jueves, 24 de enero de 2019

UN PASEO MATINAL POR LOS PALACIOS DE LA CALLE SAN JERÓNIMO




                                                               Calle San Jerónimo
La mañana de un viernes dieciocho de enero se presenta gélida como ella sola, no es que hubiese carámbanos en las fuentes, porque esto hace años que por estos lares granadinos  no se contemplan, pero el vientecillo que viene encajonado por el Valle de Valparaiso, se convierte en un cuchillo puntiagudo que en lugar de acariciar cortaba el cutis, cuando pasaba por la Plaza Isabel la Católica dirección a Gran Vía para, a través de determinadas callejas ramales de esta vía principal, llegar al centro de concentración para realizar esta mañana un paseo palaciego.


Una mirada de soslayo al pasar por debajo del gigantesco termómetro de la Plaza Isabel la Católica, me dejó grabado un cuatro de temperatura, que me hicieron cruzar la bufanda que llevaba debajo del chaquetón impidiendo la visualización de una elegante corbata.
Un Sol resplandeciente me acompañaba tendiendo hilos de luz entre peatones, tejados y campanarios, era un Sol de terciopelo que rizaba las cabelleras y llenaba de luz con más intensidad las estrechas callejas por donde mis pasos se dirigían al lugar del encuentro.

                                                       La Gran Vía.

El cielo vestido de un azul intenso clareaba, un cielo que esta mañana llevaba dentro, una bóveda celeste que vislumbraba a lo lejos un nuevo vestido de color oscuro con encajes de agua le estaba esperando, un paraíso que él solo sabe por qué lo amamos tanto y que la gente que quiere ir allí  no desea morir para llegar a verlo.

                                        Hospital de San Juan de Dios, lugar de concentración

 Ese Sol acariciaba con sus rayos el fruto de un pequeño arbolito, con sus brazos deshilachados en mil hilos, manoseaba abrazando a un naranjo que observaba cómo esta mañana delante de la fachada de un histórico monumento un grupo de gente se concentraba. 
Algunas señoras ufanas y contentas, bien abrigadas y sin reparos porque el frío se lo impedía, saludan a la cámara con los guantes prietos en sus lugares correspondientes. 

                                         Los primeros saludos a la cámara

El sol dejaba su huella sobre la fachada de un monumento vistiéndolo con un color anaranjado pálido, a pesar de que  el frío no le dejaba cobrar más intensidad.
La  portada corresponde a la iglesia del antiguo monasterio de jerónimos, y allí quedan reflejadas las palabras del santo: “¿Quién hace bien para sí mismo?” y la capacha y el cayado rematándolo, le flanquean pirámides con bolas decorativas. 


Los saludos se repartían por acá y acullá, y las conversaciones en corrillos ponían su nota de color, y sobre todo de calor humano de los que poco a poco se iban concentrando.


Mientras unos le echaban un vistazo al folleto sobre el itinerario a seguir, otros nos afanábamos en recoger dicha guía orientativa y al mismo tiempo de recordatorio, porque el verdadero guía pronto haría acto de presencia.


                                     Se recoge y comenta el folleto informativo

Bien pertrechado con chaquetón férreamente guarnecido, solapa en alza, cartera a la bandolera, micro sobre la boca, pronto daría la bienvenida y un avance en lo que nos íbamos a deleitar esta mañana, bien condimentado por el enorme compendio de saber concentrado que nuestro guía, Rafael Villanueva posee. 



Un sol sumiso se dejaba caer sobre la acera formando una alfombra luminosa para que nuestro caminar, hacia el primer palacio fuese lo más cómodo posible. Las sombras se dejaban, como si quisieran permanecer calentándose, mientras las gafas que cubrían los ojos de las señoras no permitían contemplar las miradas de los bellos ojos que había en sus rostros. 



En la granadina Calle de San Jerónimo encontramos una amplia riqueza arquitectónica. En apenas cuatrocientos metros se hayan desde magníficos edificios religiosos, como la Catedral, el Convento de la Encarnación, las Parroquias de Justo y Pastor, y el Perpetuo Socorro, hasta palacios como los que pertenecieron a la oligarquía granadina,  el Palacio de los Veneroso, el de Caicedo y el de Ansoti  a los que hoy les vamos a dedicar nuestra visita.
Sobre un plano se puede observar cómo se encontraba esta calle en el siglo XVI, esta casa, delante de la que nos encontramos, aparece en el siglo XVII, después de pasar por varios dueños en el siglo XVIII pasa a manos de la familia Ansoti.

