lunes, 31 de agosto de 2015

LATIDOS DEL BAJO ALBAYZÍN. HOMENAJE A SUS GENTES. PRIMERA PARTE.


                               El Albayzín baja desde lo alto de S. Miguel a beber en las aguas del Darro
 El Albayzín comienza en los altos de San Miguel y baja, escalonado, a besar las húmedas laderas del Darro.
Algún lector se preguntará al iniciar este título ¿Es que hay dos albaicines,  bajo y alto?
Un poco de historia.

                                                El Albayzín es un barrio de grandes dimensiones
El Albayzín es un barrio de grandes dimensiones que podríamos fragmentarlo en diversas zonas con sus parroquias correspondientes. Ya en la época musulmana estaba constituido en arrabales con sus mezquitas.

                                            Jardines de la actual Mezquita Mayor
El barrio de “Harat al-Qasaba”, situado junto a la Alcazaba Cadima, en donde hoy están San Nicolás y la actual Mezquita Mayor de Granada.

                               Patio de la Iglesia del Salvador, Mezquita Mayor del arrabal del Albayzín
“Rabad Badis”. Por San Miguel Bajo. Rabad al-Murabitin por la Cruz de Quirós. Arrabal Qawraya, por el Aljibe de Trillo y San Agustín. Rabad al-Ajsaris, por San Juan de los Reyes, Carrera del Darro y Cuesta del Chapiz .

                                            Puerta Monaita, Bab al- Unaydar o de la Erilla
 El Sened, conocido hoy día como el Zenete. Yurra, la actual Churra, o Rabad al-Cadi. Rabad Mawrur al pie de Torres Bermejas. Todos estos arrabales tenían su mezquita como centro religioso alrededor del cual giraba la vida del arrabal.

                                                     Torres Bermejas
Después de la conquista y dominio de los cristianos, muchos de estos arrabales se convirtieron en fragmentos del Albayzín con su propia iglesia, establecida sobre una de las mezquitas, cuyo alminar se convirtió en torre de la iglesia. 

                                                   Iglesia de San Pedro y San Pablo
Así tenemos el barrio de San Pedro en la parte baja, o Bajo Albayzín. Albayzín Alto con la Parroquia del Salvador. Parroquia de San José, donde estaba el arrabal de los ermitaños. Y otras varias parroquias que ocuparon arrabales como San Bartolomé, San Luis, San Andrés, Santa Ana…
Hoy quiero hacer un pequeño homenaje a las gentes del Albayzín Bajo.
Retroceder al pasado tiene sus añoranzas y encantos y nos hace saltar un espacio enorme, en el tiempo, que intenta dejar en libertad un vacío en cada historia de nuestras vidas, imposible de poder recuperar pero muy agradable recordar.
Quitarse, treinta,  cuarenta, o cincuenta años, -¡Quien pudiera!- realmente imposible, pero imaginativamente ¿por qué no?


       Dispuesto a ello me he colocado delante de mi ordenador, éste que cada vez se me acerca más, aunque dudo si soy yo el que se aproxima o es él el que no se me despega, lo cierto que hemos formado un tándem,  una especie de binomio, no algebraico, más bien técnico donde los avances de la informática, pues adelantan que es una barbaridad, se aúnan con la voluntad férrea de mi persona.


       Intento darle órdenes, en este caso soy yo el ordenador, ya que él lo único que hace es obedecer mis mandatos, dentro de unos límites, pues a veces, cuando lo atosigo demasiado, se revela jugándome ciertas malas pasadas, que me han hecho perder el sueño.
No quiero que el lector se me impaciente pensando que esto de homenaje al Bajo Albayzín y sus gentes, se va a quedar en “agua de borrajas”, con tanta introducción; no, simplemente quiero abonar un poco el terreno sobre los antecedentes de este barrio para después recordar una serie de personajes, de tiempos más o menos lejanos con los que conviví, que dejaron su impronta marcada en este maravilloso lugar.

                                                    Caminando por la Carrera del Darro
Volvamos pues al pasado. Me veo caminando por la Carrera del Darro, vía principal de acceso al Bajo y de paso al Alto Albayzín.

                                                          Nopaleras del Sacromonte  El aire fresco de la mañana me envuelve de olores de avellaneras, de nopaleras, de fresa recién cogida, de olor a vaquería, de música que flota aún en el espacio, de guitarras, bandurrias, zapateado y volantes al aire, de los vestidos de las gitanas, en una noche pasada, en las zambras del Sacromonte;


                                                Huerta de Poyatos en Valparaiso
 de verduras frescas de la diversas huertas, como la de Poyatos, que penden a lo largo y ancho del Río Darro, a modo de perlas que constituyen un hermoso racimo plantado magistralmente en medio del valle, de éste  valle que tiene denominación de origen, Valparaiso.
De este río caprichoso, un poco egoísta y veleidoso, quiere tener lo que nadie tiene, una luna solo para él, una estrella moviéndose entre sus peces y un bosque de álamos que le den sombra a sus ranas verdes.


                                                         Valle de Valparaiso
Pero el río Darro es generoso y desprendido y cede parte de su energía, a poco de nacer, por las Acequias de San Juan, Santa Ana y la Acequia Real de la Alhambra, que da vida a jardines, surtidores, cascadas y estanques de la sultana Alhambra.


                                                 Patio de la Acequia en el Generalife
Esta Acequia de San Juan, la acequia del Ave María y del Padre Manjón, esta acequia de mi niñez, este agua donde tantas veces navegué imaginando extensos mares con mis barquitos de papel.

                                    Con mis marquitos de papel navegando por la acequia del Ave María        Hoy soy agua cansada, por todo el camino recorrido en la acequia de mi vida. Agua de mi escuela, dame tu sencillez, ahora y en el final de mi trayectoria.
¿Verano, primavera, otoño, invierno? Es igual, la belleza se derrama a raudales en cualquier estación del año, por esta calle de raigambre y realeza, de palacetes, conventos y casas señoriales, hoy convertidas,  algunas de ellas en hoteles, donde aún flota en el aire la voz del muecín que llama a la oración, 

                                                   Bañuelo. Baños del Nogal. 
o se ven los espíritus del hospital del Maristán que acuden al Bañuelo, Aammim Alyawza, (Baños del Nogal)  los baños árabes a recibir las abluciones para saneamiento de sus cuerpos.

                                     Las enormes ruedas de los carros, abrazadas al empedrado de la calle       Las ruedas de los carros cubas que salen del Juego Bolas con un sonido especial, que sabe a música, con las notas construidas por el  hierro de la cubierta de sus enormes ruedas abrazadas al empedrado de la calle, un empedrado que llora soportando el trasiego diario de los carros, que llevan el agua a toda la ciudad, y de aquellos otros que vienen de vacío, satisfechos de haber cumplido con su cometido.
 Un reguero de agua van soltando en su caminar por los vaivenes que el adoquinado le produce y es un modo  de refrescar la calzada, sobre todo los días calurosos del verano.
                                                        Matar el "gusanillo"        Veo salir del Bar San Pedro a algunos trabajadores madrugadores que han matado, lo que ellos llaman, el dichoso “gusanillo”, con una copa de aguardiente “mata ratas”. Pepe, de profesión tabernero, a quien le llaman “el tonelillo”,  regenta el bar y todas las mañanas me espera para recibir su dosis diaria de insulina. Pepe es un hombre amable, simpático, agradable, pero acepta a regañadientes el leve pinchazo mañanero; quizás el apodo le viene por su escasa estatura y abultado círculo grasiento que rodea su cuerpo.


