sábado, 23 de agosto de 2014

LAS BELLEZAS DE SIERRA NEVADA. LOS MONTAÑEROS DEL MIÉRCOLES. MEMORIA HISTÓRICA DE UN PASADO.


 Es cierto que la vida es demasiado apasionante como para dejarnos encadenar por la rutina y el aburrimiento, limitándonos a beber de la vida desde lejos o sumidos en el recuerdo del pasado, cuando la tenemos ahí, a nuestro alcance, como agua abundante y fresca.
                                                                  Sierra Nevada
Esto es lo que hemos hecho estos tres montañeros durante algunos años beber de las bellezas inagotables que la Madre Naturaleza, en esta nuestra Granada y en su Sierra Nevada, nos ha puesto a nuestro alcance.
                                               Los montañeros del miércoles
José Medina Villalba
                                                 Miguel Ortega González y José Escobar Estepa
Ha sido una suerte la mía el haber podido conectar con estos dos compañeros montañeros que, como guías expertos y documentados, me han introducido para poder saborear y palpar la dulce miel de nuestra baja, media y alta montaña.
Pero toda empresa lleva aparejada una responsabilidad, un riesgo, un sufrimiento y una lucha entre nuestros sentimientos y los objetivos pretendidos.

                                             Los Alayos de Dílar en Sierra Nevada
No hay dicha, ni esta es plenamente saboreada, si previamente no ha existido un agobio, un padecimiento, un pasarlo mal, para que el disfrute y la alegría sean más rebosantes.
Hay que estar por el riesgo, con la audacia, frente a la comodidad. Creo más humano el atrevimiento que la renuncia sistemática al combate.

                                               El riesgo es parte de la condición humana
El riesgo es parte sustancial de la condición humana. No se puede en este mundo hacer nada serio sin exponerse, con frecuencia, al fracaso. Y, desde luego, la única manera de no equivocarse nunca, es decir, de equivocarse siempre, es renunciar a toda aventura por pura cobardía.
Ese desde luego no ha sido nuestro lema; por el contrario, el sacrificio y la lucha por vencer y alcanzar nuestro objetivo ha sido siempre el bastión que hemos portado.

                                               Un bello paisaje en Sierra Nevada
La obsesión por la seguridad es uno de los más graves obstáculos para realizar la vida. Sin embargo la prudencia, la reflexión antes de la acción, el saber elegir las mejores circunstancias para emprenderla, han estado muy presentes en todas nuestras actuaciones. Nuestros años no nos permiten hacer locuras, los tres pasamos de los sesenta.
                                          Romería de la Virgen de las Nieves. En los Tajos de la Virgen.
                                                                                                     Con mi hijo Francis
                                                                                      y mis nietos Antonio, María y Laura
Sin embargo, insisto en que, en toda empresa, hay un componente de riesgo. Y el que no es capaz de arriesgarse un poco por aquello que ama, es que no ama en absoluto.
Todas las grandes cosas son indecisas, toda empresa seria tiene algo de aventura, e implica audacia y confianza.
No estoy apostando, naturalmente, por la irreflexión, por la frivolidad, por el aventurismo barato. Uno se arroja hacia aquello que ama y está seguro de que ese salto no será una locura, porque no nos equivocamos cuando se va hacia aquello que merece ser amado.
                                                  En la Ermita Vieja de Dilar
Prudencia, sí; miedo, no, porque si hubiésemos tenido miedo no nos habríamos levantado de la cama para emprender nuestras excursiones.
Las vísperas han sido inquietas; noches a dormivela, pensando en la aventura que nos proporcionaría la nueva excursión que, previamente y de forma magistral, Miguel Ortega nos había planificado.
                                           A la entrada del Hotel del Duque, en Sierra Nevada
Y así con cámara en ristre, hemos ido caminando y grabando todo el maravilloso espectáculo que, a veces por el exceso de emociones espectaculares que la Naturaleza nos deparaba, nuestra retina no podía retener, pero la cinta mágica del vídeo, si ha podido ir acumulando, unas veces, y otras la cámara fotográfica, para que después junto a los nuestros hayamos podido ir saboreando, relajados y hundidos en la butaca, aquellos momentos que durante la jornada fuimos viviendo.

