sábado, 4 de septiembre de 2021

 EL AMOR NO TIENE FRONTERAS, NI EDAD QUE LO LIMITEN. (Capítulo Tercero). FELICITACIONES.

Una estilizada ave del paraíso toda vestida de rojo, dejando deslizarse por el patio la caricia de su cola, a modo de un rayo caluroso del sol vespertino, con el desasosiego propio del momento, dejó fluir el lamento hecho sollozo en lágrimas, que ganaron la partida en esta tarde. Palabras de agradecimiento a su madre por los valores infundidos, a Jose, Álvaro y demás miembros de la familia. Al final ha triunfado el amor. 



Francis, con el micro en ristre dejó flotando en el espacio su agradecimiento y amistad férrea adquirida, por haber sido el gancho que me sacó del pozo donde me encontraba hundido.

-Fuiste un soplo de aire que vino para convertir nuestra amistad en la calma misteriosa de una brisa que apaciguó la tormenta borrascosa que hacía estragos en mi vida.

-Gracias por ser quien eres con ese inmenso corazón.

-¡Eres como un hermano para mí! 



En estos momentos dejo que mis dedos se deslicen sobre el teclado, cojo el micrófono y te lo resumo en breves palabras.

-Para mí Pepe siempre ha sido mi primo Pepito. Exaltación a sus valores, heredados de los dos apellidos que porta. Resaltar lo que es la felicidad demostrada con el ejemplo de su caminar.

 Ayuda a los que se encuentra en situaciones precarias corporales o anímicas. Y sobre todo ser el mejor maestro del Taekwondo en el amor.  

Del mismo modo que las olas del mar se deslizan dejando el abrazo del amor intenso, hecho blanca espuma, sobre los blancos guijarros de la playa, o el vientecillo otoñal sacude de forma parsimoniosa las hojas ocres agonizantes, para que sin hacerse daño en una caída de paracaídas de paz, se depositen en el suelo, así fueron los abrazos, felicitaciones y agasajos que a continuación fueron recibiendo por los asistentes, bellas y elegantes señoras y señoritas que luciendo sus esbeltos cuerpos, con el diverso colorido de sus atuendos como verdaderas reales colas de pavo real, arco iris en el aire,  dejando al descubierto el rosado frescor de sus deleitantes cuerpos, la mejor pasarela del exitoso desfile de modelos jamás visto y nunca superado.

La historia de la moda ha tenido desfiles sensacionales.

   El espectáculo del desfile siempre ha sido un atractivo especial, desde los salones de costura parisinos que acogieron las colecciones de temporada a principios del siglo XIX hasta las exhibiciones de la semana de la moda de Nueva York que surgió en las buhardillas del centro de la ciudad y en los edificios industriales abandonados durante los años 80. Diseñadores emergentes de Londres como han sido Alexander Mc Queen, John Galliano, Dior, PyerMoss, tendrían que haberse asomado un momento, esta tarde,  para contemplar la belleza de los modelos que se lucieron,  y de los excelsos cuerpos que los portaron. 










Después, de la misma manera que el agua del río sigue su cauce, lamiendo, unas veces lentamente las riberas, por donde va pasando, otras bruscamente cuando la tormenta ha dejado caer la lluvia pertinaz originando socavones, heridas que marcan la huella, para después hacer crecerla hierba y la lozanía de los álamos bajo cuyas sombras nos cobijamos los calurosos días del estío, así se seguirían sucediendo los sucesos de la noche, las fotos clásicas de la familia y los amigos, para constituir en este álbum una de las páginas que posiblemente se recuerden con más afectividad.  




Cuando por fin se encuentran dos almas, que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío, cuando advierten que son parejas, que se comprenden, en una palabra, que son semejantes, surge entonces para siempre una unión vehemente y pura como ellas mismas, una unión que comienza en la tierra y perdura en el cielo, según rubricaba Yolanda a Pepito, cuando hacía unos momentos que dijo: “si existe el cielo hasta allí llegará nuestro amor”. 

El suelo se cubrió de brillantes, perlas de toda clase de colores que habían brotado del estruendo de unos minúsculos cañones dando un toque de color.

Esa unión es amor, amor auténtico, como en verdad muy pocos hombres pueden concebir, amor que es una religión, que deifica al ser amado cuya vida emana del fervor y de la pasión y para el que los sacrificios más grandes son los gozos más dulces.

El agua saltarina de la alargada fuente, con sus chorritos de  cristal, desmelenados sus cuerpos en pequeñas gotas, caían arrebatadas de pasión sobre el estanque, lanzaban cantos acuosos de ardor y alegría, contemplando las escenas que se iban sucediendo, mientras desde lo alto de la sabika la Sultana Alhambra se había vestido de gala, con los últimos rayos del sol prendidos de amor en las almenas, con su traje de fiesta de noche para seguir acompañando toda esta elucubrado ceremonial.  (Continuará).




                                                    José Medina Villalba


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