Las cinco menos cuarto de la mañana, un 30 de junio de 2019, cuando
aún el gallo no ha puesto en marcha su kikiriki para despertar a sus congéneres.
Los pájaros sestean aún en las dormidas alamedas, y como recordatorio, ya que celebramos
hoy su día, el de San Pedro, que no sé por qué este canto no le es muy agradable, un grupo de aventureros de la Asociación Alumnos Mayores de la Universidad de Granada, están dispuestos a disfrutar de una nueva aventura, suenan las fanfarrias anunciando: OCHO DÍAS POR EL DANUBIO.
Las luciérnagas y temblorosas luces de la Avenida de Severo Ochoa,
parpadean ante la inminente llegada del alba, suena lentamente el rastreo de las ruedas de unos
transportadores llevando en su interior vestimentas y otros elementos que van a
ser piezas fundamentales durante este deseado y apetecido viaje.
Saludos entrecruzados, entre amigos y conocidos, vehículos que llegan arrojando
maletas, un ballenato enorme sobre redondeles metálicos cubiertos con yantas de
goma, con sus fauces plenamente iluminadas, dispuesto a engullir a todo el que se
digne subir por sus escaleras.
-¡Dispuestos estábamos todos!, es obvio, de lo contrario no estaríamos presentes a esas horas de la mañana.
Con caras somnolientas y párpados pestañeando por el madrugón,
pero ufanos e ilusionados ante las perspectivas que se nos presentaban, a pesar
de que algunos acabábamos de aterrizar de un paseo de siete días por Sicilia, y aquellos otros que, no han pegado
ojo por el nerviosismo propio en estas vísperas.
“La capitana” de este pasaje, jefa del grupo, toda ufana y fiel
cumplidora de sus obligaciones, controlando al personal, asignando puestos y
dando las instrucciones pertinentes para que este proyecto de vida, corto, pero
intenso, logre los objetivos programados.
A través de las vidrieras de nuestro monstruo sobre neumáticos, el
exterior es un silencioso despertar, vehículos en fila, en perfecta formación,
con faros incandescentes caminan a sus diversos destinos, y arboledas que se
desperezan quitándose el oscuro edredón de la noche, para dejar al descubierto
el verdor con el que cubren sus cuerpos.
El aeropuerto Federico García Lorca nos esperaba, éramos los primeros que a esas horas le abríamos el apetito facturando los equipajes, con nuestra documentación en la mano y con sus
respectivas etiquetas, una maleta tras otra las vemos desaparecer transportadas
por la cinta mecánica, ya no nos volveríamos a reunir, hasta que de nuevo nos
saludara en Munich y después en la puerta del camarote, luciendo su lacito verde previamente colocado, como una gran dama para distinguir nuestro grupo de los que
llevaban el azul y el rojo.
Saciar la gazuza mañanera con un ligero desayuno, pasar los controles
de seguridad, donde los nervios, sino te traicionan, se ponen al cien por cien,
porque lo único que les falta a los serios y no muy agradables señores
controladores, es mirarte la cerilla de los oídos, en unas inspecciones estrictas.
Desayuno en el aeropuerto de Granada
Las bateas como pequeños barquitos deslizándose, portando toda cuanto
una persona puede llevar encima y, ¡que no
se le vaya a olvidar quitarse la correa!
Nada hay que temer, somos pasajeros que vamos en busca de
enriquecernos de la cultura de otros países, pero el mero hecho tan exhaustivo
de la revisión, te hace sentirse azorado e inquieto, pero en honor a la verdad
hay que reconocer que es sumamente necesario para evitar graves problemas que pudieran suceder.
Una vez pasada la inspección y con el cuerpo relajado, no faltarían las
bromas y el cachondeo sobre los
tocamientos y demás sucesos acaecidos durante el control.
La enorme explanada de la pista donde se encuentra situado el
descomunal pájaro de alas metálicas que nos va a transportar, es observado
desde las cristaleras que nos aíslan del exterior, con cierta inquietud.
Observando la pista del aeropuerto donde nos espera nuestro avión.
Arrastrando nuestras pertenecías vamos caminando, mientras allá en
lontananza se vislumbra un nuevo amanecer, tras las erguidas y puntiagudas
flechas de nuestra Sierra Nevada, agreste y desmelenada del blancor que durante
las estaciones pasadas ha cubierto su cuerpo.