                                                 La Alcazaba uno de los monstruos de Sierra Nevada
Somos tres montañeros jubilados, que tenemos conciencia de que no somos jóvenes, pero que hemos asumido la segunda parte de nuestra vida, con tanto coraje e ilusión como la primera.
                                 Un atardecer en Sierra Nevada, con la Alcazaba, Mulhacén Machos y Veleta
Que aceptamos que el sol del atardecer de nuestras vidas es tan importante como el amanecer y el mediodía, aunque su calor sea muy distinto.
El sol no se avergüenza de ponerse, no siente nostalgia de su brillo matutino, no piensa que las horas del día le estén echando del cielo, no se experimenta menos luminoso ni hermoso por comprobar que el ocaso se aproxima. Cada hora tiene su gozo. El sol lo sabe y cumple, hora a hora, su tarea. 
                                                  Últimos rayos de sol en Sierra Nevada
¡Qué orgulloso se siente el sol de ser sol, de seguirlo siendo hasta el último segundo de su estancia en el cielo! Nosotros los montañeros del miércoles nos sentimos soles en plena montaña, aunque el cielo esté nublado.
                                            El Corazón de la Sandía en los Alayos de Dílar
A veces hemos vencido a la montaña, otras veces ha sido ella la que nos ha derrotado. Recordemos las dos veces que El Corazón de la Sandía, en los Alayos de Dílar, tanto por su cara norte, como por la sur nos ha abatido; es una espina, que las “pepitas” de esta sandía petrificada nos ha clavado en nuestro corazón de montañeros. ¡Pero tiempo al tiempo, compañeros! Algún día nos quitaremos esta pena.
La montaña es así: unas veces serena, otras violenta, pero siempre tiene para nosotros un indescriptible atractivo.

                                              En la cumbre de la"Boca de la Pescá"
Su conquista es empresa dura y penosa, que requiere sacrificios y esfuerzos materiales, pero cuando la vencemos, ¿Qué mejor premio puede existir que ese goce puro y espiritual? Los tres sabemos bien a lo que me refiero y nos complacemos, como le ocurre a cualquier montañero, en estos íntimos y nobles sentimientos.

                                          Las trincheras del Maullo en la Sierra de Huetor Santillán
Recuerdo aquella primera salida por la Sierra de Huétor Santillán, que si para mis compañeros fue un paseo, a mí me dejó el lastre de unas agujetas durante varios días. Aquel fue mi primer bautizo como montañero.
                                                   Caminando por el Purche
                                              Piedra Ventana con Sierra Nevada al fondo
Después seguirían: El Purche, La Silleta del Padul con Piedra Ventana y sus inolvidables paisajes a vista de pájaro sobre Dúrcal y el Padul, Corazón de la Sandía con contrastes y sensaciones nuevas en cada una de ellas.
                                    Por el "Barranco de Poca Leña", la vieja muralla a la derecha
La pesadez de un Barranco de Poca Leña, o el pisar duro, agotador y soporífero dejando nuestras huellas sobre las arenas de una Rambla Seca.
                                                 La pesadez de la "Rambla Seca"
Pero todo aquello iba fortaleciendo nuestros músculos y ¡cómo no! nuestro espíritu, que se agigantaba cuando culminaba la montaña y nuestra piel se erizaba cuando dejábamos resonar con nuestras voces, en el aire puro de las alturas, las letras melodiosas de un Ángelus, o la oración del montañero: “Dame Señor un corazón valiente, una cabeza firme, una piernas ágiles…, pero sobre todo tu mano, tu mano para poder hacer la escalada diaria de la vida junto a Ti”.

