miércoles, 27 de diciembre de 2017

UN VALLE EN PRIMAVERA PERENNE LLAMADO LECRÍN


                            LECRÍN.  Iqlïm al –Usär (Ditrito de la caña de azúcar)

    
                                                              Fuente de las Granadas

 El otoño se encontraba escondido, avergonzado, sin querer entrar en escena, porque el verano se hallaba “a gustito”, sin lluvia ni viento que le molestara,  de pronto, uno de estos pasados días, un viento frío vino del Polo Norte y dijo: a este otoño lo voy a espabilar yo, le ha dado un empujón y lo ha sacado de detrás de las bambalinas en las que se encontraba y bruscamente, a todos nos ha dado el susto, hemos tenido que dejar el bañador y el bikiny de una sola pieza, para sacar del fondo del baúl, o del armario de tres, dos, o una puerta, y hemos  cogido la bufanda para poder salir a la calle.




-¿Nada más que la bufanda?
-Hombre, es un decir, esta pieza es la última que nos colocamos después de ponernos todo lo que exige ésta nueva época del año.
Alguien me está reclamando que lo saque de paseo, máxime en una mañana dominguera, recién parido diciembre.
- Me da igual donde me lleves, pero sácame de mi estancia, porque te vas a quedar sin mí, y cuando decidas retirarme del lugar donde estoy anclado te vas a llevar un susto desagradable, porque mi corazón se habrá detenido.
-No seas, querido lector, mal pensado, yo no tengo secuestrado a nadie, es mi coche que me reclama salir para que no se le venga  abajo la batería.

     No me apetecía, pero contemplando el día tan magnífico, un sol que se colaba por cualquier lugar de mi estancia sin pedir permiso, decidí tener en consideración su propuesta.
     Cúllar Vega está a tiro de piedra de la capital, bueno más bien a tiro de honda, marché en busca de mi amigo Vicente gran conocedor de la zona que íbamos a visitar, además para ofrecerle y que conociera,  el nuevo acompañante de cuatro ruedas que acabo de comprar.



     En medio de la carretera que se llama, Bailén-Motril se encuentra nuestro destino, es un lugar a medio camino entre Granada y el mar, donde un valle que huele a azahar nos indica cual es la ruta  para llegar al piélago.
    Caminar sin mover los pies, llevado por alguien que se desliza sobre cuatro neumáticos es un placer, el agradable olor que desprende a recién parido, la suavidad del mando con el que le tienes que dar las órdenes para que siga el camino correcto, la serie de botoncitos para que nos recree con la música que nos apetezca, la emisora que más anhelemos, o el teléfono para hablar sin tener que tocarlo.


                                                   Valle de Lecrín. Castillo de Lojuela 

     ¡Has visto, hombre! Me dice mi Polo, recién llegado a mi hogar, te has quitado de encima el muerto que tenías, ese maldito, el muy pillín no hacía nada más que traerte quebraderos de cabeza, sacándote los dineros, un día sí, y otro también en la enfermería, ya verás cómo conmigo no tienes esos problemas.


                                                           Suspiro del Moro

     Para bajar al mar primero hay que subir, llegar al puerto donde Aixa le recriminó a aquel hijo que tanto quería y al que le apoyó siempre para que cogiera el poder, en la lucha contra su padre Muley Hacén, pero ahora una vez derrotado se marcha con toda su comitiva en dirección a Las Alpujarras.
-Oiga, me dice mi coche.
Cuénteme esa historia que es la primera vez que paso por aquí y la desconozco.
-¡Pero hombre!, si esa la sabe todo el mundo.
-Sí, pero a mí me han alumbrado hace un rato.
-Aixa le dijo a su hijo Boabdil, viéndole llorar, cuando llegaron a un altozano desde el que se divisaba por última vez la ciudad de Granada,
-“Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”.


                                                Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra
    
   Eran las dos de la tarde cuando Bobdil salía de la Alhambra con todo su séquito, por la puerta más próxima al Genil. Allí roto de dolor se bajó del caballo, e inclinándose ante el Rey  Fernando, el de Aragón, y todo el séquito de nobles intentó besarle la mano, mientras le entregaba las llaves de la ciudad. El Rey, sosteniéndole lo incorporó para evitarle la deshonra, tomó las llaves, se las entregó a la Reina Isabel, ésta a su hijo Juan y éste al Conde de Tendillas que sería nombrado alcaide de la Alhambra.


                                                            Rendición de Granada

    Hacía un frío que pelaba, hasta las palabras se congelaban, el río Genil dejaba en el aire un halo de humedad que penetraba en los huesos, los estandartes, pendones y demás faldones y acarreos de ropajes que portaba el séquito real estaban completamente tiesos, “más que la mojama”, no así el de la escolta musulmana, cuyos turbantes, capas, suriyah de lana de color negro, se dejaban llevar por la tristeza de los que los portaban, se habían debilitado y distendido, por la aflicción e infortunio del momento.  
    Todo, lo que ocurría en aquel  momento era lógico, alegría contenida sin exteriorizar, por parte de los conquistadores, y tristeza sensiblemente manifiesta por parte de los vencidos,


                                                            El suspiro del moro

de una Granada bella en aquellos momentos, con una Sultana Alhambra contemplando el cambio que a lo lejos se divisaba pero que le impedían bajar a hacer acto de presencia porque se  lo obstaculizaba la muralla.


                                                 La Alhambra a lo lejos contempla la entrega de la ciudad

     Una Granada, que ha sido vilipendiada por los cambios sufridos a través de los tiempos, pero por más que se empeñen  en quererla maquillar con las sombras de las brochas del mal gusto, siempre va a salir airosa por la belleza que la Naturaleza le ha dado.
     Aquí está el testimonio. Esa Granada de la que después han dicho de ella maravillas importantes personajes: “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada” Francisco de Icaza.



