En septiembre, Granada sabe a dulce. |
En septiembre, Granada huele a perfume de flores.
En septiembre, Granada tiene la romería a S. Miguel.
Septiembre, Granada, sabe a dulce,
(tortas de la Virgen) huele a perfume de
flores, (ofrenda a la Patrona) y el caminar se convierte en andares de
procesión y romería, (procesión de la Virgen de las Angustias y romería a S.
Miguel).
Nuestro refranero español es sabio,
aunque no siempre acierte, pero es tan variado que no falla.
“Marzo y septiembre son cual hermanos, uno dice adiós al invierno y otro al verano”.
“Si en septiembre ves llover, otoño
seguro es”.
El primer refrán lo doy por seguro, en
cambio el segundo, las lluvias lo han confirmado en Granada a último de mes,
todo el tiempo anterior ha sido pleno verano. El famoso veranillo de los
membrillos, que siempre sucede al final de septiembre, este año no lo hemos
visto.
Cada estación del año tiene un ambiente
especial algo que, dejando aparte la climatología, nos hace sentirnos
plenamente embuidos en lo que destila.
Plaza de la Trinidad
Este verano ha sido, como es costumbre
en esta ciudad, caluroso, los 37º e incluso los 40º han sido la tónica. Sin
embargo, el calor de septiembre, aunque el termómetro marque temperaturas altas
tiene unas connotaciones especiales, desde mi punto de vista, que lo diferencian del de
julio y agosto. Es un calor pegajoso, los rayos solares, en determinados
momentos, al no caer tan perpendiculares,
su oblicuidad molesta más a los ojos, las mañanas suelen ser más frescas y la
longitud de las tardes se acorta. Las arboledas que cubren las plazas públicas,
Trinidad, Bib-Rambla, Los Lobos, se ven saturadas de infinidad de pájaros con
un ruido ensordecedor en los atardeceres.
Las estaciones del año nunca coinciden
con la fecha que indica el almanaque. El otoño nunca empieza el 21 de
septiembre ni tampoco el frío del invierno comienza el 21 de diciembre.
Los cucuruchos y tarrinas de los helados
se pasean en manos de los asiduos a este refrescante producto pensando que el
calor se va y los establecimientos de este artículo irán poco a poco cerrando
sus puertas; últimamente este negocio ha proliferado bastante. Cuando era
niño, los helados “La Perla”, en Plaza Nueva, y “Los Italianos”, en Gran Vía, eran
los únicos que existían, hoy en día te los encuentras por todas partes.
Helados "Los Italianos".
Contemplando la puesto de sol desde S. Nicolás.
La estrechez del pasillo que conduce a
las taquillas de los helados “Los Italianos”, está tan llenas de gente que
apenas puedes llegar a adquirir la ficha para deleitarte en el sabor de una
cassata, un trozo de tarta, un corte variado, una copa capricho, una tarrina
variada de nata, frutas, chocolate, crema tostada… Todo el mundo conoce este
establecimiento, hasta la primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama,
antes de preguntar por el Mirador de S. Nicolás, donde Clinton contempló la
mejor puesta de sol del mundo, quiso deleitarse con un rico helado de chocolate
de “Los Italianos”, porque nada más nombrarlos se le hace a uno la boca agua.
Tuve la ocasión de dedicarles una
poesía, hace unos años, así como una pintura al óleo con tres de sus
empresarias.
A LA FAMILIA ROCCO - HELADOS LOS ITALIANOS
Granada, ciudad de encantos,
no tiene punto de comparación,
monumentos por doquier
con historia y tradición
La hospitalidad de sus gentes,
la belleza de sus barrios
con raíces arábico-judías
a los visitantes deja impresionados.
Naturales, excelentes y exquisitos
en el arte de la heladería,
los helados de los italianos
son de cualquier otro la envidia.
A la entrada de la Gran Vía
este establecimiento encontrarás
abierto hasta altas horas del día
para en él poderte deleitar.
Sus dueñas y empresarias,
junto con el personal,
derrochando simpatía
con amabilidad te atenderán.
Gran variedad de helados:
tartas, cassatas, copas variadas...,
dan plena satisfacción
al paladar más exigente.
El local brilla con luz propia
elegante, no hay otro igual,
parece un ascua radiante
y te ha de deslumbrar.
De Italia nos vino Colón,
un Mundo Nuevo nos descubrió
los Rocco de allí vinieron
y un "Mundo Nuevo" de sabores nos trajeron.
