Este año de
2012, podemos decir que se ha celebrado el día de S. Andrés por triplicado.
Todo ha sucedido de la forma siguiente: el día 25 de noviembre fueron los
Antiguos Alumnos de la Casa Madre, los que tuvieron los actos. El día 30 todo
el profesorado de los Colegios de la Institución y el día 1 de diciembre los
Antiguos Alumnos del Seminario de Maestros del Ave María.
PATRONATO Y PROFESORADO CELEBRAN LA FESTIVIDAD DE S. ANDRÉS
Eran las seis de la tarde, del día 30 de noviembre, cuando el bullicio de
profesores que transitaban por la Casa Madre, que yo recuerde, hace mucho
tiempo, no se había contemplado, quizás con motivo del Centenario de la
fundación de las Escuelas, allá por el año 1989, por citar alguna fecha.
La capilla plenamente abarrotada y un gran número de profesores en los
alrededores. La tarde era sumamente fría, pero el atardecer, en esta época del
año, cuando el otoño está próximo a dar paso a la siguiente estación, hace que
el frío se haga más llevadero contemplando los encantos del bosque que muere
lentamente y de una silueta de la Alhambra que comienza a recortarse y a tomar
el color rojizo intenso que le proporciona la magia de la electricidad.
D. José Montero, oferente de la misa, da comienzo, pero, por momentos,
los recuerdos de tantos años pasados, muchos buenos y otros no tan buenos, hacen que las remembranzas se
le acumulen en la garganta y la emoción le oprima de tal forma que no le deje
pronunciar palabra. Son instantes que contagian, que hacen a los asistentes no
solo comprender su estado de ánimo sino que también aparezca una cierta
inquietud y emoción entre los asistentes.
El coro del Ave María de la Quinta, magistralmente dirigido por la
señorita Encarnita Rodríguez, con un amplio número de música sacra, cantada por
un coro de chicas, harán que la
celebración adquiera una gran solemnidad.
La homilía, que pone de manifiesto D. José Montero, se basa
principalmente en “La nueva evangelización y las Escuelas del Ave María”. Con
el objeto de que el auditorio siga sus explicaciones, se han repartido unos
folletos hechos por él donde explica como ha de ser el estilo de la nueva
catequesis, como hemos de evangelizar a nuestros alumnos y entorno, dejando al
margen una serie de elementos que corren y han corrido a través de los tiempos,
como procesiones, romerías, coronaciones de Vírgenes…., que de cristiano no
tienen nada.
La tarea específica de la nueva
evangelización es reavivar en aquellos que ya son cristianos y bautizados, la
conciencia de ser evangelizadores. Los destinatarios son las personas que se
dicen cristianas, pero que se han hecho indiferentes, o bien las personas que
no participan más en la vida de la comunidad, o aquellas que no conocen todavía
a Jesucristo.
Hizo un detallado estudio del proceso que, desde los años setenta, se ha
venido haciendo en función de como se debe dar la catequesis, como han de ser
los catequistas y catecismos. Habló sobre las Escuelas del Ave María y la nueva
evangelización, de la postura más reciente de la Iglesia, y entre las diversas
conclusiones: Las escuelas cristianas son
centros educativos que, al igual que los
colegios no confesionales, han de impartir una educación integral con alto
nivel de calidad. Son, como indica el sustantivo, escuelas, que comparten con
el resto de los centros educativos un conjunto de valores inherentes a la
dignidad de todo ser humano recogidos en la Declaración Universal de los
derechos Humanos y reconocidos en nuestra
Constitución y demás leyes educativas.
Para finalizar puso como referente a nuestro fundador: ¿Qué es lo que debe educarse en el hombre? A
todo hombre. El niño es todo un hombre, en germen, en formación, en esperanza;
y hay que educarle tal cual es, tal cual Dios le ha hecho y le quiere, y no
como a nosotros se nos antoje; hay que educarle su cuerpo, su alma, y en ésta y
en aquel sus facultades y aptitudes en relación con sus fines individuales y
sociales, temporales y eternos.
Que el ejemplo de Manjón nos mueva
hoy a todos.
En el salón
de actos, presidido por el Patronato de las Escuelas, el Director General D.