                                             El bar San Pedro es actualmente, Bar Ras
Después esta pequeña “destilería de vinos y aguardientes”, con sus parroquianos especiales, pasaría a manos de Isidro, que junto a su esposa supieron darle otro aire al establecimiento con sus generosas tapas, cuando aún este complemento no se había puesto de moda, fueron el atractivo de una gran clientela, no solo del barrio sino de gentes llegadas de distintos puntos de la ciudad.
(Este bar cambió de nombre y de propietarios, ahora se llama Bar Ras).

                             Aún se conserva la fachada  de la tienda  "LaTaruga". Esquina con la Calle Santísimo
Frente por frente estaba la tienda de la Taruga, negocio de comestibles, de aquellas tiendas de entonces que lo mismo te vendían un litro de aceite, que medio kilo de garbanzos, que cuarto y mitad de lentejas, que un estropajo, o una “espichá” aprisionadas en aquellas tinas de madera, donde las sardinas arenques, se engarzaban haciendo un encaje circular dorado, a modo de una vidriera catedralicia; 

                                                          Cubeta de arenques
quitarle la piel era toda un ritual, se envolvía el “espichá” en un papel de estraza y sobre el marco de una puerta, al cerrarla, se aprisionaba, de esta forma de manera magistral, nos la encontrábamos lista para comer con un buen vaso de vino.

                                                   Pueblo de Purchena (Almería)
D. José Rubio, propietario del establecimiento y su esposa Dª Concha, llegados de Purchena, provincia de Almería, supieron sacar adelante a una familia formada por el matrimonio y sus cinco hijos. María Isabel, Ezequiel, Diego, Pepe, Miguel Ángel, Maribel, a todos les dieron carreras universitarias, desde el sacerdocio, pasando por licenciados en Filosofía y Letras, maestros de escuela, que supieron dejar el pabellón familiar muy alto con el desempeño de sus titulaciones en los lugares donde las realizaron

                                                   Mirador de San Miguel Alto, aquí la conocí.
De esta familia tengo que señalar la amistad que me unió con Miguel Ángel Rubio Gandía, por la afinidad de edad, nuestras salidas, paseos y excursiones, alguna aventurilla con las chicas del barrio, que quedaron solo en amores platónicos, él fue testigo presencial cuando, en la romería de San Miguel, conocí a la que me encuentro unido hace más de un cincuenta años.


Miguel Ángel, hoy es un ángel  más en el cielo, pero su paso por la Tierra dejó, como profesor, su saber y pedagogía por las universidades españolas y del extranjero, como doctor en Historia  y catedrático E. U. de Historias e Instituciones Económicas de la Universidad de Granada. Su personalidad y forma de ser con los valores que le imprimió su familia y el Colegio del Ave María, donde ambos dimos nuestros primeros pasos; desde aquí, donde estés, mi reconocimiento y amistad más profunda.

                                                       Iglesia de San Pedro
 La Iglesia de San Pedro, cuyo párroco D. Ezequiel hizo una gran labor, no sólo en el plano religioso con sus feligreses ayudado por el coadjutor D. Carlos, sino influyendo para conseguir de las administraciones, la restauración de las cubiertas del templo que amenazaban ruina.

                                             Casa donde tenía el estudio D. Rafael Latorre

                                                         Pintor Rafael Latorre
En uno de los balcones del palacete contiguo a la Casa del Castril, veo al gran pintor, D. Rafael Latorre, el pintor que nunca quiso dejar Granada, (“prefiero sacrificar el éxito  a perder la tranquilidad y el sosiego de mi carmen albaicinero”), pintando uno de los atardeceres de la Carrera del Darro; por su taller pasaron como aprendices: Mariano Bertuchi, Emilio Olalla, Manuel López Vázquez, Emilio Olalla, Villar Yebra…

                                                    El rapsoda Eduardo Fernández
El rapsoda Eduardo Fernández, de profesión impresor,  acompañado de Ramón, tío de su mujer Conchita, moradores en la Calle del Candil, me dan los buenos días, ambos saben recitar con un estilo insuperable cualquier poema de los mejores poetas, como actores, en tablaos de feria, son la atracción de los que los ven actuar. Han estado bajo la dirección del dramaturgo Manuel de Pinedo.


                                                   Mercado de mayoristas de Granada

         Son las horas matinales para ir abasteciendo con sus mercancías, traídas del mercado de mayoristas, los puestos de comestibles del barrio; el ruido característicos de las moto-carros, y de alguna pequeña furgoneta, se mantienen como sonido que alerta a los vecinos; van descargando los productos.

                                     La tiende de souvenir actual, ha sustituido a la de comestibles de los Vílchez
La tienda de los Vílchez, matrimonio venido de las Alpujarras, han sacado adelante con su esfuerzo y trabajo a sus hijos.

                                Aquí estuvo el primer Monte de Piedad y la tienda de comestibles de Pepe Luis
 José Luis, el de la tienda instalada en lo que fue el primer Monte de Piedad; allí está Placiditas, su mujer, que le ayuda a colocar en las estanterías los productos frescos recién llegados, y que ofrecerán a las gentes del barrio.  


                                      Esta era la tienda de verdura de Pepe Guerrero, hoy un shawarma
Esquina Calle del Candil se encuentra el puesto de Pepe Guerrero y junto a la calle Gumiel su hermano Rafa, con la frutería Padre Manjón. 
Pepe, permaneció siempre fiel a su tienda y a su trabajo, se casó con una de las niñas de la tienda de comestibles próxima a su negocio, con lo que anuló esta competencia mercantil; 

                                 Esta era la tienda de comestibles "Las Niñas", fundada en 1899;
                                                                                          actualmente es un bar



tendero de complexión delgada, ágil de movimientos, bastante nervioso y de una habilidad especial en el manejo de los números.



                                           Frutería del Padre Manjón, hoy Bar Puerta de los Tristes
En cambio Rafa Guerrero, con más visión de futuro y de amplitud comercial, fue el creador de los supermercados Guerrero, que se extendieron por toda la ciudad y con el tiempo se convertirían, en los actuales supermercados, Supersol.

                                               Terrazas de los bares del Paseo de los Tristes
El tiempo lo va cambiando todo, debido a la despoblación del barrio y la hégira de las familias, al surgir nuevos barrios con viviendas al alcance de la clase obrera, fueron desapareciendo las casas de vecinos, las tiendas de comestibles se fueron eliminando, por la falta de clientela, y éstas  se convirtieron en bares y restaurantes: La Ruta del Azafrán, Al Candil, La Nube, La Fuente, La Puerta de los Tristes;  aparecieron las terrazas, a la vera del Río Darro, bajo la mirada de la alcazaba mora, y esta zona se convirtió, junto con la Carrera del Darro en la mejor, pintoresca y atractiva  calle granadina, no solo para los turistas, sino también para los propios granadinos.

                                                        Casa de las Chirimias

                                               La primera casa corresponde, al carmen del Granaillo
                                                                                a continuación, el horno´del Rey Chico, de Jesús el panadero
Esquina con la casa de las Chirimías estaba la pastelería “La Milagrosa”, regentada por Rosa, después pasaría a manos de una de sus  sobrinas, Mari Carmen,  casada con Jesús, el panadero, dueño del horno que había a la otra vera del río, llamado el Horno del Rey Chico.

                                                   El famoso pastel, brazo de gitano
El escaparate de la pastelería exhibía para deleite de la chiquillada del barrio unos enormes “brazos de gitano”, -pasteles enormes rellenos de merengue-, el cristal de aquella vitrina, tenía sus buenos lamparones, pues no era el primer zagal del barrio que algún lametón le dio esperando saciar con su imaginación lo que realmente no podía saborear.
Siempre que pasaba acompañado con  mi padre, mis ojos se deslizaban con avidez sobre los dichosos “brazos de gitano”. Mi progenitor, me prometió colmar mis deseos con uno de aquellos pasteles. Llegó el día, mis deseos se cumplieron, pero desafortunadamente fue tal el empacho que cogí, que hasta la presente no los he vuelto a probar.

