domingo, 2 de diciembre de 2018

OTOÑO. UNA HISTORIA QUE SE REPITE TODOS LOS AÑOS





Aquella noche había estado lloviendo a raudales, las gotas de agua que no querían unirse a las que caminaban con sus compañeras formando riachuelos por los arriates de la calle, se habían posado en los cristales del balcón de mi dormitorio, que da a una famosa plaza del barrio del Realejo, y lentamente haciendo cabriolas y circunloquios se deslizaban lentamente por el grueso vidrio, para ir a morir en el alféizar de la balconada.

                                           Llueve en el Realejo
Alguna se detuvo un momento para invitarme a dar un paseo esta mañana otoñal, por una ciudad que se está impregnado de un color oro que cae lentamente sobre el suelo.  
Ávido por disfrutar de la mañana cogí mi cámara para recoger todo lo que me saliera al paso.


Lloraba el cielo, un cielo tupido de negros nubarrones que amenazaban dejar caer agua sin reparos de ninguna clase, a chorro tendido, con la última rosca giratoria del grifo abierto al máximo.

                                          Plaza de Santo Domingo

Casi todas las mañanas sigo el mismo itinerario en mi paseo rutinario y aunque el escenario es siempre el mismo, no lo son las diversas escenas que se presentan según las distintas estaciones del año.


Los cúmulos oscuros han desaparecido, y entre los jirones rotos de un tejido de nubes blanquesinas  que se esfuerzan por mantenerse unidas, se asoma tímidamente un cielo celeste como el que intenta contemplar desde las alturas, el latir de una ciudad a estas horas de la mañana.

                                              Delicioso chocolate con churros
Por la Plaza Mariana Pineda, donde el olorcillo a chocolate caliente y a churros,  dejan en el aire un suculento aroma de los que penetran en la taza espesa, para empaparse de la pasta cremosa que cubre el alargado elemento, de una capa dulce de  color tierra siena oscuro.

                                              Es imposible resistirse a este reclamo
Es imposible resistirse a este reclamo que conlleva el rito de trasladar al paladar, de una boca entreabierta que paladea y saborea el recalcitrante  gusto de un placer, que emana de la mezcla de una masa de harina que se baña en el oro líquido salido del fruto del olivar a elevados grados de temperatura.


 En alargada cinta, surge de una máquina que lanza a la piscina formada por una sartén, donde se enrosca  para formar una rueda, después será troceada para mejor manejo del consumidor, envuelta en  cacao  para convertirse en un suculento bombón.
                                                Plaza de Mariana Pineda

Mariana Pineda, la simbología de la libertad hecha piedra esculpida, desde su podio, contempla todo lo que ocurre a sus pies,  se deleita y percibe diariamente todo el trajinar de un lugar que por antonomasia, es longevo en dichas y avatares.


Esta mañana luce con más fuerza por  la limpieza de los árboles que le dan cobijo, lavados por el agua de una lluvia incesante, que ha hecho que se vayan desvistiendo, para cubrir el suelo convertido en cristal,  los pingajos mortecinos de las hojas que, a su libre albedrío, se han ido depositando en el suelo, para construir un collage, con diversidad de pigmentación, que cualquier escolar querría tener en su colección botánica.

                                              Mariana Pineda

Se percibe el llanto silencioso de una arboleda que agitada con la suavidad de un vientecillo, delicadamente les va arrebatando aquellas que fueron durante un tiempo la mejor vestimenta que cubrió sus cuerpo. 
Traje de gala color verde vejiga intenso en  primavera, para pasar con el calor del estío entre verdes, rojizos y abutanados, y terminar con el vestido misterioso del otoño en una ensalada de diversidad de colores.

                                    Las hojas caen como la lluvia más suave

Van cayendo lentamente en ese plañir incesante, para depositarse sin molestar en el enlosado, mientas los árboles se miran sorprendidos y avergonzados de su inquietante desvestir.
La lluvia de las hojas es un enorme gesto de generosidad, saben desprenderse de la rama para lanzarse al vacío, al  aire, y dejar paso al nuevo amanecer de otra hoja nueva.  La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento es un canto de libertad.


