Esta mañana, día de la Candelaria, cuando
lógicamente las candelas tendrían que hacer honor a su nombre y caldear el
ambiente, se da la circunstancia que es todo lo contrario, “hace un frío que
pela”, como corrientemente se dice en el argot
popular.
Un
grado marcaba el gigantesco termómetro de Plaza Isabel la Católica, a las diez de la mañana y hasta
el monumental grupo escultórico de la Capitulaciones, recientemente nevado
estos días, temblaba de frío.
Monumento a las Capitulaciones
Las
gentes caminaban tan lentamente, ateridas por el frío, que parecía que estaban
agarrotadas.
Doblar
la esquina del Banco BBVA e intentar entrar en Reyes Católicos, era un riesgo
que había que correr, los suspiros del Valle de Valparaiso, convertidos en
lenguas de brisa gélida me escupieron el rostro, arañándolo como si fuese unas
garras depredadoras que pasan sin dejar heridas pero sí, frialdad que cala los
huesos.
Calle de Reyes Católicos
Un
cielo azul celeste se vislumbraba allá arriba como un enorme lienzo cubierto por un rebaño de ovejas blancas transformadas en nubes, deshilachadas como las
circunvoluciones y anfractuosidades de un cerebro, mientras por el fondo del
Valle se oteaban otras vestidas de oscuridad, adoptando la forma de enormes lobos por el
poder manipulador de las pereidolias,
Parece que está triste (pereidola)
como si quisiéramos creer por la forma
que aparentaban, eran manadas de feroces lobos que querían devorar a las
humildes, e inocentes albas ovejitas, avanzando rápidamente y entremezclándose
para tomar la apariencia de inocente corderitos.
El
microbús albaicinero, vestido de rojo, esperaba engullir a todos los que
querían darle descanso a los pies y poder evadir el riesgo de un tras pies por
la Carrera que, hace honor a su nombre por la brillantez del preciado metal que
en sus entrañas esconde. La Carrera que da oro, Dauro, Darro.
La calle más famosa del mundo. La Carrera del Darro
Un
grupo de gente esperaba bajo la
marquesina, donde obligatoriamente para el autobús para tomar fuerzas y poder
remontar la empinada Cuesta del Chapiz.
Poco
a poco el grupo se fue engrosando, después de ser reconocidos por el
representante del Aula de Mayores (ALUMA) y recibir un panfleto informativo de
lo que en esa mañana estábamos dispuestos a disfrutar.
Éste
era mi bautismo dentro de este organismo, que se dedica a proporcionar a todo
sus afiliados los placeres y la dicha del disfrute de la Naturaleza, de los
ricos tesoros convertidos en museos, palacios, viajes a los lugares más
entrañables, para regocijo de todos los que en ellos participan, cultura y
divertimento a raudales.
De
momento me sentía como uno más, había un ambiente acogedor, de amigos, yo diría
casi familiar, por lo que no me sentí extraño para nada, máxime cuando sentí el
calor de un abrazo de alguien que hacía tiempo no había visto pero que reconocí
inmediatamente, de un compañero de trabajo y la llegada de la causante de que
yo me encuentre ligado a esta camaradería, Amparo Mora Montes, y sus dos
amigas.
Rafael Villanueva, da comienzo la visita
Aquel
pequeño grupo inicial se fue engrosando de tal manera que, al poco rato se había incrementado en unas
sesenta personas; íbamos a ser el pasaje de un “crucero de tierra”, capitaneado
por un excelente y bien documentado guía, Rafael Villanueva, por cierto, buen
amigo y conocido por relaciones avemarianas y de vivencias en éste barrio,
parte baja del Albayzín.
El
astro del día intentaba, en una lucha casi encarnizada, abrirse paso entre
dóciles nubes blancas y oscuros y tenebrosos nubarrones que se lo impedían
mientras la Sultana Alhambra desde la altura contemplaba el escenario.
El
intenso frío se había aunado para acompañarnos, pero los abrigos de pieles,
gorros de lana, sombreros, guantes, bufandas y demás atuendos, iban a jugar el
papel que les corresponde para impedir que el frío hiciera de las suyas.
Plaza de Bibalbonud. Plaza de Abad
Nuestro
guía comienza la introducción remontándonos a la época en la que se
conquista Granada, y la necesidad de
clarificar las tramas urbanas
construyendo plazas que van a aparecer delante de puertas, una de ellas
es la de Bibalbonud, la Plaza de Abad detrás del Salvador. La segunda plaza
que se hace es la del Arco de las Pesas, plaza de la Almajura o Plaza del
Albayzín,
Plaza de Almajura. Plaza del Arco de las Pesas
siguiendo las costumbres romanas de poner los mercados a la salida de
las ciudades, a partir de esta plaza, ya muy avanzado el XVI como consecuencia
de unas reformas en las pescaderías y carnicerías, va a aparecer la Plaza
Castellana del Salvador
Plaza del Salvador
y la tercera
plaza es justamente ésta en la que nos encontramos la del Paseo de la
Cuesta de Guadix, aquí había unas
alamedas propiedad de los señores de Zafra y ellos las transforma en esta
plaza, porque aquí había una puerta en la muralla, muralla que se encuentra
aquí debajo que se hace para cerrar este barrio; esta plaza adquiere
finalidades de tipo lúdico, hizo referencia a la Casa de las Chirimías.
En el
1605, un año trágico porque comienza la expulsión de los moriscos de España, de
1608 a 1614.
Plaza del Paseo de los Tristes
La Casa de las Chirimías.
Este edificio, a modo de torreón, tiene una parte baja donde se
ponían los alguaciles, en la primera planta los caballeros XXIV y el Cabildo, y
arriba la orquesta de chirimías, que animaban las fiestas, dándole música a los espectáculos que se celebraban aquí, corridas de toros, de cañas, venían los nobles
con sus grupos montados en caballos. Todos los que estamos aquí, por la edad
que tenemos, hemos presenciado los festivales del Corpus, el escenario sobre el
río, pues cambien pongan sobre el río las gradas y en la zona de la plaza, los
toros.
Casa de las Chirimías
A
partir del siglo XIV el arrabal del Albayzín , lo llamo así, porque no tiene
murallas, hay que cercarlo hay que cerrarlo con murallas y se construye una que
mide dos kilómetros seiscientos metros, la Muralla de don Gonzalo, la de San
Miguel Alto que comenzaba justamente aquí en la esquina y terminaba muriendo en
Elvira,
Muralla de don Gonzalo
dejará de ser arrabal para convertirse en un nuevo barrio pero, ¡menudo
barrio! era el único barrio que tenía jueces propios y Mezquita Mayor propia,
los jueces no dependen del cadí de la ciudad, dependen del sultán de la
Alhambra, no solo estaba la Mezquita Mayor, el actual Sagrario, donde se hacía
la oración del viernes, esto nos habla del potencial económico y humano que
tenía este arrabal. Este arrabal que está fuera de la muralla del siglo XI, en su conjunto es lo que llamamos como Albayzín.
