamos encontrando al paso. El empedrado que ha de servir de
sustento de nuestros pies,
Empedrado del Albayzín
no se encuentra muy compenetrado en la unión de los elementos que lo forman y hay que ir pisando con cierta quietud, para no dar paso a una torcedura que nos impida llegar al lugar de nuestro destino.
Tabanco Flamenco del tío Gregorio
Dejamos atrás el Carmen de los Cipreses, el Tabanco flamenco del tío Gregorrio, con actuaciones los jueves y los viernes, el Taller de Arte, donde no hay que pagar matrícula, solo por las obras que realices.
Placeta de Carvajales
Es temprano pero, no por eso, al llegar a la
Placeta de la Cruz Verde,
¿Quién no se para a saludar a la Sultana Alhambra en la Placeta de Carvajales?, la cogemos lavándose la cara en la alargada alberca que atraviesa de arriba abajo toda la recoleta plazoleta, mientras los primeros rayos del sol llegados desde Valparaiso le están secando el rostro.
¿Quién no se para a saludar a la Sultana Alhambra en la Placeta de Carvajales?, la cogemos lavándose la cara en la alargada alberca que atraviesa de arriba abajo toda la recoleta plazoleta, mientras los primeros rayos del sol llegados desde Valparaiso le están secando el rostro.
Carmen de la Media Luna
La palmera del Carmen de la Media Luna, toda arrogante y esbelta, se ha dejado caer sobre el tapial que lo
rodea, agitada por un leve vientecillo que viene de María la Miel, nos habla con un saludo, en agitado y revoltoso
movimiento.
Placeta de Nevot
Bella vista poco más arriba, desde la Placeta
de Nevot y una breve oración al pasar
por delante de la ermita de la Virgen de las Angustias, en el carmen de dicho
nombre,
donde todavía se escucha la leyenda del aljibe cuya agua sabe a miel.
(Si quieres conocer dicha leyenda te remito a mi post, cuyo enlace te dejo. Enlace.http://granadaluzcoloryliteratura.blogspot.com.es/2017/01/callejas-del-albayzin-maria-la-miel.html)
El Granizo
Carril de San Nicolás. Óleo sobre tabla. (52X 38). Autor:
José Medina Villalba. (Colección privada)
Llegamos al cruce con el carril de San Nicolás,
dejamos a la derecha el Carmen de los Geranios del que fuera pintor belga, Max
Moreau, el Bar El Granizo, hoy convertido en un carmen, y tomando
hacia la izquierda nos dirigimos a nuestro objetivo y destino: “El Huerto del Carlos”.
El pintor belga Max Moreau
A la izquierda se nos queda el Carmen de
Moraima, del que fuera dueño, el Inspector de Primaria, y buen amigo, Víctor
Burgos, Colegio Residencia del Pilar y frente a él Nuestra meta.
-¡Por fin hemos llegado!
Paseo por él, sacando fotos, el sol invade plenamente todo el recinto, me siento en uno de los bancos, mientras unos niños
juguetean con el agua de la fuente en forma de estrella, un perrito intenta
coger una pelotita que le lanza su dueño, y mi vista se pierde en lontananza,
contemplando, la Sultana Alhambra.
Huerto del Carlos en la actualidad
En esta abstracción, mi mente vuela al pasado para trasladarme de aquel huerto de mi infancia, que no tiene que ver
absolutamente nada con éste maravilloso parque moderno, que echa mucho de menos el que fuera el
Huerto del Carlos.
Portón de entrada al convento de Santa Isabel la Real.
Óleo sobre lienzo. (90X60).Autor: José Medina Villalba
Siendo monaguillo de la Capilla de las
Escuelas del Ave María, cuantas veces pasé por aquí, para ir a por las formas sin consagrar, que a través del torno me aportaban las monjas del Convento de Santa Isabel La
Real, los ricos recortes que me daban como propina y cuantas veces, me detuve
con mis amigos para divertirme y jugar en el famoso Huerto del Carlos.
-Todo eso está muy bien, todo lo que nos ha
contado hasta llegar hasta aquí, pero por favor, empiece de una vez con todo lo
que nos vayas a decir sobre el dichoso Huerto del Carlos.
José Medina Villaba, nos narra su
paseo por el Albayzín y el Huerto del Carlos
Querido lector, el Huerto del Carlos fue en mi
niñez el mejor lugar del barrio para divertimento de todos los chicos de acá, y
de otros que precedían de lugares diversos y venían
aquí para pasárselo bomba.
Convento de Santa Isabel la Real
Pero antes de entrar, te quiero contar algo de
la historia de este famoso huerto.
Panorámica aérea donde se puede apreciar, la situación actual del Huerto del Carlos
El Huerto del Carlos tiene una larga historia
hasta llegar al estado actual en el que se encuentra. Se sitúa entre las calles de
Santa Isabel la Real, Pilar Seco, Callejón de las Monjas, y Convento de Santa
Isabel la Real, fue asentamiento romano, Palacio del rey Badis, y la gran
huerta del Convento que fundó la Reina Isabel.
