lunes, 16 de agosto de 2021

 

UN CUENTO DE HADAS. DE GRANADA A CANTABRIA. PECHÓN. BODA DE ANTONIO Y VIKY. (10-07-2021). Segundo día.

La luz especial del atardecer viajaba a través del aire, chocando con el cetrino de todas las enormes plantas que rodeaba la casa, surgiendo un cuadro de dimensiones insospechadas. Se me antojó una visión de ensueño que flotaba en una de esas nubes que durante toda nuestra estancia nos iban a acompañar. Se había abierto una nueva sesión de  imágenes la veda de los asombros que día tras día irían saliendo a escena.  Hasta Pablo el benjamín del grupo se estaba creyendo que la casa era de chocolate. 


El escenario no podía ser más acogedor, habíamos pasado en breves horas, del culo de una sartén en ascuas, a un paraíso donde nos encontrábamos rodeados de árboles con un verde vejiga intenso y plantas de gigantescas hojas. Nuestra anfitriona pronto se unió al grupo y los abrazos fue el único lenguaje que se dejó sentir.  



Un reconocimiento alrededor de la casa para comprobar que todo era real, y que los sueños a veces no son tales sino pura realidad. El rosado de las flores de las macetas puestas en perfectas hileras de formación  nos rendían pleitesía a nuestro paso. 


Una vez acondicionados en la casa y habiendo saturado nuestro espíritu, en este primer encuentro con los encantos del lugar, había que darle satisfacción al cuerpo, por lo que pronto nos preparamos para dirigirnos a la Parrilla el Fogón, donde recibiríamos los mejores manjares que alimentarían la consistencia corporal que también había que tenerla en cuenta.


Un sol limpio había dado sus últimos suspiros, barriendo con la escoba de sus rayos las últimas nubes del atardecer, y comenzaban a tintinear las luces de las farolas pintando de nuevos colores todo el entorno. 



El Fogón con su parrilla, o la Parrilla del Fogón, es un lugar privilegiado para saborear las ricas carnes o las ensaladas más suculentas y variadas. Pero mucho cuidado, no es lo mismo cenar en una terraza al aire libre que en el interior; unas bocanadas de aire fresquito te invitaban a penetrar dentro  si no llevabas la protección de alguna prenda de abrigo, habíamos pasado de un verano con calorías a extremos inusitados, a una primavera fresquita que de pronto nos había sorprendido. 




Día diecinueve de julio, la campana del reloj de la pequeña y romántica iglesia de la aldea comienza hablar, con palabras enmarcadas en un bronce líquido que se deslizaba por todo el lugar, penetrando por el espeso bosque de plantas que se dejan lisonjear, con las caricias de unos sonidos que hacen moverse el silencio y la tranquilidad, de una aldea que duerme entre algodones de una bruma que olía a perfumes impregnados de vegetación, suspendida sobre los tejados de las casas, sombreros rojizos de piedra y plomo.


Se suele decir que los aprendices de poeta portamos hierro en el cinto, y cabalgamos sin conciencia ni destino soñado, con versos de filo envenenado. En este lugar aunque no quieras y las palabras no te broten, sin darte cuenta, te sientes poeta; mirando al fondo en el crepúsculo matutino, el mar Cantábrico se sumergía con un sol que se desperezaba en la línea del horizonte. 

La hora del desayuno, en una terraza donde te acompañaba una nube que prendía el amanecer en ámbar de crepúsculo, mientras una bocanada de aire fresco se colaba para hacer más placentero el petit-déjeuner. 






Pronto deseábamos conocer otros lugares así que nos pusimos en marcha en dirección a San Vicente de la Barquera. 



En la Alta Edad Media, este territorio fue repoblado por Alfonso I a mediados del siglo VIII. Se alzó entonces el castillo, y alrededor de él fue creciendo la villa. El periodo de auge económico de San Vicente se desarrolla a partir de 1210. El 3 de abril de ese mismo año  Alfonso VIII de Castilla otorgó a San Vicente de la Barquera privilegio de, villazgo concediéndole el mismo fuero que a San  Sebastián. El auge fue posible gracias al comercio marítimo y los derechos de pesca. De 1330 datan las primeras normas de la cofradía de marineros. No obstante, a mediados del siglo xv entró en decadencia, por una serie de incendios y epidemias. En el siglo XVI, el futuro Carlos I de España visitó la villa cuando iba de camino a la meseta, para ser nombrado monarca. Con motivo de su visita se preparó una corrida de toros. Allí enfermó y tuvo que pasar la noche en el convento de San Luis.

Es una de las villas marineras más populares del Cantábrico. Existen cinco bienes de interés cultural en el municipio:

         Iglesia de Santa María de los Ángeles monumento desde 1931;​ ejemplo de arquitectura religiosa gótica.

         Antiguo convento de San Luis, monumento desde 1992.​

          Castillo de San Vicente de la Barquera, monumento desde 1985.​

         La Torre del Preboste, en el casco histórico

        Puebla vieja, conjunto histórico desde 1987.

 Subiríamos al castillo, el coche pendiente arriba hasta culminar la cuesta. ​

Todo orgulloso se alza el castillo piedra sobre piedra, soportando el paso de los siglos, con la marca del envejecimientos en su rostro, mientras allá abajo se postran a sus pies, el verde intenso haciendo de alfombra, un rojo de tejados eslabón que se une con un cielo, donde pululan las blancas plumas de unas nubes que juguetean con las montañas, como lo hacen la grey infantil que esta mañana mochila a la espalda, se siente empequeñecida ante un antiguo monumento. 


-Oiga, señor escritor, ya está bien, déjese de más historia y vamos a la boda que es a lo que hemos venido. Vale, querido amigo, todo llegará, pero no solo estamos aquí para participar en el acto ceremonial, sino a conocer algo de esta bella región. En el próximo capítulo, a lo mejor, se alza definitivamente el telón. (Continuará).

José Medina Villalba.


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