                                              "Dame Señor un corazón valiente..."
Y con el resonar de estas letras en nuestro interior, recobrábamos fuerzas para seguir adelante.
                                        Por el Canal de la Espartera. Cerro Hueco al fondo con los Alayos
Un faldeo de los Alayos con retorno al Cortijo Sevilla por el Canal de la Espartera, después de superar un Cerro Hueco y vencer las dificultades de unas delicadas barranqueras que nos hicieron temer con dar al traste en aquella excursión.

                         Un macho cabrío en medio de la vereda, con mirada expectante, nos quiere impedir el paso
La emoción de poder contemplar un macho montés que se nos cuadra en medio de la vereda con mirada expectante y sorpresiva. El silbido avisador de los cervatillos, que juguetones, nos asombran en sus espectaculares saltos.
Collado del Pino y recuerdos de un puesto de reclamo perfectamente construido y situado para la caza de la perdiz, o el los excursionistas con caballería que se nos cruzan regresando en la bajada.
                                                      Los Alayos de Dílar
Después de recorrer los Alayos por ambas caras, pasamos al escenario maravilloso de la Vereda de la Estrella, gozando de los magníficos paisajes con escenarios inimaginables, que parecen trasladarnos a países nórdicos, en medio de una exuberante vegetación de robles, arces, quejidos, castaños, encinas y respirando a pleno pulmón, 
                                      En el Barranco de San Juan arranca la Vereda de la Estrella
                                                     La Vereda de la Estrella

                                                        Río Valdeinfiernos
para dejarnos embriagar por el perfume de los madroños y endrinos y llenar la paleta de nuestra retina de infinidad de colores con los que se cubre esta vereda, saturar nuestros tímpanos con el murmullo orquestal y sinfónico del agua que se precipita por chorreras  y cascadas para alimentar los ríos: Vadillo, Guarnón, Real, Valdecasillas o Valdeinfiernos, que allá al fondo del valle van socavando el terreno como queriendo profundizar en la entrañas de la Tierra.
                                                     Mi hijo y mis nietos por la Vereda de la Estrella
                                                                                                Óleo de José Medina Villalba
Las sensaciones que se van percibiendo en cada momento, en este escenario de la Vereda de la Estrella, tienen su parangón con el que se desarrolla en la sinfonía de una filarmónica.


Todos los instrumentos de una gran orquesta, en estos momentos, cuando caminamos por la Vereda, los voy percibiendo; la suave brisa que nos acaricia en nuestro andar conecta a la perfección con el sonido  de flautas, oboes, clarinetes y fagots como instrumentos de viento, por momentos livianos, poco a poco van creciendo, a veces rápidos cuando la vereda se dobla en un requiebro, detrás de una gigantesca roca, y nos golpea fuertemente como el sonido de los timbales en una entrada brusca en otra situación.
Los violines y violas y en primer lugar el concertino, con ese sonido penetrante en una actuación del solista dejando la agudeza de su sonido sobresalir sobre  el resto de los demás instrumentos, irrumpe con una elegancia tal que deja ensimismados a los espectadores, mientras los demás artefactos musicales  se doblegan como siervos al sonido imperioso de un stradivarius.
La musicalidad de una chorrera que se desliza suavemente y que calma nuestra sed, cuando bebemos de ella y de repente nos encontramos en una barranquera,  con los sonidos de los instrumentos de metal que irrumpen, en determinados momentos.
El río Guarnón se precipita sobre el puente intentando lamer su dorso con un estruendo ensordecedor entre espumas enloquecidas, que no dejan escuchar nuestras conversaciones, semejan los aplausos de un público enfervorecido, mientras el director batuta en mano se inclina levemente agradeciendo los aplausos y haciendo que la orquesta al únisono se levante y rinda pleitesía.

