sábado, 17 de enero de 2015

LA ROSA DE MI JARDÍN. MI MADRE

 A propósito de mi último cuadro de pintura.



Yo tenía un jardín cuando era niño, ahora, cuando soy mayor, tengo otro imaginario, que crece en mi corazón es el jardín del recuerdo, de los muchos que abrigan en mi interior y que lo mantengo regado con los sentimientos  de mi vida.

                                    La vieja casita que había a la entrada del Colegio, en el Valle de Valparaiso
El jardín de mi infancia estaba junto a una vieja casita que se encontraba a la entrada de un Colegio situado en el Valle de Valparaiso, en él pasaba muchas horas jugando a veces sólo otras acompañado por algún amigo.

                                                 La glorieta de mi jardín
Tres escalones había que subir para entrar en él, era pequeño no más de sesenta metros cuadrados; cuatro pasillos, en forma de cruz de San Andrés, delimitados por bojes vestidos perennemente con un verde esmeralda, iban a encontrarse en el centro con una glorieta. 
                                              El jardín a las espaldas de mi familia.
                                                           De izquierda a derecha: María,Manuel y José, sentados mis padres

La formaban ocho pinos que se elevaban hacia el cielo entrecruzándose por la parte superior, construyendo una grandiosa cabaña a la que se entraba por cualquiera de los cuatro pasillos que formaban la Cruz de San Andrés, en el interior había una pequeña plazoleta; en más de una ocasión sirvió de escenario para hacer equilibrismo en una cuerda tensada entre dos de los ocho pinos que la constituían, allí nos divertíamos haciendo  sesiones de circo o juegos  con mis amigos.

                                                             La adelfa del jardín
Había diversos rosales, una adelfa con sus flores rojas, de la que no guardo un buen recuerdo, la volaera que construí con una de sus ramas, poniéndomela en la boca para hacer girar las aspas, corriendo con todas mis veras como si fuera un avión, desafortunadamente me dejó marcada una inflamación en los labios, a pesar de todo embellecía con su colorido el jardín.


                                                           Geranios gitanos
Rodeando el pequeño edén, sobre un poyete había diversas macetas de geranios de diversas tonalidades, me llamaban principalmente la atención los geranios gitanos, así como unas plantas  de dompedros amarillos y rojos que durante la noche tranquilamente se echaban a dormir, impidiendo que pudiera ver sus tonalidades y al día siguiente aparecía de nuevo el colorido en la gama de sus pigmentos.

                                                      Los donpedros del jardín (mirabilis jarapa)
En una de las esquinas los diminutos gallicos rojos con los que me deleitaba al absorber el dulce sabor del néctar que contenían.
Tenía dos hermosos frutales, un cerezo cuyas ramas llegaban a la ventana de mi dormitorio desde donde podía coger las enormes cerezas rojas que daba todos los años y un níspero cuyo fruto me divertía, no solo comiéndolo, mientras me escondía entre su ropaje, sino después de saborear las ricas níspolas utilizar los huesos como proyectiles para hacer blanco en determinados lugares.


Un pequeño huerto me construí en un espacio libre y allí sembraba maíz, habas, garbanzos, alubias, que le cogía a mi madre, de las que diariamente cocinaba. Mi impaciencia era tal por descubrir que le estaba ocurriendo a la semilla, que hacía unos días había introducido en la tierra, 


que no esperaba a que saliera al exterior, abriendo el lugar donde las había depositado me encontraba con un tallito que intentaba salir, con esta forma de actuar el resultado fue de no por  hacer recolección alguna.

