Portón de entrada al Convento de Santa Isabel la Real.
Óleo de José Medina Villalba
Santa Isabel la Real. Óleo de José Medina Villalba.
Con motivo de estos dos óleos que
pinté hace tiempo, ha surgido el siguiente texto literario, te invito para
que lo disfrutes.
¡Cuántas imágenes vienen a la memoria
de un pasado y de una infancia que, en estos momentos, pasan por mi mente como
si fuese un film lleno de un colorido especial!
Era por aquellos tiempos, (década de
los cuarenta del pasado siglo XX) el jefe de monaguillos del Colegio del Ave
María, de la Casa Madre en la Cuesta del Chapiz. Me sentía el jefe de un grupo
de acólitos, con la satisfacción y orgullo que puede experimentar, “el deán de
la Catedral presidiendo al cabildo catedralicio, en ausencia del arzobispo”.
Desempeñaba el puesto de monaguillo
mayor y con orgullo desarrollaba fielmente mi puesto, he de decir que el papel
de escolano o “chupacirios” es el que tiene ciertas prebendas ante los demás
adláteres, verbigracia: el honor de tocar la campanilla con el estilo especial
de saber dar el toque, no solo en los momentos que corresponden, sino con el tañir
ajustado y seco sin repiqueteo, - fallo que era muy tenido en cuenta, si no se era un
buen experto, sabiendo desplazar el pequeño badajo con habilidad, para que
acariciase el cuerpo metálico de la campana.
Moviendo el minúsculo botafumeiro como el mejor de los malabaristas
Poner a punto el incensario, para los
momentos solemnes, en la parte posterior del templo, moviendo el minúsculo
botafumeiro como el mejor de los malabaristas, agitándolo de un lado para otro
e incluso haciéndolo girar con movimientos rápidos a modo de una noria para
demostrar, a los futuros acólitos y aprendices, las artes de un gran prestidigitador.
Las notas salidas de un armonio hábilmente tocado por el maestro organista.
Los aspirantes con ojos desorbitados observaban mis exhibiciones durante una Exposición al
Santísimo, mientras resonaban en el interior de la Capilla, el Tantum Ergo y el
Pange Lingua, acompañado por las notas salidas de un armonio hábilmente tocado
por el maestro organista. Aquel sonido especial me cautivaba y siempre que me
era posible, cuando estábamos en la capilla, fuera de mis funciones de acólito,
procuraba colocarme junto a aquel vetusto instrumento, escuchar el pedaleo para
insuflar aire al fuelle y después oír ese sonido especial que en las
postrimerías de los años lo he asociado al sonido del oboe o de la trompa.
Lucir las mejores galas
Otra de las prebendas del “dean de
acólitos” era poder lucir las mejores galas, la sotana roja y roquete blanco,
que sólo se sacaba en los días de las fiestas más solemnes. Tomar las
contestaciones en latín a los aspirantes que tenían que saber de memoria y
recitábamos, como verdaderos papagayos, sin tener ni idea del significado de
aquellas largas estrofas, tales como: “Ad Deum qui laetificat juventutem mean”,
o aquella otra, “Quia tu et Deus fortitudo mea: quare me repulisti, et quare
tristis, incedo, dum affligit me inimicus”. (Mi especialidad fueron las
Ciencias y la plástica, por lo que mis latinajos escritos son fiel reflejo de lo
que me surge en estos momentos). Y todo
un repertorio que aún después de setenta años, escondidas en el disco duro de
mi subconsciente han aflorado como si, en estos momentos, tuviese que ayudar a
una misa de aquellas que se celebraba de espaldas al público y se decía todo en
latín.
Entre todas las funciones había una
que particularmente me entusiasmaba, ir
a por las hostias al Convento de Santa Isabel la Real.
En una caja de lata, de aquellas cuya
primera misión había sido contener la rica carne de membrillo de Puente
Genil, era el recipiente que se utilizaba para portar las obleas.
...hoy al pasar por allí no lo veo tan grande...
