miércoles, 30 de enero de 2019

LA UNIVERSALIDAD DE MANUEL GÓMEZ MORENO. SU OBRA.






Son las seis de la tarde de un día del  mes de enero del año en el que nos encontramos respirando, dos mil diecinueve.
 Tarde fría, de esas que apetece estar bajo las faldas de la mesa camilla, más que en la calle, pero no todo se resuelve quedándose petrificado al calor de un brasero, de cisco y picón de los que ya poco se usan, sí, al calor artificial que nos proporciona el gasoil de las calderas de la calefacción. 


Un niño subido sobre un capitel vestido a la usanza del siglo XIX, calzón a media caña, medias sonrosadas, melena recortada, zapato borceguí,  mirada angelical y pincel en la mano, nos está invitando a algo.


El Centro Cultural Caja Granada, esperaba a un grupo de la Asociación Juventudes Musicales para, en visita exclusiva, poder contemplar no solo unas obras pictóricas, sino la trayectoria de  unos personajes granadinos de los siglos XIX y XX, que han dejado un legado de un gran valor para esta ciudad. 



Una tarde, cuando el Sol ya ha dejado de hacer su trabajo aunque haya sido tan delicado y tierno que solo ha podido ser una leve caricia, cuando los pájaros que se marcharon al alba a buscar la comida por la Vega, vuelven a sus dormidas en los árboles centinelas de las plazas granadinas, cuando la Fuente de las Batallas ha dejado de llorar con sus enormes lagrimones hechos chorros de agua.  

                                              Fuente de las Batallas

Una tarde más en el caminar de esta vida para soñar, una tarde que pasará para no volver más, una tarde que se marcha sin que se pueda detener, como el agua de los ríos, una tarde fría de invierno que deja su última caricia de luz sobre las afiladas torres, que quieren continuamente tocar el cielo, de la Virgen de las Angustias, un atardecer más que dejará la huella indeleble de saciar los sentimientos con una buena compañía, de damas en mayoría y de caballeros en menor escala, para traernos a la memoria que los atardeceres siempre nos muestran los mejores paisajes del alma, con todo un cúmulo de recuerdos y nostalgias. Un atardecer en Granada, la ciudad de la luz, es un camino de esperanza hacia la noche. 

Prestos y preparados para degustar lo que  nos ofrece este crepúsculo vespertino en la contemplación de esta exposición, nuestro Presidente Rafael Ruiz de Pablos nos presentaría al Comisario, Javier Moya Morales  que ha llevado un papel importante en la preparación de esta valiosa muestra, que ocupa las dos salas de exposiciones, en Caja Granada en la Acera del Casino, será el guía bien documentado que nos va a acompañar.  


Se cumplen cien años de la muerte de Manuel Gómez-Moreno González, padre del también conocido Manuel Gómez-Moreno Martínez, hijo. Con motivo de este centenario se ha hecho este homenaje, a través de esta exposición.
Nada más entrar en la sala se respira un aire de espiritualidad artística que se percibe en una buena iluminación, aditamento importante, para que el espectador perciba la obra con toda su grandeza y nitidez, junto con una correcta distribución de todo un relicario de obras pictóricas, arqueológicas y documentales que la engrandece. 

                                       Sala de exposiciones de Caja Granada

El ser humano no puede sobrevivir sin alimentar regularmente su cuerpo, tampoco puede hacerlo si descuida la alimentación de su espíritu, y del arte procede todo alimento espiritual. Más si es el propio artista el que construye su propia obra, podríamos decir aquello de: “él solo se lo guisa y él solo se lo come”, más en esta caso, nos lo da para que también alimentemos nuestra sensibilidad, noble y exquisita.
El núcleo principal de esta exposición son los escritos de Gómez- Moreno, primero fue el pintor, después sería historiador del arte y arqueólogo y ocupó puestos relevantes como Director del Patronato de la Alhambra y de la Escuela de Artes y Oficios, sin embargo, en esta muestra que gira en torno a la parte documental, también se refleja todo lo concerniente a su obra pictórica y sus diversas actividades en los puestos importantes que ocupó.  


A la entrada observamos un carboncillo realizado por uno de sus alumnos cuando tenía la edad de ochenta y tres años, con toda la majestuosidad con la que se manifiesta, y que fue siempre la tarjeta de presentación de su aspecto corporal, armazón de una gran contenido en inteligencia y sabiduría. 


Es muy significativa la descripción que nos hace Miguel de Unamuno como miembro del Consejo de Instrucción Pública, cuando lo visita en la Escuela de Artes y Oficios y le pregunta ¿qué es lo que le falta? 
Es un verdadero retrato de su personalidad hecho con el pincel de la letra escrita, realizado  por un gran literato. 