                                               El jardín, detrás de mi familia.
                                                                    De izquierda a derecha, los hijos: José, María y Manuel.
                                                                                          Sentados mis padres
Entre todos los rosales había uno que me deslumbraba, tenía una rosa especial, flor que se permitía el lujo de moverse por todo el jardín, de cuidar de las diversas plantas, coger las flores  que consideraba más bonitas para hacer un ramo depositarlo en un jarrón para que perfumara la estancia donde acostumbramos a estar más tiempo durante el día.
                                                        Josefa, mi madre
Mi rosa, era menuda, pequeña de tamaño, su semblante irradiaba ternura, no solo cuidaba a las diversas plantas sino que me cuidaba a mí y a toda mi familia, se llamaba Josefa, era mi madre.
Cuando un hijo habla de su madre le faltan palabras para ensalzar y alabar sus virtudes y cualidades. Mi madre era de estatura mediana, cuerpo esbelto, rostro de piel delicada y fina, ojos claros y mirada noble, se peinaba a la antigua usanza con roete en la parte occidental de su cabeza, de temperamento inquieto, nervioso, fiel cumplidora de sus obligaciones, honrada a carta cabal.

                               Esta era mi madre, atendiendo amablemente a todo el que llegaba al Colegio
Era todo corazón, bondad amabilidad y apertura hacia los demás; pocos medios materiales había en aquellos tiempos,  pero de lo poco que se tenía sabía compartirlo con los demás. No había pobre que llamara a la puerta que no se llevara un trozo de pan o un plato de comida de la misma que nosotros íbamos a comer, nada era suyo todo lo repartía. Había un anciano al que le llamábamos el “pobre de los domingos”, este día era el único de la semana que venía por casa, tenía su día señalado y no fallaba, a mí me parecía un anciano cargado de años, no llamaba a la puerta simplemente se colocaba allí esperaba hasta que mi madre le diera el trozo de pan, al que le tenía acostumbrado.
Limpia como “los chorros del oro”. Una larga cabellera blanqueada por el tiempo, era tratada con brillantina asiduamente, con habilidad  construía una larga trenza que enrollaba para hacerse un roete que colocaba sobre la parte occipital de su cabeza.
 Nací de ella cuando tenía  44 años, su riqueza espiritual era enorme. Todas estas cualidades y virtudes de gran ejemplaridad supo inculcárnoslas para que dejaran huella en nosotros, sus hijos.

                                                     José Medina Villalba
Tengo que reconocer que mi sentido de la responsabilidad, constancia y perseverancia en el trabajo, se lo debo a ella que fue mi gran madre y educadora. Murió, y esto es lo grave, con una muerte que para una vida de dureza y sacrificio, jamás mereció, padeciendo una gravísima operación y quince meses de dolor y sufrimiento de una terrible enfermedad. Los designios de Dios nunca se sabe cuales son ni por qué.
                                                                D. Pedro Manjón Lastra
D. Pedro Manjón Lastra, Director General de las Escuelas del Ave María, escribió en la revista, Magisterio Avemariano: Ha muerto en la paz del Señor la portera de nuestra Casa Madre (Josefa como todos la nombraban); supo sufrir con gran paciencia quince meses de enfermedad, recibió con fervor los Santos Sacramentos y marchó al cielo en donde no hay enfermedad, y allí gozará para siempre de la vista del Señor.
¡Dichosos los que así mueren!
Esta es hoy mi gran rosa, la rosa de mi jardín, de este edén que porta bastantes años donde han crecido muchas flores, las de las pasiones y sentimientos, las del trabajo y la perseverancia, las de los éxitos y los fracasos, flores que con los años se han ido marchitando, solamente una se mantiene lozana, fresca como en sus mejores años durante los que me cuidaba, orientaba guisaba y educaba con mimo y cariño, esa flor es MI  MADRE.

Desde que me  engendraste
comenzó a correr el calor de tu amor
en aquel embrión conforme iba creciendo.


Tu sigues siendo una bella flor
que sigue floreciendo en mi jardín                
me diste la vida, me regalaste tu amor
siempre serás mi rosa, la rosa de mi jardín.


Me fui engrandeciendo a la sombra de tus caricias
las pocas que yo te di las pagaste con exceso
como las bienvenidas aguas de mayo.


