viernes, 14 de marzo de 2014

AL CALOR DE LA CHIMENEA Y DE LA FAMILIA. LAS MIGAS


Érase un día uno de marzo de 2014, uno más  de este invierno lluvioso entre los vividos en estos últimos años. Aquella mañana desde el rincón de la chimenea, de un cortijo situado en un paraje perdido en la provincia de Jaén, escuchaba la sinfonía armónica con la que la Naturaleza nos regala, en este prolongado temporal.

                                              Caseríos de la Villa en Huelma (Jaén)
                                            Los riachuelos abundaban en las vaguadas
Los pequeños caseríos que forman la alquería de la Villa, en el pueblo de Huelma, así como los campos que los rodean y que constituyen su acervo, rezumaban humedad por los cuatro costados; las vaguadas que delimita la estrecha carretera, que serpentea entre las sementeras que la circundan. se habían convertido en verdaderos riachuelos que se deslizaban ufanamente buscando su salida.

                                          Las semillas intentaban salir al exterior...
Las semillas ocultas bajo la tierra intentaban salir al exterior dejando entrever un minúsculo y débil tallito que intentaba sacar el cuello para no ahogarse entre tanta cellisca.                                           
                                           Una tonalidad color marrón era el vestido...
La tierra humedecida había cambiado de color, una tonalidad, color marrón era el vestido  con el que se cubría, imprimiéndole cierto carácter que desde hacía tiempo no había envuelto su cuerpo.                    

                                                Un inmenso bosque de olivos...
Un inmenso e incalculable bosque de olivos, se divisaba a lo lejos, preñado del fruto y deseoso de parir, con su vientre desgajado por las ramas que prácticamente tocaban el suelo.

                                             Preñado de fruto y deseoso de parir...

Algunos resquicios entre los oscuros nubarrones, dejaban caer sobre las hojas de los olivos los tímidos rayos de un sol adormecido, que les hacían brillar dejando destellos luminosos en el horizonte. 

                                        Las olivas relucían cómo verdaderos azabaches 
Las olivas con su cara negra, relucían como verdaderos azabaches, con los que podríamos crear magníficos collares, para embellecer la garganta y el busto de cualquier fémina, engrandeciendo sus encantos naturales.

                                                    El balar de las ovejas...
El silencio en el exterior era sepulcral, despertado en algunos momentos por el balar de las ovejas que apenas, durante este largo invierno, han salido a pastar en los campos próximos, contrastando con el júbilo y algarabía familiar que se derrochaba en el salón de la  antiquísima chimenea de un cortijo que ha vivido, en sus propias entrañas, el ritmo cotidiano de varias generaciones.


Miraba fijamente el color rojizo intenso de los leños ardíendo en aquel hogar, al mismo tiempo que desprendía calor hipnotizaba; por momentos, mi mente  me abstraía de todo lo que pasaba a mi alrededor.

                                        Algunas chispas jugueteando se volatizaban
Algunas chispas se desprendían, de vez en cuando, y jugueteando se volatizaban hacia arriba, intercambiándose entre ellas, hasta que desaparecían de mi vista fija en el fulgor del llar.

Mi retina, queriendo hacer una macrofotografía, se adentraba cada vez más en las ascuas que intensamente ardían, por arte de magia empezaron a pasar por delante de mí escenas de hace muchos años, comenzando a tomar vida, como si de un sueño se tratara.

                                                  "esto tiene castañas"
En más de una ocasión hemos empleado la expresión: “esto tiene migas” para indicar que, tal o cual empresa que vamos a emprender, tiene bastante dificultad para realizarla. También se suele utilizar, con el mismo significado, la siguiente manifestación: “esto tiene castañas”.