Para esta familia
mi más profundo respeto,
cariño y agradecimiento.
J. Medina
En septiembre todo es bullicio en la
ciudad, Granada se convierte en una ciudad empapelada, las cabinas telefónicas,
las farolas, las paredes de los edificios, las vallas que aíslan la calzada de
las obras, se forran de carteles ofreciendo a los estudiantes el mejor
apartamento o la mejor habitación, con proposiciones extraordinarias. Nada ni
nadie va a impedir a estos arrendadores que hagan su publicidad, burlando la
rigurosa vigilancia que el Ayuntamiento ha impuesto, y es que Granada es
especial hasta para hacer propaganda y como reclamo atraer a los arrendatarios.
Han comenzado las clases, la circulación
en las horas punta está completamente saturada de vehículos que portan alumnos
y el ruido de los claxon pone nervioso a conductores y transeúntes.
Granada tiene, en este mes de septiembre,
un ambiente especial, la gente de la ciudad y de sus pueblos quieren honrar a
su Patrona la Virgen de las Angustias, hay elocuentes sermones ensalzando las
glorias de la Madre de Dios, las campanas de su basílica todas las tardes
lanzan alegremente su lenguaje de bronce
invitando a los granadinos a participar
en los actos religiosos.
Son las cinco de la tarde del día quince,
el centro de la capital, Puerta Real y la Carrera de la Virgen se encuentran
abarrotadas de gentes; hay un olor especial a nardos, jazmines, claveles,
rosas, margaritas, azucenas, gladiolos, capullos, un perfume que embriaga, una
fragancia que atrae e invita a seguir su rastro, es una paleta de colores que
enriquecen la vista. Los puestos vendedores de flores se agolpan en la Fuente
de las Batallas.
-¡A tres euros, a tres euros, a tres euros!…,
repite una y otra vez incansablemente el vendedor que pregona la calidad de las flores que expende. Gentes de todas las clases sociales, particulares, gremios de trabajo, deportivos, cofradías religiosas, asociaciones de vecinos, bomberos, militares, comerciantes, oficinistas, representantes del Ayuntamiento, Gobernación, Diputación, caballistas, romeros, rocieros, moteros, peñas ciclistas, y un largo etcétera, perfectamente organizados, van haciendo sus ofrendas representadas en ramos de flores que sobre unos bastidores gigantes situados en la fachada principal de la iglesia, se van depositando por medio de las manos de los trabajadores equilibristas que ordenadamente las van colocando.
-¡A tres euros, a tres euros, a tres euros!…,
repite una y otra vez incansablemente el vendedor que pregona la calidad de las flores que expende. Gentes de todas las clases sociales, particulares, gremios de trabajo, deportivos, cofradías religiosas, asociaciones de vecinos, bomberos, militares, comerciantes, oficinistas, representantes del Ayuntamiento, Gobernación, Diputación, caballistas, romeros, rocieros, moteros, peñas ciclistas, y un largo etcétera, perfectamente organizados, van haciendo sus ofrendas representadas en ramos de flores que sobre unos bastidores gigantes situados en la fachada principal de la iglesia, se van depositando por medio de las manos de los trabajadores equilibristas que ordenadamente las van colocando.
Una gigantesca escalera de los bomberos
de la ciudad, en lo más alto de la fachada principal de la iglesia pone un corazón
hecho de flores, mientras los helicópteros, de la base naval de Armilla,
sueltan pétalos de rosas, es una lluvia multicolor que regala el cielo
cubriendo las cabezas de la multitud que allí se congrega.
Los cantos de los rocieros, de las peñas
flamencas acompañadas por los rasgueos de sus guitarras, se elevan hacia la
bóveda celeste para glorificar a la Virgen de las Angustias.
La voz del presentador, a través de los
altavoces, va dando paso a la enorme fila de gentes que quieren honrar a la
Patrona.
Día 28 hay un movimiento especial en
Puerta Real, la Fuente de las Batallas como centinela perenne ve, como en más
de una ocasión ocurre durante el año, colocar los tenderetes que van a dar cobijo a los productos típicos del otoño.
Este mercadillo que, desde “In illo
témpore”, se viene realizando en estos aledaños, cuando aún la luz eléctrica no
se había inventado y los puestos, a su libre albedrío, se colocaban en la Plaza
del Campillo, ante el edificio de la Diputación Provincial, alumbrándose con
lámparas de carburo, hoy día sigue siendo actualidad y atracción especial de
los granadinos.
