A propósito de mi último cuadro de pintura.
Actual Carmen de los Naranjos en Valparaiso. Óleo
A modo de preludio.
Día 22 de diciembre, es un día más de un año que va a terminar, pero al mismo tiempo es el de la ilusión de mucha gente que espera que su vida cambie.
Mientras escribo, de reojo, contemplo esa
ventana mágica fiel testigo diario de los sucesos que acontecen; se escucha el
sonido especial que tienen las bolas de la Lotería de Navidad, mientras se van
introduciendo en los bombos gigantescos que relucen como ascuas de oro, caen
como verdadera cascada dando saltitos, se van acomodando hasta que quedan encerradas
en esas jaulas a modo de cárcel que las cobija.
Teatro Real expectación del público en el sorteo de la lotería de Navidad.
Hay una gran expectación en el Teatro
Real, plenamente lleno de gentes que han acudido desde diversos lugares para participar
en este acontecimiento; tipos de todas clases: el calvo clásico que sirve de pantalla
para que los asistentes le pasen su décimo, por el brillante cráneo, para que
les traiga suerte, o las tres señoras que con los rulos colocados en sus
cabellos y con la bata de estar en casa se han presentado para que no les
arrebaten el sitio, o los que se han cubierto el cuerpo de monedas y billetes como presagio de buena suerte.
Presagio de la buena suerte
Cármenes en el Valle de Valparaiso
Dejando el sonsonete rítmico, a modo de
pregón de los niños de San Ildefonso, 13.425, mil euros…, y así sucesivamente
hasta ir completando tabla, tras tabla, hasta que salgan los deseados gordos,
intento centrarme para escribir este nuevo archivo que surge con motivo de
terminar mi último cuadro de pintura, teniendo como motivo uno de los muchos
rincones idílicos que existen en el Valle de Valparaiso, donde uno de los
varios cármenes que hay, titulado de Los Naranjos, va a ser el tema central de
esta narrativa.
Está amaneciendo, los primeros destellos
de luces van desgarrando el tupido velo oscuro de la noche y las siluetas de
los montes, que orillan el valle, se van iluminando. Una llovizna a modo de
chirimiri o “calabobos” envuelve el
valle, las gotas flotan en lugar de caer formando una espesa cortina que cada vez
se va haciendo más intensa y apenas si deja ver el paisaje,
el bello panorama
de la Abadía Sacromontana, impidiendo que luzca con resplandor el día que
empieza a nacer, mientras Curro, el fábulo de D. Andrés, sube por la vereda
que
desemboca en la amplia plazoleta anterior al edificio, dispuesto a poner el
aparejo a “La Morena”, el vehículo diario que transportará al catedrático hasta
la Universidad.
Abadía del Sacromonte
En una de las habitaciones que miran a
poniente desde donde, en días claros, se puede contemplar la sultana Alhambra y los
últimos rayos del sol en los atardeceres, mientras el astro se acuna detrás de
las sierras de Almijara y Tejeda, dejando en su despedida las últimas exhalaciones luminosas impactar sobre los cristales de los ventanales formando vidrieras multicolores,
a través de un enrejado ventanal, un somnoliento sexagenario, mientras
contempla como amanece, se prepara para cumplir con el oficio divino; son las
seis de la mañana, es la Hora de Prima.
El austero despacho de D. Andrés Manjón
Un austero despacho es la estancia donde se encuentra nuestro personaje, mesa sencilla donde aún deambulan unos sobres que D. Andrés utiliza para, una vez abiertos, escribir los último capítulos de su obra “El gitano et ultra”, una sencilla pluma al estilo de la que usaban los escolares en tiempos pretéritos, mango de madera y plumín metálico, reposa en el palillero con el negro de la tinta aún fresca, un seca tintas, un tintero, un archivador, un crucifijo, un sillón de madera con asiento plano carente de muelles y comodidad, un modesto sofá para los bienhechores que le visitan, una vitrina con archivadores, libros y folios y una sencilla cortina que impide la entrada del sol en los días calurosos.
