sábado, 29 de julio de 2017

LOS PICHURRIS EN EL RINCÓN DE LA VICTORIA. UN DÍA DE AMISTAD COMPARTIDA

  
                                              
                                                      Como homenaje a mis amigos Pepe Cuadros Moreno 
                                                                                                     y a su esposa Amelia Marfil Vicente
    
     Quizás, el título de este relato te pueda llamar curiosamente la atención, querido amigo y lector, e incluso alguno con la mente un poco fuera de tono crea que voy hoy a contar algo erótico cuando, alucinando un poco, quieras asociar lo de pichurri con pichurra, pero querido amigo, los tiros no van por ahí, son dos palabras que aunque las diferencia una sola vocal el significado es totalmente distinto.


     Para que no te molestes en buscar en el diccionario, puchurri es un apelativo cariñoso y pichurra es otra cosa, también cariñosa, pero en otro sentido, algunas veces utilizada por alguna mamá cuando a su bebé amorosamente le dice: “¡lo que vale la pichurra de mi niño!”.


La tarde, vísperas de la partida a una jornada que esperábamos con bastante deseo, cuando las calles se animan dejando cada cual su “madriguera”, para salir a tomar un poco de fresco, si es que realmente la tarde tiene la generosidad de ofrecerlo, me pasé por una de las confiterías, entre las muchas que hay en esta bella ciudad, para encargar el pedigrí pastelero que allí se fabrica para deleite del consumidor, desde que Alfonso XIII venía de casería por las haciendas de Láchar propiedad de D. Julio Quesada y Cañaveral, conde de Benalúa de las Villas, nombrado duque de S. Pedro de Galatino, 


dando rienda suelta a los “placeres de la caza” expresión, que aún no  he llegado a comprender. Entiendo el concepto por placer, aquel que disfruta de un concierto de piano y orquesta en Viena, el que se deleita leyendo cualquier obra literaria importante, “mero Placer” es contemplar cualquier obra pictórica en el Museo del Prado, pero el “placer de cazar” no llegaré nunca a entenderlo, por mucho que me lo explique uno de esos osados depredadores de la Naturaleza.

                                                           Piononos

¿Y todo este rollo para qué? Te estarás y me estarás preguntando estimado lector, pues simplemente para nombrar el jugoso, deleitable y “chorreoso”  que sueltan los azucarados pasteles llamados Piononos, que se expenden en estas pastelerías cuyo centro radica en Santa Fe, cuyo fundador fue un tal Ceferino, y de los que disfrutaba su egregia figura real cuando venía de cacería a estos lares. Pues bien, amigo dame un poco de tiempo para que concluya, antes de entrar en materia.

                                                La heladería "Los Italianos"

     Allí dejé encargado una de esas cajas que encierran delicadamente colocados estos deliciosos dulces, parecen pequeños tesoros encerrados en cárceles de plástico perfectamente colocados cada uno en el lugar correspondiente, para recogerlos a la mañana siguiente y llevarlos junto a otro obsequio, muy acreditado en nuestra ciudad, por donde han pasado figuras importantes como Michelle LaVaughn Robison Obama la señora del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, para deleitarse en los ricos productos veraniegos, que refrescan y alimentan, “Los Italianos”.

                                                       La hacienda de "Los Pichurri

     Me parece señor escritor que, a este paso, no nos vamos a poder embelesar en la hacienda de los Pichurris, porque parece ser que allí es donde nos quiere meter a todos, para ponernos los dientes un poco afilados narrando lo bien que lo pasaron.
Sentado en la terraza de la calle Abenamar, allí estaban una de las dueñas doña Valentina de Rocco, su hija doña


                               La simpática nena que está  en brazos de su padre, es Valentina  y la que está de pie 
                                                                                            su hermana Cecilia
Pilar y su nieto.
Existe una gran afinidad y amistad entre Valentina y el que en estos momentos escribe, por los muchos años que somos asiduos clientes de esta excelente heladería, y por la amigabilidad que entre nosotros se ha creado. Nos contamos todas las aventuras y desventuras que se pueden decir, durante el tiempo que estuvimos conversando y por el encanto que poseen estas dos importantes damas. 

                                                         Cecilia Rocco

Quedamos para recoger al día siguiente unos ricos productos de los que allí gentilmente se sirven y se preparan muy bien, para que aguanten sin derretirse, cuando hay que hacer un viaje que no supere las dos horas.
      

                                                      José Cuadros Moreno, sirviendo el ajo blanco
         
      Hacía tiempo que mi amigo Pepe Cuadros Moreno, me había invitado, junto con mi familia, a pasar un día en su finca del Rincón de la Victoria, para el que no tenga el gusto de conocerlo, le remito a los comentarios que me hace en los archivos de mi blog y las réplicas que le contrarresto; cualquiera que las lea entenderá, que son una especie de desafío amistoso, con el que le damos al texto literario un mayor contenido, pudiendo considerarse como una importante parte más.



     Pepe Cuadros, granadino por naturaleza, malagueño por unión con una simpática malagueña, llamada Amelia, y sevillano por adopción, porque en Sevilla ha desarrollado toda su actividad empresarial durante muchos años; hombre culto donde los haya, gran escritor, con dominio en una amplia faceta de temas que pueden ir desde el relato corto y ameno, hasta de ensayo en profundidad filosófica, y por su actividad comercial muy bien relacionado con todo tipo de personalidades de la economía.
Una mañana espléndida, sábado, dice el refrán que no hay sábado sin sol ni mocita sin amor, ni callejuela sin revuelta, ni vieja que no sea alcahueta.