Un cielo azul, como una enorme
paleta de pintor, va cambiando de color, mezclándose amarillos, naranjas y
rosas, en un juego de caricias y besos, de rayos que se asoman lentamente con
timidez, como el que no quiere despertase bruscamente, ni entorpecer la
tranquilidad de la noche que se va despidiendo.
Amanece lentamente
El Sol va desprendiendo sus encantos sobre un lienzo inmenso, dando
sus pinceladas y esparciendo miles de colores que engalanan el cielo derramando
sobre la tierra una lluvia de estrofas,
pura poesía.
Las nubes han tejido una toldilla para dar abrigo al despertar de un
Sol que va apareciendo pausadamente.
Expectación, asombro y respeto ante el que nos va a acoger dentro de
sus entrañas.
Una última mirada a la que sostiene continuamente nuestros pasos, para pasar
a otra que se mantiene por los aires entre nubes.
Última mirada a la pista
Como si fuera un enorme murciélago de alas extendidas, la misteriosa
nube ha aparecido bañándose con el color de los primeros rayos solares, la
pista de despegue preparada para contemplar un nuevo y bello amanecer, la belleza de un Sol que nos ha
liberado de la oscuridad de la noche.
Era la primera escena que se nos presentaba al descorrer el cortinaje
de este escenario, donde durante ocho días se va a celebrar una gran función,
cuyo argumento y desarrollo lo vamos a ir construyendo día a día los
protagonistas que no son otros, sino
este grupo entusiasta de Alumnos Mayores de la Universidad de Granada, junto con las
obras arquitectónicas, esculturales, paisajísticas, costumbres y formas de vida
de otras ciudades como elemento fundamental, acompañado por la partitura
musical que el propio ambiente, por donde vayamos pasando, le va a proporcionar.
-No es necesario querido amigo y
lector, que te describa lo que ocurre en el interior de las vísceras de este
pájaro volador, pero por si acoso aún no lo has experimentado que sepas, que
allí te “enchiqueran” como sardinas en lata, no hay espacio para moverse, te
encajan en un asiento, te amarras, te dan una serie de instrucciones de lo que
tienes que hacer en caso de un siniestro y, ¡hasta luego Lucas!
A través de la minúscula ventanita, ojos en hilera a ambos costados de
este ingente pájaro volador, contemplamos el ascua incandescente que calienta
detrás de la montaña, para aparecer todo refulgente en un alarde de la
Naturaleza que se repite incesantemente todos los días, pero que no todos los
días tenemos la oportunidad de contemplarlo y admirarlo.
Salida del Sol desde el aeropuerto García Lorca.
Hasta que llega el momento de su aparición plena, es tal la fuerza que
desprende que no es imposible mirarlo detenidamente.
Imposible mirar al astro una vez que ha despertado
Nuestra ave voladora se desliza por la pista buscando la rampa de
lanzamiento, la cabina de mando está recibiendo desde la torre de control
las órdenes pertinentes para poder salir
Los motores rugen con fuerza, el entorno pasa a velocidad vertiginosa y, de pronto, aquella mole se despega del suelo colocándose en la posición de un
flecha que busca alcanzar el cielo se va elevando, mientras todo va quedando
atrás, allá quedaron las carreteras y sus minúsculos vehículos, allá todo se
va transformando en un enorme plano de cuadrículas donde se alterna todo convertido
en diversas figuras geométricas, hasta alcanzar la plenitud donde solo moran
las que tienen fuerza para hacerlo, las algodonosas y esponjosas nubes blancas.
En el espacio de tres cuartos de hora, tomaríamos tierra en el aeropuerto
de Barajas en Madrid. La maestría del piloto hizo que el tren de aterrizaje
tocase suavemente la pista, dejando una caricia sedosa sobre su lisa
superficie.
Aeropuerto de Barajas en Madrid
Bajar por una escalerillas para ir tomando tierra toda la embarcación, y
pasar al nuevo avión que nos trasladaría
a Munich.
Nuestra jefa muy pendiente de todo el pasaje, que lleva a su cargo,
colocada en cabeza va observando y controlando detenidamente como desciende
todo el personal.