Nosotros
estamos en un sitio importante porque a partir de la Alhacaba de Guadix, Cuesta
del Chapiz, (alhacaba significa cuesta) a partir de siglo XVI van a aparecer
las Casas del Chapiz, casa de los moriscos, Hernán López el Feri y Lorenzo el
Chapiz que le va a dar nombre a la cuesta, una serie de cármenes, una
serie de paratas de cultivo que llegaban hasta aquí, surgiendo muros que nos van a parecer murallas, pero que son simplemente muros de
separación de huertas, una de esas huertas la que hay más próxima al río es donde está el Palacio de los Córdovas, que
vamos a ver esta mañana, pero que no siempre estuvo ahí, sino donde estuvo el
antiguo Banco de Santander.
Panorámica del Albayzín siglo XIX
El guía explica
exactamente donde se encontraba y como en el año 1919 es tirado y vendido lo
compra una familia que se apellidaba Flores, Ricardo Flores "El Merengue" dueño del Cine Regio, lo instalan en una casería, llamada la
Noria por la Avenida de Pulianas, doña Gilda Fernández de Córdova impidió que
fueran trasladados a Córdoba hizo un acuerdo con el Ayuntamiento, en el que el éste compraría los terrenos, ellos aportarán los restos y se levantará
el Palacio de los Córdova en éste lugar.
A
principio de los ochenta, se celebró una exposición de arte mudéjar en la que
vino su majestad el Rey Juan Carlos primero, a inaugurarla, la parte alta donde está el archivo histórico
del edificio, tiene la mejor colección
de armaduras mudéjares que existe , todo
esto se hizo muy bien para que después las armaduras encajaran perfectamente.
El Rey Juan Carlos I
Mientas
el señor Villanueva, de forma elocuente, va narrando, mi mente, no sé por qué,
hace sacar de mi subconsciente las vivencias de mi infancia en este barrio, donde pasé prácticamente toda mi
vida.
Son las siete de la mañana, de un día
de San Pedro, cuando el barrio está celebrando sus fiestas, un cohete ha hecho
¡pum! En lo más alto del amplio espacio que se cierne sobre el río, una
multitud se agolpa a ambas partes del cauce esperando que comience el espectáculo,
mientras la caña que portó la carga de pólvora cae sobre la poza de agua donde
va a tener lugar la exhibición, allá arriba queda una pequeña humareda que poco
a poco se va difuminando. Van a dar comienzo las tradicionales “pasaeras”, es
el primer aviso.
Puente del Aljibillo
Después de lanzar el segundo cohete,
por la Cuesta del Chapiz van bajando las gentes del Sacromonte y de otros
lugares del Albayzín, para agregarse a la muchedumbre, no hay absolutamente
ningún hueco donde poder depositar los pies, ni las posaderas, de los que van
llegando; desde el Puente del Aljibillo, explanada del Rey Chico, pretiles que
dan al río, todo está ocupado.
Risotadas estruendosas cuando alguno
que, durante la noche, ha bebido de más, se precipita voluntariamente en el
agua.
Preparando la poza de agua
Tercer y último cohete al aire, es el
momento de que comience la función. Una enorme poza de agua sujeta con una
valla de piedras, confeccionada el día anterior, con ramajes y juncos sacados
del mismo río, taponan las posibles vías de escape del agua.
Una serie de piedras puntiagudas afloran
sobre la superficie, dejando ver una zona resbaladiza, sobre las que
se les ha untado algún producto que va a impedir que al colocar las plantas de
los pies, de las atrevidas damas, puedan pasarlas, y por lo tanto den al traste
con sus intenciones.
El concurso es solamente para
señoritas.
Hay una gran expectación, algunos por
los chapuzones que se puedan dar las
mozas, que intenten el desafío, otros por verle las nalgas, si es posible, a
las que vayan cayendo al agua.
Pasan los minutos y nadie se ve por
los alrededores de la poza, con ánimos de intentarlo, por fin “La Pepa”, la
hermana de “La Juana”, la “jorobailla”, se acerca animada por el público, que
comienza a aplaudirla para darle ánimos.
Dentro de la poza con los pantalones
remangados, hasta las rodillas, los organizadores les ofrecen sus manos para
ver si se arranca, ya que no la ven muy decidida.
Tímidamente entra en la charca, coloca
el pie sobre la primera piedra y ¡bum!, antes de subir el segundo pie, las
aguas hicieron presa de ella, porque la piedra que parecía un obelisco, no pudo
soportar el peso y ambos, piedra y concursante cayeron al agua.
Los estruendos de carcajadas de los
presentes llegaron hasta Plaza Nueva.
Nueva tentativa y nuevo chapuzón.
Aquello se anima cuando un borracho quiere ayudarla, ella se resiste y él, ni
corto ni perezoso, se precipita en el agua, nuevas carcajadas de la
muchedumbre. Nuevos cohetes al aire.
“La Pepa” insta a los organizadores
para que fijen bien las piedras, y con el vestido completamente empapado y
ajustado, dejando entrever toda la figura de su cuerpo, en un arranque de genio
corre carrerilla y pasa una, dos, tres piedras, en un alarde de velocidad, pero
al llegar a la cuarta, ¡cataplúm! Un nuevo chapuzón.
Nuevos aplausos, cohetes al aire y
Molina, el jefe y organizador de todas las actividades que durante estos días
se van a realizar, desde la otra parte de las márgenes del río, muestra las
cien pesetas como premio al que consiga pasar todas las piedras.
“La Pepa”, da la impresión que sabe
cómo va a realizar el último asalto, sin ningún pudor se arremanga el vestido
hasta la cintura, dejando al descubierto otro
“especta-culo”, y como una cabra loca y la rapidez del rayo dando saltos
sobre las siete piedras separadas unas de otras consigue alcanzar la otra
orilla y el tan preciado premio.
Aplausos a reventar y la espera para
que alguien más se decida a realizar la proeza, ésta fue la única concursante y
éste el último año de las famosas “pasaeras”.
Paseo de los Tristes en la actualidad
Aquel
Paseo de los Tristes, no se parece en nada al de ahora, era terroso y los
niños del barrio podían tranquilamente jugar a la pelota, sin hacerse daño
cuando caían al suelo; había un enorme pino de ramas abiertas lindando con el
pretil del río y junto a él se colocaban los columpios de las fiestas de San
Pedro.
Las barquillas
-¡Maestro, no me frene más! Qué quiero
dar más vueltas con la barquilla.
Era uno de los gritos que lanzaba al
aire la valiente Mari Carmen que se había apostado con sus amigas dar treinta
vueltas seguidas, mientras el dueño de los columpios la frenaba continuamente.
Las barquillas tenían un doble asiento
de tal manera, que se podían subir dos personas, una frente a la otra, los pies
bien sujetos, sobre todo aquellas que sobrepasando la altura, podían girar una y
otra vez como si fueran una pequeña noria.
Había que empujar una vez que el
encargado le daba el primer impulso, y con la fuerza de los brazos y el cuerpo
ir poco a poco remontando hasta llegar a coger la vertical. Había un momento de
emoción cuando la canasta se quedaba, por un pequeño espacio de tiempo, arriba
quieta sin decidirse a dar la vuelta completa, permanecer un buen rato allí
arriba, era de lo más intrigante, con el ocupante cabeza abajo hasta dejar
caer la barquilla balanceándose y pasando por el punto de partida.