“Todas las ciudades tienen su encanto, Granada el suyo y el de todas las demás”. Antonio Machado.



“Si tuviéramos que visitar una sola ciudad en España, esa debería ser Granada”. Ernest Hemingway.


                                                                 Ernest Hemingway

“Granada emociona hasta deshacer y fundir todos los sentidos”. Henri Matisse.


                                                             Henri Matisse

    “Granada, más deslumbrante que la flor, más sabrosa que la fruta de  la que toma su nombre, parece una virgen tumbada al sol”. Alejandro Dumas.


                                                             Alejandro Dumas

      “Las lágrimas me subían a los ojos, y no eran lágrimas de pesar ni de alegría eran de plenitud de vida silenciosa y oculta por estar en Granada” Miguel de Unamuno.
   
                                                               Miguel de Unamuno 

“No sé si llamé cielo a esta tierra que piso, si esto de abajo es el paraíso ¿Qué será la Alhambra, cielo? Lope de Vega


                                                               Lope de Vega
     
     “Granada está indefensa ante la gente, pues ante los halagos nada ni nadie tiene manera de defenderse “. Federico García Lorca.


                                                                 Federico García Lorca
     
     “Todo curioso viajero guarda a Granada en su corazón, aún sin haberla visitado”. William Shakespere.



     “Granada, la puesta del sol más bella del mundo”. Bill Clinton.



     “Granada es como la novia de cristal de nuestros sueños, todo el que la ve, tiene la ilusión de volver a verla”. Chateaubriand.


                                                              Chateaubriand
     
“Granada es un tesoro y permanecerá en mi mente como el más bello recuerdo por mucho tiempo”. Michelle Obama.



     Toda esto circulaba en nuestra conversación cuando cruzábamos el  Puerto del Suspiro del Moro.
Había que frenar de vez en cuando los caballos del Polo, porque pronto se montaba en los ciento veinte kilómetros, y los guardianes de la carretera, diligentes, ocultos entre los lugares más inhóspitos, te hacen la foto  y los puntos caen y los billetes también.


                                                             Los humedales del Padul
                                                           Piedra Ventana
     
     A la izquierda se quedarían los arenales del Padul con sus famosos humedales y el sendero del mamut, las canteras de arena y Piedra Ventana, y a pocos pasos y muy cerquita Dúrcal con su famoso puente de hierro de Alexandre Gustavo Eiffel.


                                                       El puente de hierro de Dúrcal
   
      Dúrcal es la brillante perla del Valle de Lecrín, durante el siglo XIX se convirtió en la población más importante del Valle al ser zona de paso y parada del tranvía que unía la costa granadina con la capital, destinado al transporte de mercancías provenientes del puerto de Motril. Desde Motril hasta Dúrcal se trasladaba la mercancía por el teleférico y desde aquí a Granada por medio del tranvía.


                                                      Teleférico de Motril a Dúrcal
    
     La famosa cantante Rocío Dúrcal dicen que eligió al azar entre los pueblos de España uno para agregarlo al de su nacimiento como apellido  artístico, y haciendo que  su dedo actuara como la lengüeta de una ruleta sobre un mapa, vino a posarse en éste pueblo que le tiene dedicada una calle, una estatua, y elegida hija adoptiva. Existen otras versiones sobre la elección de esta localidad para su apellido.


                                                      Escultura dedicada a Rocío Dúrcal

     Un enorme cartel en la autovía nos indica las posibles desviaciones que podemos tomar como son Nigüelas, Padul, Albuñuelas, Melegí, Restabal Saleres.
    Nosotros, lo teníamos claro, esta mañana era el Valle con sus diecisiete pueblos reunidos en ocho municipios  


     Seguimos llaneando, entre conversaciones animadas mientras un amplio panorama se nos va abriendo ante nuestros ojos, comenzamos a descender, el cielo con un azlul intenso es el mejor toldo que nos cubre, mientas los picos de Sierra Nevada, todos completamente blanqueados y dejando en el aire el brillo intenso de su albor, se asoman por entre las montañas más cercanas para seguir nuestra ruta.



     Corre un vientecillo que se sale un poco de lo normal, por cualquier lugar que diriges la mirada, la sombra de D. Quijote se agiganta atacando a los enormes molinos de viento que no mueven piedras que trituran granos de trigo, sino que fabrican kilowatios de electricidad.



     El Valle de Lecrín es la bisagra que conecta Granada con el mar.
   Cuando no existía la autovía, cuando los viajes se hacían más reposados sin agobios de prisa ni de velocidad, a ver si se tardaba menos o más tiempo en llegar, en nuestro seiscientos íbamos los domingos a la playa.


 Era obligado entrar en el Valle, recorrer sus callejas, olía a pueblo ancentral, olía a pan recién hecho, a corral, a cencerros de vacas, y mugidos que salían de los establos, a cacareo de las gallinas, a piaras de cabras y ovejas que salían a pastar en los prados próximos, a olor a jamón serrano que emergía por los respiraderos de los secaderos, a ladridos de perros, mientras nos dirigíamos a buscar el horno moruno,


                                                           Horno moruno de pan

 para comprar la torta de chicharrones que sería el acompañante al que le iríamos dando fin, mientras nuestros utilitario se iba comiendo los kilómetros de carretera hasta llegar a la playa, y nosotros el rico sabor concentrado en todo lo vivido en el pueblo.