Allá a lo lejos queda nuestro pájaro de acero, empequeñecido,
mientras el reloj con sus dos
manecillas nos saluda dándonos la bienvenida.
El cambio ha sido rápido un nuevo Iberia nos espera y allí nos colocamos con dirección a nuestro destino, Munich.
Siempre atenta, siempre pendiente de que todos se encontrasen acomodados
en sus respectivos asientos.
Teresa siempre pendiente de cada uno de los que van a su cargo.
También los macutos, mochilas y pequeños equipajes, desde sus estrados
en lo alto, vigilantes, enrojecidos algunos, esperan caiga sobre ellos la tapa
que los aislará del resto.
Mientras tanto, Teresa cuenta parsimoniosamente,
como una buena controladora.
Nuestro gigante realiza la operación de despegue con normalidad y nos
convertimos en águilas voladoras, y comprobamos el disfrute continuo que tienen
todas las aves contemplando desde las alturas el deleite de todo lo que anida
allá abajo: campos , montañas, valles, pueblos, todo pequeño como si fuera una
enorme maqueta donde se encuentra todo en miniatura.
Se van alternando los colores ocres, con los verdes, un azul intenso
del cielo, y una manada de ovejas de vellones blancos que pastan al viento que
corre, viento que lava la cara de nuestro coloso, nubes que se cuelgan del
cielo como si fueran lámparas para adornarlo; nubes, tronos donde se sienta la
luna todas las noches para dejar caer sus rayos, bañarse en el mar y secarse con
la espuma blanca del celaje.
La Luna se baña todas las noches en el mar
Los Pirineos portando algunos jirones blancos que aún no le han podido
arrebatar los rayos solares, del vestido que
los ha cubierto durante todo el invierno.
Los Pirineos
Una Costa Azul espléndida pasando por
Finsing en el Estado Federal de Baviera, con sus mantelitos verdes y ocres en
perfecta combinación, para descender suavemente y tomar pista con la delicadeza
con la que se besa la mano de una señora cuando te la presentan, y correr
velozmente a trescientos kilómetros hora, lamiendo la pista de la terminal uno de Munich, hasta ser detenido por las bridas de
unos jinetes en la cabina de mando.
Ufanos, con la sonrisa en el rostro, lugar de escape de la euforia
interna, somos recibidos por nuestro embajador.
Rainer, portador de
la bandera acartonada que servirá como luz opaca para guiar nuestros pasos.
Rainer, de tamaño que sobrepasa los límites de cualquier humano, habrá que llamarle alteza, porque fue hecho a la medida para
alcanzar altos vuelos, los techos no los tuvieron en cuenta al proyectarlos
tanto en el autobús, como en otros diversos lugares, de tamaño
que sobrepasa los límites de cualquier humano.
Es una persona de trato
agradable, dispuesto a hacer que el grupo de navegadores lo pasemos una
nota por encima de inmejorable.
Maletas al autobús y camino hacia Ratisbona, nuestro primer lugar para
visitar.
Mientras avanzamos nuestros ojos se deslizan a través del cristal que
nos separa del exterior, adquiriendo una información del verde que domina el
paisaje, de la cantidad de placas solares que podemos observar, aquí parece que
han entendido muy bien el aprovechamiento de las nuevas tecnologías para evitar
la contaminación, y el deterioro de nuestro planeta.
Durante la trayectoria Rainer, auténtico Espasa Calpe, nos irá
informando, y dando una serie de normas importantes a cumplir para que todo
marche a la perfección, nos informa de lo
que a partir de ahora vamos a ir viendo: Historia, paisajes, costumbres, arte, y
un largo etc. (Tendremos ocasión de escucharlo en algún vídeo).
Rainer no solo
ha sido el jefe de los guías, sino el que ha hecho siempre de anfitrión, en
todos los mensajes que se han dado durante estos ocho días, desde nuestro
primer encuentro, y después en todos los actos que se han celebrado tanto en el
crucero como fuera de él.
Llegamos a Ratisbona. Es la capital de la región administrativa de Alto
Palatinado, en el Estado Federado de Baviera, Alemania. Se
encuentra en la confluencia de los ríos Danubio y Regen. Su
casco histórico es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde
el 13 de julio de 2006.
