martes, 27 de febrero de 2018

RECUERDOS DEL PASADO TRAÍDOS AL PRESENTE. (D. Gabriel Morcillo Raya)


                  Dedicado a mi amigo y gran pintor: Juan Molina Rodríguez, con el deseo ferviente de su pronta recuperación.

                                                       Calle Gracia

Las cinco de la mañana de un día perdido allá por los años mil novecientos cuarenta y siete, de un siglo que quedó hace dieciocho años atrás, si los restamos de éste dos mil dieciocho.
La Calle de Gracia, sin duda una de las calles que caracterizan el centro de la ciudad, estrecha, totalmente recta con una ligera pendiente, con una línea continua de casas a los lados de no  más de tres plantas con un estilo la mayoría de ellas peculiar, y que se identifica claramente con una época concreta, a pesar de algunos cambios sufridos.

                                       Palacio de los Yanguas, actual Curia Eclesiástica

Recibe el nombre del extinguido convento de Trinitarios Calzados, podemos encontrar edificaciones como el Palacio de los Yanguas, marqueses de Casablanca, la Iglesia de la Magdalena, la Casa donde nació y pasó su infancia Eugenia de Montijo esposa de Napoleón III y la Escuela de Artes y Oficios.

  
 Casa de Eugenia de Montijo
                                                   Antigua Escuela de Artes y Oficios

Este barrio vio echar los dientes, palpó las correrías y juegos infantiles, y la Universidad de Derecho le dio paso por su puerta de adolescente al escritor, diplomático y político español, Melchor Almagro San Martín.

                                                     Melchor Almagro San Martín  

Los vencejos salidos de sus nidos en los aleros de los tejados de una ciudad que guarda en sus entrañas la esencia más pura de su historia, revoloteaban en bandadas por las azoteas y cubierta de un cielo que intentaba tomar el color del día.
Eran como figuras fantasmagóricas que giraban y daban vueltas continuamente, de una forma alocada, persiguiéndose las unas a las otras, dando graznidos pero sin llegar a chocar nunca, el trapecio de un circo, cuya carpa era el firmamento, formado por multitud de artistas enanos vestidos de negro. 

                                               Los vencejos el trapecio de un circo...

El cielo aún marcaba las señales calenturientas de un verano que se marchaba en sus últimos días, la desnudez de la calle era una de las notas características, solo el ruido de los carros de basura llegados de las inmediaciones de un pueblo llamado Armilla, o el olor a pan recién hecho de algún horno próximo, eran los elementos con los que la mañana se iba espabilando.

                                                     Basureros de Armilla

Una larga fila de chicos subidos en la acera de una calle del Barrio de la Magdalena, llamada Gracia, que aún conserva algo de la esencia de otros tiempos, esperaban impacientes que dieran las nueve de la mañana, para matricularse en un edificio titulado Escuela de Artes y Oficios, donde los tallares artesanales con sus menestrales al frente, maestros  dominadores de sus oficios respectivos eran objeto de todos los que esperábamos, el aprendizaje de cualquier oficio u arte para desarrollar algún día la vida profesional, o simplemente enriquecerse con el deleite,  destreza y habilidad de cualquier disciplina o técnica que pueda perfeccionar el espíritu.

                                             Clase de pintura con modelo al natural

-¿Por qué a las cinco de la mañana, había que estar en cola para matricularse?
Si estás atento a este relato, estimado lector,  te voy a desvelar el secreto de este madrugón.
La fila de soldaditos, de escasa edad y otros de edad más avanzada, se iba moviendo lentamente conforme iban inscribiéndose en cada una de las disciplinas que allí se impartirían una vez comenzado el curso.
Aquello era como un enorme acordeón, cuando desciende encogiendo todo su cuerpo.

                                                     Ventanilla de matriculación

Ya estaba llegando al puerto deseado, mis ojos disparaban rayos vertiginosos hacia la ventanilla acristalada donde un señor bedel perfectamente uniformado iba tomando nota de los nombres  y de las disciplinas y talleres que se iban solicitando.
Alguien al salir proclamó con voz estruendosa y de alegría contenida.
-¡Qué suerte he tenido!, soy el último para el taller de dibujo.
- ¡Maldita sea!, se me escapó en mi interior un grito de angustia.
Sin embargo abrigaba un halo de esperanza, de que quedara una plaza para mí.
Todo se confirmó, las plazas para el taller que deseaba se habían agotado.


Lágrimas de rabia desfilaron como gotas de cristal por mis mejillas, y más aún al llegar a mi casa donde se mezclaron con palabras de desaliento.
-¿Qué te ha pasado? Me dijo mi hermana, que era unos cuantos años mayor.
-Vamos, me cogió del brazo y en un santiamén estábamos en la calle de Gracia y en el lugar del destino.
-¿Dónde está el director?
- En la clase de pintura en el  tercer piso. Esta fue la respuesta del mismo señor que un rato antes me había denegado la inscripción.

                                                   D. Gabriel Morcillo Raya

La Escuela de Artes y Oficios daba crédito a su nombre, grupos escultóricos de gran tamaño subidos en pódium, distribuidos por el patio principal, daban fama a su nombre, chispas y relámpagos luminosos salían de los talleres de fragua y fundición, olía a óleo, a esmaltes y pintura, el golpeteo de los martillos sobre las gubias horadando la piedra eran los lenguajes que hablaban por todas partes.

                                                    Taller de talla

 Focos disparando haces de  luz sobre cada uno de los caballetes, donde se insinuaban las siluetas de una figura portando una enorme bandeja de frutas, sobre un ropaje que se le había caído, sobre el que reposaba sentado el que hacía de modelo, luciendo la esbeltez de su cuerpo desnudo, era objeto de la mirada de los alumnos que intentaban plasmar en los lienzos con sus pinceles, lamiendo en las paletas los diversos colores que necesitaban.

                                                   El dios de la fruta

Allí estaba nuestro objetivo, sobre otro lienzo el maestro también hacia su trabajo pintando al par de los alumnos.
Aquel señor me impresionó nada más verlo. El cuadro una vez terminado le pusieron por título el Dios de la fruta, y para mí un minúsculo personaje, aquel profesor me pareció un dios,  pintando otro dios, que con el tiempo se confirmaría.
Aunque en aquel momento, por mi edad, no me percatara bien de sus condicionamientos, pasados los años, trayendo a la palestra de mi pensamiento aquella figura, lo concibo como un personaje apolíneo cultivando la medida, el equilibrio, la serenidad y la armonía, minucioso in extremis, como elementos básico de su ente.