Patio principal de la Abadía del Sacromonte
Los últimos toque de la Hora Prima han
sonado y el eco se deja sentir a través
del entramado de pasillos de la galería alta donde residen los canónigos.
Grandiosa fuente central en el patio de la Abadía
Nuestro personaje colocándose aún el
manteo baja precipitadamente la escalera de mármol blanco, que conduce al patio
central; por el claustro resuenan las pisadas, de unas desgastadas suelas de
los zapatos; unos gorriones revolotean entre la neblina de la llovizna y se
posan en el pretil de la fuente, hay una mezcolanza de agua del surtidor de la
fontana que salpica, con el aleteo de los gorriones y las gotitas del ambiente atmosférico que se respira,
mientras otros en el alero del tejado esperan el momento de bajar a darse un
chapuzón.
Incunables de la longeva biblioteca
Los incunables de la biblioteca, los manuscritos de Averroes y otros libros de valor incalculable, reposan el sueño del tiempo y son fieles testigos
diarios de los beneficiados de este monasterio que corren todas las mañanas a
cumplir sus oficios eclasiásticos.
El gran santoral
Hay que subir al coro donde ya se
escucha el canto gregoriano de los que leen en el gran santoral, con piel de
cuero, donde relucen los signos musicales del oficio divino con base musical,
el punctum quadratum, colocado en el atril giratorio.
D. Andrés conversa con Curro su ayudante
D. Andrés conversa con Curro su ayudante
-¡Buenos días D. Andrés!.
- ¡Buenos días Curro!.
Pasándole la mano sobre el lomo,
mientras le ayuda a colocar el pie sobre el estribo, y de una manera salamera,
le dice:
-¡Qué burra más extraordinaria, ésta no es una burra cualquiera es una burra alazana, D. Andrés!
-Gracias Curro, tu tan amable como siempre.
-Gracias Curro, tu tan amable como siempre.
Bajando camino de la ciudad por las siete cuestas.
El terreno de las siete cuestas que
conducen hacia el Camino del Sacromonte, debido a la lluvia caída, está
demasiado blando, y el animal de vez en cuando se desliza dando ligeros
resbalones que hacen que el jinete deambule de un lado para otro.
Escuela y maestro que tuvo Andrés en su pueblo
Vagan por su pensamiento las escenas de
su infancia y de aquella mísera escuela que, en la aldea de Sargentes de la Lora, le tocó vivir, contempla la desidia y el abandono que existe en este barrio de
gitanos que viven en un ambiente troglodita, clamando a voz en cuello poder cubrir sus
necesidades materiales y espirituales.
Al llegar a Puente Quebrada, desde las
cuevas que invaden todo el barranco, bajan los gitanillos medio desnudos,
descalzos y rodeando la burra hacen que se detenga; “La Morena”, pollina dócil,
no hay otra que se le iguale en dos leguas a la redonda, si hubiera que
compararla con alguien sería con Platero,
Platero, blando por fuera como si no llevara huesos....
con algunas diferencias, porque si éste era blando por fuera, que se diría todo de algodón, como si no llevara huesos, nuestra burra sí que tiene un buen esqueleto cuyos huesos saben soportar muy bien el peso de su dueño, cosa que quizás no sabría hacer el de Juan Ramón Jiménez.
Platero, blando por fuera como si no llevara huesos....
con algunas diferencias, porque si éste era blando por fuera, que se diría todo de algodón, como si no llevara huesos, nuestra burra sí que tiene un buen esqueleto cuyos huesos saben soportar muy bien el peso de su dueño, cosa que quizás no sabría hacer el de Juan Ramón Jiménez.
-Toma Carmencita, esta rebeca y tú Juanillo
esta manzana que me he guardado para ti de mi postre, para Manolillo estas
alpargatas que compré ayer.
Montado en el “borrico” de su fijo
pensamiento, que no era otro sino el de intentar redimir a este pueblo, en el lugar más
inhóspito y abandonado de la ciudad, pueblo que suplicaba se le redimiera del
hambre que padecía, avidez corporal de abrigo y alimento y necesidad espiritual
de cultura, de educación; de esta manera meditaba diariamente en su caminar hacia la Universidad.