El dueño del columpio levantaba la
palanca con la tabla desgastada cuando pasaba zumbando al nivel del suelo,
aquello producía una ira terrible a la chica que ansiaba demostrar a todos
cuántas vueltas estaba dispuesta a dar.
-Manolillo he hablado esta mañana con el dueño de los caballicos y esta tarde
me deja que entre dentro para empujar.
Aquellos caballicos no son con los de
las ferias de ahora, que suben y bajan, que se mueven impulsados por un motor
eléctrico, que llevan una música de carrusel, no, aquellos caballicos montados
sobre un tablero circular que rodeaba el eje central, estaban
desgastados, mal pintados, de ir de feria en feria por barrios y pueblos de
poca demografía.
Los chicos del barrio que eran
seleccionados por el dueño, se colocaban en el espacio que limita el tablero
con la torreta que hace de eje central y apoyando las manos sobre los hierros
verticales que unen el tablero con el techo, a una orden comenzaban a empujar.
Por regla general eran cuatro o cinco los privilegiados, que se daban la paliza
de empujar y frenar, pero eran la envidia de los otros que, desde fuera, veían como cuando no empujaban se sentaban en el tablero, al pie de los caballicos, y de
este modo se paseaban.
Cuando terminaba la feria y se
desmontaban los columpios, por un largo espacio de tiempo quedaban las huellas
de los frenazos, marcadas en el terroso suelo formando un círculo que con el
tiempo iba desapareciendo.
Las cadenas
La música de un rayado disco saliendo
por los altavoces, colocados en un poste de madera, se mezclaba con el
jolgorio de los otros columpios y el gritería de la gente que subida en las
cadenas empujaban con los pies al que iba delante para lanzarlo al espacio lo
más alto que se pudiera, o conseguir liarle las cadenas dándoles vueltas para
regodearse cuando éstas se desliaban.
Las cadenas
¿Y qué me decís de la noria? Por
favor, no os figuréis la gigantesca noria que existe en las ferias de hoy;
aquella era pequeñita unos cinco metros de altura, giraba cuando el encargado
cogido de la base de una de ellas, las iba empujando una tras otra hasta coger
la velocidad apetecida. Las barcas las adornaban con unos volantes de lunares
como si fueran gitanas que van a la feria.
La noria
El griterío cuando bajaban, con aquel
cosquilleo en el estómago, y algazara, hacía que se te derritiera el cuerpo.
El Hotel Reuma
Por la noche había dos verbenas con
sus correspondientes bailes; en los jardines del Hotel Reuma en la margen
izquierda del río, la orquesta de Paquito Rodríguez y el acordeón del "Mascota",
En el huerto de “María la Carbonera”,
también había otro baile, no con tanta elegancia, las entradas eran más
económicas, y acudían los menos pudientes, sabiendo que al final saldrían bien maquillados por el polvo negro del carbón que en aquella
pequeña fábrica se elaboraba.
Alguna que otra pelea por quererse
“llevar al huerto” a alguna de las “traqueras”, que solían acudir.
¡Qué tiempos añorados, que no
volverán, aunque hayan sido sustituidos por otros distintos!
María la Churrera del barrio
Todos los fines de semana en la puerta
del huerto de “María la Carbonera”, con su delantal blanco, reluciendo como los
chorros del oro, otra María, “la churrera”, con su máquina de hacer churros
apoyada sobre el hombro, con gran maestría, iba deslizando sobre la enorme
sartén, de aceite hirviendo, la alargada masa que salía de la manguera,
girándola una y otra vez hasta formar aquellas enormes ruedas de churros que, cortadas en trozos y liadas en papel de estraza, se iba llevando la gente del barrio
para desayunar en familia, sobre todo los domingos.
El
grupo se puso en marcha, y saliendo del letargo de mis añorados y pasados sueños, de un tiempo que quedó anclado en la distancia para no volver más, recuerdos
que uno entierra pero que nunca van a dejar de perseguiste, cruzamos por
delante del Puente del Aljibillo para
colocarnos ante la puerta de entrada al Palacio de los Córdova.
Entrada a la zona del Palacio de los Córdova.
El
airecillo frío que cala los huesos hace que más de un cuello se remangue, los gorros se hundan con más intensidad y las manos no tengan la menor
intención de dejar que los guantes dejen de cubrirlas.
Antesala al Palacio
Vamos
entrando en la antesala al Palacio de los Córdoba con la prisa de querer
liberarnos del fresco gélido que a escape baja por la Cuesta del Chapiz desde las
alturas del Albayzín, nos colocamos alrededor de una fuente que alberga
escondida en su interior el agua, que no ha querido salir, quiso asomar
la cabeza y renegó porque vio que se
podía transformar en materia sólida.
Aparece
el nombre de D. Antonio Dalmases, en boca de nuestro guía, cómo uno de los
pioneros que intervinieron en la construcción de este monumental edificio y de
los elementos que ,siendo ajenos al mismo, le dieron un gran empaque como el que
nos encontramos ahora.
D.
Antonio era administrador de las monjas de Santa Paula de las Jerónimas y él
tuvo mucho que ver en devolverle a San Jerónimo el aspecto monacal que perdió
después de llevar tantos años como cuartel, después de ciento cuarenta años,
vivió muy cerca de aquí, en el Carmen de los Mínimos, y a él se le encargó esta
entrada con elementos característicos de Granada como es por ejemplo esa
balaustrada,
que nos recuerdan las
barandas de las casas moriscas y esta
entrada con azulejos en la que pueden ver que está formado por un arco
tripartito con lo que trata de meter el tema de las casas del mundo musulmán,
porque ustedes no ven el palacio tienen que atravesar la arquería para que
a través de ese pasillo descubramos solo la portada del palacio, para aproximarnos al
tamaño; Antonio Dalmases desde aquí quiere evocar esos quiebros visuales que
nos encontramos siempre en esas casas de tradición árabe que nos permiten ver
un poco del interior.
El acuerdo para la construcción fue entre doña Gilda
Fernández de Córdova y el Ayuntamiento.
El piso bajo sigue siendo propiedad y uso de
la familia Fernández de Córdoba, hay en la Cuesta del Chapiz un poco más
arriba un portón que da acceso a la entrada a la parte baja del edificio de
utilización de la familia Fernández de Córdova. Entre las salas de la parte
baja solo el comedor se utiliza como espacio público, el resto es de la familia
Fernández de Córdoba, el actual jefe de la familia es el Marqués de Griñon.
Marqués de Griñón
Vamos a ver bastantes
cosas, pero hay un comedor que procede de un palacete de Madrid, cuando el Rey
Juan Carlos viene a España a la sombra de Franco, estuvo viviendo en ese
palacete y cuando viene a visitar este palacio se encuentra con algo que no
esperaba, el comedor.
Después
de atravesar el arco porticado tripartito, un pequeño surtidor enclaustrado
entre arrayanes en forma circular, que no ha tenido pereza para asomar su
cuello acuífero, surge lentamente sin apenas hacer ruido para saludarnos.
Una amplia zona lateral limitada por
gigantescos pinos me permite adelantar, al lento caminar del grupo.