                                                    Hogaza de pan
Las migas, o migajas como elementos que se desprenden de un todo o de una hogaza de pan, e incluso aplicado a una humilde maestra, sin título, que recogía en su cueva del Sacromonte a los gitanillos, mientras sus padres se iban a “buscar la vida”, entendiéndose por tal: esquilar burros, hacer canastas de mimbre, venta de ganado equino, echar la buenaventura, vender castañuelas en la puerta de los hoteles, engañar a cualquier payo que se les pusiera por delante, cantar y bailar en las zambras…

                                                       La "Maestra Migas" con el Padre Manjón.
                                       Cueva de la "Maestra Migas". Óleo de José Medina Villalba

                                                  Echar la buenaventura 
A tal seudónimo de maestra, se le llamaba “La Maestra Migas” porque sus honorarios o remuneraciones, por el trabajo realizado, eran semejantes a las migajas que se pueden desprender de una mesa repleta de comida. 
Todo lo dicho anteriormente, con respecto a las migas, puede elevar las calorías del cuerpo de cualquier ser viviente: energías para resolver situaciones difíciles, calorías para los trabajos gitaniles, e incluso migas que se caen de una mesa y que podían dar calorías a aquella pobre anciana, del Barranco de los Naranjos, que también alimentaba sus energías con las  pocas calorías que le proporcionaban las migajas que recibía de sus vecinos.

Las migas, de nuestro relato de hoy son otras muy distintas.
Allá por la década de los años cuarenta en una posguerra, las necesidades se cernían por todos los hogares españoles, había exigencia  por cubrir las faltas alimenticias, de vestido, e incluso de espíritu, los ánimos estaban totalmente deshechos en la mayoría de las familias.

                                              Los ánimos estaban totalmente deshechos 
Los inviernos eran fríos, sumamente gélidos, a la temperatura ambiental, se le unía la corporal de unos cuerpos carentes de energías por la falta de alimentos.

                                         Puerta del Colegio en la época de D. Andrés Manjón

Los niños esperaban a la puerta del Colegio en aquellas mañanas invernales en las que hasta el vapor del aliento parecía congelarse; esperaban intranquilos oír el cerrojazo de aquel gran portón, que ponía  límite con la calle, para salir disparados, como toro arrinconado en el corral de la plaza, para entrar enfurecido en el alero de lo desconocido.
                                               Cuerpos delgados, caritas pálidas...
Cuerpos delgados, caritas pálidas, cabezas rapadas, cubiertas con boinas, chaquetones raídos heredados de padres o hermanos, manos cubiertas con guantes de lana, de diversos colores, tejidos con restos de diversos ovillos, por las manos de sus madres, con los dedos asomando por algún roto;


pantalones cortos, con diversos parches para disimular los deterioros y evitar que el frío hiciera mella en sus cuerpos; calcetines largos hasta perderse por el interior de los pantalones, sobrepasando las rodillas, con espolones, que asomaban por el borde de las zapatillas, de sustituir plantillas sobre plantillas, con la esperanza frustada de que pudieran duran eternamente, con suela de esparto y cintas negras que abrazaban enroscándose en las piernas.


                                                Vestidos largos como sayones, abrigos de borra....
Las chicas, con vestidos largos como sayones, algún abrigo hecho de borra, que pesaba más que abrigaba, largas bufandas de lana que se deslizaban por el cuello hasta las rodillas, hasta allí llegaban las medias de lana; imbuidos los pies en alpargatas de esparto o en zapatitos que abrochaban entorno al empeine del pie.
Los grandes almeces esperaban la llegada de la tropa que ansiaba desayunar con el fruto negro que les proporcionaban.

                                         Almeces centenarios del Colegio del Ave María

La noche había sido tormentosa un fuerte viento había desnudado gran parte del ropaje que cubría los almecinos y sus ropas acompañando el pequeño fruto cubrían el suelo de aquella placeta del Colegio.

                                             Este era el desayuno para algunos chicos
No era necesario, esta mañana, lanzar los dardos, convertidos en estacas de madera, que portaban los alumnos para dispararlos, como verdaderos proyectiles, sobre las ramas para que se desprendieran del ansiado desayuno, bastaba solamente agacharse y recogerlo del suelo.
                                           Las migas del compañero calmaba los ánimos....