Por cada beso que te daba tú me dabas mil
cincuenta y seis años hace que te fuiste
pero siempre te tengo dentro de mí.


Cuando he tenido que actuar
el camino que me enseñaste
fue mi norma y guía para caminar.


Siempre estaré en deuda contigo
     ¿Qué te debo? ¿Cómo te pago?
te seguiré llamando MADRE
hasta que me encuentre contigo.
                   

                           José Medina Villalba.  

lunes, 5 de enero de 2015

HOMENAJE A LA ZAMBOMBA . NOCHEBUENA Y NAVIDAD EN FAMILIA


                                       Pablo, mi nieto, presenta a la homenajeada, la zambomba.
Un año más, el destino se repetía con gran satisfacción, nuevamente en estas “Pascuas Navideñas”, volvíamos a una noche entrañable en un lugar de la tierra del “ronquío” con toda la familia.
                                                  Verdaderas formaciones militares en son de paz
El verde es el color que predomina en todo el trayecto hasta llegar al lugar del destino; los sentidos corporales en una mañana fría pero llena de luz se van a ver plenamente satisfechos; hileras de olivos en los campos como verdaderas formaciones militares en son de paz, nos van acompañando, es el mensaje de estas fechas que ellos nos trasmiten durante todo el viaje.

                                               Largas varas golpean los acebuches
 Desde la lejanía y a través de la ventanilla del vehículo que nos conduce a nuestro final del trayecto, nuestra retina se impregna de colores que llenan el paisaje, un panorama donde el cetrino envuelve el ambiente; el oído capta los sonidos que llegan de la lejanía donde largas varas golpean los acebuches que gustosamente van desprendiéndose de su fruto.

                                             Los mozos y las mozas arrastran los toldos 
Los enormes toldos arrastrados por los mozos y mozas, como diminutas figurillas se vislumbran en el horizonte; todos los años asisten a la recogida, van haciendo la recolección de las bolitas, las que después generosamente nos darán su dorado oro hecho aceite o nos recreará el paladar, unas veces sin el contenido de su esqueleto sustituido por ricas anchoas o con un corazón rojo en su interior representado por un jugoso trozo de pimiento encarnado, 

                                                  Rellenas de ricas anchoas
                                                   Aliñadas en orza de arcilla
otras veces gentilmente aliñadas con tomillo, romero, limón y ajo, en orzas de arcilla o simplemente enlatadas.
El sonido ronco del motor cambia de tono cuando la mano del conductor apoyada en la bola del cambio, le hace pasar a otra posición por  exigencias de los desniveles que  la carretera le impone.

                                             Los chiquillos nos recibían con sus juegos
Se ha ganado en velocidad con las nuevas vías de circulación, las autovías han hecho que podamos llegar antes a los lugares de destino, sin embargo, se ha perdido esa especie de familiaridad que existía en aquellas carreteras que pasaban por el centro de los pueblos, donde los chiquillos nos recibían con  sus juegos en medio de la calzada, que nos hacía detenernos para entrar en los barecillos a tomar el pestiño o el dulce característico de aquel lugar.

                                Cuando llegan las Navidades, nos da la impresión que son una continuación
                                                                       de las del año anterior. Los días pasan demasiado rápidos.
La vida ciertamente es breve, pero los humanos la estamos haciendo más ligera aún, más efímera, quitándole esos complementos que la hacían más agradable y por supuesto ralentizaban su marcha. Porque hoy por hoy, todo es correr y correr y así se nos van pasando, sin que nos demos cuenta, los días suceden a las noches tan vertiginosamente que cuando llegan de nuevo, un año más  las navidades, nos da la impresión que son una continuación del día de ayer.
Hay elementos que la modernidad y los adelantos científicos, en determinados  momentos nos ayudan a ponernos en contacto y estar más próximos aunque la distancia sea larga. En el interior de un vehículo herméticamente cerrado penetran las conversaciones de los otros miembros de la familia que trasmiten sus mensajes indicándonos:
-¿Por dónde vais?
-Acabamos de salir de la ciudad ahora.

