Actividades deportivas y gimnásticas en el Seminario de Maestros (1940)
Hay sucesos en la vida que dejan tan
profunda huella que nos marcan para toda la vida. Todos tenemos grabados
momentos inolvidables en el trascurso de nuestra existencia pero hay algunos,
en especial, para los que tuvimos la gran suerte de experimentar las vivencias que nos dejó nuestro Colegio, en una época
crítica, que va de los diez a los
diecisiete años, la edad de la pubertad, que nos estigmatizan para siempre.
Una clase de botánica en el patio del Seminario de Maestros (1940)
Es la edad de la rebeldía ante lo que
nos quieren imponer, la de los temores a los cambios físicos, en la que se busca
la propia identidad, se indaga el apoyo más en los amigos, cuando hay que
comenzar a tomar decisiones correctas, cuando es más necesaria la comunicación.
Alumnos y profesores del Seminario de Maestros (1940)
Pues bien, fueron nuestros profesores los
que supieron infundirnos esa serie de valores, basados en el Pensamiento
Manjoniano, los que nos han marcado y son el reclamo especial, que año tras año,
en dos momentos importantes, -en octubre con la Asamblea anual y noviembre con
la festividad de S. Andrés- hacen que nos sintamos atraídos a las fuentes que
nos hicieron ser lo que en estos instantes somos, muy a pesar de los años
trascurridos.
Los incondicionales de siempre, más
algunos otros que por primera vez se dejan caer por aquí, hoy 30 de noviembre,
este dichoso mes que comienza con Todos los Santos y termina con S. Andrés, nos
hemos juntado de nuevo ante la tumba de nuestro fundador, D. Andrés Manjón y
Manjón.
Mañana fría, muy fría, pero cálida en el
sentir de los asistentes. El Colegio majestuoso, vestido de otoño, con ese
traje especial que la Naturaleza deja en el Valle de Valparaiso; una paleta de
colores inconmensurables, verdes pálidos, esmeraldas, ocres, butanos , amarillos
en una escala de intensidades diferentes, construyen una paleta impresionante,
para que el artista pictórico más atrevido pudiera plasmar, en un lienzo
imaginario, la composición pictórica más bella.
Trabajos de los alumnos de las Escuelas, Casa Madre, sobre la festividad de D. Andrés Manjón.
Todavía se respira en el ambiente el
olor a chocolate y a bollo de azúcar que el día anterior han recibido, como es
tradicional, los alumnos del Colegio, e incluso quedan señales en la fachada de
la capilla de los trabajos que los chavales han realizado estos días; actividades
que han redundado en aquel que, siendo un gran personaje en la vida social,
(catedrático de Derecho Canónigo) se achicó y supo ponerse a la altura de la
infancia para hacer de ellos personas completas, corporal y espiritualmente.
Él lo dio todo por los más necesitados,
para educar a los niños y las niñas, pobres, gratuitamente, con procedimientos
de intuición e instrucción, en el campo, siempre que el tiempo lo permita.
El lema de nuestra Escuela es: “enseñar
haciendo para educar enseñando.
Aquí nos hicimos personas y ese mismo
germen que sembraron en nosotros ha sido el que hemos infundido a nuestros hijos.
¿Se nos puede decir que, todo esto que
nos marcó, no es un reclamo para que todos los años busquemos nuestra identidad
en el mismo taller donde se nos forjó?
Alumnos de Primaria, con sus profesoras, visitan las habitaciones de D. Andrés Manjón
Humor
en las conversaciones, en la placeta de la capilla, entre los que a la hora de
la cita puntualmente han llegado. Poco a poco el grupo va aumentando con la
llegada de los más rezagados.
Juntos
como hermanos, miembros de una Iglesia vamos caminando al encuentro del Señor…, serían los primeros cánticos para comenzar el
culto.