Zoraya, la reina mora cristiana
En
tiempo musulmán fue la gran huerta del rey Mohamed “el cojo”, después pasaría a
manos de su hija Aixa, y en este sector se edificaría la Casa de la señora, el
Palacio de Dar- Al-Horra, allí vivieron las dos eternas rivales, Aixa esposa
repudiada por Muley Hacén, y la cristiana Isabel Solís, Zoraya.
Palacio de Dar-Al- Horra
Este palacio se
convirtió en un auténtico avispero donde los celos, el orgullo, la envidia y
los intereses de una madre fueron envenenando al pueblo que terminó en una
guerra fratricida.
Pasaría después a manos de los Reyes Católicos
y estos se lo cedieron a Hernando de Zafra como recompensa a la labor realizada
en la entrega de Granada.
La Reina Isabel a cambio de estos terrenos,
propiedad de su Secretario con otros en la ribera del Darro, construyó el
Convento de Santa Isabel, monjas de la orden franciscana, estuvieron muy
protegidas por la Reina.
Las monjas enseñan su patrimonio artístico
Con la desamortización de Mendizabal, vinieron
malos tiempos para el convento y la huerta dejó de prestar sus productos a las
monjitas. Declarado monumento nacional en 1928, comenzaron a soplar tiempos de
bonanza para las monjas, que subsisten con la venta de hostias, recortes,
magdalenas y de los ingresos de enseñar al público el rico patrimonio artístico
que poseen.
Calle de Santa Isabel La Real
Los porteros del convento a principios del
siglo XX tuvieron un vástago al que le pusieron por nombre Carlos, este niño se
haría tan famoso en sus relaciones con todos los chicos del barrio que venían a
participar de las delicias del huerto, al que le pusieron por nombre el, “Huerto
del Carlos.
Un apunte del Huerto del Carlos
Era un verdadero paraíso, florecían ricos
frutales: perales, manzanos, membrilleros, higueras, kakis, ciruelos, uvas,
almendros granados, naranjos, limoneros que todos los años florecían llegada la
primavera, la zarzamora no dejaba de crecer cubriendo los enormes tapiales que
lo preservaban del exterior.
La gran alberca del Huerto del Carlos
Tenía una enorme alberca de profundas aguas de color verde, de donde partía una enorme canalilla que llevaba el agua al convento, más que canalilla era una acequia, además de los baños, por dos pesetas que nos dábamos, nuestra gran diversión era el gran canal que llevaba el agua al convento, nuestros barcos unas veces con las latas de sardinas o hechos de papel, los veíamos navegar hasta que se perdían por la escotadura de entrada al convento.
Más que canalilla era una acequia, donde echábamos nuestros barcos
Carlos y su nombre perduraría para siempre, ya
de labriego mimó y cuidó su huerta, estableciendo nuevos regadíos, exuberantes,
verduras y hortalizas, alegraron sus ojos y de todos los que visitan la huerta
para comprar los ricos pimientos, tomates y ricas habas, ajos, cebollas,
pepinos, sandías y calabazas, siempre los primeros productos, Carlos se los
ofrecía a sus monjitas.
Había varias viviendas en el interior, donde habitaban un buen número de familias
Hubo varias viviendas en su interior, donde
habitaron un buen número de familias, tenía un gran portón de madera agrietada
por donde pasaban los vecinos que moraban allí, sobre ella y en toda la tapia
que lindaba con la calle Pilar Seco, al ser un tapial de no mucha altura los
trozos de cristales de botellas rotos, eran los fusiles sin munición que
impedían el paso a los intrépidos asaltadores que intentaran penetrar en su
interior, cuando se cerraba la puerta.
La chiquillería, y todos los vecinos que
durante el verano se bañaban en la alberca, eran los más asiduos, pero el
panadero con su jaca torda trayendo el pan de Alfacar, el trapero, con su cesta
de loza, para cambiar por trapos viejos, el afilaor, con el sonido
inconfundible de su flauta mágica, el lechero, “El cinco mil”, con sus cántaras
arrastradas por una vulgar bicicleta oxidada, envejecida de tanto besar el empedrado,
el cañero con su caña en ristre para desatrancar las cañerías
obturadas, el chatarrero, el hojalatero, todos hacían su labor en el Huerto del
Carlos y por qué no decirlo los del “gori, gori, pater noster”, para acompañar
a algún tieso que se marchaba al “otro barrio”. Aquel lugar era especial, una pincelada de penas y alegrías en el corazón del Albayzín.
Había diversas pilas para hacer la colada, tendederos,
retretes, lavados intensos de todos los chismorreos del barrio de sucesos
ocurridos, de amores secretos y de fantasmas que corrían desangelados por los
callejones asustando a algún viandante, enfrascado en su capa bajo las débiles luces
de las farolas, mientras se dirigía a su vivienda, entre tanto, en el silencio de la noche se
escuchaba la voz del sereno,
-¡Las doooooceeeeeeeeee y sereeeeenoooooooo!