Vista de Ratisbona con su viejo puente
En 2011 la ciudad tenía 152.089 habitantes, y por lo tanto se
encuentra después de Múnich, Núremberg y Augsburgo, en
el cuarto lugar entre las principales ciudades de Baviera. La ciudad es sede
del obispado de la diócesis de Ratisbona, tiene tres universidades y
es uno de los 23 centros regionales bávaros.
La ciudad se encuentra en el punto más al norte del río Danubio y en la
desembocadura de los ríos Naab y Regen. En la ciudad hay dos islas sobre el
Danubio. El barrio Stadtamhof pertenecía antiguamente a la margen izquierda del
Danubio, pero tras la construcción del Europakanal, se ha convertido en otra
isla.
El día era sumamente caluroso, un ascua de fuego, aunque dicen los
libros de Geografía que la temperatura máxima que se alcanza en Ratisbona en el
mes de julio es de dieciocho grados, yo doy fe que ese día era excepcional,
caía fuego del cielo como según cuenta la Sagrada Biblia en la destrucción de
Sodoma y Gomorra, y no es porque Ratisbona fuera una ciudad que tuviera que ser
castigada por el Anatema Divino, ni porque fuésemos a quitarle algo de su
belleza, simplemente que ese día fallaron los termómetros climatológicos.
El Puente de Piedra en Ratisbona, Alemania, es un puente
del siglo XII que cruza el Danubio y que une el casco antiguo con
Stadtamhof. Durante más de 800 años, hasta la década de 1930, fue el único
puente de la ciudad que cruzaba el río. Es una obra maestra de la construcción
medieval y un emblema de la ciudad.
Las aguas parecían una verdadera fuente de esmeraldas, una mezcla de un
Danubio Azul junto al verde que proyectaba el bosque que lo circunda, que se
refrescaba como lo estaban haciendo numerosas personas que se sumergían en sus
aguas.
Mientras, otros disfrutaban de un sol en la verde pradera.
Cruzábamos el puente sintiendo envidia de los que hacían del río un
lugar de esparcimiento y diversión, mientras otro río de sudor corría por
nuestros cuerpos.
Nuestro baño era otra cosa, quitarle el
bañador al puente, desnudarlo y a la ciudad entera y llevárnosla en nuestras
cámaras para siempre.
El puente originalmente tenía tres torres, de las cuales solo sobrevive
la torre sur, una torre de la puerta de la Ciudad Vieja. La torre sur original
fue construida alrededor de 1300; junto a ella había una capilla dedicada a
Santa Margarita. A mediados del siglo XVI, se convirtió en una prisión para
deudores y la torre se conoció como la Torre de la deuda. La torre central fue
construida alrededor de 1200. Las torres del sur y del medio fueron
destruidas por el fuego en la Guerra de los Treinta Años, cuando los suecos ocuparon
la ciudad. Fueron reconstruidas en 1648, y el reloj se agregó a la torre sur en
ese momento, pero la torre central fue demolida en 1784 después de haber sido
casi destruida por la represa de hielo. La torre norte (la Torre Negra),
probablemente se construyó en la segunda mitad del siglo XII, junto con el
puente. Fue fuertemente fortificada entre 1383 y 1429, incluido un puente
levadizo. Esta torre fue dañada en 1809 durante la Guerras Napoleónicas cuando
los franceses y los bávaros retomaron la ciudad a los austriacos y tuvo que ser
demolida el año siguiente. En 1824/25 el sitio donde se encontraba se amplió
para dar cabida a un bazar.
La torre sur que da entrada a la Ciudad Vieja
Como curiosidad llama mucho la atención, una pintura en una fachada del
rey David y Goliath (figuras bíblicas), de más de 6 metros.
Nuestro caminar se dirigía a la joya más importante de la ciudad, la Catedral de San Pedro en Ratisbona.
La Catedral de Ratisbona es un templo de la Iglesia católica,
sede de la diócesis de Ratisbona; es la iglesia más importante
de la ciudad y uno de sus símbolos. Constituye el ejemplo más importante de
la arquitectura gótica en Alemania Meridional.
Alrededor de 739, San Bonifacio eligió la zona de la Porta
Praetoria (Puerta Norte de la antigua fortaleza romana) para sede
catedralicia, y el emplazamiento ha permanecido desde entonces. La catedral fue
reconstruida en época carolingia y ampliada a principios del siglo XI, con
un crucero de aproximadamente 15 metros de ancho, dos torres y el atrio.
