Calle San Jerónimo
La
mañana de un viernes dieciocho de enero se presenta gélida como ella sola, no
es que hubiese carámbanos en las fuentes, porque esto hace años que por estos
lares granadinos no se contemplan, pero
el vientecillo que viene encajonado por el Valle de Valparaiso, se convierte en
un cuchillo puntiagudo que en lugar de acariciar cortaba el cutis, cuando
pasaba por la Plaza Isabel la Católica dirección a Gran Vía para, a través de
determinadas callejas ramales de esta vía principal, llegar al centro de
concentración para realizar esta mañana un paseo palaciego.
Una mirada de soslayo al pasar por debajo del
gigantesco termómetro de la Plaza Isabel la Católica, me dejó grabado un cuatro de
temperatura, que me hicieron cruzar la bufanda que llevaba debajo del chaquetón
impidiendo la visualización de una elegante corbata.
Un Sol resplandeciente me acompañaba tendiendo
hilos de luz entre peatones, tejados y campanarios, era un Sol de terciopelo
que rizaba las cabelleras y llenaba de luz con más intensidad las estrechas
callejas por donde mis pasos se dirigían al lugar del encuentro.
La Gran Vía.
El cielo vestido de un azul intenso clareaba,
un cielo que esta mañana llevaba dentro, una bóveda celeste que vislumbraba a lo lejos un
nuevo vestido de color oscuro con encajes de agua le estaba esperando, un paraíso que él solo sabe por qué lo amamos tanto y que la gente que quiere ir allí no desea morir para llegar a verlo.
Hospital de San Juan de Dios, lugar de concentración
Ese Sol
acariciaba con sus rayos el fruto de un pequeño arbolito, con sus brazos
deshilachados en mil hilos, manoseaba abrazando a un naranjo que observaba cómo esta mañana delante de la fachada de un histórico monumento un grupo de
gente se concentraba.
Algunas señoras ufanas y contentas, bien
abrigadas y sin reparos porque el frío se lo impedía, saludan a la cámara con
los guantes prietos en sus lugares correspondientes.
Los primeros saludos a la cámara
El sol dejaba su huella sobre la fachada de un
monumento vistiéndolo con un color anaranjado pálido, a pesar de que el frío no le
dejaba cobrar más intensidad.
La
portada corresponde a la iglesia del antiguo monasterio de jerónimos, y
allí quedan reflejadas las palabras del santo: “¿Quién hace bien para
sí mismo?” y la capacha y el cayado rematándolo, le flanquean pirámides con
bolas decorativas.
Los saludos se repartían por acá y acullá, y
las conversaciones en corrillos ponían su nota de color, y sobre todo de calor humano de los que poco a poco se iban concentrando.
Mientras unos le echaban un vistazo al folleto
sobre el itinerario a seguir, otros nos afanábamos en recoger dicha guía
orientativa y al mismo tiempo de recordatorio, porque el verdadero guía pronto
haría acto de presencia.
Se recoge y comenta el folleto informativo
Bien pertrechado con chaquetón férreamente
guarnecido, solapa en alza, cartera a la bandolera, micro sobre la boca, pronto
daría la bienvenida y un avance en lo que nos íbamos a deleitar esta mañana,
bien condimentado por el enorme compendio de saber concentrado que nuestro
guía, Rafael Villanueva posee.
Un sol sumiso se dejaba caer sobre la acera
formando una alfombra luminosa para que nuestro caminar, hacia el primer
palacio fuese lo más cómodo posible. Las sombras se dejaban, como si quisieran
permanecer calentándose, mientras las gafas que cubrían los ojos de las señoras
no permitían contemplar las miradas de los bellos ojos que había en sus
rostros.
En la granadina Calle de San Jerónimo
encontramos una amplia riqueza arquitectónica. En apenas cuatrocientos metros
se hayan desde magníficos edificios religiosos, como la Catedral, el
Convento de la Encarnación, las Parroquias de Justo y Pastor, y el Perpetuo
Socorro, hasta palacios como los que pertenecieron a la oligarquía granadina, el Palacio de los Veneroso, el de Caicedo y el de Ansoti a los que hoy les vamos a dedicar nuestra
visita.