No eran
tales fantasmas sino amoríos secretos que se cubrían con sábanas para no ser
descubiertos.
María le dice a Antonia:
-mi "marío" se
escondió anoche en un portal y cuando pasaba el fantasma, salió detrás de
él, por más que corría el fantasma, más
corría Pepe.
-Oye, María, y, ¿pudo cogerlo, tu Pepe?
-¡Qué va!, corría más que un gamo, volaba, la
sábana lanzada al viento como una bandera, y
solo se le veían los pies, se daba las patadas en las posaderas.
Un montón de vecinas dejaron las pilas donde
lavaban, y como cotillas se acercaron a escuchar el chismorreo que se traían
entre manos Antonia y María. Aquello superaba a cualquier folletín novelesco
radiado, y además con actores del propio barrio.
Las lavadores sin electricidad del pasado
Al final dice María:
-Se metió en el
portal del número tres de la Calle Panaderos
donde vive Carmen, la viuda, que hace poco se le murió el "marío".
Calle Panaderos
Calle Panaderos
Juanita, una de las mujeres que se había arremolinado alrededor del grupo saltó como una víbora rabiosa.
La tal Tere, que
acababa de llegar al círculo endiablado del comadreo, y avisada previamente de lo
que estaba pasando, se lanzó cual fiera salida de la jaula, sobre Juanita, sus
largas uñas, que no habían visto una tijeras desde hacía varios meses, en lugar
de rasgarse las vestiduras como hubiera hecho, cualquier hijo de vecino, se
permitió el lujo de rasgarle la cara a la de turno, dejando sobre su rostro las
huellas, tal cual, hubiese pasado un arado sobre terreno de secano. La cogió del
moño y la arrastró tan larga como era sobre el polvoriento terreno del huerto.
Un silencio
rompió con el espectáculo, cada vecina ocupó su pila de lavar, y por bajini, pila
con pila, coco con codo, seguían chismorreando.
Las peleas entre las vecinas solían ser normales, un “dame que te diré”, simplemente porque Carlitos, el rubio de los pelos acaracolados, el hijo de “La Felipa” le había quitado las “bolas de catarro”, a Pepito el de “La Matilde”, era motivo de otra discusión a voces, que terminaría en las manos entre dos inquilinas, mientras Carlitos y Pepito hacían las pases y seguían jugando, tan amigos como si no hubiese pasado nada.
Jugando con las bolas a los hoyos
Las monjas del convento desde la época de los Reyes Católicos, y después, refrendado por Felipe IV, tenían concedida la reserva del uso del agua de Aynadamar, Fuente de las Lágrimas, llegada desde Álfacar, -todos los lunes desde las primeras horas de la madrugada hasta el mediodía-, dejando a los habitantes del huerto, desprovisto del preciado líquido.
Los vecinos
trasteaban en los cauchiles y les quitaban el agua, este hecho si se descubría,
era sancionado con la privacidad de doce días sin agua.
A pesar de los diversos nombres que se le ha puesto a través de los tiempos de: Huerta Real, Huerta de Santa Isabel la Real, pero ninguno de éstos ha podido con el de “El Huerto del Carlos”, ¡por algo será!, la fuerza que este personaje le imprimió a este remanso de vegetación.
Un sonido ronco como salido de un fagot
acompañado por un contrabajo, se cierne sobre mi cabeza, estoy pasando por
debajo del parral que, a modo de palio,
cubre el pasillo desde la entrada hasta la alberca, es el zumbido de las abejas
que intentan llevarse el néctar de la uvas, que penden como farolillos de
feria, dejando un hueco en cada uva, que se retuerce de dolor al ver que solo
le ha quedado el atavío que cubre su cuerpo, con un ribete chamuscado por el
calor del sol.
Había sitios vulnerables para poder entrar en el huerto, la tapia que rondaba con la portería de las monjas, era baja y por allí
saltábamos para jugar a la pelota.
El Ayuntamiento se hizo dueño del huerto y con el paso del tiempo
las casas se fueron deteriorando, y los inquilinos se tuvieron que ir
marchando, hasta que todas las viviendas quedaron en la ruindad, más
deplorable.
Parte del envejecido muro del huerto
Parte del envejecido muro del huerto
El Huerto del Carlos quedó en el más grande de los silencios, salvo los griteríos de los chicos del barrio y de otros cercanos que a través de los huecos abiertos en la cerca, por donde cabían nuestros diminutos cuerpos, penetrábamos en el interior, para darle rienda suelta a nuestros juegos y diversiones.
Parte del muro se derrumbó
A finales de los sesenta, el huerto del Carlos entró en agonía, el muro que da a la Calle de Santa Isabel la Real, se derrumbó parte de él, abriéndose un enorme hueco, que taparon con ramaje espinoso. El Huerto se convirtió, en un verdadero cascajal a partir de entonces, en un lugar para sacar a relucir la falta del sentido de responsabilidad y de civismo de los vecinos, y no allegados al lugar, donde se vertieron todas las basuras, cascajos de derribos y obras.
