miércoles, 14 de octubre de 2015

LATIDOS DEL BAJO ALBAYZÍN. TERCERA PARTE


Seguimos caminando por las callejas del Bajo Albayzín, el barrio cuyas raíces  resuman la savia que marcaron con su huella las diversas civilizaciones que por aquí pasaron.

                                              Comienzo del Camino del Sacromonte

Hemos dejado atrás, en nuestros últimos pasos, (relato, Latidos del Bajo Albayzín, segunda parte) la barbería de "Los Truenos", la casa donde nacieron "Los Pastoreros", el carmen de la "Divina Gracia" y al culminar la Cuesta de San Agustín dirigimos la vista hacia atrás para contemplar, desde el rellano donde corona la escalinata, el Peso de la Harina y la entrada al Camino del Sacromonte.

                              Desde arriba de la Cuesta, contemplamos el Peso de la Harina y la Cuesta del Chapiz

                                    Los jazmines coronan la entrada a la casa de  Miguel Santiago Heredia
                                                    Miguel Santiago Heredia

A continuación, la familia de los Molina,  el mayor, mancebo en la farmacia de Dª Celia en la Calle Panaderos, su hermano dueño de la Imprenta Alhambra. Los  Maturana y el pianista, Miguel Santiago Heredia, primer Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Casa Madre del Ave María.

                                                           Carmen de la Victoria

      Nos encontramos con una de las entradas al Carmen de la Victoria por la Cuesta del Chapiz, maravilloso carmen residencia para extranjeros dependiente de la Universidad. Todos las mañanas, bien temprano, antes de que marchara a dar sus clases a la Universidad, inyectaba al catedrático y director de dicho carmen D. Antonio Marín Ocete, hijo del Rector de la Universidad, que vivía allí con su esposa la profesora Dª Mari Carmen Rodríguez y sus dos hijos.

                                                 Calle del Pianista García Carrillo

      Bajamos por el Callejón de las Vacas, actualmente Calle del Pianista García Carrillo y nos encontramos con el Carmen de los Patos, hoy convertido en el restaurante, Mirador de Morayma. 

                                                     Carmen de los Patos. 


Allí vivió D. Julio Moreno Dávila, prestigioso abogado, periodista y miembro del Patronato de las Escuelas del Ave María, con su mujer Dª Elisa y sus ocho hijos. Julio, el mayor ingeniero, compañero de estudios; Pepe, abogado y miembro del Consejo de Administración del Periódico Ideal, y el resto entre licenciados y enfermeras.



                                                    D. Julio Moreno Dávila

      El murmullo del agua de la fuentecilla me sobrecogía cuando por las noches entraba al carmen para asistir a D. Julio en sus últimos momentos, como las impresionantes vistas que desde allí se divisan de la sultana Alhambra.

                                                   Vivienda de Antonio Torres      
Más allá, en este delicioso callejón, la familia de Antonio Torres, esposa e hijos, Antonio y María  Ester, vinculados a las Escuelas del Ave María.

                                         Caminando hacia la Calle Grajales. Callejón de los Frailes

     Por la Calle Grajales, un poco más abajo, nos encontramos con el Carmen de los Mínimos donde vivió D. Antonio Dalmases y su hermana Angelitas; aquel carmen, próximo a la Placeta de la Victoria, donde tuve la oportunidad de conectar muchas veces por la amistad que me unía con esta familia, me impresionaba, aparte del jardín y de sus vistas, todo lo que contenía, era un museo por la riqueza  de obras artísticas que había. Del carmen, por un convenio familiar, se hizo cargo el Ayuntamiento, pero sufrió varios saqueo por el abandono de quien lo tenía que proteger. En estos momentos me pregunto ¿Donde fueron a parar tantas obras de arte?

                                                 Sor Cristina de la Cruz  Arteaga y Falguera

D. Antonio Dalmases tenía muy buenas relaciones con Sor Cristina de la Cruz Arteaga y Falguera, religiosa Jerónima, la que fue la última propietaria del Carmen de los Mártires, -se lo donó al Ayuntamiento- a la que visitaba todos los años en Sevilla, de donde traía unas ricas mermeladas, más de una de ellas pude degustar por la generosidad de Dalmases. Él estuvo en la dirección y control, en la primera etapa de  montaje del Palacio de los Córdova, en la huerta de Millán, a comienzos de la década de los sesenta del pasado siglo.