                       D. Gabriel Morcillo en su carmen  de  la Calle Plegadero Alto del Barrio del Realejo 

De buena presencia, tez morena, cabello ligeramente rizado, bigote recortado, negro como la noche, como si estuviese recién tintado, temperamento tranquilo, de habla casi imperceptible, como la suavidad de la corriente de las aguas de un río  en plena quietud, como si los pinceles que portaba en sus manos acariciando el rostro del personaje que pintaba, estuvieran conversando a través de su boca, observador, mirada relajada como el que intenta descubrir, en un abrir y cerrar de ojos, quien  es su interlocutor, respetable y muy respetado por todos sus alumnos que admiran al maestro y están atentos a todas sus indicaciones y advertencias.

                                         Granada, ciudad maravillosa

Nacido en una ciudad maravillosa como es Granada de recoleto ambiente en la que Dios prodigó sus dones y en la que todo cielo, tierra, aire y luz,  invita a la vida contemplativa y a la serena meditación, no es de extrañar que en ella se forme un hombre que lleve en sí toda la honda poesía que esta ciudad encierra.
Morcillo es todo arte y sensibilidad y el miedo de profanar estos tesoros, le hacen mostrarse reservado y tímido, al mismo tiempo que autoritario y personal, condición ésta frecuentísima en los genios.
Colocados detrás de él contemplábamos, mi hermana y yo, el trabajo que realizaba minuciosamente, sin percatarse de nuestra presencia; daba los toques a uno de los ojos del modelo, e incluso aleccionaba a sus alumnos para que vieran cómo había que dar la pincelada  con una delicadeza tal  para que el ojo se viera vidrioso con la transparencia que le hace adquirir la realidad de un ocelo que está con vida.

                                                    José Medina Villalba a los 10 años

                                                                             María Medina Villalba  hermana 

Alguno de los alumnos un poco sorprendidos de que no nos hubiera detectado, le hizo una señal frunciendo el entrecejo e inmediatamente se volvió hacia nosotros.
-¿Qué desea señora?
- Mire, señor director, mi hermanillo se ha quedado sin matriculación y desea entrar en la clase de dibujo.
- Nene. ¿Te gusta dibujar?
Tímidamente, sin apenas emerger la voz del cuello.
-Sí señor.
-Miguel. (Llamó a un profesor que había en una sala contigua).
Miguel Ruiz Molina, pocas palabras, pero gran saber, ayudante más cerca del maestro, corregía a los alumnos en silencio.
-Ponle a este jovencito una banqueta, un tablero con un folio, dale carboncillo y que dibuje ese busto de César Augusto.

                                                      Busto de César Augusto

Una llamarada de calor me corrió de los pies a la cabeza, los alumnos expectantes dirigían la mirada sobre el que iba a ser examinado, y al mismo tiempo sobre el examinador  que no era otro sino la más alta eminencia en las Bellas Artes.
Las manos me temblaban, sudaba como jamás lo hubiera hecho y haciendo un esfuerzo poniendo todo el máximo interés que pude trasladar con mis manos a la blancura de aquel lienzo de papel, dejé mi impronta sobre lo que mis ojos observaban.


D. Gabriel siguió con el  ojo y sus alumnos pendientes de sus instrucciones.
En un momento se volvió, miró detenidamente mi trabajo, se tocó con la mano la ceja, frunció el entrecejo, me miró, llamó a D. Miguel, el profesor que me había preparado la banqueta, y le dijo: este chico desde mañana lo quiero aquí en tu clase dibujando.
Aquel fue mi bautismo en la Escuela de Artes y Oficios.
Fueron muchos los ratos que me pasaba viéndolo pintar porque él sabía perfectamente lo que es ser profesor  de una materia que requiere una enorme disciplina y  entre otras condiciones saber captar lo que se quiere trasladar al lienzo.

                                                      Juan Molina Rodríguez

Unas veces pintando su propio trabajo y otras orientando y comentando a sus alumnos, de allí salieron magníficos pintores que han dejado la huella y la marca de su profesor, entre ellos podemos citar a: Juan Molina Rodríguez, Pío Verdú, los hermanos Calvín, Paco Mora, Manolito Rivera, Manolo Santaella, Bonifacio Torralbo, Sebastián Closas, Miguel Lozano, después fue mi profesor de dibujo en el tercer curso de la Carrera de Magisterio en la Escuela Normal del Ave María.
Han pasado muchos años desde que aquel niño de pantalón bombacho, saltando por encima de los bancos de Plaza Bib-Rambla, todas las tardes, se dirigía a la Escuela de Artes y Oficios, cuando un día, pasados mis cincuenta años decidí volver de nuevo a aquel nido maravilloso, donde se fabrica arte por todas partes desde que se entra por la puerta hasta que se vuelve salir.

                                                      Taller de talla  en madera 

Aquel Centro del saber artístico hecho realidad con sus diversos talleres, ya no era el mismo de mi infancia, se había cambiado de traje, un edificio moderno, con un enorme tragaluz acristalado sobre el patio, magnífica escalera de acceso a las diferentes plantas, clases perfectamente acondicionadas para los diverso talleres…, pero no tengo reparo en decirlo aquella, escuela, la que la piqueta hizo desparecer, para mí tenía un sabor más entrañable, quizás será porque los recuerdos de la infancia se rememoran con más intensidad.
Al entrar cada día, me vuelvo niño, yo diría aquel que con la mente limpia de la infancia todos las jornadas subía a la última planta para hacer dibujos al carboncillo pero sobre todo pasarme horas, siempre que podía, mirando y admirando la forma de pintar de D. Gabriel.

                                   Modelado del Dante Alighieri. Obra de José Medina Villalba

Sin embargo en los doce años que he pasado por allí haciendo cursos monográficos, me han servido para darme un buen barniz por los distintos talleres que tuve la oportunidad de pasar, y conectar con un elenco de profesores extraordinarios: José Castro, Juan Corredor, Jesús García Ligero, Adolfo, Marisa Castilla, José Miguel Fuentes, Manolo Cano, con los que empaticé y me dejaron una buena pátina de sus enseñanzas.
-Oiga, señor escritor, ¿usted no nos iba a llevar a una exposición de D. Gabriel Morcillo Raya en el Centro Artístico? Pues déjese de tantos preliminares y vamos al meollo de la cuestión y lo que tenga que contar más de su vida y milagros, déjelo para cuando hayamos visto la muestra de pintura.