Los humanos, en cierto modo, somos árboles,  a los que nos cuesta trabajo desprendernos de de nuestros hábitos y costumbres, nuestras propias hojas,  para lanzarnos al vacío de la vida y renovarnos continuamente, nos sentimos tan cómodos con esas conductas fijadas, con esos pensamientos arraigados, tenemos que en este tiempo de otoño sumarnos a la sabiduría de las hojas, y emprender el camino de la renovación, de la confianza, de la esplendidez, donación  y generosidad, si no lo hacemos vendrá otro viento más fuerte que, a la fuerza nos arrancará de la rama de nuestro empecinamiento irreflexivo. 

                                                  Los humanos también somos árboles

Todavía quedan muchas hojas ataviadas de verde, que no han entrado en el declive del sueño que les va a cambiar de color, hojas que ven a sus hermanas despedirse y volar en acrobáticos giros antes de llegar a su destino, pero que saben que su final, tarde o temprano, será el mismo.

                                  Federico García Lorca en la tertulia "El Rinconcillo".

La Plaza del Campillo Bajo, la del Café Alameda, actualmente Chiquito, donde en tiempos pretéritos se reunía la tertulia “El Rinconcillo”, la sabia floreciente de la cultura granadina: Federico García Lorca, Manuel de Falla, Hermenegildo Lanz, Melchor Fernández Almagro, Ángel Barrios, Manuel Ángeles Ortiz, Juan Cristóbal…., por citar algunos de los tertulianos, se refresca esta mañana, con la humedad que se percibe en el ambiente y la que proporciona los chorros de agua de una fuente de mármol blanco que termina con tres delfines enroscados, cuyas colas se entrelazan, sosteniendo una pequeña taza. 

                                               Plaza del Campillo

Se respira humedad, pero es una humedad agradable que embriaga al entrar en los pulmones.
Las enormes plataneras centenarias, todavía lucen orgullosas el verdor con el que cubren su cuerpo, mientras algunas de sus  hojas, para dar ejemplo de que estamos en otoño, y no poner en evidencia a sus hermanas de la Plaza Mariana Pineda  van dejándose caer, con la liturgia especial de este tiempo.


Está comenzando a formarse la urdimbre que irá poco a poco engordando, para terminar por construir la maravillosa alfombra otoñal,  sobre la que deslizaremos nuestros pasos.
La Fuente de las Batallas, no puede ser menos para refrescar con el espolvoreo de sus finísimas gotitas de agua, perlas de cristal, rosario de nácar, que acarician el rostro de los paseantes.



                                               Fuente de las Batallas

Sus pies se engalanan con el verde del césped mezclado con los pompones de  colores, verdes, amarillos y anaranjados que le rinden pleitesía, mientras la débil arboleda de los alrededores, comienza a adormecerse formado un conjunto policromado.
Entrar por la Carrera de la Virgen es penetrar en  un escenario de exposiciones continuas, lo mismo resplandece con la Patrona luciéndose ante su pueblo en un final de septiembre, como es el lugar de cualquier feria ya sea de libros, de frutas otoñales, 

                                       Granadas. Óleo (42X37). Autor. José Medina Villalba

de dulces y tortas, actualmente de objetos relacionados con la Navidad,  o el cumpleaños de la leche granadina Puleva, o diversidad escenificada de paisajes de todas las partes del mundo. 


                                   
Las instalación eléctrica con elaborados dibujos relacionados con este tiempo pascual, penden como colgaduras, que están a  las puertas de un atardecer veterano que se nos va,  para dar paso al que nos  traerá el frío invernal.


Todo es bello, todo es aleccionador, todo es edificante, pero hay algo que viene como un tupido velo a dar más encanto a este entorno.
La lluvia precipitada de las hojas que envuelven todo el entorno,  se nos presenta de forma variada, unas veces a modo de un chaparrón cayendo precipitadamente, para dar paso a otras  deslavazadas, o incluso en una especie de sinfonía natural, sin notas en el aire, es un ballet rítmico donde  aparece la primera bailarina la figura estelar, la primera actriz,  para a continuación irse presentando todo el elenco de un compañía teatral, cuyo director es el aire que con su batuta en movimiento las hace danzar.