                                                              Plaza del Realejo

Salimos de la Plaza del Realejo en el vehículo de mi nieta María, serían las once de la mañana, y la autovía la A-44, toda amplia como ella sola nos recibía, mientras las ruedas se deslizaban a gran velocidad, dentro de los límites reglamentarios. Pero nuestro gozo en un pozo, no habíamos caído en la cuenta del día, sábado, jornada de descanso para un gran número de familias, deseosas de disfrutar de una jornada de playa, la autovía  estaba completamente colapsada.


                                                         Autovía A-44

Pero no hay mal que por bien no venga, porque las cosas hay que tomárselas según van llegando y es mejor verles el punto bueno y no el negativo.
El fresquito del aire acondicionado y las panorámicas que se iban abriendo ante nuestros ojos, fueron el suavizante que hizo, que hasta que el atasco se descongestionara, pudiéramos disfrutar del paisaje que se abría ante nuestros ojos, dio lugar a una conversación amena de los que íbamos, en el vehículo, el conductor Antonio, mi nieta María, ambos matrimonio y éste que narra y describe.


                                                              Piedra Ventana

Me veo subido en la Silleta del Padul, una de las estribaciones de Sierra Nevada, y les voy contando mi experiencia de una de mis excursiones, cuando después de culminar dicho lugar y disfrutar contemplando a través de un enorme hueco gigantesco, llamado “Piedra Ventana”, una enorme angostura, de unos diez metros de altura por otros tantos de anchura, abierta en plena roca toda la inmensa panorámica de

                                                       Las Lagunas del Padul

las Lagunas del Padul, que constituyen la última zona húmeda de Granada. Su importancia ecológica es manifiesta tanto por los organismos que habitan como por ser un descansadero de aves migratorias.


                                                      Construcción de la autovía A-44

     Desde allí pudimos observan con gran placer, las diminutas apisonadoras, dada la distancia, cómo se deslizaban y toda clase de material pesado, construyendo la autovía por la que esta mañana nos estamos deslizando. El tapón que nos tenía aminorada la marcha se fue diluyendo y el fluir de las ruedas se hizo más ligero.



      Una cadena de molinos eólicos gigantescos, que se prodigan ahora por todas partes, me trajo a la memoria, sin ponerla de manifiesto a mis dos nietos, aquella frase que pronunciara don Quijote de la Mancha, personaje basado en un tal Alonso Quijano, cuando se enfrentó a los molinos de viento: "pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo me lo habéis de pagar". Arremetiendo con uno de ellos fue tal el golpe que recibió que lanza rota y caballero y caballo cayeron derrotados por el suelo.Hago un anticipo de lo que después contaré sobre los molinos y D. Quijote, a la vista de lo que se destaca en el paisaje, pero ahora vamos a otra aventura que me surge sobre la marcha.
Aquel día de mayo, no se me podrá borrar de la mente, buenas sensaciones paisajes maravillosos, pero un final bastante angustioso y agobiador.
-¿Qué pasó señor narrador?

                                                Canteras de arena del Padul

Habíamos bajado, dejando atrás un hermoso pinar, cuando nos encontramos con la barbarie y atroz mano depredadora del hombre, con las canteras de arena del Padul. Por aquellos días una sanción, de Medio Ambiente, las había cerrado, y el sitio por donde se podía salir estaba amurallado.



Suponed, que os encontráis delante de un horno con la boca abierta y percibid todo el calor del fuego que arroja por sus fauces. Has de tener en cuenta, que esto no es calor para el que durante el espacio de más de tres horas tuvimos que soportar, perdidos los tres montañeros por aquellos desiertos escalonados; las piedras eran verdaderas ascuas de fuego  que tenía concentrado todo el calor que, como esponjas, habían absorbido durante el día, y ahora nos lo proyectaba de tal manera que no solo nos quitaba la visión sino que apenas nos permitía andar,



 porque nuestros pies cada vez se iban hundiendo más y más en aquel escabroso paisaje entre desértico y lunar. Cuando creíamos que la aventura senderista iba a darse por finalizada se nos presentaba un muro de arena que nos imposibilitaba la salida; vuelta hacia atrás para buscar otro recoveco por donde huir de aquel terrorífico lugar, pero el fracaso volvía a repetirse, una y otra vez, para colmo de nuestra desesperación.

                                                          Atardecer en los arenales  
Finalmente, como si fuéramos tres caballeros andantes, más derrotados que en cualquiera de las infaustas y funestas aventuras de D. Quijote de la Mancha, parece que la suerte nos acompañó y se apiadó de nosotros, nos encontramos con una pequeña muralla de gravilla, y apoyándonos en los bastones pudimos salvarla, y de esta manera librar  nuestros pellejos, porque las horas del atardecer estaban dejando sobre el arenal el color amarillento de un sol que comenzaba a adormilarse.  


     La Naturaleza suele recibir de vez en cuando puñaladas por la mano del hombre que la destrozan. Al finalizar aquella excursión vinimos a dar con este grotesco suceso que nos pudo haber ocasionada un desenlace bastante desafortunado.