                                 Juventudes Musicales en la Exposición de D.  Gabriel Morcillo

El Centro Cultural de Caja Granada, en la Acera del Casino, días atrás nos recibió a un grupo, no muy numeroso pero sí muy interesado en contemplar la exposición de D. Gabriel Morcillo Raya, organizado por Rafael de Pablos de la  Asociación de Juventudes Musicales y dirigido por la diestra mano de Miguel Arjona, Historiador de Arte.


Hacia treinta años que no se le hacía una exposición a D. Gabriel Morcillo, por lo que era ésta una muestra muy anhelada. Reunir cincuenta y nueve piezas de las que consta ha supuesto  bastante a un agrupo  de amigos muy expertos en la obra de Morcillo; nos encontramos satisfechos por haberlo conseguido, la mayoría proceden de colecciones particulares, hemos necesitado una cantidad de tiempo, para reunir un número elevado de piezas significativas a fin de hacer una manifestación de este tipo, que pueda interesar al público mayormente.
 Contamos también con el legado de la única hija que tuvo, Isabel, esta herencia se hizo efectiva el año pasado al Ayuntamiento,  aunque muchas de ellas eran conocidas en exposiciones anteriores, pero ha sido ahora cuando realmente se ha hecho realidad.

                                                  Miguel Arjona , Historiador de  Arte

Vamos a ver también documentos, algún título, el académico de San Fernando, y algún que otro legajo suyo.



Fundaciones anteriores a ésta le hicieron un homenaje con motivo del nacimiento. 
Morcillo. (1887-1973) Nació en el año 1887 y en el 1987, se hizo una exposición como homenaje. 
La Caja Provincial de Granada y la Caja General de Ahorros hicieron una celebración conmemorativa del centenario de su nacimiento, con una exposición para recuperar su figura, había sido un personaje muy conocido en la ciudad pero a largo del tiempo se había ido disolviendo, su obra estaba en colecciones  privadas y no había tenido esa manifestación pública que debía tener por la importancia como artista.



Ciento treinta años después inauguramos esta exposición que nuevamente pretende traerlo a la actualidad, y hacerlo desde un punto de vista contemporáneo para deslindar, porque él tuvo muchos seguidores en la ciudad pero ninguno estuvo a su nivel como artista, como  creador, y esto es importante señalarlo por lo que hay que ponerlo en el sitio que merece, sacarlo de aspectos locales que no ayudan a hacer una buena lectura de lo que fue Morcillo  y de lo que fue su obra.
Hemos hecho esta pequeña presentación en este lugar de la entrada porque están algunas de las piezas más antiguas, podéis observar esta obra maestra  aquel príncipe sentado que es una pieza de mil novecientos diecinueve.


El director del periódico, el Defensor de Granada, Luis Seco de Lucena  se da cuenta de la capacidad que este niño tiene, para dibujar, para pintar, y la falta de medios que había en su familia que era una familia modesta y lo anima para que se matricule  en la Escuela de Artes y Oficios.
A partir de ahí es cuando va a comenzar la formación de Morcillo como artista que se cumplimentaría con su paso por Madrid.
 Desde los primeros momentos, tiene bastante aceptación y éxito, mención merece este cartel.

                                              Cartel del Corpus de 1914

El Ayuntamiento conserva los originales de los carteles del Corpus, que le fueron premiados durante tres años consecutivos, éste es de mil novecientos catorce. 
Durante tres o cuatro años seguidos gana el concurso de las fiestas del Corpus, como podéis observa es una figura muy clásica todavía lejos de lo que sería  Morcillo, está evocado en la pintura de finales del siglo XIX, pintura costumbrista todavía sin un lenguaje propio y sin una técnica propia como veremos más adelante pero, sí es cierto, se ve la habilidad para el dibujo y para el color, lo más singular de esta pieza tan temprana, es la parte superior derecha del cuadro que va a ser muy característico en él a la hora de pintar con pinceladas largas, con las que ya veremos compone flores y determinados elementos que hacen que sus piezas sean muy características.

                                            Compás de Santa Isabel la Real

Ésta que tenemos aquí al lado es de las más antiguas, un paisaje muy raro, es el Compás de Santa Isabel la Real hecha en 1911, la dedica a un amigo, es el único paisaje que hay en la exposición y se le conocen poquísimos.
Aquí tenemos otra obra que es muy de la primera época que nos evoca a otros pintores granadinos contemporáneos a él, como son José María Rodríguez Acosta, José María López Mezquita, son los tres grandes pintores que da Granada en las primeras décadas del siglo XX al arte español, después vendrán Manuel Ángeles Ortiz, Manuel González de la Serna, y otros grandes artistas porque siempre esta ciudad ha sido cantera, de grandes genios en el arte.


Esta obra nos recuerda mucho a López Mezquita, bastante mayor que él, es una pintura costumbrista con el tema popular de gitanillos, pero vamos a ver elementos que se van a repetir, como incorporar bodegones con basares, con cacharritos, con objetos cotidianos de la casa, el pobre... El tratamiento de los vestidos va a ser muy característico, muy contrario a lo que después sería su pintura.


 Si se fijan en éste ya es Morcillo, observen la pincelada en la textura que tiene el cuadro, la propia forma de dar las sombras, el colorido en el contorno de los ojos, en los labios, en el cuello, hay un tratamiento de la textura mucho más definido también en el mantón rojo, miren la pincelada larga en la composición.
Todo esto lo veremos con más claridad en los siguientes cuadros.


Descendimos por la escalera por donde cientos de personas, desde que la exposición  está abierta, han dejado la marca de sus zapatos, nuestro grupo es uno más, que ya ha comenzado a alimentarse tomando los primeros aperitivos que nos suministra un Morcillo cuando estaba en el preludio de su carrera artística.
La iluminación juega un papel muy importante, nos hace ver con claridad las diversas obras, si a esto les añadimos la buena documentada información de nuestro guía, tenemos que decir aquello de, “miel sobre hojuelas”.