                                                       Palacio de los Córdova

Este palacio estuvo situado detrás del antiguo edificio de correos, donde actualmente está la Plaza de Isabel la Católica, un empresario de aquella época, con el apodo de “El Merengue”, dueño el cine Regio, compró todos los artesonados y demás elementos artísticos y los tuvo guardados en unas naves, en la Vega de Granada, hasta que vinieron a ocupar el lugar donde actualmente se encuentran.

                              Antiguo edificio de correos. A las espaldas se encontraba el Palacio de los Córdova

       Una vez echadas las cubiertas del palacio, por un cálculo defectuoso en la construcción, se comprobó que los artesonados no encajaban bien por lo que hubo que desmontar parte de la techumbre para respetar las dimensiones de éstos que al fin pudieron ser colocados.


                                                                 Calle Grajales

                                                                                                           Placeta de la Victoria

En la Placeta de la Victoria hubo durante un tiempo un monumento dedicado al cantaor Antonio Cuevas, “El Piki”, criado en el barrio,  dicha escultura se trasladó a la Peña de la Platería.

                                                         Hornillo de petróleo

Cuando los hornillones de carbón y de bolas, donde se cocía tranquilamente durante muchas horas el puchero o el potaje, alimento cotidiano de las familias trabajadoras, dejó de cumplir su misión aparecieron los hornillos de petróleo, que había que sustentar con ese producto.

                                               A la derecha casa de D. Rafael "el del petróleo"
                                               Aquí estuvo el despacho del petróleo

En la casa que hace esquina, al bajar los escalones de la Placeta de la Victoria, nos encontramos un despacho de este combustible, su distribuidor un antiguo maestro avemariano, en las Escuelas del Ave María en Arjona, D. Rafael bautizado en el barrio con el apodo de D. Rafael “el del petróleo”, lo va suministrado a la cola de gentes que se acercan a comprar. 





El carburante se lo traían en unos grandes bidones de color rojizo y allí estuvo hasta que los nuevos avances en favor de la amas de casa, lo sustituyeron por el gas butano, con lo que tuvo que cerrar el negocio.


                                                                 Calle Valenzuela
                                               En este lugar estaba la barbería de Pepico

Pepico el barbero, uno de los hombres más serviciales del barrio, al que se le podía encargar cualquier recado para que fielmente lo cumpliera, tenía su vivienda y barbería esquina con la calle Valenzuela, donde hemos de destacar varias familias que marcaron la vida de este Bajo Albayzín:



                                                        Manolo "El del Sibari"

Manolo “El de Sibari”, boxeador, en su juventud, después barman y dueño del restaurante Sibari en Plaza Nueva, con su mujer y sus dos hijos Rafael y Manolo; Rafael militar, ha llegado a ser General dentro de la Legión; alumno de las Escuelas del Ave María, al que recuerdo como el chaval espabilado, nerviosillo, que triunfaba en las competiciones de la clase. 

                                                       José Zurita Fernández

La familia Zurita en la que destacamos a, José Zurita Fernández, maestro de las Escuelas del Ave Maria; la familia de los Marino, algunos de ellos con tienda de muebles en Calle Elvira.

                                           Aquí estuvo la tienda de "Pepe el de la Jesusa"

Esquina con la Calle Valenzuela, estaba la tienda de comestibles de “Pepe, el de la Jesusa”, una de las varias tiendas de comestibles que hubo en éste corto tramo de calle que incluso tuvo una pequeña pastelería.


                                                 Los bocadillos de "Pepe el de la Jesusa"

  La tienda de Pepe era el atractivo de los estudiantes de los colegios del entorno, por los enormes bocadillos que ofrecía a un precio muy asequible al alcance de los bolsillos de los colegiales.
 Todas desaparecieron, convertidas en cocheras  agregadas a las viviendas.



¡Almejas, almejas, almejas! por la calle San Juan de los Reyes viene con este pregón, otro hombre, taciturno, casi misterioso, mal vestido con sus cestillos cargados de este producto, es el conocido como el “hombre de las almejas”, porque siempre estuvo vendiendo el mismo producto del mar.