Entre 1156 y 1172 el edificio ardió en dos ocasiones, comenzando la
reconstrucción, en estilo Gótico, en 1273. Los tres coros de la nueva
catedral estaban listos para su uso en 1320, mientras que la antigua iglesia
fue demolida en ese momento. En 1342 se inició la torre sur y hacia 1350 se
pasó a la torre norte. En el periodo entre 1385 y 1415, se completó la entrada,
terminándose las obras hacia 1525, cuando la fachada alcanzaba su tercer nivel.
La cúpula del crucero y otros sectores se reformaron en
estilo Barroco en el siglo XVII. Entre 1828 y 1841, la catedral
se sometió a un restauración neogótica encargada por el rey Luis I de
Baviera, en la que se reubicaron los frescos barrocos y se demolió la cúpula,
siendo sustituida por una bóveda de crucería cuatripartita. Las torres y sus
capiteles se terminaron entre 1859 y 1869. Tres años más tarde, la catedral
fue terminada, con la realización del crucero.
Había que llevarse la catedral entera aunque fuera pedazo a pedazo,
utilizando picos y palas, martillos percusores
en nuestra arma fundamental, el móvil.
Vidrieras, columnas, todo un
gótico en su máximo esplendor.
Era imprescindible sentarse para reflexionar y meditar ante tanta grandeza, arquitectónica.
Aquel espectáculo continuaría en el exterior donde la danza y el baile,
en un escenario construido en la parte delantera eran el complemento a lo ya visto
anteriormente, un domingo de asueto y descanso en una plaza completamente
abarrota de visitantes, y de gentes del lugar que celebraban la festividad de
San Pedro ante su Catedral.
Mirando fijamente las inmensas vidrieras, el espíritu se engrandece al
ver entrar la luz a raudales del
exterior, es un momento, es un instante, en el que el espíritu se eleva,
la policromía de colores es una fuente mágica de pigmentaciones inalcanzables,
es un momento espiritual, un ejercicio que no puede pasar desapercibido, la
meditación sublime que nos ofrece el cristal haciendo filigranas, es la
grandiosidad del tiempo, de un tiempo de siglos pasados que al mismo intervalo
que engrandece la fe, recrea el ánimo.
Vidrieras de la Catedral de San Pedro
Tendríamos que volver a siglos pasados, para caminar como personajes de
otros tiempos, contemplando fachadas
donde se mezcla el sabor del barroco, con el gótico, el románico, creando
estilos propios, escudos nobiliarios y banderas al viento, que eran dignas de
admiración.
Volver a recrearnos de nuevo por ese puente encorvado por el peso de los años, y dirigir
una mirada al prado donde holgan los que almacenan Sol, y la placidez de las
aguas que caminan lentamente.
El cansancio había hecho mella en unos cuerpos que salieron de Granada
antes del alba, y que deseaban alimentarse y tomar un poco de descanso.
Se notaba el cansancio de un día intenso.
Una sorpresa viviente nos esperaba, un personaje vestido a la antigua usanza convertido en mayordomo a la inglesa, nos sorprendería para acompañarnos en el restaurante donde celebraríamos nuestra primera comida. Luciano el animador del grupo durante los días que compartiríamos juntos, encarnaría diversos personajes, lo mismo sería, como en este caso, el embajador que nos daba la bienvenida, como otro día se presentaría vestido de fraile pedigüeño, que habría dejado embarazada a la que intentaba impedir su boda, el mejor tenor interpretando Granada, o el animador de juegos y concursos, para chicos y mayores. Un verdadero showman que nos hizo pasar unos ratos agradables.
Ascendemos las escaleras para subir al comedor, y recibimos la
simpatía de las personas que nos han de servir la comida.
Pronto comenzarían los brindis por el éxito de estos días que íbamos a
vivir. Desde el primer momento los amigos que se conocen de viajes anteriores,
se agrupan en sus respectivas mesas.
Mientras Luciano hace los respectivos honores a todos, Teresa se
interesa por cada uno de los comensales, y aparece en escena alguna guía más que
también nos acompañará junto con Rainer.
-No sé, querido amigo y lector, si has llegado hasta aquí, a lo mejor
se te ha abierto el apetito, te dejo el menú de este primer almuerzo.