                                         El grupo absorto contempla las obras pictóricas

Nada más entrar impresiona ver la magnificencia de una luz que habla directamente lamiendo los lienzos que cuelgan, con la frescura artística de unos cuadros plagados de  personajes en los que la risa, la mirada indiscreta, cándida, piadosa, lujuriosa, sabia…, así como la Naturaleza Muerta, plena con sus frutos, de los que allí se encuentran cobran vida, ante el asombro de todos los que esta tarde nos queremos llevar, en nuestra retina, el óleo hecho vida por unas manos maestras.


Nos encontramos en la sala donde están las piezas más antiguas, son las que están más vinculadas con la realidad que vivió Morcillo, porque curiosamente al distribuir la exposición nos salió así, ésta es una sala como más real de temas más auténticos y la otra sala contigua es donde van a ver los temas más clásicos de Morcillo: orientalistas de moros, escenas de pastores, el desnudo, están más presentes en aquella otra que son el tipo de composición que tanto éxito le dio. Aquí, en esta parte lo que tenemos, es la parte de realidad porque aparece la ciudad algunos paisajes de Granada, el tema del bodegón, el retrato de algunos importantes que realizó en aquellos momentos y todo mezclado con distintas escenas.

                                           Las miradas fijas  a la visión de los cuadros

Pocas salas pueden reunir los condicionamientos de ésta en la que nos encontramos, entrar en ella es pasar de la realidad, del día a día, a la grandiosidad de un mundo donde la luz, el color, la magnificencia de personajes de toda índole, la hermosura y el esplendor del desnudo, de las costumbres y formas de vida de una época cobran vida, resaltadas por la luminotecnia que delicadamente deja sus brazos hechos fulgor, acariciando la plenitud del arte que cuelga de unas paredes que continuamente se enriquecen con lo que sobre ellas reposa, para recreo de todos los que dejan entrar por sus ojos, el óleo plasmado hace años en unos lienzos que nos trasladan, en alas de lo que vemos y de nuestra imaginación, a tiempos pasados.  
Haremos  una semblanza rápida de Morcillo y de su vida o cómo entendió el  arte y su manera de trabajar.

                                                             Cecilio Pla

Morcillo nació en 1887, con mucho esfuerzo empieza a estudiar aquí en Granada para después irse a Madrid, tuvo un primer intento en 1907 en el taller de Cecilio Pla, un gran pintor de origen valenciano, muy famoso y muy reconocido, se fue allí con intención de formarse, estuvo muy pocos meses porque no se podía permitir el lujo, de los gastos que suponía la estancia y se tuvo que volver  a Granada.

                                                   El joven  Gabriel Morcillo

Cuatro años después becado por Ayuntamiento y después por la Diputación de Granada consiguió estar en Madrid un periodo de tiempo formándose con Cecilio Pla, por allí habían pasado Manuel Ángel López Ortiz, López Mezquita, algunos artista de relieve, éste es el punto de inflexión de madurez, en este momento tenía veinticuatro años y es cuando va a absolver lo que se está haciendo en Madrid que era el punto de referencia donde iban todos los que no podían salir fuera al extranjero.
Después de esta formación vuelve a Granada, lo becan para la Academia de España en Roma que era una beca dificilísima y renuncia a ella por no irse de Granada porque  ya había decidido que se iba a quedar siempre en Granada.

                                                 Academia de España en Roma

Comienza a trabajar,  terminará siendo docente de la Escuela de Arte y Oficios, antes era Escuela de Artes Aplicadas, de la que terminaría siendo el director en la Calle Gracia, y también de una residencia de artistas que se hace en la Alhambra en mil novecientos veintitrés de la que lo nombran desde el principio director; a partir de ahí, decide definitivamente que se va a quedar aquí y que su arte va a girar en torno a la ciudad.
Era muy buen lector le gustaba mucho la literatura, leía bastante, éste sería el motivo donde encontraría los argumentos para  la creación de sus temas, porque apenas si le gustaba viajar, parece que no salió de España nunca, sí es verdad que fue a Madrid porque fue muy reclamado por el retrato  que fue el  que le dio dinero. La fama fue más por los tipos que trataba, pero sobre todo por el retrato ya que lo hizo con  buena parte de la sociedad española, incluso pintó al General Franco, un par de veces, y estos fueron su fuente de ingresos.


 Comenzamos  por esta parte donde tenemos tres retratos.  
El arquitecto Modesto Cendoya, a la derecha el Padre Andrés Manjón, en el centro un retrato  de muchacha, una de las piezas más singulares y magnificas de lo que podía llegar hacer Morcillo en estos momentos.


 El retrato del Padre Manjón es de 1919, murió en el 1923 y ese mismo año muere Cendoya, estos retratos están muy bien tratados, muy bien compuestos ya con ciertos dejes característicos de él, ya que solía dejar ciertas partes del lienzo sin terminar o con unas pinceladas muy largas que no terminaban de definirse, fíjense en las cabezas perfectamente tratadas, son figuras muy conseguidas.

                                                     Modesto Cendoya

En el caso de Cendoya lo representa con la típica plumilla de dibujo de arquitecto, aquí se ven estos papeles que eran muy característicos en aquella época, colores celestes y la Alhambra que fue el gran monumento del que Modesto Cendoya fue conservador.
 Formó parte del grupo de arquitectos que trabajaron en la construcción del Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta, él se encargó de todos los aterrazados y toda la base sobre la que se edificaría  el carmen.

                                             Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta

 Era muy amigo de José María Rodríguez Acosta, como fondo, vemos en el cuadro, la Alhambra como protagonista en la última etapa de Modesto Cendoya, esta parte de abajo está sin definir, parece que llevaba un guante, pero lo deja muy abocetado.

                                                   D. Andrés Manjón

En el caso del Padre Manjón, es un retrato muy profundo, fíjense en la cabeza del personaje, se percibe un cierto silencio, en este trabajo incluye el tema granadino  de la pequeña Inmaculada, nos remite mucho a la escritura clásica del barroco granadino, y elementos como las flores realizadas con pinceladas cortas hechas unas detrás de otras de  una forma muy peculiar.
 En el caso del retrato de la muchacha que es un poquito más tardío, época que va a ser muy prolífica, la de los veinte y los treinta, porque después tiene parones en la producción de su obra.