Ya huele a las tradicionales “tortas de
la Virgen”, elaboradas fundamentalmente a base de masa de pan enriquecida con
manteca de cerdo, aceite de oliva y pasas, rellenas con cabello de ángel,
chocolate o crema, de chicharrones, pan de aceite con pasas, que se esconden en
el interior, para sorprender el paladar de los que las degustan; soplillos de
almendra traídos desde las Alpujarras, destilando blancura en su presencia,
herencia de la pastelería árabe; roscos de aire, cuñas de chocolate y crema,
cruasanes, y todo un surtido variadísimo de los frutos típicos del otoño:
acerolas, antioxidante, ricas en vitamina C, y antienvejecimiento; azofaifas
con propiedades expectorantes y emolientes; membrillos, demulcente, antidiarreico,
diurético; almecinas.
Grandes recuerdos de mi época de niño cuando en el Colegio del Ave María a la ribera del río Darro, plagado de almeces no subíamos a sus ramas para llenarnos los bolsillos de este fruto, primeramente verde, después amarillento, le comenzaban a salir unas pinticas negras y finalmente se ponía negro, era el pistoletazo para tirarle palos a las ramas y que cayeran como maná llegado del cielo.
Grandes recuerdos de mi época de niño cuando en el Colegio del Ave María a la ribera del río Darro, plagado de almeces no subíamos a sus ramas para llenarnos los bolsillos de este fruto, primeramente verde, después amarillento, le comenzaban a salir unas pinticas negras y finalmente se ponía negro, era el pistoletazo para tirarle palos a las ramas y que cayeran como maná llegado del cielo.
Después íbamos al cañaveral que había junto
a la acequia, cortábamos cañas para hacer canutos, el arma ideal para lanzar
los huesos y comenzaba la guerra.
Aquello fue producto de otra época,
época de escasez, hoy en día los niños del Colegio no le prestan la más mínima
atención a las almecinas, sin embargo esas bolitas negras y dulzonas del otoño,
la de las guerras de los canutos, las que llenaron nuestra época de niños, el
almez que las produce no se puede borrar de mi mente porque forma parte del
territorio de mi alma.
Los tapaculos(escarabujo)
Las majoletas que no había que confundirlas con los tapaculos (escarabujo), ya que se decía que se nos atrancaría el culo si las comíamos. Las moras de las zarzamoras, bellotas, avellanas, granadas, algunas abiertas preñadas de rubíes rojos que incitan a comprarlas, almendras, nueces, castañas, dátiles, frutos secos, gominolas , chucherías, pistachos, higos secos, se dan cita, ante los cientos de ojos que ávidos las contemplan.
Los pregones se repiten continuamente de
los vendedores que esperan impacientes darle suelta a sus mercancías.
-¡Niñas las doy a probar sin compromiso!
-¡Niñas que ricas tortas tengo, de cabello, de chocolate, de crema!
-¡A la rica acerola!
- ¡Vamos que son como almendras!
-¡Niñas las doy a probar sin compromiso!
-¡Niñas que ricas tortas tengo, de cabello, de chocolate, de crema!
-¡A la rica acerola!
- ¡Vamos que son como almendras!
Más abajo, a la entrada de la Carrera de
la Virgen, la castañera, con su hornillón encendido echando luminarias
transformadas en chispas que saltan alegremente desde los carbones encendidos,
está dando el espaldarazo de entrada al otoño.
-¡Vamos a las calentitas!
-¡Vamos a las calentitas!
Este primer otoño de septiembre es el de la procesión de
la Virgen de las Angustias, el otoño de la vendimia, el de los cielos de nubes
finas y de diversos colores, el del aire fresquito de las mañanas, el de los
atardeceres mágicos, que los extranjeros buscan desde el mirador de S. Nicolás
con la Alhambra de fondo y la Vega como alfombra; luego vendrá el otoño de la
lluvia mansa, la de los primeros saquitos de lana, la del reloj que acorta
distancia, las tardes en las que el viento manda en la calle y hace que éstas
estén desiertas metiendo a las gentes en sus casas.