-¡Que aproveche!
Nuestro autobús nos esperaba para trasladarnos a Passau, donde nos aguardaba el crucero Esmralda, sitio en el que disfrutaríamos de los ocho días
siguientes.
Una máquina del tren de aquellas que ya solo figuran como elementos de
museo, era el punto de referencia para acomodarnos en nuestro autocar que se
encontraba próximo.
Un cielo azul intenso, de esos que cubren el firmamento de Andalucía, con
algunas pinceladas a modo de plumas blancas volátiles, era el toldo inmenso
que nos acompañaba en el trayecto hacia nuestro crucero, arboleda que se
asomaba con la fuerza del verdor de sus copas, y casitas con tejados rojos retozando en la pradera, entre los ocres que dejaron la siega de la mies recién cogida.
Nidos de cristales cuadrangulares, esparcidos por los campos
silenciosos y uniformemente acoplados, absorbiendo todo el Sol para transformarlo
en otra clase de energía, que sea capaz de alumbrar los hogares.
¡Crucero a la vista! Allí estaba, todo elegante y majestuoso vestido de
blanco, con infinidad de ventanitas mirando extasiadas a los que llegábamos,
terracitas para desde ellas recrearse en el paisaje, toda una enorme cubierta
culminando la parte superior con hamacas, butacas, toldos, y cubierta de
almohadillado suelo para caminar plácidamente.
Poder respirar a cielo abierto el aire puro de toda una cuenca
plagada de lo que la Naturaleza derrama generosamente, para disfrute de los que
navegan por las aguas tranquilas de este inmenso río.
Salones lujosamente amueblados, bar enorme y confortable comedor,
camarotes con sus terracitas, con mesita y sillones, desde donde la vista se encuentra más cerca del agua.
La maleta nos esperaba tranquilamente en la puerta del camarote,
colocadas las pertenencias que posaban en su interior en el armario, después de
darle al cuerpo el aseo necesario que se lo merecía, después de un agitado y caluroso
día, ávidos de tomar contacto con el crucero, para recorrerlo paulatinamente, fuimos
pasando por todos los lugares. Cara de asombro y emoción al verse arropada por
nuestro animador que cariñosamente nos acogía, haciendo uso de sus peculiares formas de enmascararse.
Serenidad y tranquilidad plena en las aguas, por no molestar
permanecen en una quietud inmensa, como un enorme y extenso espejo donde se
peina y mira el grandioso bosque, al mismo tiempo
el cielo se ha bajado para tomar su
baño del atardecer.
Las casitas que lo bordean hacen cabriolas en los
tirabuzones del apenas perceptible oleaje.
El Sol en su despedida
acaricia delicadamente la epidermis acuosa dejando estelas de colores rosados.
Los que acabamos de llegar, plácidamente y colmados de satisfacción, nos deleitamos contemplando
todo lo que nos rodea.
Hay quien se atreve a desafiar la cámara, haciéndole una mueca, donde
no se sabe si lo que hay en esa pose es alegría desbordada, o un poco de guasa, mientras tanto alguien se le
acerca para decirle:
-Aquí menos posturitas y más seriedad porque lo que viene a
continuación es sumamente importante.
-Pero bueno, dice la afectada, ¿es que yo no puedo demostrar mi euforia
posando como me apetezca?
-No, querida señora, porque estamos navegando ya, y atravesando en
estos momentos una esclusa, y eso es sumamente delicado y embarazoso.
Una de las muchas esclusas que salvamos
-Usted perdone caballero, nos iremos a contemplar a esa señora esclusa.
No se preocupe señora, en próximos días hablaremos largo y tendido
sobre las esclusas que no es lo mismo que las inclusas,"no confundamos la
velocidad con el tocino".
-¡Qué ganas de cachondeo tiene usted!
-Señora, ya lo dijo en cierta ocasión D.Quijote. ¡Cosas veredes, amigo
Sancho, que farán fablar las piedras! Y eso va a ocurrir con las esclusa,
discusiones habrá que harán temblar las aguas tranquilas de este inmenso río.
-Pero, éste no es el momento, tiempo habrá en días sucesivos para
traerlo a colación.
Personal encargado para las maniobras de pasar las esclusas.
