Fuente del Avellano
Quedan atrás los sonidos de los cohetes
y el jaleo y griterío de la muchedumbre que ha terminado de ver las
tradicionales pasaeras; unos dispuestos a continuar la juerga, es día de San
Pedro y hay que aprovechar a tope la diversión que nos proporcionan estas
jornadas festivas, que se dan de año en año, otros a tomar fuerzas después de
una noche en vela, para coger por un rato el lecho doméstico, algunos se han
traído los pipos de agua para ir a la Fuente del Avellano a coger la famosa, que tan bien pregonó con sus cantes Antonio Molina:
Antonio Molina le canta a la Fuente del Avellano
Ángel Ganivet y la Cofradía del Avellano
Qué fresquita baja hoy
el
agua del Avellano
el agua del Avellano
que en graná vendiendo voy
La gente comenta como han resultado los
remojones en la poza del Darro; huele a aceite caliente y a tejeringos recién
hechos de Carmen La "Churera”; los últimos juerguista del Rey Chico salen doblemente acompañados, de carga etílica y de las "doncellas" con las que han compartido
la jarana de la noche, dispuestos a continuarla en la Venta Zoraida situada a la
entrada del camino del Sacromonte.
El camino se bifurca para los que van a
por agua, unos la prefieren del Avellano, otros del Carmen de la Fuente, al
mismo tiempo les servirá para tomar el aire fresco que arrastra la corriente
del río y que se desliza por todo el Valle de Valparaiso, e incluso para
sacudirse de la suciedad que han cogido en las polvorientas laderas donde se
encontraba el escenario de las pasaeras.
A la entrada del Carmen de la Fuente hay
un gran portón que corresponde a la casa donde vive la persona que hace
múltiples ocupaciones: portero, jardinero, controlador del agua, que sale tanto
al detal como al por mayor; se llama Juan, vive con su anciana madre, que
cuida de este solterón, y colabora en lo que puede con las tareas que allí se
realizan.
Entrada al Carmen de la Fuente
Adolfo es una persona criada en el
campo, procedente de uno de los pueblos de la provincia y cumple con eficacia
su cometido, sencillo, bonachón, fiel cumplidor de las tareas que se le tienen
encomendadas, sin embargo siempre le observé
cierta tristeza que se
manifestaba cuando se conversaba con él.
En alguna ocasión me pregunté ¿esa
melancolía, será producto de su soltería?
Aquella anciana madre, pequeña pero
destilando bondad a raudales, con lágrimas en los ojos me comentaba, como había
tenido que intervenir, ella solita sin ayuda de nadie, para salvar a su hijo que había querido poner fin a su vida.
Río Darro, a la derecha el Carmen de la Fuente
Por el lateral derecho hay una puerta
desvencijada, hecha de tela metálica, enmarcada en cuatro palos que constituyen
el marco, por donde continuamente entran y salen los carros cubas. El empedrado
del patio donde se cargan los carros está totalmente descoyuntado, resbaladizo
por la humedad que le proporciona la enorme manguera adjunta al depósito de
agua que sigue goteando después de cumplir su misión de llenar las cubas; la
pared del aljibe chorrea agua, y junto al verdor del musgo que la cubre producen
una atmósfera refrescante en verano y de
escalofrío en el invierno, aunque en esta última época se suele frecuentar más
tardíamente este lugar.
Carro cuba de agua del Carmen de la Fuente
Hay un poyete que separa el lugar donde
están los carros, del patio donde se encuentra la fuente para coger el agua al
“detal”, a veces la cola de gente para llenar el pipo o el cántaro es tal que
hay que esperar un buen rato. Hay dos caños con sus respectivas palancas para
que no se desperdicie el líquido. El patio está separado por una alta baranda
que lo delimita con el resto del carmen.
La perra chica y la perra gorda
Una perra chica hay que entregar en el
acceso por el enorme portón, donde el casero controla, y una perra gorda si se
trata de un cántaro. Sin embargo, la pillería de los chiquillos, a veces, era
tal, que aprovechando la distracción del control, se pasaban por la puerta de
los carros y ya tenían una moneda para gastársela en las chucherías que vendía
el anciano “Molinica”.
El Carmen de la Fuente en la margen izquierda del Río Darro
El Carmen de la Fuente en la ribera
izquierda del Darro es enorme, allí vivía, en otro caserón, después de un largo
paseo rodeado de bojes el dueño, D. Antonio Avilés y su señora Dª Adela, ambos
entregados al mantenimiento y conservación, muy especialmente el dueño que
continuamente estaba luchando con el río, colocándole parapetos para evitar que
lamiéndolo, poco a poco, pudieran irle quitando territorio.
Abajo a la derecha casa del Carmen de la Fuente, a la izquierda Camino del Avellano
D. Antonio, funcionario de correos,
hombre enérgico era en cierto modo un poco el terror de los chicos del barrio,
utilizaba sus argucias para evitar que los mozalbetes penetraran en la hacienda,
para llevarse la fruta, por distintos puntos vulnerables que tenía el carmen.
El dueño del Carmen de la Fuente lo protegía luchando contra el río
A la entrada del Camino del Avellano
vivía el pianista “El maestro Novi”, con su familia esposa e hijas.
Daba clases de piano en su casa y
promocionó a alguno de sus alumnos convirtiéndolos en artistas consagrados de
la canción moderna, entre ellos puedo citar a Gelu, que llegó a grabar varios
discos y tuvo un periodo de éxitos como artista consagrada.