Día 29 último domingo de septiembre,
Granada se llena de gentes, promesas que hay que cumplir, pies descalzos en
filas de hombres y mujeres interminables, cabeza de la procesión que se junta
con la cola; “catetos pueblerinos” venidos de las Alpujarras, de la costa, de
los montes orientales, de Loja y sus aledaños, con ansias de ver a la
Patrona, olor a cera y nardos, campanas
que repican, cohetes que con su estruendo pregonan a los cuatro vientos, que
este día no es un día cualquiera que la Reina de los Cielos saldrá de su casa
para recorrer la ciudad. ¡Vivas y más vivas!, que salen de lo más profundo de
los corazones dirigidos a la Madre, y pensamientos ocultos pidiendo ver
cumplidos los deseos personales de cada uno: curación de enfermos, pedir
trabajo, o mantener el que se tiene, paz
en las familias y en el mundo…, creo que la Virgen no va a dar abasto a tanta
petición, pero en fin la fe doblega montañas.
El albayzín, con su santo en lo alto del
cerro del aceituno, ve subir las carrozas que parten desde la Plaza del Salvador
para hacer el recorrido de todos los años en su famosa romería de S. Miguel.
Las gentiles y guapas mujeres del
barrio, con sus vestidos de faralaes ,montadas en los vetustos carruajes
adornados con ramas traídas de las avellaneras de la ribera del río Darro, con
los multicolores farolillos de feria, cantan y bailan al son que les marcan las
guitarras y bandurrias.
Allí arriba, en la explanada donde se
encuentra la ermita, esperan ansiosos la llegada de S. Miguel que ha sido trasladado
desde la iglesia del Salvador a hombros de los jóvenes del barrio.
Competiciones de futbol, carreras de
cintas a caballo montados por gentiles amazonas, verbena de baile, torneos de
cartas, dominó y petanca, forman un cúmulo de elementos que sirven para
engrandecer estas fiestas que culminan con la tradicional romería y que se han
celebrado durante toda la semana en los diversos lugares teniendo como centro
la Plaza Larga centro neurálgico de este arrabal. Las casetas con toda clase de
bebidas y tapas tradicionales son los aditamentos que complementan un día de
lujo para este barrio con reminiscencias moriscas.
El pretil que rodea la ermita se ve
repleto de gentes que esperan la llegada de la comitiva y se extasían
contemplando desde este mirador la grandeza de un paisaje, el Albayzín, que se
rinde a sus pies, la ciudad y la Vega al fondo, la Alhambra mirando hacia el
cerro del Aceituno donde se encuentra la ermita,
y el Valle de Valparaiso repleto de verdor, toda una naturaleza para
ensalzar las grandezas del día.
La gigantesca paella hecha para saciar
los apetitos de romeros, acompañantes y visitantes, realizada a fuego sobre las
ascuas de la leña traída de los pinares próximos, dará punto final a esta
romería, la romería de S. Miguel.
Valle de Valparaiso
Valle de Valparaiso
No quisiera terminar este archivo sin hacer
un poco de historia sobre el Cerro de Aceituno, Cerro de S. Miguel y de su
ermita.
Muralla de D. Gonzalo
En su origen fue un torreón árabe protector de la muralla que allí se extiende. Según la tradición, el nombre del Aceituno que ostentaba esta torre se debía al haberse construido en el lugar que ocupó una iglesia cristiana, en cuyo recinto existía una fuente y un olivo maravilloso, muy celebrado por los autores árabes pues florecía, echaba fruto y maduraba en veinticuatro horas. Así lo recuerda una lápida colocada en la fachada de la iglesia con el texto siguiente: “Bajo la dominación sarracénica hubo en este sitio una iglesia cristiana y en su recinto un olivo y una fuente maravillosa muy celebrada por los autores árabes; andando el tiempo los árabes edificaron en su lugar una rábida que en memoria del mencionado olivo se llamó la torre del aceituno cuyo nombra ha subsistido hasta hoy.
Esta torre se demolió en 1671 para
erigir una ermita al glorioso Arcángel S. Miguel.
La torre de la que hemos hablado
anteriormente andando el tiempo se convirtió en refugio de maleantes, por lo
que durante cierto tiempo a aquel cerro se le llamó el de “Los Diablos”. Hubo
otra época en la que debido a las grandes tormentas que caían sobre él, (una de
ellas llegó a abrir un boquete en la muralla próxima a Fajalauza, debido al
aluvión de piedras que bajaron del cerro arrastradas por las aguas) se le llamó
el “Cerro de las Tormentas”.
Septiembre comenzó con un refrán y este
mes lo terminamos con el siguiente: Por S. Miguel, gran calor, será de mucho
valor.
José
Medina Villalba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario