sábado, 17 de septiembre de 2016

SOLEMNIDAD EN EL CALENDARIO FAMILIAR. LA BODA DE MI NIETA MARÍA



Amar es como dejarse
la piel por los caminos
y recordar es andarlos
y, al andarlos, revivirlos.
Y sentir que vuestros pasos
van solos, pero a solas no
apoyándose el uno en el otro.


Amar es como dejarse
la piel por el camino
para que luego el recuerdo
pase por revivirlos.
Amar es ser claros
Para confiar el uno en el otro.
El amor es caminar, día a día,
con sus alegrías y dificultades
es velar por el que te acompaña,
es amanecer y anochecer
al mismo tiempo.


Amanecer en los momentos felices
anochecer en las contrariedades.
Buscar siempre el sol del mediodía
el sol de la comprensión
que es el que más calienta.

Diez de septiembre del año del Señor, 2016.




       Las campanas de la  Colegiata de San Justo y Pastor están esta tarde solemne de fiesta, hablan al tañer los badajos los vestidos de sus cuerpos de bronce, con un lenguaje especial, el lenguaje de los días grandiosos.
     

      Hay inquietud entre los asistentes a la celebración, curiosidad por parte de los viandantes que se detienen para contemplar la llegada del coche nupcial.


     Desde la Plaza de la Universidad, con las puertas de la iglesia completamente abiertas se observa la grandiosidad de las entrañas del templo. Es como un gran brillante que desprende luminosidad a raudales.



    Hasta la gran escultura del emperador Carlos V, dirige su mirada hacia la fachada de la Universidad construida durante su mandato, la he visto “mirar de reojo" para contemplar este solemne acontecimiento, y no es para menos, se casa mi nieta María a la que suelo llamar, con palabras cariñosas cuando me dirijo hacia ella, con el diminutivo de “mi mariquita”.

                                               Retablo de la Colegiata de San Justo y Pastor
      
     La iglesia construida en el siglo XVI se caracteriza por su suntuosidad. La portada del siglo XVIII representa escena de historia de la Compañía de Jesús.
    El retablo del altar mayor, tiene columnas salomónicas y lienzos con episodios de la vida de San Pablo, de Pedro Atanasio Bocanegra, y los retablos barrocos de Ruiz del Peral. 

                                        Reynaldo Fernández Manzano, gran organista, director de la Alhambra
    
      En alguna ocasión, muy de tarde en tarde, con motivo de un concierto de órgano bajo las diestras manos del concertista Reynaldo Fernández Manzano, han “bailado”, por decirlo de alguna manera, todos los cuadros, cimborrio y demás componentes de este grandioso retablo, que está preparado para que giren, para dar a conocer sus interioridades.


                                    Órgano de la Colegiata de San Justo y Pastor. Segunda mitad del siglo  XVIII       
    Hoy están completamente quietos contemplando la fastuosidad de la escena que debajo se va a celebrar. 



     La tarde va cayendo, las bandadas de mirlos que vienen de la Vega de alimentar sus cuerpos con los rastrojos dorados de los maizales recién decapitados, detienen sus vuelos cuando se dirigen a las dormidas en los tilos y plataneras de Plaza Bib- Rambla y Trinidad.

                                            Jardín botánico de la Universidad de Granada
  
  La tarde esta blanda y tranquila, como la floresta recién regada del  Jardín Botánico de la Universidad, que manda sus perfumes, de begonias, nardos y azucenas, en un mensaje de vecindad, como dádivas y regalo para los que se van a unir en matrimonio.  



   El atardecer quiere salir pronto a escena, pero el sol intentando entrar en el letargo crepuscular no se lo permite, va bajando, se detiene un momento, resbalando por los aleros de los tejados próximos, no quiere perderse el espectáculo.


     Las aves se acurrucan en sus nidos y el sol tiene que despedirse para morir tras las sombras de las luminarias callejeras, que se visten de oscuridad nocturna.
     Con el cuerpo henchido, las manos sudorosas y temblorosas voy observando todo lo que ocurre a mi alrededor.


     Las damas de honor, bellas señoritas, íntimamente ligadas por lazos de amistad y familiaridad, lucen radiantes el encanto de sus jóvenes cuerpos, engalanados con los vestidos más elegantes que dejan al descubierto la belleza femenina de sus estilizados cuerpos, sometidos últimamente a estragos de planes alimenticios para manifestarse esculturales.


     El novio vestido con distinción, chaqué a la usanza tradicional, dando el brazo a su madre, ataviada con un largo vestido verde claro, estética peineta, con artística mantilla española y guantes, han entrado en el templo dejando la sonrisa que muestran en sus rostros como primer saludo.
      Esperan impacientes en el altar mayor, la llegada de su prometida.


     Un majestuoso coche, Rolls-Royce, destellando luminosidad vestido de rojo y negro, con el ave fénix en la cabecera cortando el aire con sus enormes faros en frontera, traído expresamente de los talleres de Manchester con el título del “mejor coche del mundo”, como si milagrosamente hubiese surgido de sus cenizas, aparece en estos momentos en la plaza de la Universidad.
-¡Ostras! ¡Ostras!
-¡Cielos! 
-¡Albricias!
-¡Madre mía!...



     Son algunas de las expresiones que salen de uno de los corrillos de espectadores que se han asentado para contemplar la perla preciosa que viene dentro del espectacular vehículo.



     En estos momentos aquel magnífico coche, como en el cuento de la Cenicienta, lo vi como la enorme calabaza que se había convertido en la real carroza que trasladó a nuestra Cenicienta al palacio, donde se celebraba la fiesta, para elegir a la princesa que se habría de casar con el primogénito heredero del trono.



    Nuestra gema preciosa, cubierto su cuerpo con el mejor nácar con el que se pueda vestir la enriquecida perla, se engalana con un traje de novia blanco, como el hermoso manto de nieve que cubrira cualquier paisaje.
      En estos momentos, algo de mí me conmueve al pensar, que queda en el pasado, cada secuencia del camino andado.



     Aquella mañana del 12 de julio de 1963,  en una capilla situada en el Valle de Valparaiso, donde se pueden construir los mejores cuentos de hadas, el trinar de los pájaros y la musicalidad de la brisa que corre por el valle junto a la orquestación de las aguas del Darro, constituyeron la mejor música de fondo para el acompañamiento solemne, también yo me unía en matrimonio.


     De ahí surgió la primera gema preciosa de esta genealogía, nuestra hija Mari Carmen, junto a Pepe su esposo, cultivaron esta otra perla que hoy dará el sí al que ha de ser su esposo.
     En mi mente el recuerdo cobra vida con el aliento de la nostalgia, hace que mis vivencias cobren vida.  
     

     
     Radiante como ella sola, María desciende del coche, todo es expectación, hay una mezcla de curiosidad, fascinación, asombro, no solo por parte del numeroso grupo de gente que se ha concentrado en la plaza, sino por los invitados que, desde el interior del templo encendido como una gran luminaria, dirigen sus miradas al exterior.


     Con paso firme y estiloso María, cogida del brazo derecho de su padre, camina por la alfombra roja hacia el altar.



     Los juegos florales colocados a ambos lados del trayecto, destilan con gran intensidad el perfume de las florecillas que, en el borde de los bancos asomándose al estrado, cubren el trayecto de la carrera.



      Los pasos de nuestra novia son cortos, derrochando refinamiento a raudales, la piel de su cara, levemente maquillada, manifiesta una delicadeza sensacional, una ligera sonrisa sale de las facciones de su rostro, agradeciendo la presencia de los invitados, mientras su mirada ligeramente gira, de un lado para otro, compenetrándose con los ojos expectantes de los que de pie van contemplando el paso del cortejo.


     Orgullosa cogida del brazo de su padre y padrino, que siente la enorme emoción, de ser el portador al altar donde se va a celebrar el sagrado matrimonio.


     ¡Conmoción especial!, la alegría de un padre de poder presentar a su hija en el sagrado recinto, pero también una tristeza disimulada, que late en lo más profundo de su ser, al llevarlo dentro, muy dentro, al que hace unos meses se nos fue, pero que desde allá arriba se sentirá alegre de contemplar a su hijo llevando a su nieta al aposento sacrosanto del altar.



                                                        El abuelo Antonio
    
     Lo estoy viendo detrás del cimborrio del maravilloso retablo del templo asomándose con disimulo, para no interrumpir, pero alegre y sonriendo viendo a su nieta, que le acompañó durante muchas horas, junto a su lecho de muerte, de la manera más delicada, con un rosario continuo de lágrimas que rodaban por sus mejillas, para hacerle el tránsito a la otra vida de la manera más sosegada y apacible.



     He visto a María, en uno de los momentos, dirigir la mirada a su abuelo Antonio y con la emoción del instante enviarle, con un gesto delicado un beso y su ramo de flores.
      Hoy, solamente María ha podido conectar con su abuelo, otros lo hemos tenido presente en el pensamiento y en el corazón.


                                                              ¡Guapa!
    
     A la altura del  que graba la escena, y que no es sino el otro abuelo, con voz temblorosa pero al mismo tiempo arropada por la emoción, al llegar a su altura lanzó al aire un, ¡guapa!, que movió los cimientos del longevo templo e hizo vibrar la fibra sensible de los asistentes.

                                        Laura y Viki, damas de honor, colocan el maravilloso traje nupcial
   
      Las damas de honor no cesan de actuar para que, la elegancia, distinción y belleza no sufran el menor deterioro, colocando el vestido, y el maravilloso velo, puedan ocupar el lugar exacto que realce  más aún la figura de la novia.



     Los ojos de Antonio son los focos de un alto faro marino que lanzan destellos hacia los de su prometida, ambos se compenetran e incluso alguna lágrima, producto de la emoción, resbala por la mejilla de la desposada.

                                            El gran organista Reynaldo Fernández  Manzano     
      
     Los sonidos estentóreos perfectamente armonizados, de un órgano con reminiscencia de siglos pasados, magistralmente tocados por las manos del gran organista Reynaldo Fernández Manzano, se dejan sentir con gran resonancia  en la bóvedas del templo.
 ¡Todo es emoción contenida!


    Suena con repercusión clamorosa, la marcha nupcial, son las notas musicales del órgano situado en el coro, el templo parece venirse abajo ante la magnificencia y grandiosidad de la tradicional marcha, magistralmente interpretadas por el organista, excepcional músico, que compartirá su actuación con la soprano, Ana Huete, y el cuarteto de cuerda durante toda la ceremonia, con obras clásicas adaptadas a las circunstancias.



   Con paso decidido se dirigen al presbiterio, mientras las miradas de invitados y familiares, admirando la belleza y el encanto de la novia, quieren con sus observaciones dejar grabado este momento para que con el paso del tiempo no se pueda borrar.



     Serían muchos los sucesos que trascurrirían durante la ceremonia, que habría que ir guardando en la mente y en los móviles de los espectadores.
-¡Qué belleza!
-¡Qué traje más lindo!
-¡Y el velo!
- ¿Te has fijado en el velo?
 Parece traído de los espacios celestes, fabricado por las manos espirituales y delicadas de querubines y serafines, que mansamente lo han depositado como la pluma del pájaro misterioso, bamboleándose ha caído  en el enlosado.