Entrar por aquel inmenso portón,
quizás por mi tamaño, a aquella edad de los siete años a mí me lo parecía, hoy al pasar por allí no lo veo tan grande, era
como entrar en un lugar que me sobrecogía, había un silencio que impresionaba.
...los rayos solares acarician por última vez las celosías..
En las tardes otoñales, cuando los rayos
solares acarician por última vez las celosías a través de las que yo adivinaba
se debían esconder unas personas extrañas, se escuchaba el revoloteo y el piar
ensordecedor de numerosos gorriones que venían a las “dormidas”, en los pinos y
árboles que eran los únicos habitantes inamovibles de aquel lugar.
Había un silencio sepulcral , el empedrado era el único que hablaba
El empedrado, que va desde la entrada
al cobertizo donde se encuentra el torno, descoyuntado por el trascurso de los
años, era el único que “hablaba” al rozar las suelas de mis sandalias sobre las
superficies entremezclada de blancos y grises de sus piedras, que dejaban un
sonido a modo de crepitar especial, de vez en cuando, mientras caminaba, miraba
hacia atrás, aquellos sonidos en aquel silencio estremecedor me producían un
cierto recelo.
El cobertizo donde estaba el torno
Llegado al cobertizo, sujeto por dos
columnas de madera, algo corroídas por la erosión del tiempo, mi mirada se dirigía al rincón donde se
encontraba el torno.
La cadena que sirve de mano invisible para la monja "incorpórea"
Tengo en estos momentos la imagen de
aquel recoveco con un gran realismo. La puerta de cuarterones que cierra el
torno tenía el tamaño de éste, un
cuadrado de unos ochenta centímetros por cada lado, la cadena que sirve de mano
invisible para que la monja, “incorpórea”, pueda desde dentro cerrar cuando
llega la hora de vallar el despacho, dejó sobre mis oídos el sonido seco del
hierro de los eslabones y el movimiento
“chirriante” de unos goznes oxidados de una puerta que intentaba tapiar aquellos basares de
madera que no dejaban ver el interior.
-¡Madre, madre!
-No cierre, que vengo a por las
hostias.
Fueron mis palabras angustiadas al
ver que no podía cumplir mi objetivo.
- Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
-Soy yo, Pepito, el monaguillo de las
Escuelas del Ave María.
-Bien, pon la cajita en el torno.
Escuché desde el interior la voz parsimoniosa...
Escuché desde el interior, la voz
parsimoniosa que misteriosamente salía de alguien invisible para mí.
Aquel artilugio comenzó a girar lentamente
Aquel artilugio comenzó a girar
lentamente, la cajita desapareció de mi vista, mientras me preguntaba, ¿si me
pudiera sentar en uno de esos canjilones que forman el torno y entrar en el interior? Sentía una irremediable
curiosidad por saber que secretismo había allí dentro.
Mi cabeza se pegaba a la pared, e intentaba
a través de una rendija ver el misterioso mundo, por lo menos a mí me lo
parecía, pero por más que apretaba la sien en el muro, nunca pude descubrir lo
que allí había.
Sentí el rastreo de pies de la monja
que se aproximaba y rápido me despegué de la pared, por si me había visto.
-Chico, ahí va la cajita y tu
“mandaico”, y que sepas que no se dice hostias, sino “las formas”.
-Gracias, madre.
"El mandaico", eran los blancos recortes de las obleas
“El mandaico”, era el aliciente
especial que me hacía ir a por las hostias, eran los blancos recortes de las obleas
donde quedaban los huecos redondos de cada una de las correspondientes extracciones.
Mientras me tomaba un tazón "sopao"
Al volver a casa, mi madre que sabía
mucho de tradiciones y recuerdos del pasado, al comentarle que había estado en
Santa Isabel la Real, mientras me tomaba un tazón, de aquellos blancos, con
bastante fondo lleno de sopas hasta que la cuchara se quedaba de pie, era mi
cena cotidiana, me contó la siguiente historia.