                                            Encarni en la puerta de su mini mercado
Hoy, convertida en una mini tienda, “el mini mercado de Encarni”, es el último grito de supervivencia como establecimiento  de comestibles que queda en el barrio.


     He conocido a los dos carteros que en tiempos pasados, llevaban la correspondencia a las casas, cuando el cartero era un vecino más, vivía en el barrio y conocía perfectamente a todos los residentes. Ambos se llamaban Pepe, con su traje gris en verano y azul marino en invierno, marcando la cabeza con una gorra de plato.


    No existía la frialdad de los buzones actuales, que son el medio que impide conocer incluso al señor que te trae, las buenas o malas noticias. Aquellos carteros eran otra cosa, llegaban no solo con la carta sino con las noticias más recientes de la ciudad, se sentaban mientras dejaban caer en el suelo una enorme cartera de piel marrón con la placa de Correos clavada en el centro; si hacía calor, la dueña de la casa le ofrecía un buen vaso de agua fresca sacada del pozo; a veces si se estaba comiendo, participaba aunque fuese en una pequeña dosis de lo que se  consumía en esos momentos.
                                                        Los carteros del pasado
Pepe, el cartero más viejo, al que conocí cuando era niño, vivía en una casa de vecinos en el Puente de Espinosa, tenía un gran mostacho, era agradable y recuerdo sus descansos al llegar a mi casa, sobre todo cuando en Navidad dejaba aquellas tarjetas con la imagen del cartero plasmada en un bello dibujo y una poesía alusiva a su actividad, era un reclamo para que se le diera “el aguinaldo”, una especie de refuerzo económico, según la voluntad y capacidad de cada uno de los vecinos, para complementar los escasos ingresos de una corta nómina, y poder hacer las fiestas navideñas más agradables por los gastos extraordinarios que estas acarreaban.

                                                 El cartero un vecino más del barrio    
El segundo Pepe, vivía en la Calle Horno de Oro, gordo donde los hubiera, sudaba como un pollo, y no tenía el menor inconveniente en desabrocharse la chaqueta e incluso quitársela. Algo enamoradizo de alguna de las parroquianas, le gustaba más un vaso  de vino que..., más de una vez lo vi, después de su trabajo, arrastrando su pesado cuerpo con un lobazo de “apaga y vámonos”.
    
                                    Cerámica dedicada al Padre Manjón, colocada en el paseo que lleva su nombre

                                           Camino que seguían los difuntos para ir al cementerio
       Curiosamente éste paseo tiene un doble nombre, conocido con el nombre de Paseo de los Tristes y también con el nombre Paseo del Padre Manjón, el primero porque antes de que se abriera el Camino Nuevo del Cementerio, los difuntos, eran trasladados por esta vía al dormitorio eterno y sus familiares y amigos afligidos, eran los que acompañaban la comitiva, los tristes, de ahí el nombre.

                                      El Padre Manjón montado sobre  "La Morena" por la Carrera del Darro

      Lo de Paseo del Padre Manjón, por el gran Pedagogo fundador de las Escuelas del Ave María,  el que montado en su borriquilla lo pasó, una y otra vez, para ir a dar sus clases en la Universidad como Catedrático de Derecho Civil y Canónico.

                             Los toques de las campanas de los conventos es una música especial en el Bajo Albayzín

      Hay una música especial en el barrio, es el sonido peculiar de las campanas de los conventos que llaman a la oración de las que residen en el interior, orando y trabajando son los toques de: laudes, maitines, vísperas; entrar en la antesala, lugar de comunicación con el exterior, acercarse al torno y pronunciar:

                                      Al olor de los dulces de los conventos no hay quien se resista
-Ave María Purísima-
-Sin pecado concebida. (Respuesta a través del torno desde el interior).
Es una manera de querer entrar en el interior simplemente con la palabra.
El olor de los dulces, de las monjas de Zafra o de San Bernardo, penetra en el interior de la pituitaria, no hay quien se resista a llevarse  quesitos de Belén, alfajores, batatines, las ricas tartas de merengue…,  que son manjares rayando en lo celestial, como venidos de unas manos que suelen estar más en contacto con la gloria que con la tierra.


     Suelto de manos, en su bicicleta, y portando los dulces de las monjas de Zafra, va “El Tuercas”, de apellido Cabello, es el hombre de enlace entre las monjas del convento de Zafra y el exterior. Hace los mandados, arregla cualquier problema que les surja a las monjas, siempre con su mono azul, capaz de solucionar cualquier desaguisado, tornillos y tuercas no le faltaban.




                                                             Calle de la Gloria
Hay otro olorcillo que sale, de un obrador de pastelería, de otra Gloria, es la calle que porta este nombre, cuya entrada posee un arco; siempre imaginé, de niño,  que sería una cosa así como el pórtico para entrar en la Gloria, por el nombre de la calle, con el tiempo supe que  aquel amplio arco era un pasadizo para que el señor del Castril, cuyo palacio está contiguo, sin tener que salir a la calle pudiera asistir a los oficios religiosos que se celebraban en el convento.


                                                   Los ricos merengues de Dionisio      Dionisio con su mandil, lleno de lamparones, apretado a la cintura, está removiendo las claras de los huevos en la batidora de su obrador para confeccionar los merengues y demás dulces que después su hijo distribuirá por las confiterías de los pueblos de la vega granadina, es la casa número 3 de esta calle, con un gran patio a la entrada y a continuación las dependencias del taller de pastelería.


                                                              D. Antonio Salazar García
El empedrado de la Calle de la Gloria, si pudiera hablar, sabe mucho de la marca que sobre su superficie han dejado las suelas de los zapatos, sandalias y sobre todo alpargatas de sus moradores; D. Antonio Salazar, padre, acompañado de algunos de sus hijos se dirige al Relejo donde tiene el taller de cerrajería artística, allí junto a la fragua y la  musicalidad, a ritmo de martinete, que marcan los golpes del martillo sobre el yunque, irá domando el hierro para construir las mejores obras de cerrajería artística; profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Granada, ha dejado su arte por todo el mundo participando, con magníficas obras, en alguna Exposición Universal. 
En este linaje y siguiendo el arte marcado por el patriarca, están sus hijos, Antonio y José, para los amigos del colegio, “Pillo”, profesores ambos de la citada Escuela de Artes y Oficios, que también tienen multitud de trabajos y obras de arte que engalanan la ciudad en determinados lugares.

                                                        D. Antonio Puertas Lomas
Cuánto saben las cuerdas de la guitarra de Antonio Puertas Lomas, de la infinidad de notas musicales lanzadas al aire para enseñar a sus alumnos, de las numerosas rondallas de las que fue director. Los hermanos Antonio y Manolo Puertas Lomas, avemarianos, maestros de las Escuelas del Ave María, criados en la Calle de la Gloria, han sido un referente como músico el primero, y maestros los dos, en su quehacer diario.


                                               Banco de piedra de la Casa de las Chirimías
Meditabundo y taciturno, con su botella de cerveza al lado, siempre sentado en los bordillos que forman el banco en el lateral de la Casa de las Chirimías,  podemos  citar al huérfano del barrio. Se llamaba Rafa y desde hacía años estuvo viviendo en una cueva próxima al Tajo de San Pedro, de allí lo rescataron un grupo de muchachos del barrio y consiguieron integrarlo. Cuando pasaba por su lado siempre me saludaba, tampoco sabría decir la edad que tenía, más bien, relativamente joven. Creo que la tristeza que le embargaba lo retiraron hacia otro “barrio”. 