     - ¡Qué traje más sensacional!
Son algunas de las muchas expresiones que, con tono bajo de voz, se comentan entre los asistentes.
     Al novio le dan vueltas los ojos, como dos bolitas que no salen de su asombro, y con lenguaje de palabras entrecortadas, por la emoción que en esos momentos le embarga…



        -María,
      - ¡que bella estás!
      Una sonrisa deja marcada en sus carrillos dos graciosos hoyitos, es la contestación silenciosa de María a este mensaje de Antonio.
      Muchos fueron los momentos de emoción, uno de ellos, cuando la soprano, Ana Huete, cantó el Ave María de Schubert, solo la voz prodigiosa de la cantante, con el acompañamiento de las nota que salen de las cuerdas de los violonchelos y violines, levemente acariciadas, por las manos magistrales de los músicos, puso el bello de punta.




       Fue un momento de recogimiento, de meditación, de estar en brazos del aire que nos rodeaba, cómo en el espacio recóndito y acogedor de una pequeña capilla, como se hacía en los siglos XV y XVI que fue la Edad de Oro de los Cappellistas, cuando era el canto gregoriano el que predominaba.



     El momento solemne del “Sí”, por ambas partes, fue tan especial que se sale de los límites de otros muchos que he tenido ocasión de escuchar, en otras celebraciones de este tipo a las que he asistido.
      Las damas de honor supieron estar a la altura que les correspondía, colocando el vestido en la posición correcta.


                                                        Antonio y Laura
    
     Los hermanos de la novia, Antonio y Laura, portando en canastillas bellamente adornadas, se acercaron para ofrecer las alianzas y las monedas que juegan un gran papel en la ceremonia. 
      Las lecturas y peticiones puestas en boca de los dos hermanos exaltaron, con el tono de voz, la emoción que se sentía.






       El tiempo, como es su forma de caminar, seguirá corriendo vertiginosamente su marcha, pero sobre las hojas blancas de un libro, con el color azul del mar y del cielo, corrió la tinta para dejar plasmado el testimonio de la realidad de este compromiso, del que me enorgullezco haber sido testigo.





      La alfombra roja que cubre el camino para la salida de los novios, recibe los suaves pasos de los desposados que van acogiendo, en el trayecto que conduce a la salida, los parabienes de los que aún permanecen en el templo.


     Toda una explosión de, ¡vivan los novios! Son los primeros saludos que los acoge, cuando dejando el umbral de entrada son recibidos por la concurrencia.


     Los granos de arroz, como diminutas palomitas blancas que vuelan, para caer sobre los rostros de la pareja, símbolo de la prosperidad y fertilidad de los que comienzan una nueva andadura, y el colorido variopinto de los pétalos de diversas rosas, ponen una nota de color al momento.




    Abrazos, felicitaciones, enhorabuenas, congratulaciones y toda clase de cumplidos se van sucediendo. 


El equipo de fotógrafos buscan los lugares más apropiados para ir dando rienda suelta a la belleza del entorno, para plasmar la otra belleza que no es sino la de  mi nieta María.





    Mientras unos esperan la llegada de los taxis de turno, esta tarde sumamente solicitados, otros caminan en el de “San Fernando”, en dirección donde se celebrará el festejo.
     Vemos partir a los novios en su flamante Rolls-Royce, para continuar con el tradicional reportaje fotográfico.


      Mientras tanto, mi mente, en la espera del vehículo que nos va a trasladar al lugar de la celebración, rebobina la película que tiene grabada de su vida, haciendo un recorrido sobre los sucesos acaecidos desde que hace varios meses comenzaron a hacerse los preparativos de la anunciada boda.



     Llegar al momento en el que nos encontramos, ha sido un largo camino, tiempo de noviazgo, para conocerse, compenetrarse y asumir la responsabilidad que conlleva el nuevo paso que se va a dar.
       

     Varios meses de preparativos, para que todo resulte con el sobresaliente “cum lauden”, que se le puede dar a los que hoy presentan su tesis doctoral con el título: “El amor lo puede todo”, teniendo como testigos primordiales, sus propios cuerpos, familiares y amigos, ante el mensaje divino, -“lo que Dios ha unido no lo separe el hombre"-.
      