¡Una pena!, si Carlos levantara la cabeza, y viera entre una rara nebulosa una mezcolanza, de frescas lechuga, ricas peras, tomates sonrosados, higos isabeles…., mezclados en una amalgama de inmundicias, tornaría rápidamente a su tumba.
El huerto se convirtió en un campo de fútbol
Sin embargo, como los árboles se secaron y todo se allanó el huerto se convirtió en un campo de fútbol donde se hacían competiciones y liguillas entre los niños de las distintas calles, e incluso de otros que vinieron de otros barrios, hasta los adultos acudían a ver nuestros partidos, llegó el momento que había que pedir día y hora para poder usar el campo.
Jugábamos a la rayuela
Sin embargo, como los árboles se secaron y todo se allanó el huerto se convirtió en un campo de fútbol donde se hacían competiciones y liguillas entre los niños de las distintas calles, e incluso de otros que vinieron de otros barrios, hasta los adultos acudían a ver nuestros partidos, llegó el momento que había que pedir día y hora para poder usar el campo.
Jugábamos a la rayuela
Había diversos sitios donde se podía jugar a la rayuela, a la lima, a las canicas, al trompo, a las cajillas, al boli uno, boli dos, boli tres, a chichiri voy a los pies de tu cabeza voy….
Una mañana deliciosa en el Huerto del Carlos
Las vistas que hay desde el huerto, son inmejorables, la Sultana Alhambra, Sierra Nevada son el mejor decorado que podemos contemplar, y algunas casitas del Centro de acogida de niños de la Residencia El Pilar, en primer plano, limitando con la calle de Santa Isabel la Real.
Hay quien va allí simplemente para descongestionarse del ruido de la ciudad, o el que lo tiene como lugar de entrenamiento, para después lucir sus habilidades delante de los coches que, en unos momentos, se han detenido delante de un semáforo para obtener la dádiva generosa de algún conductor.
Magníficas vistas de la Alhambra y de Sierra Nevada
Incluso se llegaron a rodar películas como la
titulada: “El hombre que supo amar", relacionada con la vida de Juan Ciudad, San
Juan de Dios.
Hubo diversos proyectos para transformar el
huerto, pero con las excavaciones pertinentes todo se esfumó, había demasiada
historia de épocas pretéritas. Se hicieron profundos agujeros que después hubo
que rellenar con cascajo, se convirtió en el cascajal de todas las obras del
Albayzín.
Restos arqueológicos protegidos
Restos arqueológicos protegidos
En las excavaciones que se hicieron aparecieron más de dos mil años de historia, allí cohabitaron en diferentes tiempos los diversos pueblos que han pasado por la península.
Con ayuda de fondos europeos se construyó un destartalado
parque subterráneo, y encima una zona verde que quedó en una plaza con diversas
terrazas, que no encaja para nada con el estilo arquitectónico del Albayzín.
Aparcamiento subterráneo debajo del huerto
Sin embargo lo que más impresionaba de este lugar era el silencio, alterado por el canturreo de los pájaros y el tintineo de las campanas del convento llamando a las monjas a la oración.
Claustro del convento
Aparcamiento subterráneo debajo del huerto
Sin embargo lo que más impresionaba de este lugar era el silencio, alterado por el canturreo de los pájaros y el tintineo de las campanas del convento llamando a las monjas a la oración.
Claustro del convento
Como contraste, últimamente, ese silencio que era la tónica común al principio, en la actualidad ha tomado otros derroteros, se ha convertido en un auténtico cajón de sastre donde se mezclan, turistas, con vecinos, con niños vociferando, con perros y sus cagadas,
con grafitis, botellones, tambores a todo trapo, y un dislate que no deja vivir a nadie sobre todo en las placidas noches del verano.
El botellódromo del Huerto del Carlos
Hoy he vuelto de nuevo al Huerto del Carlos, me he sentado en uno de los bancos, y por mi mente han pasado como un verdadero films todos los acontecimientos de mi infancia, sobre todo entrar en el convento en los atardeceres otoñales, por ese majestuoso portón y percibir el silencio monacal,
interrumpido por la orquestación de los gorriones que vienen a pasar la noche en la arboleda, llegar al torno, tirar de la cadena para escuchar el sonido de una campanilla, esperar, y esperar, hasta escuchar el sonido de los pasos de la madre tornera y una voz tierna y dulce, como la de una madre que acoge al recién llegado.
El torno del convento
-¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!
- Madre, soy Pepito, el monaguillo de las
Escuelas del Ave María, le dejo la caja para las hostias.
-Madre.
-¿Qué hijo mío?.
-¡Que no se le olviden los recortes!
Salí comiéndome los recortes todo ufano y
dichoso, escuchando las voces de los que jugaban al fútbol en el huerto.
Bajando por la Caldelería, camino del Realejo
Bajando por la Caldelería, camino del Realejo
Siguieron pasando muchas escenas vividas allí y otras que me contaron, hasta que un rayo de sol, de esta mañana otoñal resplandeciente, me hizo salir del letargo.