                                                   Fachada del Palacio de Ansoti

Rafael Villanueva nos habla detenidamente de las transformaciones que los nuevos dueños realizan en la casa: fachada, portada, columnas salomónicas, escudo, redondeado de la familia, cuya forma se introduce en el balcón, la policromía del ladrillo visto en la fachada, en la nueva remodelación.



El Sol dejaba sobre los rostros de los que atentos seguían las explicaciones unas pinceladas de maquillaje natural, a modo de colorete cálido, mientras la expectación iba creciendo por momentos. 
Pasamos al zaguán de entrada al palacio, allí Villanueva continuaría con una documentación concienzuda sobre los que vamos a ver en el interior, una pequeña interrupción reclamada por los que se encuentran más al fondo hacen que se tenga que subir un escalón más arriba. 



Surge la distribución de la muralla musulmana  arrancando de la Puerta de Elvira, para morir en las proximidades del Convento de la Encarnación. La población crece y fuera comienzan a surgir nuevos edificios ente ellos el Convento de San Jerónimo. 

                                                  Convento de San Jerónimo

 Habla  de la creación de un eje especial de Granada, que comienza en la  Catedral y llegaría hasta el Triunfo  donde se encuentra la Inmaculada, Granada es la primera ciudad del mundo que nos pusimos bajo la protección de la Inmaculada. 

                                                 La Inmaculada del Triunfo

 La primera iglesia bajo la advocación de la Inmaculada fue San Jerónimo. Aparecen los mercaderes genoveses y las alhóndigas, las figuras de personajes importantes y el poder económico y religioso. La ciudad va a cambiar con el poder político, el cabildo y el religioso, la fuerza de las parroquias, la ciudad se enriquece, comienzan a llegar familias importantes que se instalan en este eje ampliado. 



Estamos en el Palacio de Ansoti actual Colegio Notarial, destacando la figura de dos grandes notarios, Dávila y Moreno Torres, artífices de las modificaciones que más importantes que ha recibido.
El patio, cuyas columnas y arcos nos recuerda al del Palacio de los Córdova, los diversos escudos de las familias que habitaron aquí antes de llegar la familia Ansoti, angelillos en las esquinas, zapatas, quizás lo más interesante la fuente situada en el centro del siglo XVII. 



Las escaleras y la talla de las puertas con el escudo notarial, cambiando el de armas que tenían anteriormente,  así como las distintas salas que vamos a ver, el decanato, la sala del siglo XIX, capilla, 

                                                     Capilla
                                                        Comedor
 salón de actos, comedor,

                                                Alfombra con el escudo de Granada
Salón del Decanato

 así como  la policromía en distintos lugares realizadas por los hermanos Ladrón de Guevara, que haciendo un inciso, siento la satisfacción de haber sido alumnos míos en las Escuelas del Ave María.


Existía una expectación especial que se reflejaba en las miradas de cada uno de los allí presentes, cientos de veces habíamos pasado por delante de este edificio y jamás sospechamos que en su interior pudiera haber tanta riqueza artística.  Eran momentos de mirar, de observar y captar todo lo que nos rodeaba, aquella mañana había que mirar con los ojos del cuerpo que suelen olvidar, pero también era muy importante mirar con los ojos del alma que estos siempre recuerdan.


En la subida por las escaleras podemos contemplar diferentes escudos con sus emblemas correspondientes y un cuadro de pintura de la Inmaculada. Todo aquello sería el preludio de lo que después iríamos contemplando.


La primera estancia el Salón del Decanato, donde se reciben a las visitas antes de celebrar una conferencia, recoleta donde el decorado de las paredes hace juego con las cortinas, la policromía de la chimenea, las lámparas y alfombra con el escudo de la ciudad  hacen un conjunto completamente acogedor. 






 Las fotografías que acompañan corresponden a notarios ilustres que ha tenido la ciudad.  Los documentos más importantes se encuentran en los archivos de Génova y Barcelona.



