UN CUENTO DE HADAS. DE GRANADA A CANTABRIA. PECHÓN. BODA DE ANTONIO Y VIKY. (10-07-2021). (Séptimo día).
El sol también le apetecía entrar en el juego
del baile, y se divertía retozando sobre el césped, prolongando los cuerpos
convertidos en sombras, que se alargaban como gigantes esparcidos por el tapiz
verde del herbazal perfectamente cortado; la relajación o la conversación
reposada era la tónica de otros, o la de aquellos que disfrutaban bailando en
el exterior, respirando el aire puro de un enorme espacio donde cielo, tierra y
cuerpos danzantes se aunaban en uno solo.
El astro celeste que durante todo el día nos acompañó, se iba acercando a
la línea del horizonte dejando pinceladas de colores; he visto como el Mar
Cantábrico, allá en la lejanía, lo iba engullendo lentamente. Una bóveda de
nubes enrojecidas por las caricias de un sol aletargado decoraron el cielo, y
otras luminarias aparecieron debajo de la carpa donde se acudía sin ritmo
adecuado a reponer fuerzas para continuar la marcha.
Los disparos de los focos distorsionaban las
figuras convirtiéndolas en espectros fantasmagóricos en un escenario cambiante
de color.
Eran las del alba, cuando la aurora comienza a
enseñorearse, desperezándose del sueño de la noche, y los gallos con su
kikirikiri, dan las primeras notas invitando a la retirada, cuando los últimos
en repliegue marchaban camino del descanso, después de un intensa jornada que a
todos nos ha dejado el rastro de un sabor que nunca se va a olvidar. A ninguna
dama se le quedó ningún zapato olvidado como ocurrió en el cuento de la
Cenicienta, porque esto fue una maravillosa fábula real, con un final
apoteósico.
La mañana despertó en un silencio y
tranquilidad excepcional todo dormitaba, no se movía un ápice nada de lo que
rondaba alrededor de la Posada de Fuente de Villa, solo una sombra se iba
deslizando para captar un amanecer, donde incluso las plantas permanecían
inmóviles. Hasta el escenario donde se realizó la ceremonia religiosa,
permanecía en una quietud inamovible, sin querer olvidarse de los hechos que
ocurrieron la jornada anterior. Un sol limpio, barría un cielo aborregado, y la
brisa de la mañana dejaba sus caricias sobre mi rostro.
Los días siguientes nos sirvieron para
completar este delicioso y magnífico acontecimiento poniéndole un marco con
talla e incrustaciones de esmeraldas, brillantes y nácar, de pueblos que se
mecen al sonido que le han marcado los siglos. San Vicente de la Barquera, con
su Castillo, Comillas con la Casa de Gaudí, y Santillana del Mar, con sus casas
y balconadas plagadas de macetas, piropos al aire y a todos los que extasiados
las contemplábamos.
Nos esperaba un almuerzo en el Principado de
Asturias en el Restaurante: “La Sauceda, donde el buen yantar de la cocina
asturiana nos dejaría plenamente satisfechos, y sus ricos aderezos con el
famoso cachopo y la suculenta fabada asturiana, nos dejaría plenamente
satisfechos.
Nos trasladaríamos a presenciar una fábrica de
hacer leche.
-¿Cómo dice usted, de hacer leche?
-Sí, un lugar donde unas trescientas vacas se
dedican diariamente a dar un promedio de setenta litros por cabeza, y seguramente
que parte de esta leche te la has tomado cuando saboreas un delicioso bombón
Neslé.
Jose, el padre de Viky, la novia de este
fabuloso cuento de hadas, nos daría una explicación exhaustiva de todo el
proceso que allí se sigue.
Decir Cantabria como madre de una serie de lugares donde el verde es la
tónica que se digiere continuamente, donde participan unos actores únicos, un
cielo azul que podría ser el mejor lienzo donde pintan las algodonosas nubes el
realismo más perfecto, una tierra húmeda que mantiene el frescor, un olor a mar
que juega continuamente con la luna meciendo los barquitos que están al
capricho de las mareas. El viento suave de tus pensamientos contemplando lo que
tus ojos no pueden digerir, para hacer que la llovizna refresque tu cara
sedienta. El color del agua cambiante, porque Cantabria es una alegoría de
paisajes y formas de vida.
Sus playas espejos donde se refleja tu imagen, sueños perdidos que cobran
realidad, al dejar que las olas que vienen a morir acaricien tus pies. Las
nubes cabalgan lentamente marcando imágenes románticas unas veces, otras
grotescas de monstruos oscuros del averno, o vellones de lana galopando, globos
blancos de feria, lanzados al viento, cortinas volátiles que abren y cierran el
lienzo azul que se funde con el agua de la bahía. Nubes que pintan sueños y
lluvia llanto alegre de cirros, cúmulos y nimbos, que marchan al ritmo de una
música bajada de una atmósfera sutil y cambiante.
Las rías bandejas de plata sirviendo barquitos de
papel construidos por manos inocentes de infantes que juegan, navegando unas
horas y otras ancladas en el lodo. Nubes
sueños flotando en la imagen de tus pensamientos. Todo un deleite al que hay
que rendirse ante la incapacidad de describir lo que en el interior del alma se
siente. El sol da a las cosas un color dorado. Los montes vestidos de verde
sereno se precipitan sedientos al mar. He llorado interiormente de emoción
pegado el olfato a tierra mojada. Todo se envuelve en un misterio que hay que
ir descubriendo.
Te dejo algunas imágenes que hablan por si solas.
Llegó la hora de ir finalizando este cuento de hadas,
en el que los personajes que han ido apareciendo en toda la trayectoria no han
sido mero producto de una fantasía, sino la realidad vivida durante unas
fantásticas jornadas.
El lugar de la casita de chocolate dejó de serlo para
volver a la materialidad, y los demás actores de otras fantasías dejaron de
serlo, mientras flotaban las voces parsimoniosas de una campana, que de la
misma manera que nos recibió ahora nos daba el adiós definitivo.
José Medina Villalba.
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