Con esta obsesión que le martilleaba
continuamente, sin encontrar solución, cada vez que caminaba por aquellos
parajes se le recrecían los sentimientos de ver la manera de redimir a aquellas
gentes. Había comentado con sus amigos los canónigos que estaba dispuesto a
hacerles una escuela a los chicos de aquel barrio de gitanos.
"Ya tenemos aquí un nuevo fundador"
Los canónigos se miraron unos a otros con cierto aire de incredulidad e incluso alguna risa sardónica salió de sus labios y con ese sarcasmo especial alguien comentó.
-Ya tenemos aquí un nuevo fundador.
De la cueva "La Canastera", surgían los cantos de las zambras
Todos estos pensamientos se sucedían uno tras otro por la mente de nuestro personaje; seguía caminando meditabundo y pensativo, no podía soportar la miseria que se encontraba a su alrededor, de la cueva de María la Canastera salían los cantos de la zambra gitana, con los sonidos de la “boda gitana”, “la mosca”, y la “arboreá”.
Todos estos pensamientos se sucedían uno tras otro por la mente de nuestro personaje; seguía caminando meditabundo y pensativo, no podía soportar la miseria que se encontraba a su alrededor, de la cueva de María la Canastera salían los cantos de la zambra gitana, con los sonidos de la “boda gitana”, “la mosca”, y la “arboreá”.
El gitano esquila un burro y la gitana hace canastas
Más allá un gitano esquilaba un borrico, mientras una gitana, con gran habilidad, trenza las largas tiras de mimbre, traídas desde la ribera del Rio Darro y va dándole forma a una canasta.
“La Pella”, gitana octogenaria, con la cabeza cubierta de nieve por las canas de su pelo, y con un clavel rojo clavado en su redondo moño, vendía castañuelas en la puerta de la cueva, mientras una extranjera americana intentaba, de una manera frustrante, darle sonido a aquel instrumento musical desconocido para ella.
Sobre la senda terrosa del Camino del
Monte se escuchaba el trote ligero de nuestra asna que iba dejando un reguero
de polvo; el trasiego de gitanos se sucedía, unos caminando sin rumbo fijo,
otras con sus cantaros, de barro traídos desde Fajalauza, magníficamente colocados en las caderas o en la cabeza,
en busca de agua de la acequia de S. Juan, porque para colma de males
estas gentes carecían de agua, de sistema de alcantarillado, y de electricidad.
Desde las entrañas de la montaña surgían voces que cantaban el Ave María
Al dar la vuelta por la curva del Barranco de los Negros, llegaron cantos extraños a los oídos de D. Andrés, notas que se fueron acentuando conforme se aproximaban al Barranco de los Naranjos, palabras musicales cada vez más perceptibles.
Al dar la vuelta por la curva del Barranco de los Negros, llegaron cantos extraños a los oídos de D. Andrés, notas que se fueron acentuando conforme se aproximaban al Barranco de los Naranjos, palabras musicales cada vez más perceptibles.
Desde las entrañas de la montaña surgían
voces que cantaban el Ave María, Manjón creía que estaba soñando, que aquella obcecación
que le martilleaba su cerebro, le hacía oír lo que solamente era producto de su
imaginación.
“La Morena”, se detuvo en seco,
sospechaba que algo extraño estaba ocurriendo y es que tan compenetrados
estaban amo y animal que "los pensamientos parecía como si se trasladasen mutuamente".
Pensaba que todo aquello era producto de su calenturienta imaginación
Nuestro catedrático, no salía de su asombro seguía pensando que todo aquello era producto de su calenturienta imaginación; siguió escuchando y efectivamente allí se glosaba y se cantaba, curiosamente, el Ave María.
Nuestro catedrático, no salía de su asombro seguía pensando que todo aquello era producto de su calenturienta imaginación; siguió escuchando y efectivamente allí se glosaba y se cantaba, curiosamente, el Ave María.