Aquel edificio encierra más de una historia tradicional
No hay granadino que al pasar por
delante de la puerta de Santa Isabel la Real, no recuerde que aquel edificio
encierra más de una historia tradicional, que le hizo famoso en la época árabe,
cómo después lo fue en tiempos de los monarcas Católicos, al erigírsele en
monasterio, al amparo de la Reina, ya que aquella casa, entre los musulmanes,
había sido morada de una reina desgraciada, sí, pero siempre honrada, lo que
hizo que aún se recuerde en este convento el palacio de Dar-al-Horra (casa de
la Honesta), como se le llamó entre los moros.
Nombre merecido, pues las sombras de
las impurezas ni las violencias de los adúlteros amores, sellaron con sus
deleites la historia de aquellos muros.
Con voz tranquila, como queriéndome introducir en el preámbulo del sueño, comenzó
a contar mi madre.
Había una sultana joven y hermosa,
víctima de las asechanzas de un malvado,
fue la primera dueña y por su comportamiento se le dio el nombre de “Casa de la
Honesta”.
Víctima de las asechanzas de un malvado
Más tarde otra sultana desgraciada
tuvo allí su refugio, Aixa la madre del Bodabdil “El Rey Chico”, y actualmente
se albergan “las vírgenes del Señor”, las monjas. Te voy a contar lo que le
pasó a la primera sultana.
Reinaba en Granada Jusef abul Hegiang
Reinaba en Granada Jusef abul
Hegiang, séptimo rey de la dinastía de los Alamares. Dicho rey había elevado
a la condición de sultana a la
hermosísima Kamar, que en árabe quiere decir luna.
La pasión violenta de un moro principal...
Luna llena de bellezas era la delicia
de su esposo, pero al mismo tiempo su eterna desgracia, pues una pasión
violenta de un moro principal al
servicio del monarca, fue el causante de todas sus desventuras.
El moro causante se llamaba Jahie,
amigo de Jusef, locamente enamorado de la sultana Kamar.
Jahie llegó en más de una ocasión, en
un alarde de atrevida pasión, a declararle
su amor. Pero ella, a pesar de la pintura que de su amor le hiciera el atrevido
galán, no consintió en ser infiel a su esposo.
Jahie, su perseguidor, se sintió
vilipendiado y juró vengarse de ella y del mismo rey.
El éxito de una de las correrías
Todo ocurrió un día en el que se
celebraba en la Alhambra una espléndida fiesta, celebrando el éxito de una de
las correrías que el ejército moro, al mando de Jusef y los principales jefes
del ejército, habían realizado por territorios cristianos.
El salón de la Torre de Comares
Espléndidas alabanzas a Alá
El salón de Comares lucía
espléndidamente la belleza de las alabanzas a Alá incrustadas en elocuentes frases
estucadas en yeso en las paredes, mientras la cúpula de los siete cielos
iluminada por la luz de las antorchas relucía refulgente el rojo de sus
esmaltes.
Recostados en elegantes divanes de
coloridos diversos y cojines traídos de Damasco, se encontraba la clase más
selecta y privilegiada cercana a la corona.
Una música lasciva y sensual dejaba impregnado el
ambiente con los sones salidos del laud , rabel, tambor de copa y zurna,
mientras los vientres y caderas de las bellas bailarinas, con movimientos
suaves y fluidos disociando y coordinado a la vez las diversas partes del
cuerpo, hacían mover al viento las gasas de colores que envolvían sus cuerpos, juntándose con el sonido metálico de los collares y pulseras,
dejando en el ambiente el perfume embriagador del bálsamo y fragancia con el
que aromatizaban sus torsos.
Esclavos de piel oscura, llevaban en
bandejas de plata y oro los más suculentos alimentos y frutas tropicales que
los comensales iban degustando.
Allí lucían sus galas y belleza, la
sultana Kamar y su hermosísima prima Zara, amada predilecta de Omar, que a la
vez era favorito del rey.