Andrés López Osuna hizo la presentación detallada de sus miembros: D. Antonio
Mazuecos Moraga, D. Emilio Atienza Rivero, D. Antonio Almendros
Gallegos, D. Manuel Sola García, D. José Montero, patrono emérito, dando a
conocer las funciones que cada uno desempeña en la sociedad y finalmente del
nuevo Presidente, D. César Girón López, avemariano desde su nacimiento y de
algunos de sus hechos, antes de formar parte del Patronato, que salvaron la
situación crítica de algún Centro.
El nuevo Presidente hizo un recorrido desde su infancia, en la Casa Madre, pasando por el bachillerato, elogiando a sus maestros. Tocó su situación actual, como abogado de la Junta de Andalucía, y manifestó la satisfacción, como la mejor de su vida, del cargo que se le ha encomendado. Manifestó que la empresa avemariana, está catalogada entre las primeras, de Granada, no sólo por su función educadora y pedagógica, sino por el número de trabajadores que en ella existen. Entre todos tenemos que seguir potenciándola y si ahora se cumplen ciento veinte y tres años de existencia que continúe por otros muchos más.
De nuevo el
coro avemariano nos volvió a deleitar con sus canciones de música clásica y de
películas, en alguna de ellas, acompañada con una coreografía que fue
largamente aplaudida.
Todo
concluyó en el comedor, con una copa, donde continuaron las conversaciones,
entre los asistentes, como elementos que sirven para unir más a los profesores
del Ave María.
LOS ANTIGUOS ALUMNOS DEL SEMINARIO DE MAESTROS DEL AVE MARÍA CELEBRAN LA FESTIVIDAD DE S. ANDRÉS.
El día 1 de diciembre los Antiguos Alumnos del Seminario de Maestros del Ave María hicieron su celebración, como viene siendo tradicional, misa concelebrada por los sacerdotes, D.Serafín Castellano López y D. José Antonio Dumont Valero, donde se pusieron de manifiesto, los valores que nos dejó el fundador y un agradecimiento a los maestros que los han sabido ir trasmitiendo a través de los años. Aperitivo en el patio del Colegio abrigados por el sol que hacía más pasajero el frío; Granada daba la mínima de toda España en este mañana y finalmente comida de hermandad entre conversaciones y recuerdos.
Es otoño, pero esta mañana sabe más intensamente
a otoño, el valle, nuestro Valparaiso,
no es sólo una realidad tangible, como para cualquier pasante que, transcurre
envuelto en las preocupaciones diarias del caminar, sin percatarse de lo que
hay a su alrededor, es mucho más, es una fantasía, es un sueño, es como flotar
en el espacio etéreo de la imaginación.
Son momentos de
volver al pasado, yo diría casi presente, ya que son más de sesenta años los
que nos separan de nuestros años escolares, pero nos parece que todo ha pasado
vertiginosamente y que fue ayer cuando jugábamos con nuestros barquitos por la
acequia, escuchábamos los ensayos en los atardeceres de los musiquillos que, en
el palacete se preparaban para cualquier salida a las festividades pueblerinas,
correteábamos por las placetas y callejas del Albayzín, jugando con nuestros
amigos, después de salir del Colegio, esperando la llamada de nuestras madres
para recogernos en el nido materno al anochecer, y es que antes se jugaba mucho
en la calle, eran otros tiempos.
El ciclo de nuestras vidas tiene muchas similitudes
con las estaciones climatológicas; se nace con la primavera cuando todo estaba
adormecido, tal cual nos encontrábamos en el vientre materno, más de pronto ese
letargo se interrumpe cuando llega la primavera y las yemas de las plantas
revientan como si fuera una explosión de fuegos artificiales; así surge nuestro
despertar a la vida cuando dejamos el útero e irrumpimos en el mundo.
La fruta madura con el estío y con ella recreamos
nuestro paladar, es la madurez de la juventud, es el tiempo de recrearnos en
nuestro desarrollo personal y familiar. Pero pasa el tiempo la juventud tiene
su espacio, tiene su momento y tras la fruta madura nos vamos poco a poco declinando
en la etapa adulta para sin darnos apenas cuenta precipitarnos en el atardecer
del invierno, como la vida misma.
Esta mañana, de este veinticinco de noviembre, después
de muchos días de lluvia continua, con sus beneficios y deterioros correspondientes,
porque según el refrán “jamás llovió a gusto de todos”.
El día ha aparecido espléndido, tanto que más que un
día de otoño parecía un día primaveral, a media jornada nos estorbaban hasta
los abrigos con los que salimos desde nuestros respectivos domicilios.