Todo se acompaña con la armonía y musicalidad de los acordes  de unos sonidos con tonalidad de bronce, que vienen de las torres gemelas donde penden las campanas.
Hay algunos descansos, mientras unas se dirigen a las rebajas del Cortes Ingles, otras se colocan en los tejados de los puestos de objetos navideños, para contemplar el espectáculo, otras reposan encima de los setos que limitan el rectilíneo paseo, y las menos afortunadas se colocan como una pieza más junto al empedrado granadino de la calzada.




Entre las hojas las hay muy místicas, a la llamada de la campana, se han colocado en la puerta de la iglesia para participar en el oficio religioso.


                                        Carrera de la Virgen. Óleo (50X40). Autor. José Medina

Había que seguir paseando, para disfrutar de una mañana otoñal,  que no tenía desperdicio. 



la mañana se había mudado de vestido, las nubes se habían retirado y un sol espléndido comenzaba a dejarse caer, siempre cubriéndose con el foulard de nubes blancas de muselina algodonosa, para cubrir el cielo que aparecía todo lozano después de un sueño  detrás de bambalinas oscuras cargadas de agua, al mismo tiempo que las hojas lo hacían cumpliendo el destino de su misión. 


  
     Cruzar el paso de peatones que une la Carrera de la Virgen con el Paseo del Salón, conlleva un riesgo, pero ellas, las hojas, no entienden de colores y menos de semáforos, así que allí yacen pegadas al asfalto carne de las yantas de los coches que continuamente las están aplastando.





La Fuente de las Granadas con sus desnudos cuerpos, sujetando la simbología de la ciudad en unas gigantescas granadas, frutos del tiempo, se refrescan con los parabólicos chorros que surgen formando un bello entramado  de gotas, como si fuesen los puntos suspendidos de un lenguaje escrito, que dejan a libre interpretación  la imaginación del que los observa.


Alrededor se han colocado un numeroso grupo de hojas para contemplar este espectáculo acuífero, mientras otras se han dirigido al kiosco de la música para intentar subirse y dar un concierto, el famoso concierto de “Las hojas muertas”.




“Oh, me gustaría tanto que recordaras/ los días felices cuando éramos amigos…/ En aquel tiempo la vida era más hermosa/ y el sol brillaba más que hoy./ Las hojas muertas se recogen con un rastrillo…/ ¿Ves? No lo he olvidado…/ Las hojas muertas se recogen con un rastrillo./ 



Los recuerdos y las penas también./ Y el viento del norte se las lleva/ en las noches frías del olvido. / ¿Ves? No lo he olvidado/ la canción que tú me cantabas./ Es una canción que nos acerca./ Tú me amabas y yo te amaba./ Vivíamos juntos/ tú, que me amabas, y yo, que te amaba…/ Pero la vida separa a aquellos que se aman/ silenciosamente sin hacer ruido./



 Y el mar borra sobre la arena/ el paso de los amantes que se separan./ Las hojas muertas se recogen con un rastrillo./ Los recuerdos y las penas también./Pero mi amor, silencioso y fiel,/ siempre sonríe y le agradece a la vida./ Yo te amaba, y eres tan linda…./¿Cómo crees que podría olvidarte?/ En aquel tiempo la vida era hermosa/ y el sol brillaba más que hoy./ Eras mi más dulce amiga,/ mas no tengo sino recuerdos/ y la canción que tú me cantabas./ ¡Siempre, siempre la recordaré!”. 



Algunas corren precipitadamente, empujadas por un suave vientecillo, mientras un cielo abierto las contempla, a través de la triste enramada



 la gente camina pisando sin compasión las que yacen muertas en el suelo,




 otras se dan su último baño, mientras algunas siguen durmiendo sobre el seto que bordea la calzada,





 o pueblan las aceras como un reguero de hormigas muertas. 



El paseo central del Salón, conocido como el Paseo de la Bomba, es la bella estampa de un cuadro romántico, donde los únicos amantes son las hojas que se deshacen en arrumacos amorosos, 



 construyendo una enorme alfombra que cubre el suelo policromado, observadas por las copas de los árboles multicolores, mientras algunas, sentadas cómodamente en los bancos continúan en silencio, con sus mimos y carantoñas.