Banderas
de la Nación de Andalucía y Granada impertérritas, como soldados que hacen
guardia a la entrada del cuartel se
alzan en lo alto de elevados mástiles, para no desentonar con la grandiosidad
del palacio.
El grupo aterido pero atento, sigue las explicaciones del grupo
Vendría
una extensa aclaratoria de donde estuvo ubicado este palacio anteriormente, entre
el actual Madoc, antigua Capitanía General, el Convento de las Carmelitas Descalzas, el
Banco del Santander y la Calle estrechita de Sierpe Alta, de la que en el
lateral izquierdo hay una clara representación y donde, el guía desplazó al
grupo para que la viéramos. Entre
Cortefiel, Reyes Católicos, el Madoc, y las Carmelitas, encontraríamos este edificio,
mirando a las Carmelitas.
Convento de las Carmelitas Descalzas
Había
un teatro, cine de verano “Gran Capitán”, cuando este teatro desaparece más el edificio de correos, surge un solar donde
después aparecería la Plaza de Isabel la Católica y el edificio del Banco de
Santander, aquí estuvieron, durante algún tiempo, las figuras de Colón y
de Isabel cuando se trajeron del Salón.
Solar donde después aparecería la Plaza de Isabel la Católica
Como
es normal, o corrientemente suele suceder, surge la “malafollá granaína”: “Entre Isabel y Colón parece que hay ligue”,
y es que los granaínos somos así, no podemos evitarlo.
Traslado del monumento a su nueva ubicación.
Las
obras de esa portada se comienzan en la mitad del siglo XVI.
Aparece
la figura de D. Álvaro de Bazán el único almirante que murió sin perder
ninguna batalla, porque la única que tuvo que perder fue aquella famosa de la
“Armada Invencible”, surge el Archivo de Marina, en la Mancha, está en medio de
un secarral , al lado de ese palacio hay una iglesia que conserva faroles como
uno que tenemos aquí en el Rosario, copia de los que iban en aquellas naves,
hay también un cocodrilo.
Archivo de la Marina
Nos
hemos salido un momento del “redil”, lo que demuestra que no hay problema en mezclar temas que al fin y al cabo todos, como un enorme tejido en construcción, se relacionan.
A
finales del siglo XVI, los propietarios eran D. Luis Fernández de Córdoba y su
mujer, por eso vamos a encontrar en la portada las iniciales de estos dos
personajes,
Vamos
a ver una portada que en parte no es verdad porque se rehízo por completo, por
ejemplo esos elementos que hay en la parte alta son de escayola de exteriores, los hizo un profesional pariente político del guía. Hubo que rehacer partes
que habían desaparecido pero en conjunto quedó igual que el primitivo.
Portada principal y elementos que la constituyen
Aparecen
elementos y escudos que establecen
conexión entre Boabdil y Gonzalo Fernández de Córdoba, existiendo una gran
amistad entre ambos, hasta que Boabdil se marcha definitivamente para Maruecos.
Las
Capitulaciones se negociaron en la Torre de Comares, pero no todas, algunas en
un sitio emblemático Churriana, que está a la misma distancia de Santa Fe, que
de Granada.
Gonzalo Fernández de Córdoba. El Gran Capitán
¿Por
qué un simple capitán intervino como elemento principal en las Capitulaciones?,
porque el Gran Capitán era un hombre de frontera y como tal sabía hablar y
escribir el árabe, por eso las Capitulaciones se hicieron verbalmente y de forma directa, de ahí surgió la
gran amistad entre Boabdil y el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, esa
relación entre los dos queda reflejada en esta fachada en el escudo encima de
la puerta.
Toda
esta fachada hubo que rehacerla totalmente porque no existía, la familia que
compró el palacio solo lo hizo del patio y de las maderas.
Entramos
en un gran salón con sillones vestidos de terciopelo rojo, tiene una rica
techumbre que hubo que colocarla sobre una estructura que va en consonancia con
el patio. Bajo la dirección de un puntero de luz roja nos irá transportando a
la visión y riqueza de una techumbre donde aparecerán nombres, con su correspondiente explicación: alfardón,
verduguillo, labor de menado, ménsulas, zapatas antropomorfas, si tienen
elementos humanos, zoomorfas si son animales los que decoran…
Hay
un edificio en la Calle Benaluna, la Casa de los Migueletes, hoy un hotel, en
cuyo patio están estos dos tipos de
zapatas.
Salimos
al patio,
-¡cuidado con el escalón! porque el salón, donde hemos entrado, había
que bajar unos cuantos escalones.
Para
pasar al patio hemos tenido que salvar otro escalón, en el edificio antiguo el
zaguán estaba a la misma altura del patio, no había que rebasar ningún escalón,
estaba todo a la misma altura.
Patio del Palacio
Al
avanzar el siglo XVI, aparecen los plintos en la base de las columnas, arcos
muy deprimidos, y en la parte alta los corredores con elementos decorativos.
A continuación
pasamos al comedor, cuando entremos en él piensen en el Rey Juan Carlos que
estuvo viviendo en Madrid en el Palacio de los Fernández de Córdoba, se
encuentra con el lugar donde él comía a diario y al entrar todo asombrado dijo
con voz enérgica,
-¡coño,
si aquí comía yo!
Este
comedor no era del palacio pero la familia Fernández de Córdoba se lo trajo
aquí, con unas pinturas decorativas de Fortuny restauradas preciosas.
En el comedor
Existe
una gran diferencia entre el corredor y el tejado, aquí hay un problema, en esta
zona existen unos cambios de temperatura muy fuertes, excesivo calor en verano y un
frío en el invierno ¡que te puedes morir!
Entonces
se hizo esa especie de bohardilla, que es una cámara de aire que amortigua esos
cambios bruscos de temperatura. Pero esto no fue suficiente, actualmente el
sistema de refrigeración y calefacción es lo suficiente para mantener el
edificio en perfectas condiciones, para el archivo que hay, aunque el nuevo
archivo está más arriba cuando salgamos lo podremos ver a la derecha, cuya
mayor parte está bajo tierra, para evitar que el impacto visual desde la Alhambra
no fuera demasiado grande.
Futuros archivos municipales
Va a quedar muy poco edificio fuera, esto se hizo
con los primeros fondos europeos que llegaron a Granada, se acabaron los fondos y el Carmen del Negro está ahí muerto hasta que venga a mejor vida,
ahí se trasladará el archivo que hay aquí, pero me parece que se va a quedar
pequeño, porque el proyecto original hablaba de dieciocho kilómetros de
estanterías, y solamente se hicieron espacios para doce kilómetros, pero cada
año surgen más papeles, así que el día que se inaugure se quedará totalmente
pequeño.
El comedor
Entrar
en el comedor fue todo admiración, plenamente decorado, magníficas pinturas,
mármoles, lámparas de araña, espejo grandioso, donde cómodamente el reflejo de
nuestros cuerpos tuvo cabida.
Surge
una voz que dice:
-¡Pepe, haznos una foto!
-¿Dónde, con el Emperador o con los
Reyes?
Dejamos
el patio y subimos a la parte de arriba. Observamos los decorados de madera que
se hacen en el taller y se pegan en el techo del pasillo de esta galería
que circunda todo el patio.