El crucero Esmeralda, una más entre las verdes esmeraldas de sus aguas,
verde azulado, azul para los enamorados, verde para los embelesados de la
Naturaleza, que es otra forma grande de amar en un río llamado Danubio, va navegando deslizándose, unas veces lento otras velozmente, sobre la superficie sedosa que
parece inamovible, da la impresión que lo que se mueve es el paisaje que le
rodea, el espejo continuo donde el crucero se maquilla y acicala, con halagos va sin temor confiado cumpliendo su destino, la hélice da el impulso el capitán
le marca su destino. Cielo y agua esponja de cristal, agua y cielo para
finalizar.
La noche.
- ¡Ay, la noche!
-¡La primera noche, llena de emociones y
bienvenidas!
Toda la tripulación, desfilando
ante los ojos atónitos de un pasaje que aplaude, desde el capitán pasando por todo el personal que le da vida a este enorme
mastodonte, Rainer haciendo de anfitrión y traductor de los mensajes del
capitán y del segundo de a bordo.
La tripulación del Esmeralda
Un honor posar con el capitán del crucero
Gráfico diario del lugar por donde nos vamos desplazando
Todo presto para la cena, primera comida a bordo, las damas haciendo
juego de complicidad con la belleza del entorno.
Carta del menú
Amabilidad a raudales, de un personal que se desvive por los que tiene
que atender para que se sientan lo más agasajados y complacidos.
-¡Que aproveche!, o mejor dicho ¡que siente bien! Para evitar que a
partir de ahora, y con el exceso, los cuerpos eleven el peso.
Las notas musicales de un piano tecleado magistralmente, pondrían los
últimos apuntes de mi diario a la primera
jornada, mientras relajados en las butacas del inmenso salón contemplábamos, en
la lejanía a través de los visillos, las luces parpadeantes de otros cruceros
que también navegaban de noche, junto a los que aquí nos encontrábamos.
-¡Buenas noches!
-Feliz descanso, y vamos en
busca del segundo día.
José
Medina Villalba.
Maria Del Carmen Prades Pérez Vaya preciosidad!!
ResponderEliminarTu prosa poética tan bella me lleva a creer que yo también estoy haciendo ese viaje tan bonito...
"...nubes, tronos donde se sienta la luna todas las noches para dejar caer sus rayos, bañarse en el mar y secarse con la espuma blanca del celaje..."
Gracias José Medina Villalba!!
ResponderEliminarJosé Medina Villalba. Querida María del Carmen, viajar con una amiga que siente la realidad de una aventura virtual narrada a través de un lenguaje escrito, es para mi una gran satisfacción, porque lees el texto, te empapas de de él y además te metes en la temática, rebuscas y buscas y tienes el buen gusto de percibir los más mínimos detalles. Muy agradecido por tu comentario, es un lujo tener seguidores como tú. Un fuerte abrazo querida amiga.
ResponderEliminarClara Blanco Maravilloso!!!
Gracias, Clara Blanco.
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Comentarios
Antonio Parrilla Muñoz
Antonio Parrilla Muñoz Querido amigo don Jose José Medina Villalba: Como siempre, nos tiene muy bien criados, presentando su infatigable trabajo, repleto de ilusión, intensos amaneceres, suculentos manjares, siempre o casi siempre ese magnífico Danubio azul y sobre todos insólitos y desconocidos lugares para algunos, mi caso, y para otros el recuerdo de momentos vividos,
Una vez más darte las gracias por tan completo trabajo de divulgación y por tan estupendas fotos, presentadas de forma muy amena.
Un saludo y un fuerte abrazo, amigo
José Medina Villalba. Estimado amigo Antonio Parrilla, me corresponde a mi darte las gracias, por ser un infatigable seguidor de mis crónicas de viajes, unas veces,y de otros diversos temas, que siempre suelen surgir. Tener amigos es muy importante, tanto con los que te puedes tomas un café, o de estos otros que sin conocernos ni vernos, se han creado unos lazos de intimidad y eso tiene una importancia transcendental. Gracias por tus magníficos comentarios y vamos en busca del segundo día. Un fuerte abrazo, estimado amigo accitano.