                                                       Vista de Mengíbar 
-Nosotros estamos pasando por Mengibar y prácticamente estamos llegando.
-Por la carretera se circula con fluidez, pero no obstante tened cuidado.


Son las conversaciones que se trasmiten por los teléfonos móviles.
El pueblo, uno más de la provincia de Jaén, atravesado por el Guadalquivir, que alimenta los campos de un pueblo eminentemente agrícola, tiene su carácter propio, construcciones con planta baja y un primer piso, calles amplias, por lo menos ésta en la que vamos a encontrar la residencia donde vamos a estar hospedado durante unas cuantas horas.
                                        Un gigantesco monstruo metálico nos saluda a la entrada
Nuestro primer saludo lo recibimos de un gigantesco monstruo metálico con un ruido característico, cuyas enormes ruedas van dejando su huella sobre el pavimento, arrastra un remolque repleto del producto que durante esta época se está recolectando.
Son las tres de la tarde cuando el medidor de la temperatura ambiente, colocado en la fachada de la casa donde nos alojaremos, con una cruz color verde en el centro, va cambiando la cara que presenta a los transeúntes, se encuentra en el frontispicio de una de las casas más importantes de esta gran villa que tiene denominación de realeza, nombre de reina, pero de una reina joven, nueva, de ahí le viene el apelativo, basta componer este bricolaje de palabras para saber cuál es su nombre.



Nos hace unos guiños luminosos, y nos dice mirándonos fijamente a la cara y casi  regañándonos que llegamos un poco retardados, los que nos esperan están ansiosos porque arribemos, son las tres de la tarde, pero también nos alegra el ánimo al comprobar e indicarnos la temperatura 20º, sin embargo cuando salimos de nuestro punto de origen  era de 5º, este anuncio nos consuela el ánimo.

                                                 El conductor del viaje, mi nieto Antonio
Hay que sacar del coche, que ha sido conducido magníficamente por mi nieto Antonio, los complementos que nos acompañan y que han de desempeñar un papel importante en estas horas de estancia.

                                            La señora que siempre soñó con esta zambomba 
                                                                                    y sus deseos se vieron hechos realidad.
Una señora de tamaño descomunal, que no ha tenido régimen alimenticio de ninguna clase, es el primer personaje que hay que bajar del vehículo, ha sido traída con mucho mimo y cuidado; color ocre en su semblante panza abultada porque no le importa para nada el aspecto de su figura, sabe cantar con una música que no tiene letra; cuando se encuentra en plena euforia, su sonido se basa en una composición cuya partitura se compone de unas simples notas, nos indican que estamos en plena Navidad y sobre todo en Nochebuena. Su talle carece de caderas es estrecha de cintura, pero cuando deslizamos nuestras manos sobre su cuerpo éste se va ensanchando.

                                              Su cara se la cubre con una piel especial
Su rostro no es el rostro normal de cualquier dama, pues su cara está recubierta por una piel especial, trasplante que ha recibido de uno de esos animalitos que corren por el campo, o que se crían en granjas.

                                               Algunas con elegantes ligueros
                                                        Otras flamenconas 
                                                 Otras ridículas hechas de plástico
Las hay de todo tipo, tamaño y forma he incluso algunas con sus elegantes ligueros o engalanadas con trajes de gitana, otras cómo las que han querido entrar en este terreno pirateando la fiesta y adulterando su cuerpo hechas de plástico y quedando en ridículo por su desafortunado sonido.