      Cuando las torres de la alcazaba intentan despertarse, las primeras luces de la mañana con suma delicadeza dejan sus primeros rayos deslizarse sobre sus almenas a modo de peines, deshilachan su melena en finos cabellos de oro que se van distribuyendo por la ciudad.

                                                         Carrera del Darro
 Marisa Castilla, la pintora que vive en la Carrera del Darro, en la casa donde se encuentra actualmente el bar “La Bella y la bestia”, pinceles y paleta en mano, desde el balcón de su casa intenta captar y plasmar  sobre el lienzo tanta belleza.

                               De derecha a izquierda: casa de los Insuas, donde estuvieron las bodegas Espinosa
                                                                        
La estirpe de los Ínsuas, familia numerosa que vivió frente al Puente de Espinosa, me trae a la memoria al menor de los Ínsuas, compañero de estudios, que los dejó para irse a la aventura en busca de mares desconocidos, como simple marinero; ilusiones frustradas de aspiraciones a altos cargos que nunca vio hechos realidad.

Casa nobiliaria donde vivió la familia, Vélez Toro
Tres puertas más abajo vivían la familia de los Vélez Toro, matrimonio con cuatro hijos: Antonio, Francisco, María Teresa y Albertico; abogado, administrativo,
profesora, una familia de las que dan ejemplo.

                                                   Calle Monte de Piedad, esquina con Espino
La familia de los Padial Pérez, de los Piñar, Casado, Bonal, del Moral y los hijos de los anteriormente citados, entre los que se encontraba mi hijo Francis, constituían grupos por afinidad de edades,  en una época en que no existían juegos electrónicos, sabían muy bien divertirse con otro tipo de aventuras que unían más, creaban más familiaridad, amistad, y sentido de la solidaridad entre ellos. Esto les marcó de tal modo que, cuando han sido adultos, cada uno con sus propias familias, han sabido apoyarse cuando se les han presentado dificultades en la vida.




                                      La tienda de comestibles de Antonio, es hoy un herbolario
Ente los dos puentes, el de Cabrera y Espinosa, estaba la tienda de comestibles de Antonio, tendero de toda la vida y en este ambiente se formaron sus hijos, después montaron negocios a niveles superiores.


      Una tarde, en la trastienda, prestando mis servicios de practicante, Antonio nos dio un mal rato, inyectándole la primera dosis, de alérgenos para corregirle la alergia que padecía a determinados medicamentos, Antonio se me desmayó y cayó al suelo cual largo era. Cómo los medios que utilicé para que reaccionara no dieron resultado, tuve que recurrir a su hijo, que en aquellos momentos atendía a la clientela.


       Lo sacamos, como pudimos,  en volandas y rápidamente lo subimos en su coche que lo tenía en la puerta, en pocos minutos estábamos en la urgencia del Clínico. Mientras llegaban los médicos y enfermeros de guardia le apliqué oxígeno, que estaba a mi alcance, y pronto comenzó a reaccionar. Aquello quedó en un susto más, de los que da la medicina y el trato con determinados enfermos. Algún día contaré algunas de estas experiencias en mi larga vida profesional relacionada con mi segunda profesión.


                                                        Puente de Cabrera     Pasado el Puente de Cabrera, en dirección a Plaza Nueva, y a pocos pasos de éste, se encontraba la taberna de Pepillo y contiguo la tienda de comestibles Fajardo, poco después la lechería de Anita que no solo vendía leche, sino todo aquello que conecta bien con ella, tortas, bollos, panadería…

                                                    Quien diría que aquí estuvo la taberna de Pepillo
                                                       o que La Fontana fue una carbonería
                                Donde estuvo muebles Bonal, es actualmente el hotel "El Ladrón del Agua" 
Una pareja de novios contempla, a través de un enorme escaparate, un artístico dormitorio que se luce en el establecimiento de “Muebles Bonal”, era el negocio que había a continuación, dedicado a los muebles de todo tipo,  grandioso y enorme en sus interior, con varias plantas; actualmente, igual que le ha ocurrido a los demás negocios se ha convertido en el Hotel El Ladrón del Agua, otros son  expendedores de plantas medicinales, de menaje traído de Marruecos o restaurantes.

                                                  Las grandes tinajas de bodegas Espinosa       Había una enorme bodega, la de Espinosa, frente al puente del mismo nombre, con sus grande tinajas que almacenaban cantidad de arrobas de vino que se servían a los trabajadores cuando daban de mano y a los vecinos del barrio.


      Por la calle de Zafra, baja Emilio con sus dos grandes perros para darles un paseo por el Camino del Avellano, no habrá  quien le ataque, con estos dos guardianes, como le ocurrió noches pasadas cuando venía de cumplir con su misión en el cine donde trabaja;


                                                             Calle Zafra
  la familia de “Los Puche”, ocupan la última casa de la calle, Pepita Puche, sus hermanos e hijos fueron un baluarte significativo dentro de la calle donde el Secretario de los Reyes Católicos, Hernando de Zafra tuvo su residencia.


      Hay un coche de caballos en la cochera contigua al Carmen de San Cayetano, en esta misma Calle de Zafra, su dueño sentado delante del enorme portón que le custodia, pensativo medita las veces que durante su vida se ha lucido por la ciudad, llevando a los turistas, haciendo de guía brillando con su caballo, presumiendo los días del Corpus portando a las gentiles señoras y señoritas, ataviadas con sus bellos mantones de manila, a las corridas de toros y al desfile solemne, por toda la ciudad, se celebraba después de la corrida y era un espectáculo más para los que no habían podido ir al coliseo de la Plaza del Triunfo.


     Un pequeño hombrecillo, vestido de negro, portando un maletín acaba de entrar al Carmen de San Cayetano donde tiene su residencia, es el famoso “verdugo de Sevilla”, escalofríos me dan de pensar cual es la misión que viene de cumplir.







                                                    Carmen de San Cayetano


Mari Carmen Marín López y su familia, son otra de las familias que le dieron vida a este bello rincón del Bajo Albayzín.



                                Los hermanos Villanueva, hijos del tintorero en el carmen de San Cayetano
Escucho el rastreo de un cepillo de fuertes cerdas, que con fuerza Rafael Villanueva, el tintorero de la Calle de Zafa, desliza sobre un traje, para quitarle las manchas, mientras surgen los vapores de una caldera, intentando dar otro color a unos vestidos, y el fuerte olor de los productos químicos que allí se emplean, para que la labor de limpieza se haga con más perfección, penetra por mi nariz produciendo una sensación de agobio, que me invita a acelerar mis pasos.

                                                El local de la derecha era la barbería de Paco
Los habitantes del Bajo Albayzín,  formábamos una familia, teníamos de todos los servicios a nuestro alcance, sin necesidad de desplazarnos al centro de la ciudad. Nuestro barbero, Paco Amaya, unas veces en su pequeño local de barbería otras con el maletín en la mano haciendo servicios a domicilio, tenía al gremio masculino bien arreglado en cuanto a afeitados y pelados, Margarita, su esposa colaboraba para sacar la familia adelante formada por tres hijos, dos varones y una hembra que obtuvieron titulaciones universitarias.


