miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA FAMILIA. MOMENTOS INOLVIDABLES PARA EL RECUERDO.

 Dedicado a mi nieto Antonio, y a las familias Cano y Medina, en una jornada imborrable.

Este año hemos tenido un verano excesivamente prolongado, las imágenes de la televisión, en los momentos de los telediarios, en los partes meteorológicos, nos presentaban imágenes de cómo la gente, en la primera quincena de noviembre, se daban sus buenos chapuzones en la diversidad de playas de nuestras costas. Temperaturas de 30º, día tras día se iban sucediendo y daba la impresión que el otoño, quería seguir con la vestimenta veraniega y no dar la cara reguardado y escondido tras el telón de un verano incansable y sin ganas de hacer mutis por el foro.
                                                Parte meteorológico
De improviso los informativos, que por cierto, no son aquellos de los años sesenta, cuando Mariano Medina daba escuetamente el comunicado del tiempo, no muy fiable, porque los medios de recogida de datos no disponían de los que actualmente tienen los meteorólogos, e incluso había quien se fiaba más del almanaque zaragozano, se nos anuncia: mañana abran ustedes los armarios y saquen los abrigos y ropa de invierno pues éste lo tenemos a las puertas.

                                          Los abrigos duermen el sueño del verano
Aparece el desconcierto, el chaquetón y los abrigos están en el establecimiento de limpieza y tintorería durmiendo el sueño del verano, las calefacciones aún no se le  han hecho las correspondientes puestas a punto…, en fin un mar de confusiones que las pagamos con los primeros resfriados.
Pero bueno, me dice mi subconsciente, no ibas a hablar de la familia y de unos momentos inolvidables, ¿A qué viene esta primera introducción del tiempo y no sé cuántas cosas más?
Tranquilo subconsciente, que todo tiene su preludio.
                                             Panorámica de Exeter. (Reino Unido)