Algunas vienen hacia mí corriendo, pidiendo auxilio para que las libere de los jardineros que se aproximan para llevárselas en oscuros sacos, como si fueran, el “tío mantecas” o el “tío del saco”, con el que nos asustaban cuando éramos niños, 








 porque han visto a sus hermanas con las fuerzas totalmente perdidas amontonadas esperando su infeliz destino. 





-¡Oye!, se escucha decir a unas que están en el parque infantil aprovechado que no hay ni mamás, ni papás, ni abuelos con los infantes, llamando a otras.
-Ven y súbete en el tobogán
-No, es mejor el columpio balancín.




Había que seguir paseando por el centro de los jardines para continuar  recreándome, en las que sin temor a la frialdad del agua plácidamente se siguen bañando, 





o las que constituyen la mejor moqueta que cubre el embarrado sendero, en dirección al monumento dedicado al  duque San Pedro de Galatino, aquel que nos dejó el maravilloso paseo en el tranvía de la Sierra, desgraciadamente desaparecido, quizás esta últimas hojas de mi paseo han ido a darle las gracias por aquella genial obra de ingeniería 

El tranvía de Sierra Nevada

Con la mirada medio perdida, contemplando en la lejanía a un grupo de palomas que picotean las hojas, que inundan el Paseo del Salón, en una especie de despedida, saturado de colores que me los llevo grabados en la paleta de mi mente, regreso a casa, para poderlos hacer realidad tecleando en el ordenador. 



                                    José Medina Villalba.

  


9 comentarios:

  1. Amparo Mora Montes
    Querido amigo, al final he tenido tiempo de leer tu relato sobre el otoño y los árboles, después de un día lleno de satisfacciones. Como siempre tu prosa poética a la que nos tienes acostumbrados, va deteniendose en el devenir de las hojas que caen de los árboles con frases tan bonitas como " la coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento en un canto de libertad ". Todo este proceso me traslada al ciclo de la vida. Esas hojas que ahora caen de las enormes plataneras, nacieron en primavera. Fueron pequeñas y crecieron, nos proporcionaron sombra en los meses de estío y realizaron el proceso más maravilloso de la Naturaleza: descomponer las moléculas de agua que incorporan a través de las raíces para liberar el oxígeno a la atmósfera que nos permite respirar. Es un canto a la vida. Ahora en Otoño, ya viejas, mueren, se desprenden y caen para convertirse el juguetes del viento, cómo dijo el poeta.
    Un abrazo

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    1. Nadie mejor que tú, querida amiga Catedrática en Biología, para explicar con toda precisión el proceso de la vida de los humanos, comparándola con la que siguen las hojas desde que las yemas de los árboles, y de cualquier tipo de vegetación, como perlas adheridas a los troncos y ramas, llegada la primera estación del año, explotan en un sin fin de "fuegos artificiales", es el parto maravilloso de la Naturaleza, que cumple forzosamente el destino que le impone el ciclo vegetativo, no es un parto con cesárea, es un aflorar a la vida lentamente, sin prisa pero sin pausa, un parto que no necesita asistencia clínica, es el parto de la creación universal, que se origina sin dolor alguno.
      Amparo, has hecho un descripción exacta y precisa de toda la trayectoria de su vida y las distintas funciones que cumplen, visten lujosamente a los árboles, embellecen el paisaje, ¿qué sería de la campiña si no estuviera el verdor de la fronda? Serían paisajes muertos, paisajes sin sentido, que no nos deleitarían en su contemplación, no habría blondas, ricos tejidos de seda, obtenida de esos animalitos que se alimentan de las hojas de los moreos. ¿Quien no ha tenido en su casa, cuando éramos niños, una caja con sus agujeritos en la tapa para que respiraran y allí sobre las hojas de morea, en cuyos bordes los gusanitos han hecho verdaderos encajes, alimentarlos y ver como siguen su ciclo pasando por el huevo y admirar como lo van tejiendo en las esquinitas de nuestro horno de fabricación, para pasar a las restantes etapas de larva crisálida y al final mariposa?
      Siempre la muerte origina vida,y eso lo cumplen fehacientemente las hojas. Nos suministran generosamente, sin pedirnos nada a cambio, el alimento de nuestros pulmones, y la purificación de la sangre.
      Mueren ahora, llegado el otoño, la estación del atardecer de la vida que se convierte en la antesala del riguroso frío que origina la muerte que llega con el invierno.
      Su muerte y agonía es lenta, es irse apagando cogiendo anemia porque ya no se alimentan de la savia que se ha paralizado, pero esa desnutrición les hace que agonicen y sin querer caen, le dicen en un silencio profundo adiós a la rama a la que han estado adheridas, van buscando el sitio propicio para convertirse en abono de la tierra y después de muertas dar vida. Tú, Amparo, lo has descrito con toda la veracidad científica con una pátina de sabor poético.
      Muy agradecido a tu comentario que va a ilustrar, convirtiéndose en una hoja más, junto con otras muchas, para vestir y darle vida al árbol que constituye mi blog.
      Un abrazo.