     Por la Calle Monte de Piedad sube D. Emilio del Moral, “banquero” o por lo menos empleado de banca, gran aficionado a la fotografía y a las diapositivas, trayendo almacenado en su cámara, la riqueza fotográfica que por los cuatro costados destila Granada; hombre ejemplar de una gran personalidad, y crítico activo de los desmanes que continuamente se están cometiendo en monumentos, calles, edificios… de la ciudad. La riqueza familiar de su extensa prole, han sabido dejar bien alto el pabellón que corresponde  al nombre “del Moral”.


          Pregunto en estos momentos a cualquiera de los lectores.
¿Se le ha estropeado, la lavadora, necesita solucionar una avería de fontanería, electricidad, o cualquier desmán doméstico? ¡No se preocupe, hombre, mujer! aquí tenemos a “Pepe chapuzas”, con un chicle te arregla el tirador de una puerta, te pone una cerradura en sustitución de la que se te ha averiado, aunque esta venga ya de hacer el servicio durante años en otra puerta, y te pinta un piso entero, sin menoscabo de que suelos y puertas queden también pintadas. Buena persona, a pesar de su edad sigue visitando el barrio, al que  viene todos los días a desayunar.

                                    La casa de vecinos de la Calle Horno del Vidrio, se convirtió en apartamentos

     Próximo al local donde “Pepe Chapuzas”, tiene su almacenaje de herramientas y toda clase de accesorios de segunda mano, que ha quitado en la realización de algún trabajo y que esperan el momento de ser aplicados en otro lugar, se encuentra la famosa casa de vecinos del Arco del Vidrio, donde vivieron numerosas familias a las que tuve  la ocasión de prestar mis servicios de practicante. 
Recuerdo a la entrada la familia de los Marotos; la madre bajita regordeta, criando a su pléyade de hijos e incluso a sus dos hermanos solterones, buenas personas pero algunos vasillos de vino se solían meter entre pecho y espalda; hacía casi el oficio de portera, bastaba preguntarle por cualquier familia para que te indicara en qué lugar, de aquella enorme casa de vecinos, se encontraba ubicada.

                               Aquí montó el "Almendrilla", el bar que hoy se llama "Rabo de Nube"
La familia de los Rodríguez Pérez, también numerosa, el padre acomodador del Cine Olimpia en la Gran Vía, el mayor de los hermanos “El Almedrilla”, hizo buen negocio en las playas catalanas vendiendo, en la época de verano, almendras garrapiñadas. Después montaría un bar en el Paseo de los tristes, en los bajos de unas cocheras de la casa número uno, cuyo propietario era D. Nicolás Casares y su hija María Luisa; en este bar “El Almendrilla “ puso todo su interés en la decoración con estilo arabesco, e incluso puso una fuente a la entrada con un león imitando a los del patio de los leones de la Alhambra.

                                                       D.  José Cotes Ruiz
Hubo maestros que desempeñaron su labor en las Escuelas del Ave María, Dª Enriqueta Legaza, y Dª Soledad, en la Colonia del Ave María de la Quinta Alegre; D. Gregorio Toribio López y su esposa Dª María Luisa Álvarez, D. Andrés Galera Masegosa, D. José Medina Villalba, Dª Emilia Martín López,  junto con el profesor de griego y latín D. José Cotes, que desempeñaron su labor en la Casa Madre del Ave María; Dª María, maestra en la Escuela Hogar de la Concepción y su esposo D. Cecilio que tuvo una Academia de Enseñanza Primaria en Plaza Nueva, todas estas  familias, también fueron un buen referente en el Paseo de los Tristes.

                                                 Los carros de la basura de Armilla
Cuando los carros de la basura, venidos de Armilla, están cumpliendo los últimos momentos de su trabajos, los últimos juerguistas de la noche, salen de la trastienda donde Molina, el propietario del bar que lleva este nombre, les ha buscado un par de guitarristas, un cantaor flamenco, y unas furcias, para entre copa y copa, cante y cante, saborear los  platos de jamón y queso  y demás aperitivos, para sacarles una buena “pasta”, darían fin a la fiesta nocturna.

                                            La taberna de Molina, hoy es "El Rincón de San Pedro"

                         El carmen donde estaban los telares de D. Nicolás Casarwes, se convirtieron en apartamentos
                                                        Telar artístico        Suenan las lanzaderas de los telares morunos de D. Nicolás Casares, al final de la Calle Monte de Piedad, el dueño, con su bata color caquis, como un trabajador más, junto al grupo de chicas empleadas dirige, planifica, junto a su hija Maria Luisa los pedidos de cortinas, alfombras, jarapas…, estilo alpujarreño, que aquí se fabrican y que irán para diversas partes del mundo. Por desgracia los talleres desaparecieron y aquel hermoso carmen se convirtió, por el poder de la especulación, en una serie de apartamentos, que dejan mucho que desear.


     Próximo había en la Calle Espino una fábrica de hacer cajas de cartón y que también se ha unido al carmen de Casares, Carmen de Santa Catalina, para ampliación de los citados apartamentos.

                                       El carmen de los Carmonas abandonado y en estado ruinoso

     La familia de los Carmonas, vivían en un pequeño carmen colindante con la fábrica de tejidos Casares. Hoy da pena el estado lamentable en que se encuentra el jardín y la vivienda. Allí estaba el taller de carpintería donde el padre hacía sus trabajos, sacando adelante a sus cuatro hijos, dos varones y dos hembras. Todos avemarianos;  Paco abogado y director de los Montepios en el Instituto Nacional de Previsión, Esteban técnico en embobinado de motores y compañero del colegio.

                                                  El primer cohete de la feria de San Pedro

     Son las siete de la mañana, de un día de San Pedro, cuando el barrio está celebrando sus fiestas, un cohete ha hecho ¡pum! en lo más alto del amplio espacio que se cierne sobre el río, una multitud se agolpa  ambas partes del río, esperando comience el espectáculo, mientras la caña que portó la carga de pólvora cae sobre la poza de agua donde va a tener lugar la exhibición, allá arriba queda una pequeña humareda que poco a poco se va difuminando. Van a dar comienzo las tradicionales “pasaeras”, es el primer aviso.

                                               Puente del Aljibillo, del Rey Chico o Ibn Rasiq

       Después de lanzar el segundo cohete por la Cuesta del Chapiz van bajando las gentes del Sacromonte y de otros sectores del Albayzín para agregarse a la muchedumbre, no hay absolutamente ningún hueco donde poder depositar los pies, ni las posaderas, de los que van llegando; desde el Puente del Aljibillo, explanada del Rey Chico, pretiles que dan al río, todo está ocupado.

Risotadas estruendosas cuando alguno que, durante la noche, ha bebido de más se precipita voluntariamente sobre el agua.
Tercer y último cohete al aire, es el momento de que comience la función. Una enorme poza de agua sujeta por una valla de piedras, confeccionada el día anterior, con ramajes y juncos sacados del mismo río taponan las posibles vías de escape del agua.

                                                           La poza de agua     Una serie de piedras puntiagudas afloran sobre la superficie del agua, dejando ver una zona resbaladiza, sobre la que se les ha untado algún producto que va a impedir que al colocar las plantas de los pies, de las atrevidas damas, puedan  pasarlas,  y por tanto den al traste con sus intenciones. El concurso es solamente para señoritas.


      Hay una gran expectación, algunos por ver los chapuzones que se puedan dar las mozas, que intenten el desafío, otros por verle las nalgas, si es posible, a las que irán cayendo al agua.
Pasan los minutos y nadie se ve por los alrededores de la poza con ánimos de intentarlo, por fin “la Pepa”, la hermana de “la Juana”, la jorobailla, se acerca animada por un público que comienza a aplaudirla para darle ánimos.
Dentro de la poza, con los pantalones remangados hasta las rodillas los organizadores le ofrecen sus manos para ver si se arranca, pues no la ven muy decidida.