     Esta mañana le pregunto a mi acompañante, al que aún no he presentado, se llama Vicente Arroyo Valero, es un artista consumado: bohemio, soñador, como suelen ser todos los artistas, a veces con las fantasías de un niño, otras con la madurez de un adulto, otras sabiendo sacarle poesía a cualquier nimiedad de la Naturaleza, utilizando sarcásticamente palabras de doble sentido, domina todas las facetas  del arte: pintura en todas las ramas, ceramista, dorador, escultor, restaurador, licenciado en Bellas Artes, estancia que le sirvió en la Facultad para enseñar a profesores y alumnos sus profundos conocimientos en todas las dimensiones  artísticas, realmente a él no le hacía falta ningún título de Licenciado, porque desde siempre fue, sin  pisar la Facultad, un gran licenciado.


                                                            Vicente Arroyo Valero
   
 -¿Qué es lo que tiene el Valle para ti, que es lo que hay que ver aquí en este Valle?   
    Vicente se me quedó mirando, un poco pensativo, como si quisiera rebobinar todo lo que tiene grabado en la amplia cinta de su vida, para traer, a través de sus palabras, lo que él ha presenciado, experimentado, recorrido por estos lugares, nunca olvidemos que las raíces de Vicente se encuentra en la perla del Valle  que es Dúrcal.


                                                       Valle de Lecrín. Presa de Béznar

-Pues, amigo Medina, lo tiene todo: Sus miradores, sus sierras, sus pueblos, sus fiestas, su flora, sus ríos, sus rutas, su patrimonio, su gastronomía, sus lugares para divertirse, un sinfín de sitios para disfrutar, tanto con sus gentes como con el valle en sí mismo, 


                                                      El Valle de Lecrín

lleno de vegetación, agua y sol pocos lugares hay en el mundo que en sólo quince kilómetros, se pueda pasar por todos los climas que existen: cálido, templado y frío.

                                                           El Valle de Lecrín

Comenzamos a descender, la señalización de la carretera nos indica como velocidad máxima noventa kilómetros, y después de atravesar un largo puente, el Viaducto RíoTorrente tomamos desviación a la derecha.




Siempre que paso por aquí la torre de la Iglesia de Mondújar, es el fiel retrato del alminar, cuando por estas tierras anduvieron los musulmanes, y los toques de las campanas que cabalgan sobre lo que fue el minarete, las  sustituyo por las del muecín que deja en el aire la notas de una sinfonía hecha palabras en árabe, llamando a la primera oración del día.


                                  Al pie del Castillo de Mondújar, estuvieron enterrados los último reyes moros

 A este lugar  vino a refugiarse Boabdil y aquí aparecieron las tumbas de la realeza y los restos de Moraima, cuando se atravesó  la modernidad con la autovía, para sacarlos a relucir después de varios siglos de estar escondidas.
El castillo que mandó construir Muley Hacén, cuando vino a refugiarse, después de la contienda con su hijo Bobdil, tenía jardines y huertas.



Vamos dejando atrás Mondújar, Talará la famosa Venta de Natalio, donde era casi obligado venir a tomar el sol y comerse un rico choto al ajillo, entrar en Chite recorriendo sus callejas estrechas, y observar el sistema publico de limpieza, cada señora con su escoba en la mano cumpliendo con dejar el roal próximo a su vivienda más limpio que los chorros de oro, mientras el gato buen observador desde el portal contempla nuestra presencia.


                                                       Sistema público de limpieza

 Las callejas cada vez se estrechan y nos da la impresión, que los costados del que nos lleva, va a lamer las encaladas paredes de las casas;



 recorremos sus dos barrios, su pequeña iglesia, estilo mujedar del siglo XVI, el carrito de metal que descansa paciente sobre la pared esperando que llegue su jornada de trabajo,





                                               Iglesia mudéjar del siglo XVI de Chite 

el perro intranquilo que nos ladra continuamente porque cree que le vamos a sisar su hacienda, mientras su dueño no se inmuta en detener su lenguaje hecho ladridos,



 el rincón del huerto donde pacientemente la silla de anea, hermanada con otras de estirpe moderno, esperan pacientes que el labriego venga a reposar después de una jornada de trabajo. 



     Los naranjos en plenitud, preñados en el último mes de embarazo, asoman su multitud de cabecitas perfectamente redondeadas, vestidas con trajes de color aloque, arropadas por el verde intenso del habitáculo donde moran; son hojas que brillan con un color intenso, completamente limpias recién salidas del baño que la lluvia prodigiosa tan ansiada ha venido a sacarlas del letargo en que se encontraban, agobiadas por el polvo que el largo otoño les había dejado.



  Aún perduran los centenares de gotitas del último aguacero, son perlas redonditas que brillan intensamente, hay infinidad  de minúsculos espejos donde se recrea y se viste de colores el arco iris. La multitud de naranjas con sus perlas relucientes, como collares minúsculos en cada una de las hojas nos saludan moviendo sus cabecitas impulsadas por la brisa que viene del valle.



Melegí nos espera poniéndose por montera un ramaje de naranjas, mientras otras sollozan y se lamentan  en el suelo.
Naranjos y más naranjos como fieles guardianes de la carretera perfectamente alineados dan cobijo a a nuestro caminar.




    Nos adentramos en Melegí, la carretera aunque estrecha y con un sin fin de curvas, habla perfectamente con el lenguaje de sus señalizaciones.



Oímos voces de alegría, un aleluya que sale  por la puerta de la Iglesia de San Juan Bautista, es domingo y la gente asiste a la celebración de la misa.  La iglesia se construyó en el 1562- 67, portada barroca y ardió con la rebelión de los moriscos. La nueva armadura más simple que la anterior, quedando como testimonio los escudos del arzobispo Pedro de Castro en el testero del altar mayor. 


