UN
CUENTO DE HADAS. DE GRANADA A CANTABRIA. PECHÓN. BODA DE ANTONIO Y VIKY.
(10-07- 2021). Primer día.
Todos los
cuentos suelen comenzar de maneras muy semejantes, éste que voy a contar es un
cuento de fantasía pero completamente real, lo he vivido y tal como lo he percibido
desearía que lo vivieras si tienes la amabilidad de acompañarme y por supuesto
te apetece.
"Erase
que se era......
Aquella
mañana, de un día ocho de julio del año del Señor 2021, Granada, a las dos de
la tarde era un hornillón que ardía por los cuatro costados, un sol ardiente
como el que va atravesando un desierto, sin un buche de agua que echarse a la
boca, había quemado las nubes que huyeron despavoridamente, quedando un cielo
que proyectaba una lámina de azul metálico intenso que desentonaba con el
escenario.
Málaga con
su aeropuerto nos esperaba, para trasladarnos al lugar donde en unos días, se
iba a celebrar esta maravillosa y encantadora aventura. Juanjo el conductor que nos ha traído, fiel a su papel de ruta, nos fue
dando las consignas y datos correspondientes para el pasaje del vuelo.
(En el aeropuerto de Málaga)
La enorme
águila mecánica con sus alas al viento impulsada por sus dos grandes energías,
nos remontaba a los espacios donde solo se siente el leve sonido de los
motores y las caricias de las algodonosas espumas blancas; las minúsculas
ventanitas por donde nuestras miradas nos convierten en gigantes al contemplar
desde las alturas la pequeñez de lo que atrás se va quedando.
Málaga a lo lejos y su costa la del Sol regalan al mundo su clima, y a nosotros nos dice adiós.
Un suspiro,
más o menos, fueron los sesenta minutos durante los que doscientos pasajeros
enlatados como sardinas sin aceite, vivimos un pasaje tranquilo, solo el ir y
venir de las azafatas ponían una nota de movimiento en el pasillo. El
aterrizaje en el aeropuerto de Santander, fue como el que empujando fuertemente
la butaca que llevas delante, quisieras detener el monstruo que ha entrado
bruscamente en la pista de aterrizaje.
Allá al
fondo quedaría nuestro pájaro volador, mientas arrastrando el equipaje
buscábamos otro de cuatro ruedas, que nos habría de trasladar al lugar donde
seríamos los protagonistas de una gran aventura.
La acuosa
sandía nos iría refrescando por el camino, taquitos de agua encerados en una
malla de tejido sonrosado, aliviarían nuestro sediento cuerpo, hasta llegar al lugar del destino.
Val de San Vicente nos abría un espléndido escenario. Val de San Vicente es el municipio más occidental de la costa
cántabra y está situado en la desembocadura de los ríos Deva, Nansa que
aportan sus aguas al mar en las rías de Tina Mayor y Tina Menor respectivamente.
Fue nuestra primera parada, el lugar llamado Val de San Vicente, para deslumbre de nuestras miradas, respirar un aire cargado de oxigeno que invitó a algunos, hacer malabarismos en las columnas del mirador, mientras el lugar estaba como el mejor de los escenarios entre bambalinas de verdor intenso de los árboles que nos rodeaban y el olor a marisma y sal que subía del mar.
Un monumento al pescador que, con su larga caña desea alcanzar la boca de cualquier lubina que se acerque por estos lares, mientras tanto un rubor de voces lejanas convertidas en olas venían en una marea de susurros, que nos trasladaban a otros espacios, sin que dejáramos de sentir esa sensación especial de saber que estás en un lugar inédito y totalmente novedoso, que ya ha comenzado a embriagarnos los sentidos. ¿Será este el cuento de Simbad el marino el que nos querrá contar nuestro escritor?
Por fin llegamos al lugar donde se van a desarrollar
los acontecimientos, una casita como la del cuento de Hansel y Gretel se nos
presentaba a la vista. Los hermanos del cuento se perdieron en el bosque,
nosotros en cambio no nos hemos extraviado porque hemos dado con el lugar
exacto.
Mi mente comenzó a abstraerse, en el interior de mi
subconsciente me preguntaba, seré yo Hansel y esta casa será aquella del cuento
donde los ladrillos son de chocolate, el tejado de mazapán, los cristales de
las ventanas de caramelo, estaba alucinando.
-No, ¡por Dios!, esta era una casa de ensueño real y al
mismo tiempo de pura fantasía, la bruja malvada no existía, pero sí los
familiares que ansiosos nos esperaban y entre todos se cruzaban los saludos más
afectivos. Posada de Fuente de Villa éste era su nombre coronado por el
ondear a una brisa suave del atardecer que hacía ondear las banderas de España, Comunidad Europea, y la de Cantabria.
Aquí no existía la bruja malvada del cuento que encerró a los niños en sendas jaulas para engordarlos y comérselos, todo lo contrario una princesa acompañada por su dama de honor, su madre, nos saludaba desde lo alto de una terraza dándonos la bienvenida. (Continuará)
José Medina Villalba.
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