Había que seguir disfrutando de la mañana, descender por la callejas estrechas, ver como al doblar una esquina siempre nos está guiñando un ojo de complicidad la Alhambra, la novia del Albayzín que en los días soleados se siente más Sultana.
Sonidos misteriosos de cuerdas de guitarra, salidos de los tapiales del carmen, recrean los oídos a los que cansados de subir la calleja, preguntan con voz fatigosa, ¿Donde se encuentra el Mirador de San Nicolás?
-Ya les falta poco, sigan subiendo, dentro de cinco minutos la tendrán al alcance, para desde allí poderle dar la mano a la que todo el mundo admira.
Placeta de Carvajales, ¿Quien no se despide de ella en esta plácida mañana otoñal? Lugar donde la paz, la tranquilidad y el sosiego, calan en los más profundo del que la visita, mientras un rayo de sol se esfuerza escudriñando entre las ramas de la arboleda para mezclase con el verdín del empedrado.
La estirada fuente, porque no tenía más remedio que ser alargada para que la Alhambra se pudiera introducir en su agua; allí se mezclan los guiri, aleccionados por el guía, con los hippies acompañados de sus perros.
La Alhambra la tienes tan encima, que hay momentos que te subyuga tanta grandeza. como si quisiera dejarse caer encima, para abrazar al que desde abajo la contempla, desde un lugar tan recoleto, y encantador.
Deshacemos la Cuesta de San Gregorio para introducirnos en el Marrakech, escuchando el rumor del agua de la fuentecilla alimento que calma la sed en una mañana calurosa, observando al que intenta hacer malabarismos, sin ningún resultado, o pidiendo a unas amables señoritas, el poder introducir mi figura en el móvil para recuerdo de esta plácida mañana.
Dejándome caer por las callejas albaicineras volver de nuevo a mi barrio, el del Realejo, sin olvidar que soy albaicinero de la parte Este, más en concreto de la Cuesta del Chapiz, en una palabra un hibrido, entre albaicinero y greñuo.
José Medina Villalba.
-
Amigo Pepe:que buen titulo le has dado a este blog, "LA CAJA MÁGICA" ese artilugio que siempre llevas encima. Los prestidigitadores profesionales suelen sacar conejos y palomas de la chistera, pañuelos y más pañuelos de unas manos aparentemente desnudas y solas, atraviesan con su sable la caja donde se encuentra encerrada su compañera,sin que sufra el menor percance. Me gustaría saber quien ha sido tu maestro, para darle las gracias por haber preparado a un alumno tan aventajado; No ha terminado de sacar de esa caja con sorpresa un magnifico articulo,que cuando menos te lo esperas,por arte de birlibirloque, es decir por medios ocultos y extraordinarios, otro que deja en mantillas al anterior que ya era bueno. Ese recorrido que has dado por el barrio para aterrizar en el huerto de Carlos, me ha producido unas intensa agujetas intelectuales que tardaré largo tiempo en reducir por mucho jarabe azucarado que tome.Los cruces que la sabia naturaleza produce son una caja más de sorpresas,porque lo que ha surgido de un Albaycinero y un greñuo eso si que es una nueva caja de sorpresas. Amigo Pepe ten cuidado con los perfectos malabarismos que realizas por esas calles empinadas y empedradas que tu contribuiste a gastarlas y ellas dejaron en ti ese arte de ilusión, sueños y realidades, que son la gasolina que como tus tres vespas necesitas. mi enhorabuena y mi agradecimiento por tan costumbrista y relajante paseo.Tu amigo Pepe Cuadros.
ResponderEliminarQuerido amigo Pepe: No sé a que extremos vamos a llegar con nuestros comentarios, que para aquel que los lea, y sea un ferviente seguidor de éstos, con los que le damos cerrojazo a la terminación de cualquier archivo, creo que va a optar por irse primero, al comentario antes de leer el texto, no por lo que yo aporte como contrapartida a tus exégesis y disquisiciones, sino por el verdadero compendio de sabiduría que tu aportas.
ResponderEliminar¿Qué quien fue mi maestro? Muy sencillo, el haber tenido la suerte de que mi madre me trajera al mundo en esta maravillosa ciudad y en este Albayzín de mi alma, al aire que se respira por estos lares, a sus gentes y formas de vida, a las tradiciones y costumbres, al color de sus distintas estaciones meteorológicas, el haberme hermanado a través de mi vida con las callejas albaicineras, con sus amaneceres y puestas de sol, con mis amigos de la infancia, con el recuerdo platónico de mi primer amor, con mi profesión de A.T.S. con mi familia, mis hijos y el amor, de la que se me fue, durante más de cincuenta años, con la educación que recibí y aporté a mis alumnos, todo esto y mucho más han sido mis maestros, porque amigo Pepe, con este compendio de hechos, sería totalmente desagradecido no darle rienda suelta a todo lo que llevo dentro del alma, para no dejarlo salir al exterior convertido en relatos, que por mucho que me esfuerce en ponerlos lo más evidentes, palpables y vivos para el lector, siempre se quedarán a larga distancia de lo que es la realidad, que impregnan el ambiente y percibo por mis cinco sentidos. Si se tiene una poca de sensibilidad, para captar lo que te rodea, y creo que algo de esto llevo clavado en mis neuronas, no tienes más remedio que "vomitarlo" y echarlo fuera, en textos escritos, porque de lo contrario podrías morir reventado de tanto placer concentrado dentro del cuerpo.
