sábado, 4 de septiembre de 2021

 

EL AMOR NO TIENE FRONTERAS, NI EDAD QUE LO LIMITEN. (Capítulo segundo). LA CEREMONIA.

Toda majestuosa y elegante, aparece la prometida, vestida con el albor pulcro de un traje de alta costura, donde se ha puesto todo el trabajo de una obra de arte con el bordado, calado, corsé para enfatizar la cintura y elevar el busto, adornado con encajes para un look romático, drapeado como si se hubiera confeccionado directamente sobre el mismo cuerpo. Una cascada de cristalina y agua transparente, convertida en un extenso velo partiendo de la cabellera para dejarse llevar por el viento y arrastrarse sobre una extensa cola. Diadema, zarcillos y tirantes de encajes al unísono. Espaldas al aire para dejar al descubierto la belleza de un cuerpo escultural, acompañado de un descote que dan a vislumbrar los encantos de una figura bella y estilizada. 



 El padrino, su hijo, con toda la delicadeza de llevar al altar del amor a su madre, vestido de azul ultramar, un trozo de cielo confeccionado por los mejores querubines de la Gloria para un evento excepcional.  

La escalinata no era otra sino la que cuenta la Biblia del sueño de Jacob. «Tuvo un sueño en el que veía una escala que, apoyándose sobre la tierra, tocaba con su extremo en los cielos, y que por ella subían y bajaban los ángeles de Dios”.

Arriba, de esta otra escala, le estaba esperando su amado, que bajo un arco de triunfo con la sonrisa en la cara al contemplar la belleza de su amada, la esperaba todo gozoso. 

Portando un bello ramo con la sonrisa en la cara sin que hubiera palabras que mediaran, solo eran las penetrantes miradas de ambos las que entablaron conversación.



Momentos de emoción inusitada y un público expectante con lo móviles echando chispas para captar las escenas.

Allí les esperaba Jesús, el amigo fiel y el juez que iba a ser testigo presencial refrendando esta historia de amor, que los recibía con un canto a capela, con tanta fuerza y delicadeza que hizo enervar la piel. El vello como escarpias según el lenguaje popular de andar por casa.












Mientras las notas musicales unidas al canto de: “hoy te prometo”, saltaban magistralmente al aire, por la potente voz de Jesús, los novios se recreaban mirándose mutuamente, en una de especie de juego amoroso donde solo había un lenguaje el de la sinceridad y el amor para todo el resto de una vida.

El juez extendiendo la mano les indicaba que había llegado, como testigos reales de esta celebración, el momento de hacer el ritual de palabras de compromiso y entrega de las alianzas. 







Con las manos temblorosas, el corazón en un puño, y lo sentimientos a flor de piel, nuestro querido primo, fue leyendo lo que en él estaba arraigado en lo más profundo de su ser. “Yolanda, todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo, caminaremos juntos hasta que Dios quiera, siendo tu compañero incondicional todos los días de mi vida. Te amo”.

Fueron palabras que brotaron con la fuerza y sinceridad  como salta el agua del arroyo, o los géiser de agua caliente de forma turbulenta, del mismo modo  lo hacían las palabras de Pepito, al hacer la entrega de su amor con el calor fehaciente de sus expresiones, vocablos  cargados de la fuerza imperiosa del amor.






Yolanda también le dejó el sabor deleitante de sus sentimientos, de la misma manera que la luna penetra por la reja albayzinera cuando los enamorados acuden al amor, en las noches de misterio donde solo se siente en el silencio de la oscuridad,  los arrumacos, cantos de sirenas perdidas por la estrechez de las callejas del barrio, cuando el dialogo diario son las miradas penetrantes, el deleite de los besos esclavos de una luna celosa que los vigila continuamente, cuando la dureza férrea de los barrotes de la reja impiden los roces del amor limpio y puro, y el revolcar de los pensamientos, un rayo de luna surgió para decir:  “Jose, te amaré toda la vida, seremos muy felices y si existe otra vida, allí estaremos juntos”.

-¡¡¡¡Vivan los novios!!! Brotó espontáneamente, una voz como si fuera la de un grito en el pantano, de alguien que se “ahogara” porque no podía contener por más tiempo tanta emoción 




El juez terminó reafirmando que todas estas promesas hechas, confío plenamente, serán realidad. Dio el acto por terminado agradeciendo a todos los presentes la asistencia. 




El coordinador dirigió unas palabras a los desposados, haciendo resaltar los valores de ambos, dando el turno sucesivo de palabras a los familiares, comenzando en una escala de intimidad familiar. 



La garganta se estrecha los nudos se encadenan como eslabones que atan a las palabras que salían debilitadas por las fauces de Álvaro,  un campeón tenista de mesa a nivel nacional, que sabe lanzar la minúscula bola a los extremos más inverosímiles del tablero para que el contrincante no la pueda alcanzar. Los ojos se humedecieron, la cabeza de nuestro campeón giraba de un lado para otro, lanzar la primera bola de este partido del amor le costaba trabajo, el público animaba, la conmoción convertida en cristalinas gotas, rodaron por las mejillas y sus palabras breves pero sinceras de un día muy especial de todos los que estáis ayudando en este día.  (Continuará).




                                                 José Medina Villalba



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