José Cuadros Moreno y Juan Garnica Puga hacen las lecturas
Las lecturas litúrgicas realizadas por
José Cuadros Moreno y un improvisado Juan Garnica Puga, que cantó, solemnemente, un “Aleluya”, nos dejó a todos impresionados.
Serafín el celebrante, hizo un extenso
comentario a esta festividad iniciándolo con el recordatorio de dar gracias a Dios porque hemos vivido los
dones como hijos. La relación de Jesús con Andrés y sus hermanos, que lo
dejaron todo por irse con Él, ya que vieron al Mesías tan deseado y esperado.
El apóstol Andrés fue testigo de Jesús y
dio la vida por él. Hoy, aquí reunidos, D. Andrés Manjón, del que celebramos su
fiesta, dio testimonio de su fe, dándolo todo por los más necesitados.
Asistentes a la misa de S. Andrés
Nosotros también hemos sido elegidos
para ser testigos de Cristo, para construir una sociedad más humana y más
justa.
“Tomad Virgen Pura nuestros corazones no nos
abandones jamás”…, dedicado a la
Virgen María, y el himno de las Escuelas, plagado de emoción, daríamos paso al
capítulo siguiente de esta mañana.
LOS CORRILLOS A LA SALIDA DE LA CAPILLA
Las una de la tarde, con un sol radiante
que ha hecho subir la temperatura unos grados, nos vamos concentrando en el
patio del Colegio, nuevos compañeros acompañados de esposas y familiares se van
agregando al grupo, hay encuentros emocionantes, Juan Villaescusa, se acerca a Antonio Puertas Lomas
y como el que no tiene una seguridad plena, pero sí cierta confianza porque
cree haber descubierto, después de más de sesenta años, a su compañero de curso,
tímidamente le pregunta:
-¿Acaso tú eres Antonio Puertas?
-
Yo soy
En un fuerte abrazo se fundieron los
dos. Después vendrían el recordar tiempos pasados, en aquel Colegio de sus años
de juventud.
D. Andrés López Osuna, Director General
de las Escuelas, asoma por el patio y es felicitado por todos los asistentes,
por su onomástica.
En otro nutrido grupo, donde se
encuentra el Presidente del Patronato, D. César Girón López, aparecen recuerdos
de profesores del pasado, de los motes que se les daban a los mismos, de sus
metodologías a la hora de enseñar, todo son recuerdos y añoranzas que no podrán
volver pero que satisfacen escucharlas y hacerlas presentes en estos momentos.
Aquellas partidas en un desaparecido frontón donde un Pacheco, un Corroto y otros
venidos del norte de España, ganaron campeonatos en los “Juegos Escolares” o de
fútbol en una final con los Maristas, muchos, muchos recuerdos que toman vida
en estos momentos.
Algunas bandejas, con ricas tapas
acompañadas con bebidas, van abriendo el
apetito a los aquí reunidos.
Suena la campana, aquella de nuestra
época, que durante todo el día nos tenía cronometrados en todos los actos:
levantada por la mañana, clases, desayunos, comidas, recreos, salidas…, es la
misma, hablando con el mismo timbre metálico de voz, no ha envejecido como
nosotros, pero nos hace pasar, por momentos, y de forma rápida, muchas evocaciones del pasado.
Cómo un centinela implacable, guardián
de la entrada al comedor, Juan Navas Ruiz va recogiendo los vales que permiten
la entrada al comedor.
Setenta personas son contabilizadas haciendo
acto de presencia en el refertorio, las conversaciones siguen animadamente en
cada una de las mesas, y el vinillo va calentando los cuerpos, mientras
aparecen los primeros entremeses, después la rica paella, la aguja a la plancha
con los cogollos de lechuga, la fruta y dulces navideños, como elementos de postre
rubricándolo todo con café, anís dulce y coñac darían por finalizado la comida
de hermandad.
Las despedidas, con el ánimo de
volvernos a ver de nuevo, un año más, han dado por finalizado este día de S.
Andrés.
José Medina Villalba.
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