Amigo Pepe, no es necesario ser un mago, ni haber tenido que asistir al aprendizaje de hechizaría como hizo el joven Harry Potter, de esta famosa novela llevada al cine de la autora británica J. K.Rowling, que tanto éxito ha tenido. La magia está en Granada, y en concreto en el Albayzín, y sus barrios, que son verdaderamente unas cajas de magia, y pobre de aquel que no sepa captar la realidad de esta belleza y saberla disfrutar. He sentido muchas cosas agradables en mi vida, pero seguro que cuando me vaya de aquí al otro barrio que todos tenemos preparado, seguiré añorando las delicias y los placeres que durante muchos años, he tenido la suerte de disfrutar por aquí.
Gracias por tu formidable comentario, y vamos al siguiente que ya se está amasando. Un fuerte abrazo.
Magnífico artículo sobre un rincón de gran belleza y que el autor conoce como pocos. Su sensibilidad le permite afrontar la descripción de un medio mágico que humaniza con sus personajes que son fundamentales en la percepción de imágenes de muy bella factura y notable sensibilidad.
ResponderEliminarJosé Medina es un gran conocedor de ese universo de ensueño que es el Albaycín.
Enhorabuena.
Refrendo y me uno a lo reseñado por Emilio Atienza, el Albayzín es un lugar mágico y de ensueño,prueba de ello es que, aquellos que se marcharon en épocas pasadas por exigencias de habitabilidad, lloraron su égira, y cada vez que pueden vuelven a su barrio para tomar contacto con sus gentes y traer a la memoria los recuerdos del pasado.
EliminarAgradezco enormemente el comentario que me hace un historiador como es Emilio Atienza, perfecto conocedor de la grandeza de nuestra ciudad, de su trayectoria histórica y por supuesto del Albayzín en el que él, ahora, tiene puesto todo su ser por su vinculación con sus gentes: profesores, alumnos y padres de los Centros educativos avemarianos, de Casa Madre y San Cristóbal. Un fuerte abrazo.
Comentario realizado por correo de Nieves Rodríguez Jiménez.
Eliminarme ha encantado la lectura del Huerto de Carlos. Enhorabuena José. He pasado un agradable rato, con la lectura de tu relato y he recorrido, sus calles y plazas, con los vídeos y fotografías, perfectamente, realizados. Muchas gracias por dejarnos disfrutar de ello.Un abrazo, amigo mio.
Muchas gracias, querida amiga, por tu comentario, si el recorrido te ha servido de satisfacción, me siento bien recompensado. Un fuerte abrazo.
EliminarMari Carmen Torres Huertas. Espectacular. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, por ese "Espectacular", que le dedicas a este trabajo, querida Mari Carmen. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBeatriz Valdivia.
ResponderEliminarExtraordinaria pintura D. José y excelente relato de sus vivencias en el Huerto del Carlos y cada una de sus fotografías y vídeos, que vida más rica en vivencias y en saber, me gusta todo lo que leo de usted, perdone que no me explique mejor de lo que yo quisiera, buenas noches una gran fan de usted.
MI querida Beatriz Valdivia, su comentario es un complemento extraordinario para mis relatos, su crítica es una maravillosa glosa para mis archivos, que yo le agradezco con toda sinceridad. Para mi, el que lea mis escritos es el mejor pago que puedo recibir, y si a esto se le une que eres una gran fan mía esto ya no sé con qué pagárselo, simplemente reciba un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBenjamín Garrido López ha comentado lo siguiente:
ResponderEliminarGracias, José Medina por poner este post que es tan interesante como mágico de nuestro amado barrio (EL ALBAYZÍN). Yo conocí bien el Huerto del Carlos, porque además de ser clientes de mi padre, también jugué alguna vez allí, e incluso frente de la entrada del huerto empieza el Callejón de las Monjas, donde había un hombre que nos hacía las aguaderas, para la bicicleta para transportar las cántaras de la leche. En dicho huerto recuerdo había un magnífico y grande árbol magnolia. Allí invitados por Carlos, (nuestro amigo) jugábamos un tal Millán que vivía en la casa de vecinos donde hoy está el Hotel Sta. Isabel la Real, Joaquín que su padre era el portero del Colegio de niñas de la Calle la Tiña, Pepe el Chicano que vivía en la Casa de la Lona y otros tantos de niños...Yo sin embargo iba menos porque mis deberes como lecherillo me lo impidían, aunque también me daba la oportunidad de conocer bien el barrio y su maravillosa gente. Gracias D. José Medina Villalba por hacerme recordar esos tiempos de niñez tan entrañables y bonitos.