Pasamos
al salón del gran balcón donde un día comió un Presidente de los Estados Unidos, dijo que había presenciado la mejor puesta de sol junto con la del Cañón del
Colorado.
La puesta de sol de Clinton
Hicimos
un poster con la Torre de la Vela al fondo y un sol que se ponía a la derecha,
¡un milagro! cosa que no es posible porque el sol no se ha puesto, ni lo va
a hacer nunca por la Torre de la Vela,
el sol se acuna todos los días por Sierra Elvira, pero nosotros hicimos ese
poster y debajo ponía firmado: Bill Clinton. Estalla el escándalo de la becaria, para tener
que rehacer el poster y tener que borrar el nombre, porque ya políticamente no
era correcto lo de firmado por Bill Clinton.
Una
extensa y amplia descripción del artesonado y de las variadas clases que
existen con sus diversos elementos que los componen, junto a una serie de
enormes planos de Granada que cubrían
las paredes del salón e incluso algún óleo, darían paso para que se descubriera el telón tras el cual apareció un magnífico decorado.
Igual
que se puede deslizar el telón de un teatro para dejar contemplar las
bambalinas, y decorados de la función
que se va a presenciar, las puertas del ingente, grandioso y monumental balcón, que nos
separaba del exterior, se fueron desplegando lentamente, mientras los ojos de los que
deseaban ver el espectáculo, cada vez se fueron abriendo con más intensidad.
Un aire
fresco llegado desde la vieja Sultana, acarició el rostro de todos los
presentes, un airecillo con mochila cargada de frescor que no solo no nos
inmutó sino que nos animó la sensibilidad al contemplar, quizás para algunos
por primera vez, un decorado muy marcado en nuestro interior, pero con una
perspectiva totalmente novedosa que nos hizo exhalar una exclamación de
admiración: oooooooh!
Pronto
el balcón se vio saturado de móviles que se querían llevar grabado en su
retina, el los personaje allí colocados, individualmente, por parejas o pequeños grupos,
pero siempre indicando al fotógrafo.
-¡¡¡Eh¡¡¡,
que se salga la Alhambra.
Con
el macuto de nuestra mente bien cargado de arte, nos dirigimos Cuesta del
Chapiz arriba, repudiando el maltrecho y abandonado Carmen del famoso fotomatón
de Granada, “Guerri”, el Carmen del Negro, destruido y maltrecho, alabando la grandiosidad
de las Escuelas del Ave María del Padre Manjón, donde se vende a raudales:
Educación y Enseñanza, cuyo lema fundamental es el de: “Enseñar haciendo para
educar enseñando”.
Mientras
esto ocurría, acompañado por una amable señora del grupo, a la que
le debo estar esta mañana por aquí, nuevamente vuelven a pasar por mi mente
recuerdos de mi infancia de estos lugares.
Hemos salido del palacio de los
Córdobas, pero con las alas de la imaginación me vuelvo al pasado, al pretérito
de mi infancia, de este mismo lugar una extraordinaria huerta, la llamada, Huerta
de Millán veo salir al propietario acompañado de su señora y de sus dos hijos.
Millán Millán Muñoz
Millán es el administrados de unas grandes fincas, su hijo también de nombre y
apellido Millán, compañero mío estudia bachillerato en el Seminario de Maestro.
Intelectual, como él solo, prueba de ello el cargo que actualmente desempeña a
nivel del calentamiento global, cambios en el medio ambiente, es el Director
del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo; sin embargo, de chiquillo, era todo un diablillo, raro era el día que no traía un invento nuevo al
Colegio, algunos de ellos con detonaciones incluidas, muñequitos de papel
pegados en el techo de la sala de estudios, obra de sus manos, qué hábilmente
los colocaba, produciendo la indignación del educador de turno. Alguna
aventurilla cuando no quiso presentarse en casa después de un suspenso y vivió
una noche subido en un olivo allá por la barriada del Fargue. Los grandes
genios desde la infancia han tenido sus propias manifestaciones.
Productos de la Huerta de Millán
Aquella mañana iba a la huerta a
comprar tomates, pepinos y berenjenas, que se encargaría de vendérmelos, José
Garrido, el hombre que trabajaba en aquella almunia.
Hay que entrar en un vergel, como es
la huerta, para comprobar la plenitud de la Naturaleza, deleitarse en los
canalillos por donde pasa el agua, limitados por altos caballones, y exhalar el
perfume que destilan las matas de tomates para dejar salir al exterior toda la
esencia que llevan dentro, como agradecimiento al agua prodigiosa que les calma
la sed.
-¿Usted lector ha tenido esta
experiencia?
No hay nada mejor que comerse un
tomate recién cortado de la mata, después de acercárselo a la nariz para
experimentar ese olor tan exquisito que desprende como un regalo anticipado al
que lo va a consumir.
Me recreo observando al hortelano, con
el pantalón remangado hasta las
rodillas, azada al hombro, caminando por encima de los caballones y
dirigiéndose al lugar preciso para dar unos cuantos golpes de azada sobre la
tierra empapada por el agua, y desviarla para que de vida a otro sector
enriquecido por el verdor de los pepinos, y el barniz brillante, color morado, con el que cubren sus cuerpos las berenjenas.
El hortelano venido de la Peza, pueblo
donde se fabrica el mejor carbón de leña, después pasaría a ser el guarda y
hombre de mantenimiento en las Escuelas del Ave María.
Asfaltando la Cuesta del Chapiz
Aquel día me atraía enormemente el
ruido y el espectáculo que había en la Cuesta del Chapiz. Los obreros,
cubriendo sus pies y partes delanteras del cuerpo con sacos de aspillera,
manguera en mano a modo de una enorme regadera, cuyo chorro un líquido espeso
de color negro salido de un depósito aciago van depositando detrás del gigante.
Alquitrán en el Cuesta del Chapiz
Hay un vapor especial que se desprende
del depósito envolviendo el ambiente; humo originado por la leña que arde para
calentar y derretir el alquitrán que ha de salir para ir regando el empedrado;
se entremezclan, humo, vapor, calor del ambiente englobándolo todo, como si
fuera un velo que acaricia el pavimento que se está creando.
Un grupo de amigos me ven salir de la
huerta y alguien me grita:
-¡Pepito, nos están asfaltando la
cuesta!
El obrador pastelero de la Cuesta del Chapiz
Con mi cesto cargado con los productos
de la huerta de Millán, me detengo para dar paso a un coche fúnebre, que tiene
la cochera en la casa que hay a continuación de la huerta, allí se encierran
varios de este tipo que entristecen el ambiente cumplimentado con el conductor,
cuyo aspecto físico no es muy agradable, y además tiene un ojo que ni parpadea
y siempre mira en una misma dirección, el ocelo era de cristal; alguna vez, de
niño, me pregunté: ¿Será condición indispensable para ser conductor de un coche
funerario tener un ojo de cristal?
Las famosas "Papas de la Sierra"
Curiosamente la tristeza que impone el
vehículo se amortigua con el olorcillo a canela que sale del obrador de
caramelos que hay contiguo a la cochera.
