martes, 17 de junio de 2014

MI CHIMENEA



Hay muchas maneras de dar calor a una vivienda, la primera calidez, el primer ardor, el primer fuego, que caldea un hogar es ante todo el calor humano de la familia. La prole bien avenida, derrocha incandescencia y aviva la combustión de un hogar.


Hay otro calor de tipo material, muy importante y necesario sobre todo los días rigurosos del invierno cuando el frío gélido del invierno, hace temblar los cuerpos, empañar las cristaleras de las habitaciones, hacer castañetear los dientes, mientras los carámbanos  de las fuentes ven pasar a las gentes con las manos tocando el fondo de los bolsillos.
Hay un calor especial, el que produce una chimenea, sentarse delante de ella con el pensamiento libre de ataduras, ver como se consumen los troncos de leña, ese chisporroteo especial que a veces se desliza por delante de nosotros como queriendo acariciarnos, convertido en infinidad de estrellitas que juguetean delante nuestra hasta difuminarse; el rojo intenso de los troncos candentes, sobre el que depositamos nuestra mirada y en ese mirar llegamos a penetrar en su interior, mientras que los pasajes y recuerdos van transitando, transportándonos en  un halo casi extraterrestre, que nos deja embelesados.

A mi chimenea, la que hay en mi casa, le tengo un cariño especial por la infinidad de momentos que nos ha regalado: reuniones familiares, conversaciones íntimas, de cumpleaños y onomásticas  con mis nietos, hijos y demás familia e incluso en momentos de ánimo bajos, ella siempre aportó y mitigó la quemazón, el desaliento y tristeza que nos invadía.
Por eso y otras muchas razones la quise vestir con la elegancia que se merecía. En su frontal le pinté este cuadro que ha dado entrada a este relato.


El mural representa un par de enamorados de la época medieval, montados en sus respectivos caballos, ambos se muestran con la dulzura especial como cortejadores del afectuoso enamoramiento de los dos personajes que a sus lomos portan.




La cetrería jugaba un papel importante en esta época, por lo que no podía faltar un halcón que con maestría especial y elegancia lleva la dama.


Todo es observado desde la lejanía por la majestuosa Alhambra.


No podía faltar el libro “incunable”, al pie del cuadro, realizado con acrílico y óleo,  donde literalmente se refleja el encanto que derrocha Granada, y la manera con la que arropa  su sueño diario, lirismo que surgió en mi mente mientras lo iba pintando.


En las dos esquinas de la parte inferior aparecen unas granadas como símbolo de nuestra ciudad, parecen sonreír ante la actitud de los enamorados.

En el libro se puede leer el siguiente verso:


Los sones de la Vela
son cantos de nanas
que mecen la cuna
donde duerme Granada.

 
Rasgueos de guitarras
y cantos de zambras
desde el Albayzín
le acompañan.


Mientras las estrellas
se asoman a sus ventanas
para llevar el compás
al ritmo de sus palmas.




Darro y Genil centinelas
con sus brazos de plata
arropan su sueño
con el manto blanco
de Sierra Nevada.


Así todos los días
se duerme Granada.

                                                      José Medina Villalba

sábado, 14 de junio de 2014

ALBAYZÍN. POESÍA


Ladera cubierta de copos
saetas de torres clavadas en tu pecho
geometría caprichosa de callejas estrechas.


Belén perenne de pastores vivientes
tus maravillas, cual cofre de cobre,
atesoran los sonoros pasos de pasados tiempos.

Jazmín, galán de noche, trepadora yedra,
geranio, clavel y rosa, perfume que embriaga
en tus noches, que cubren tu cuerpo
con el manto bordado del estrellado cielo.



Balconada de cerrajería artística,
forjada con encajes de maceteros de Fajalauza
eternamente te contemplas en tu novia blanca
que con su peineta encrespada
engalana su cuerpo.


Con su mantilla de mocita albaicinera
y su vestido albo
desde allí arriba con su enamoramiento te prenda.
Mientras a tus pies tiende su manto
el verdor de una Vega que complacida te reverencia.


Música de agua que redobla sus golpes
con notas de sinfonía, que resuenan
en arabesca alberca.