El día  24 de noviembre  era un día, de los pocos que existen en el calendario, con unos condicionamientos especiales. Una célula del conjunto de nuestra familia, en las primeras horas de la mañana, volaba desde Exeter (Reino Unido) hasta Málaga, ese personaje tan deseado y esperado no es otro sino mi nieto Antonio, economista, que en estos momentos se están “espelotando”, vaga la expresión, en el idioma de Shakespeare.
                                             Volando sobre "la piel de toro"
Mientras alguien, desde el espacio, con enorme satisfacción contemplaba, desde las alturas, la piel de toro extendida allá abajo, otros nos desplazábamos en coche hacia aquel lugar que iba a ser el punto de encuentro.
La mañana fría, muy fría, pero caliente en el interior de nuestros cuerpos por la satisfacción, que potencialmente produce en el ánimo, volver a ver a toda la familia reunida.
                                        Hileras de olivos perfectamente alineados
A uno y a otro lado de la carretera extensos campos con hileras de árboles perfectamente alineados, que se pierden a la vista del espectador como verdaderos soldados impertérritos ante el paso del tiempo, que nos proporcionan el oro brillante de sus frutos, que ha de dar sabor enriquecedor a los productos que, en ollas, cazuelas, sartenes, han de freír sus cuerpos.  
                                                      Iznalloz
Iznalloz, con sus casitas blanqueadas se nos queda, allá abajo, a la derecha, como un pequeño Belén, con su alcazaba e iglesia de Diego Siloé y sus habitantes los acatucitanos, empleados en sus tareas de laboreo en el campo.
                                            Cueva de la Ventanilla, en Piñar
Más adelante bordeamos el pueblo de Píñar que conserva sabor prehistórico con sus cavernas, o Cueva de la Ventanilla o de la Campana, donde se conservan restos arqueológicos de la época de Neandertal y que comentamos, con agrado, nuestra visita en alguna ocasión, en familia, subidos en aquel trenecito, como de feria, que nos llevó desde el pueblo  a un periodo de tiempo, y de vivencias primitivas.    
¿Cómo no recordar a nuestra familia agrupada en una mesa saboreando el rico cordero asado preparado en horno de leña, en los restaurantes que por allí existen al borde la carretera, “El Perejil” o el “Cruce”?
                                               Torre-Cardela
Atravesamos Torre-Cardela, por el centro, fundada en época musulmana, los árabes la llamaron “Hisn Cardaira”, “Castillo de Cardaira”  aunque se conservan restos arqueológicos anteriores que demuestran la existencia de asentamientos humanos.
La carretera poco transitada, por vehículos, pero embuidos en una sensación de paz que solo se altera por el ruido de algún coche con el que nos cruzamos.
Allá en la lejanía los vareadores con sus largas garrochas apalean los olivos, que con gran “dolor”, dejan desprender sus oscuros frutos que caen sobre la lona que al pie los recoge.
                                                  Guadahortuna
Guadahortuna, como centinela limítrofe entre dos hermanas provincias nos ve pasar raudos hacia nuestro destino, que no es otro  sino “La Villa”, cortijada de Huelma.
Pero dejémonos de  Historia y de historias, vayamos al título que nos trae, “La Familia”, ese vocablo tan denostado y denigrado, hoy día, pero base y fundamento de la sociedad, y el elemento principal que hace que un pueblo consiga grandes metas a veces aparentemente inalcanzables, lo quieran o no los libre pensadores, con sus teorías modernistas, queriendo echar por tierra los cimientos y base fundamental de la humanidad, la familia.
En realidad la familia, para mí es mucho más de todo lo que se dice: como elemento natural, universal y fundamental de la sociedad, y muchas cosas más que se formulan de ella, yo trasciendo a un vocabulario más simple y de andar por casa, la familia es algo especial, es con quienes compartes no solo en los momentos buenos sino también en los malos, cuyos miembros te apoyan sin importarles cómo te encuentres, son los que te animan y protegen en los momentos más arduos de tu vida, quienes te cuidan; la familia no es solo la que te da regalos, es ese amigo quien siempre estuvo y está ahí, y te apoyará como a un hermano, eso es la familia.
Hemos llegado a “Las Piletas”, a partir de aquí la carretera se estrecha, los baches y socavones abundan por acá y acullá, los saltos en el coche se suceden uno tras otro, pero esto no es óbice ni cortapisa para que por mi mente se sucedan, tantos y tantos recuerdos del pasado, de un pasado que parece estar presente en estos momentos.
                                                    La Villa
Vamos camino de “La Villa” esa cortijada de casitas hechas como si fueran recortables de papel, y otras con sabor añejo de antigüedad pero remozadas en la actualidad; exteriormente no se han desvinculado de la embocadura perpetua de un paisaje que permanece impávido ante el paso del tiempo, aunque en sus interioridades, sin dejar el placer de la antiguo, han buscado la comodidad que ofrece el momento de esta época que vivimos.
                                                El cortijo de "La Mata"
Recuerdo aquel día que saliendo de La Villa, cuando aún mi cuerpo me lo permitía, soportando mi organismo aquellas botas góretex que tantos pasos anduvieron por diversos senderos, hice un circuito de unos ocho kilómetros saboreando la Naturaleza en todo su esplendor.
                                        Mi cuerpo soportado por las botas góretex
El silencio por todas partes, fue el único compañero que me escoltó en aquel recorrido, de vez en cuando el ruido de una bandada de gorriones que al sentir el rastreo de mis pasos levantan el vuelo, el ladrido de algunos perros que a mi paso advierten mi presencia, eran los únicos elementos que rompían el sosiego de mi caminar.
                                            ¡Una avioneta en medio del campo!