-Señora, no se le ocurra pagarle con las rubias. 
(Así se les conocía a las pesetas de este color que llevaban grabada la esfinge del Caudillo Franco), no solo no le dejaba la mercancía sino que salía corriendo; según se comentaba había estado en la trena durante un tiempo, en el espulgo político que hubo después de la guerra civil.

                                                         Jubiles

Llegados de la alta Alpujarra del pueblo de Jubiles tenemos que destacar la gran familia de los Rodríguez Manzano, que vivieron en esta Calle de San Juan de los Reyes, compuesta por el matrimonio y sus cuatro hijos: Encarnita, magnífica maestra del Ave María, con la que se ensayaron para hacer la primera operación a corazón abierto que se realizó en Granada en un hospital falto de acondicionamientos, con un cirujano que hacía su primera operación, de esta envergadura, y así se nos marchó nuestra querida compañera. Miguel en el escalafón militar del cuerpo de agregados a los talleres del ejército; Pepe un gran empresario y Manuel mi compañero de colegio y rival en los estudios, por ver quien obtenía las mejores calificaciones y el reparto de matrículas de honor, (a mi edad no tengo ningún reparo en hablar de las glorias y éxitos del pasado, sin ningún orgullo, vanidad, ni prepotencia).

                                        Manuel y María cultivaban la huerta del Carmen del Negro.

Manuel y María, eran dos ancianos que cultivaban la huerta del Carmen del Negro, cuantas veces los vi llegar a su humilde vivienda, arrastrando los pies por el peso de los años y por la carga de verduras o frutas que traían de su vergel.

                                                          Casa de los Romeros   

Frente a esta sencilla, pero gran familia, se encontraba la de los Romero Camero, Carmen, Paquita, Angustias, Gerardo, José, Francisco, Pilar y Juan, dos de ellos profesores en los talleres de ebanistería y restauración en la Escuela de Artes y Oficios, y la fémina, Pilar, operadora  en la Compañía de Telefónica.


                                                        Calle Horno de Oro


                                                                                                 Maximiliano López Fernández
                                               La esposa del "Kiki" Conchita  Suárez Martín
                                                                                                   Familia López Suárez    
 Hay un poyete que separa la calle San Juan de los Reyes, de la del Horno de Oro, todas las tardes sentado en él me saludaba “el Kiki”, carnicero, persona de tez bronceada, barba poblada, cabello rizado, padre de la familia López Suárez, todos avemarianos; Conchi su hija, aún y después de tantos años pasados, ha vuelto a recordar la rondalla del Colegio organizando una mini rondalla, ha intervenido en determinados actos que se han celebrado por los antiguos alumnos; sus hermanos, Maximiliano, Juan Carlos, y Rosa, uno de ellos empresario de ventas de electrodomésticos y el otro empleado de banca.


Érase una familia a unas bicicletas pegados.  


                                                       Francisco Tarifa Montijano      
Es domingo, muy de mañana veo salir de la casa que hay frente de la Cuesta de Toqueros a un grupo de ciclistas, es el clan de los Tarifa, a la cabeza, valga la redundancia, el cabeza de familia Rafael Tarifa, a continuación su señora y después, Rafalín, Paco, Berta y Mario.

                                                  Rafael Tarifa un gran encuadernador

  Rafael el jefe, hombre dicharachero, amable, que derrocha simpatía, de conversación fácil, cuyo primer saludo, cuando nos encontrábamos, siempre fue, “amiguito”, es un gran encuadernador y a él le encomiendan los trabajos más inverosímiles las administraciones públicas, tiene una librería de las llamadas “de viejo” donde te puedes encontrar los legajos y libros que jamás podrías sospechar. 


                                                    "Librería de viejo"

Librería que ha ido cambiando de lugar por la ciudad en determinados momentos.
Todos, cada uno en su bicicleta correspondiente, salen de paseo para ponerse en contacto con la naturaleza, incluso la esposa, Aurora, bien entrada en carnes,  muy estimada por sus convecinos por su generosidad y solidaridad, monta la suya. Rafael el mayor de los hermanos, "simpatizó" de tal manera con la bicicleta que con el tiempo llegó a ser un gran ciclista de competición. Berta heredó la librería de viejo, ahora anda por esos mundos almerienses; Mario, el menor de todos, gran deportista de élite, fue campeón de España de Esquí de fondo.