Por la ventana que da a la calle, me
gusta observar cómo, sobre una especie de alcayata clavada sobre un blanco
alicatado, una enorme masa color ocre acaramelado, el confitero cuelga esta
pasta como si fuera un chicle gigante, la estira una y otra vez, volviéndola a
lanzar sobre la escarpia, hasta que adquiere el nivel que él estima oportuno.
Después, colocada sobre una mesa de mármol va confeccionando largas tiras a modo
de extensas longanizas que irá partiendo en trocitos surgiendo las famosas
“Papas de la Sierra”, cubiertas con canela, que en otros tiempos fueron el
recreo, del paladar de chicos y mayores.
-¡A perra gorda! ¡A perra gorda!
¡Papas de la Sierra! Pregonaban por las calles los vendedores.
Bidones de petróleo
Existen pregones curiosos en esta
Granada, que pueden llevar a la confusión, al extraño que no los conoce, por
ejemplo:
¡Perdices asaaaa! ¡Perdices asaaaa!
El pregón de un señor que delante de
un bidón de petróleo, convertido en un enorme hornillón, vende patatas asadas.
Del Carmen del Negro sale Guerri, el
dueño de Fotomatón, en la Calle de Reyes Católicos, Rocío su mujer, asomada en
el balcón lo despide, mientras su hija Rociito y sus dos hijos se divierten
bañándose en la piscina que tiene el carmen.
-Señores ¡Qué pena!
Carmen del Negro
Carmen del Negro
Con
aquel maravilloso Carmen del Negro se ha cometido uno de los mayores y más monstruosos
sacrilegios que se le ha podido perpetrar a la ciudad; sus jardines,
fuentecillas, glorietas, huerta, e incluso vistas, han quedado masacradas por la
vorágine de la especulación. El cemento ha hecho presa destruyéndolo totalmente
y con el mayor de los absurdos esperando la terminación de un enorme y macizo bloque
que duerme el sueño de los justos.
Casa donde vivió el fotógrafo Leonardo
En una terraza próxima al Carmen del
Negro, Leonardo, otro magnífico fotógrafo que tenía su estudio en la Calle
Navas, excelente coleccionador de guitarras, está potenciando sus pulmones con
el aire fresco de Valparaiso, al mismo tiempo que hace su tabla diaria de
gimnasia.
La tarde en este recorrido, va
declinando y el calor sofocante de este mes de agosto se va amortiguando por la
debilidad de los rayos solares en este atardecer.
La Cuesta del Chapiz, de piso terroso
y pedregoso, es el calvario de los mulos que arrastran esa pesada carreta,
sometidos a los improperios, blasfemias y varetazos, que sobre sus lomos le
propinan los carreteros de forma inhumana, quieren que, esas pobres bestias,
consigan llevar la carga hasta el final de la cuesta, resbalándose continuamente
e incluso dando con las rodillas en tierra, para a golpes de vara, de gritos e
injurias, volverlos a levantar.
Percibo el olor a establo y a vacas,
son las de Joseico que tiene la vaquería en el Carril de San Agustín,
ritualmente todas las tardes, bajan a abrevar
en el Molino del Negro que se encuentra debajo del Carmen de Salazar.
En el Molino del Negro, se escucha el
ruido del agua de la Acequia de San Juan al chocar vertiginosamente sobre las
palas de la rueda de madera que moverán las pesadas piedras entre las que se ha
colocado el trigo, para convertirlo en blanca harina.
El espectáculo de las vacas es la
diversión de chicos y mayores, escondiéndose en los portales y trepando por las
rejas de las ventanas, para evitar un mal encontronazo.
La mano de Antonio Ramírez, el portero
del Seminario de Maestros, impulsa la cuerda de la campana que da los últimos
toques para entrar en clase, mientras Encarna, su mujer, con voz tonal de gritos salidos de lo más profundo de un pantano, llama por el altavoz a uno de los
colegiales.
Seminario de Maestros en la Cuesta del Chapiz
Enfrente se encuentra la entrada a la
casa Madre de las Escuelas del Ave María, Josefa la portera, pequeña de tamaño pero
grande en acciones, no solo para sus convecinos sino para todo el que llamara a
la puerta, junto con su esposo Torcuato y sus tres hijos, forman una familia
que marcó su sello de identidad en el
Bajo Albayzín.
Familia Medina Villalba
La tarde ha caído, las farolas de las esquinas de los callejones, débilmente
comienzan a iluminar, la Cuesta del Chapiz recién asfaltada, es el reclamo
perfecto para la chiquillería del barrio, y la de otros lejanos que vienen a
estrenar sus patinetas sobre el alquitrán de la calle.
Las hay de todo tipo, algunas
verdaderas obras de ingeniería infantil,
con asiento de cuero, bellos dorados, buenos cojinetes de acero; las hay
individuales, el conductor sentado y el acompañante detrás de pie, que hará de
disco de freno con las suelas de sus alpargatas, algunas son enormes con freno
incluido donde se pueden subir hasta seis.
-¡Qué os, qué os!
El guindilla del barrio
Es la voz del vigilante que en la
esquina del Callejón de los Frailes, alerta de la llegada del guindilla, y
poniendo pies en polvorosa, todos desaparecen perdiéndose por los callejones.
Un ruido atronador pone en vilo a toda
la ciudad, un caballo yace muerto con los intestinos fuera al final de la
cuesta mientras cristales y gaseosas se encuentran esparcidos por la ribera del
río.
Aquel día al repartidor se le había
olvidado echarle el freno al carro amarillo de las bebidas refrescantes, un
freno que desde el pescante, donde iba sentado, manejaba a su derecha como un
manubrio, al que se le da vueltas y más vueltas.
Empujado por la presión del vehículo
el caballo se fue deslizando, desde la puerta del Portalón, (taberna de vino
peleón, descanso de los obreros cuando terminan la jornada de trabajo) por la resbaladiza
cuesta alquitranada, hasta adquirir velocidad, como el esquiador en un eslalon
gigante, para llegar a chocar bruscamente con el pretil del río, el carro con
toda su carga cayó al cauce.
Donde está el burro, ahí estaba"El Portalón"
La multitud se agrupó alrededor para contemplar el
caballo; durante varios días esta fue la comidilla de conversación entre la
vecindad.
Monumento a Chorrojumo, rey de los gitanos
Hemos
llegado al Peso de la Harina, el grupo se ha ido fraccionando en esta subida,
como los ciclistas de una carrera, y Chorrojumo, el Rey de los Gitanos, todo orgulloso
sacando pecho y con el bastón de mando en la mano nos saluda al ir entrando en
las Casas del Chapiz.
Las
casas del Chapiz llamadas, en el argot popular Escuela de Estudios Árabes,
lugar y Centro de investigación donde existe una gran biblioteca con una gran
riqueza en documentación árabe, han pasado a través de los tiempos por una
serie de vicisitudes que Rafael Villanueva pone en conocimiento de todo el grupo.
A la entrada de las Casas del Chapiz
Hernán
López el Feri y Lorenzo el Chapiz dos moriscos familias comerciantes bastante
ricos, en concreto Hernán López el Feri, prestaba dinero incluso a la propia
corona.