Contemplando tanta belleza artística se siente una emoción interna que solo queda dentro del alma, quitando  el polvo y los rotos de la vida, y si los espejos sirven para contemplarse el rostro, el arte sirve para contemplar el alma.
Nos esperaría  después el comedor,


 con sus artísticas piezas: lámparas, vidrieras, tallas en muebles, sillas con cuero ricamente adornado y pinturas de bella policromía.





Otro de los salones acogedores no solo por la decoración, sino por los medios para hacer más cómoda la estancia, sillones en círculo, 


 rincones para tertulias y conversaciones en pequeños grupos, cortinajes, tapices, alfombras, todo revestido de un calidez especial.




Si todo lo presenciado embaucaba, no menos sería la contemplación de la capilla, donde el derroche de talla y tornasolado llega e extremos inusitados, aquí los hermanos Ladrón de Guevara han dejado su huella en las restauraciones realizadas sobre  las tallas policromadas, tengo que agregar que aparte de heredar los conocimientos de su padre, en mis años pasados por los talleres de la Escuela de Artes y Oficios, los vi practicando en el taller de policromía, donde obtuvieron la titulación correspondiente.

                                           Taller de los hermanos Ladrón de Guevara








El arte se encontraba por todas partes, arte que permanece estático inamovible, arte para contemplar y dejar allí durmiendo el sueño de los días, más había otro arte especial que le daba a todo aquel conjunto de piezas que brillaban un empaque especial que lo engrandecía notablemente, era el de las damas que sintonizaban con la maestría y técnica que allí se percibía, y no era otro sino el de las señoras que formaban parte del grupo de visitantes.


Tapices, cuadros, alfombras, lámparas, tallas, abundancia de color, mobiliario, todo un conjunto de obras de arte para dejar extasiado al más impasible de los espectadores.





La balaustrada de mármol con su blancor resplandeciente, haciendo juego con los escudos, angelitos, y columnas que servían de soporte al grupo que descansaba apoyado sobre la baranda, dejaban un cuadro como el mejor recuerdo para conservar de esta grata visita. En paralelo y a todo lo largo del alféizar sobre el que se apoyaba todo el barandal un conjunto de macetas, perfectamente colocadas, coincidiendo con los pies de los asistentes, ponía una nota de color verde ante tanta blancura de alabastro.


Había que descender por la escalera, pisando una alfombra con las florituras de colores que la adornan, contemplando el cuadro de una Inmaculada que con sus angelillos sonrientes, parecían alegrase de los ocupantes del palacio esta mañana. 



De nuevo en el patio se volatizaba un frescor que se unía al de esta mañana, mientras la fuente que hace de centinela vigilante continuo de los que por allí pasan, recibía el color de un verde intenso marcado en las estiradas hojas de aspidistras que siempre le acompañan en este silencio conventual que allí se respira. 


En este adiós para seguir buscando otros palacios de esta egregia calle, no hubiera sido de elegantes convidados una despedida sin darle las gracias a D. Manuel Tortosa, por habernos acompañado esta gélida mañana en la visita, aportando en algún momento determinada información sobre el palacio.
En esta despedida, Rafael indica que en los habitáculos que rodean el patio se encuentra el archivo, donde en alguna ocasión tuvimos que consultar determinadas informaciones sobre un trabajo relacionado con los moriscos, y de la importancia de este palacio y sus archivos.



Atravesando el zaguán de entrada y el enorme portón con sus aldabones y medallones de hierro, salvando el escalón que nos separa de la calle, nos dirigimos al siguiente palacio, el los Caicedo.



Conforme nos vamos aproximando, a nuestros oídos llegan las notas musicales de instrumentos que ensayan determinadas partituras: saxofones, trompas, timbales, violines y guitarras, anuncian que allí se encuentran, dando la voz de su existencia a través de un lenguaje especial, de corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas que deambulan por  el aire. 
Aquel lugar tiene una carta de presentación especial, que se muestra, al que por allí pasa, grabada en un placa de piedra en la fachada, se trata del Real Conservatorio de Música de la Emperatriz Eugenia de Montijo.



                                         La Emperatriz Eugenia de Montijo

Este interesante palacio fue levantado en el siglo XVI. Fue primero casa solariega de los Rueda – cuya heráldica se muestra en la portada- pasando después a principios del siglo XVIII a Luis Beltrán de Caicedo y Solís, primer marques de Caicedo. 



Este antiguo edificio se ha conservado en parte gracias al uso docente al que ha sido destinado desde hace tiempo. Entre otras instituciones aquí ha tenido sede el Instituto de Enseñanza Media de Granada, y la antigua Facultad de Farmacia hasta el año 1950 y, actualmente, el Real Conservatorio Superior de Música “Victoria Eugenia”. 

                                                Isidoro Pérez de Herrasti

El Conservatorio tiene el distintivo de Real desde el 10 de diciembre del año 1921, título solicitado por su fundador, Isidoro Pérez de Herrasti, Conde de Padul, y concedido por el monarca Alfonso XIII en honor de su esposa, la Reina Victoria Eugenia. 

                                              Alfonso y Eugenia

Su fachada es de gran interés, constituyendo uno de los diseños más importantes de la arquitectura señorial del manierismo granadino, a pesar de las modificaciones a que ha sido sometida.     
Se estructura en tres plantas más dos torres situadas en los extremos, en un conjunto que presenta su paramento en ladrillo prensado, a excepción de algunos de sus elementos y la portada, realizada en piedra de sierra Elvira.

                                               Fachada del Palacio de Caicedo

Pasado el atrio tras unos escalones y una puerta que deja pasar el aire a través de sus barrotes de hierro, y escudos en la parte baja, entramos en un patio columnado.  
Salvando el vestíbulo de entrada nos encontramos con el patio, que reúne las características de la época pero con unos aditamentos que le dan un realce especial.
La vista intenta percatarse de elementos que no estaban en el palacio de Ansoti que acabamos de dejar.


El suelo está cubierto por cuatro alfombras trapezoidales realizadas con el artístico empedrado granadino, con una enorme granada en el centro y festoneado de encajes con tintes blancos y grises, de aquellos guijarros que un día estuvieron lavándose en las aguas del Genil y del Darro, y hoy descansan en el suelo de este palacio dejándose lisonjear por el verdín que las arropa, y las pisadas de los que por aquí transitan. Carece de fuente central pero allí se juntan las cuatro vías de mármol formando un rectángulo del que salen los brazos y piernas en perfecta armonía geométrica. 


No se encuentra solo, le acompañan un conjunto de aspidistras en sus correspondientes tiestos de cerámica, que contemplan el tapiz empedrado, formando un cordón que lo abraza, mientras  otros tiestos situados en el alfeizar de la balaustra del primer piso, dejan caer sus emociones convertidas en largas cadenas pintadas de verde convertidas en yedras enroscadas, que son los placeres que se deshacen por alcanzar el patio. 



En este patio encontramos cosas similares al patio anterior que acabamos de ver, lo arcos rectilíneos pero con tres huecos, en el escudo heráldico aparece en uno de los cuarteles una rueda que se incorpora cuando el señor Rueda viene a vivir a esta casa que era de su mujer. En los arcos no aparece heráldica de la casa, pero sí adornos como si fuera cuero mojado. El pilar que tenemos es del siglo XVII con el escudo heráldico que hay encima. 



El pilar tiene dos mascarones que parece que son iguales, no son iguales, ni gemelos, son mellizos. Si nos fijamos bien, no son idénticos hay diferencias entre los dos, en pelo, bigotes, orejas.


El mármol que lo compone es de Macael y la piedra parda de Sierra Elvira, lo que constituye el hueco del pilar esta hecho de una sola pieza, vaciado a cincel y martillo, no tiene ninguna grapa que una las esquinas como ocurre en otro tipo de pilares renacentistas.
En el piso alto se repiten las zapatas sobre columnas con sus decoraciones en los centros. 


Existe una gran diferencia entre zapata y can, la zapata es completa, es decir doble sobre una columna, en cambio el can sale de un espacio horizontal, es medio, aunque señores muy entendido  lo confunden, igual que a todo lo que es  en madera le llaman artesonado erróneamente.

                                                             Zapata
                                                      Can

Aquí estuvo la Facultad de farmacia, en el año 1936 se cierra con motivo de la guerra y se hacen unos laboratorios para hacer medicamentos para el frente, igual que se instalaría en otro edificio más arriba un hospital de sangre. Después continuaría una vez terminada la guerra pero por motivos de espacio se trasladaría a la Calle Rector Argueta.