Sobre un plano se puede observar cómo se
encontraba esta calle en el siglo XVI, esta casa, delante de la que nos
encontramos, aparece en el siglo XVII, después de pasar por varios dueños en el
siglo XVIII pasa a manos de la familia Ansoti.
Fachada del Palacio de Ansoti
Rafael Villanueva nos habla detenidamente de
las transformaciones que los nuevos dueños realizan en la casa: fachada, portada,
columnas salomónicas, escudo, redondeado de la familia, cuya forma se introduce
en el balcón, la policromía del ladrillo visto en la fachada, en la nueva
remodelación.
El Sol dejaba sobre los rostros de los que
atentos seguían las explicaciones unas pinceladas de maquillaje natural, a modo
de colorete cálido, mientras la expectación iba creciendo por momentos.
Pasamos al zaguán de entrada al palacio, allí
Villanueva continuaría con una documentación concienzuda sobre los que vamos a
ver en el interior, una pequeña interrupción reclamada por los que se
encuentran más al fondo hacen que se tenga que subir un escalón más arriba.
Surge la distribución de la muralla
musulmana arrancando de la Puerta de
Elvira, para morir en las proximidades del Convento de la Encarnación. La
población crece y fuera comienzan a surgir nuevos edificios ente ellos el
Convento de San Jerónimo.
Convento de San Jerónimo
Habla de la
creación de un eje especial de Granada, que comienza en la Catedral y llegaría hasta el Triunfo donde se encuentra la Inmaculada, Granada es
la primera ciudad del mundo que nos pusimos bajo la protección de la
Inmaculada.
La Inmaculada del Triunfo
La primera iglesia bajo la advocación de la Inmaculada fue San
Jerónimo. Aparecen los mercaderes genoveses y las alhóndigas, las figuras de
personajes importantes y el poder económico y religioso. La ciudad va a cambiar
con el poder político, el cabildo y el religioso, la fuerza de las parroquias,
la ciudad se enriquece, comienzan a llegar familias importantes que se instalan
en este eje ampliado.
Estamos en el Palacio de Ansoti actual Colegio
Notarial, destacando la figura de dos grandes notarios, Dávila y Moreno Torres,
artífices de las modificaciones que más importantes que ha recibido.
El patio, cuyas columnas y arcos nos recuerda
al del Palacio de los Córdova, los diversos escudos de las familias que
habitaron aquí antes de llegar la familia Ansoti, angelillos en las esquinas, zapatas,
quizás lo más interesante la fuente situada en el centro del siglo XVII.
Las escaleras y la talla de las puertas con el escudo notarial,
cambiando el de armas que tenían anteriormente, así como las distintas salas que vamos a ver, el
decanato, la sala del siglo XIX, capilla,
Capilla
Comedor
salón de actos,
comedor,
Alfombra con el escudo de Granada
Salón del Decanato
así
como la policromía en distintos lugares
realizadas por los hermanos Ladrón de Guevara, que haciendo un inciso, siento
la satisfacción de haber sido alumnos míos en las Escuelas del Ave María.
Existía una expectación especial que se
reflejaba en las miradas de cada uno de los allí presentes, cientos de veces
habíamos pasado por delante de este edificio y jamás sospechamos que en su
interior pudiera haber tanta riqueza artística. Eran momentos de mirar, de
observar y captar todo lo que nos rodeaba, aquella mañana había que mirar con
los ojos del cuerpo que suelen olvidar, pero también era muy importante mirar con los ojos
del alma que estos siempre recuerdan.
En la subida por las escaleras podemos
contemplar diferentes escudos con sus emblemas correspondientes y un cuadro de
pintura de la Inmaculada. Todo aquello sería el preludio de lo que
después iríamos contemplando.
La primera estancia el Salón del Decanato,
donde se reciben a las visitas antes de celebrar una conferencia, recoleta
donde el decorado de las paredes hace juego con las cortinas, la policromía de
la chimenea, las lámparas y alfombra con el escudo de la ciudad hacen un conjunto completamente acogedor.
Las fotografías que acompañan corresponden a notarios ilustres que ha
tenido la ciudad. Los
documentos más importantes se encuentran en los archivos de Génova y Barcelona.
Contemplando tanta belleza artística se siente
una emoción interna que solo queda dentro del alma, quitando el polvo y los rotos de la vida, y si los
espejos sirven para contemplarse el rostro, el arte sirve para contemplar el
alma.