Bullicio de mercadillo
en mañana dominguera
con sabor a pueblo.


                                               Óleo de José Medina Villalba. Por el Sacro Monte.
Payo, gitano y moderno mahometano
en unión conviven
en aqueste lugar.
Aguas de Darro que a las Escuelas del Ave María
lavas y refrescas continuamente sus pies,
con pepitas de oro y granos de arena
gargantillas haces,
oprimiendo su tobillera.

                                           Lección práctica de Geografía en el mapa en relieve
Métodos, formas y procedimientos
de los que tanto hoy se pregona,
desde hace más de un siglo,
aquí son actualidad.

                                    Atardecer en el Mirador de S. Nicolás. Óleo de José Medina Villalba
Albayzín eterno, dentro,
muy dentro,
te llevo dentro.

                                   José Medina Villalba

miércoles, 11 de junio de 2014

SE HACE CAMINO AL ANDAR. EL CAMINO DE SANTIAGO




Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Parafraseando al genial Antonio Machado, hoy me he puesto a caminar, mi mente inquieta de andarín y senderista, sigue andando por los vericuetos y veredas que otros tiempos alimentaron mi cuerpo y sobre todo mi espíritu. 


                                                  5 de agosto, romería a los Tajos de la Virgen en Sierra Nevada
Sendas que me llevaron a saciarme de bellezas naturales, cascadas, bosques, montañas cuyas cumbres aparentemente eran inalcanzables, pero con el esfuerzo, el tesón y la constancia conseguía superarlas, más todo, sin ir demasiado lejos, porque Granada, la bella Granada, tiene todo esto y mucho más, nada más salir del umbral de sus imaginarias puerta, ya no tenemos murallas que nos rodeen, nos podemos encontrar los paisajes y lugares más insospechados.

                                                     Virgen de las Nieves en Sierra Nevada
 Sierra Nevada con infinidad de escenarios diversos para disfrutarlos en cualquier época del año, las Alpujarras, vientre alimentado de costumbres ancestrales, paisajes de pueblos que flotan colgados como balcones en la montaña, (Barranco de Poqueira) la Alfaguara, senderos que nutren nuestros pulmones con la sal que llega, envuelta en el aire, desde el mar próximo…, por citar brevemente algunos.


                                                 Barranco del Poqueira en las Alpujarras
Hoy no voy a caminar por estos espacios, lo haré en otros relatos en lo sucesivo.
En este momento, mi pensamiento deambula recordando el sueño que hace unos años se hizo realidad, el Camino de Santiago. (Todo lo que suceda a partir de este momento fue pura realidad)

                                                             Colegio del Ave María de la Quinta
Eran los ocho de la tarde de uno de esos días calurosos del mes de agosto, cuando un grupo de profesores y simpatizantes de la institución avemariana, nos dábamos cita en la Parroquia de Monserrat, -aledaña al Colegio del Ave María de la Quinta- al toque de llamada, para preparar un nuevo camino distinto al que diariamente veníamos realizando.
Sabíamos de qué se trataba pero nos inquietaba conocer con más detalle el proyecto que, en la primera de septiembre, habríamos de realizar aquellos a los que les ilusionara la idea propuesta.

                                                    Miguel Ángel, jefe de la expedición

El joven sacerdote al que se le había encomendado la misión y responsabilidad de la contienda, pronto y de una forma teórica nos fue, con su forma de exponer el proyecto embaucándonos e introduciéndonos en él.


“El Camino de Santiago no es solo para atletas lo puede realizar cualquier persona que no tenga problemas serios de salud. Ahora bien, es necesario tener una cierta capacidad de sufrimiento y, sobre todo, una gran ilusión para superar las dificultades que sin duda se plantean.