Los cantos le llenaban de satisfacción
Se bajó de la burra, la ató a un árbol y comenzó a ascender por una vereda, conforme subía se precipitaba y aceleraba cada vez más los pasos por llegar lo más pronto al lugar desde donde surgían las voces, llegó a tropezar con algún pedrusco que se le interpuso en el camino, los cantos llegaban ahora con tal intensidad a sus oídos que en lugar de molestarle le llenaban de satisfacción.
Se bajó de la burra, la ató a un árbol y comenzó a ascender por una vereda, conforme subía se precipitaba y aceleraba cada vez más los pasos por llegar lo más pronto al lugar desde donde surgían las voces, llegó a tropezar con algún pedrusco que se le interpuso en el camino, los cantos llegaban ahora con tal intensidad a sus oídos que en lugar de molestarle le llenaban de satisfacción.
Se detuvo delante de la puerta de una
cueva mal encalada y desvencijada, no se atrevía a llamar y menos a entrar, su
alma sentía tal gozo que se encontraba como anestesiado, como sedado. Al fin se
decidió, empujó la puerta los goznes chirriaron por el óxido de hierro de unas
bisagras envejecidas, de pronto se encontró en medio de una estancia mal
iluminada, donde había una anciana rodeada de unas cuantas niñas la mayor parte
de ellas gitanas.
-Usted los tenga padre.
-Qué hace usted.
-Pues mire, señor, mientras los padres
de estas niñas se van a buscar la vida, (frase común muy utilizada por los
gitanos) yo me encargo de tenerlas recogidas y les enseñó lo poco que sé algo
de letras, algo de números y algo de Doctrina Cristiana.
Dice Manjón que en aquel momento se le cayó la cara de vergüenza de ver que una anciana, tenía por loca por los entendidos del barrio, estaba realizando una labor que él venía tiempo deseando realizarla y no se había atrevido a acometerla.
-Señora, ¿Es suya la cueva?
- No señor, es de alquiler, pago cuatro
pesetas y cincuenta céntimos.
- Yo me haré cargo del alquiler y todos
los días le mandaré comida de la que se hace en la Abadía para los colegiales y
los domingos subirá a participar en la celebración de la misa.
Recordaba la escuela de su infancia
Todos los días cuando bajaba a dar clase a la Universidad llegaba a ver a su anciana maestra a la que los vecinos le llamaban “La Maestra Migas”, y a sus alumnas, pero sus sentimientos no se encontraban satisfechos pues aquella escuela era aún peor que la que él vivió en su infancia en la aldea de su nacimiento.
Pensó, si con un tal local, tal maestra,
y tales medios pedagógicos ha surgido una escuela en el barrio más inhóspito de
Granada, pienso que mejorándolo todo podremos llegar a donde queramos y tener
la mejor escuela que se le pueda dar a este lugar.
Las grandes obras, normalmente, han
surgido de pequeños embriones, el Nacimiento de Cristo en un desapacible
establo, las Escuelas del Ave María surgieron en una cueva en el Sacromonte.
Manjón estaba deseando de darle un giro
a aquella escuela, se enteró de que vendían cerca de allí el Carmen de los
Naranjos.
Quería que me informase sobre la venta del carmen
El Carmen de los Naranjos, era uno más de los varios que había por aquellos alrededores, tenía un cancel de hierro pintado en verde a través del que se veía la casa del dueño.
El Carmen de los Naranjos, era uno más de los varios que había por aquellos alrededores, tenía un cancel de hierro pintado en verde a través del que se veía la casa del dueño.
En una anilla conectada a un cable de
alambre, introdujo su dedo índice y una campanilla tintineó, esperó un momento
y por la rampa que daba acceso subió un hombre, abrió la cancela y saludó
dándole la bienvenida.
-Venía a enterarme sobre la venta del
carmen.
-Pase usted y hablaremos.
El rumor del agua, que corría por el
arriate que baja por el margen izquierdo del camino que conduce a la casa, fue
el lenguaje musical que nos acompañó, junto con el perfume embriagador de los
jazmines que había a un lado y otro del camino descendente.
Las aguas del río pasan bordeando la finca
La casa del carmen tiene dos plantas pero curiosamente se entra por la parte de arriba a través de un pasillo rodeado de gigantescos bojes y un enorme pino centenario; por una ancha escalera de ladrillos se baja a la parte de abajo donde hay un jardín y se puede escuchar el rumor de las aguas del río que pasa bordeando y lamiendo los pies de la finca.