Hay a quien le
entristece el mes de noviembre, no le va aquello de: “dichoso mes de noviembre
que comienza con todos los santos y termina con S. Andrés”, sin embargo tiene
su encanto especial, el valle se puebla de mil colores. La noche y los amaneceres
refrescan y la lluvia, una veces espesa, y otras una simple llovizna cae bajo
la brisa del otoño.
Los árboles de
los jardines y bulevares de la ciudad se desnudan creando una alfombra de hojas
que tejen un tapiz de ocres y amarillos, sobre el que deslizamos nuestros
pasos.
Esta mañana, nuestro valle, el valle de nuestro
colegio, un otoño más, olía a otoño, nos inspira y encanta con su romántica
nostalgia llenando todo de color, el vientecillo que viene de Jesús del Valle,
como viento extraviado se pasa para acariciar el bosque del colegio y deja que
caigan las hojas en delicada armonía.
Es el momento de renovarse, de pensar, hacer, sentir,
es el momento de amar, de crecer en ti mismo y de hacer que suceda todo lo que
deseas.. El viento silba en esta estación, acariciando las hojas que se desprenden
de los árboles, ahora se dormirán en silencio sobre la húmeda tierra desnuda.
¿A dónde van todas esas hojas? Son como historias que
se mueren en el camino, palabras, que se pierden sin sonido, quedándose en el
olvido, al igual que tantos sueños.
Recordamos nuestro otoño, de niños en el colegio,
mientras caminamos en dirección a la capilla. Las bocanadas de aire frío de las
mañanas para coger el fruto de los almecinos del camino, los paseos con las
hojas bajo los pies, la tupida niebla de algunos días que no nos dejaba ver la
Alhambra, en que las figuras de nuestros compañeros, de pronto, se confundían
con los sueños y las ilusiones por realizar.
Jesucristo Rey del Universo, será la homilía de este
día. Jesús se hace presente en nuestras vidas. Fue delante de Poncio Pilatos
donde Él proclamó su realeza. Su reino es paz, justicia, verdad, santidad.
Jesús a través de las diversas parábolas con las que
predicaba a las gentes demostraba como era su reino.
D. Andrés Manjón del que hoy celebramos su onomástica,
se entregó a la causa de Dios, entregándose a los más humildes y sencillos. Así
surgieron estas Escuelas con el objetivo de hacer de los niños y las niñas
hombres y mujeres completos, cabales en una palabra.
Estamos en el año de la fe, si creemos en Jesucristo
tenemos que proclamar su Evangelio, predicando con el ejemplo. Con una vida
sencilla, humilde, una vida cristiana, viviendo de una manera verdadera.
La felicidad consiste en vivir tranquilos y en paz y si
ésta viene de la palabra de Dios mejor aún.
Hoy agradecemos a D. Andrés esta gran obra de la que
somos beneficiarios y a través de ella hemos adquirido la formación necesaria
para ser personas completas en el doble sentido corporal y espiritual. Como siempre
entonamos nuestro himno con la fuerza que sale del corazón, meditando el
contenido de cada una de sus estrofas.
Corrillos en la placeta, saludos por aquí y por allá,
y repeticiones de recuerdos de maestros y maestras de cantos y sucesos y de
amigos que se fueron.
El sol a las dos de la tarde, en el patio del
Internado, calienta que es un contento, abrigos y chaquetones que se desprenden
de los cuerpos y mesas preparadas en el comedor para satisfacer a los
presentes.
Allí
seguiríamos contando hechos y sucesos del pasado que van a pasar por las
vivencias de nuestra juventud en aquellas casas de vecinos donde solían vivir
siete y ocho familias compuestos por el matrimonio y cuatro o cinco hijos, donde
no había cuarto de baño sino un retrete colectivo, una pila de lavar para
todos, colocada en un patio donde algunos domingos se celebraban bailes que
contribuían a hacer la vida más pasajera. Penurias y calamidades de una
posguerra, que a pesar de los pesares para nosotros que, no habíamos conocido
otra forma de vida, nos parecían lo más normal del mundo.
El día pasó rápido y la hora de la despedida llegó,
con nuestro almanaque bajo el brazo portando como decorado el altar mayor de la
capilla, tal como lo vivimos en nuestros tiempos infantiles, nos despedimos,
Dios mediante, hasta la Encarnación del próximo año.
José Medina Villalba.
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