Nos esperaría después el comedor,
con sus artísticas piezas: lámparas, vidrieras, tallas en muebles, sillas con cuero
ricamente adornado y pinturas de bella policromía.
Otro de los salones acogedores no solo por la
decoración, sino por los medios para hacer más cómoda la estancia, sillones en
círculo,
rincones para tertulias y conversaciones en pequeños
grupos, cortinajes,
tapices, alfombras, todo revestido de un calidez especial.
Si todo lo presenciado embaucaba, no menos
sería la contemplación de la capilla, donde el derroche de talla y tornasolado llega e extremos inusitados, aquí los hermanos Ladrón de Guevara han dejado su
huella en las restauraciones realizadas sobre
las tallas policromadas, tengo que agregar que aparte de heredar los conocimientos de su padre, en mis años pasados por los talleres de la Escuela de Artes y Oficios,
los vi practicando en el taller de policromía, donde obtuvieron la titulación
correspondiente.
Taller de los hermanos Ladrón de Guevara
El arte se encontraba por todas partes, arte
que permanece estático inamovible, arte para contemplar y dejar allí durmiendo
el sueño de los días, más había otro arte especial que le daba a todo aquel
conjunto de piezas que brillaban un empaque especial que lo engrandecía
notablemente, era el de las damas que sintonizaban con la maestría y técnica
que allí se percibía, y no era otro sino el de las señoras que formaban parte
del grupo de visitantes.
Tapices, cuadros, alfombras, lámparas, tallas, abundancia de color, mobiliario, todo un conjunto de obras de arte para dejar extasiado
al más impasible de los espectadores.
La balaustrada de mármol con su blancor
resplandeciente, haciendo juego con los escudos, angelitos, y columnas que
servían de soporte al grupo que descansaba apoyado sobre la baranda, dejaban un
cuadro como el mejor recuerdo para conservar de esta grata visita. En paralelo y
a todo lo largo del alféizar sobre el que se apoyaba todo el barandal un
conjunto de macetas, perfectamente colocadas, coincidiendo con los pies de los asistentes,
ponía una nota de color verde ante tanta blancura de alabastro.
Había que descender por la escalera, pisando una
alfombra con las florituras de colores que la adornan, contemplando el cuadro
de una Inmaculada que con sus angelillos sonrientes, parecían alegrase de los
ocupantes del palacio esta mañana.
De nuevo en el patio se volatizaba un frescor
que se unía al de esta mañana, mientras la fuente que hace de centinela
vigilante continuo de los que por allí pasan, recibía el color de un verde intenso
marcado en las estiradas hojas de aspidistras que siempre le acompañan en este
silencio conventual que allí se respira.
En este adiós para seguir buscando otros
palacios de esta egregia calle, no hubiera sido de elegantes convidados una
despedida sin darle las gracias a D. Manuel Tortosa, por habernos acompañado
esta gélida mañana en la visita, aportando en algún momento determinada
información sobre el palacio.
En esta despedida, Rafael indica que en los
habitáculos que rodean el patio se encuentra el archivo, donde en alguna
ocasión tuvimos que consultar determinadas informaciones sobre un trabajo
relacionado con los moriscos, y de la importancia de este palacio y sus
archivos.
Atravesando el zaguán de entrada y el enorme
portón con sus aldabones y medallones de hierro, salvando el escalón que nos
separa de la calle, nos dirigimos al siguiente palacio, el los Caicedo.
Conforme nos vamos aproximando, a nuestros
oídos llegan las notas musicales de instrumentos que ensayan determinadas
partituras: saxofones, trompas, timbales, violines y guitarras, anuncian que allí
se encuentran, dando la voz de su existencia a través de un lenguaje especial, de
corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas que deambulan por el aire.
Aquel lugar
tiene una carta de presentación especial, que se muestra, al que por allí pasa,
grabada en un placa de piedra en la fachada, se trata del Real Conservatorio de
Música de la Emperatriz Eugenia de Montijo.
La Emperatriz Eugenia de Montijo
Este interesante palacio fue levantado en el
siglo XVI. Fue primero casa solariega de los Rueda – cuya heráldica se muestra
en la portada- pasando después a principios del siglo XVIII a Luis Beltrán de
Caicedo y Solís, primer marques de Caicedo.