La casa del carmen tiene dos plantas pero curiosamente se entra por la parte de arriba a través de un pasillo rodeado de gigantescos bojes y un enorme pino centenario; por una ancha escalera de ladrillos se baja a la parte de abajo donde hay un jardín y se puede escuchar el rumor de las aguas del río que pasa bordeando y lamiendo los pies de la finca.
D. Andrés había comprado otra cueva con
casa al borde del camino del Sacromonte, pero no era suficiente para albergar a
los niños que se iban agregando, este fue el motivo que le empujó a ponerse en
contacto con el propietario y adquirir el carmen.
Se hizo el trato y por el precio de 5.250 pesetas lo adquirió aunque se gastó otro tanto en arreglarlo y hacer muros de contención porque el río con su filo cortante iba limando y ganándole terreno.
Allí se ensayó la enseñanza al aire libre
Allí entre bojes y rosales, a la sombra de la parra y el ciprés, se ensayó la enseñanza al aire libre, que daría hermosos resultados. Aquellos 6.000 metros cuadrados de que consta el carmen, se le puso en nombre de S. José.
Allí entre bojes y rosales, a la sombra de la parra y el ciprés, se ensayó la enseñanza al aire libre, que daría hermosos resultados. Aquellos 6.000 metros cuadrados de que consta el carmen, se le puso en nombre de S. José.
Sigue el canto de los niños de S. Ildefonso, elegantemente vestidos, cogiendo las bolas que se deslizan por el tobogán que las conduce a la batea donde son recogidas por unas manos que, durante muchos días, han ensayado la función tan bien resuelta en estos momentos.
Lección práctica en una clase al aire libre
Sigo tecleando el ordenador mientras pienso, serán afortunados todos aquellos a los que la suerte les acompañe hoy, pero mi reflexión es la de ser un privilegiado, pues el mejor premio de mi vida ha sido el haber nacido, criado, ejercido la profesión de maestro y seguir en contacto con el mejor Colegio del mundo en un valle maravilloso llamado Valparaiso, uno de cuyos siete cármenes que lo componen es el de los Naranjos, llamado de S. José.
Sigo tecleando el ordenador mientras pienso, serán afortunados todos aquellos a los que la suerte les acompañe hoy, pero mi reflexión es la de ser un privilegiado, pues el mejor premio de mi vida ha sido el haber nacido, criado, ejercido la profesión de maestro y seguir en contacto con el mejor Colegio del mundo en un valle maravilloso llamado Valparaiso, uno de cuyos siete cármenes que lo componen es el de los Naranjos, llamado de S. José.
Pasos seguidos en la realización de este
óleo.
Es un encanto de colegio .Y es mas como lo comentas .Sigue así por muchos años. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida
ResponderEliminarEl comentario anterior lo firma Conchita Arroyo Guerrero
ResponderEliminarD. José maravilloso trabajo el que acaba de colgar en las redes, sobre los comienzos del Ave-María. Su descripción de como oye las cánticos de las alumnas de esa gitana mayor en su cueva y como le anima a D. Andrés a comprar el Carmen de los Naranjos para poder darle la educación a esos gitanillos de ese barrio tan maravilloso, como es el Valle de Valparaíso.
ResponderEliminarEnhorabuena, por la descripción hecha de mi barrio, donde viví unos años en Puente Quebrada, y en el que me ha recordado tan buenos momentos que .
Saludos Miguel Hidalgo Linares, primo de los Gemelos
Estimado Miguel Hidalgo Linares, te recuerdo de niño por este barrio sacromontano y por estas Escuelas del Ave María, ambos te marcaron y dejaron una profunda huella que continuamente recuerdas con cariño. Agradezco tu enhorabuena hacia el archivo del Carmen de los Naranjos y te invito para que saborees el archivo que está recién salido del horno de mi ordenador con el título: EL ALBAYZÍN. EL MEJOR BELÉN VIVIENTE DEL MUNDO. Un abrazo.
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