Casa reformada donde vivió el maestro Novi y después Manolo Gómez el dueño
de la Sala de Fiestas el Rey Chico
La casa donde vivió el maestro Novi, la
compraría Manolo Gómez, cuando se hizo cargo
de la Sala de Fiestas del Rey Chico, y allí estuvo viviendo hasta que se
suprimió el club nocturno. De Manolo Gómez y el Rey Chico ya hemos hablado en la primera
parte del Bajo Albayzín.
El carmen de los Chapiteles, un palacete
que tiene sus comienzos en el siglo XIV, ubicado en un entorno único al amparo
de los jardines del Generalife y frente a los carismáticos y populares barrios
del Albaicín y el Sacromonte, después de seis siglos, aún podemos admirar sus
artesonados originales y disfrutar de la belleza de sus jardines nazaríes.
Jardines del Carmen de los Chapiteles
Este carmen fue un regalo de los Reyes
Católicos al General que mandaba sus ejércitos, el Gran Capitán, D. Gonzalo
Fernández de Córdoba, cuando se tomó la ciudad de Granada y se puso fin a la
Reconquista.
El Gran Capitán. D. Gonzalo Fernández de Córdoba
De esta forma, empezó la historia de la que ya en su día era una
de las casas más hermosas y preciadas de la ciudad.
Carmen de los Chapiteles en la actualidad
Allí conocí al anterior propietario, D.
José que junto a su esposa pasaban los veranos en el carmen donde también
vivían sus dos hijas casadas con un juez y un jefe de policía. Actualmente el
carmen propiedad de la familia Jerónimo Páez, funciona como hotel, así como para la celebración de diversos
eventos: bodas, bautizos, primeras comuniones, reuniones de empresa…
Hay un dicho popular que dice: “Me
dijeron que en Granada había un tesoro y lo he encontrado. Es el Carmen de los
Chapiteles”.
Un gigantesco monstruo metálico
Huele a alquitrán, al doblar la esquina
de la Cuesta del Chapiz, un gigantesco y descomunal monstruo metálico, con un
gran ruido estruendoso, detiene mis pasos, algunos de mis amigos lo contemplan
extasiados, aquel gigante de hierro, con su maciza rueda delantera, va
aplastando las piedras que, amontonadas al borde de la cuesta, han triturado a
golpe de marro los picapedreros.
Los picapedreros
¡Todo es atronador! La máquina
aplastadora, produce un ruido infernal, de pronto se detiene y suelta un chorro
de vapor,
La máquina aplastadora suelta un chorro de vapor
una especie de desahogo al duro trabajo que va realizando, las
piedras miran como despavoridas intentando pedir auxilio al monstruo que se les
aproxima sin compasión, las va lentamente aprisionando dejando todo
completamente plano.
Máquina aplastadora
Por la puerta de la huerta de Millán, (donde actualmente
se encuentra el Palacio de los Córdova ), sale su dueño acompañado de su señora
y sus dos hijos. Millán es el administrador de unas grandes fincas, y su hijo
también de nombre Millán y apellido Millán estudia bachillerato en el Seminario
de Maestros del Ave María. Intelectual como él solo, prueba de ello es el cargo
que actualmente desempeña a nivel
El avemariano D. Millán Millán Muñoz
A la derecha abajo, donde se encuentra el Palacio de los Córdova era la Huerta de Millán
Aquella mañana iba a la huerta a comprar
tomates, pepinos y berenjenas, que se encargaría de vendérmelos José Garrido el
hombre que trabajaba la huerta.
José Garrido regando la huerta de Millán
Hay que entrar en un vergel, como es la
huerta, para comprobar la plenitud de la
naturaleza, deleitarse en los canalillos por donde pasa el agua, limitados por altos caballones, y exhalar el perfume
que destilan las matas de tomates para dejar salir al exterior toda la esencia que
llevan dentro como agradecimiento al agua prodigiosa que les calma la sed.
Productos de la huerta
¿Usted, lector, ha tenido esta
experiencia? No hay nada mejor que comerse un tomate recién cortado de la mata,
después de acercárselo a la nariz para
experimentar ese olor tan exquisito que desprende como un regalo
anticipado al que lo va a consumir.
Regando la huerta
Me recreo observando al hortelano, con
el pantalón remangado hasta las rodillas, azada al hombro, caminando por encima
de los caballones y dirigiéndose al lugar preciso para dar unos cuantos golpes
de azada sobre la tierra empapada por el agua, y desviarla para que de vida a otro sector enriquecido por
el verdor de los pepinos, y el barniz brillante, color morado, con el que
cubren su cuerpo las berenjenas.
Escuelas del Ave María Casa Madre
El hortelano venido de la Peza, pueblo
donde se fabrica el mejor carbón de leña, después pasaría a ser el guarda y
hombre de mantenimiento en las Escuelas del Ave María. Sus hijos, Encarnita
Pepe, y Pepi , desempeñarían puestos en la enseñanza, en la administración como
empleado en prisiones y empresa de chacinería.
Aquel día me atraía enormemente el ruido
y el espectáculo que había en la Cuesta del Chapiz.
Alquitranando una calle
Los obreros, cubriendo sus pies y parte
delantera del cuerpo con sacos de aspillera, manguera en mano a modo de una
enorme regadera cuyo chorro un líquido espeso de color negro salido de un
depósito aciago van depositando detrás del gigante.