Sin embargo, algún afortunado compañero llegaba más tarde portando su papelón de migas, calentitas y recién terminadas de hacer en el hornillón de su casa.
Aquel manjar, ansiado por todos, venía ricamente envuelto en papel de estraza, (papel basto y grueso de color marrón, está fabricado con pasta química, sin blanquear y sometido a una cocción breve, muy resistente) recuerdo que, a veces, se podían coger pequeños trocitos de paja incrustados en el papel.

                                                 bolsas de papel de estraza
A nosotros no nos importaba para nada aquella basta envoltura, sino el contenido que venía dentro. Nuestro compañero generosamente repartía, entre los más afortunados, aquellas migas hechas de harina de sémola, hasta que se le daba fin al contenido de aquel enorme cucurucho.
Vuelvo a decir, las migas de este relato de hoy son totalmente diferentes por su contenido y por las circunstancias tan diferentes en el tiempo.


Todo esto pasaba por mi imaginación mientras ricamente sentado en un cómodo sillón, un día lluvioso de este mes de marzo de 2014, mirando el color rojizo de unos troncos de alcornoque cómo  se iban consumiendo en el hogar de una enorme chimenea.

                                              El intenso olor a morcilla....             
El intenso olor a morcilla recién hecha me desperezó de aquel sueño fugaz, delante de mí en una enorme caldereta, -vasija de latón- se habían cocido los productos que, se embuten en tripas para hacer las deliciosas morcillas cortijeras, después acompañarían con otros aditamentos a las sabrosas migas que constituían el eje principal de aquella reunión familiar.

                                                La rica morcilla cortijera...
En un día de migas, lo importante es el título y lo extraordinario es como se comienza, se prosigue y finalmente se terminan, en todo un gratificante ambiente familiar.
                                                   Troceando los aperitivos
Alguien va troceando un buen taco de jamón serrano, otro, de los allí reunidos, va haciendo lonchas de queso manchego, chorizo, salchichón que van estrenando el paladar de los que se agolpan alrededor de la mesa dónde se preparan estas viandas, todo regado con buen vino del terreno y refrescos para la grey infantil.

                                                Suena el golpeteo incesante en la sartén...
Suena el golpeteo incesante del que, en una enorme sartén colocada en el fuego, va desmenuzando el pan remojado, de donde al final saldrá este suculento manjar, “las Migas”.
                                                 
La algarabía, el regocijo, el comentario incesante de lo que está ocurriendo en estos momentos, el chismorreo de las mujeres contando sucesos, el chiste oportuno, van caldeando el ambiente.
Sobre una larga mesa próxima a la chimenea, en sala contigua con otra chimenea moderna, con coraza de hierro, se van colocando las enormes fuentes de las migas recién hechas.

Si el producto presentado es interesante y objeto principal de esta contienda, no tendría entidad propia sino viniese acompañado por sus guardaespaldas que lo elevan a la categoría real que se merecen.

                                     Acompañantes: trocitos de melón, morcilla, chorizos,  pimientos...

                                                                       El remojón, ensalada andaluza hecha para este evento
Estas escolta la constituyen, elegantemente presentada, los trocitos de melón, la morcilla, los chorizos fritos, rezumando un rojo líquido, cuando les vamos hincando el diente, deleite para nuestro paladar; boquerones fritos, y la típica ensalada andaluza, hecha especialmente  para este evento, el remojón, compuesto de: trozos de naranja, bacalao, aceitunas negras, cebolla, huevos duros, sal, pimienta negra molida, regado todo con un buen aceite del terreno.

                             Veinte y cinco años recién cumplidos es una gran satisfacción para toda la familia
Veinte y seis años recién cumplidos, y el poder celebrarlo con la persona que los realiza es una de las mayores satisfacciones que siente la familia aquí reunida; la complacencia y regocijo para unos abuelos que disfrutan en este ocaso de sus vidas de una prole ocupando buenos puestos en la sociedad producto del esfuerzo personal y del aditamento educativo recibido dentro del hogar. Para ti, María nuestra felicitación y deseo de que sigas cumpliendo muchos más.


La tarde va cayendo, la lluvia pertinaz dando su último concierto y el estado de ánimo “increschendo”, de unas migas con todos sus acompañantes, tarta incluida, va haciendo sus efectos en el cuerpo de los presentes.