     Para llegar a este momento final, de una larga etapa, fueron muchos los cabos que hubo que ir atando, los proyectos y previsiones que había que realizar. Al principio los más lejanos, surgidos de la mente privilegiada de la abuela Conchita, que tuvo la “genial idea” de confeccionar monederos, realizados a croché, como obsequio a las féminas que harían acto de presencia. Aquello enervó y estimuló el ánimo de la que tuvo ésta feliz idea, muy bien acogida por la novia y demás miembros de la familia.



     Fueros muchas las horas y días, que hubo que emplear para confeccionar más de trescientos portamonedas, que fueron saliendo como los pollitos que surgen de una incubadora, en una variedad de gama de colores, ¡ya quisiera el arco iris, en sus mejores momentos de resplandor! lucir en el firmamento la gala del maravilloso traje con el que la Naturaleza lo ha emperifollado.


    Fueron decenas de madejas de hilo, junto a las boquillas metálicas que esperaron pacientes recibir el tejido confeccionado, para irse colocando, una tras otra, en la arqueta donde irían reposando el “sueño de los justos” hasta que llegara su momento.



      Otras tantas bolsas de fino tejido, para contener a los ya realizados monederos. 


       Para los varones llaveros confeccionados artesanalmente por los implicados en el evento.



      Bolas de gruesa cuerda para colocar, como indicativo con el número correspondiente, en las diversas mesas donde se han de situar los invitados.


     En la Iglesia del perpetuo Socorro, un domingo de esta primavera, varias parejas, como ramilletes de flores, abren sus pétalos para dar a conocer al mundo, el compromiso formal de matrimonio. 

                                                     En la Iglesia del Perpetuo Socorro           

     Vendría después, buscar los vestidos que habría que lucir en el solemne día tanto la novia como demás familiares: calzados, trajes de chaqué, con las pruebas correspondientes, 



lugar de la celebración, cátering, y la serie de complementos para las invitaciones, como el plano, 



para guía del lugar de la celebración religiosa, y traslado al sitio del guateque, cestas portadoras de regalos, zapatillas para el baile para las señoras y señoritas, cestitas para los anillos nupciales y monedas..., y un largo etcétera interminable.




     Los nervios están a flor de piel, son las vísperas, hay que recoger los trajes que duermen esperando nuestra llegada, en la tienda de confección.


      Perfectamente colocados en sus bolsas correspondientes nos facilitan la labor; el señor de la sastrería da los últimos consejos, cómo tienen que ir colocados los pañuelos, formas de sentarse para que no se arrugue el chaqué, y sobre todo ¡ánimo, alegría y feliz día!





      Los trajes cuelgan, para que no se arruguen, en los muebles del salón, se han sacado todas las alhajas que se han de lucir y en perfecta formación aguardan su momento.
     Ha amanecido la mañana, es sábado, día 10 de septiembre, no es un día cualquiera, no es un día más, es el día solemne en el que nuestra nieta María, va a cambiar su vida, va a formar su propio hogar.
     

     El teléfono no para de sonar, se cambian impresiones, unas en la peluquería, dándose los últimos retoques de peinados, maquillaje, arreglo de uñas, otros inspeccionando el lugar donde se va a celebrar el baile nupcial que dará apertura a la solemne celebración.

                                                     Preparados para la celebración

      ¡Cómo han cambiado los tiempos!
   Hay que ir al ritmo que marcan las celebraciónes de estos eventos, que indudablemente, si hay posibilidad de poderlos realizar son siempre una satisfacción para los anfitriones y familiares, como para los invitados, sobre todo realizados bajo un inconmensurable marco, en un gran escenario que tendrá como telón de fondo la gran Sultana Alhambra, bajo el regocijo al pie del barrio más famoso del mundo, el Albayzín.