        A todo esto, de lo que hasta ahora hemos narrado, por si alguien ha entrado tarde en escena, corría el día 22 del caluroso mes de julio en una Granada que ha llegado históricamente a batir el record en la subida del mercurio, en algunos lugares de la ciudad, alcanzó cincuenta grados, llegaron a estropearse algunos de estos medidores termométricos, curiosamente los números se cambiaron por letras que al leerlas eran como quejidos y lamentos. Hubo uno puesto en Facebook que se manifestaba con letras, diciendo, ¡FUU! Fácilmente se podría interpretar como ¡Afú que calor!

                                                    Autovía A-44    
 El vehículo avanzaba igual que nuestros comentarios, y nuestra visión se deslizaba por todo el paisaje muy conocido siempre pero dando algo nuevo que apreciar.
¿Abanicos en la Naturaleza? Pues sí, la inteligencia humana ha querido aprovechar todo lo que está a su alcance y ahí nos encontramos esos gigantescos molinos de viento, que se prodigan por todas partes con sus tres aspas girando para extraer todo el jugo que la Creación nos ofrece. Nuestra mente un poco calenturienta nos convierte en caballeros andantes y con lanza en ristre nos dirigimos hacia ellos.



Divisamos unos treinta molinos de viento en lo alto de la loma de uno de los cerros próximos al Valle de Lecrín, el coche se convirtió en aquel momento en Rocinate y en Rucio al mismo tiempo, y así como habló D. Quijote le dije a mi acompañante, convertido en Sancho: querido Antonio la aventura de hoy va guiando nuestras cosas mejor que lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho, ¡perdona!, querido Antonio, en la tripita en algo te vas pareciendo, en el carácter también, realista, con el humor siempre a flor de piel, igual que el bonachón de Sancho Panza.


     Siga usted, señor escritor, que nos queda mucho para llegar a la hacienda de Pepe Cuadros Moreno, y con tanta detención, no sé a qué hora vamos a arribar.
-Porque ves allí, amigo Antonio donde se descubren treinta, o poco más desaforados gigantes, con quien pienso hacer la batalla y quitarles a todos la vida, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecernos; que ésta es buena guerra, y es de gran servicio de Dios  quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.


                                                   La figura de Sancho Panza, en Amtonio.

Antonio, mi acompañante, el marido de mi nieta, no salía de su asombro y me miraba con cara, no sé si de estupor o de espanto, al verme con la cara desencajada, los pocos pelos que me quedan erizados, miró a su esposa que estaba sentada en la parte posterior de Rocinante, ¡qué digo! en la parte posterior del coche, ella le hizo un guiño, le echó una sonrisa, dándole a entender que le siguiera el rollo.
-¿Qué gigantes? Dijo Antonio.
-Aquellos que allí ves, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.



-Mire vuestra merced -respondió Antonio- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar y funcionar los acumuladores de corriente eléctrica.
-Bien parece –respondí- que no estás cursado en esto de las aventuras; en ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.



     Y diciendo esto, le indiqué a Antonio que acelerarse a Rocinante, de cuatro ruedas, sin atender a las voces que mi escudero, me daba, advirtiéndome que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero yo iba tan puesto que eran gigantes, que no oía las voces de mi escudero Antonio, ni echaba de ver, aunque estaba bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
Levantose en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse con más rapidez. A lo que les grité:
-Pues aunque mováis más los brazos que los del gigante Briarco, me lo habéis de pagar.



Y en diciendo esto, y encomendándome de todo corazón a mi amor perdido, pidiéndole que en tal trance me socorriese, con lanza en ristre cogí el volante de Rocinante, para hacerle girar hacia los molinos, menos mal que mi escudero bien osado en estos menesteres aferrado fuertemente al volante evitó con el volantazo que cayéramos, al río por el puente de entrada a Talará.



Pero mi imaginación siguió adelante arremetí a todo galope contra el primer  molino que estaba delante, y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándese tras de sí a mí y al caballo, que fui rodando muy maltrecho por el campo, me quedé un poco traspuesto inclinando la cabeza sobre el salpicadero del coche; Antonio, mi escudero, que estaba muy atento  a mis movimientos y no fiándose de mí, pues ya había cogido el volante con raras intenciones dijo:
-¡Válgame Dios!

                                                           ¡Válgame  Dios!

-¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento y de los modernos, pero molinos, y no lo podía ignorar quien llevase otros tales en la cabeza?

                                                              Sabio Frestón

     -Calla, amigo Sancho, ¡qué digo!, calla amigo Antonio, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; 



cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento; tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.

                                                          Pantano de Béznar

    El pantano de Béznar, muestra su mal aspecto al haber disminuido tanto su contenido por la sequía persistente.
Las aguas embalsadas del río Ízbor ofrecen entre sus meandros la imagen del mar de Thetys, del que surgíó Granada y sus sierras. Las tierras de Lecrin, Restábal, Béznar y los pueblos del Pinar, fueron rocas surgidas del fondo del mar, crearon grandes islas que hoy son valles y montañas donde aún se pueden encontrar restos de fósiles de animales marinos. 