                                              Casa de vecinos donde vivieron "los Arroyos"
En el patio de la casa de vecinos colindante, vivía otra modesta familia numerosa, la de los Arroyos, pintores de brocha gorda, que también aportaron su granito de arena al barrio.
¿Hasta qué extremo puede llegar la adicción al tabaco?




Antonio, el de tienda de comestibles, pequeñita y recoleta tienda, donde te podías  encontrar los mejores productos de chacinería, era uno de los fumadores, más impertérritos que me encontré en mi vida profesional. Con su larga pipa, fumaba continuamente, asistiéndolo en sus últimos momentos, pidió el último cigarro de su vida. ¡Escalofriante!



                                              En este sitio estuvo el café de Antonio el lechero

Huele a café, es un café bueno y especial el de “Antonio el lechero”, esquina a Calle Sierra de San Pedro tiene su pequeño negocio. Antonio lechero del barrio, procedente de las huertas del Camino de Beas, se le ocurrió en sus últimos años montar un sobrio cafetín donde se servía, por un modesto precio, un rico café, había cola, a pesar de la tos constante de nuestro Antonio, que le hacía enrojecer, más no era impedimento para ir todos los días a tomar el sabroso café de Antonio, haciéndole la competencia a todos los del barrio.

                                                          Cuesta Toqueros

D. José Arquelladas, tenía un Carmen en la Cuesta de Toqueros, llamada así porque en tiempos pasados se hacían las tocas que portaban las mujeres. D. José, inspector del trabajo, supo en sus visitas de inspección hacerse de una magnífica colección de obras de arte, allí pude contemplar magníficos cuadros de pintura de grandes pintores, colecciones de vidrios, columnas de todo tipo, pilares y fuentes,  incluso una cruz perteneciente a la Reina Isabel la Católica.

                                                    Carmen de D. José Arquelladas

Cuando falleció su esposa permaneció, velándola toda la noche, en el cuarto donde se encontraba la difunta en mutua soledad.




Carmen o huerta de San Patricio, en la misma calle a continuación de D. José Arquelladas, actualmente Peña de la Platería, fundada en la Calle San Marías por el platero Manuel Salamanca Jiménez, después de pasar por diversos lugares de la ciudad vino a asentarse en este hermoso carmen, con magníficas vistas donde se siente el flamenco y sus cantes, donde se han dado cita los mejores cantaores, con las interpretación de toda la variedad de palos que enriquecen esta faceta del cante. 

                                                  Una sesión de cante en la Peña la Platería

Este original carmen que en la época musulmana fue tintorería, para pasar a tener un alambique donde se destilaba el aguardiente, posteriormente molino de piensos avícolas, en la década de los sesenta Escuela de Turismo Alhamar, hasta que lo adquirió Manuel Martín Liñán, propietario de la “Bodegas Granaínas” y al que se le conocía con el nombre de “Manolico el de los pollos”.

                                         El carmen se mira enamorado  en el rojizo de la Alhambra

Recuerdo siendo un niño en aquellos atardeceres inigualables, cuando el carmen se mira enamorado en el rojizo intenso que se desprende en las últimas caricias que sol le proporciona al dejar suavemente sus lánguidos rayos como un halago cariñoso de despedida a la sultana Alhambra, subir por las escalinatas del carmen hasta una terraza mirador acompañando a mi hermana Practicante del barrio, 

                                                     Terraza mirador de la Peña la Platería

-después fui heredero de esta profesión-  para inyectar al dueño que tenía unas bodegas en la Calle Navas, llamadas Bodegas San Patricio; la hermana de este señor nos obsequiaba todas las tardes con uno de los mejores vinos, que despachaban en la citada bodega, acompañado con algún dulce. Si las escaleras las subía al entrar de una en una, ahora las bajaba de dos en dos.


                                        Jaime, "El Parrón" acompañado a la guitarra por Miguel Ángel Cortés
                                                            Marina Heredia

El cante atrae al cante y próximo a la platería vive un cantaor, Jaime “El Parrón”, y su hija, Marina Heredia, posteriormente alcanzaría altos vuelos en el arte del flamenco.