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  2. Amigo Pepe:Cuantos recuerdos,cuantas vivencias,cuantas experiencias, de esos otoños ya vividos, disfrutados, trabajados o sufridos. pero nunca olvidados. Cuantos otoños románticos, coincidentes con las hojas muertas y la sangre hirviendo en las venas juveniles de los enamorados,esos paseos por el suelo cuajado de las hojas caídas de los chopos o los álamos, que sueltan un quejido lastimero al pisarlas, como no recordar a las aguas de nuestro querido río Genil, y lo pongo en mayúscula trasportando a otros lugares el vaporoso vestido de los arboles de sus riberas donde solo queda su esqueleto y algún nido abandonado que sirvió en primavera como hogar de
    una familia de vistosos Jilgueros, Oropéndolas o Ruiseñores, donde sus trinos, eran un canto a la vida, a la naturaleza y al creador de tanta belleza, Granada y el río que baña su espléndida vega, son la cuna donde los labradores al toque de la campana de la vela,reparten la acuífera sangre por los rectilíneos surcos, trazados a ojo por las manos expertas de los tajadores.
    ? De donde y porque surgen los versos de García Lorca, ¿ los custro muleros, o yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, " respuesta," del paraíso,donde tuvimos la suerte de nacer, crecer, y disfrutar; si alguien tiene olvidada la tercera estación del año,que se pase por la cuesta del chapiz entre en las escuelas y vea el valle de Valparaiso, alli se encontrará la mejor visión de esta anual etapa,donde las ardillas y las aves tienen y disfrutan de tan brillante e irrepetible hogar. Amigo Pepe: el reloj te despierta del sueño, pero tus escritos despiertan y le dan un toque de atención al alma dormida. Un fuerte abrazo desde Sevilla de tu amigo Pepe Cuadros.