En un momento durante el que las
damas caprichosamente se intercambiaban joyas y lazos, Jahie el pretendiente
desairado de la sultana, que se encontraba observando todo, aprovechó la
ocasión para plantarse en medio de la escena, con voz potente comenzó a lanzar
improperios calumniando a la sultana Kamar; los sonidos musicales callaron, el
baile se interrumpió, hasta el perfume embriagador se tornó desagradable y un
silencio aterrador paralizó hasta el aire envolvente en un suspense de
misterio.
Encerró en un calabozo a Jahie
El sultán creyéndose deshonrado por
su mejor amigo, con el que compartía a diario la vida de Palacio, retiró del
ámbito conyugal a la sultana y encerró en el calabozo más inhóspito de la
Alhambra, al que hasta en estos momentos
había considerado su fiel vasallo.
Palacio de Dar-Al- Horra
Sin embargo a pesar de haber apartado
de él a la sultana su amor por ella era tan profundo que no podía olvidarla.
Comenzó a edificar un magnífico palacio en el lugar donde actualmente se
encuentra el convento de Santa Isabel. Allí permaneció la sultana por algún
tiempo, pero poco a poco se fueron desvaneciendo las acusaciones y se fueron
aclarando los hechos y la verdad se hizo realidad.
Vistas desde el Palacio de Dar-Al-Horra
Patio del palacio
Palacio de Dar-Al-Horra
La afligida Kamar recibió el abrazo
más profundo de su amado y volvió a ocupar el tálamo nupcial.
Entrada a la Plaza de Bib-Rambla
El Arco de las Orejas en la Plaza de BiB-Rambla
La Plaza de Bibrambla se encontraba
abarrotada de gente que quería presenciar la muerte del calumniador.
Por la Alcaicería, escoltado por una
guarnición de soldados traían encadenado al difamador, la cabeza cubierta con
una capucha, largo sayón negro y pies descalzos; sonaron los redobles del
tambor de muerte y el infame pereció a manos del verdugo. Un murmullo
estremeció la plaza y en silencio la gente se fue diseminando.
A partir de entonces la reina mereció
la significativa denominación de la Honesta, y dando el nombre al palacio en el
que moró durante su corto periodo de desventuras.
José
Medina Villalba
Amigo Pepe:acabo de ver, leer y disfrutar el magnifico relato que haces de tu querido barrio del albayzín, que tan bien conoces; he podido comprobar como ese toque especial que le dabas a la campanilla, cuando ejercías de acólito, logras trasmitirlo a tu prosa, dotándola de una musical cadencia, como recuerdo inconsciente de aquel vetusto instrumento al que te acercabas para mejor oírlo,acompañado de los lienzos que con tan fuertes colores presentas, fieles testigos cromáticos de la gran pasión que sientes por nuestra tierra; yo también me acercaba al armonio cuando era monaguillo y no podía entender como el organista podía tocarlo, con la partitura boca abajo sobre el atril. Estos blogs con los que cada poco tiempo nos deleitas, nos permiten afianzar y aumentar el cariño que sentimos por lo nuestro, y que tu enriqueces de una manera notable, dándole el realce y el prestigio, que en Granada se manifiesta a través de tu pluma. Recibe mi más sincera felicitación y agradecimiento, por los buenos ratos que paso con su lectura. Abrazos Pepe Cuadros.
ResponderEliminarEstimado amigo Pepe, en triple fase: granadino predilecto, sevillano de adopción y malagueño por afinidades familiares. Siempre mi agradecimiento por tus elocuentes palabras hacia mi publicación, (ya he visto que tu fuiste "monaguillo antes que fraile") que ha quedado pisada ya, por otra albaicinera: Rincones del Albayzín. El balcón de los pintores; te invito para que entres, si no lo has hecho ya, por una de las callejas de este barrio, maltratado por la piqueta y los malos planteamientos de los "ministriles" que no saben de bellezas románticas del pasado, ni de lo que es el arte.
ResponderEliminarPronto será archivada dándole paso a otra que se cuece en el horno del ordenador y pronto verá la luz.
Te comunico que la revista está a buen ritmo en la imprenta, hoy mismo he recibido las primeras pruebas que remitiré muy pronto para que esta alcance la luz en breve plazo. Abrazos. Pepe Medina