                                                   Las tres casas de los barberos

En la acera de enfrente había un carmencillo donde vivía los abuelos de la citada familia Suarez, más abajo los tres hermanos barberos, Eugenio, Paco e Ignacio, que con sus esfuerzos y trabajos consiguieron hacer tres casitas en una parcela de un carmen;

                                                            Antonio Idígoras

 en una de estas casitas vive actualmente Antonio Idígoras, impresor durante muchos años, en la imprenta de las Escuelas Profesionales del Ave María.
En mi larga y extensa carrera, tanto dentro del Magisterio como en el de la medicina, suelen suceder hechos que, en el momento del acontecimiento, tuvieron cierta trascendencia, y que hoy día los  recuerdo como un eslabón para volver al pasado. He aquí uno de ellos.

¿Tienen memoria retroactiva los perros?


                                                Mis pies en el trabajo de A.T.S.

Esta es mi pregunta, a la que voy a contestar con el trance siguiente.
Subido en una de mis tres vespas, que fui eliminando, una trás otra, por el desgaste del motor y ruedas sobre las empedradas calles del barrio albaicinero, a pesar de los muchos arreglos que Emilio el mecánico, les hizo;  tenía, Emilio,  el mini taller, en una pequeña entradita en la casa de sus padres, justo enfrente de la Calle Sierra de San Pedro.
Cualquiera que mirara el sustituto de mis piernas, en el caminar diario, sabía quién era el dueño, no sólo por el color, celeste, azul y rojo, de ésta  última, sino porque tenía un alto parabrisas adaptado de tal manera, que en una varilla metálica poseía  un gancho donde colocaba mi maletín con todos los aditamentos que exige la profesión.

                                                          La niña y el perro

Pues bien, había parado en la puerta de mi mecánico e iba a hacer un servicio, cuando en la lejanía de la calle me percaté, sin darle mayor importancia, a un grupo de personas formadas por una mamá, sus dos hijas menores mellizas, y un perro.
Hacía más de dos años que había estado inyectando en la casa de esta familia a las mellizas.



Lógicamente las nenas me temían como los soldados le pueden temer a un cabo cuartelero, yo diría que muchísimo más.  El perro, que no era el de San Roque, me vio llegar el primer día y escuchó perfectamente los sollozos y chillidos  de las chiquillas cuando les inyectaba, por lo que ladraba intensamente.
El segundo día, cuando paré la moto en la puerta de la casa, sin perder ni un ripio de tiempo y antes de que llamara a la puerta, el perro sabía perfectamente quien era el enemigo que, en aquellos momentos, llegaba a maltratar a sus queridas dueñas y ladraba como un condenado; si le hubiese valido cogerme, sinceramente creo que me habría despedazado.


        -Señora, mientras no encierre el perro, no entro a prestar mis servicios.
-No se preocupe, ya lo he enchiquerado.
Desde la habitación donde permanecía encerrado, los ladridos eran descomunales. Así un día tras otro.


Me entretuve un momento, mientras colocaba bien mi vehículo, cogía el maletín, tiempo que dio lugar a que el grupo y el perro se colocaran a mi altura. El animal, que sabía quién era yo, tuvo “la sangre fría”, de esperar a estar a mi nivel y como un rayo se lanzó hacia mi pierna que aún siente el terrible bocado que me endiñó.
Contestación a la pregunta. 
-Rotundamente sí, los perros, por lo menos aquel, tenía una memoria prodigiosa.

                                                                                              Alejandro Caballero Sánchez

El Bajo Albayzín, como todos los barrios que se precien de serlo tiene su  “héroe”, un personaje que arriesgó su vida al cumplir fielmente con su misión e incluso con la generosidad de hacerlo fuera del horario que le correspondía a su jornada laboral.
Se llama Alejandro Caballero Sánchez, nacido y criado en la Calle San Juan de los Reyes,  avemariano y agente de la guardia municipal de este Ayuntamiento.


Había terminado su servicio, cuando una llamada de unos compañeros que se encontraban en una situación conflictiva por un tema de los que suelen abundar en el barrio más problemático de la ciudad, en el Almanjayar, decidió acudir en auxilio de sus compañeros. 