                                                     Garcillas Bueyeras

    
 La presencia del agua genera ecosistemas húmedos en los que habitan especies de aves típicas de lagunas y ríos, por lo que es fácil observar bandadas de garcillas bueyeras, especies de aves típicas.
En el atardecer, en los días brumosos, mientras el sol se refleja en las aguas, el paisaje puede trasladar a tiempos en los que el pantano no era nada más que el germen de lo que hoy conocemos. La flora y la fauna que ahora la habita es la misma que pobló el Valle durante el Mioceno, gatos y la mayoría de las aves, caballos, simios…         
                                                                                     Vegetación típica del Pantano de Béznar

      Las huertas de cítricos han quedado atrás, y sobre los acantilados crecen, alcaparras que trepan por los tajos, adelfas, y floras de ramblas tapizan las barranqueras.
A lo lejos, junto al agua, entre carrizos y vegetación ribereña, hay garzas reales, en las aguas se mueven lubina negra, percas y carpas, especies muy apreciadas por los pescadores deportivos, que dicen que es el mejor lugar de la provincia de Granada. 



     Abundan los ruiseñores, verderones, jilgueros, y gorriones. Nos podemos trasladar a un tiempo que hace que se inició hace más de veinte millones de años, cuando el impulso del interior de la tierra provocó que un territorio sumergido comenzase una ascensión que le hizo salir del mar y modelar valles y montañas, una reacción que aún no ha llegado a su fin.
Todo eso que nos está contando, señor escritor, es muy bonito, pero a este paso creo que nos va a quedar poco día para disfrutar del lugar cuyo objetivo tenemos proyectado.
Tomamos la autovía del Mediterráneo la A-7

                                                           Almuñecar

     Dejamos atrás Salobreña, con sus fábricas de azúcar, la zafra con la recogida de la caña durmiendo los sueños de un pasado, Almuñecar plagada de sombrillas cuyas sombras esperan las pieles enrojecidas de los veraneante, Nerja y su famoso Balcón de Europa, Torrox, Torre del Mar y nuestro destino, El Rincón de la Victoria.


                                                          La Axarquía Malagueña

    Entramos en La Axarquía Malagueña, palabra árabe cuyo significado es oriente, zona comprendida entre Nerja y el Rincón de la Victoria.
Mientras nos deslizamos por esta zona suena el teléfono de nuestro amigo Pepe,  va a ser junto con su esposa Amelia, los Anfitriones, preguntándonos por donde vamos, nos indica el lugar donde nos espera para que nos sea más factible llegar a su casa.
No apagues el teléfono me dice, ponle el altavoz porque os voy a ir contando alguna historia o suceso de los lugares por donde vais a ir pasando, hasta llegar a vuestro destino.


                                                         Cueva de Nerja

     Ahora que estáis por Nerja población muy importante por sus cuevas, por el Balcón de Europa, fue nombrada así por el rey Alfonso XII en su viaje a la zona con motivo del terremoto de Alhama.

                                                               Frigiliana

     Próximo se encuentra la ciudad de Frigiliana, típico pueblo árabe, por sus calles, sus empinadas cuestas, sus casas blancas y puertas azules, también cuenta desde hace siglos, con la fábrica Nuestra señora del Carmen, de miel de caña de azúcar. Torrox y sus magníficas playas ocupadas por una inmensa colonia de alemanes.


                                                                Blas de Lezo

     El Algarrobo y sus famosas tortas con ese nombre reconocidas. Caleta de Vélez en cuyas playas desembarcó Miguel de Cervantes, desde Árgel donde estuvo retenido varios años, también en esas playas se libró la batalla de la flota española y francesa contra otra anglo holandesa, en la que perdió la pierna izquierda el famoso Blas de Lezo, que soportó la operación sin anestesia y posteriormente sería el héroe de la batalla de Cartagena de Indias en 1741 contra una flota inglesa formada por 195 barcos y unos treinta mil hombres, que ya traían acuñadas las medallas conmemorativas de una victoria que fue un absoluto fracaso.


                                                Paseo marítimo de Torre del Mar

     Vélez Málaga, centro comercial de la zona, y Torre del Mar con sus magníficas playas y un paseo marítimo de cuatro kilómetros y bellos jardines.


                                                        Semana Santa en Cajiz

     Cajiz pueblo de nombre y fisonomía totalmente árabe, allí se celebra en Semana Santa el famoso Paso, en un entorno natural, realmente impresionante, uno de los médicos árabes que acompañaban al rey de Arabia en su residencia de Marbella, le comentaba a un sobrino también médico que uno de sus apellidos era Cajiz.


                                                     Chilches y su antigua estación del tren costero

     Chilches, con su estación de antiguo tren costero que iba desde Málaga a la Sierra de Periana, en su cementerio está enterado el Juez Portero, asesinado por la banda terrorista ETA, porque su señora hermana del Alcalde de Málaga tiene una finca en esa zona.


                                                       Batalla de Pensacola

     Macharaviaya, pueblo de donde eran oriundos grandes personajes históricos de la España del XVIII, con Carlos III, uno de ellos José de Gálvez, ministro de economía otro virrey de México y Bernardo de Gálvez vencedor frente a los ingleses en la batalla de Pensacola, en la guerra por la independencia de los EEUU, cuya moneda y economía estaba respaldada por la corona española.

                                                Un edén para embellecer el Rincón de la Victoria

     En una de las rotondas que sirven para hacer la distribución de las distintas vías, se encontraba nuestro amigo Pepe Cuadros esperándonos, en su coche, un citroen C5 para conducirnos por una serie de caminos intrincados, hasta su finca, elevada sobre el terreno que le rodea, donde el cielo ha dejado caer, sobre este Rincón de la Victoria, un trozo de paraíso, de plena Naturaleza, un edén, un vergel, para embellecer y engrandecer este Rincón, que yo le llamaría más que arrinconamiento, paraje para evadirse del ruidoso mundo de la ciudad, lugar para reflexionar y meditar, inundar los pulmones del aire puro de la montaña y al mismo tiempo de la salinidad  pura que procede, de un piélago, vestido de azul ultramar,  que no está envasado en tubos de óleo y que no se puede comprar en ninguna tienda de materiales de arte.