Intervinieron en el levantamiento morisco de 1568, esto hace que
sean una de las familias que caen en desgracia, se les quita todo y hay un
documento en el que la corona se hace cargo de la riqueza de Hernán López el
Feri y de Lorenzo el Chapiz, el que firma ese documento es un tal
Vázquez de Salazar, uno de los Secretarios de Felipe II, después se
apoderaría y se haría dueño de este patrimonio, que se incluirían en un Patronato el de Salazar que crea su padre:
casas, terreno de cultivo, las Cuevas del Ravel, de donde veía el agua que se
consumía aquí.
Este patronato va a ir alquilando, vendiendo, hasta que pasa al
Real Patronato de Fábricas e Industrias
que es una Compañía Estatal, que se encargaría de explotar todo este espacio, con el tiempo se convertiría en dos partes muy diferenciadas, una será las
Casas del Chapiz y otra el carmen de tal manera que ponen un separación entre
ambos lugares uno sería el carmen y otro las Casas del Chapiz.
Rafael, Villanueva explica toda la trayectoria de las Casas del Chapiz
La
entrada al patio se va a hacer por una esquina, por ese golpe de aproximación
visual, con el objeto de que el impacto sea lo más completo posible, esto mismo
ocurre en la Alhambra, la entrada a los patios se hace siempre con el mismo
sistema.
Un adarve con efecto para dos casas que son de las mismas familias, con el paso del tiempo estas dos casas se van a enajenar van a llegar
al siglo XIX y XX en un estado lamentable porque ha habido industrias, almacenes, un horno que ha dañado mucho, en estado ruinoso, se intenta
declararlo Monumento Nacional pero hay muchos problemas, hasta que estando
Torres Balbás en la Alhambra, por fin se consiga la declaración de Monumento
Nacional.
Leopoldo Torres Balbás
Compraría con los dineros de la Alhambra, los seis hitos que hay en
Granada: la Casa de la Calle Horno de Oro, el Bañuelo, los restos del Puente
del Cadí, El Corral del Carbón, la Casa de los Girones, el Palacio de Dar al-Horra.
Corral del Carbón
El
patio con su hermosa alberca moruna, donde las balaustras de los corredores altos,
las zapatas y demás elementos ornamentales se están continuamente contemplando,
peinando en el espejo de sus aguas, a través de una línea de luz vaporosa,
mordiendo su superficie como si se quisieran comer el dulce manjar de los
nenúfares que, en una paz silenciosa y de tranquilidad absoluta, nos devuelven
la mirada en un requiebro contemplativo.
Hay
un no sé qué, de emoción contenida, entre los que allí nos encontrábamos, un
misterio que nos invade, venimos de un palacio con todas las señas de identidad
marcadas con gotas de agua bautismal, para pasar a otro espacio, donde solo
faltan las bailarinas de la danza del vientre moviendo sus caderas al ritmo del
laud, rabel, salamiya y el darbuka.
La danza del vientre
Mi
mente, en estos momentos, ve escenas de la película “Forja de Almas”, (1942) una
de cuyas secuencias se rodaron aquí, pero sustituyendo a las odaliscas de la danza
del vientre, por las chicas de la Sesión
Femenina, bailando “La Reja”.
Las balaustras, arcos y columnas se peinan en el espejo de la alberca
Estando
de gerente de la Fundación Albayzín Miguel Valle, Concejal de Urbanismo con
Díaz Berbel se llegó a un acuerdo marco con la Alhambra, del que solo se hizo
una cosa la red de miradores del Albayzín, lo importante en toda esta serie de
acuerdo es que, ¡tú Alhambra que eres el hermano rico, vamos a ver si me ayudas a mi,
Albayzín que soy el hermano pobre!
El jardín de las Casas del Chapiz
Los
naranjos del jardín un poco descoloridos, estáticos con sus frutos contemplando
el inmenso paisaje que se les abre por delante, todo un Valle de Valparaiso, con
sus elementos fundamentales, Cerro del Sol, Generalife, Sultana Alhambra, y a
sus pies las Escuelas del Ave María, nos dejan que hagamos uso de sus rectilíneos
pasillos limitados por los setos de arrayanes, mientras el jefe de todos,
vanidoso y arrogante no ha querido que lo sometan a la disciplina rígida de
mantenerse en línea con sus hermanos perfectamente compenetrados, sino que se
ha elevado sobre ellos para vigilarlos y tenerlos a raya.
El mirto gigante, detrás del naranjo
Es un mirto,
inmenso, altivo y presumido que tiene bastantes fundamentos para serlo, no
se ha querido quedar enano como sus compañeros, nos lo muestra Rafael Villanueva.
No
siempre fue este lugar jardín sino zona de cultivo de las casas colindantes, que
cuando lo compran las reales compañías lo unen a las casas.
Seguirían
después desde el interior del patio las zapatas, canecillos, mocárabes, y los
sistemas hidráulicos y de abastecimiento de aguas para alimentar a la cantidad
de seres vivientes que posee este lugar.
El cielo teñido de plomo, con sus nubes impregnadas de azul en su vestimenta, compañeras del matinal paseo, sigilosas se asoman entre los tejados, queriendo contemplar y escuchar lo que aquí abajo se estaba viviendo.
Chorrojumo,
parece que esta mañana al contemplar un grupo tan bien uniformado y
compenetrado, se siente complacido y le despedimos para pasar al Carmen de la
Victoria, último y placentero lugar con el que daremos cerrojazo a esta fría mañana, pero
muy calidad por la gran camaradería del personal que lo constituye.
Entrada al Carmen de la Victoria
Las
almajarras eran huertos que se cultivaban dentro de la ciudad, el barrio de los
alfareros era un barrio donde la densidad de población era mínima porque había
mucho tema industrial, donde existían.
Éste era también un espacio de cultivo en este lugar, va a pasar a manos
de los Mínimos Franciscanos que van a dedicarse a cultivar las huertas.
Subiendo a las diversas paratas del carmen
La
parte de ahí abajo donde está el Seminario de Maestro sería el claustro y la
iglesia, las huertas bajas serían donde está Bermúdez de Castro y las huertas
altas toda esta parte donde nos encontramos, después con el tiempo se le iría
dando otras aplicaciones, así después de la guerra las familias más
desfavorecidas ocuparían la parte de abajo, y aquí arriba aparecerían dos
cármenes, el del Pencal y el de los Olivarillos con diversas ocho parcelas que
al final se unen constituyendo este carmen, que actualmente es propiedad de la
Universidad de Granada.
Recorrimos
el carmen los jardines se están repoblando con un nuevo plantel de flores, el
mandarín elegante como él solo, vestido de un verde intenso con sus puertas
abiertas y sus bellos ventanales nos traslada a cualquier jardín oriental de
los cuentos de las Mil y una Noches, como si fuese un gigantesco pulpo,
erguido, intentando, en un esfuerzo sin recompensa, coger el pequeño surtido
que le refresca sus entrañas.
El mandarino
Sobre los pilares que limitan el pasillo de
entrada al edificio donde se encuentra el restaurante, salón, biblioteca,
habitaciones para los residentes, se sitúan una serie de fotografías que nos
trasladan a siglos pasados para darnos una visión de estos lugares y
alrededores.