Tímidamente entra en la poza coloca el pie sobre la primera piedra y ¡bum! antes de subir el segundo pie, las aguas hicieron presa de ella, porque la piedra que parecía un obelisco, no pudo soportar el peso y ambos, piedra y concursante cayeron al agua.
Los estruendos de carcajadas de los presente se oyeron hasta en Plaza Nueva.
Nueva tentativa y nuevo chapuzón. Aquello se anima cuando un borracho quiere ayudarla, ésta se resiste y él, ni corto ni perezoso, se precipita en al agua, nuevas carcajadas de la muchedumbre. Nuevos cohetes al aire.


      “La Pepa” insta a los organizadores para que fijen bien las piedras, con el vestido completamente empapado y ajustado, dejando entrever toda la figura de su cuerpo, en un arranque de genio coge carrerilla y pasa una, dos, tres piedras, en un alarde de velocidad, pero al llegar a la cuarta, ¡cataplúm!  Un nuevo chapuzón.
Nuevos aplausos, cohetes al aire y Molina, el jefe y organizador de todas las actividades que durante estos días se van a realizar, desde la otra parte de la margen del río, muestra las cien pesetas como premio al que consiga pasar todas las piedras.
“La Pepa”, da la impresión que sabe cómo va a realizar el último  asalto, y sin ningún pudor se arremanga el vestido hasta la cintura, dejando al descubierto otro “espectá-culo”, y como una cabra loca y la rapidez del rayo dando saltos sobre las siete piedras separadas unas de otras consigue alcanzar la otra orilla y el tan preciado premio.

                                       Fuera de concurso algunas señoritas se animaron a pasarlas
Aplausos a reventar y la espera para que alguien más se decida a realizar la proeza, ésta fue la única concursante y éste el último año de las famosas “pasaeras”.
Aquel Paseo de los Tristes no se parece en nada al de ahora, era terroso y los niños del barrio podían tranquilamente jugar a la pelota, sin hacerse daño cuando caían al suelo; había un enorme pino de ramas abiertas lindando con el pretil del río y junto a él se colocaban los columpios de las fiestas de San Pedro.


       -¡Maestro no me frene más! Que quiero dar más vueltas con la barquilla. Era uno de los gritos que lanzaba al aire la valiente Conchi que se había apostado, con sus amigas dar treinta vueltas seguidas, mientras el dueño de las basquillas, la frenaba continuamente.
Las barquillas tenían un doble asiento de tal manera que dos personas se podían subir, una frente a la otra, los pies bien sujetos, sobre todo las que sobrepasando la altura podían girar una y otra vez como si fueran una pequeña noria. Había que empujar una vez que el encargado le daba el primer impulso, y con la fuerza de los brazos y el cuerpo ir poco a poco remontando hasta llegar a coger la vertical.



                                                        Las barquillas de la feria      Había un momento de emoción cuando la barquilla se quedaba, por un pequeño espacio de tiempo arriba, quieta sin decidirse a dar la vuelta completa, permanecer un buen rato allí arriba, era de lo más intrigante,  con el ocupante cabeza abajo, hasta dejar  caer la barquilla balanceándose y pasando por el punto de partida.

                                                El dueño frenaba y frenaba...        El dueño del columpio levantaba la palanca con la tabla desgastada, cuando pasaba zumbando al nivel del suelo, aquello producía una ira terrible a la chica que ansiaba demostrar a todos cuántas vueltas estaba dispuesta a dar.
-Manolillo, he hablado esta mañana con el dueño de los caballicos y esta tarde me deja que entre dentro para empujar.
  
                                               Los caballicos y la noria de aquellas ferias de barrio       Aquellos caballicos no son como los de las ferias de ahora, que suben y bajan, que se mueven impulsados por un motor eléctrico, que llevan una música sonora de carrusel, no, aquellos caballicos montados sobre un tablero circular que rodeaba en círculo el eje central, estaban desgastados, mal pintados, de ir de feria en feria por barrios y pueblos de poca demografía.
Los chicos del barrio que eran seleccionados por el dueño, se colocaban en el espacio que limita el tablero con la torreta que hace de eje central y apoyando las manos sobre los hierros verticales que unen tablero con el techo, a una orden comenzaban a empujar. Por regla general eran cuatro o cinco los privilegiados, que se daban la paliza de empujar y frenar, pero era la envidia de los otros que, desde fuera veían como cuando no empujaban, se sentaban en el tablero al pie de los caballicos y de este modo se paseaban.
Cuando terminaba la feria y se desmontaban los columpios, por un largo espacio de tiempo quedaban las huellas de los frenazos, marcadas en el terroso suelo, formando un círculo que con el tiempo iba desapareciendo.

                                                           Las cadenas       La música de un rayado disco saliendo por los altavoces, colocados en un postes de madera, se mezclaba con el jolgorio de los otros columpios y el griterío de la gente que subida en las cadenas  empujaban con los pies al que iba delante para lanzarlo al espacio lo más alto que se pudiera,

                                                   Las cadenas en plena actividad

o conseguir liarle las cadenas dándoles vueltas para regodearse cuando éstas se desliaban.

                                      ¡Ay! Aquella noria, la de las cosquillas en el estómago al bajar       ¿Y qué me decís de la noria? Por favor, no os figuréis la  gigantesca noria que existe en las ferias de hoy día; aquella era pequeñita no más de seis metros de altura, giraba cuando el encargado cogido a la base de una de ellas las iba empujando una tras otra hasta coger la velocidad apetecida. Las barcas las adornaban con unos volantes de lunares como si fueran gitanas que van a la feria.
El griterío cuando bajaban con aquel cosquilleo en el estómago.


                                               La verbena en los jardines del Hotel Reuma

Por la noche, había dos verbenas con sus correspondientes bailes; en los jardines del Hotel Reuma en la margen izquierda del río, la orquesta de Paquito Rodríguez ponía en jaque a la burguesía de la ciudad, cuyas damas bien ataviadas con ricos mantones de manila acudían para lucir sus gentiles cuerpos y sus dotes de bailarinas.
En el huerto de “María la Carbonera”, también había otro baile, no con tanta elegancia, las entradas eran más económicas, y acudían los menos pudientes, sabiendo que al final saldrían bien maquillados por el polvo negro del carbón que en aquella pequeña fábrica se elaboraba. Alguna que otra pelea por quererse “llevar al huerto” a alguna de las “traqueras” que solían acudir.
¡Qué tiempos añorados que no volverán, aunque hayan sido sustituidos por otros distintos!



Todos los fines de semana en la puerta del huerto de “María la carbonera”, con su delantal blanco, reluciendo como los chorros del oro, otra María “la churrera” con su máquina de hacer churros apoyada sobre el hombro, con gran maestría, iba deslizando sobre la enorme sartén, de aceite hirviendo, la alargada masa que salía de la manquera, girándola una y otra vez hasta formar aquellas enormes ruedas de churros que cortados en trozos y liados en papel de estraza se iban llevando la gente del barrio para desayunar en familia, sobre todo los domingos.


Hay una gran balconada, asomados en el edificio donde se conserva una cerámica confeccionada en Sevilla, dedicada a D. Andrés Manjón, contemplando las cucañas, carreras de sacos, rotura de botijos, carreras de cintas de las fiestas, se encuentra el matrimonio formado por Remeditos y Ricardo, sin hijos pero, con una simpatía y amabilidad excepcional. No diremos que eran “el lápiz y el sacapuntas”, pero sí que  la diferencia de estatura de ambos, él alto y grandote, ella pequeñita pero con una gracia especial, no pasaban desapercibida cuando paseaban por la calle.