Querido amigo, Benjamín Garrido López, tu nombre no sólo está enraizado a nuestro querido barrio del Albayzín, sino que está arraigado bíblicamente con la Casa de Jacob, el último de los doce hermanos de este gran patriarca. Conoces en profundidad el barrio por tu contacto diario con las maravillosas gentes que lo constituyen y que realmente son el auténtico Albayzín, porque éste no tendría razón de ser si éstas no existieran. Las calles, los edificios, los miradores, nada serían si no estuvieran sus gentes. Tú por tu oficio, gran profesión, la que nos ha alimentado desde que nacemos, eres un perfecto conocedor de los albaicineros y un receptor de sus formas de vida y costumbres. Me ha satisfecho enormemente tu comentario y el saber que fuiste un doble participante en el Huerto del Carlos, como uno más de los chicos que disfrutaron jugando por allí y el haberte conectado a sus gentes. Gracias y un fuerte abrazo.
EliminarMari Carmen García Obregón.
ResponderEliminarTiene vida propia. Gracias por dejarnos verla.
Más vida propia quiero percibir, en este comentario, tiene la persona que me lo envía. Un abrazo.
ResponderEliminarMiguel Carrascosa Salas.
ResponderEliminarQuerido José:
Otra preciosa y precisa crónica crónica del Albayzín de ayer, tan unido a tus recuerdos más íntimos y evocadores, como es el caso del del Huerto del Carlos y la Placeta de los Carvajales...Me ha emocionado la habilidad con la que describes estos rincones de hermosura...¡Enhorabuena, Pepe! Un fuerte y agradecido abrazo.
Querido Miguel:
ResponderEliminarAlpujarreño por tus raíces, pero albaicinero por naturaleza, ¡¡¡Qué te voy yo a contar a ti del Albayzín!!!, cuando no hay quien te pueda superar por tus escritos, por tus conocimientos por lo que has hecho y te debe este barrio, cuando siempre fuiste el alma de este emblemático Albayzín, tendría éste Ayuntamiento que haberle puesto a alguna de sus calle el agradecido nombre de: Calle de Miguel Carrascosa Salas. Gracias por tu comentario acompañado de un fuerte abrazo.
Amparo Mora Montes.
ResponderEliminarEl reportaje magnífico. Estoy en Alicante y deseando volver a Granada para recorrer todos esos lugares. Muchas gracias.
Amparo, disfruta del sol y de ese Alicante que sabe a sal y marisma, y olas de colores en el paseo central rodeado de palmeras, busca una mañana apacible y soleada cuando estés aquí, y piérdete por las callejas albaicineras, para aterrizar en el Huerto del Carlos, siéntate en uno de sus bancos y mirando a la Sultana Alhambra sueña un rato. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarJosé Luis Fernandez.
ResponderEliminarEl relato es maravilloso, cuanta historia vivida,cuantos recuerdos, qué de detalles, anécdotas y chacarrillos. Tu paciencia debe ser infinita,pues no solo nos deleitas con la prosa, sino que lo adornas con preciosas fotos, magníficos vídeos y cómo no ¡tu soberbio cuadro!Consigues que mi precaria sensibilidad, haga que recorran mis espaldas electrizantes descargas, se me eriza el pelo, se me humedezcan, a veces, los ojos y que todo mi cuerpo consiga un enorme gozo leyéndote. ¡¡¡Gracias y gracias!!!
Querido amigo José Luis, tu comentario me ha hecho estremecer mi fibra sensible, que por cierto, de esta época acá se me ha debilitado enormemente, a veces me pregunto, ¿serán los años, serán los muchos caminos recorridos, o será quizás la añoranza de querer volver a la infancia y ver que es imposible desandar el camino recorrido? No sé lo que será, lo cierto es que me tengo que rendir al sentimiento de tus palabras, que son energía para seguir rebobinando e intentando sacar del pozo de mis recuerdos lo que intento hacer realidad para mi satisfacción personal y la de todos los que leen mis escritos.¡¡¡Gracias y gracias!!! Mi estimado amigo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena, por el magnífico relato (para mi un cuento maravilloso) del Huerto del Carlos. Por un momento, casi me he visto jugando en él. Una historia fascinante de gentes del pueblo, hombres y mujeres e incluso fantasmas, mezclada con un conocimiento envidiable de la más íntima esencia del Albayzín, junto a una magistral clase de historia . Pepe, no puede ser más hermoso el relato que acabo de leer.
ResponderEliminarEstimada Ana,la farmacéutica más sensacional de Villanueva de la Reina, cuya realeza se la debe a la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, cuando adquirió autonomía propia separándose de Andújar. El lugar más preciado donde los haya, por donde el Guadalquivir enamorado de la grandiosidad de esta reina, se doblega dándole pleitesía, arrodillándose a sus pies, para deleitarse en su delicado cuerpo. Ana, si la lectura de este post, te ha servido para descongestionarte, de las pócimas, potingues y brebajes que vendes en tu maravillosa farmacia, es el mejor pago que recibo a la labor de mi trabajo. Muchas gracias acompañadas de un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEmilio Ramos
ResponderEliminarAl Huerto del Carlos yo nunca llegué a entrar, no así al Convento de Santa Isabel La Real, al que iba con frecuencia para comprar las hostias destinadas al culto de la Iglesia del Salvador y que valía para consumir los recortes de las referidas hostias, siendo entonces una auténtica chuchería que además resultaba muy barata. Así es que seguí tus pasos.