El patio nos esperaría de nuevo y algún cómodo banco para reposo y descanso, mientras se prosigue la marcha.


Se sigue escuchado el sonido de algún instrumento como si fuera el de algún fantasma que no se ve, más de pronto, alguien aparece con un saxo como señas de identidad de que efectivamente, no solo hay notas en el aire sino instrumentos reales.
El sonido del saxo suena como el grito del alma dolida, a veces llora en sus melancólicas notas la tristeza profunda del que lo toca. Su sonido bronco y oscuro se escucha en las calles en los atardeceres otoñales, con llanto de melancolía esperando ver recuperado su esfuerzo con unas monedas del paseante, sobre un sobrero colocado en el suelo al revés. Es el rey del viento sobre un entarimado entre cafés y humo de cigarrillos en  conversaciones perdidas entre mesas de mármol y copas de vino.

                                                 El saxo el rey del viento

Salimos a la calle y mirando a la fachada principal, Rafael nos va a describir todos los pormenores que en ella se encuentran.



Los colores rojo y amarillo, así como el verde y blanco de las banderas arropadas sobre sus astas respectivas parecen escuchar las explicaciones, que en más  de una ocasión habrán presenciado por los grupos que por aquí pasan.
Nos quedaba el último de los palacios el de San Bartolomé y Santiago, hacia él nos dirigimos.


                                                Palacio de los Veneroso

La mañana avanzaba y aquel sol que tímidamente nos había recibido de puntillas a las diez y media de la mañana, ahora se alzaba sobre los tejados palaciegos fundiéndose en un mar de color celeste, intentando flamear nuestros cuerpos ateridos por una mañana de intenso frío.
Estábamos sumidos en una época impregnada de Renacimiento, donde solo enmarañaba el ambiente, que se nos colaba dentro de nuestra mente, el sonido de los claxon de los automóviles, o la imagen de un trenecillo turístico que interrumpía la atención, y el sonido del habla del guía que hacía un esfuerzo porque captáramos sus explicaciones.  



El edificio que hoy alberga el Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago se empezó a edificar en 1553 por el Oidor de la Cancillería D. Juan de Arana, probablemente sobre un antiguo palacio árabe. Posteriormente, fue vendido al Gran Capitán al que perteneció hasta 1582, 


 cuando fue comprado por la familia Veneroso. Esta familia lo habitó hasta que se extinguió su linaje, dejándolo  en testamento a los Jesuitas para ser destinado a obras piadosas.


Al entrar en aquellos patios plenos de luz, de mármoles que salieron del claustro íntimo y cálido de la tierra, tallados a golpe de cincel y martillo, para convertirse en columnas, pilares y escudos, me recuerdan hoy viernes dieciocho, de un gélido mes de enero del dos mil diecinueve, aquel patio de mi infancia, y de otros muchos de mi querido barrio albaicinero, un sueño que se imponía al mundo y los copos hechos luz cubriendo el empedrado, tiritando de frío, las paredes derruidas traspasadas por los rayos infinitamente frágiles, de un Sol que apenas si calentaba.
¡Ay patios de mi Albayzín!
Todavía resuenan en sus paredes,
los sonidos que emanan los golpes
de la ropa al hacer la colada,
sobre la piedra de las pilas de lavar
mientras el perfume de los rosales
es el canto oloroso que los embriaga.    




                                                   Diversos patios albaicineros

El Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago con su patio de planta rectangular, se organiza alrededor de ese patio porticado con arcos y estancias en los cuatro lados. El patio es una preciosa muestra del Renacimiento tardía granadino, con tres grandes arcadas en cada lado y tres pisos, con columnas toscanas y arcos carpaneles, con un pilarillo común en estas edificaciones. 



Nada más atravesar el enorme portón de entrada, cuyos medallones de bronce, se calientan por un sol que tímidamente intenta acompañarnos pero no pasa más allá. La admiración nos invade, y aunque al primer golpe de vista se asemeja a los anteriores, sin embargo, hay cosas que se desligan, su amplitud, enlosado, no empedrado,  un pilar con tres mascarones y cogido con las esquinas con engarces al ser construido en varias piezas, un piso superior acristalado y las gárgolas, cabezas de león colocadas en las esquinas de las partes superiores para dar salida al agua los días  de lluvia. 