                                                 Alejandro cayó herido al suelo

La suerte le fue adversa, desde una de las ventanas de uno de los edificios donde se estaba desarrollando el conflicto, una bala traicionera de un cretino,  vino a dar en el cuerpo de Alejandro, que cayó fulminado al suelo.
Después de un proceso largo de recuperación  física,  y un calvario para obtener una jubilación digna, con unas autoridades que, ante la sociedad quisieron quedar dignamente simplemente por imponer la medalla del mérito, pero no ante el  agente comprometido con su misión y su futuro,  tuvo que solucionar a través de la legalidad.


                                                 Aquí estaba la farmacia de D. Manuel

El barrio tenía su propia farmacia a la entrada de la Calle Sierra de San Pedro, regentada por D. Manuel, profesor de Botánica de la Facultad de Farmacia, y su ayudante Antoñito. Nada más entrar en la calle veo a D. Manuel sentado en la puerta de su Farmacia, prepara sus clases de la Facultad, mientras el mancebo ha ido al almacén farmacéutico a por unos medicamentos recetados a un vecino; hasta mis oídos llegan las notas melodiosas de un piano que salen del primer piso del edificio de la botica y la enorme resonancia de unos bafles de otro vecino, que dice haber creado la música  cuadrafónica. ¡Señores, qué imaginación!

                                        Susana, la que fue peluquera de la Calle San Juan de los Reyes, 
Las señoras no tenían que salir del barrio para ponerse la permanente, unas mechas, un postizo, o el mejor arreglo de sus cabellos para cualquier celebración; junto a la farmacia estaba la peluquería de Susana, que con una habilidad especial ponía a las vecinas en inmejorables condiciones sus cabellos. Tenía Susana una ayudanta especial que hacía de secretaria, tesorera, e incluso lavaba cabezas, era su madre, Esperanza.
Hoy, al cabo de muchos años, nos hemos vuelto a encontrar y a pesar del tiempo transcurrido hemos rememorado épocas pasadas.

                                                                  Carmen de Manolo Jiménez  Barragán
                                                    Entrada al carmen de Manolo Jiménez Barragán

                                                            Manolo Jiménez  Barragán

Manolo Jiménez Barragán sale de su carmen al final de la calle, de una vía que hace escuadra, donde afloran los jazmines trepadores del carmen de Dª Carmen, que se mezclan con los olores de los galanes de noche convirtiendo el callejón en una perfumería donde solo basta hinchar los pulmones para recibir el embrujo de la fragancia balsámica.
Hay otras cinco rosas que embellecen este rincón que son las cinco hijas de Manolo Jiménez  Barragán, uno de los avemarianos que sintió profundamente su amor por su Colegio, el Ave María, al que siempre se entregó en cuerpo y alma.




Antonio el relojero, y Pepe Reyes, el cobrador de los recibos, de la contribución con recargo, de los pueblos limítrofes de la capital, con una habilidad espacial acaricia un enorme fajo de comprobantes  que ha de cobrar.
       
                                                    Vivienda y consulta del doctor D. Juan Alvarado

        Sentir un dolor de vientre y acudir a la consulta del médico del barrio, D. Juan Alvarado, que vive frente  al callejón por donde desciende el aire de la calle del Jazmín,  era casi una forma de estar en la antesala de un quirófano. ¡Cuántas vesículas! cargadas de piedras fueron eliminadas por prescripción del doctor Alvarado.
      

                                                 En este lugar estaba la vivienda de los Valera Vaqueros
                                                            Calle de la Gloria
       
       Contiguo viven los Valeras Vaqueros, familia compuesta por cinco hijos, cuyo padre, de profesión hojalatero, portando su clásico hornillo y vetusto cajón de herramientas, en cualquier lugar monta su taller de trabajo, echándole culos a las ollas,  haciendo jarrillos con las latas de la leche condensada y toda clase de arreglos para que sigan haciendo su servicio utensilios que envejecían y de este modo se les prolongaba la vida,  utilizando con habilidad el soldador y el estaño.
   
                                                       Escuela Hogar Madre Teresa
       
         Una larga escalera, que se presta a descansar en alguno de sus tramos, nos conduce desde la calle a la entrada del convento de la Presentación donde su directora, la madre Resurrección, sabe llevar con bastante energía y al mismo tiempo diplomacia la organización de la Escuela Hogar Madre Teresa, que suministra al Colegio del Ave María,  un grueso número de alumnos venidos de cortijadas donde la enseñanza escolar no les llega.
      