Ha costado mucho trabajo ordenar las piezas porque hay muchas sin fechar, otras sin firmar, es decir, no tenía un cuidado exhaustivo, en algunas lo hacía en otras las dejaba sin estos requisitos, lienzos muy aprovechados en los que por detrás te puedes encontrar otra cosa, era muy peculiar a la hora de trabajar, lo hacía de una forma muy anárquica.

                                                       Retrato de muchacha

En el retrato de la muchacha me gusta mucho por la modernidad y la capacidad de trabajar en R 18, es una pieza que se sale, no tiene nada que ver con respecto a las otras dos y en el tratamiento que le da la va contorneando, nos recuerda a lo que se hace hoy con los programas digitales de ordenador a la hora de manipular las imágenes.
 Podéis observar esta silueta morada en el contorno, otras veces la mete en tonos verdosos, y la forma de componer en zonas con mucha textura de pintura y otras en las que prácticamente no hay nada, aquí se ve en el fondo del lienzo la imprimación que tiene.


En esta sala se mezcla de todo un poco, hay gente pastoril, otras que nos remiten al concepto de la época, de las corrientes simbolistas en Andalucía, tenemos un ejemplo clave en Julio Romero de Torres.
El grupo recorríamos en silencio detrás de nuestro guía, de la misma manera que los polluelos acompañan a su progenitora, saboreando la belleza de lo que estábamos admirando, alimentadas por las palabras del orientador y conocedor  de la materia.


En este cuadro fíjense que hay como una pirámide de luz, justo hasta el techo que es el vértice de la pirámide y el resto de la pieza queda meramente sugerida.


 Remite aparte de Julio Romero de Torres a otros pintores más o menos contemporáneos, otra cosa que les voy a detallar, son las faldas suele repetirlas mucho en los modelos, si se fijan en las caras ahora lo vamos a ver en la otra sala, tenía dos o tres modelos, un señor que era el jardinero del carmen donde vivía en el Realejo, Conchita que fue una de sus modelos favorita de la que veremos varios retratos, unido al tema de las faldas, se repite también el abanico que lleva y aparece en otros modelos, todo esto hace que se cree una especie de familia muy peculiar, una clase  de arco muy cerrado en todo este tipo de pinturas que son muy singulares; llega un momento en que ves un cuadro y enseguida lo identificas con él es decir hay elementos que lo estás viendo en unos y en otros, por ejemplo las frutas que las trabajaba mucho, ahora las veremos en todo aquel frente de bodegones.
 Tenía frutas de sera y eran las que empleaba una y otra vez, las texturas de las telas que le gustaba mucho también,  las repite en un cuadro y en otro, eso mismo demuestra su intimismo y su propia decisión como la que un día tomó, cerró la puerta de su carmen del Plegadero Alto y dijo:
- Aquí me quedo no quiero saber absolutamente nada más allá de lo que me interese.


Estamos delante de una pintura que nos vuelve  a remitir al trabajo de López Mezquita y de José María Rodríguez Acosta con un tema más costumbrista como el que vimos a la entrada con el uso de los cobres, y le pasa igual con el del niño que quizás es el más orientalista de todos los que hay en la exposición.
 El orientalismo de Morcillo  es muy peculiar, esto que estamos hablando de repetir modelos llega un momento que nos habla de una especie de disfraz más que de una imagen creada o de un ambiente que es lo que pretendían los orientalistas a partir de finales del dieciocho sobre todos los franceses, Morcillo no logra hacer ver una escena real, sino que estamos contemplando a personas disfrazadas.


 En este caso del niño se acerca mucho al orientalismo clásico europeo muy anterior, desde luego, a la mitad del siglo XIX.
En estos tres cuadros utiliza de fondo un tejido para cerrarlos, cosa que venían utilizando los pintores flamencos, y los italianos del Renacimiento.




 Morcillo en este juego de texturas que le gustaba utilizar  tiene su origen al proceder de una familia de bordadoras.
 Paquita Raya, toda su familia que se habían dedicado al tema del bordado, parece que él lo tenía presente y hace muy bien el asunto de las texturas de los tejidos y los emplea de una forma muy particular, el que más  me gusta es éste por la frescura que muestra la modelo muy natural y luego un tema muy sensual con cierta carga erótica, el tema del guante y la rosa que aparece.


En este cuadro estamos viendo un grupo familiar de la aristocracia granadina es de las primeras décadas del siglo XX, es muy curiosa esta pieza porque si se fijan está bastante conseguida, está basada en este típico retrato de la gente importante de la época que quería, demostrar su opulencia y aristocracia. 

                          Escena familiar. Col. Dª Natividad Conteras y Gómez de las Cortinas  (Granada)

Fue un encargo que le hicieron, podemos observar la frescura de los personajes sobre todo de las niñas y de los ropajes, en cambio la señora aparece como el  perfil de una moneda porque cuando lo realizó fue un encargo pos morte, sería a través de alguna fotografía en la que apareciera en esta pose, y Morcillo no consigue darle esa vida que sí se ve en las chiquillas que están muy activas. 


Pasamos a los bodegones, la obra maestra  de todas las conocidas ésta, que él tituló orgullosos “soy de D. Gabriel”, el mismo se reconocía como un personaje y realmente era una figura muy respetable en la ciudad, estaba muy consagrado tenía ese  marchamo ya cuando era director de la Escuela de Artes y oficios, aquí nos lo demuestra él mismo autotitulando  este bodegón.



Es un bodegón espléndido, compendio de todos los elementos que él utilizó, está muy elaborado, hay otros más naturales, más abocetados pero también es cierto que son de épocas distintas, pero en este caso está todo el extracto, que suele utilizar, porque están desde el uso de las opalinas, los cristales del siglo XIX que fueron muy característicos en piezas de tocador y en las primeras épocas del XX, y las utilizaba muy frecuentemente, le debía de gustar mucho el color de la opalina y la emplea reiteradamente, y las vamos a ver en algún otro bodegón, donde podremos observar esa facilidad que tiene para el tratamiento de la frescura, las rosas casi se salen, casi se desprenden, son rosas como maduras con los pétalos a punto de abatirse y le da esa desenvoltura perfecta; ese trapillo que aparece casi roto con  polvo en el filo magnífica y perfectamente definido, este collar lo hemos visto a la entrada en el príncipe árabe.