Alquitranando una calle
Hay un vapor especial que se desprende
del depósito envolviendo el ambiente; humo originado por la leña que arde para
calentar y derretir el alquitrán que ha de salir para ir regando el empedrado;
se entremezclan, humo, vapor, calor del ambiente, englobándolo todo.
Un grupo de mis amigos me ven salir de
la huerta y alguien me grita:
-¡Pepito, nos están asfaltando la
cuesta!
Cochera para vehículos fúnebres
Con mi cesto cargado de los productos de
la huerta de Millán, -anteriormente había sido de una maestra llamada Dª
Salomé, allí tenía una especie de guardería para los pequeñines del barrio- me
detengo para dejar paso a un coche fúnebre que tiene la cochera en la casa que
hay a continuación de la huerta, allí se encierran varios de este tipo que
entristecen el ambiente cumplimentado con el conductor, cuyo aspecto físico no es muy agradable, y además tiene un
ojo que ni parpadea y siempre mira en una misma dirección, el ocelo era de
cristal; alguna vez, de niño, me pregunté, ¿será condición indispensable para ser conductor de un coche funerario tener un ojo de cristal?
El olorcillo a canela que sale del obrador de caramelos
Curiosamente la tristeza que impone el
vehículo se amortigua con el olorcillo a canela que sale del obrador de
caramelos que hay contiguo de la cochera; por la ventana que da a la calle me
gusta observar cómo, sobre una especie de alcayata clavada sobre un blanco
alicatado, una enorme masa color ocre acaramelado el confitero cuelga
esta pasta, como si fuera un chicle
gigante, la estira una y otra vez volviéndola a lanzar sobre la escarpia, hasta
que adquiere el nivel que él estima oportuno. Después colocada sobre una mesa
de mármol va confeccionando largas tiras a modo de extensas longanizas que irá partiendo en trocitos
surgiendo las famosas, “papas de la sierra” cubiertas con canela, que en
aquellos tiempos fueron el recreo, del paladar de chicos y mayores.
- ¡A perra
gorda ¡A perra gorda! ¡papas de la sierra! Pregonaban por las calles los vendedores.
Existen pregones curiosos en esta
Granada, que pueden llevar a la confusión al extraño que no las conoce, por
ejemplo:
- ¡Perdices asaaaa! ¡Perdices asaaaa!
Es el pregón del señor que ante un bidón de petróleo
convertido en un enorme hornillón vende patatas asadas, o el que anteriormente
hemos indicado
-
¡A perra gorda, a
perra gorda! ¡Papas de la sierra!
-
El pregón que
correspondía, a los ricos caramelos cubiertos de canela, sin envoltura de
ninguna clase.
Carmen del Negro de Guerri
Del Carmen del Negro sale Guerri, el dueño del
Fotomatón en la Calle de Reyes Católicos, Rocío su mujer asomada al balcón lo
despide mientras su hija Rociíto, (casada con el médico D. Juan Alvarado, cuya
vivienda y consulta la tuvo en la Calle San Juan de los Reyes, frente al
convento de la Presentación) y sus dos hijos se divierten bañándose en la
piscina que tiene el carmen.
Entrada actual al Carmen del Negro, en estos momentos totalmente abandonado
-Señores ¡Qué pena!
Con aquel maravilloso
Carmen del Negro se ha cometido uno de los mayores y más monstruoso sacrilegios
que se le han podido perpetrar a nuestra ciudad; sus jardines, fuentecillas,
glorietas, huerta e incluso vistas han quedado masacradas por la vorágine de la
especulación. El cemento ha hecho presa destruyéndolo totalmente, y con el
mayor de los absurdos esperando la terminación de un enorme y macizo bloque que
duerme el sueño de los justos.
La casa donde vivió Leonardo el fotógrafo
En una terraza próxim a al Carmen del
Negro, Leonardo, otro magnífico fotógrafo que tenía su estudio en la Calle
Navas, excelente coleccionador de guitarras, está potenciando sus pulmones con
el aire fresco de Valparaiso al mismo tiempo que hace su diaria tabla de gimnasia.
Sus tres hijos dos hembras y un varón, y su mujer, María Luisa, forman esta familia. Leonardo su hijo, le
siguió a su progenitor en la fotografía y la mayor de sus hijas, desarrolla su
vida por esos mudos de Francia.
La tarde en este recorrido, va declinando
y el calor sofocante de este mes de agosto se va amortiguando por la debilidad
de los rayos solares en este atardecer.
La Cuesta del Chapiz, el calvario de los mulos que arrastran la pesada carga
La Cuesta del Chapiz, de piso terroso y
pedregoso es el calvario de los mulos que arrastran esa pesada carreta
sometidos a los improperios, blasfemias y varetazos, que sobre sus lomos le
propinan los carreteros de forma
inhumana quieren que, esas pobres bestias, consigan llevar la carga hasta el final de la cuesta,
resbalándose continuamente e incluso dando con las rodillas en tierra para a golpes de vara, de gritos e injurias, los vuelven a levantar.
El Carmen de Salazar residencia de D.
Manuel Hernández, militar de alta graduación en la Fábrica de Pólvora de Santa
Bárbara en el Fargue, vive con sus dos
hijas, Isabel matrona y Guillermina junto al ama de llaves Teresa y su hijo
Jaime, químico en Clermont Ferrant en Francia.