Repoblando los jardines
Con la mochila de mi mente, con el disco
duro de mi subconsciente repletos de historia y cultura, pero sobre todo de
haber gozado de una compañía de personas excelentes, bellas damas y serios
caballeros, me siento plenamente satisfecho de esta jornada, en la que he pisado los umbrales de un nuevo caminar
dentro de una institución que lleva por título ALUMA.
José Medina Villalba
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
José Medina Villalba
Querido amigo Pepe: Desde hace más de cuarenta años que como bien sabes vivo en Sevilla,tengo por norma y costumbre, visitar con bastante frecuencia el museo de bellas artes, con la intención de contemplar especialmente la pintura costumbrista del siglo XIX, porque a través de ella podemos ver esas escenas yo diría que familiares, fiel reflejo de las normas y costumbres de esa época.
ResponderEliminarHoy jueves por la mañana, estoy tratando de ordenar las ideas sobre este prolongado blog que acabas de publicar, anoche cuando terminé de verlo ya no eran horas para escribir nada;lo primero que he notado es que esa inclinación mía por lo costumbrista, se ha visto completamente satisfecha, con el añadido además de la historia que lo acompaña, doble satisfacción, he aprendido los diferentes tipos de artesonado, los mocarabes y demás termino arquitectónicos perfectamente explicados, y no se si he observado mal, pero tu prosa en este escrito ha seguido casi las mismas normas, tiene las mismas implicaciones, parecidos y brillantes engarces, yo las calificaría de filigranas, giros literarios propios de un maestro, regates en corto, y largas cambiadas sin que el relato se interrumpa ni decaiga, no hay faena de aliño ni desplantes , solo la composición de un cuadro, histórico cultural, de una pequeña parte del inigualable Albayzin, comprendido entre Chorrohumo al norte y la explanada del Rey Chico al sur. Que Cantidad de Historia y de belleza en un trayecto aparentemente corto, todo va siendo explicado con suavidad, con buen ritmo,con precisa y correcta dirección, con trazos bien definidos pinceladas las precisas, con la misma suavidad que los trineos de cojinetes se deslizaban por la cuesta recién asfaltada, ?te has preguntado alguna vez,¿ cuantas veces la has subido y bajado, haría falta para saberlo, recurrir a las cuentas del gran capitán, entre picos palas y azadones diez millones. La simbiosis del escritor y su entorno, será tema que precise una investigación larga y pormenorizada, para llegar a la conclusión que no podía ser de otra manera. Mi felicitación y mi reconocimiento al trabajo bien hecho y bien acabado, aunque me exigiera trasnochar, sarna con gusto no pica. Un fuerte abrazo de tu amigo Pepe Cuadros.
Comentario de Chari C. Alonso.
ResponderEliminarDios mío!!! Qué delicia!!!
Nunca sabré cómo agradecerle que comparta sus experiencias y trabajos literarios.
Menuda lección he recibido, cuánto he aprendido. Cómo me ha gustado. De verdad que es usted mi Séneca, siempre he sido una enamorada de mi tierra, siempre desde pequeña he dado gracias a Dios por haber nacido en este lugar único que es Granada y tener una persona con tanta generosidad como usted que siempre sea capaz de hacerme aprender cosas nuevas sobre mi Granada a través de su fibra sensible, hace que me sienta una privilegiada. Gracias una vez más. Queda a la espera de una nueva enseñanza. Qué gran profesor ha debido ser usted.
Comentario de Amparo Mora Montes.
ResponderEliminarBonito paseo en una gélida mañana de febrero. No conocía nada de lo que hemos visitado a pesar de ser granadina. Mea culpa.Por esa razón me ha resultado especialmente interesante el recorrido que muy bien nos recoge y con todo lujo de detalles, el autor de este reportaje. Gracias Pepe. Además he podido revivir algo que yacía en el fondo de mi memoria: La feria del Barrio de San Pedro con sus pasarelas de piedras enjabonadas para cruzar el río, sus columpios y demás atracciones. Ha pasado tanto tiempo que lo tenía olvidado... Otra vez gracias, querido amigo.
Comentario de José Rodríguez Franco.
ResponderEliminarMagnífico recorrido, y mejor aún la narración. Pepe, un abrazo.
Gracias, Pepe, paso tu comentario al blog.
ResponderEliminarComentario de Carlos Benítez Villodres.
ResponderEliminarQuerido amigo Pepe:
Me extasié profundamente al leer tu crónica, más bien es un ensayo, según mi criterio, al que titulaste UN PASEO POR LOS CÓRDOVA Y ALREDEDORES.Un recorrido por el bajo Albayzín en un día muy frío y con el cielo sumamente gris. Tuviste un egregio guía: Rafael Villanueva perteneciente, como tú y otros muchos granadinos al aula de mayores (ALUMA) de mi amada Granada, "la quintaesencia del paraíso", como yo la llamo, para total disfrute de la naturaleza. Continué leyendo tu genial texto, donde narras perfectamente vuestra visita a la Casa de las Chirimías. Allí evocaste tus vivencias de la niñez y de la juventud, precisamente en este bajo Albayzín, donde tuviste tu cuna, tus juegos infantiles y tu morada. Posteriormente, anduviste por el Paseo de los Triste hacia la Cuesta del Chapiz, donde se encuentra la Casa Madre de las Escuelas del Ave María de Granada. Por fin cruzasteis por la parte delantera del Puente del Aljibillo, donde se construyó el Palacio de los Córdova. En dicho palacio, visitasteis sus salones, comedor, patio...Desde su balcón y patio, os hicisteis fotografías con la Alhambra, al fondo. Por último evocando los seis hitos de Granada: la Casa de la Calle Horno de Oro, el Bañuelo, restos del Puente del Cadí, el Corral del Carbón, la Casa de los Girones, y el Palacio de Dar-al-Horra, visitasteis el Carmen de la Victoria.
Gracias a tu genialidad podemos disfrutar de la exquisitez y la belleza de todo cuanto nos narras en tu creación, ciertamente con una prosa poética, y con una gran profusión de fotografías y vídeos, que sensibilizó aún más mi alma.
ENHORABUENA, Pepe, por este excelente trabajo que tanto gusta a quienes amamos a Granada.
Recibe un fuerte abrazo que no afloja de tu amigo y lector, Carlos.
Comentario de José Zurita.
ResponderEliminarComo todo lo que vas haciendo en tu blog, es un artículo muy ameno para leer y recrearse. Me ha encantado porque vas incluyendo vivencias de tiempos pasados.Algunas las recuerdo yo también. Gracias. Un abrazo.
Comentario de Reynaldo Fernández Manzano.
ResponderEliminarMuchas gracias, magnífico reportaje. Un fuerte abrazo.
Muy buen reportaje como no podìa ser menos cuando viene de la mano de de José Medina, El autor no solo ha realizado una crónica de la visita si no que la mezcla, magistralmente, con vivencias y personas que solo el puede hacer. Y puede hacerlo por que su segundo oficio le llevó por todo el barrio, era el ¨PRACTICANTE¨ del Paseo de los Tristes en sus horas libre, bueno del Paseo y de gran parte del Albaicín. José, muchas gracias por este trabajo y espero que no sea el último tras tu incorporación a ALUMA.
ResponderEliminarUn fuerte abrazos