Aquí tenemos otra serie de bodegones, el último con el marco más elaborado que lo firmó en Quéntar en mil novecientos sesenta, es la última pieza entrada en esta exposición.




El tema del disfraz y del pierrot es otro de los asuntos que Morcillo reitera  una y otra vez, aquí vemos una pieza que tiene más de una versión, esta pieza de la paloma muerta con el músico,  aparece también el flautista en otras  composiciones de distinto tipo. 


Vemos como trata la textura, la soltura que tiene, empastaba mucho, la obra de Morcillo es difícil de conservar porque no cuidaba especialmente ni a la hora de imprimar, si a un cuadro le faltaba lienzo le cosía y le añadía un trocito de tela, entonces origina que la conservación sea difícil; era su manera anárquica de trabajar, por ejemplo este lienzo tiene un trozo de bodegón metido por detrás, cuando lo montó en el marco consideró que no le gustaba y está colocado por detrás del cuadro.




Nos trasladamos a la sala contigua.


Las piezas de este espacio nos hablan de esa grandeza fundamentalmente oriental inspirada en las raíces  de la propia Granada, o en cualquier invento  que  le sugiriese  el pasado en el tema de la ciudad mezclado con  escenas pastoriles donde existen elementos a destacar, por una parte el tratamiento que le da a los fondos del paisaje, es muy llamativo este cuadro que parece una clara Camarasa. (Hermenegildo Anglada Camarasa, pintor catalán, representante del postimpresionismo)


 Hay otros aspectos, el tema de la desnudez tanto femenina como masculina,  es un tema muy controvertido. España siempre estuvo en esa faceta muy atrasada con respecto al resto de Europa, y el desnudo siempre había sido tabú en la pintura española hasta el siglo XX sobre todo el desnudo masculino, porque el femenino a finales del XIX se va haciendo más popular, pero es muy curioso como lo trata.


 Lo podemos ver en esta pieza de los años cuarenta, estamos en una época muy complicada, aparece con esa mezcla de sensualidad una cosa rara que no está terminada de estudiar, y que por supuesto  hubiera compradores, con una carga de sensualidad muy alta aunque también pintó el desnudo femenino.


Los personajes se repiten en varios de sus cuadros, éste que acabamos  de  ver, parece ser que el modelo era el jardinero que trabajaba en el carmen donde vivía en el Realejo.


Este otro personaje, contiguo al anterior, aparece en muchísimos cuadros.  Con respecto al  del acordeón, tengo que deciros que  estuvo su hijo ayer por aquí y dicen que se emocionó al ver a su padre de modelo.


 En estos otros vemos lo que hemos venido hablando del uso que hace de muy poquitos elementos, en composiciones en las que se destaca la damajuana de cristal con los reflejos, el tratamiento de las telas que nos recuerda a la pintura clásica barroca española de Zurbarán, este tipo de composición al final es como una excusa para crear un juego de luces y sombras, matices y colores junto al  tema de las frutas, la calabaza, las uva, que aparece en muchos cuadros.


Otra cosa llamativa es la que nos dicen los personajes, que los hay con muchos matices, desde la manifestación de la  risa irónica, a una risa más franca, en otras figuras  parece seria, como un juego muy simbólico, en otros cuadros el tratamiento es más abstracto.


Aquí tenemos a Conchita esta mujer fue su modelo preferido.


Esta parte de aquí es muy interesante por lo que hablábamos por el tratamiento de la sensualidad con el de Conchita, esta modelo que debió gustarle mucho podéis ver como la trataba desde épocas en que era más joven, hasta de más avanzada edad.


 Están estas dos obras para ver como la retrata, son unas piezas fantásticas en concreto el desnudo que está fechado en mil novecientos treinta es quizás la pieza estrella de la exposición, una de las grandes obras de Morcillo porque nuevamente vuelve a pensar en todos los elementos que puede utilizar.
 Técnicamente empleando esta pincelada tan característica, lo que hemos hablado del silueteado aquí lo vemos en verde, siluetado del que hemos hablado antes, vemos esta abstracción que es pura conceptualización, este reflejo del espejo, si nos quedáramos con esta parte del cuadro estaríamos  hablando de un cuadro abstracto totalmente no hay ninguna intencionalidad, o sea toda la  intencionalidad  pero con un tratamiento muy distinto al que tiene por encima de la cabeza u otros elementos.


 Volvemos a tener los elementos con la rosa compuesta con la pincelada corta, también hay cristal que lo repite una y otra vez, pero sobre todo es una pieza muy valiente con una cargazón en la que se puede observar una especie de ofrecimiento por parte de la modelo que se muestra con una sensualidad muy explícita mirando muy descaradamente, por llamarlo de alguna manera, en cambio allí aparece casi enfermiza en este caso con ojeras, todavía muy guapa, más retraída, la falda es la que hemos visto en otro cuadro, el abanico es el que llevan las mujeres en ese otro retrato.
Otra pieza clave, como bodegón, además del que hemos visto es éste  bien acabado, destaca sobre todo esta parte, las flores tienen como un casco metálico, más que natural una composición fantástica mezclando los tonos fríos con los cálidos, como la constitución es pequeñita y cerrada con  elementos que ya hemos visto, como son el uso  del collar y demás objetos.


Estos dos que hay a continuación, seguimos  con Conchita, aquella que está en la Escuela de Artes desde que la fundó, se la  regaló  a uno de los que eran jurado cuando entró en la Escuela, está dedicado junto con uno de los bodegones, y esta anacreóntica donde vuelve a reunir todas estas características de las que venimos hablando incluso de no acabar vemos como toda esta parte no está terminada, y lo que les decía está pintado en una época muy difícil de mucha prohibición y muy poca libertad, es un cuadro muy explícito que nos está hablando de que ahí está pasando algo de una manera muy descarada, ese señor está haciendo lo que puede pero al final se nota que hay algo extraño, es muy curioso.



Este cuadro está más estilizado aparece la pareja, con una cesta muy bonita, le crea un marco donde pone el bodegón que ya hemos visto en la otra sala con los mismos elementos.