Seminario de Maestros del Ave María
Sale con dirección al Colegio Seminario
de Maestros, el doctor D. Antonio Bolivar, acaba de pasar consulta y va a dar
su clase de Anatomía a los alumnos que estudian el primer curso de Magisterio.
Vive en este mismo carmen con su esposa y sus tres hijos, dos varones, médicos, y una
hija.
Las vacas de Joseíco
Percibo el olor a establo y a vacas, son
las de Joseíco que tiene la vaquería en el Carril de San Agustín, ritualmente todas las tardes bajan a abrevar en el Molino del Negro que se encuentra
debajo del Carmen de Salazar.
El agua mueve las palas del molino
En el molino del Negro, se escucha el
ruido del agua de la Acequia de San Juan al chocar vertiginosamente sobre las
palas de la rueda de madera que moverán las pesadas piedras entre las que se
ha colocado el trigo, para convertirlo en blanca harina.
El espectáculo de las vacas es la
diversión de chicos y mayores, escondiéndose en los portales y trepando por las
rejas de las ventanas para evitar un mal encontronazo.
La mano de Antonio Ramírez, el portero
del Seminario de Maestros, impulsa la cuerda de la campana que da los últimos
toques para entrar en clase, mientras Encarna, su mujer, con voz tonal de grito salida de lo más profundo de un pantano, llama por el altavoz a uno de
los colegiales.
La familia Medina Villalba, en la portería de la Casa Madre del Ave María
Enfrente se encuentra la entrada a la
Casa Madre de las Escuelas del Ave María, Josefa la portera, pequeña de tamaño
pero grande en acciones, no solo para sus convecinos sino para todo el que llamara
a la puerta, junto con su esposo Torcuato y sus tres hijos, María matrona,
Manuel empleado de banca y José Medina Villalba, maestro de estas Escuelas,
forman una familia que marcó su sello de identidad en el Bajo Albayzín.
Las patinetas obras de ingeniería infantil
La tarde ha caído, las farolas de las
esquinas de los callejones débilmente comienzan a iluminar, la Cuesta del
Chapiz recién asfaltada, es el reclamo perfecto para la chiquillería del barrio
y la de otros lejanos que vienen a estrenar sus patinetas sobre el alquitrán de
la calle. Las hay de todo tipo, algunas verdaderas obras de ingeniería
infantil, con asiento de cuero, bellos dorados, buenos cojinetes de acero; las
hay individuales, el conductor sentado y acompañante detrás de pie, que hará de
disco de freno con las suelas de sus alpargatas, y enormes con freno incluido
donde se pueden subir hasta seis.
El guindilla del Ayuntamiento
¡Que os, que os! Es la voz del vigilante
que en la esquina del Callejón de los Frailes alerta de la llegada del guindilla y poniendo pies en polvorosa todos
desaparecen perdiéndose por los callejones.
Un ruido atronador pone en vilo a toda
la vecindad, un caballo yace muerto con los intestinos fuera al final de la
cuesta mientas cristales de sifones y gaseosas se encuentran esparcidos por la ribera del río.
Aquel día el repartidor se le había
olvidado echarle el freno al carro amarillo de las bebidas refrescantes, un
freno que desde el pescante, donde iba sentado, manejaba a su derecha como un
manubrio al que se le dan vueltas y más vueltas.
Los carros de reparto de gaseosas y sifones
Empujado por la presión del vehículo el caballo
se fue deslizando, desde la puerta del Portalón por la resbaladiza cuesta
alquitranada, hasta adquirir tal velocidad, como el esquiador en un eslalon
gigante, para llegar a chocar
bruscamente con el pretil del río, el carro con toda su carga cayó al cauce. La
multitud se agrupó alrededor para contemplar al caballo; durante varios días ésta
fue la comidilla de conversación entre la vecindad.
El
pobre de los domingos.
Por aquella época abundaban los
pedigüeños que iban de puerta en puerta, por regla general solían aceptar
aquello que buenamente se les ofrecía, porque ellos mismos comprendían que la
abundancia era una dádiva que, por aquellos tiempos, escaseaba en los hogares.
El pobre de los domingos
Siempre recuerdo aquel anciano, o por lo
menos a mí me lo parecía, porque el desgaste, la miseria, sufrimientos y mala
vida habían precipitado su edad, de luenga barba, desmelenada cabellera, blanqueadas
por la dureza de las penalidades, mal vestido, pantalón pleno de remiendos,
sandalias en las que se marcaba el desgaste, por los caminos recorridos, zurrón
cuyos lamparones era la señal de identidad por los desperdicios que contenía,
trozos de pan duro, o cualquier otro vestigio alimentario caído, como migajas
de la mesa de cualquier hogar.
Jamás, en el tiempo que lo conocí, llamó
a la puerta, le llamábamos el pobre de los domingos, porque era el día, sin
faltar ninguno, como fiel cumplidor de su deber, esperaba pacientemente en la
puerta hasta que mi madre le ofrecía un trozo de pan del día que
respetuosamente besaba, o un plato de
cocido o cualquier otro que en ese día se había confeccionado para la familia, se lo tomaba con avidez y con “un Dio se lo pague”, se marchaba hasta el
domingo siguiente.