Solamente seguí tus pasos pero en eso me quedé, y yo admiro tu capacidad para hacer estos relatos, para lo que tienes que ser muy ordenado y muy trabajador, además de un gran admirador de Granada. Esta ciudad te debe un reconocimiento, por lo mucho que estás haciendo para divulgar sus encantos y belleza, y yo te debo haber pasado muy buenos ratos en la lectura de tu blog. Gracias.
Estimado Emilio, hay un adagio español, que no sé si realmente viene al caso, pero en parte puede tener cierta similitud: "zapatero a tus zapatos".
ResponderEliminarCada uno en la vida hemos desarrollado, en cierta medida, y aquí no quiero ser excesivamente pretencioso, por lo que a mi atañe, unas facetas o cualidades : la constancia, la responsabilidad, el trabajo y saber apreciar este rico tesoro que la Naturaleza nos ha concedido con nuestra Granada, quizás hayan sido el banco de prueba de mi quehacer diario, y el desahogo espiritual de lo que continuamente bulle por mi interior.
Amo esta ciudad entrañablemente y a nuestro querido barrio del Albayzín y sus gentes, cada día más, cuando camino saboreando la esencia que destila y se percibe por cualquier rincón,y como la quiero también me duele, en gran medida, cuando observo el abandono que existe, en edificios históricos que hay que rehabilitar, en excesivos ruidos por la circulación de vehículos, la suciedad y las pintadas de mal gusto....
Tú, también has sido un "buen zapatero" en el campo de las finanzas, aunque éstas hayan sido de otros, con tu trabajo en la Banca, aquí yo no te llego ni a la altura de tus zapatillas de andar por casa.
No busco ningún reconocimiento, por parte de la ciudad, como indicas, el mejor agradecimiento es el comentario, tanto el que me has aportado, como otros muchos que continuamente recibo de mis seguidores y amigos.
Mi más sincera y profunda gratitud, por ser un buen amigo seguidor de mis post, y por el contenido de tu mensaje hecho letra literaria. Un fuerte abrazo.
Jesús Fernández Bedmar.
ResponderEliminarComo siempre ilustrativo e interesante.
Se lo he reenviado a mis hijos; ellos van por allí. Un abrazo.
Gracias Jesús, por tu comentario. Un abrazo.
ResponderEliminarComentario de Mari Carmen Molina Rodríguez
ResponderEliminarAmigo Pepe. Leyendo este archivo me hace recordar muchas cosas del barrio, aunque siendo sincera, por el Huerto del Carlos yo he ido poco ignoraba toda la historia que le acompaña, ya que nunca entré dentro solamente pasé por él, me gustan todos los datos de historia que das tan interesantes, y el recorrido por los antiguos oficios ya desaparecidos. He pasado un rato maravilloso leyéndolos, espero seguir disfrutando de próximos archivos que seguro tendrás en mente. Un abrazo.
Amiga Mari Carmen, a través de tus comentarios vengo observando que la lectura de mis archivos, por lo menos estos dos últimos y alguno anterior, te han entusiasmado, lo que me complace enormemente.
ResponderEliminarEscribo porque es una vía muy importante de escape para dar rienda suelta a mis sentimientos, porque disfruto poniendo en escaparate virtual, lo que me ocurre en el día a día, e intento plasmarlo con el único objetivo de hacerle gozar mis vivencias al que me sigue, por cierto es un numeroso grupo de gente de cualquier parte del mundo, así que posiblemente en América o en Oceanía podrán saber que tú eres una seguidora de mi blog.
Jamás se podría pensar, hace años, que esto hubiese sido una realidad, pero es alucinante, las maravillas de los adelantos actuales, que por una parte nos hacen la vida más placentera y cómoda, pero por otra nos esclavizan cada día más.
Me satisface el que estés en el grupo de mis seguidores, no tengo palabras para agradeceros el tiempo que le restáis a vuestros quehaceres diarios, no sólo los habituales domésticos, sino los que os acarren vuestros trabajos profesionales, fuera del ámbito familiar.
Tus últimas palabras, ....,"Espero seguir disfrutando de próximos archivos que seguro tendrás en mente", lanzan al aire un mensaje de petición que me hacen comprometerme para que siga escribiendo. Toda petición siempre es bienvenida sobre todo de una seguidora de mi blog.
Haré lo posible por cumplimentar tus deseos y no te quepa la menor duda que serán satisfechos; ya deambulan por mi mente los primeros renglones del próximo post, esperando siempre tus comentarios que son un gran aditivo complementario de mis textos literarios.
Mis agradecimientos por tus palabras y hasta la próxima. Un abrazo.