                                              Mis nietos y la avioneta

Atrás se fueron quedando los cortijos de Higueras, Pañero, alguno ruinoso como el de La Reja. Algo me llamó en gran medida la atención que me detuvo por momentos, reposando, en el terroso campo, ¡una avioneta! Pero, me pregunté en lo más recóndito de mi intrigado pensamiento, ¿Cómo es posible, en medio de un barbecho? Me acerqué, la estuve contemplando, e incluso unos días después llevé a mis nietos para que se divirtieran un rato con ese pájaro metálico que estático permanecía en medio del campo. Después supe que aquella avioneta, que parecía hecha de papel se dedicaba a fumigar los olivos.
Ladridos de canes  más arriba y aleteo y “glu,glu, glu,  de pavos en el cortijo del Patronato. Pronto dejaría el terroso camino que hasta aquí me había traído, para llegar a “Las Piletas” y entrar en el maltrecho asfalto.
Si pudieran hablar mis botas, se quejarían del camino que aún me queda por andar, no por la distancia sino porque ellas están más acostumbradas a los senderos de tierra que al alquitrán petrificado por el tiempo.
                                           Los campos sembrados de girasoles
El cortijo “Zamora” se quedaría a la derecha y la vista se me pierde en el infinito de los campos sembrados de girasoles que con sus cabezas agachadas, como haciendo reverencia a los que pasan, en un saludo metafórico, nos dan la despedida.

Ya diviso las casitas de la Villa,  esas que han cumplido las bodas de oro de su construcción y  que se hicieron como cooperativa agrícola.
                                                     "La matanza" 
Es Navidad, escucho el gruñido de un cerdo que, sobre una mesa situada en la puerta del cortijo de “La Mata”, está entregando su vida para dar vida con su suculento cuerpo a los habitantes de estos lugares.



Todo se convierte en un ritmo de trabajo en el que cada uno de los participantes cumple su función, el matarife con su arma en mano ha dado paso, después de cumplir con su cometido, a la nerviosa campesina que va moviendo el líquido rojo que sobre un librillo hay que mantener sin que se solidifique y pueda ser un elemento importante en la confección de las morcillas.


La llama de fuego que sale de la bombona, proyectada sobre el cuerpo del occiso, va a rasurar, como el mejor barbero pudiera hacer, la piel del que ha pasado a mejor vida.
Limpio y escamondado, el más corpulento de los que han actuado, se carga el cerdo sobre las espaldas y dando traspiés, por el peso de las muchas arrobas que sobre su dorso tiene que soportar, se dirige al árbol más próximo donde es colgado.


Abierto en canal se le extraen las vísceras algunas de ellas han de servir para la confección de las chacinas.
La matanza del cerdo es una fiesta familiar, vestida con el esfuerzo y el trabajo de los varios días que en ella se ocupan.


             Es un rito obligado, por tradición, el realizarlo todos los años, sirve para aunar a las familias, para pasar unos días de trabajo duro pero agradable al mismo tiempo; entre faena y faena, las mujeres pican la carne, cuecen la cebolla para hacer las morcillas, se lavan las tripas para embutir, el salchichón, salchichas, chorizos…,  que después se colgarán en largas cañas junto a la chimenea para que se sequen lo más pronto posible; los chiquillos se divierten preparando las vejigas para hacer los globos con los que después se golpearán y darán mamporrazos  a todo el que se les acerque.

Todas estas escenas las contemplo desde un rincón de la estancia, mirando el rojo intenso de las ascuas de fuego que arden en aquella enorme chimenea.

El perfume de las especias que condimentan la masa de carne ya preparada, -impregna mi olfato- para que entre, empujada por el movimiento del manubrio de la máquina de embuchar, en las tripas limpias recién preparadas en lebrillos, aderezadas  con trozos de limón.









