EL AMOR NO TIENE FRONTERAS, NI EDAD QUE LO LIMITEN. (Capítulo segundo). LA CEREMONIA.
Toda majestuosa y elegante, aparece la prometida,
vestida con el albor pulcro de un traje de alta costura, donde se ha puesto
todo el trabajo de una obra de arte con el bordado, calado, corsé para
enfatizar la cintura y elevar el busto, adornado con encajes para un look
romático, drapeado como si se hubiera confeccionado directamente sobre el mismo
cuerpo. Una cascada de cristalina y agua transparente, convertida en un extenso
velo partiendo de la cabellera para dejarse llevar por el viento y arrastrarse sobre
una extensa cola. Diadema, zarcillos y tirantes de encajes al unísono. Espaldas
al aire para dejar al descubierto la belleza de un cuerpo escultural,
acompañado de un descote que dan a vislumbrar los encantos de una figura bella
y estilizada.
El padrino,
su hijo, con toda la delicadeza de llevar al altar del amor a su madre, vestido
de azul ultramar, un trozo de cielo confeccionado por los mejores querubines de
la Gloria para un evento excepcional.
La escalinata no era otra sino la que cuenta la
Biblia del sueño de Jacob. «Tuvo un
sueño en el que veía una escala que, apoyándose sobre la tierra, tocaba con su
extremo en los cielos, y que por ella subían y bajaban los ángeles de Dios”.
Arriba, de esta otra escala, le estaba
esperando su amado, que bajo un arco de triunfo con la sonrisa en la cara al
contemplar la belleza de su amada, la esperaba todo gozoso.
Portando un bello ramo con la sonrisa en la cara sin que hubiera palabras que mediaran, solo eran las penetrantes miradas de ambos las que entablaron conversación.
Momentos de emoción inusitada y un público
expectante con lo móviles echando chispas para captar las escenas.
Allí les esperaba Jesús, el amigo fiel y el juez que iba a ser testigo presencial refrendando esta historia de amor, que los recibía con un canto a capela, con tanta fuerza y delicadeza que hizo enervar la piel. El vello como escarpias según el lenguaje popular de andar por casa.
Mientras las notas musicales unidas al canto de: “hoy te
prometo”, saltaban magistralmente al aire, por la potente voz de Jesús, los
novios se recreaban mirándose mutuamente, en una de especie de juego amoroso
donde solo había un lenguaje el de la sinceridad y el amor para todo el resto
de una vida.
El juez extendiendo la mano les indicaba que había llegado, como testigos reales de esta celebración, el momento de hacer el ritual de palabras de compromiso y entrega de las alianzas.
Con las
manos temblorosas, el corazón en un puño, y lo sentimientos a flor de piel,
nuestro querido primo, fue leyendo lo que en él estaba arraigado en lo más
profundo de su ser. “Yolanda, todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo,
caminaremos juntos hasta que Dios quiera, siendo tu compañero incondicional
todos los días de mi vida. Te amo”.
Fueron palabras que brotaron con la fuerza y sinceridad como salta el agua del arroyo, o los géiser de agua caliente de forma turbulenta, del mismo modo lo hacían las palabras de Pepito, al hacer la entrega de su amor con el calor fehaciente de sus expresiones, vocablos cargados de la fuerza imperiosa del amor.
Yolanda
también le dejó el sabor deleitante de sus sentimientos, de la misma manera que
la luna penetra por la reja albayzinera cuando los enamorados acuden al amor,
en las noches de misterio donde solo se siente en el silencio de la
oscuridad, los arrumacos, cantos de
sirenas perdidas por la estrechez de las callejas del barrio, cuando el dialogo
diario son las miradas penetrantes, el deleite de los besos esclavos de una
luna celosa que los vigila continuamente, cuando la dureza férrea de los
barrotes de la reja impiden los roces del amor limpio y puro, y el revolcar de
los pensamientos, un rayo de luna surgió para decir: “Jose, te amaré toda la vida, seremos muy felices
y si existe otra vida, allí estaremos juntos”.
-¡¡¡¡Vivan los novios!!! Brotó espontáneamente, una voz como si fuera la de un grito en el pantano, de alguien que se “ahogara” porque no podía contener por más tiempo tanta emoción
El juez
terminó reafirmando que todas estas promesas hechas, confío plenamente, serán
realidad. Dio el acto por terminado agradeciendo a todos los presentes la
asistencia.
El coordinador dirigió unas palabras a los desposados, haciendo resaltar los valores de ambos, dando el turno sucesivo de palabras a los familiares, comenzando en una escala de intimidad familiar.
La garganta se estrecha los nudos se encadenan como eslabones que atan a las palabras que salían debilitadas por las fauces de Álvaro, un campeón tenista de mesa a nivel nacional, que sabe lanzar la minúscula bola a los extremos más inverosímiles del tablero para que el contrincante no la pueda alcanzar. Los ojos se humedecieron, la cabeza de nuestro campeón giraba de un lado para otro, lanzar la primera bola de este partido del amor le costaba trabajo, el público animaba, la conmoción convertida en cristalinas gotas, rodaron por las mejillas y sus palabras breves pero sinceras de un día muy especial de todos los que estáis ayudando en este día. (Continuará).
José Medina Villalba
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