Una amplia escalera nos conduce al primer piso, donde los arcos llamados de rincón de claustro tienen por misión soportar los movimientos.
  Algunas notas de humor surgen para desligarnos un momento de tanto valor arquitectónico 



Mientras tanto los tejadas y casas colindantes del exterior se quieren introducir reflejándose en las cristaleras.


 La torre y cúpula de la Colegiata de San Justo y Pastor se yerguen todas orgullosas por encima de las cubiertas. 


Desde lo alto se divisa una especie de corazón formado por las diversas macetas del patio; apoyado en la balaustrada mientas realizo la foto me vienen a la memoria, lo que un corazón es capaz de realizar, cuando lo exprimimos para teñir el lienzo de la vida en los avatares que nos presenta, siempre dispuesto a verter lo que tiene en su interior, sin vaciarse nunca, siempre apoyado en el Omnipotente que lo sostiene y fortifica. 

                                           Un corazón hecho con las macetas del patio

Las columnas que rodean todo el corredor, así como el pasamanos conservan para la eternidad grabadas, a fuerza de colmarle al tiempo la paciencia, las rúbricas y nombres de muchos de los personajes que, a través de los años, e incluso de siglos, han dejado allí grabado; entre ellas tenemos la del famoso brandy de las bodegas Terry y las iniciales de Federico García Lorca.




Dejando atrás el patio y un largo pasillo nos internamos en la capilla donde el centro de atención  se encuentra situado en el retablo del altar, con talla y policromado teniendo como centro la Inmaculada, donde los colores blanco azul y rojo se destacan representado la pureza, universalidad, realeza y humanidad de la Virgen. 



Nos hablaría Rafael del sistema utilizado para la conversión de los moriscos y donde se encontraba realmente la casa de cristianización en el Albayzín, y la conversión de las mezquitas en iglesias a través del agua bendita.






Después de una mañana fría por la temperatura ambiental, se llenaría totalmente de calor por la contemplación de tantas obras artísticas, en arquitectura, pintura, policromía, talla y vivencias de personajes de un pasado traído a la realidad del presente, aliñado perfectamente por la grata compañía de los que esa mañana pudimos disfrutar de la conversación fraternal y amistosa.
Haciéndole caso al guía unos riojas con unas buenas tapas de tortilla española darían por finalizado este paseo cultural mañanero, que permanecerá guardado en el subconsciente de los actores que fuimos los propios asistentes. 




                                        
                                                  José Medina Villalba.

                                       REPORTAJE FOTOGRÁFICO













































































José Medina Villalba

15 comentarios:

  1. Magistral como nos tienes acostumbrados, querido compañero!

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  2. El comentario escueto, la palabra MAGISTRAL que lo inicia como abanderada encierra tanto contenido, que por sí sola lo dice todo. Mi agradecimiento a la compañera Mayte Trinidad.

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  3. MARIA AMPARO MORA MONTES.
    Un magnífico relato, un regalo inolvidable de la visita realizada, un día frío de Enero, a los palacios de la calle S. Jerónimo. Gracias amigo.

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  4. Angeles Ruiz Rodriguez. Es verdad que es un placer, mucha gente no saben ni que existen.. son maravillosos... Gracias amigo, tu también eres maravilloso...

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  5. Francisco Aguayo Moreno.
    Felicidades y gracias por hacernos llegar a los granadinos esta maravillosa e interesante información me asiste la duda de si esto puede tratarse de algún libro que este pensando editar sería estupendo aqui tiene un amante de la lectura un saludo y muy buen cronista de esta bella ciudad que enamora a propios y extraños.

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  6. Mari Rosi Salmeron Espigares.
    Gracias D.José. por hacernos vivir este recorrido como si allí estuviésemos .
    Efectivamente paseamos por las calles de Granada y sabiendo lo maravillosa que es, a los que nos gustan sus edificios, Palacios e Historia sólo nos aventuramos a entrar a los patios o zaguanes.
    Haciendo un curso de Guías de Ruta aquí en Guadix tuve la gran suerte de hacer recorridos por Granada ,los algives,museos ,Catedral ,Madraza y algunos más .
    Y ahora con la Universidad de mayores también ,pero estos no los conocía .
    Gracias ha sido con las fotos,vídeos y sobre todo sus explicaciones como si hubiese estado ahí .
    Gracias .