Por mi mente extasiada y casi adormecida por el intenso calor que desprenden los troncos de olivo que arden en el hogar, siguen pasando escenas familiares: la confección de la carne de membrillo, el licor de membrillo, las barbacoas, el arroz campero en día de las fiestas de “La Villa” y otras que han servido para juntar a la familia.
                                  LAS FIESTAS EN LA VILLA

                                                     La misa
                                              La hora del tapeo, se le llama ligar


                                              La hora del arroz 
                                        In memoriam de Pepito, recordado por todos
Recuerdo mis paseos a las chorreras donde me encontré fósiles de la época cuaternaria, los cortijos de “Los Blancares”, “El Cortijillo” y escuchar el ruido de una locomotora que llega a mis oídos, desde la lejanía; poco a poco irse haciendo más intenso y verla asomar como un pequeño juguete de “escalextric”, arrojando por sus fauces las bocanadas de una humareda negra, avanzando lentamente sobre la estructura de un gigantesco puente de hierro volado en el espacio,  el Puente de Gante.

Aquel monstruo de hierro, arrastrando una serie de vagones, se va alejando dejando en el espacio un estruendoso ruido, salido del esqueleto gigantesco, de la mole de barras metálicas del puente.
En el cielo, dejando su firma, la nube de un negro humo se va difuminando, poco a poco, en el espacio.
Por momentos despierto de mi letargo, para caer de nuevo en brazos de las remembranzas del pasado.
Son las una de la tarde de este domingo día 24 de noviembre, el sol brilla con intensidad, en este rincón del campo, que se llama “La Villa”, pero irradia mucho más calor en el sentimiento de todos los que con ansias esperamos la llegada, del nieto, del hermano, del primo, del sobrino, que desde hace un año no ha hecho acto de presencia en el grupo familiar, se le espera y se desea con afán su presencia, eso sí, por poco tiempo, pero el  suficiente para  ver brillar el vínculo familiar.
Esto es una muestra de las muchas connotaciones que tiene el concepto de la entidad familiar.
Una llamada telefónica indica que están entrando por Guadahortuna, son pocos los kilómetros que quedan; una polvareda se vislumbra en la lejanía y el coche aparca a la entrada del cortijo.
                              MOMENTOS DE EMOCIÓN






Emoción a raudales, María, la hermana, con un salto de felino se lanza sobre Antonio para abrazarle, después sucesivamente iríamos pasando todos en una apretada bienvenida de besos, abrazos, apretones y caricias.
                                                    Los dos primos


                                                   Coco y Pablo



El día sensacional, las viandas del buen jamón, quesos, embutidos, como aperitivos, regados con el caldo del buen vino, irían abriendo boca para más tarde degustar las chuletas de cordero, los chorizos, hechos a la brasa, dentro de un cortijo que además del calor salido de una chimenea y una gran estufa, sentían el calor del fuego que embargaba todos los corazones de los allí presentes.

Fuera del cortijo el frío hacía de las suyas,  pero el enorme tractor que en cada estación del año, realiza el laboreo de las tierras, removiendo las entrañas de la tierra quiso salir de su guarida para complacer a la gente, a sus lomos se subieron los nietos para darse un paseo por los alrededores de “La Villa”; mientras tanto, en un rincón dormitaba el recién llegado reponiendo fuerzas del desgaste originado ante un viaje precipitado.
Las anécdotas, los mensajes y comentarios se entremezclaban en aquel enorme salón, las risas ante cualquier greguería, se dejaban escuchar en el aposento.






Vendrían después para acompañar al café de la tarde, los ricos piononos de Santafé, los pastelillos de nata, el surtido variado de bocaditos dulces, para incrementar el sabor excepcional de toda una jornada, junto a la carne de membrillo que aportó la tía Leo y sus hijos Isa y Francis.
                       
Con un cielo cubierto de estrellas, el sonido de los cencerros de las ovejas que ya reposan en el redil, el ladrido de los perros que viene de los cortijos próximos, junto a la despedida entre los que han compartido una entrañable jornada familiar, nos retiramos henchidos y plenamente satisfechos.
Esto es algo de lo que ennoblece al concepto de familia.

                                        
                                       Recuerdos del pasado que aunan la familia

                                              José Medina Villalba.