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    1. Estimado amigo Pepe:
      Una hoja desprendida del árbol, cuyo tronco lo constituye la amistad, impulsada por la brisa suave que procede de la Sierra de Huetor Santillán, se introduce reposadamente acariciando la rivera del río, que en sus entrañas almacena un tesoro refulgente de oro, para trasladarse y unirse al que va entre naranjos y olivos, cuyo aroma de aguas cristalina, por donde navegaron los barcos que traían los tesoros de Las Américas, esta tarde, esta hoja viajera, va a llegar a tu casa para llevarte un pequeño mensaje a tu extenso y poético comentario.
      Tú mismo lo has indicado, en este Paraiso de valle, llamado Valparaiso, en este idílico lugar, un rinconcito comparado con la extensión de esta enorme vaguada, donde solo se escucha durante el día el trinar de los jilgueros, la alegría y el jolgorio que sale de las gargantas infantiles, que pueblan nuestras Escuelas del Ave María.
      En esta época la Madre Naturaleza teje sobre el rectilíneo paseo que va desde la Cuesta del Chapiz hasta los confines del camino, donde las guitarras, los cantes y bailes de las zambras gitanas de este pueblo de tez morena y corazón de hermano, al pie de la famosa Abadía, ponen su sinfonía flamenca para vestir el paisaje.
      Sobre el suelo del camino del colegio, un telar moruno va tejiendo una alfombra, con la lanzadera del aire, y los hilos misteriosos de unas hojas que de forma armoniosa se van colocando en el suelo.
      A la orquesta de zambras, guitarras, cantes y risas y gritos infantiles, se le une el misterioso sonido del crepitar de las hojas al depositar sobre ellas nuestras plantas.
      Esta moqueta no es eterna, tiene sus días contados como todo en la vida, porque aunque nos resistamos a ello nada permanece eternamente, las hojas mueren, el tapiz desaparece, pero surgirán con su muerte nuevos árboles, nuevas ramas y nuevas y bellas hojas.
      Las personas nos afanamos continuamente por almacenar joyas, por tener oro en nuestro patrimonio, no nos esforcemos en esto, seamos fieles con la realidad, busquemos en estos días, el oro que se encuentra extendido a nuestros pies por los parque y jardines.
      En el otoño hay una armonía especial que no existe en las otras estaciones los días se acortan, las hojas se secan, pero eso no me hace pensar que todo se acaba, sino que es lo contrario la espera de un futuro mejor. El invierno es frío, incluso triste en algunos momentos, pero después llega la loca primavera desprendiendo olores y colores, el verano con sus estufa de calor pegado a nuestros cuerpos invita al descanso, a la siesta, al baño, al veraneo, hasta que llega el otoño con toda su sabiduría para hacer un análisis completo de todo y para decirnos, que todo tiene su fin, la alegría, la tristeza, la felicidad, la riqueza y la pobreza, los honores y el orgullo...., como el ciclo del emblemático periodo de la hoja, toda lozana desde que nace para morir triunfante y llena de riqueza, así debe ser la amistad de todos los seres, que permanezca para siempre hasta que el tiempo se encargue de separarnos.
      Gracias una vez más por tus comentarios que enriquecen el texto literario de mi blog.
      Un abrazo desde Granada de tu amigo José Medina.

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  3. Mari Carmen Molina.
    Amigo Pepe:
    He terminado de leer tu archivo dedicado al otoño. Maravilloso como todo lo que escribes. Para mi es la estación más bonita del año, para cualquier granadino es una delicia pasear por Granada en esta época, y para alguien que sea forastero si te lee seguro que le entran unas ganas enormes de visitar nuestra bella ciudad,un otoño que tal como lo describes, no hay quien se resista a vivirlo y disfrutarlo. Enhorabuena. Un abrazo esperando leer lo próximo que escribas.

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  4. José Medina Villalba.
    Estimada amiga Mari Carmen, realmente llevas toda la razón al determinar con firmeza absoluta, que el otoño es la estación más bonita del año. Hay un mes el de noviembre que tiene un refrán que lo alaba, y lo define perfectamente, cuando decimos: "dichoso mes de noviembre que comienza con todos lo santos y termina con San Andrés". Todos los santos, triste por una parte, pero lleno de recuerdos y de emociones de nuestros íntimos que se fueron, pero que siempre los tenemos en lo más profundo de nuestros corazones, y que en esos día es una especie de aldabonazo a nuestros sentimientos y a nuestras almas, y San Andrés para muchos avemarianos que estamos vinculados a las Escuelas del Ave María, que me supongo las conocerás, o habrás oído hablar de ellas, donde cualquier estación del año es un fluir de belleza y poesía, y ahora es una nueva primavera con el variopinto multicolor de un bosque de colores en pleno Valle de Valparaiso. El otoño nos habla de las cosas que hemos perdido. Los que somos pintores siempre tenemos en nuestra paleta, las cuatro estaciones, porque el invierno es un aguafuerte, la primavera una acuarela, el verano un óleo, y el otoño un bello mosaico que reúne a todos. Mi agradecimiento por tu comentario, pero sobre todo por ser una fiel seguidora de mis textos literarios. Ya te veo impaciente por leer la publicación del próximo, esto quizás sea un acicate para que pronto lance otro nuevo, sabiendo que siempre hay alguien esperando debajo del balcón de mi blog a una nueva novedad. Un abrazo.

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  5. Angeles Ruiz Rodriguez.
    Precioso tu cuadro y maravilloso tu paseo por el centro de Granada, los churros con chocolate, las hojas en el suelo, las fuentes y tu foto como un gran señor, que es lo que eres... Enhorabuena, un abrazo...