Este es un cuadro dedicado a una amiga suya y es una exaltación a la bandera de España en un momento muy complicado, no pone el año pero más o menos es al final de la Guerra Civil, lo hace de una manera tan abstracta que no parece lo  que en realidad es, pero es una exaltación de la bandera.


A continuación otro elemento de pierrot y frac que ya lo hemos visto, cerrando la exposición con una serie de dibujos, estos tres son de los veinte y al final hay algunos de los años sesenta.


Él murió en el 1973, en el setenta  y dos se le hizo una exposición enorme en el Hospital Real que es la exposición más grande que nunca se le ha hecho, fue una especie de homenaje, ya estaba muy mayor, de hecho no pudo asistir a la inauguración porque no se encontraba bien, fue una exposición que promovió en su momento la Fundación Rodríguez Acosta,  la más grande que se  hizo en vida del pintor.


A partir de mil novecientos setenta y tres con su muerte lo que veníamos comentando antes, se va apagando se le recuerda como un pintor antiguo, rancio, no se le miran  las cualidades positivas y el hecho de estar buena parte de la obra en colecciones, el no haber hecho nunca intención en vida de haberse promocionado de otra manera, porque tuvo muchas ocasiones aparte del ofrecimiento de Roma que no quiso ir, participó en una Bienal de Venecia, fue a Nueva York con pintores como Zuloaga, Anglada Camarasa; la España de Sociales le encarga el retrato de Andrés Segovia, para la galería de pintores españoles que había en España  donde estaba Zuloaga, Zorolla, López Mezquita. 

                                        Andrés Segovia. Museo de Bellas Artes de Granada

Recibió el encargo de un multimillonario para que fuera a pintarle un palacio en Ohio, no quiso ir, toda su vida ha quedado como muy cerrada dentro de casas particulares, y todo esto no ha hecho fácil que el pintor esté donde debiera, es decir tan conocido como estos dos compañeros de los que hemos hablado, López Mezquita y José María Rodríguez Acosta.
Terminamos con la anécdota  del perrillo, que como se ve está muy bien, muy suelto. 
 Al final de la vida de la hija de Morcillo, Isabel, un estudioso de la obra le dijo:
-Isabel, ¿sabes que hay un retrato de tu padre de un perro?
- ¿Mi padre, un perro, algo que se me moviera retratándolo? ¡No sé yo! Mi padre todo lo que se moviera no era de sus modelos.
Ahí tenemos este perrillo tan gracioso, con una pincelada muy suelta y una imagen muy singular.


Espero que les haya gustado y que hayan disfrutado esta tarde de la exposición, fueron las últimas palabras del guía, acompañadas por un agradecimiento de todos los asistentes.

                                   A MODO DE EPILOGO

Ciertamente, estas cincuenta y nueve obras nos han llenado plenamente, y han enriquecido nuestro espíritu, además de contar con la buena documentación del guía Miguel Arjona junto a un grupo reducido pero muy entusiasmado por las explicaciones, deseosos de llevarnos toda la riqueza que nuestros oídos han escuchado, nuestros ojos han percibido y nuestra mente ha guardado para poder seguir saboreando en nuestros sueños cotidianos, todo lo allí disfrutado esta tarde en buena compañía.  

                                                   Hilanderas. Col.Sres. Rodríguez Acosta

En el año 1972, la fundación Rodríguez Acosta organizó una exposición cuando D. Gabriel aún vivía y en el prólogo del catálogo figuraban algunas de estas expresiones: los ángeles son los que acaban o inacaban los maravillosos lienzos de Morcillo.


Al fin y al cabo la eternidad es como una gran pereza metafísica. Algo así como una impunidad contemplativa…
¡Y cuando le llegue la hora, que todos deseamos que tarde muchísimo, con qué gusto en el cielo va a pintar con tanto tiempo por delante!  (José Mª Pemán)

                                           Pérez Serrabona. Col. Sra. de Pérez Serrabona

Morcillo fue una persona tan humilde que su extraordinaria labor, no se atrevía a mostrarla, ya que en más de una ocasión puso de manifiesto su lema  era,” pinto solo para mí, con todas sus consecuencias de gozo o de dolor”.


Su genialidad era tal que al poco tiempo de asistir a las clases en Madrid con el gran pintor Cecilio Pla, éste un día llego a decirle, “que no siguiera asistiendo a sus clases porque quizás le perjudicarían.

                                                     Gitanilla de la rosa. Col. Sra. Vda. de Seco de Lucena (1913)

Otra anécdota curiosa surgió cuando Pla le regalara  un cuadrito en el que le puso como dedicatoria esta frase: “A mi querido discípulo y maestro”.
Morcillo ni hacía bocetos previos ni dibujaba los cuadros. Los metía en color desde el principio y en los retratos lejos de comenzar como es uso y costumbre de los retratistas por el encaje de la silueta, para dentro de ella abultar masas, comenzaba por una parte del rostro, por lo general un ojo, y tomándolo como módulo proporcionaba el resto de las facciones, sistema extraño y poco aconsejable para quien no tuviese el dominio del dibujo que él poseía.

                               Retrato del poeta Carulla. Museo de Bellas Artes de Granada (1913)

Morcillo le gustaba hacer uso de la dificilísima  luz plana, es decir sin apenas contrastes fundiendo el arte y la vida.
Muchos de sus cuadros están en distintos países pero los que pudiéramos llamar “suyos” sometidos a una crítica implacable, los destruyó con tanto empeño como los creara, pues para él siempre faltaba algo en el cuadro sosteniendo que el darse por satisfecho era fracasar.

                                              Conchita. Col. D. Gumersindo Díaz Cordobés

Solía decir a sus alumnos que el pintor igual que un monje, es un asceta y su ascetismo se cifra en el logro de una perfección inalcanzable en este mundo.
Esta noche embriagado del color, la luz, la belleza y el encanto de haber pasado un maravillo espacio de tiempo contemplado sus obras, los duendecillos de la noche, los que vienen a traernos los mejores de los sueños o los más enojosos, han hecho presencia en mi alcoba y me han trasladado al carmen del Plegadero Alto donde desarrolló su vida y su obra.



Callejoncillo angosto y rectilíneo, una chispa, se anticipa a una  puerta ricamente tallada con cancela cerrada. Nos abren y al segundo doblez de la escalera puedo verle, pintando, con aire altivo de árabe andaluz señor de sueños.