ResponderEliminarMari Carmen Molina Amigo Pepe, he leído el archivo del primer día del viaje al Danubio, me ha encantado, esto es un aperitivo para lo que nos espera, que viendo lo leído será un experiencia maravillosa. Un abrazo.🤗🤗🤗🤗
ResponderEliminarQuerida amiga Mari Carmen Molina, los aperitivos son los embajadores que se suelen poner en los festejos y celebraciones, e incluso diariamente en casa para ir abriendo boca, es por decirlo de alguna manera, la escolta que viene anunciando que a continuación llega algo importante, un Presidente, un embajador, un personaje transcendental, tú lo has dicho muy claramente al referirte a mi primer día por el Danubio.
EliminarSé perfectamente que sigues mis escritos por eso te manifiestas de esta manera, conoces mi estilo literario y lo percibo por los diversos comentarios que me haces. Espero no defraudarte en mis próximos días por el Danubio. Un abrazo querida amiga.
Angeles Ruiz Rodriguez. Pepe he leído el primer día, es como volver a ese día maravilloso y otros que nos irás contando... Gracias y un abrazooooo
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ResponderEliminarJosé Medina Villalba. Lo seguiré intentando y procuraré hacerme y haceros, a todos los que estuvieron,y los que no tuvieron esa posibilidad, vivir de nuevo esos fantásticos ocho días. Gracias amiga por tu comentario. Un abrazo
Lola Mesa. Que fotos mas bonitas, me alegro que lo hayáis pasados bien. Gracia josé.
ResponderEliminarGracias a ti, Lola por tu comentario. Un abrazo.
ResponderEliminarMari Francis Cano Perez Feliz viaje...y a disfrutar
ResponderEliminarGracias Mari Francis. Un abrazo.
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ResponderEliminarAntonia Barroso Gracia. Que hermoso!!!
Un abrazo con mucho afecto José, y sigue disfrutando!!!
Otro abrazo para ti, querida amiga, vamos al segundo día para disfrutarlo y hacértelo disfrutar.
EliminarEstrella Lopez Cruz. Don José si estás fotos so recientes me alegro mucho de verlo tan bien.
ResponderEliminarPues mi padre era de su misma edad. Un saludo 😘😘
José Medina Villalba. Querida Estrella López Cruz, ya vez si son recientes estas fotos que hace una semana que terminé mis ocho días por el Danubio, que paulatinamente iré contando en día sucesivos. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
ResponderEliminarMatilde Folgoso. Que viajes tan bonitos, en compañías tan acertadas pera disfrutar de todos. Me encantan hacer esos viajes tan amenos.
ResponderEliminarMe alegro por todos. Con mi cariño de siempre!!👏👏👏👏👏
José Medina Villalba. Gracias Matilde por tu comentario. Un abrazo
ResponderEliminarAmigo Pepe:Que buena impresión me he llevado,al ver descender del avión,a una joven con pantalón vaquero azul y camiseta blanca moldeando su cuerpo, no se si viajaba con vosotros formando parte del grupo,o su destino era otro, yo la hubiera invitado a acompañarnos,sin ningún especial interés, solo el de la contemplación, de todas formas he visto por tu parte cierto interés en hacerle formar parte del reportaje,!buen comienzo
ResponderEliminar¡Una mañana, antes del día,que era uno de los calurosos del mes de Julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga,tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo,con grandísimo contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo, viendo de entrada a la bella Dulcinea, bajando por la escalerilla rauda a su encuentro. Estos modernos Rocinantes sin huesos en los ijares, el viento lamiendo la campiña,suponen la antítesis de D.Quijote, pues mientras el dormía en un lecho,que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, he podido comprobar por la foto del dormitorio, una cama en la que podías dormir atravesado, solo o acompañado.
Esta tu sexta o séptima salida al campo de batalla, con lanza en astillero y adarga antigua, pronostica por lo ya visto y leído,una serie de victorias,que fortalecerán el cuerpo y alimentarán el espíritu, bien dispuesto el animo, alegre el carácter, la cámara en ristre y el ojo a visor. Un fuerte abrazo de Sancho Panza,que se acaba de caer del Rucio y está intentando levantarse para seguirte, pero no puede, eres mucho D. Quijote.
Encarna Segovia Fernandez. Que bonito y hermoso viaje,me ha gustado mucho este enlace todo una maravilla,un abrazo amigo José,
ResponderEliminarMuchas gracias amiga Encarna por tu comentario. Un abrazo.
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