                                                               Iglesia de Melegí

Suntuosa debió de ser su primera armadura hecha por el buen alarife Francisco Hernández sustituida por la actual de limabordón a los pies y mohamares a la cabeza, con nueve tirantes dobles. Tiene algunos altares y retablos barrocos siendo el más importante el del altar mayor, de la primera mitad del siglo XVIII con decoración de estípites y todo dorado.




                                                      Retablo y artesonado de la iglesia

Mi acompañante, Vicente, me señala las restauraciones que realizó, hace bastantes años, en el altar de San Antonio, donde la imitación al mármol de las columnas y todo el dorado fueron obra de sus manos. 


                                              Altar restaurado, por el artista, Vicente Arroyo Valero

Las voces de un pueblo, reunido en el templo, en este domingo, antesala de la Navidad,  hicieron llegar a mis oídos y a mi mente un ¡Aleluya!  que por momentos me impulsaron a meditar, en la alegría que se respiraba, gente mayor y otra de mediana edad, e incluso un bebé tiernamente en brazos de su madre.



    La torre se levanta a la derecha de la cabecera con tres cuerpos más el de campanas, cuyos vanos llevan enjutas con azulejos.



     Había que ver el cementerio antiguo, prácticamente como un pañuelo por su minúsculo tamaño, fue totalmente imposible, las atrocidades de hordas cavernícolas y salvajes, habían cometido atrocidades, con psicofonías, espiritismos, levantando sepulturas, habían obligado a cercar el recinto.



Teníamos que descansar un poco y recuperar fuerzas, junto a la chimenea de un restaurante que se ha convertido en el mayor de los naranjos, no podía tomar otro apelativo, luciendo a sus puertas el rico producto que aquí se cría.



A nuestros pies la vega repleta de naranjales y allá arriba por encima de los últimos caseríos, tímidamente asoma la cabeza el blancor de la sierra, jugueteando con un montón de cúmulos blancos creando un bello cuadro pictórico.


                                               A nuestros pies la vega cubierta de naranjales

    Había que  alimentar no solo el espíritu, disfrutando de la mañana, sino también el cuerpo. Una ensalada, con un collar de medallones de carne cubiertos de guarnición, imprimirían energía para continuar recreándonos en las bellezas inigualables de este paraje encantador.



Contemplar el Valle desde un sofá, al aire libre es todo un deleite, en un pasadizo donde los naranjos dejan en la atmósfera las diversas tonalidades de colores con las que se cubren, se respira un aire cargado de pureza y la vista se recrea en el próximo pueblo que nos espera.





Hay que apoyar el cuerpo sobre uno de los pilares, separadores de la  baranda para proteger a los transeúntes del campo inmenso de un mar de olas con navíos portando millares de pasajeros repletos del rico néctar en sus entrañas, pilares decorados con motivos de cerámica con esmaltes de diversos colores, haciendo juego con el paisaje.



Varias motos supieron transportarme, siendo fieles compañeras de mi labor en el pasado, todas cumplieron y se marcharon, no es mía ésta que con su color compagina con el entorno, pero me hizo ilusión saludarla poniendo mis pies sobre ella.



La cámara de mi acompañante, Vicente, también se alimenta engullendo todo lo que nos circunda.




Allá al fondo Restabal, iluminado por los rayos de un sol que acaricia las encaladas casas del próximo pueblo, parece una pequeña maqueta plantada al pie de la montaña, ataviada con el verde de los pinares, con su torre de la iglesia erguida povoneándose ante la multitud de ventanitas, que puntillean a modo de minúsculos puntitos las fachadas de las viviendas, mientras un desnudo árbol se coloca en medio de este enorme lienzo intentando robarnos parte de nuestro pictórico cuadro.



                                 Allá al fondo Restabal iluminado por un sol, que acaricia las fachadas de las casas

     Un desvío a la derecha nos permite después de pasar por Saleres llegar a Albuñuelas.


                                                         Las Albuñuelas


   Pueblo blanco situado al Oeste del Valle de Lecrín, está considerado como el “Pulmón del Valle”, es un privilegiado  lugar que cuenta con enclaves desde donde se pueden contemplar admirables vistas, así como paseos por un bosque de pinos y olivos centenarios, arrullados constantemente por el rumor que producen un sinfín de manantiales y arroyos, que junto al río Santo, forman un verdadero paraíso acuífero. 

     Es un placer también visitar lugares como el Castillo y divisar desde allí la silueta de los tres barrios de las Albuñuelas: el Alto, el Bajo y el de la Loma; o bien adentrarse por sus angostas y estrechas calles, huellas de un pasado medieval, repletas de rincones pintorescos de singular belleza, acompañados por la amabilidad y hospitalidad de sus gentes.


                                                       Angostas y estrechas calles 

     Nos llamó expresamente la atención que algunas de sus casas estuvieran  inclinadas como si se quisieran caer de espaldas, aquello aunque teníamos conocimiento producto del famoso terremoto que ocurrió el 25 de diciembre de 1884, y afectó especialmente a Albuñuelas, Murtas y Béznar, por el alto nivel de destrucción que causó en ellos.



                                                    Albuñuelas después del terremoto de 1884

Hubo muertos tan solo en los dos primeros, pero multitud de heridos en todos los pueblos del Valle de Lecrín, hasta el famoso Puente de hierro de Dúrcal tuvo que ser reparado.
En las Albuñuelas el 70% de las casas en completa ruina, el 6% de muertos y el 30% de heridos.