En el Paraíso Eterno lo recibirían con los brazos abiertos
Hubo varios domingos que detectamos la falta
de nuestro pobre, sin decir nada, sin molestar, tal como llegaba en esa jornada
se nos marchó al paraíso eterno, donde tengo la completa seguridad que no
esperaría en la puerta, le recibirían con los brazos abiertos y los mendrugos de pan y demás desperdicios que
en la tierra recibió, se convertirían en los manjares celestiales más
deliciosos.
Los charlatanes en las plazas públicas
Los llamados charlatanes, subidos en un
pódium en la plaza de Bib-Rambla o de la Trinidad, con su maleta abierta y
lanzado a los cuatro vientos sus pregones, impregnados de la dulce miel de sus palabras como reclamo para atraer a un
numeroso público que se agrupaba a su alrededor, los que enseñaban los
misteriosos contenidos de la enigmática maleta, ofreciendo sus productos por
unos ridículos precios pero al final conseguían engañar al inocente que se creía
todo el pregón lleno de obsequios y regalos que no llegaban al que se había
atrevido a caer en la red de sus pregones. Ahora estos charlatanes hacían su
labor visitando puerta por puerta, casa
por casa, a los vecinos del barrio. (En la actualidad estos charlatanes ofrecen sus productos en recepciones en los hoteles con el atractivo de un obsequio a los que asisten a estas reuniones).
El moderno charlatán
Venían,
de Marruecos, por lo menos esa era su primera presentación, con sus maletas
bien repletas, elegantemente vestidos, muy educados, con un ceremonial de
palabrería ofreciendo los artículos que portaban por unos ridículos precios.
Solían ofrecer lotes de ropa que
normalmente consistían en cortes de trajes o de vestidos de señora, lotes de
sábanas, alfombras… A mi casa vinieron más de una vez, basta que hubiésemos
picado para que sucesivamente y con cierta frecuencia se dieran su paseíto para ver si de nuevo sacaban negocio.
El elegante charlatán domiciliario
-Buenos días, señora. Hoy le traemos las
últimas novedades importadas de Melilla.
Mi hermana María, que anteriormente
había caído en la red de estos charlatanes domiciliarios comprando algún corte
de traje, que no había sido fiel reflejo de lo que ellos pregonaron en su día,
con gesto no muy agradable respondía.
-No, no necesitamos nada, ni nos
interesan sus maravillosas ofertas. Esta
repuesta no arredraba en lo más mínimo a estos señores, que solían venir en
pareja.
-Escúcheme, señora, -mientras decía esta
frase muy ceremoniosamente, ya había colocado la maleta en la primera silla que
estuviera a su alcance, e "ipso facto" la tenía abierta de par en par.
La maleta del charlatán
Sacaba el primer corte de traje se lo
colocaba sobre el antebrazo y dándole unas palmaditas, mirando fijamente a los
ojos de mi hermana que no salía de su asombro ante la rapidez con la que se
había desarrollado todo.
-Señora, este es el mejor corte de traje
de auténtico paño de angorina que usted puede adquirir por el ridículo precio de
cien pesetas.
-No me interesa.
Corte de vestido de mujer
El charlatán, que domina perfectamente su
pregón, saca de nuevo otro corte, ahora de un vestido para mujer.
-Bueno, ¿qué le parece esta
extraordinario corte de vestido para hacerse el mejor traje y lucirlo en las
próximas fiestas de Corpus?
-No me interesa.
-El anterior y éste por el mismo y
ridículo precio de cien pesetas. Sucesivamente fue sacando otras prendes y
siempre por el mismo precio.
Finalmente nuestros charlatanes, que se
solían apoyar en la verborrea de sus pregones, ante la persistente negativa, cierran
la maleta, y se marchan.
-Usted se lo pierde, señora.
No había pasado media hora cuando de
nuevo aparecen ofreciendo todo el lote por cincuenta pesetas.
Estos eran los charlatanes a domicilio,
todo un espectáculo íntimo y casi familiar, que después de hacer y decir, que
no vuelvo y volver, regresaban hasta conseguir colocar la mercancía. Escenas
del pasado, que a los pequeños nos divertían.
Los "raspaos" de hielo con licores
Más arriba, en el peso de la Harina,
esquina con el Camino del Sacromonte, María Jesús, con su pequeño puesto de
chucherías y su enorme barra de hielo, sobre un saco de esparto colocado sobre
una pequeña y desvencijada mesita, rasca que rasca, con su cepillo metálico;
levanta la tapa, aprisiona con su mano el hielo triturado, con un ritual especial
le va echando el líquido que se almacena en tres botellas: amarillo limón,
verde menta, y rosa fresa, para entregar al cliente esa especie de bandera
tricolor que momentáneamente refrescaba y saciaba la sed.
María Jesús con su puesto de chucherías
Quise ser hombre, pero me iban tan mal los años....
En aquel puesto de chucherías me compré
mi primer cigarro de matalauva, porque
quería dejar de ser niño para ser hombre, pero, cuando pasó el tiempo, me di
cuenta que me iban tan mal los años que quise volver a ser niño pero ya no pudo
ser.
Los pellejos de vino del "Portalón"
En este sitio se encontraba "El Portalón"
Frente a María Jesús, estaba el Portalón
con sus pellejos de vino y José Barrales detrás del mostrador sirviendo a la
clientela; aquella taberna decorada con enormes carteles de toros, del Corpus
Christi, daba cobijo a los trabajadores que bebían para olvidar, después de una
jornada intensa de trabajo, las penalidades y miserias de la vida, que les
había tocado llevar.