                                                      Miguel de Unamuno


A esta pregunta la repuesta fue clara por parte de Gómez Moreno.  Lo importante no es el dinero, lo que nos hace falta no es lo material sino lo espiritual,  y para ello necesitamos hombres, hombres y hombres, el resultado de la voluntad y el esfuerzo de los hombres, hombres de fe, eso hace mucho más que el dinero.



Hablar de Arqueología  e Historia del Arte en la época de Gómez Moreno, eran unas materias totalmente desconocidas, era producto simplemente de aficionados, Gómez Moreno comienza a hacer excavaciones con una precisión y exactitud en todo lo que iba descubriendo, que lo manifiesta en sus escritos y dibujos con carácter científico, con una seriedad y un gran rigor. Una muestra de esto fue la reconstrucción de la base de una lámpara medieval. 

                                                La base de una lámpara medieval

Contemplando estos restos arqueológicos el pensamiento se me llena de otros tantos que anidan en mi alma, somos buscadores continuos de restos arqueológicos  de nuestros antepasados, de aquella madre que se nos fue un día que formaba parte del límite del acantilado y que estaba allí para impedir que me precipitara en el abismo de lo desconocido. Buscamos esa que un día triste nos llevará, aunque deseamos que esté tan lejos como las galaxias o las profundidades del mar. Buscamos los besos, las caricias, los ojos cálidos de mujer que nos saquen de la soledad en que a veces nos sumimos. Todos estos, eran para mí los restos arqueológicos que como un fugaz rayo de luz pasaba por mi mente y que en fracciones de segundo rastreaba. 


La voz cálida del guía me hizo volver de nuevo al encuentro de la visita.
Gómez Moreno fue un gran coleccionista de piezas arqueológicas, de las que él mismo encontró o de otras que le facilitaron, tal es este capitel renacentista del siglo XVI, regalo del Colegio de Niñas Nobles, pieza que aparece en algunas de sus pinturas, piezas que después fueron donadas al Museo Arqueológico. 


En la época que le tocó vivir a Gómez Moreno no había conciencia del valor de las obras artísticas, que a consecuencia de las dos desamostizaciones que hubo se perdieron muchas obras artísticas en todas las facetas. A él le toco el papel de hacer tomar  conciencia de los valores artísticos que existían, escondidos y cubiertos por la pátina del tiempo, a sus congéneres coetáneos. En las vitrinas pudimos observar la cantidad de planos y documentos relacionados con edificios que desaparecieron, e incluso un librito titulado: "Breve reseña de los monumentos y obras de arte que ha perdido Granada en lo que va de siglo". 

                 Tensión especial en algún momento, al conocer la desaparición de edificios importantes

En el relato hay momentos de una tensión especial, que el guía sabe transmitir a los oyentes, cuyas caras reflejan también el desconsuelo y la congoja, cuando circula en sus palabras una tristeza especial al describir cómo fueron desapareciendo por la picota, edificios importantes sin el menor escrúpulo. Con las caras compungidas como el que observa un cadáver enclaustrado en una vitrina, ataúd de un occiso hecho papeles, fotos, y dibujos contemplamos el cuerpo inerte de lo desaparecido.


Yo le diría a Goméz Moreno, que esa tónica destructiva y de degüello a la riqueza artística de la ciudad se ha venido prodigando, y continuará mientras los inoperantes y desaprensivos que nos rigen, no busquen solo el enriquecimiento personal, sino el de una bella ciudad ricamente enjaezada a través de los tiempos por joyas únicas y exclusivas.  


Sale a resurgir la figura de su hijo Manuel Gómez Moreno Martínez que desde niño supo colaborar en el trabajo de catalogación de las obras que su padre rescataba, todo esto le iría marcando, para ser un gran heredo y continuador de todo lo que fue mamando de las enseñanzas y vivencias que iba recibiendo, que llegó a ser la figura principal en la Historiografía, del Arte y de la  Arqueología del siglo XX.


Los rostros cambian, cuando el ambiente se va enriqueciendo de las labores que, de una forma apasionada, realizarían tanto su hijo, como el Centro Artístico y alumnos.
En esos momentos dejo escapar de mi pensamiento una mariposa irisada mientras rubrico con firmeza el sentimiento compartido que se manifiesta en los semblantes que dejan en el ambiente sentimientos de rumor de bosque donde no han dejado huella los humanos. 


Las vitrinas contienen una gran documentación que se conserva en la casa de sus familiares de la Cuesta de San Gregorio, trabajos modestos pero de una importancia transcendental: Boletín del Centro Artísticos, trabajos sobre las sepulturas arábicas granadinas, estudios de Arquitectura del Renacimiento, en la zona norte de la provincia, en Guadahortuna, Iznalloz, La Calahorra. Su casa se convirtió en un pequeño museo con piezas de nuestro pasado romano como este sarcófago que posiblemente por el tamaño perteneció a una niña, actualmente está en el Museo Arqueológico.