                                                   Vivienda de "Las floreras" en la Calle La Gloria
                                                   Las floristerías de Plaza Bib-Rambla
  
        “Las floreras”, así se les conocía en el barrio, vivían enfrente de este convento, entrada a la Calle de la Gloria,  eran tres hermanas, como tres soles de belleza, tenían su puesto de venta entre los diversos que había en Plaza Bib Rambla. Rosarito la mayor, derrochaba simpatía por los cuatro costados, la menor cuya hermosura y encanto era la admiración de los que la veían pasar, regentaba la floristería como una bella flor que más de un cliente hubiera querido comprar. El cielo se la llevó pronto, pienso que faltaba ese atractivo para completar los encantos del paraíso.
    

      Poco más abajo el carmen de Joaquina, tenía un prostíbulo de alto estanding, y junto a él el ya nombrado cartel, en la primera parte de éste “Latidos del Bajo Albayzín”, se arreglan toda clase de muñecas, del niño convertido en mujer, llamado Pie de Hierro.
   

                                                  Calle San Juan de los Reyes

 Finalizo esta segunda parte, haciendo una reflexión, todas estas gentes citadas, en ésta como en las dos primeras partes, han sido la memoria histórica de este Bajo Albayzín, ellas con su caminar  diario, en el anonimato la mayor parte, mantuvieron en plena vitalidad  este lugar de la ciudad de Granada, sin ellas no habría tenido razón de ser el conocido Barrio de San Pedro, con sus fiestas, sus avatares, sus talleres artesanales, sus tascas y tabernas…, gentes que se conocían a la perfección y que formaban una gran familia, unas de gran abolengo y prestigio, otras sencillas trabajadoras, todas merecen ser grabadas, con letras de oro, en el frontispicio de entrada a este maravilloso arrabal del Albayzín, por su quehacer diario y haber contribuido a la  subsistencia del mismo.
                                   
                                                ALBAYZÍN



         Albayzín, tarta universal
de nata en la blancura de sus casas
decorada con los claveles de sus macetas
asomadas en los balcones de sus callejas
son piropos que el vientecillo arrastra
de unas fachadas a otras.
Tarta que todo el mundo desearía degustar.


        Albayzín, mantel que cubre la colina
con los colores verdes de sus cármenes
la nieve blanca de sus casas
laberinto de sus intrincadas callejas.


        Albayzín, cofre que guarda en secreto
el tesoro de la oración silenciosa
en la clausura  de los conventos,
de los pregones en los mercadillos,
del olor de las cocinas de sus bares
a frituras de pescado recién hecho
del bullicio y conversación de sus gentes.


Plaza Larga, centro neurálgico
corazón donde palpita la algarabía de sus gentes
larga en extensión,
larga por su belleza
larga por su atractivo
larga,larga, larga…




         Albayzín, fragancia de perfumes
que se derraman por los tapiales
embargando los sentidos
en las noches templadas de primavera
como el mejor frasco balsámico
exhalando su colonia  esencial.


Albayzín, la luna se muere de celos
cuando las farolas de tus callejas
comienzan débilmente a iluminar
anticipándose a  su salida
al asomar por el Cerro del Sol.




         La luna solo quisiera ser tu novia
el devaneo nocturno con sus luces y sombras,
el romance amoroso de la novia
que aparece y desaparece por la calleja estrecha
la que arropa a los enamorados en la reja
la que silenciosamente se escapa al amanecer
dejando su huella en un beso de despedida.


Albayzín, amalgama de gentes que viven en familia
payos, gitanos, moros y cristianos
guiris y españoles, todos en mutua convivencia y connivencia.



        Albayzín, hija por adopción de la Unesco,
patrimonio de la humanidad
barrio mimado por su gentes
no tanto por la autoridad.


        Bajo y alto Albayzín,
Sacromonte brazo derecho
San Miguel Bajo y Zenete, izquierdo
Paseo de los Tristes y Andrés Manjón
firme roca de base y cimiento
de esta torre universal.


Minaretes y campanarios
fundidos en el tiempo
elevan al cielo sones de campanas
y reclamos de muecines en otros tiempos
música de minaretes y campanarios
que invitan a la oración de las gentes
de un Dios común para todos.