                                            Aquí se encontraba la carbonería de Manolico
“Manolico el carbonero”, en la esquina de la Calle Horno de Oro, con aquel portón enorme, y llevando su geniecillo dentro de una pequeña estructura corporal, lo mismo vendía leña, carbón, cisco, picón, bolas, que chucherías,  te dejaban un precioso bigote “carbonil” y un sabor a tierra quemada, pero parece que donde hay “mierda”, es un atractivo para las moscas, que en este caso eran la chiquillería del barrio. Aquella carbonería es hoy el Bar la Fuente, haciendo esquina con la calle Horno de Oro
Encima de Manolico el carbonero vivía el constructor Girón, con su familia, gran maestro, donde los haya, en todo lo relacionado con el arte de la construcción, con su esposa Conchita y sus hijos Mario y César, el primero se marchó temprano y no pudo demostrar su valía, el segundo, es abogado de la Junta de Andalucía.
María la del Moral y su hijo Alfonsito, sordomudo, pero con una inteligencia excepcional, ha sabido salir a flote en la vida, después del fallecimiento de su madre, vivían en el último piso de esta casa, frente al electricista Manolo Gallego y su familia.


En el número 12 de la Calle Horno de Oro, casa de vecinos con raigambre y tintes con pinceladas arquitectónicas de épocas mudéjares; patio con alberca en el centro, aljibe de agua abastecida por la Acequia de San Juan, pila de lavar y retrete comunitarios, ambos.

                                                 Casa nº 12 de la Calle Horno de Oro
Casa pequeña en tamaño pero grande como para albergar a siete familias: la de los Blanco, con Clara, madre, a la cabeza; la familia Gallút, pintores y su único hijo Pepe gran músico profesor en la banda municipal del Ayuntamiento de Granada y la  de los Tello Valverde.

                                                                  Manolo Tello y José Medina se encontraron después de sesenta años

Manolo Tello Valverde, amigo de la infancia, que tomó los derroteros de la Compañía de Jesús, donde se forjó, para después recibir los aires y corrientes de los Hermanos de San Juan de Dios, bien preparado para la vida y forjador de una familia ejemplar con su mujer Mari Carmen y sus hijos, vive en Málaga después de toda una subsistencia llevando, como agente comercial importantes casas. Luego, de más de sesenta y cinco años, nos hemos vuelto a encontrar. ¡Las sorpresas que nos da la vida son inimaginables!
Esta casa, en general, me trae muchos y buenos recuerdos, pero especialmente porque allí durante muchos años tuve mi consultorio de Practicante.

                                           La taberna de los "pajarillos" es hoy el bar El Paseo
Esquina con la Calle Horno de Oro había una taberna donde con la consumición te ponían de tapa un pajarillo, esto fue el atractivo para que una gran clientela acudiera a tomarse la cerveza o el vaso de vino. El dueño con su escopeta de perdigones intentaba matar a los gorriones que en los árboles se posaban. 
¿Cómo es posible que pudiera matar tantos pájaros que se ponían de tapas?  Esta era la gran incógnita, hasta que se descubrió que aquello era una argucia para disimular, pues lo que allí se servían eran los pollitos de desecho de las incubadoras. 


                                                  El pintor Juan Molina nieto de "Molinica"

"Molinica", el abuelete simpático del barrio, con sus angarillas, sabe captar perfectamente a su clientela infantil, por una perra gorda te da tres cucharones de pipas y hasta uno más de “mandaico”. Su nieto el gran pintor Juan Molina, que destacó en la Escuela de Artes y Oficios, junto al gran maestro D. Gabriel Morcillo, se licenció en Bellas Artes en la Escuela de San Fernando en Sevilla y ejerció su maestría como profesor durante muchos años, y su bella hermana, la Sultana del Paseo de los Tristes, Mari Carmen Molina.

                            Pasado el pretil del Río Darro está el edificio donde se encontraba "Carmen la Huevera"

Entre la calle Gumiel y la Cuesta de la Victoria estaba el establecimiento de “Carmen la Huevera”, donde no solamente se vendían huevos, sino toda clase de bebidas, mujer de gran peso corporal y de actividad comercial, entre los diversos comedores de centros educativos, sirvió sus productos, durante muchos años, al Seminario de Maestros del Ave María, junto con su esposo Ramón, que colaboraba con la pequeña empresa y con las partidas de cartas que allí se celebraban, sacaron adelante a su familia.
Un grupo de mozalbetes del barrio, que fueron alumnos míos en las Escuelas del Ave María, rodean a una “rubia imponente” en medio del paseo, hay carcajadas, chismorreos entre ellos y una guapa señorita que se contonea ante ellos.




Cuando me dirijo a coger mi moto para seguir realizando mi trabajo de A.T.S. del barrio, alguien me llama.
-D. José, conoce usted a esta señorita.
Mi contestación fue rotunda.
-No.
Carcajadas de risa, que me mosquearon. Hasta que alguien se atrevió a decir: éste, es Pie de Hierro, apellido con el que se le conocía en el colegio a un chico, espabilado, con cierto amaneramiento, que se adaptaba perfectamente como actor en las representaciones teatrales que se hacían y que en la puerta de su casa donde vivía había un cartel que decía: se arreglan toda clase de muñecas.

                                                     Se arreglan toda clase de muñecas
Según explicó se había ido a Barcelona y allí se colocó en una peluquería de señoras y terminó transformándose en una clienta más de aquel establecimiento.

                                      Cuesta de la Victoria. El Hotel Casa Morisca, fue una casa de vecinos.

Por la Cuesta de la Victoria baja Carmela acompañada de su hermana “La Beba”, y es que Carmela era una gran mujerona, guapa, que las carnes no le estorbaban para traer en jaque a más de un vecino del barrio, como Manuel el panadero, que más de una vez lo vimos corriendo, por la calle San Juan de los Reyes, delante de su mujer porque ésta había sospechado algo.

                                             Tabernilla de Cándido, hoy un pequeño souvenir
Las notas de la guitarra de Cándido, suenan algunas noches acompañadas por el cante de algún amigo que se arranca por fandangos. Cándido tiene una casa junto al bar San Pedro, curiosa casa que parece un portaviandas, en el bajo tiene la tabernilla, en cada planta una pequeña habitación hasta llegar a la terraza; mientras él reparte con su motocarro las barras de hielo, por todo el Albayzín, su mujer se encarga de despachar las bebidas alcohólicas y refrescos en una taberna que no tiene más de diez metros cuadrados de superficie.

                                                  Alminar de la Iglesia de San José

Un día, Cándido, repartiendo su mercancía por la Calle de San José y San Miguel Bajo, se le fueron los frenos al vehículo y vino a estrellarse con el alminar de la torre de la iglesia, carromato y dueño quedaron bastante averiados, desde entonces Cándido se dedicaba a la atención de su taberna y de sus juerguecitas por las noches.



                                                 El trío: San Pedro, acueducto y Alhambra
Al Río Darro le llegan las notas de los bordones que pulsa Cándido, y nuestro río, el río que  lava los pies al barrio, algo envidiosillo y sabiendo mucho de flamenco, se arranca bajo la Alhambra por seguiriyas de espumas lloran sus aguas, mientras le acompañan con sus maitines las monjas de Zafra y Bernardas. Las tres curvas que hace el río al llegar a San Pedro, le acompañan con sus palmas, el acueducto que hay al pie del tajo, son tres tercios por soleares, mientras allá arriba bajo las fraguas del Sacromonte, dejó en el aire, los golpes al chocar con las piedras, al ritmo de martinetes.  