     Llegamos tras un intrincado camino, curvas más curvas, un sendero que se estrecha, y tiene que ser así para poder encontrar un tesoro, escondido como lo suelen ser las mejores joyas, como un lugar empíreo  que la Naturaleza nos regala. Una elegante y majestuosa puerta de entrada, donde nos esperan Pepe y su esposa Amelia para darnos la bienvenida.

Los Pichurri, con este nombre se hace constar en la partida de nacimiento, año 1967, el nombre con el que se bautizó este lugar paradisíaco, porque si pichurri es la candorosa palabra con la que mutuamente se requieren para seducirse, esta encantadora pareja que la habita, y a través de ella expresar todo el amor que ambos se profesan, desde que un día se declararon amor eterno al salir de misa un domingo, en la Catedral de Málaga, nunca se le podría haber colocado mejor apelativo. 


                                                       El clan de los "Los Pichurri"

     Producto de este amor, es la abundante descendencia, como la que le profetizó Dios a Abrahám. “Tu descendencia será tan numerosa como las arenas del mar”.  De este amor ha surgido esta maravillosa y encantadora prole seis hijos y diez nietos.


                                    El júpiter con su penacho de flores rojas sobresale de las demás plantas 

     Se mezcla, el olor y el perfume de las plantas, nada más penetrar por la puerta de entrada, con la sal de la marisma que la transporta la suave brisa de la mañana.  La vista y el olfato se impregnan de la fragancia y el colorido de la vidriera de colores que se presenta ante nuestros ojos. Una hermosa Jacaranda con sus flores moradas, son como bombillas de feria resplandecientes acariciadas por los rayos de un sol que lleva pocas horas de recorrido y con la fuerza de su arranque las hace brillar intensamente.


      La sensibilidad de nuestra pituitaria, se impregna del aroma y de la sutiliza blanca con la que se viste el jazmín en disputa y en competencia con las otras plantas ornamentales, el azahar de los naranjos y limoneros, un hermoso júpiter con sus flores rojas, los vestidos de faralaes que lucen en la feria de Sevilla, la belleza de la mujer andaluza, ya quisieran llevar plasmados los colores de los rosales que, haciendo guardia en el arriate que rodea el pasillo de entrada, dejan los colores, rojos, blancos, rosas, para recreo del visitante. 


                                                           Kumquat

      Hortensias con sus “labios pintados de rojo carmesí” para irse a la Maestranza a ver torear al Fandi, en un mano a mano con Enquique Ponce y prestarle sus colores para que embellezcan los trajes de luces de los toreros. 


     En el descanso de la corrida acompañar los ricos bocadillos de pata negra, con las kumquat, naranjitas enanas a modo de golosina traídas de éste lugar, llevando en la solapa, para poner la plaza patas arriba el perfume de la hierbabuena y la hierbaluisa.


    Hay almendros, almecinos, nísperos, cañas de bambú, olivos, altos y esbeltos pinos como flechas clavan su mirada en el cielo azul de las noches estrelladas malagueñas, mientras una espléndida luna llena rielando sobre la superficie del mar corre atropelladamente por el firmamento para que los cipreses no le claven el aguijón de su lanza.


     El laurel junto con el romero, la grevillea, granaos, cactus, cipreses, higueras, nísperos, azucenas, aloe vera, kariffa, arbusto llegado de África del Sur, araucaria, que llegó recientemente de Austalia, guayabas, albaricoque, se han reunido para cantar a corro en los atardeceres la canción dedicada al árbol; 


                                                        Grevillea

las viñas pequeñas y chiquitas protestan porque no pueden alcanzar con sus pequeñas manitas para participar, y los que forman la rueda comienzan a girar y a cantar.



“Cantemos al árbol que voy a plantar
si Dios le protege del frío y del viento
salud y riqueza dará.



Lo mismo da en el campo
la sombra al caminante
que da en el cementerio
la sombra de una cruz.
Para el aire puro, campestres aromas
para el caminante regala su sombra.



Y si yo algún día llegase a morir
dejaré en el mundo un árbol siquiera
plantado por mí.
Cantemos al árbol que voy a plantar
si Dios le protege del frío y del viento
salud y riqueza dará
salud y riqueza dará”.


                                                                             Careca

     Mientras la careca, bella palmera muy delicada a la que no le puede dar el sol contempla la escena, y los Kupresos a modo de pantalla cortan el aire del norte para que la rueda, rueda, con las notas musicales de la canción no se vea interrumpida por la brisa.

                                                             El horno moruno

La jaracanda con sus flores moradas al lado del horno moruno que tanto sabe de lechones, corderos, pizzas y demás placeres culinarios, para todo el que ha tenido la dicha de pasar por este nirvana vegetariano, siente placer y al mismo tiempo envidia, al contemplar las orgías y bacanales gastronómicas que aquí han quedado grabados para memoria histórica de la posterioridad.