¡Albayzín, Albayzín!
barrio monumental e imperecedero
aquí dejaron su señal
los diversos pueblos que te hollaron
belleza de tus cármenes
que se engrandece con la de tus mujeres.


Albayzín, inspiración de artistas
pintores, poetas, músicos,
todos bebieron en tu seno
para construir  bellísimos lienzos
partituras, estrofas y poemas.


Albayzín, balsámica fragancia
murmullo y sahumerio
penumbra y estallido de color.


        Albayzín, el mejor Belén del mundo
los pastores son tus gentes
el Darro es tu río
estáticos molinos de agua dormidos,
Dal al Horra, palacio de Aixa secuestrada.
Melchor, Gaspar y Baltazar
Padre Manjón, Manuel Benitez, Soto de Rojas
reyes para la eternidad.



        Albayzín, Albayzín,
mi cuna y mi sepultura
donde corrí, jugué, y soñé
cuando era niño.


        Albayzín, todas las noches
a escondidas y a hurtadillas
baja a beberse el agua del Darro
a hacer requiebros amorosos
con la luna que en el río se baña.


        Albayzín, en la desembocadura de mi río
al mar de la eternidad,
me quisiera volver de nuevo niño
para jugar y correr por tus callejas
pero ¡ay de mí!
 ya no puede ser.
                          José Medina Villalba

     Con esta tercera parte doy por finalizado este recorrido histórico por el Bajo Albayzín, con sus gentes de un pasado reciente, sus vivencias, anécdotas, sucesos acaecidos, transformaciones sufridas y estado actual, visto desde el prisma de un albaicinero que nació, se crió, desarrolló su actividad profesional, sigue ligado a él, plenamente enamorado,  se alegra y enorgullece cuando se realizan obras que lo engrandecen pero al mismo tiempo, con el deseo se continúe apoyando a sus gentes, las que hacen y le dan vida al barrio.

                                       José Medina Villalba

2 comentarios:

  1. Los que hemos tenido el privilegio de nacer en este precioso barrio, sí que nos late el corazón al recordar tus vivencias con toda esta entrañable gente que vivíamos en el albayzin, donde las calles y casas estaban repletas de vecinos, no como ahora que nadie se conoce. Entonces éramos como una gran familia, me has hecho remontar 40 años atrás y la verdad me has emocionado. Yo era una niña que te veía como a mi padre, mi maestro, años después maestro de mis niños y director del colegio Ave María Casa Madre, del cual tanto Alejandro, mi marido como yo, somos avenaríamos de pro y ahora tenemos el privilegio y la satisfacción de compartir contigo y con tu mujer Conchita, buenos ratos como grandes amigos.
    Enhorabuena Pepe, aunque para mí, siempre serás D. José Medina (el practicante) como todos te conocían y te conocen el barrio, el padre de mi amiga Mari Carmen Medina, que con apenas 8 años, más de una tarde la he pasado en tu casa, ensayando con la bandurria las canciones de la rondalla, después venia una gran merienda, que con su dulzura y siempre con la sonrisa en la cara, nos preparaba Conchita tu mujer.
    Gracias Maestro
    Conchi López Suárez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La vida ha cambiado a pasos acelerados en todos los aspectos. Los que tuvimos la gran suerte de compartir la familiaridad que en años pasados fue la tónica general añoramos aquellos tiempos, traerlos en estos momentos al presente nos hace revivir, aunque sea mentalmente, las satisfacciones de aquella época y esto, sin lugar a dudas, nos rejuvenece, no corporalmente, que sería el ideal, pero sí espiritualmente.
      Este fue el objetivo que me marqué cuando comencé a escribir el relato que he titulado: LATIDOS DEL BAJO ALBAYZÍN, por una parte hacer el pasado presente, a través de la magia del lenguaje escrito, que pone en actividad la imaginación, y por otra darle un homenaje a mi barrio y a sus gentes con las que tuve la suerte de convivir.
      ¿Por qué LATIDOS? porque a pesar de los años el Albayzín sigue latiendo y lo hará eternamente, aunque sea a otro ritmo.
      Mi sincero agradecimiento a esta entrañable familia y a su comentario. Un fuerte abrazo.

      Eliminar