Se nos informó de todo el equipo que había que llevar, mochila, saco, esterilla…, uno se da cuenta cuando se encuentra allí, que hacen falta muy pocas cosas y que se pueden suplir fácilmente por lo lugares por lo que se pasa.
Se nos insistió mucho sobre el cuido de los pies y se dieron normas para su tratamiento.
                                 Las literas de uno de los albergues. Los peregrinos se acomodan al llegar.
Allí se decidió cual sería nuestro sistema de hospedaje y optamos por los albergues para que nuestro camino fuera lo más semejante al de un verdadero peregrino.
Ocho de la mañana del día 31 de agosto, en la Avenida de Cervantes y a las puertas del Colegio del Ave María, van llegando los excursionistas, trasiego de macutos, saludos, y un cierto nerviosismo interior que se deja traslucir en la forma de manifestarse cada uno.
La jornada de autocar sería larga, de ocho a ocho, con los correspondientes descansos para comer y evacuar, pero las ventajas de disponer de cincuenta plazas solo para veinte se dejaron sentir en beneficio de nuestros cuerpos que pudieron hacer el recorrido de la forma más confortable.
                                                  Los peregrinos en el Legado del Bierzo
El Legado del Bierzo, restaurante construido en forma de gigantescas pallozas, nos reconfortaría con un cafetito bajo la caricia de una ligera llovizna.


                                                      El Hotel Roma en Sarria
La estancia aquella noche primera en el Hostal Roma, en Sarria, fue una forma de decirle adiós a la comodidad en que sin darnos cuenta nos vemos sumidos diariamente en nuestra vida cotidiana.
Son las siete de la mañana, entre dos luces, en la puerta del hotel, bajo el silencio que nos acompaña, a esas horas, meditamos sobre las palabras del Evangelio que salen de la boca del jefe de expedición.
Son varios los interrogantes que cada uno en su interior se plantea, pero sobre todo uno: ¿seré capaz de realizar esta hazaña?


                                               Los peregrinos comienzan la primera etapa
El Camino de Santiago se puede enfocar de diversas maneras: como deporte a modo de senderismo por etapas, como turismo artístico, siguiendo la ruta del románico, como una promesa para tranquilizar la mente ante errores cometidos en la vida, como camino de espiritualidad, como itinerario gastronómico para disfrutar el arte culinario…, en coche, en bicicleta, a pie; por lo que a mí respecta, una mezcolanza de todo lo anteriormente dicho, teniendo como portador unos pies imbuidos en unas botas goretex, soportando un macuto cargado de cosas y mucho ánimo.
Con el eslogan de “buen camino”, frase que con frecuencia al encontrarse con otros peregrinos nos iremos diciendo, damos el pistoletazo de salida.

                                                    Caminamos hacia Portomarín                                  
Caminamos hacia Portomarín. El canto del urogallo, el mugir de las vacas, el verdor de las innumerables praderas, la dureza de alguna que otra pendiente, serán la tónica de estas primeras horas.


                                          El mugir de las vacas nos acompañará durante el camino
Pronto nos damos cuenta como el grupo, como ovillo o madeja que se va deshilachando, se va poco a poco estirando y cada cual se une al grupito con el que más se acomoda, tanto en el ritmo y velocidad de caminar como en la charla comunicativa.


                                                Nos agrupamos de nuevo en el albergue
Los más jóvenes pronto se pierden de vista y serán los que siempre en todas las etapas lleguen los primeros; después será un largo chorreo de una o dos horas, entre los que llegaron primero y los postreros, hasta que de nuevo nos agrupemos en el albergue que nos ha de dar cobijo cada noche.

                                              Iglesias románicas con su cementerio
Pero todo no va a ser alimentar el espíritu: meditar, charlar, contemplar el paisaje, pasar por pequeñas villas con el título de pueblo, iglesias románicas acordonadas con su cementerio a estilo anglosajón, infinidad de hórreos que, como elementos emblemáticos, son el logotipo que nos aclara y recuerda en qué región estamos, sino que allí al final del camino siempre nos esperarían los mesones con sus riquísimas carnes a la brasa, buen ribeiro y la tarta de Santiago, para alimentar nuestros maltrechos y cansados cuerpos.


                                           El buen yantar, nos acompañaría junto al rico ribeiro
La pulpería Ezequiel, con sus grandes fogones hirviendo el pulpo que después servido sobre largas mesas de grueso madero y bancos de la misma materia, sería el deleite de nuestros paladares, como final de aquella etapa de Palas de Rei-Melide.


                                                               El pulpo servido en platos de madera en la pulpería de Ezequiel
Uno se hace la idea antes de comenzar esta aventura, de dormir dando con los huesos en el suelo, si no hay hospedaje en las hospitalerías o albergues; la verdad es que más de uno tuvo que hacerlo así, de este modo, en el polideportivo del pueblo, cuando ya el albergue se encontraba saturado; sin embargo, salvo alguna excepción, las hospederías superan muy en mucho la idea que antes de partir uno podía tener de ellas.

                                                      Dormitorio de un albergue del Camino de Santiago
Es cierto que no son hostales, y mucho menos hoteles de una estrella, que en cada compartimento nos podemos encontrar con seis u ocho literas, donde hay que compartir el sueño, con la musicalidad de los graves sonidos que en forma de ronquido salen por las fauces de algunos cuerpos peregrinos; pero bueno, tienes colchón, almohada, duchas comunitarias, agua, luz, cocina, sala para poder comer y guisarse, el que le apetezca, y en algunos lavadora e incluso secadora, aunque hubiera que hacer cola para poder usarlas.


                                                  La lucha diaria con el contenido del macuto
Anecdóticamente podemos relatar el problema y la lucha que a diario tienes que soportar con tu macuto y el contenido del mismo. Cuando se sale el primer día todo va correctamente ordenado, cada elemento de vestir en su lugar correspondiente, si es que éste goza de varios compartimentos, pero cuando han pasado unos días, aquello es un infierno de tanto sacar y meter cosas, de buscar y no encontrar lo que deseas y de ver cómo lo que con tanto esmero preparaste al comenzar la expedición se ha convertido en un desmadre que por más que te esfuerzas en ordenar no llegas a conseguirlo.

                                                        Consultorio de curas de las caricias del camino
Mientras unos se dedican a saborear una plácida siesta, otros empleaban su tiempo en el aseo personal, en el lavado y secado buscando un tendedero que estuviese libre y donde un rayo de sol le pudiera dar; otros, en cambio, tendrían que pasar por el consultorio de curas, previamente improvisado para curarse las caricias del camino, convertidas en rozaduras y ampollas.


 Después, al atardecer, una gira por el pueblo para ver lo mejor de cada uno de ellos, entrar en un super, prepararse una fugaz cena y asistir a la santa misa con aquellas homilías donde Miguel Ángel, el cura del grupo y jefe de la expedición, sabía sacarle todo el jugo a los pasajes evangélicos, parafraseando el Camino de Santiago con el camino de la vida, con nuestra propia vida, con el poco sentido que tiene, pero que sin embargo le damos, al aferrarnos a construirnos un camino vano. Un camino lleno de materialidades, que por lo general no conducen a nada, sino a un estrés que continuamente nos agobia y martiriza; debemos de construir el verdadero Camino de Santiago, ese de la flecha amarilla que durante todo nuestro recorrido nos ha ido indicando la ruta a seguir, y que no es otro sino el que nos marca la palabra de Jesús plasmada en el Evangelio.

                                             Comentábamos las experiencias del camino cada día
Después formando un corro manifestaríamos las experiencias y anécdotas personales que durante la jornada habían surgido, las ayudas, en algún momento, recibidas en el recorrido matinal, por otros caminantes, aderezadas por el humor espontáneo de alguno de los expedicionarios.

                                                        Monte del Gozo
Así fueron trascurriendo los días, formando el grupo una piña, cada vez, más homogénea y compacta pasando por Arzúa, Arco do Pino, Monte del Gozo y culminación con la llegada a Santiago.
Para alguno de nosotros el coche escoba, capitaneado por Miguel Ángel, fue de un valor extraordinario, ya que nos alivió de una gran parte de la carga que hubiéramos tenido que soportar de no haber contado con él.

                                              La alegría del peregrino al llegar al Monte del Gozo              
La llegada al Monte del Gozo, que se alcanza tras una subida, supone una gran alegría ya que el peregrino puede divisar desde allí la ciudad del Apóstol.
En este monte, llamado en francés Monjoi, o Monxoy en gallego, había una pequeña ermita, donde los peregrinos daban gracias por haber llegado hasta allí; actualmente hay un gigantesco monumento que se construyó con motivo de la visita de su Santidad el Papa Juan Pablo II.