       Con la música de la brisa suave del Valle de Valparaiso , bajo el grandioso toldo solemne de un cielo repleto de estrellas y una maravillosa luna, asomándose por la torre de Comares, se convertíría en un invitado impresionante. 


      Uno de los lugares más privilegiados de la ciudad, Vaparaiso, posiblemente, ¡quién sabe!, donde pudo estar el “Paraíso Terrenal”, y si no es así, no le tiene que envidiar en nada a aquel que se nos cuenta en el primer Libro del Pentateutico, “El Génesis”.
    

   En este momento el claxon de un automóvil me saca del letargo de mis pensamientos y en un vuelo, a través de un recorrido plagado de gentes nos encontramos en la Cuesta del Chapiz, lugar de la celebración.


    Están llegando los comensales para pasar una velada de convivencia, de amistad y fraternidad, para darle rienda suelta a la alegría, diversión, alimentar los cuerpos y los espíritus de manjares y caldos exquisitos, bajo la atenta mirada de la "Sultana Cristiana y Mora".
    

     El recinto, cristiano, Colegio Ave María, sujeta como calzado reluciente, los pies de este emblemático barrio, el Albayzín, y moro por dejarse contemplar por la refulgente Alhambra que nos recibe vestida con su resplandeciente vestimenta de luz aterciopelado.


    Todo dispuesto para la mejor comodidad de los invitados, mesas altas, para   colocar los diversos aperitivos, cubiertas con manteles y decoradas con ramilletes de flores, rodeadas de taburetes, y un buen número de camareros; era la mesa de recibimiento con limonada.



      Alguien no se conforma con disfrutar del paisaje sino que se lo quiere llevar, para después poderse recrear y recordar una noche mágica.


                                                      Julia, Jose y José Miguel
     
     De Cantabria, de un pueblo llamado Pechón, con su magistral Posada "Fuentedevilla", 

                                           La mejor posada de Cantabria, "Fuentedevilla"

donde la vida no pasa, porque allí todo es vida siempre en presente, paisajes de ensueño, aroma de sal que viene del mar, "lubinas al alcance de la mano para los aficionados a la pesca", colorido de hortensias, verdor de  prados inmensos, donde las ubres de las vacas dan la mejor leche, han llegado, para unirse a la ceremonia, Julia la posadera más famosa, José el vaquero ciencia pura en conocimiento de  vacas y del  rico alimento blanco, José Miguel el marino más intrépido, con altos vuelos por allende de los mares. 
  

    Las notas musicales del cuarteto de cuerda, quedaron dormitado y envolviendo el aire sosegado de la Colegiata de San Justo y Pastor, se han trasladado con rapidez vertiginosa, al patio de La Casa Madre del Ave María y las tenemos como fondo acompañando a este cuadro de encantamiento. 



     Las conversaciones en determinadas ocasiones, y esta es una, se hacen más amenas si se les acompaña con determinados aperitivos servidos, o al alcance  de la mano. 
    Snaks. Piruletas de parmesano y orégano, cucuruchos de ibéricos de Arturo Sánchez, chips de yuca y boniato con pimentón de “La Vera”.
     A modo de buffet.




    Un larga mesa decorada montada en el centro del patio, a modo de buffet, donde te podías deleitar con una variedad de quesos de aquí y de allá: Idiazábal ahumado, Manchego, parmesano, cabra, torta casar, cabra, gorgonzola, Payoyo acompañado de mermeladas caseras, fruta fresca, dátiles portando el sabor de los palmerales de los desiertos del Marruecos, pasas y panes.


      Bocados fríos.
     Ceviche de lubina sobre media lima. Lingote de foie con queso de cabra y pan de especias. Crema de queso ahumado con velo de oloroso y frambuesa. Blinis de morcilla con compota de manzana. Tomate asado con cremoso de mozzarella y albahaca. 



     Pulpo con cremoso de patata trufada y pimentón de “La Vera”. Pincho de pavo macerado con mostaza, miel y almendras garrapiñadas. Mini shawarma de presa de bellota con alioli de curry. Steak tartar de otra manera. Coca de pimientos asados con atún de almendraba escabechado. 