Este antiguo edificio se ha conservado en
parte gracias al uso docente al que ha sido destinado desde hace tiempo. Entre
otras instituciones aquí ha tenido sede el Instituto de Enseñanza Media de
Granada, y la antigua Facultad de Farmacia hasta el año 1950 y, actualmente, el
Real Conservatorio Superior de Música “Victoria Eugenia”.
Isidoro Pérez de Herrasti
El Conservatorio tiene el distintivo de Real
desde el 10 de diciembre del año 1921, título solicitado por su fundador,
Isidoro Pérez de Herrasti, Conde de Padul, y concedido por el monarca Alfonso
XIII en honor de su esposa, la Reina Victoria Eugenia.
Alfonso y Eugenia
Su fachada es de gran interés, constituyendo
uno de los diseños más importantes de la arquitectura señorial del manierismo
granadino, a pesar de las modificaciones a que ha sido sometida.
Se estructura
en tres plantas más dos torres situadas en los extremos, en un conjunto que
presenta su paramento en ladrillo prensado, a excepción de algunos de sus
elementos y la portada, realizada en piedra de sierra Elvira.
Fachada del Palacio de Caicedo
Pasado el atrio tras unos escalones y una puerta
que deja pasar el aire a través de sus barrotes de hierro, y escudos en la parte
baja, entramos en un patio columnado.
Salvando el vestíbulo de entrada nos
encontramos con el patio, que reúne las características de la época pero con
unos aditamentos que le dan un realce especial.
La vista intenta percatarse de elementos que
no estaban en el palacio de Ansoti que acabamos de dejar.
El suelo está cubierto por cuatro alfombras
trapezoidales realizadas con el artístico empedrado granadino, con una enorme
granada en el centro y festoneado de encajes con tintes blancos y grises, de
aquellos guijarros que un día estuvieron lavándose en las aguas del Genil y del
Darro, y hoy descansan en el suelo de este palacio dejándose lisonjear por el
verdín que las arropa, y las pisadas de los que por aquí transitan. Carece de
fuente central pero allí se juntan las cuatro vías de mármol formando un
rectángulo del que salen los brazos y piernas en perfecta armonía geométrica.
No se encuentra solo, le acompañan un conjunto
de aspidistras en sus correspondientes tiestos de cerámica, que contemplan el
tapiz empedrado, formando un cordón que lo abraza, mientras otros tiestos situados en el alfeizar de la
balaustra del primer piso, dejan caer sus emociones convertidas en largas
cadenas pintadas de verde convertidas en yedras enroscadas, que son los
placeres que se deshacen por alcanzar el patio.
En este patio encontramos cosas similares al
patio anterior que acabamos de ver, lo arcos rectilíneos pero con tres huecos,
en el escudo heráldico aparece en uno de los cuarteles una rueda que se
incorpora cuando el señor Rueda viene a vivir a esta casa que era de su mujer. En
los arcos no aparece heráldica de la casa, pero sí adornos como si fuera cuero
mojado. El pilar que tenemos es del siglo XVII con el escudo heráldico que hay
encima.
El pilar tiene dos mascarones que parece que
son iguales, no son iguales, ni gemelos, son mellizos. Si nos fijamos bien,
no son idénticos hay diferencias entre los dos, en pelo, bigotes, orejas.
El mármol que lo compone es de Macael y la
piedra parda de Sierra Elvira, lo que constituye el hueco del pilar esta hecho
de una sola pieza, vaciado a cincel y martillo, no tiene ninguna grapa que una
las esquinas como ocurre en otro tipo de pilares renacentistas.
En el piso alto se repiten las zapatas sobre
columnas con sus decoraciones en los centros.
Existe una gran diferencia entre zapata y can,
la zapata es completa, es decir doble sobre una columna, en cambio el can sale
de un espacio horizontal, es medio, aunque señores muy entendido lo confunden, igual que a todo lo que es en madera le llaman artesonado erróneamente.
Zapata
Can
Aquí estuvo la Facultad de farmacia, en el año
1936 se cierra con motivo de la guerra y se hacen unos laboratorios para hacer
medicamentos para el frente, igual que se instalaría en otro edificio más
arriba un hospital de sangre. Después continuaría una vez terminada la guerra
pero por motivos de espacio se trasladaría a la Calle Rector Argueta.
El patio nos esperaría de nuevo y algún cómodo
banco para reposo y descanso, mientras se prosigue la marcha.
Se sigue escuchado el sonido de algún
instrumento como si fuera el de algún fantasma que no se ve, más de pronto, alguien aparece con un saxo como señas de identidad de que efectivamente, no
solo hay notas en el aire sino instrumentos reales.
El sonido del saxo suena como el grito del alma
dolida, a veces llora en sus melancólicas notas la tristeza profunda del que lo
toca. Su sonido bronco y oscuro se escucha en las calles en los atardeceres
otoñales, con llanto de melancolía esperando ver recuperado su esfuerzo con
unas monedas del paseante, sobre un sobrero colocado en el suelo al revés. Es
el rey del viento sobre un entarimado entre cafés y humo de cigarrillos en conversaciones perdidas entre mesas de mármol
y copas de vino.
El saxo el rey del viento
Salimos a la calle y mirando a la fachada
principal, Rafael nos va a describir todos los pormenores que en ella se
encuentran.
Los colores rojo y amarillo, así como el verde
y blanco de las banderas arropadas sobre sus astas respectivas parecen escuchar
las explicaciones, que en más de una
ocasión habrán presenciado por los grupos que por aquí pasan.
Nos quedaba el último de los palacios el de
San Bartolomé y Santiago, hacia él nos dirigimos.
Palacio de los Veneroso
La mañana avanzaba y aquel sol que tímidamente
nos había recibido de puntillas a las diez y media de la mañana, ahora se alzaba
sobre los tejados palaciegos fundiéndose en un mar de color celeste, intentando
flamear nuestros cuerpos ateridos por una mañana de intenso frío.
Estábamos sumidos en una época impregnada de
Renacimiento, donde solo enmarañaba el ambiente, que se nos colaba dentro de
nuestra mente, el sonido de los claxon de los automóviles, o la imagen de un
trenecillo turístico que interrumpía la atención, y el sonido del habla del guía que hacía
un esfuerzo porque captáramos sus explicaciones.
El edificio que hoy alberga el Colegio Mayor
de San Bartolomé y Santiago se empezó a edificar en 1553 por el Oidor de la
Cancillería D. Juan de Arana, probablemente sobre un antiguo palacio árabe.
Posteriormente, fue vendido al Gran Capitán al que perteneció hasta 1582,
cuando fue comprado por la familia
Veneroso. Esta familia lo habitó hasta que se extinguió su linaje, dejándolo en testamento a los Jesuitas para ser
destinado a obras piadosas.
Al entrar en aquellos patios plenos de luz, de
mármoles que salieron del claustro íntimo y cálido de la tierra, tallados a
golpe de cincel y martillo, para convertirse en columnas, pilares y escudos, me
recuerdan hoy viernes dieciocho, de un gélido mes de enero del dos mil
diecinueve, aquel patio de mi infancia, y de otros muchos de mi querido barrio
albaicinero, un sueño que se imponía al mundo y los copos hechos luz cubriendo el empedrado, tiritando de frío, las
paredes derruidas traspasadas por los rayos infinitamente frágiles, de un Sol
que apenas si calentaba.
¡Ay patios de mi Albayzín!
Todavía resuenan en sus paredes,
los sonidos que emanan los golpes
de la ropa al hacer la colada,
sobre la piedra de las pilas de lavar
mientras el perfume de los rosales
es el canto oloroso que los embriaga.
El Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago con su patio de planta rectangular, se organiza alrededor de ese patio
porticado con arcos y estancias en los cuatro lados. El patio es una preciosa
muestra del Renacimiento tardía granadino, con tres grandes arcadas en cada
lado y tres pisos, con columnas toscanas y arcos carpaneles, con un pilarillo
común en estas edificaciones.
Nada más atravesar el enorme portón de entrada,
cuyos medallones de bronce, se calientan por un sol que tímidamente intenta
acompañarnos pero no pasa más allá. La admiración nos invade, y aunque al primer
golpe de vista se asemeja a los anteriores, sin embargo, hay cosas que se
desligan, su amplitud, enlosado, no empedrado, un pilar con tres mascarones y cogido con las
esquinas con engarces al ser construido en varias piezas, un piso superior
acristalado y las gárgolas, cabezas de león colocadas en las esquinas de las
partes superiores para dar salida al agua los días de lluvia.
Una amplia escalera nos conduce al primer piso,
donde los arcos llamados de rincón de claustro tienen por misión soportar los
movimientos.
Algunas notas de humor surgen para desligarnos un
momento de tanto valor arquitectónico
Mientras tanto los tejadas y casas colindantes del
exterior se quieren introducir reflejándose en las cristaleras.
La
torre y cúpula de la Colegiata de San Justo y Pastor se yerguen todas orgullosas
por encima de las cubiertas.
Desde lo alto se divisa una especie de corazón
formado por las diversas macetas del patio; apoyado en la balaustrada mientas
realizo la foto me vienen a la memoria, lo que un corazón es capaz de realizar, cuando lo exprimimos para teñir el lienzo de la vida en los avatares que nos
presenta, siempre dispuesto a verter lo que tiene en su interior, sin vaciarse
nunca, siempre apoyado en el Omnipotente que lo sostiene y fortifica.
Un corazón hecho con las macetas del patio
Las columnas que rodean todo el corredor, así como
el pasamanos conservan para la eternidad grabadas, a fuerza de colmarle al
tiempo la paciencia, las rúbricas y nombres de muchos de los personajes que, a
través de los años, e incluso de siglos, han dejado allí grabado; entre ellas
tenemos la del famoso brandy de las bodegas Terry y las iniciales de Federico
García Lorca.
Dejando atrás el patio y un largo pasillo nos
internamos en la capilla donde el centro de atención se encuentra situado en el retablo del
altar, con talla y policromado teniendo como centro la Inmaculada, donde los
colores blanco azul y rojo se destacan representado la pureza, universalidad,
realeza y humanidad de la Virgen.
Nos hablaría Rafael
del sistema utilizado para la conversión de los moriscos y donde se encontraba
realmente la casa de cristianización en el Albayzín, y la conversión de las
mezquitas en iglesias a través del agua bendita.
Después de una mañana fría por la temperatura
ambiental, se llenaría totalmente de calor por la contemplación de tantas obras
artísticas, en arquitectura, pintura, policromía, talla y vivencias de personajes
de un pasado traído a la realidad del presente, aliñado perfectamente por la
grata compañía de los que esa mañana pudimos disfrutar de la conversación
fraternal y amistosa.
Haciéndole caso al guía unos riojas con unas
buenas tapas de tortilla española darían por finalizado este paseo cultural
mañanero, que permanecerá guardado en el subconsciente de los actores que
fuimos los propios asistentes.
José
Medina Villalba.
José Medina Villalba
Magistral como nos tienes acostumbrados, querido compañero!
ResponderEliminarEl comentario escueto, la palabra MAGISTRAL que lo inicia como abanderada encierra tanto contenido, que por sí sola lo dice todo. Mi agradecimiento a la compañera Mayte Trinidad.
ResponderEliminar
ResponderEliminarMARIA AMPARO MORA MONTES.
Un magnífico relato, un regalo inolvidable de la visita realizada, un día frío de Enero, a los palacios de la calle S. Jerónimo. Gracias amigo.
Angeles Ruiz Rodriguez. Es verdad que es un placer, mucha gente no saben ni que existen.. son maravillosos... Gracias amigo, tu también eres maravilloso...
ResponderEliminarFrancisco Aguayo Moreno.
ResponderEliminarFelicidades y gracias por hacernos llegar a los granadinos esta maravillosa e interesante información me asiste la duda de si esto puede tratarse de algún libro que este pensando editar sería estupendo aqui tiene un amante de la lectura un saludo y muy buen cronista de esta bella ciudad que enamora a propios y extraños.
Mari Rosi Salmeron Espigares.
ResponderEliminarGracias D.José. por hacernos vivir este recorrido como si allí estuviésemos .
Efectivamente paseamos por las calles de Granada y sabiendo lo maravillosa que es, a los que nos gustan sus edificios, Palacios e Historia sólo nos aventuramos a entrar a los patios o zaguanes.
Haciendo un curso de Guías de Ruta aquí en Guadix tuve la gran suerte de hacer recorridos por Granada ,los algives,museos ,Catedral ,Madraza y algunos más .
Y ahora con la Universidad de mayores también ,pero estos no los conocía .
Gracias ha sido con las fotos,vídeos y sobre todo sus explicaciones como si hubiese estado ahí .
Gracias .
Adriana Arevalo.
ResponderEliminarGracias por compartir esta maravilla, Don José!!!!
Mari Carmen Molina.
ResponderEliminarAmigo Pepe. Acabo de leer tu archivo sobre los palacios que se encuentran en la calle San Jerónimo, me quedo sorprendida, pasamos por ellos sin saber el arte y la historia que encierran, tu te has encargado de contarlo de u a forma magistral,gracias a ti aprendemos historia de nuestra Granada, que muchos ignoramos. Lo narra de una forma amena que nos hace querer saber mas . Siempre me quedo gratamente sorprendida. Enhorabuena, espero seguir leyendo tus archivos, son muy interesantes. Un abrazo.
José Medina Villalba.
ResponderEliminarCiertamente nuestra ciudad es un gran tesoro, vivimos dentro de él y apenas si hemos podido captar las joyas que se encierran en este gran cofre, tenemos la gran suerte de haber nacido aquí pero, a veces, los avatares y ajetreos del caminar diario no nos han permitido penetrar dentro de sus valores artísticos, si mis relatos abren un pequeño resquicio de luz para despertar el interés por conocerlos, para mi como granadino, me doy por satisfecho, y si a eso le uno el que eres una ferviente seguidora de mis archivos, mi agradecimiento más sincero, estimada amiga Mari Carmen Molina. Un abrazo.
Ruth Castro Muñeton.
ResponderEliminarEspectaculares. Felicitaciones por esa ciudad
Antonio Torres Sanchez. Buen reportaje!!!
ResponderEliminarAmigo Pepe:Había en Málaga un locutor de Radio Nacional de España especializado en retrasmitír las corridas de toros, llamado António Carmona ya fallecido,que en una de esas corridas en la plaza de la Malagueta,dijo lo que a continuación narro; está sentado junto a mi un aficionado luciendo un tremendo y largo veguero,cuyo humo se nos introduce por las fauces nasales, impidiéndonos la normal trasmisión de la corrida,le rogamos encarecidamente se traslade a otro tendido, para poder seguir ejerciendo nuestro cometido.
ResponderEliminarEn este recorrido arquitectónico cultural por la Granada eterna, no ha habido nada que interrumpa u obstaculice el fantástico y señorial paseo por esos palacios que son fruto de la increíble y portentosa historia,de una ciudad, de unos personajes y de unos tiempos irrepetibles. Según parece la temperatura ambiente de cuatro grados,podía entorpecer el recorrido, pero la arquitectura de las palabras, a mi me han hecho entrar en calor, más enamorado de mi tierra y más compenetrado con sus vivencias que parecen más de fabula que reales.
En cada calle en cada esquina hay suficientes argumentos para escribir un libro, no de ficción, como las historias de Fierabrás de Alejandría, sino de hazañas y sacrificios personales y colectivos,que hicieron de esta ciudad un lugar único por su emplazamiento junto a una sierra, dos ríos, una forma de pensar y actuar, donde la prosa la poesía, las bellas artes y sus mujeres, te hacen soñar desde la distancia,aunque en mi caso no sea lejana ni prolongada. Un fuerte abrazo desde Sevilla de tu amigo Pepe Cuadros. Veo por los comentarios que tienes encandiladas a tus seguidoras.
Ann de Gracia.
ResponderEliminarGenial artículo, José!! Qué gozada de paseo también virtual para los que no pudimos estar. ¡Bravo!
Antonia Barroso Gracia.
ResponderEliminarComo dice Enrique Fernández De Píñar Garzón, Don José, un placer verlo tan bien, Elegante y poder disfrutar de sus paseos y de su hermosa Arte!!
Un abrazo desde Chile.
ResponderEliminarJesús Fernández
Amigo Pepe, gracias por tu maravillosa descripción de palacios por los que solemos pasar
con frecuencia pero que normalmente no llegamos a valorar como tu nos haces
con tus magnífico paseo. Dios te dé vida para que sigas alegrándonos nuestros
sentidos durante un buen tiempo, que te deseo largo.
Gracias también por la Revista que no sé si te dije que me había llegado.
Un abrazo
Jesús