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  6. José Medina Villalba.
    Estima amiga Ángeles,las hojas de los árboles caen, la alfombra que tejen en el suelo superan a todas las que podrían llegar de Persia a través de la Ruta de la Seda, el chocolate tiene un sabor especial, la musicalidad de las fuentes supera a cualquier escala musical de la mejor orquesta sinfónica, todo esto es el paradigma más sensacional que ocurre en esta estación otoñal, pero nada se puede comparar, ni jamás superar al arquetipo estructural que destila la amistad. Gracias por tu comentario y por el pedestal en el que pones a este modesto señor. Un abrazo....

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  7. CARLOS BENÍTEZ VILLODRES
    Querido Pepe:
    Leí y releí tu genial artículo OTOÑO. UNA HISTORIA QUE SE REPITE TODOS LOS AÑOS. ¡Qué maravilla, qué belleza, qué exquisitez! Ciertamente, tu texto nos lleva por las calles, plazas, avenidas... de Granada, "la quintaesencia del paraíso", durante un día de este otoño gélido, nuboso, pero para quien ama a Granada, como tú yo la amamos, dicha estación del año es la más linda y la más generosa y la más serena de todas. Un artículo plagado de fotografías, de videos, de cuadros de tu autoría, de imágenes sorprendentes e impactantes..., que me hicieron recordar aquellas frases mías como "En Granada se sueña y se vive lo soñado", o aquella otra que dice: "Dormir en Granada es perder el tiempo", o también esta: "El cuadro más maravilloso por Dios pintado, único en el mundo, es el que lleva por título UN ATARDECER EN GRANADA".
    Tu prosa poética es belleza pura, mágica, atrayente. Por ese motivo, elegí estas palabras que aparecen en tu artículo: "Se percibe el llanto silencioso de una arboleda que agitada con la suavidad de un vientecillo, delicadamente les va arrebatando aquellas que fueron durante un tiempo la mejor vestimenta que cubrió sus cuerpo.
    Van cayendo lentamente en ese plañir incesante, para depositarse sin molestar en el enlosado, mientas los árboles se miran sorprendidos y avergonzados de su inquietante desvestir.
    La lluvia de las hojas es un enorme gesto de generosidad, saben desprenderse de la rama para lanzarse al vacío, al aire, y dejar paso al nuevo amanecer de otra hoja nueva. La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento es un canto de libertad".
    La caída de las hojas de los árboles es uno de los motivos que provoca una de las características más típicas del otoño. Las hojas de las especies caducifolias se desprenden de ellas en esta estación porque dejan de ser útiles. Las hojas utilizan la energía del sol para transformar dióxido de carbono, agua y otros nutrientes del suelo en diferentes moléculas que necesitan para crecer y realizar sus funciones vitales (fotosíntesis). Este mecanismo funciona muy bien cuando las condiciones ambientales son suaves. Pero, cuando hace frío, las hojas no pueden cumplir su función y, por eso, la planta se deshace de ellas, es decir, las raíces no son capaces de absorber agua ni nutrientes, ya que solo pueden tomarlos si están disueltos. Por lo tanto, si no se cayesen las hojas, la planta moriría deshidratada al perder agua a través de ellas y no recuperarla mediante las raíces.
    Para evitar esta muerte, el árbol, los arbustos u otras plantas cortan el suministro de savia a las hojas, además de retirarles la clorofila y otros compuestos útiles, lo que explica por qué se vuelven de color marrón antes de caer al suelo.
    A continuación, te envío este soneto:

    EL OTOÑO
    Silencio. La mirada de panales
    colmados de huracanes entristece
    esa niebla sutil que desvanece
    la luz de las esencias capitales.
    Las nubes encriptaron los corales
    ante la voz del lirio que enternece
    a la vida otoñal, donde florece
    la clepsidra que tala los glaciales.
    Silencio. Cultivad, en vuestros huertos,
    el amor que no cree en los desiertos
    cerrados a los ríos de alegría.
    Silencio. Huye el rencor hacia el abismo,
    donde de hiel se nutre el pesimismo
    existencial de la melancolía.
    Carlos Benítez Villodres
    Málaga

    Muchas gracias, querido amigo Pepe, por remitirme estos soles tuyos sumamente enriquecedores y luminosos.
    Recibe un fuerte abrazo de tu incondicional amigo,
    Carlos

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