Mientras algunos dan sus cabezaditas alrededor del fuego de la chimenea, dejando hacer a las migas en el interior de los cuerpos su efecto, otros se deleitan observando y comprando brazaletes, pulseras, sortijas, relojes que han sido colocados sobre la mesa, para deleitar las miradas de los que se encuentran ávidos de embellecer y adornar sus cuerpos.
                                   Otros se deleitan observando brazaletes,, pulseras, sortijas, relojes...

                                                       No faltarían los momentos lúdicos y relajantes que engrandecerían la tarde.

No faltarían los desfiles de la futura madrina de boda, luciendo la mantilla española, la comicidad de un delantal atrevido, que hace sonrojar a más de uno, hasta que se descubre la falsedad de un cuerpo semidesnudo, en un simple delantal atado a la cintura cubriendo la parte delantera del cuerpo para que no se manche.




Bien entrada la noche, cuando aún sigue lloviendo, y los ánimos se van calmando, después de un gozoso día de migas, llega el momento de la despedida, de una jornada que ha servido para dar satisfacción corporal y espiritual a una familia que se alimenta con migas, por este momento, y que refuerza sus lazos de un linaje que también sabe alimentarse espiritualmente en estos instantes que enriquecen lo inmaterial, lo anímico y sicológico.

Algún lector, que quizás desconozca, cómo se hacen unas migas cortijeras andaluzas, estará diciendo: ¡Pero bueno!, ¿te despides y no nos dejas la receta de este suculento majar que en la lectura nos ha despertado el apetito?
Ahí va la receta y que os aproveche.
MIGAS CORTIJERAS ANDALUZAS
Pueden hacerse en dos tipos diferentes según los ingredientes que se utilicen:

                                          MIGAS DE PAN
Se tiene pan casero sentado de dos o tres días. El pan blanco no sirve. Se corta en pedazos grandes que se van empapando de agua fría. Se estrujan muy bien y se desmenuzan en un lebrillo. Cómo las hacemos a ojo, solamente puedo decir que se reducen a la mitad al hacerlas, por lo tanto, medid la miga remojada y echar cuentas, según comensales.


Para cuatro personas, una taza mediana de aceite y una cabeza de ajos, que se puede mondar o picar con piel, que es un detalle rústico. Se doran los ajos y se vuelca el pan y a trabajar con la rasera sin parar de darle vueltas con buen fuego.
Por el color y el sabor os dais cuenta cuando están hechas. Deben quedar esponjosas y bien separados los grumos que las forman, que no estén apelmazados.
Estas son las migas. Hablemos de sus acompañantes. En primer lugar debéis saber que en otros tiempos, en casas económicamente en buena posición se hacían para cenar, acompañadas de chocolate.


De almuerzo, se acompañan según el gusto, el dinero y la estación del año. En pleno frío, lo suyo es pringue fresca, torreznos fritos de tocino de papada, longaniza, chorizo del pueblo de Maracena, o morcilla, fritos, y que no falte el pescado frito o asado.
En invierno y en verano, bueno, en todo el año, todo a la vez,  pimientos fritos y cebollas, pepinillos en vinagra y gazpacho de Granada, uvas, melón, bacalao con sal o asado, y pipirrana.
En fin lo que queráis, pero como mínimo unos torreznos de tocino fresco, pimientos verdes fritos, boquerones o sardinas fritos y alguna fruta jugosa del tiempo, por si se os atrancan.

                                                            Torreznos
Los torreznos se hacen muy fácil. Se cortan en tajaditas delgadas, sin quitar la corteza y se ponen en sartén limpia, es decir sin aceite y se doran. Como la grasa que suelta es pesada y no la vamos a aprovechar para las migas, es mejor hacerlos en un momento al final, para que vayan crujientes las cortecillas.

                                                Harina de sémola para hacer migas
La otra manera de hacer las migas es con harina. Otro día os las contaré acompañadas de otra historieta.

                                            José Medina Villalba.