Llegados a este lugar nuestros ojos buscan impasibles las torres de la catedral, cómo se nos había anunciado, más éstas o no aparecen o nuestras ansias por llegar no nos dejan verlas.
El camino por recorrer es aún largo y tanto el espacio cómo el tiempo se prolongan llenando nuestro espíritu de una angustia insostenible por el deseo apremiante por culminar nuestra gesta.


                                               Como héroes victoriosos llegamos a Santiago
Por fin, como héroes victoriosos, cómo peregrinos que ven hecha realidad una ilusión, vamos llegando, con cansancio, con fatiga, con el cuerpo maltrecho y dolorido, pero con la alegría y la sonrisa del objetivo cumplido.

                                                       El Hostal del Seminario
Había una sorpresa pendiente, por parte de Miguel Ángel, sorpresa dura al principio, cuando se nos dijo que el albergue estaba a dos kilómetros del lugar, pero agradabilísima porque aquella broma se cambiaría por uno de los mejores hostales en la actualidad; nos tenía preparado, nada más ni nada menos, que el Seminario, gran monumento arquitectónico, convertido en gran parte en hotel. Si los comienzos en Sarriá, en el hotel Roma, fueron el principio de una despedida a la comodidad, el cierre, y la vuelta a la misma, sería la de un magnífico parador.


                                                  Abuelo y nieto a la llegada a Santiago
Una vez llegados, nos dirigimos a la Catedral, ávidos por abrazar al Santo, al mismo tiempo que nos recreamos en la belleza arquitectónica de un monumento que se fue haciendo a través de diversos reinados y siglos.

                                                 La barroca Catedral de Santiago de Compostela
 El Maestro Mateo dirigió la obra desde los cimientos de las puertas; bajo su dirección se construyó la gran cripta que soportará el tramo final de la iglesia y el portal entre dos torres que constituyen la gran fachada que será transformada después en la obra barroca que hoy conocemos, el Obradoiro.
En el interior del templo se realizará un hermoso coro pétreo, del que sólo se conservan algunas piezas sueltas, hoy en el museo de la catedral y aprovechadas en la Puerta Santa.


                                                        El Pórtico de la Glora
El Pórtico de la Gloria en el portal occidental, muestra una serie de figuras de apóstoles, patriarcas y evangelistas que, por la incidencia de las luces que iluminan su policromía y por el efecto plástico de sus actitudes, parece un grupo animado en el que vibra la vida.

                                                 Los paseos por el entorno de la Catedral
Después vendrían los paseos por el entorno de la catedral compostelana que se encuentra compuesto por un conjunto de plazas que la historia de la ciudad y su templo han sabido unificar armoniosamente por medio de escalinatas e inverosímiles intersticios: la del Obradoiro al oeste; la de la Azabachería al norte; y la de las Platerías al sur, mientras que por un ángulo la monumental arquitectura se rasga para permitir un acceso angosto al amplísimo espacio de la Plaza de la Quintana.



Si la cámara digital hizo con gran efectividad su labor durante estos siete días, no pararía de hacerlo recogiendo escenas, lugares y momentos que quedarán como entrañables recuerdos.
Las graves notas que en el espacio dejan las gigantescas campanas, agitadas fuertemente por el badajo que las golpea, son la voz del bronce que llama a los peregrinos a su misa.



Son las doce  de la mañana, el templo se encuentra a rebosar, cada uno busca el mejor lugar para participar en la ceremonia.
Nuestra alegría es enorme, nos encontramos en los primeros puestos: macutos, sacos de dormir, esterillas, cantimploras, bastones…, decoran el lugar; una enorme cantidad de sacerdotes de distintas nacionalidades van a concelebrar; allí está el nuestro representándonos; por los altavoces se van nombrando todos los grupos de peregrinos que van a participar y su lugar de procedencia; en más de una ocasión nuestro espíritu se ha emocionado y nuestro cuerpo ha vibrado, pero cuando resonaron en las enormes bóvedas las palabras que correspondían al grupo de peregrinos del Ave María de Granada, a más de uno se le anegaron los ojos y las lágrimas rodaron por sus mejillas.