                                                      La fuente de bronce

      Hay una sonoridad silenciosa, pero al mismo tiempo rítmica de un chorrito de agua, que quiere tener también su protagonismo en este escenario, es la fuente de bronce a modo de gran ánfora colocada verticalmente para cumplimentar todo el placer que nuestros ojos precipitadamente van devorando.
Querido lector que a estas alturas estás siguiendo este relato, mereces un aplauso por tu paciencia, únete a mí para seguir recorriendo este paraíso, e irnos deleitando en la infinidad de plantas que enriquecen este lugar.


                                    Los racimos de uvas protegidos, para evitar la voracidad de los insectos

     Cualquier jardín botánico, donde los amantes de la fitología van a estudiar todo tipo de plantas, ya quisiera poseer la enorme gama de plantas que aquí abundan: parrales con sus ricos racimos de uvas protegidos para evitar la voracidad de los insectos, avispas y abejas dispuestas a sisar el rico néctar que allí se contiene; 


                                                                Dama de noche

perfume embriagador de la dama de noche, que penetra sigilosamente como un intruso en las noches cálidas del verano por los ventanales saturando de perfume  cautivador y fascinante el interior de la morada, ficus riboluta, especie de palmera, con hojas pequeñas.



En este original elíseo hay varios porches, que no son coches, sino estancias para sentarse placenteramente, a contemplar todo el encanto que los circunda simplemente con dirigir la mirada vagamente sin premuras ni apresuramientos, para deleitarse en el entorno que los rodea y tener el oído presto para escuchar la diversidad de lenguajes armoniosos y polifacéticos de las diversas aves que por allí anidan, o de otra multitud que simplemente se estacionan, porque no encuentran en varios kilómetros a la redonda, un lugar más placentero que aquel en el que se hayan.



 Recorrimos todo el espacio vital de la finca acompañado por nuestro excelente guía y propietario de esta nirvana, explicando con todo detalle las diversas estancias, vegetación con sus características propias y lugar de procedencia cada uno de los diversos, árboles, arbustos, plantas ornamentales, como lo hubiera podido hacer el mejor ingeniero agrícola o técnico en jardinería.

                                                           La cabaña de Gójar

      En Gójar existe un enorme chalet de un afamado vendedor de coches, que entre las muchas cosas que posee, es una pequeña plaza de toros, pero lo traigo a colación, porque en el frontispicio de entrada aparece, en hierro forjado, un letrero que dice: “La Cabaña.
Al contemplar la cabaña que existe en este paraíso me he acordado de aquella otra cabaña, y con la grandiosidad que tiene, yo, personalmente, no la cambio por ésta. 

                                                       La cabaña de mis nietos
                                               
                                                         La cabaña de mis nietos

     Escucho el clamor de los nietos de Pepe y Amelia, dando saltos en las camas de la enorme cabaña de madera que poseen para su diversión, almohadas que vuelan de un lado para otro, plumas blancas que estallan surcando el aire, salidas de cabezales en batalla campal para ocupar el territorio prohibido, mientras el capitán de uno de los bandos desaforadamente clama: ¡A por ellos mis valientes! 



 Bicicletas, equipos de esquís, macutos, y todo un conjunto de divertimentos de unos chicos encantadores que no tienen ningún inconveniente en sus juegos, saltar delante de los aspersores que alimentan el césped luciendo sus infantiles cuerpos tal como los trajeron sus madres al mundo.



     El famoso “Libro de la Selva” del inglés Rudyard Kipling me trae a la mente muchos pasajes de la vida de Mowgli, el bebé que se crió con una mana de lobos como si fuera un lobezno, al contemplar una plataforma en lo alto de un árbol donde los nietos de Pepe hacen de las suyas, en sus juegos infantiles.


                                      Mi nieto Pablo ha vivido un espacio, como si estuviera en la selva.


      Allí mi nieto Pablo ha disfrutado como si estuviera en la selva acompañado por las caricias y los consejos de Amelia, esta tarde le ha llegado un “nieto” improvisado.  


                                                 El rincón privado de Pepe Cuadros

     Nuestro hospedador tiene reservado un lugar recóndito y apartado, con un espacio no muy grande, pero lo suficientemente amplio como para albergar la cultura de varios siglos pasados.



 La música de un pasodoble salida de una gramola, grabada en un disco de pizarra; “La Biblia en pasta”, nunca se pudo decir mejor esta expresión al abrir y oler el contenido de una Biblia inglesa del siglo XVII,

                              La Biblia del sigloXVII y una de las primeras máquinas de coser que se inventaron  
de una máquina de coser a mano de las primeras que se inventaron y de dos máquinas fotográficas de fuelle, dispuestas a enfocar y captar las caras de admiración de los allí presentes,

                                       La Biblia inglesa siglo XVIIy las dos primeras cámaras reflex que se inventaron

 todo bajo la mirada de un enorme cuadro, traído de la India, de un maharajá con su esposa en actitud amorosa. 


además de otras muchas antigüedades, protegidas a “cal y canto” bajo el detector de un letrero que dice: Establecimiento protegido por cámara de control y seguridad.


     Los gigantescos troncos de madera, al final de la hacienda, duermen el sueño de los justos, esperando que un día sean cortados en amplias rebanadas para ser transformados en mesas, bancos y demás mobiliario para ocupar los lugares que les corresponden.


                                                El jacuzzi de Pepe, en plena Naturaleza

     Mención especial merece el jacuzzi, para tomar los mejores baños soleados en plena Naturaleza.