"El Portalón" en primer lugar, enfrente el estanco de Antonio (1945)
En el primer edificio estaba el estanco enfrente "El Portalón" (2015)
En la esquina de enfrente había un
estanco, era el único del barrio, más de
una vez fui a comprar cerillas, tenía un mostrador de madera haciendo un ángulo
recto y en el lateral izquierdo había una vitrina donde recuerdo haber visto
cuadernos, lápices y otros utensilios escolares, al frente, las estanterías con
sus casilleros correspondientes donde se encontraban las cajetillas de tabaco,
El estanquero de la cuesta del Chapiz
los currucos, cajas de cerillas…, el olor característico que allí se percibía,
aún sale a relucir escondido en lo más profundo de mi pituitaria; al fondo se
veía la cocina, a la derecha, unos escalones para subir al cuarto de estar.
Antonio Villalba, un señor mayor de pequeña estatura, pero con una gran
amabilidad, primo de mi madre, vivía con sus dos sobrinas, Josefina y Rosita,
dos grandes mujeres de belleza excepcional y admiradas por todos los
convecinos.
El poeta Antonio Fernández, "Talismán".
La poetisa Josefina Manzano
Sobre unos altos tacones, que solamente
ella es capaz de llevarlos como una magnífica equilibrista, sale Josefina Manzano,
sobrina del estanquero Antonio, acompañada
de su esposo Antonio Fernández, “Talismán”, ambos son los poetas del barrio.
Reynaldo Fernández Manzano, director de la Alhambra
Azucena Fernández Manzano, pianista, profesora y directora de orquesta sinfónica
Josefina es como un elegante ciprés que
derrocha estilo y distinción al caminar,
es la admiración de todos los que la observan cuando baja por la Cuesta del
Chapiz cogida del brazo de su esposo, con su cabello y barba comenzando a
blanquear siente el orgullo de llevar junto a él a su amada.
Antonio y Josefina con sus cuatro hermosas flores: Reynaldo, Azucena, Preciosa y Ninfa
De este matrimonio surgieron cuatro
hermosas flores, que han desarrollado el germen que en ellos depositaron sus
padres, amantes de las bellas artes, música, poesía… Azucena, pianista, directora de orquesta sinfónica, profesora de música; Reynaldo, director del Centro Documental de Música de la
Junta de Andalucía y actualmente Director de la Alhambra; hermanas Preciosa y
Ninfa, constituyen este hermoso ramillete que nos dejaron sus progenitores.
Tienda de comestibles de Juan Manuel Bolivar
Las cartillas de racionamiento
En este lugar se encontraba la tienda de comestibles de Juan Manuel Bolívar
Juan Manuel Bolívar, el de la tienda de
comestibles, a la entrada del Camino del Sacromonte en plena placita del Peso
de la Harina, corta los tiques de las cartillas de racionamiento, mientras sus
otros hijos Cipriana, Juan Manuel y Crisóstomo despachan las escasas raciones
que a cada vecino le corresponden.
Medidor de aceite
Había sobre el mostrados dos artilugios
que siempre que entraba en la tienda me llamaban la atención, una especie de
torreta de cristal por donde subía el aceite después de accionar una manivela, éste salía al girarla en sentido contrario,
depositando sobre la botella del cliente la cantidad que se pedía.
Molino de café en la tienda de comestibles (1945)
Una enorme rueda que al girarla molía
los granos de café, del que entonces se le conocía como “el bueno”, depositados
en la máquina adjunta perfumaba el
ambiente que alimentaba a los parroquianos, y no la cebada tostada que la
mayoría consumía para hacer el café de “pucherete”.
Los jazmines se derraman por los tapiales del carmen
En una mañana primaveral en las
que los jazmines se derraman por los tapiales de los cármenes, y el olor
penetrante de las celindas nos embarga de tal manera que quisiéramos, en
nuestras inspiraciones, dejarlo dentro
de nuestro ser, Giorgius Still, pintor de origen belga, vino a Granada y se
enamoró con tanta intensidad que se quedó a vivir aquí, se compró un carmen al
pie de las Siete Cuestas en el Sacromonte en cuyo frontipicio de entrada se
podía leer: Carmen de D. Jorge.
Sacromonte
Aquella mañana, con su caballete montado
en la Cuesta del Chapiz, esquina con el Peso de la Harina, se deleitaba y
deleitaba a los pasantes, metiendo en su lienzo todo el paisaje que le rodeaba.
Manejaba con una maestría excepcional la espátula y trasladaba el óleo de su
paleta como el albañil que usa la
palustra en sus construcciones, daba la impresión que la naturalidad de
lo que observaba la quisiera trasladar, con el mismo relieve con que la
contemplaba.
Giorgius Stiil, al que me unió una buena
amistad, lo mismo pintaba que cuidaba el jardín de su carmen, alguna vez lo vi
como el mejor jardinero, botas hasta las rodillas, sombrero de paja en la
cabeza y azada al hombro regando los parterres de su carmen. Granada y sus
rincones más enigmáticos, los pasajes costumbristas de sus gentes están en los
museos belgas y en colecciones particulares.