                                                   Puente de Cabrera sobre el Río Darro

El Bajo Albayzín, igual que el alto, tiene su Pepico, (síndrome de Down) que derrocha energías acompañando al guardia de circulación que situado en el Puente de Cabrera regula la circulación de la Carrera del Darro. Pepico sabe estar presente en cualquier manifestación que se origine y siente las simpatías y el cariño de las gentes del barrio.

                                       Aquí estuvo el taller de cerrajería artística. Calle Horno del Vidrio

Por la Calle Horno del Vidrio portando una artística reja de cerrajería, bajan Miguel y Cayetano, dos artesanos que tiene el taller en esta calle, pronto esta reja cubrirá una ventana donde requiebros amorosos, a la luz de la luna, se sentirán en silencio en las noches cálidas del mes de mayo.

                                              Estado actual donde estuvo la cristalería 
Frente a la cerrajería, estaba la cristalería “El Chato”, que además de boxear, prepara sobre una larga mesa, cubierta con una enorme manta para tratar con cariño el vidrio que después ocupará ventanales importantes.


No le podía faltar a nuestro Bajo Albayzín, un militar ejemplar, D. Leovigildo, comandante de las fuerzas armadas, gran hombre no solo en tamaño, sino en  su vida familiar y en sus relaciones con la parroquia, vivió en la Calle Horno del Vidrio.

                                                        Escuelas del Ave María. (1937)
                                                    Mi madre, Josefa Villalba López

Alguien está llamando a la puerta de la casa de la matrona Dª Adelaida, que vive en la misma casa donde “Carmen la Huevera” tiene su establecimiento; tiene que darse prisa, hay que ayudar a una parturienta, que en la portería de las Escuelas del Ave María, está dando a luz a éste, que en estos momentos, después de muchos años,  está tecleando el ordenador y escribiendo este reportaje.
 Mientras Dª Adelaida coge las herramientas que le han de hacer falta se escucha la voz ronca, como salida de una caverna del cante de su esposo Rafael, “El Cantor·, que ensaya lo que después habrá de hacer en el coro de la Abadía del Sacromonte, acompañando a los canónigos en sus oficios religiosos, 

                                                         El facistol
mientras siguen el canto del enorme libro, con notas musicales sobre las páginas de piel, que soporta el facistol.  


                                                     Calle Gumiel de San Pedro
También dejaron su huella en el Paseo de los Tristes la familia de “Los Catetos”, conocidos también por “Los Quintos” por aquello de un miembro llamado Quintiliano,  familia con abundancia de varones, Claudio, Ignacio, José María…, mantienen contacto directo  todavía con el barrio, con sus negocios relacionados con la hostelería.

                                                Antigua sala de fiestas del Rey Chico

La Sala de fiestas del Rey Chico, tuvo sus altibajos durante el tiempo que estuvo funcionando; sobre el pretil del río, gentes venidas de distintos lugares de la ciudad, en las noches calurosas del verano, escuchan al cantante de moda, mientras se deleitan con la música de, Angelitos Negros, o dos Gardenias que interpreta Antonio Machín, mientras por el Camino del Avellano gentes, van y vienen, con sus cántaros de agua fresca, aquella a la que también le cantaría otro Antonio, Antonio Molina.

                                                     Antonio Machín y sus maracas

Manolo Gómez, fue el propietario de esta sala de fiesta hasta que desapareció, e incluso supo darle otro atractivo con los espectáculos que allí se celebraban de varietés, que le quitaron, en cierto modo, la mala reputación que tenía aquel tugurio de degradación y fama de prostitución. Cada vez que traía un espectáculo nuevo cambiaba totalmente toda la decoración e incluso el mobiliario de la sala, aquello fue un atractivo para muchas parejas de matrimonios, que los fines de semana pasaban un rato de divertimento en aquel recinto.



                                En homenaje al poeta Ataulfo Barroso se descubre una placa en presencia de su hija

Muchos poetas se han inspirado en esta zona de Granada para componer bellas poesías, el Bajo Albayzín tuvo también sus vates.  Uno de ellos, de nombre Ataulfo Barroso, nacido y criado en la Calle Gumiel, hombre polifacético, que desempeñó durante su vida distintas funciones, pintor, decorador, cantaor de flamenco en las zambras gitanas y que plasmó las bellezas de los cármenes albaicineros y sus gentes en hermosos poemas. En la esquina de la calle hay una placa dedicada a Ataulfo.


He aquí una de sus poesías tomada del libro de poemas: “Vivencias de mi tierra”
                          DESCUELGAN LOS JAZMINES
Los jazmines descuelgan
endulzando la cal blanca,
por el callejón oculto,
donde asoman las barandas.
                                                           
Tras la oscura celosía
de yerbabuena y albahaca,
de un coqueto huertecillo
dos higuerillas se alzan,
y hasta se sienten camachos,
colgados  sobre la tapia.

Macetones de pilistra,       
adornan una tinaja
donde yo duermo la siesta
debajito de la parra.

Embrujo del barrio mío,
donde la cal es más blanca,
cortadas por paredones,
hechos de piedra franca.
                                                               
¡Qué encanto tienen mis calles!
En el Albayzín de Granada.



                                                   El cortijillo en la Cuesta del Rey Chico
El llamado cortijillo, se encuentro subiendo la Cuesta del Rey Chico, también conocida como Cuesta de los Chinos, por ella hemos subido cientos de veces para deleitarnos con la  belleza de las torres de los Picos,  la Cautiva, el rumor de la cascada de agua y sobre todo, otras tantas, para comprar los productos de la Huerta Colorada, cultivada por Juan de Dios y su familia.

                                                      La "Huerta Colorada"

Este labriego al que lo traté casi a diario por necesitar mis servicio como practicante, era un hombre bonachón, amante de su huerta y dedicado por entero a ella, a pesar de prestar servicio como guarda en la Alhambra; los productos de su huerta eran saboreados por los vecinos del barrio ya que los traía junto con Angustias su mujer, para que se vendieran en los puestos de comestibles del Paseo de los Tristes.



La familia de “Los Cañas”, Paco Cañas, trabajador al servicio de la Alhambra, vive en la casa nueva que se  construyó  sobre otra derruida en la primera vuelta en la que se dobla esta serpenteante famosa Cuesta. Familia numerosa, trabajadora y ejemplarizante, muy ligada a las cofradías semanasanteras, de éste barrio y del Realejo.



El “Cortijillo”, un rincón entrañable a la subida de la Cuesta del Rey Chico”, a continuación de la casa de Paco Cañas, donde han vivido y viven un grupo de familias conectadas por vínculos de sangre, cuya cabeza radica en un buen hombre, de bonanza equilibrada con su volumen y estatura, “Juanillazo”, alrededor del cual se han ido estableciendo sus hijos creando nuevas familias.
Finalizo esta primera parte, haciendo una reflexión, todas estas gentes citadas, han sido parte de la memoria histórica de este Bajo Albayzín, ellas con su caminar  diario, mantuvieron en plena vitalidad este lugar de la ciudad de Granada, sin ellas no habría tenido razón de ser el conocido Barrio de San Pedro, con sus fiestas, sus avatares, sus talleres artesanales, sus tascas y tabernas…, gentes que se conocían a la perfección y que formaban una gran familia, unas de gran abolengo y prestigio, otras sencillas, trabajadoras, todas merecen ser grabadas, con letras de oro, en el frontispicio de entrada a este maravilloso arrabal del Albayzín, por su quehacer diario y haber contribuido a la  subsistencia del mismo.
(Continuará con una segunda parte)
                                 
                                       José Medina Villalba