El porche nos esperaba, después de haber saturado nuestros cinco sentidos en todo el largo recorrido por este delicioso vergel.


     Sentado en una buena hamaca me traslado inmediatamente al Oeste Americano, al contemplar un reloj en la parte alta del porche, en una de las muchas estaciones de este inagotable territorio que dio origen a muchos western, tales como: La Diligencia, Río Bravo, Caravana de Mujeres, Raíces Profundas, El Asalto al Tren.


                                              Una escena de la película, Caravana de mujeres

Pasan por delante de imaginación, territorios inexplorados e indómitos, bajo la amenaza latente de los indios, ciudades sin ley en la que los bandidos campaban a sus anchas, las gentes que viajaban con la utopía de forjar un hogar y vivir en paz y en libertad, mientas otros malvados se aprovechaban de los más indefensos para hacer su vida más fácil.


                                                       El tren del oeste americano     
Escucho el silbido del tren que en la lejanía aparece dejando en el aire un chorro de humo negro y las blancas nubes de vapor saliendo por los costados, mientras el chirriar de las ruedas al llegar a la estación me hacen salir de mi letargo, al llegar Amelia con una enorme fuente de “Ajo Blanco” y otra con unas cerezas de un rojo oscuro.

                                                 Amelia y su ajo blanco

     Los tazones se van llenando de este delicioso caldo acompañado por uvas que flotan en el interior de un albo especial, magistralmente repartido por nuestro alberguero, y la mesa se va viendo vestida de otros alimentos: chochos, - si alguien al leer esta palabra se escandaliza que interprete Altramuces-


                                        aceitunas, frutos secos, horchata, cerveza, vino, y la conversión animada y amigable de la pareja, con chistes, y miradas de soslayo, cuando Pepe, trayendo a la palestra nombres de figuras célebres en la economía con las que ha tenido relación, Amelia seguía con sus manifestaciones que no guardaban ninguna relación con lo que allí se mascaba.

                                             Vídeo, lo que menos interesa es el filmación del suelo

Algunos chistes para animar el ambiente, un discurso en alemán con una fonética y pronunciación correctísima, dedicado a las bodas de oro de unos amigos alemanes, y sacando al palenque la figura de un presbítero nonagenario, dominador a la perfección de varios idiomas, entre ellos el griego clásico, un gran analista de la vida vaticana y de los pros y contras que allí se desarrollan.  



Estar en este porche es como estar navegando en una nave espacial, desde la que vas observando una serie de aspectos diferentes, y al mismo tiempo novedosos y extraordinarios, es una tertulia de amigos que se divierten contado infinidad de aspectos y a cuyo mando va un simpático capitán actor principal de todo lo que allí se está cociendo.


                                                        Abundan las colecciones de azulejos. 

     La nave tiene una enorme mesa alrededor de la cual se sientan todos los invitados, en sus paredes hay colocados una colección de azulejos sevillanos enmarcados por parejas, de procedencia diferente unos de los hornos de Mensaque, otros de Ramos Rejano, otros de la Cartuja.
En uno de los descansos de la intervención de nuestro capitán, cuando se toma un poco de aire para poder continuar le pido  que siga haciendo una reflexión de lo que en alguna ocasión ha podido meditar en este lugar.



Un mirlo, con su plumaje negro de azabache y el pico anaranjado lanzaba al aire sus alegres trinos, balanceándose al ritmo que la brisa matutina le imprimía desde la última y frágil rama de un ciprés, como parte del cortejo nupcial que con tanto ahínco pregonaba, mientras, de cuando en cuando, la tórtola y la abubilla entonaban sus pocos afortunados arpegios en un insistente empeño de dejar constancia, que también ellas formaban parte de esa alegre y festiva celebración, que sus genes le reclamaban; 



     Unos camaleones que por allí andaban quedaron absortos al contemplar la escenas y cambiaron de color adaptándose a la situación para que no ser descubiertos. 
-¡Cuanto camaleón abunda hoy día en el mundo, disfrazados de personas!
   

     El golpe sordo y seco de las olas al romper sobre la playa, llegaba de una manera rítmica, acompasada y contundente a mis oídos y el sol, ya desperezado inundaba de claridad con sus áureos rayos la más luminosa de las estaciones del año.



Los allí reunidos seguíamos escuchando lo que nuestro anfitrión nos iba contando, bebió un poco del riquísimo vino de Málaga fabricado en la Axarquía, nos miró a ver si estábamos pendientes de su conversación y continuó diciendo: Absorto y ensimismado con el brillante espectáculo que la Naturaleza me ofrecía, no dejaba de mirar al mirlo que de cuando en cuando desplegaba las alas para guardar el equilibrio, por el bamboleo que la suave brisa imprimía a la frágil y delgada rama sobre la que se posaba.  


                                                      El ciprés del Monasterio de Silos

     Este esbelto y elegante árbol, perteneciente a las coníferas, y clasificado por el famoso botánico Carlos Linneo de hoja perenne, puede llegar a alcanzar los veinte metros de altura y una longevidad de trescientos años.  Uno de los ejemplares más conocidos en nuestro suelo patrio es el del Monasterio de Silos, que el poeta español Gerardo Diego lo plasmó en una de las más bellas poesías que se le pueden hacer a la Naturaleza y así lo describió.
Enhiesto servidor de sombra y sueño,
que acongojas al cielo con tu lanza .
Chorro que a las estrellas casi alcanza,
devanando así mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe , saeta de esperanza .