Rosbeff de presa ibérica con bombón de queso fresco y rucula. Pato a la naranjas con pan de especias.
Bocados calientes. Pastela moruna de secreto ibérico asado al carbón. Croqueta de puchero de ayer. Globos de bacalao con alioli verde. Rabo de toro estofado con cremoso de patata y foie. Patatas bravas con salsa chipotle.


  
     De pronto hay un momento de conmoción, el silencio viene a ocupar su espacio y las miradas cambian de dirección, es el centro de atracción, ¡han llegado los novios! 



-¡Vivan los novios!
-¡Vivan!
 -¡Vivan los novios!
  Desde el Peinador de la Reina, los flash de las cámaras contestan al unísono, con refulgente resplandor:
-¡Vivan!

    Después de contemplar el montaje artesanal de todo lo expuesto y deleitarse en algunos de los manjares subimos, dejando atrás todas estas exquisitas viandas, al patio donde celebraremos la cena.



     Nada más desembocar en el patio, que unos momentos antes se ha encontrado acompañado por el silencio de las mesas y sillas que en breve van a ser ocupadas,


 el rumor del agua de la fuente con sus surtidores entremezclados, dejando caer los chorros sobre la alberca rectangular, es la nueva música, sinfonía de agua, dirigida por la batuta  del enorme chorro que desde el centro dirige, a ambos lados magistralmente, la orquesta sinfónica.



    Bálsamo acuático que relaja y anima, produciendo nuevas sensaciones al pasar de un estrado a otro, con novedosas características, mientras cada cual se va sentando en el lugar que le corresponde.


                                               Patio de la Alberca en el Generalife      
     El rumor de agua produce sensaciones equiparables a las que se puedan sentir en el Patio de la Alberca del Generalife, que desde allá arriba siente la envidia de no poder estar presente.


      Mucho más arriba, en los confines del Universo la luna, con un guiño especial, quiere dar más luminosidad dejando la luz blanca de su superficie, a modo de un enorme  foco, intentando alcanzar su madurez absoluta.
      A mesa y mantel.
    

      “¿Por qué en estas circunstancias, tenemos que atiborrarnos hasta las trancas?”
    Todo muy bueno, todo “a pedir de boca”, pero por favor, ¡que los estómagos no son pequeños almacenes que se les puede saturar!


    Comienza el baile de platos, platos que vuelan, platos que traen ricos manjares, platos  y más platos.


   A modo de ensalada kumato rellena de langostinos con queso de cabra y hierbitas frescas.
   ¡Qué bella presentación!
  En la mesa donde me encuentro, nadie habla observando el manjar recién llegado, pero todos, en su interior, se preguntan:
  -¿Qué será esto?  
   Alguien comenta, creo que es una alcachofa rellena, 
  -no, 
responde otro, es un tomate relleno de queso.



     Taco de lomo de vaca gallega asado al carbón, con jugo ligado al foie y patatas risoladas.
      -¡Magnífico!
      Pero siento que mis fauces no le van a dar la oportunidad de que, a través de ellas, sean la puerta conductora que les dé libertad para pasar.



     Locuras dulces de chocolate, tarta de queso de cabra cocida en copa Dry con nueces y galletas, volverían a abrir el apetito a los forofos  del dulce.
    
              
      Los protocolos, cambian con los tiempos, aquellas tartas gigantescas de siete pisos, se sustituye por una simbólica, que también parten los novios y mutuamente saborean. 
     

     ¡Lo bueno si breve, dos veces bueno! 
     Ese dicho que se suele usar con frecuencia, aplicado al momento, ¡la tarta si breve dos veces buena!
     

   Todo esto regado con refrescos, cerveza especial, agua mineral, vino blanco Illera, 5.5. Vino tinto Rioja Dios Ares. Cava Marqués de Monistroll Brut Nature. Café con mini piononos.




