Terracota del grupo escultórico de D. Andrés Manjón |
En las artes
plásticas se entiende por modelado al proceso de creación de una representación
o imagen (el modelo) de un objeto real, y consiste en la elaboración manual,
generalmente en arcilla, de una imagen tridimensional de dicho objeto.
El modelado
que hoy me ocupa es la de un grupo escultórico constituido por tres figuras: D.
Andrés Manjón y Manjón, un niño y una niña.
Este grupo
escultórico lo realicé con motivo del Centenario de la fundación de las Escuelas
del Ave María, (1989) cuyo origen se le debe a esta insigne figura la de D.
Andrés Manjón.
Dedicaré uno
o varios archivos, si fuera necesario, a exponer la vida y obra de este egregio
personaje; de hecho ya he publicado
algunos como el titulado: Granada en la Pedagogía, hoy sin embargo, me voy a
limitar a exponer el proceso seguido para la confección de este grupo
escultórico.
Era el año
1986, aún faltaban tres años para la
celebración del centenario y dos años
para el primer encuentro que tuvo Manjón en el Sacromonte, de Granada, (1888)
con la “Maestra Migas”.
Deambulaba en
mi mente como hacer un homenaje a esta egregia figura que tanto bien hizo a
Granada.
En este
barrio de Granada vivían un gran número de familias, la mayor parte de ellas
gitanas, abandonadas totalmente, tanto corporal como espiritualmente. El
encuentro con aquella pobre maestra, fue el impulso que le dio para crear una
escuela y poder redimir a aquel barrio y sus gentes totalmente abandonadas a su
destino.
Una de las cuevas del Sacromonte. |
Comencé a
recopilar material, fotos, documentos escritos, y todo cuanto me pudiera ayudar
a preparar un boceto. Tenía que estudiar la figura principal, D. Andrés Manjón,
su vestimenta, calzado, actitudes en la pose.
Una vez
realizado este primer bosquejo creí que lo debían de acompañar los personajes más importantes, que
le llevaron a fundar sus escuelas, los niños; la vestimenta, actitudes y
posición en el grupo.
El niño con un traje más bien heredado de
algún familiar, (representando la pobreza de la época) con un tambor, símbolo
de la música que tanto valor le dio el fundador; la niña con toquilla, vestido
largo, sandalias, trenza en forma de diadema, con un libro en las manos y
sentada en unos de aquellos bancos, hechos de ladrillo, que abundaron por todos
los cármenes del Colegio; ambos mirando al personaje central, contemplando con
cariño al protector.
El escultor
cuando modela va colocando la arcilla
con la presión suficiente para que después no cree problemas, de rotura, cuando
se someta a la cocción del horno.
La herramienta más importante son sus propias
manos y la destreza y habilidad de los dedos, que tienen que ir dando forma a
la realización del proyecto. Los palillos, con sus distintas formas, son
accesorios que ayudarán y colaborarán para la perfección de la obra dando entrada
a ciertos lugares donde los dedos no pueden llegar.
Los elementos,
durante el periodo de tiempo que no se trabaja sobre ellos, se tienen que
cubrir con un paño húmedo, para evitar la resecación.
Una vez
concluida la escultura, puesto que no se puede meter, tal como está, en el
horno, reventaría, hay que ahuecarla.
Este proceso
hay que hacerlo con suma delicadeza, para evitar la deformación de lo ya
realizado. Se hará rompiendo, por fragmentos, para poder entrar en todos los
lugares de las figuras. Dos centímetros de grosos y de forma uniforme en todas
ellas.
Una vez
ahuecadas, la unión de las distintas partes, se realiza utilizando barbotina
que es una mezcla de agua y arcilla. La barbotina debe ser siempre líquida pero
muy espesa, cuanto más espesa sea (sin llegar a ser sólida) y menos grumos
tenga antes secará y el resultado será más satisfactorio porque no dará tiempo
a que la pieza se deforme.
El último y
definitivo paso, el horno, la cocción a 900 grados y la espera ansiosa de abrir
la puerta del crisol y poder gritar ¡Aleluya!
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