Recuerdo, cuando era niño, como aquel señor con un saco al hombro cogido por una de sus manos y la otra portando  una gran cesta alargada con platos, tazas y vasos,  los que cambiaba por trapos y sobre todo por la piel de estos animales, iba por las calles del Albaicín pregonando: ¡niños tiraos al suelo romperos los calzones que está aquí el trapero! En mi casa hubo alguna de estas pieles, después de matar al animal, pegada a la pared esperando que llegara el trapero, para entregársela más tiesa que la mojama.
                                                Hay que acariciarla con un estilo especial
Nuestra dama  engalana su cuerpo con una larga peineta estilizada que hay que acariciar con un estilo especial para sacarle de su cuerpo, ese sonido característico y personal que solamente deja sus notas en el aire en estas cálidas fechas familiares de la Navidad.
Con la mano mojada y acariciando esa peineta cuyo nombre es carrizo, un ¡paco, paco, paco, paco, paco…! Llena el ambiente para acompañar, junto con otros instrumentos, pandereta, carrañacas, guitarras, botella de anís, almirez…, a los villancicos, los cantos especiales de estas fiestas.

                                                     Vendedora de zambombas
Se han cumplido las ilusiones que durante años traía la otra gran señora de la casa de adquirirla, ha recorrido los diversos mercadillos que durante este tiempo se colocan en diversos puntos de la ciudad, hasta encontrar la que bate el record en tamaño.
Mi imaginación vuela a mis años infantiles cuando “aparecían los vendedores de zambombas con el capacho a la espalda y la muestra de mercancía en la mano, sin dar paz al largo carrizo recorriendo las calles de Granada anunciando su presencia con el monótono run-run del pastoril instrumento”.

                                               Vendedor de botijos y zambombas
También se hizo popular formando parte del folklore navideño, el romperlas, como decía el villancico, “dale, dale, dale/ dale a la zambomba /dale, dale dale/ hasta que se rompa.
Sirva este glosario para rendirle honores a este instrumento que durante años ha sido el personaje más importante que ha aunado a las familias en estas fiestas tan señaladas, pero que los tiempos actuales  con otros aires de cambios, las quieren ir relegando a un segundo plano.
 Asombro generalizado de los que ya se encuentran en el salón principal al contemplar la entrada del instrumento.

                                   Exclamaciones de admiración ante la contemplación de la zambomba.
¡Qué barbaridad! ¡Madre mía! ¡De donde habéis sacado eso! Son algunas de las expresiones cuando entramos, “sacando pecho”, con nuestro gentil instrumento.
Hay movimiento intenso y alegre en el interior de la vivienda, dos familias se reúnen, los Canos y los Medinas para pasar unas horas de familiaridad y alegría. 



Se preparan las viandas que han de satisfacer los estómagos de los comensales: entremeses de todas clases, gambas y gambones, quesos, dátiles, tostaditos de pimientos acaramelados, rollitos de huevo ahilado, frutos secos, sopa de mariscos, cordero al horno, ensaladas de todo tipo, frutos del tiempo…, regados con ricos caldos de Ribera del Duero, refrescos, no faltarían los típicos dulces navideños y para sentar en el epigastrio todo este amalgamiento  de alimentos la “nata  y tarta helada de los Italianos”.
                                 Mis hijos, Mari Carmen y Francis, mi mujer Conchita y mi nieto Antonio
Una guitara se lanza al ruedo para dar alegría a la fiesta, no se queda atrás  la zambomba y los cantos y villancicos van caldeando el ambiente.



Todos desean tocarla, pasarle la mano para escuchar el sonido que desprende y el calor familiar se va acrecentando por momentos.

                                      El sonido de unas notas musicales que llegan desde otra estancia
                                                                                       a través de mi hijo Francis
Alguna cabezadita en la butaca para digerir lo ávidamente ingerido, con algunas conversaciones de recuerdos del pasado y del presente que ayudan a mejor dormir y el sonido de unas notas musicales que llegan desde otra estancia, de unos dedos apasionados por la música que han dejado de tocar los trastes de la guitarra y ahora teclean y hacen pinitos en el piano.