Los orígenes y lugar donde había estado asentada Granada, la primitiva Iliberis, la Granada romana, viene a ser plenamente demostrado por Gómez Moreno en su tesis, que estuvo en el Albayzín. 



Un enorme cuadro al óleo del martirio de San Cecilio refleja cómo une la arqueología con la pintura, y una visión lejana en el trasfondo del óleo donde se puede observar la Ilíberis.


Contemplando estas piezas arqueológicas se despiertan en mi ánimo una especie de espíritu aventurero por sentir el grato placer del descubrimiento de algún resto del pasado, convertido en cerámica, o en piedra hecha capitel romano.
En este momento siento la poesía que desgranan mis ojos al contemplar uno de esos yacimientos , en estos mudos restos de desolación clama la voz de un pasado plagado de arte y de riqueza, de bellos paisajes, en ciudades  sepultadas bajo la pesada loza del tiempo, de columnas soportando palacios y templos, y vasijas cocidas al calor y color del fuego de los hornos, convertidas en escudillas,  donde reposaron deliciosos  manjares para el placer de los que recostados sobre divanes lujosos saboreaban la sensualidad de las huríes bailando al son de las liras, buccinas, cornus y aulós en la bacanales romanas.

                                        Una bacanal romana

Guías sobre Granada se han escrito varias, pero ninguna supera la que dejó para la posterioridad nuestro anfitrión, en este ejemplar muestrario, donde concentra todos los resultados de sus investigaciones de años y años, con diseños de planos de edificios algunos desaparecidos, obra escrita en la que colaboraron padre e hijo.






                          Edificios de la Catedral y la Alhambra con sus planos correspondientes

Viendo estos planos, veo atardecer en la Alhambra cuando el Albayzín lentamente se va durmiendo, oyendo el sonido de un lenguaje de bronce de la campana gorda de la Catedral, marcando a paso lento las  nueve de la noche, convirtiéndose en un universo de locura y de enamoramiento, esa torre fallida en que el sueño del dibujo no pudo transformase en realidad.

                            La Alhambra y el Albayzín se duermen en la cuna de un atardecer
                                      La Catedral que diseñó Diego de Siloe para Granada
                                    La Catedral de Granada se quedó en torre mocha

Dejamos esta sala primera para pasar a una segunda, si en la anterior tiene mayor protagonismo  todo lo relacionado con sus descubrimientos arqueológicos dibujos, documentos, planos…., en ésta será la pintura y dibujos los que tendrán más relevancia.
Nos encontramos con dos cuadros hechos al óleo una impresionante vista de la Alhambra y la escalera de subida en la casa familiar cogiendo uvas, en ellos se pueden ver con toda naturalidad, elementos arqueológicos distribuidos por el huerto, y algún capitel nazarí. En sus cuadros también toman parte elementos naturales, plantas, animales con los que hacía composiciones y servían de modelos en sus clases, recuperando también el arte mudéjar y nazarí
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                                           Vista de la Alhambra desde la casa
                                            Cogiendo uvas en la subida a la vivienda



 Pone de manifiesto cómo fue cambiando el nombre de la Escuela de la que fue director; primero se le llamó Escuela Superior de Artes de Granada hasta 1919, después pasaría a llamarse Escuela Artes y Oficios, que es como se le ha conocido hasta fecha muy reciente, y actualmente Escuela de Arte de Granada.


La emoción corre por las venas de todos, ante la muestra de tanto trabajo concentrado, ante la ingente labor de dos almas que han dado mucho por nuestra ciudad en esta tarde de éxtasis, cuando en el exterior el sol aterido por el frío de este día, deja  una luz anaranjada libando el sonido del agua de la Fuente de las Batallas, mientras en el interior de estas salas el calor de las obras nos abriga el alma.

                                            Una luz anaranjada libando el agua de la fuente

La sensibilidad solidaria de Gómez Moreno llegó hasta la preocupación por la educación de los infantes que habían perdido a los que les habían dado el ser, volcándose en los Asilos de San José, formando a los jóvenes en oficios olvidados para que pudieran ganarse la vida, realizando una labor educativa y filantrópica al mismo tiempo, esta labor quedó reflejada también en diversos dibujos.





Le propusieron a nuestro hombre una tabla flamenca para que la tasara, después se la ofrecieron a él y la adquirió, la restauró cuidadosamente surgiendo esta magnífica obra de mediados del siglo XV, fue el regalo de boda que le hizo a su hijo cuando se casó. Es la obra más importante que poseyó Gómez Moreno.