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  7. Adriana Arevalo.
    Gracias por compartir esta maravilla, Don José!!!!

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  8. Mari Carmen Molina.
    Amigo Pepe. Acabo de leer tu archivo sobre los palacios que se encuentran en la calle San Jerónimo, me quedo sorprendida, pasamos por ellos sin saber el arte y la historia que encierran, tu te has encargado de contarlo de u a forma magistral,gracias a ti aprendemos historia de nuestra Granada, que muchos ignoramos. Lo narra de una forma amena que nos hace querer saber mas . Siempre me quedo gratamente sorprendida. Enhorabuena, espero seguir leyendo tus archivos, son muy interesantes. Un abrazo.

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  9. José Medina Villalba.
    Ciertamente nuestra ciudad es un gran tesoro, vivimos dentro de él y apenas si hemos podido captar las joyas que se encierran en este gran cofre, tenemos la gran suerte de haber nacido aquí pero, a veces, los avatares y ajetreos del caminar diario no nos han permitido penetrar dentro de sus valores artísticos, si mis relatos abren un pequeño resquicio de luz para despertar el interés por conocerlos, para mi como granadino, me doy por satisfecho, y si a eso le uno el que eres una ferviente seguidora de mis archivos, mi agradecimiento más sincero, estimada amiga Mari Carmen Molina. Un abrazo.

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  10. Ruth Castro Muñeton.
    Espectaculares. Felicitaciones por esa ciudad

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  11. Amigo Pepe:Había en Málaga un locutor de Radio Nacional de España especializado en retrasmitír las corridas de toros, llamado António Carmona ya fallecido,que en una de esas corridas en la plaza de la Malagueta,dijo lo que a continuación narro; está sentado junto a mi un aficionado luciendo un tremendo y largo veguero,cuyo humo se nos introduce por las fauces nasales, impidiéndonos la normal trasmisión de la corrida,le rogamos encarecidamente se traslade a otro tendido, para poder seguir ejerciendo nuestro cometido.
    En este recorrido arquitectónico cultural por la Granada eterna, no ha habido nada que interrumpa u obstaculice el fantástico y señorial paseo por esos palacios que son fruto de la increíble y portentosa historia,de una ciudad, de unos personajes y de unos tiempos irrepetibles. Según parece la temperatura ambiente de cuatro grados,podía entorpecer el recorrido, pero la arquitectura de las palabras, a mi me han hecho entrar en calor, más enamorado de mi tierra y más compenetrado con sus vivencias que parecen más de fabula que reales.
    En cada calle en cada esquina hay suficientes argumentos para escribir un libro, no de ficción, como las historias de Fierabrás de Alejandría, sino de hazañas y sacrificios personales y colectivos,que hicieron de esta ciudad un lugar único por su emplazamiento junto a una sierra, dos ríos, una forma de pensar y actuar, donde la prosa la poesía, las bellas artes y sus mujeres, te hacen soñar desde la distancia,aunque en mi caso no sea lejana ni prolongada. Un fuerte abrazo desde Sevilla de tu amigo Pepe Cuadros. Veo por los comentarios que tienes encandiladas a tus seguidoras.

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  12. Ann de Gracia.
    Genial artículo, José!! Qué gozada de paseo también virtual para los que no pudimos estar. ¡Bravo!

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  13. Antonia Barroso Gracia.
    Como dice Enrique Fernández De Píñar Garzón, Don José, un placer verlo tan bien, Elegante y poder disfrutar de sus paseos y de su hermosa Arte!!
    Un abrazo desde Chile.

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  14. Jesús Fernández
    Amigo Pepe, gracias por tu maravillosa descripción de palacios por los que solemos pasar
    con frecuencia pero que normalmente no llegamos a valorar como tu nos haces
    con tus magnífico paseo. Dios te dé vida para que sigas alegrándonos nuestros
    sentidos durante un buen tiempo, que te deseo largo.

    Gracias también por la Revista que no sé si te dije que me había llegado.
    Un abrazo
    Jesús

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