                                  Un sonido seco de llamada al farmacéutico de guardia nos sobresalta
Hay un sonido seco y especial que de vez en cuando interrumpe nuestro sueño, es un sonido corto y brusco que nos sobresalta como un aldabonazo de llamada al que hace guardia para atender al cliente, que busca la medicina ya que el dolor y la enfermedad no entiende de festejos, personas de la villa a las que les vienen a amargar estas fechas.
En cambio para los que nos encontramos allí, en la trastienda de la “botica”, nos sentimos protegidos por tener a los farmacéuticos, miembros de la familia,  custodiando nuestros cuerpos, con su almacén de medicinas.

                                               La mesa preparada para la cena de Nochebuena
La tarde avanza, la cena está servida y entre felicitaciones a los que han preparada la rica sopa de mariscos y demás componentes de la gran mesa llega el momento del tradicional “amigo invisible”, y como todo el que practica este juego sabe perfectamente de que se trata y con ello no me refiero a la cantidad de amigos invisibles con los que nos encontramos en las redes sociales, sino el de adivinar que “amigo invisible” te ha regalado un obsequio, donde no se intenta medir, ni mucho menos, el valor material para no crear susceptibilidades o diferencias entre los diversos presentes que se regalan.

                                       El regalo del amigo invisible, ahora toca adivinar quien es
En la vida hay muchos a los que se les llama amigos, e  incluso se dan como tales cuando están recibiendo favores, pero en situaciones en las que  los puedes necesitar, para que te echen una mano, en momentos de dificultad, se convierten en amigos invisibles, en una palabra desaparecen. ¡Ficción, fantasía, imaginación! No, pura y sencilla realidad.
                                               La mesa se va llenando de envoltorios
La mesa se va llenando de envoltorios que han ido dejando al descubierto las dádivas: bufandas, collares, sortijas, pendientes, relojes, pequeñas minucias pero que van llenando de satisfacción a todos los congregados.
Las botellas de sidra servirían para brindar por la salud y felicidad de los presentes y ausentes.
                                            Regalos que producen la emoción del que los recibe
Papa Noel, como ya viene siendo tradicional, vendría cargado de ilusiones y de regalos que no tendrían que ver nada con los del amigo invisible: camisas, sudaderas, máquinas calculadoras, jerseys, juegos de toallas que llevan marcado el sudor de muchas horas y desvelos para dejar marcadas, en punto de cruz, las letras de la persona que las ha de recibir, sobres de pequeño tamaño pero con sabrosos contenidos…

                                                Mi nieta María enseña su regalo
La velada se prolongaría, hasta altas horas de la madrugada, con conversaciones que enriquecerían los vínculos familiares.
Todo se repetiría durante el día siguiente, día de Navidad, hasta llegada la noche, que van a dar comienzo las despedidas y el desfile, cada cual en el vehículo correspondiente, hasta su lugar de procedencia.

                                 Cruce de luces con otros vehículos por la carretera mientras vagan por
                                                                  mi mente las escenas vividas en familia en horas pasadas.
Por la carretera, de vuelta, el manto oscuro de la noche no deja visibilidad alguna para contemplar el paisaje que durante el día anterior nos vino llenando, solo el monótono sonido del motor del coche, el cruce de luces con otros vehículos y el silencio en el interior; algunos duermen ya, otros con los cascos puestos escuchan música y un servidor, constructor de este relato, lleno de paz y tranquilidad vagan por mi mente las escenas familiares que durante estas últimas horas hemos vivido, quiera Dios que el próximo año, que se avecina, nos volvamos a reunir de nuevo.

       ALGUNOS DE LOS MOMENTOS VIVIDOS EN ESTOS DÍAS
                                  (Sirva este reportaje de recuerdo familiar)




















































































                                             Con el Roscón de Reyes se terminaron las fiestas                                                                                                José Medina Villalba