Entrada a la Escuela de Estudios Árabes
Jardines de la Escuela de Estudios Árabes
Emilio,
el hijo de Dolores y Emilio
García los porteros de la Escuela de Estudios Árabes, me invita a que juegue con él por los jardines
y allá nos perdemos en aquella casa morisca donde vivieron los moriscos Lorenzo
el Chapiz y Hernán López el Feri . “La Casa Blanca”, Dar al-Bayda. Por eso
se le llama a esta zona, Arrabal de la Albaida. Después tomaría el de alhacaba
(cuesta) del Chapiz.
A rastra culo, con un enorme parche
hecho con yantas de avión, “Antoñico”, se desliza con rapidez de un lado para
otro, es un niño metido en un cuerpo de hombre, deforme, largo cuello que
estira cuando se le interroga, piernas torcidas a quien la naturaleza le ha
privado de las demás capacidades que solemos tener los humanos, sin embargo
“Antoñico”, tiene una memoria prodigiosa para todo tipo de fechas relacionadas
con eventos familiares.
-“Antoñico”, ¿cuándo nació el hijo de la
Maruja, la que vive en el Callejón del Boli?
“Antoñico” se retuerce, estira los
brazos, tuerce el cuello, la vista se le desencaja, y tartamudeando, no sólo
dice el día exacto sino que incluso cita fidedignamente la hora en que ocurrió
el alumbramiento. Y así con cualquier otra fecha de otro diferente suceso
ocurrido en el barrio.
El puesto de Carmen
Carmen la del puesto de comestible, estaba a
continuación del estanco; una loncha de queso que se partía de medio queso único en el establecimiento, cuatro rodajas de salchichón añejo, porque no todo
el mundo se puede permitir ese lujo y de estar colgado del techo se ha ido
envejeciendo, medio litro de aceite, una aguja, cuarto y mitad de lentejas, una
sardina arenque…, el puesto era pequeñito pero era casi un supermercado, podías
encontrar de casi todo, de lo que en aquellos tiempos se consumía dependiendo siempre de su dueña que era la que despachaba y solo ella podía
tocar los productos.
Las cintas para coger las moscas
Había una cinta reluciente, colgada del
techo, por tener cierto atractivo para esas que molestan mucho durante el
verano, completamente lleno de moscas. Un fuerte olor a vinagre se percibía en el ambiente y más de
una vez, -cuando el puesto lo heredó su hijo Pepe, persona de mal genio, casado
con Carmela- me los encontré en la trastienda comiendo al mediodía porque el
puesto, llámesele como se quiera, estaba abierto todo el día.
Aljibe de Rabad al-Bayda
Poco más arriba, pasada la aljibe de Rabad
al-Bayda, Paquito, el dueño, con sus dificultades para caminar, instaló en la Cuesta del Chapiz un
establecimiento de chacinería, “La
Nazarita”,
La tienda de Paquito, "La Nazarita", estuvo en este lugar tapiado
que era la admiración del barrio, con un aire de decoración arabesco
mezclado con tintes alpujarreños, allí se podían adquirir los mejores productos
derivados del cerdo.
Mirando a la aljibe, los hermanos Segura,
Dª Luz y D. Juan, oriundos del Marquesado del Zenete, cubrieron las necesidades
médicas de la Cuesta del Chapiz, Sacromonte y aledaños, ella con su farmacia y
él pasando consulta médica, paño de lágrimas de muchas personas que recibieron
asistencia facultativa y fármacos gratuitamente.
Sones de guitarra salen del Callejón del Boli, son notas que emergen de las cuerdas de una guitarra magistralmente tocadas por las manos de Manolo Cotés Maya, está ensayando para realizar los ejercicios diarios que habrá de poner de manifiesto por la noche en la Cueva de la Golondrina, mientas tanto su mujer, Teresa Fajardo, llama desde la esquina de la calle a su hijo Antoñín, para que acuda a tomarse la merienda.
Sones de guitarra salen del Callejón del Boli, son notas que emergen de las cuerdas de una guitarra magistralmente tocadas por las manos de Manolo Cotés Maya, está ensayando para realizar los ejercicios diarios que habrá de poner de manifiesto por la noche en la Cueva de la Golondrina, mientas tanto su mujer, Teresa Fajardo, llama desde la esquina de la calle a su hijo Antoñín, para que acuda a tomarse la merienda.
Sacando agua del Aljibe de los Abades
Las mujeres del barrio, Maruja la
modista, especialista en la confección de vestidos de gitana, para las que
actuaban en las zambras del Sacromonte,
su madre Esperanza, mi tía Remedios, María la mujer de Antonio el
carpintero, la Ripoll, Carmencica, la del puesto donde compraba los bastos
pastores de mi Belén, Dª Remedios, la mujer de D. Antonio Sánchez Riquelme, el maestro director de la Casa Madre del Ave
María, los Cogolludos, María Jesús, la de las chucherías,
Aquí tuvo el puesto de chucherías la anciana María Jesús
por citar algunas, con sus cántaros en las
caderas y los cubos, hacen cola para sacar el agua del aljibe que hay un poco
más arriba, de la llamada mezquita el Jorobado, (Yami al- Ahdab) agua
para lavar, agua para guisar, agua para el aseo, agua para todo.