                                                               Albuñuelas

    Nuestra visita a Albuñuela tenía como misión especial poder conectar con alguna persona longeva que nos pudiese narrar sucesos del pasado, que por tradición, oral o escrita,  hubieran ido transmitiéndose de generación en generación..
Preguntamos a un señora que barría el portal de su casa y nos llevó al Barrio Alto, a casa de una anciana que vive con su hija para poder interrogarla.



  La primera objeción que me hizo es que si su nombre no figuraba en ningún sitio, estaba dispuesta a contarnos muchas cosas del pasado y del terremoto.
 Prometimos hacerlo así, y esta mujer de estatura pequeña, peinada con roete, blanquendo la cabellera por los años que pregonaban  su edad, con una habilidad especial y lenguaje pueblerino, pero plagado de sabiduría nos fue narrando lo que a continuación os voy a transcribir.
La muerte del cura.

                                                                 Albuñuelas 
     El cura estaba sentado en un sillón junto a la lumbre y próximo a él su cuñado el maestro de escuela, sintió el estremecimiento e instantáneamente se hundió la casa, sepultándolos entre sus ruinas.

                                                           Terremoto de Albuñuelas

     En una habitación próxima estaba la prima del cura, que quedó enterrada hasta el pecho en los escombros y pasó la noche en esta terrible situación, porque las autoridades y los vecinos no pudieron extraerla en aquellos momentos colocando en la tierra sobre la cabeza un farol encendido.



  Allí en aquel espantoso silencio de sepulcros que siguió a la catástrofe, la desgraciada señora oyó por el espacio de media hora, el rezo del cura que sepultado bajo los escombros a sus pies se encomendaba  a Dios. A la media hora cesó el rezo. El infeliz cura había espirado.



Aunque sacada de la terrible situación al día siguiente la pobre señora no pudo resistir las terribles consecuencias de aquella noche de espanto y murió en el pueblo de Saleres donde se había ido a llorar sus desventuras.
Otro suceso que nos contó esta dicharachera señora nonagenaria, fue el siguiente:
Un vecino del pueblo llamado Juan García Jiménez, estando durmiendo tranquilamente en la cama, sintió un ruido espantoso y un terrible golpe en el pecho, era la techumbre de la alcoba, se había desprendido teniendo la fortuna  de no resultar herido, se levantó trabajosamente y como puso salió de entre los escombros. Se dirigió inmediatamente y a tientas, porque la oscuridad era espantosa hacia la plaza donde se encontró gran parte del pueblo llorando y dando grandes alaridos que espantaban al espíritu más fuerte. 


                                                                Albuñuelas

     Allí cerca del palacio del arzobispo halló a su amigo Manuel Durán escarbando en los escombros de una casa donde aquella noche había el velatorio de un niño muerto. Aproximándose otros vecinos pudieron extraer de las ruinas a Ceferino Quesada Castilla sin que fuera posible sacar a los otros que allí estaban sepultados. Nos dirigimos después hacia otra casa hundida, entre cuyos escombros se escuchaba espantosos gritos y pudimos extraer a Antonio Castillo y su madre.


     Se acordó de su tía Aurora cuya casa también se encontraba en ruinas y con auxilio de Juan Ruiz, lo amarró con una soga por la cintura lo descolgó por la chimenea, estando en esta operación cayó sobre él una gran cantidad de materia, haciéndole perder el equilibrio tan fuerte golpe y allí se hubiera muerto si su compañero Ruiz no hubiese tirado de la cuerda. Lastimado y aturdido cuando se repuso, vino a Granada a comunicar la noticia y hasta los tres días no llegaron los primeros auxilios.


                                                               Albuñuelas

  Llegaron algunos fondos para auxiliar a las personas que se habían quedado absolutamente sin nada, estas ayudas las recogió el señor alcalde, como era del partido conservador, en lugar de entregarlas a los damnificados se las repartió entre los del partido conservador.
Corruptos los ha habido en todas las épocas. Qué le vamos a hacer, la historia se sigue repitiendo en ese aspecto.


                                                 Damnificados del terremoto de Albuñuelas

Había que continuar, la tarde abreviaba, el sol se iba  adormilando y teníamos que llegar a nuestro objetivo final.


                                                     Caminando hacia Pinos del Valle

Los gigantescos pinos van a ser los que nos contemplen al ir ascendiendo, entre las diversas curvaturas que serpentean enroscadas a la montaña, mientras en la lejanía los pequeños pueblos esparcidos por el valle se abanican con el aire que esparcen las aspas de los modernos y descomunales mastodontes molinos de viento, a los que jamás D. Quijote se habría atrevido a desafiarlos, porque nunca podría haber alcanzado sus aspas.



  Pinos del Valle nos saluda, no tuvieron  los ancestros de estas tierras, que con tal nombre lo bautizaron, dificultad alguna para elegir el sello de reclamación para nombrarlo, porque hubiera sido totalmente ingrato elegir otro cualquiera, cuando solamente los pinos, eufóricamente desarrollados, cubren el cuerpo de este pueblo, algunos se pavonean y jactan de impedirnos la visión del paisaje que pocos kilómetros atrás nos lo permitía.


                                                    Lavadero público de Pinos del Valle

Solo se escucha el murmullo del agua que corre por el lavadero público que ha quedado como monumento histórico del pasado, pero se echa de menos el cuchicheo de las mozas comentando las aventuras amorosas que circulan por el pueblo, la gresca que tuvieron la María y la Pepa del barrio alto, por una pelea de sus chicos, o el sermón del domingo por el joven cura párroco que viene de la capital con aires de modernidad,



 en el que no todas las presentes estaban de acuerdo, sobre toda las mujeres ancladas en las tradiciones del pasado, y en una moral que no encaja en las mentes de la juventud que prolifera con   aires de renovación; el golpeteo de la ropa sobre la  dura piedra de lavar, al ritmo de los cantos populares seguido a coro por el grupo de las zagalas más jóvenes que impregnan el ambiente con los villancicos de Navidad.