                                         Calle Plegadero  Alto y entrada al Carmen de D. Gabriel Morcillo

 Va oscureciendo pinceles y paleta, maridaje perfecto, apartados están en la mesa.
Sobre tres caballetes, tres enormes cuadros, conteniendo el retrato de Modesto Cendoya, torerillo y bodegón en azules.

                                                      Torerillo

Una penumbra llena de melancolía invita más a la contemplación.
-Pasa, Pepito, me dice, esta es tu casa, ya ha oscurecido, y D. Gabriel ha encendido la luz.
-Siéntate y ponte cómodo.
Tímidamente y sin decir palabra, hago lo que me ordena.


Ya se palpan los cuadros, sus empastes previos, sus veladuras con la riqueza coloristas de un maestro veneciano, y  esa impresión de plenitud y musicalidad que me hace vibrar.
Cuando las  campanas de los conventos cercanos tocaban del Ángelus la Oración me pareció que cantaban Maitines anunciadores de largas primaveras.

                                  Convento de las Comendadoras de Santiago en Granada

Me quedé medio extasiado contemplando como deslizaba los pinceles sobre el lienzo como la mamá que besa suavemente a su bebé para que se duerma, o los enamorados dándose todo el puro amor, bajo la luz tenue de una farola  en una calleja albaicinera, y medio dormido me veía en la clase  de Artes y Oficios carboncillo en mano dibujando mientras escuchaba a D. Gabriel decirle a sus discípulos: 
-“La forma es aquello con que nace el pintor a la vida del arte y con lo que muere”.
A veces se acercaba a donde  estaba dibujando y me decía, apoyando su mano cariñosamente sobre mi hombro: Eso está bien, Pepito.


Cuando llegaba a clase, se acababa el jolgorio y aparecía un silencio que no nacía de temores ni de disciplinas rancias, aparecía una especie de “eucaristía”, como el hombre que se alimenta con el pan de la prosa y el vino de la poesía, que fueron los conceptos del arte y de su obra.
Alguien dijo que el arte atenúa el dolor aumentando la alegría, y eso se palpaba en la clase de D. Gabriel.


   
Gitanilla. Col. D. Servando Fernández Victorio

Esta tarde han llegado a la clase Tere, aquella gitana blanca de ojos verdes y su hermana más morena  gitanas del Sacromonte, modelos que los alumnos más aventajados van a pintar.
D. Gabriel mientras pinta va dando orientaciones y al mismo tiempo consejos,  “el hombre es hijo de sus obras”.


                                                            Conchita. Col. Particular

Hubo un momento en mi sueño que algo extraño intentó despertarme, más era tal el embrujo que me había trasladado a mi infancia que, fue mayor la fuerza para seguir con aquellos recuerdos gratos que me engrandecen el alma.
Aquella tarde apareció por allí el poeta albaicinero  Manuel Benítez buen amigo de Morcillo, también sabe pintar pero de otra manera, su pincel es la pluma y su cuadro un poema largo que lleva consigo y que más tarde derramará por esos mundos. Es una fuente más de nuestras fuentes pero predestinada a manantial.

                                           El poeta albaicinero Manuel Benítez Carrasco

En mi sueño sigo viendo a D. Gabriel en la clase, raspando con una cuchilla lo que a mí me parecía una grandiosa obra de arte, y ante el asombro de los presentes comentaba: “no le concedo ningún valor a la obra creada, pero sí un valor infinito al acto creador”, la obra le fue siempre indiferente, nos  decía: “Empezar, empezar, siempre, empezar. Acabar es un triste fracaso”.

                                                   Iglesia de Santo Domingo

Las campanas de la espadaña de los dominicos comienzan a doblar, está amaneciendo, es un amanecer limpio de momentos vividos en el pasado que se han hecho realidad, después de pasar una tarde contemplando una extraordinaria exposición en la Acera del Casino de mi querida Granada, y mi sueño trasladado desde el Plegadero Alto, la Escuela de Artes y Oficios junto a mi entrañable Realejo, como un trío juntos, en perfecta unidad se han hecho realidad.
Mientras me voy desperezando e intentando incorporarme aún sigo escuchando frases salidas de su boca que son normas de vida para marchar por el mundo.


                                                    Campo del Príncipe. Señor de los Favores

“Siempre ha sido mi ambición pintar las cosas y no los conceptos de las cosas”.
“He dicho muchas veces que la más difícil tarea que Dios quiso confiar al hombre, es esta de pintar”.
“El artista necesita de la presión que una vida difícil ejerce sobre él: como el limón necesita ser estrujado para dar su zumo”.


                                             Motivos hogareños. Col. Sres. de García Vicente  (Málaga1951)

“Soy un hombre con el suficiente talento, a quien le trae sin cuidado lo que sobre mí opine la gente sin talento”.
“Me molesta cuando me preguntan si trabajo, yo no trabajo, gozo y sufro en mi estudio”.
“Estoy en afirmar que la duda es la única postura humilde de la inteligencia”.



“El orgullo (que no tengo) y la vanidad (que tampoco la siento) no es más que un privilegio de los tontos.
Mientras medio despierto, embriagado por el embrujo de la velada que he echado  en casa del gran maestro del arte y la sabiduría, me deslizo por el Campo del Príncipe, con un Cristo que me mira al pasar y me sonríe, porque Él que lo vio tantas veces transitar camino de su carmen, también se siente satisfecho.  
                         

SEMBLANZA DE DON GABRIEL

Entre arcángel y hombre, tu figura
toma, al azar, sin un afán de brillo,
del hombre, lo moreno y lo sencillo
de San Gabriel, el nombre y la figura.
Éste te dio, para pincel, su parte
de majestad, de pluma y arrogancia;
¡y qué bien unes, a tu eterna infancia
la plenitud perfecta de tu arte!
Te dio el hombre su fuerza y su apostura,
para ceñir la gloria de tu nombre
con cinturón de humana arquitectura.
Y aún dudo, al verte, maestro del pincel,
si el arcángel Gabriel se hizo en ti hombre,
o el hombre se hizo arcángel San Gabriel.

A D. Gabriel Morcillo con mi admiración y cariño.
Manuel Benítez. Granada, 19 noviembre 1946.

                          José Medina Villalba.

                                      REPORTAJE FOTOGRÁFICO




























































                                                             José Medina Villalba