Hoy llega a ti, riberas de Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
que ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Con un aplauso de los asistentes terminó la intervención.
Había que felicitar la bien documentada intervención y el recital poético, mientras hacían acto de presencia los cubitos de colores para refrescar las bebidas y dar color también al calor familiar que impregnaba el ambiente.


Las dos y media de la tarde, la cita con el restaurante donde íbamos a comer hizo el reclamo y prestos nos dirigimos partiendo de la hacienda al lugar donde se encontraban los coches 


                                                Caminamos hacia el restaurante "El Hávaco".

para ir al lugar en el que degustaríamos un menú digno de mencionar.
El calor arreciaba, de un sol que dejaba sobre nuestras cabezas sus rayos como agujas hirientes, pero la suave brisa llegada de un mar que servía como telón de fondo,  hacía el caminar más placentero, acompañado por los colores violetas de las campanillas que se derramaban por los tapiales de la finca.


                                                 En el restaurante

El rico salmorejo, seguido de una dorada acompañada de patatas, seguirían llenando los estómagos de los comensales que, ya venían repletos por haber estado toda la jornada anterior sin dejar de mover las muelas.

                                     Magnífica vista del Mar Mediterráneo, desde la hacienda de Pepe y Amelia

Había que seguir disfrutando de la tarde, desde el mirador próximo a la casa central del fundador de esta dinastía, a la sombra de los pinares, se nos abría una panorámica inmensa, un mar grandioso vestido de un azul intenso, donde se recreaban los veleros surcando sus aguas, 



todos extasiados comentábamos la magnificencia del panorama, mientras una avioneta, dejaba una larga cola en la que podía leer: “La hacienda de Los Pichurris, está rebosando amistad”.



-Querido lector ¿Comiste alguna vez algarrobas? ¡no! Pues yo sí. 

                                                      Contemplando las algarrobas

Era una de las chucherías que en los años de la posguerra, en los pocos abastecidos puestos de chucherías que había, entre palo dulce, que en abreviatura le decíamos “palodu”, cigarros de matalauva, tracto, y algunos chicles, comenzaron a aparecer, los llamados ”bazoca”, aquello, dentro de aquel oropel, era un lujo, pero además estaban las famosas algarrobas. Hoy solo se utilizan para alimentar a los cerdos. 



Pero las algarrobas no solo era una mala golosina, pero al fin y al cabo golosina, y algún iluminado quiso sacarles más producto, y de las semillas que tienen, se confeccionaron rosarios, ¡sí! querido lector,  rosarios para rezar los Santos Misterios de la Redención de Cristo. Procura que jamás vuelva esta situación. Hoy, a pesar de las protestas que continuamente existen, se vive mejor que nunca. Nadie, si no quiere, se acuesta, por muy mal que esté sin vestir ni comer.



El césped acogería con sumo placer, las idas y venidas de un balón que después de estar inactivo, durante un tiempo por la ausencia de los nietos de estos anfitriones, esta tarde sentía gustoso las caricias de los pies de mi hijo, de Pablo mi nieto, y de mi nuevo nieto algo crecidito y con barba mi otro Antonio.

                                           ¡Señoras, y señores, a las ricas tortas de almendra!

La tertulia en el porche continuó mientas los estómagos repletos seguían engullendo las ricas tortas de almendras, la riquísima tarta de los italianos, algo derretida pero muy buena, el sorbete de limón, el café para los que borrachos de satisfacciones se les doblaba la cabeza de sueño, y se pudieran espabilar, 


                                                                   Las cotorras enamoradas

mientras tanto, nunca se vio por aquellos lares tal cantidad de aves, participando en el jolgorio que se estaba disfrutando, las cotorras saltando de un lado para otro haciendo los preludios del emparejamiento, tórtolas turcas infiltradas en un barco llegado a España invadiéndola, mirlos, mochuelos, cernícalos, jilgueros, chamarices, cogujadas, y los ojos abiertos, de los buhos que nunca parpadean, estáticos como hipnotizadores.



Pasan enormes bandadas de gaviotas en dirección al río Málaga, el sonido del movimiento del batir de sus alas está tan próximo a nosotros que parecen ventiladores que airean nuestros rostros.



El sonido de la zumaya, monótono, constante, sin descanso, de un ave, o una de dos, o no necesita pulmones o los tiene tan completamente llenos de aire que no interrumpe para nada su cantar. 
Mi amigo, Pepe Cuadros, comenta que se queda totalmente sorprendido cuando la zumaya se pone a cantar, si hubiera un campeonato de cantos de aves para ver cual resistía más cantando sin parar, campeona olímpica, sin lugar a dudas, la zumaya.
Ese canto, de la zumaya debió de darle el "coñazo", perdón por la palabra, a nuestro vate, Federico García Lorca que lo trae a colación en su Romance de la Luna:
¡Cómo canta la zumaya!
¡Ay, como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna 
con un niño de la mano

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.


                                                  Llegó la despedida como lentamente se marcha la tarde. 

Llego el momento de la despedida, con todos los honores fuimos acompañados a los aparcamientos y entre abrazos nos fuimos diluyendo por la carretera, dejando atrás una jornada memorable y quedando grabado en nuestra mente el recuerdo de un día que permanecerá para siempre en el recuerdo.

                                    REPORTAJE FOTOGRÁFICO






















































                                                 José Medina Villalba.