                                                          Cristo del Zapato

     Pinos del Valle tiene una posición estratégica, se encuentra  colgado sobre la presa de Béznar, y arropado a la sombra del monte Chinchirina, coronado por la ermita del Cristo del Zapato, formado por tres barrios Alto, Bajo y las Eras desde donde se pueden disfrutar las mejores vistas del pantano y del resto de la comarca. Posee numerosos manantiales que riegan sus fructíferas tierras, y la abundancia de olivos, almendros y agrios, le dan una gran riqueza constituyendo la base de la agricultura. 
La torre de la iglesia terminada en una cúpula redonda, próxima a la carretera  es una de las tres que existen ya que cada barrio tiene su iglesia propia.



Un abanderado de rodillas, agitando un estandarte que jamás ha ondeado, por grandes y fuertes que hayan sido los vientos,  porque el peso del bronce se lo impide, nos indica el camino a seguir hasta llegar al pantano, comúnmente denominado Presa de Béznar.


                                                            El abanderado

El pantano se ahoga solo, y aunque parezca un contrasentido, esta es la realidad, se ahoga por falta de agua, es un ahogo lento que nos deja ver lo más íntimo de sus entrañas, la sequía enorme que padecemos lo ha debilitado y por el canal del aliviadero no se derraman apenas lágrimas.



Impresiona la gran mole de cemento que empuja y hace esfuerzos por contener lo millones de metros cúbicos de agua allí hechos prisioneros, que serán la alacena que almacena el alimento que haga fructificar las tierras y los productos de aquellos entornos.

                                                               Presa de Béznar

La Venta de las Angustias, punto obligado de descanso de los domingueros, los que íbamos a tomar el sol a la playa, para volver hechos sardinas convertidas en espetos, con las ampollas a flor de piel y al rojo vivo, duerme el sueño eterno al dejarla abandonada la nueva autovía que ha arrasado con toda clase de negocios que se adherían a la antigua carretera.


                                        La Venta de las Angustias duerme el sueño de la eternidad

      Hay un silencio enorme, solo el graznido de los grajos, el zureo de alguna paloma que anida por aquellos entornos, es el único lenguaje que se percibe, sus llamadas resuenan, en la serenidad y tranquilidad  como si se rasgara una tela, sus ruidos son continuados como el agua de un arroyo, también vemos varias decenas de cuervos que con la caída del sol se reúnen allí y salpican con ásperos y negros rotundos croares que rompen la armonía del entorno.


                                                        Grajos en el puente Tablate

La ermitica de las Angustias sigue allí toda blanca e inmaculada esperando la llegada de aquel que cumple con una promesa, del labriego que espera el milagro de  la lluvia, y le ofrece una bolsa de castaña, o del matrimonio emigrante venido de la Argentina a pasar unos días y no quiere marchar sin dar un adiós de despedida a la Reina del Cielo. Ramos de flores y numerosas velas de color rojo encendidas le dan vida y pregonan a los cuatro vientos que está en actualidad.


                                                         Ermita de las Angustias

  Hace un tiempo fue asaltada por unos desaprensivos que quisieron llevarse el dinero del cepillo haciendo un butrón en la parte posterior próximo al altar, pero la fuerte armadura del cepillo que contenida las prebendas monetarias, que le dejaban los visitantes, se lo impidió.


                                                 La Virgen de las Angustias de la ermita

     La vista se pierde entre la oscuridad y la maraña de zarzales y matorral que puebla la drástica pendiente que forma el curso del barranco de Tablate. Sólo se percibe el sonido de los pájaros y del agua que se intuye en la profundidad del abismo situado a un centenar de metros más abajo. Caminar por la estrecha calzada bordeada por pretiles de cantos rodados, es franquear la verdadera puerta de entrada a Las Alpujarras, la ruta de los moriscos, el paso estratégico para el control de un territorio cuyo nombre en árabe significa “indomable”.


                                                        El autor de este post, en el Puente Tablate

El puente nazarí está oculto, hay que buscarlo, asomarse al pretil de la antigua Carretera de Motril, para conocer y disfrutar de uno de los lugares más transcendentales de la historia de Granada Medieval, encuadrado en un paisaje donde la biodiversidad de la ribera, tajos y roquedos, se hacen patente con una simple mirada. 
                                          Los dos puentes de Tablate, el antiguo y el moderno

Se oyen los cernícalos, anidan aviones roqueros, hay parejas de cobayas negras que con su cola blanca se sitúan en los salientes rocosos y zorros que se mueven entre los cortados por pasos que ya fueron utilizados por pobladores históricos hace cuatro mil años.
                                                                              Cobaya
                                                                zorro

El Puente de Tablate, puerta de entrada a Las Alpujarras, el centenario puente que vio correr la sangre como si fuera un río en la batalla que se libró entre la morisca sublevada capitaneado por Aben Humeya y el bando cristiano, varios son los escritores que han dejado en letra impresa lo que sucedió en esta batalla.



                                                      Batalla del Puente de Tablate

   En el año 1499 fue destruido por los moriscos sublevados de la cora alpujarreña para evitar el paso de las tropas cristianas de los Reyes Católicos.
La batalla más  dura se dio en el 1569, las tropas de Felipe II, mandadad por D. Juan de Austria, hermanastro de Felipe II hicieron correr ríos de sangre derrotando a los moriscos capitaneados por Aben Humeya.