     En una pantalla, se fueron proyectando diversas escenas de los pasos que durante el día, la novia y familiares íntimos, han ido tejiendo desde los comienzos vividos en el hotel “Los Patos,  así como  en la casa del novio.
      


     El novio con la copa en la mano, después de dar las gracias a los familiares y amigos, invitó a todos a juntarse con ellos para brindar.
    No faltarían, con cierto gracejo, las dedicatorias a las madres, suena por primera vez, cariñósamente, la palabra suegra y un simulacro de olvido hacia la novia,
-¡cariño, ya empezamos! 



      La novia con el ramo en la mano, quiso romper la tradición de volverse  de espaldas y lanzarlo para, según la tradición, la chica que lo cogiera sería la afortunada en ser la próxima en casarse.


    Esta noche María rompió con esa costumbre, había una persona, que todos añoramos, no hace mucho se marchó, a la que ella se lo tenía reservado, su abuelo Antonio. 
    

    

   Pero supo dejar satisfecha a sus amigas que impacientes esperaban, entregándoles a cada una un ramo y un fuerte abrazo.


         Todo iba sucediendo como el mejor de los romances compartidos, los novios querían participar personalmente, mesa por mesa, con el disfrute de los invitados, dejándoles un obsequio que sirviera de recuerdo a esta jornada
    


     Los recién casados darían paso a la apertura del baile iniciado por el tradicional vals, magníficamente interpretado, que concluiría con el intercambio de parejas dando paso, con reverencia incluida, a la madre del novio y al padre de la novia quedando inaugurado el salón para que, pasodobles, sevillanas y otras piezas, dieran la oportunidad para que la danza contribuyera a facilitar la digestión a la concurrencia.




     Los sombreros mejicanos, las pelucas, las gafas gigantescas, los sombreros de copa, las plumas de indio..., cubrieron los rostros de todos los que se quisieron llevar un recuerdo plasmado en cartulina.
      

     La mesa de "chuches", con una gama variada, recrearía el paladar y los bolsillos de los que pudieron hacer acopio, para no estar dando muchos paseos para repostar, pero todos pudieron deleitarse.



     Si alguien quería dejar su testimonio por escrito, de lo vivido en esta feliz jornada,  había un arbolito donde se podían colocar las frases más elocuentes, las poesías, o toda clase de requiebros para los recién casados, para el lugar, para los invitados, o cualquier ocurrencia que quedara plasmada en el árbol de la felicidad.
    

    Serían las tres de la mañana, cuando cesaron los sones de la música, la gente se fue retirando, salvo los ávidos de seguir la marcha, trasladándose con zapatillas incluidas a la sala de fiestas sacromontana del “Camborio”.




    No faltaría la “recena”, compuesta de: mini burguer de gorzonzola, y montaditos variados.



      Por la Silla del Moro lentamente la noche se va quitando la sábana que la ha cubierto, se vislumbra la línea que delimita los cerros de los Alixares donde todavía se escuchan, por las noches, los clamores de las huríes que deleitaban al sultán en la fiestas, bajo la luz de las bengalas y las estrellas con la sensual danza del vientre.
     Los últimos trasnochadores, van dejando el Camborio, se sitúan en el pretil que separa el Camino del Sacro Monte con el valle que arrastra la suave brisa del Jesús del Valle, para irse desperezando de una tarde noche y madrugada, que pesa mucho sobre los  cuerpos de los que han querido llevar la fiesta hasta los últimos extremos.



    Poco a poco, pisada tras pisada, por la Cuesta del Chapiz, la Carrera del Darro, Plaza Nueva…, con todos sus encantos, abrirían las puertas a los cuerpos de los últimos de la boda, que buscan con avidez el descanso.
                              
                                                   José Medina Villalba

  
                                               REPORTAJE DE VÍDEOS Y  FOTOS