                                                Tabla del siglo XV



En el sentido moderno, fue el primer director del Patronato de la Alhambra tal como hoy lo conocemos, su tónica aquí fue la misma que la anteriormente había tenido en todos aquellos en los que había intervenido: respeto profundo a los monumentos, mucho cuidado con las restauraciones para no cargarse la autenticidad de lo conservado durante siglos, e inversión en la custodia de los edificios de la Alhambra.

                       Gómez Moreno, acompañando al rey, Alfonso XIII, en la visita a la Alhambra

En una casita que hay en el Partal aparecieron unas pinturas en un estado lamentable de conservación, la fotografía de la época en blanco y negro no permitía hacer una buena captación, Isidoro Marín gran pintor y alumno de Gómez Moreno se encargó de realizar una reproducción a tamaño normal.




                           Reproducción de las pinturas de la casita del Partal por Isidoro Marín

La indumentaria de los moriscos sale a la palestras a través del rastreo que realiza en los archivos, e inventarios.

                                          Indumentaria morisca

Mi mente plena de satisfacción artística, deja volar la imaginación y aleteando por encima de la ciudad, en esta tarde del mes de enero circulando por las alturas, arrastrado por el aire suave de Valparaiso, con la mirada perdida en el horizonte, escucho el tañer misterioso de los campanarios, de un Albayzín donde suena a dolor la voz del muecín y a gloria las campanas de la Iglesia del Salvador.

                                        Minarete de la mezquita al-Taubin ( de los conversos)

                                                                               Iglesia del Salvador

El Sol se marcha diciéndonos adiós lentamente, jugando al escondite con la Luna que tímidamente asoma por una esquina de las galerías sacromontanas, refrescando la historia junto con la sequedad de las murallas de la Alcazaba cubiertas de yedra, y la humedad de sus patios que quiebran en las aguas de sus fuentes, la pureza amarga de sus llantos hechos un rosario continuo de lágrimas,   corren a la desesperada por los arriates, para bajar a la ciudad para purificarlas.

                                                Las galerías de la Abadía sacromontana
                                    Arriates para el agua en el bosque de la Alhambra

En los atardeceres granadinos la Sultana Alhambra, que es la representación más genuina de la mujer granadina, distinguiéndose por su hermosura y belleza, por la regularidad de su estatura, lo garboso de su cuerpo, lo largo y tendido de sus cabellos, lo blanco y brillante de sus dientes, lo perfumado de su cuerpo, la graciosa ligereza de sus movimientos, lo ingenioso de sus palabras, y la gracia de su conversación,  enamorada de su amante el Albayzín le deja la caricia más delicada trasladada con un beso, con los últimos rayos de un Sol celoso de estos dos eternos enamorados.

                                              La belleza de la mujer granadina

 Contemplo desde la altura su extensa Vega donde los lingotes de plata de los arroyos se ramifican entre las esmeraldas de los árboles.  Los tapices verdes de sus cármenes tejidos con la  punta de las agujas de sus cipreses que ascienden a las alturas del cielo.

                                   Los cipreses las agujas de los cármenes albayzineros

 Sierra Nevada vestida de novia con su traje blanco en una entrada grandiosa al son de la marcha nupcial que suena con la música orquestal del rugir de sus lagunas en las noches misteriosas de los rigurosos inviernos.

                                               Sierra Nevada con su traje nupcial
                                                  Laguna Larga en Sierra Nevada

De esta mi Granada que la llevo clavada en el alma, con sus viejos barrios del Albayzín y del Realejo, con la pureza del carácter granadino, entre la maravilla de una luz sin igual que quiebra sus rayos contra las nieves de Sierra Nevada, o los jugosos verdes de la Vega o las doradas piedras de los palacios de la ciudad, multiplican sus tonos y afinan sus matices hasta fines insospechados.

                                               La Vega de Granada

¡Granada, Granada!
¡Ay mi Granada del alma!
Si al morir pudiera llevarte conmigo,
al paraíso que me espera,
sentiría envidia de ti y de  tu riqueza.
Es enero, rojo el cielo es el fuego
de un corazón que late,
en el amanecer de un nuevo día.

Nuestro guía, termina diciendo que con esto hemos hecho un repaso rápido pero completo de la obra escrita e ilustrada, con parte de su colección y algunas de sus obras, un aplauso  sería el cerrojazo que cerraría el telón imaginario, vivido en un lugar real con las obras de los Gómez Moreno.

                                            Grupo que disfrutó de la exposición

Rafael Ruiz de Pablos, el Presidente de Juventudes Musicales, daría las gracias al Comisario Javier Moya Morales, e invitaría a posar a todo el grupo para dejar constancia de esta visita que además de quedar en el archivo mental de los visitantes, por si alguien quiere traerla a colación en algún momento aquí queda esta reseña, para los que participaron y para los que no lo hicieron. 




                                                     REPORTAJE FOTOGRÁFICO Y VIDEO





























 






































                                                              José Medina Villalba