     En el puente de Tablate de construcción moderna, como si fuera la armadura de un caballero, con la que se quiere cubrir el cuerpo de la carretera que conduce a un pueblo serrano, donde el lenguaje que allí se utiliza es el agua en distintas versiones, Lanjarón, puerta de entrada a Las Alpujarras, donde el escritor Pedro Antonio de Alarcón en un viaje a este privilegiado lugar expresó en voz alta: "ha llegado el momento de dejar la pluma para coger los pinceles".


                                                   Monumento dedicado a la entrada a Las Alpujarras

 En este puente moderno, recientemente,  hace poco más de un año se libró otra batalla.
-¿De verdad, señor escritor? 
-Si querido lector.
-Pues no se ha hablado ni se ha dicho absolutamente nada en los medios de comunicación, ni en las redes sociales.
Ha sido una batalla de tipo psicológico. 
-Pues si no se aclara y nos lo explica, nos vamos a quedar en ayunas.



     El Bungee jumping, es un deporte extremo que consiste en hacer un salto al vacío, desde una considerable altura desde un puente generalmente con una conexión desde los tobillos a una cuerda elástica, que permite, primero, caer acelerando, luego amortigua la caída y provoca rebotes.
-¿Y qué tiene que ver todo  esto con la batalla de Tablate?
Nada en absoluto, ésta ha sido una batalla de nervios, de momentos inquietante de y de tensión de saber que dos familiares muy allegados a mi persona, un día decidieron lanzarse a los aires como pájaros voladores para experimentar la sensación de la que disfrutan las diversas aves que surcan los espacios y un desafío a las leyes de la Naturaleza.

                                                             María y Antonio

María y Antonio son los protagonistas de ésta, para mi, gran hazaña, nos hicieron pasar un preámbulo de nervios indeseados rallando en la desesperación para conseguir salir victoriosos cuando triunfaron en este salto al vacío.
-¡Vaya hombre! ¡No creo que sea para tanto!
Según, desde el punto de vista que se mire, porque pocos días después en el mismo lugar, una chica perdió la vida al fallar el sistema.


Nuestra última batalla era conquistar el pueblo fantasma, Tablate, nos informaron que había que coger dirección Lanjarón y raudos seguimos las orientaciones, el pueblo ansiado no se divisaba por ningún  lado, solo sentíamos el rugir de las aspas de los enormes molimos de viento, 


que giraban y giraban e incluso en esa música lenta pero repetitiva, parecía que nos indicaban que nos habíamos equivocado, en nuestra incesante búsqueda; las naves de embotellamiento de aguas de Lanjarón nos dieron el alto y vuelta a empezar de nuevo; fue un labriego, de conversación poco comprensible, el que nos puso en camino.

                                                 Envasado de las aguas de Lanjarón

-A poco de comenzar la desviación de la carretera que va a Lanjarón, a la izquierda verán un pastor con sus ovejas, suban por ahí.
El sonido de los cencerros y el balar de alguna de las que se arropaban en un aprisco que intentaba acunarse, como en aquellos momentos lo hacía el sol, fueron las pistas que nos señalaron el camino a seguir.


Camino que añora las pisadas de los humanos, camino donde los pedruscos deambulan a sus anchas, y donde un tropezón que otro nos fueron acompañando en nuestra lenta subida.


 Bolitas negras desperdigadas, que no eran aceitunas, algunas se reventaban, dejando sentir el sonido de un quejido al pisarlas, era la prueba fehaciente, de que muy cerca estaba el origen que las había depositado.

                                                      Subida al pueblo de Tablate

 En un pequeño altozano, estático como una fiel estatua, guardián del rebaño, se encontraba el zagal que las cuidaba, esperando que los últimos rayos del sol dejaran levemente la calidez sobre una piara de animales que se agrupaban apretando sus cuerpos cubiertos de vellones, para formar un solo cuerpo.

                                                            Pueblo de Tablate

De pronto, como un fantasma, se nos presentó sin avisarnos, aparecieron las ruinas de un pueblo llamado Tablate, que hace veinticinco años dejó para siempre el cobijo y presencia de humanos, para pasar a la total ruindad.

                                                                 Tablate

Daba la impresión de que habíamos entrado en un pueblo abandonado del Oeste Americano, donde solo se escuchaba el silbido de una  música que la originaba el vientecillo que se estrellaba sobre las sinuosas deformes ruinas de un pueblo totalmente abandonado.

                                                                Ruinas de Tablate

La esbelta, pero totalmente envejecida por la marca de las huellas que el tiempo le ha propiciado, la torre de la iglesia, es la primera asta vertical que nos mira, lamentándose hacia un cielo que ha perdido el azul intenso del día, para ir cambiando con el tornasolado arco de colores que deja el sol que se despide. 

                                                     El sol se despide de Tablate

Es el único bastión que se mantiene firme y erguido, pero arrastrando los harapos de su cuerpo totalmente mancillados por los vientos, mareros o serranos, que van lentamente lamiendo sus muros para dar, con el paso del tiempo, con ella en el suelo como ha ocurrido con los demás edificios.

                                                   La torre de la iglesia se mantiene erguida

Nuestros pasos quieren escudriñar todos los rincones de este poblado fantasma, algunas madejas de maleza se arrastran ante nosotros, pasan por nuestro lado y me parece escuchar el silbido clásico de las películas del Oeste Americano.

                                                 Madejas de maleza arrastradas por el viento

Mi amigo Vicente, el gran pintor, está completamente emocionado, no para su cámara de plasmar en su retina todo lo que se le muestra por delante. 