El agua de los aljibes, se muere de puro sola
De noche, porque la noche nos deja a
todos a solas; de tarde porque es hermoso quedarse en la tarde a solas, el agua
de los aljibes se muere de puro sola. Hasta por la mañana, las mujeres se le
asoman y cubo a cubo le suben la canción íntima y mora. Y cubo a cubo le quitan
las penas de la memoria. En mis recuerdos como resuena mi voz de niño, cuando
gritaba asomado al brocal por el aljibe de la Cuesta del Chapiz.
La fábrica de bolas de los Cogolludos
En los límites, por citar término al
Bajo Albayzín, el ambiente se ennegrece y se escucha el rumor ronco de los
bombos de la fábrica de bolas, de "Los Cogolludos". La rampa de subida está totalmente oscurecida
por el trasiego de la materia prima que allí se utiliza.
Bolas de carbón
Una ristra de bombos de madera separados, unidos por un eje los atraviesa por el centro, dan vueltas y
vueltas, como una ruleta, mientras el
empleado los detiene y por una pequeña compuerta, pala en mano de una materia
negra y aparentemente pegajosa, los va alimentando; así se hacían aquellas
bolas de carbón que servían, en aquellos tiempos, para proveer los hornillos en los que se cocinaba. Allí se vendía todo
lo relacionado con el carbón, tierra, picón y cisco.
La vaquería de Joseíco
Entrada a la vaquería
La vaquería de Joseico se encontraba al comienzo del Carril de San Agustín, de niño, todas las tardes entraba con mi vaso y una peseta para beberme allí mismo, la leche espumosa recién ordeñada; hoy se me reprocharía de poco higiénico, pero para mí era un regocijo corporal y espiritual. El mugido de las vacas, el olor penetrante de la cuadra, el chazquido de las pezuñas sobre el suelo humedecido por el orín reviven por momentos en mi subconsciente y me hacen niño.
Los pirulines del tío del avión
¡Saben a limón, saben a turrón, si los
quiere usted, se los come usted y si no para el café! Así pregonaba el hombre misterioso de la ruleta y del
avión, que corría más que el tío de la lista, a pecho descubierto, alpargatas
medio rotas; sobre un largo palo echado
sobre el hombro, llevaba una ruleta y encima un avión en el que había clavados unos
pirulines de caramelo que él mismo fabricaba. Por una peseta, girabas la ruleta
y te correspondían X pirulines, en función
de lo que había marcado la rueda giratoria. Volaba más que corría, después de
despacharte, hasta que aparecía un nuevo cliente.
Donde está el letrero del Peso de la Harina, en el pasado fue barbería
Subiendo la escalonada Cuesta de San
Agustin, nos encontramos a los “Truenos”, Antonio y Juan, de alto tronío en su
barbería, donde siempre me llamó la atención, mientras me pelaban, el canto de un jilguero que nunca pude ver
porque se encontraba en la tras-barbería, detrás de una cortina que siempre
estaba echada.
Junto a la barbería completamente en el
ríncón, estuvo el centro de reunión de los “pastoreros”, donde vivió el funfador, José
Castillo Bravo, pastor de Fuente Vaqueros, aquí se reunían allá
por el año 1954, cuando comenzaron a funcionar, un grupo de pastores de esta
zona de la Vega, hoy constituyen la Cooperativa de Santiago con un gran
potencial de mercado lácteo.
Estudio del escultor Luis Heredia
Tres escalones más arriba, de esta
cuesta, estaba la cueva del escultor Luis Heredia, hijo de la Faraona, donde
tenía su taller de trabajo y una gran exposición de obras de arte.
Desde la Placeta de la Victoria. Óleo de José Medina
Finalizo esta segunda parte haciendo una reflexión, todas estas gentes citadas, en ésta como en la primera parte son la memoria histórica del Bajo Albayzín, en su caminar diario mantuvieron en plena vitalidad este lugar de la ciudad de Granada, sin ellas no habría tenido razón de ser el conocido Barrio de San Pedro, con sus fiestas y avatares, talleres artesanales, tascas, tiendas..., gentes que se conocían a la perfección y formaban una gran familia, unas de abolengo, otras sencillas, trabajadoras, todas merecen ser grabadas con letras de oro en el frontispicio de entrada a este maravilloso arrabal del Albayzín, por su quehacer diario y contribución a su subsistencia.
Es el testimonio fidedigno del que convivió con ellos.
(Próximamente continuaremos con la tercera parte del Bajo Albayzín)
José Medina Villalba
Este testimonio es verdaderamente asombroso. Soy una mujer con 2 niños. Desde la muerte de mi esposo, me encontré en problemas y tenía un montón de deudas a pagar antes de finales de enero y comenzar mi propio negocio. Le pregunté a mis vecinos y tengo mi banco de ayuda, pero que las personas no quieren ayudarme; Estaba en serios problemas. Yo le respondí unas cuantas ofertas de préstamo en el Internet y hacer trampa dos veces. Pero para continuar mi investigación,
ResponderEliminarLeí un testimonio de préstamo, que habló con un discurso de la señora vadez, honesto y serio. Bueno esta señora me ayudó con un préstamo de 16.000 €. Usted garantizado que recibí el préstamo la semana pasada, y con ese dinero podía pagar mis cuentas. Es cierto que estuve de acuerdo en pagar por el dinero y no está mal como los otros ladrones. Si usted desea hacer el préstamo, asesorará y guiará a esta señora, y usted no será decepcionado. en contacto con ellos: correo electrónico: angelavadez8@gmail.com
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