                                           Los peregrinos extasiados ante el ir y venir del botafumeiro
Con el perfume que deja el botafumeiro en el cuerpo de todos, que extasiados contemplamos el ir y venir a gran velocidad por la nave del cruceiro a este gigantesco incensario, dejamos el lugar sagrado.
En más de una ocasión nos hemos podido preguntar: ¿Qué mueve a los hombres a abandonar sus hábitos diarios, trabajo y confort, y ponerse en marcha por unos caminos llenos de fatigas? La respuesta no puede ser única, creo que son muchas las razones que impulsan a las personas a emprender la peregrinación.
Según la época, las circunstancias variarán significativamente, aunque siempre primará en ellos el deseo de obtener alguna gracia.
Estos párrafos extraídos de un sermón del Papa Calixto, resumen perfectamente qué es lo que podrían esperar los hombres del siglo XII que peregrinasen al santuario compostelano en el confín occidental de Europa:

                                                          El Apóstol Santiago
“Nadie hay que pueda narrar los beneficios que el Santo Apostol concede a los que le piden de todo corazón. Pues han ido allá muchos pobres, que después han sido felices; muchos débiles después sanos; muchos enemistados luego en paz; muchos crueles, después piadosos, muchos lujuriosos, después castos; muchos seglares, luego monjes; muchos avaros, más tarde dadivosos; muchos soberbios, después humildes; muchos mentirosos, después sinceros; muchos despojadores de lo ajeno, que después dieron hasta sus vestidos a los pobres; muchos perjuros, luego leales; muchos que formaron juicios falsos que luego proclamaron la verdad; muchas estériles que fueron después madres; muchos perversos, después justos, por la gracia de Dios”.
No me extrañaría que a más de uno de los que recientemente hemos realizado este peregrinaje alguna de estas frases dichas en el siglo XII, hayan podido convertirse en realidad en los comienzos de este siglo XXI.


                               Emoción del grupo de peregrinos de Granada, al escuchar por los altavoces su nombre
Sin embargo se puede ir a Santiago, no solo a solicitar la intervención apostólica, sino también deben de ir los fieles agradecidos que en un momento determinado y ante una situación límite, recibieron su auxilio en cualquier lugar del mundo.


                                         Colocados en la escalinata nos despedimos de este peregrinaje
Colocados en la escalinata que da acceso al maravilloso hostal, donde hemos pasado las últimas horas, acariciados por un suave y agradable chiriviri, que a modo de despedida se recreaba en nuestros rostros, nos hicimos la foto de despedida.

                                                 Orgullosos de haber adquirido la Compostela
Cargados con el equipaje, portando cada cual “La Compostela”, documento que acredita haber realizado como mínimo 100 kilómetros del Camino de Santiago –nosotros hicimos bastantes más-, decimos adiós a este camino y a esta ciudad, con la Compostela espiritual que cada cual lleva en su interior y que no es otra sino la huella que a todos  estos siete días nos ha dejado.
Las horas de aquella primera semana de septiembre quedaron allá lejos en el tiempo, pero el impacto de todas estas vivencias tanto en grupo como individuales permanecerán siempre presentes en estos avemarianos peregrinos cuyos nombres quedan aquí plasmados:
Fernando García Rodríguez.
María Ángeles Resina Resina.
Pilar Vives Gutiérrez.
Juan J. Gutiérrez Cano.
Virginia López Osorio.
Miguel Ángel Morell Parera.
Antonio José Cano Medina.
Mari Carmen Cano Medina.
Mari Carmen Medina Arroyo.
José Cano Ortega.
Pilar Ruiz Baena.
Encarnita Romero Martínez.
María Luisa Baena González.
Isabel Fernández Moles.
Miguel Ángel Barceló Díaz.
Conchi Escalona Ferrer.
Joaquín de Haro Castilla.
María Luisa González Moles.
Manuel Pino Sabio.
Agustín Baena González.
José Medina Villalba.

                REPORTAJE FOTOGRÁFICO PARA EL RECUERDO



























                      

















































































































                                                   José Medina Villalba