Me llama:
-Pepe, mira que encuadre más maravilloso para pintar un lienzo, fíjate en ese árbol.
Extrañado le pregunto:
-¿Qué has visto en este pobre árbol?
-¡Pero hombre de Dios! ¿No ves cómo están las hojas caídas?
-Vicente, ¿yo no veo nada?
-Están completamente enrojecidas, coloradas, se han avergonzado al dejar al árbol completamente desnudo.

                                                       Panorámica de Tablate al atardecer

Aquello me hizo meditar, y pensar que a nosotros también nos llega nuestro otoño, se nos caen la hojas de los seres queridos que se han marchado para no volver, solo nos queda el recuerdo de sus acciones, se nos caen las ilusiones, se nos van cayendo las carnes, que se van relajando, por más que queramos mantenerlas como estaban en la primavera de la juventud, se nos caen los seres queridos que nos rodean porque se van distanciando: hijos, nietos y amigos por sus propias exigencias familiares, se marcha el sueño plácido de la mocedad, se va descomponiendo el ente de nuestro yo, se va cambiando la lozanía, y nuestro semblante, a veces, ni lo reconocemos cuando nos miramos al espejo.


-Medina, ¿qué piensas?, le comento mi otoño y me dice:
-mi otoño, es un otoño de infinidad de hojas recogida de todo el mundo y guardadas en un enorme libro, el libro de mi vida, hojas que son el claro símil de mis vivencias: éxitos y fracasos, holganzas y trabajos, alegrías y penas, victorias y decepciones, ilusiones y frustraciones, un enorme terremoto un día sacudirá mi libro y todas las hojas caerán, será la evidente señal de mi muerte.
-Tu otoño es triste, le dije.

                                                 Vicente capturando escenas en Tablate

-Si es cierto, amigo Medina, pero es la realidad de la vida.
-Vicente dejemos a un lado la tristeza, y disfrutemos este final del día como algo maravilloso mira, entra aquí observa los actos vandálicos dentro de la iglesia.
Las reflexiones dentro de aquel abandonado lugar de meditación y oración durante la existencia de un pueblo, con vida propia, asaltan mis pensamientos en un instante, y escenas cotidianas deambulan por mi mente: labriegos, vareando las olivas, recogiendo las aceitunas, el sonido distante casi imperceptible de la esquila de las yuntas de bueyes, arando en la lejanía del campo donde se pierde la vista, 


el sonido de bronce que sale del campanario, las llamas de las velas tintineando debajo de un pequeño altar, suplicando al santo del día, que se cumpla tal o cual petición. las asiduas beatas dejando el monótono canturreo repetitivo de los rezos, en una iglesia medio oscuras, reflejando las sombras de sus siluetas, sobre unos muros que claman les maquillen sus paredes,  el pregón del pescadero que llega con su bicicleta cargada  del plateado color  de los boquerones de Motril, las vecinas que vienen del lavadero público con sus canastas repletas de blanca ropa recién hecha la colada, para ir a tenderla en la verde hierva del campo...., lo que es la vida diaria de una pequeña aldea en plena efervescencia . 


También a los depredadores rompiendo desaforadamente, sin el menor reparo, para llevarse el artesonado, el pequeño armonio que tantas veces acompañó, con el sonido  salido del pedaleo de un viejo fuelle que respira a golpe de pedal, los cantos religiosos, cometiendo sacrilegios y desmanes, por acá y por acullá. 


                                                                      La Iglesia de Tablate

Así, paso tras paso, recorrimos las pocas callejas ruinosas de un pueblo fantasmagórico, mientras el sol se tapaba con la sábana oscura del atardecer, la montaña se había convertido en un oscuro ogro que devoraba las casitas blancas del pueblo, que en la lejanía se nos iban perdiendo.

                                                Atardecer desde el pueblo de Tablate

 Las ovejas dejaban de balar y el pastor acompañado de su zurrón con el resto de viandas no consumidas, esperaba pacientemente la arsina que lo trasladaría a Lanjarón. 

                                                     El pastor espera la llegada de la arsina

En la lejanía se escuchaba el gemir del guardián del aprisco, que con leves ladridos mantendría la guardia del rebaño, impidiendo que cualquier alimaña tuviera la más mínima intensión de producir daño alguno al tesoro  que su dueño le había encomendado.


  Nuestra última mirada contempla un campo sereno completamente plano, lleno de verdor, unos olivos cargados de aceitunas, la modernidad representada en el viento que dejan los molinos para airear y retirar toda la desolación, asomándose  disimuladamente entre las callejas ruinosas, para lanzar un grito de esperanza llamando a los que un día se evadieron o a su descendencia, para que vengan a sacar de las ruinas a un villa que pide la resuciten.¡Ojala! este vaticinio algún día se haga realidad. 

                                              El aire de los molinos intenta recuperar, la ruindad vecina.

Ya en la carretera, con nuestros cuerpos reposados en el que durante todo el día nos había llevado de un sitio para otro, fueron pasando por nuestra mente todas las vivencias que con tanta intensidad habíamos experimentado.

                        A la vuelta de este delicioso día, por nuestra mente se sucedían todas las escenas de esta jornada 

Siempre nos serenaría, como broche final de una jornada que quedará grabada para siempre en la mente de dos personajes que han vivido la riqueza de un Valle, llamado Lecrin, unos toques de guitarra, 

                                                       Vicente y su guitarra

de un artista de cuyas manos han salido las mejores obras  pictóricas, escultóricas, ceramistas o de bellos dorados, aquí os dejo un breve muestrario de las obras de Vicente Arroyo Valero.
















    

                                        José Medina Villalba