                                                    Un sol radiante dirige la orquesta natural
 ¿Y quién ha sido el director de esta orquesta natural?
Un sol radiante, sabiendo en cada momento del día mantener en perfecto acorde todos los elementos de la naturaleza de esta enigmática Vereda de la Estrella; luz a raudales para hacer más visible el paisaje, sombras entre el follaje y espesura del bosque que  han aliviado nuestro caminar, cambio de tonalidades en la diversidad de colores según la incidencia de los rayos solares en las hojas de los olmos, consiguiendo como un verdadero director mantener en perfecta armonía todo este grandioso escenario.
                                                          Río Guarnón
Sentados plácidamente junto al puente del río Guarnón, dejándonos extasiar por la orquestación de las cristalinas aguas,  sumergimos nuestras bebidas refrescantes en su seno para que nos las  refresque, mientras tomamos un “tente en pie” y dejamos pasar por nuestras gargantas las delicias de los líquidos elementos, les narro a mis amigos la leyenda del Guarnón.
Leyenda del Guarnón. La escoba del diablo
En un paraje muy escabroso de Sierra Nevada, y sobre cierta eminencia que domina toda la cuenca del Genil, se alzaba el castillo roquero del Guarnón, cuyo señor, un conde feroz y sanguinario, distraía sus ocios apaleando labriegos en el bosque, o violando villanas en los cortijos sometidos a jurisdicción feudal.
                                                   Castillo roquero del Guarnón
Enfrente del castillo, en humilde cabaña con paja de centeno, vivía una bellísima joven rubia y sonrosada, a la que cantaba amores con bien templada voz, un pastorcillo de las cercanías.

                                                Los arqueros hicieron prisionera a la muchacha
Cierta noche, el caballero del Guarnón detúvose a refrescarse en las aguas del río, observó la cabaña donde se encontraba la muchacha y quedó prendado de ella que se encontraba en la entrada.
                                                        El pastor enamorado
Ordenó a sus arqueros que la condujeran al castillo, encerrándola en uno de sus misterios aposentos.
El enamorado pastor, que había presenciado la escena desde lejos, siguió lleno de rabia a los raptores de su amada, hasta llegar a una angostura sobre un barranco torrencial, donde un árbol volcado por la tempestad, constituía una especie de puente que se dispuso a atravesar.

                                                           El diablo con actitud aterradora
Una aparición extraña e inesperada alzóse de pronto al otro lado del torrente. Era un hombre alto y delgado vestido de color de fuego con bonete puntiagudo en la cabeza, ojos que lanzaban luz fantástica, actitud sobrenatural y aterradora.
¡Atrás, dijo el pastor, tengo prisa, atrás u os precipito en el abismo!
Detente contestó la aparición, nada conseguirás con pasar, el señor de Guarnón ya está en su castillo. ¿Te crees poderoso para arrancar su presa al más poderoso señor de las montañas?
                                                   Mírame bien, le dijo el diablo al pastor
El pastor desconcertado, preguntó ¿Cómo sabéis lo que me ocurre? ¿Quién sois, que adivináis mi pensamiento?
Mírame bien soy el diablo, contestó con una risa burlona, tú estás enamorado de Azucena y yo tengo el poder para impedir que esta noche sea del conde Guarnón. Yo tengo poder para evitarlo y puedo ponerla dentro de un momento entre tus brazos.
En otras circunstancias el pastorcillo hubiera huido de inmediato, pero desesperado, aceptó la propuesta del diablo. Soy tuyo dijo, después de ligera reflexión. Acepto el pacto ¿Qué he de hacer?
                                                         La escoba del diablo
El diablo sacó de su escarcela una escoba diminuta, que parecía de juguete. Con ella le dijo: barrerás cuántos obstáculos se opongan a tus deseos. Ve enseguida al castillo, Azucena será tuya.


Minutos después llegaba el joven al pie de un de los torreones del Alcázar. Lo tocó con su escoba y el muro se abrió como una granada, lo franqueó llegando sin tropiezo a una estancia en la que temblando de pavor, aguardaba Azucena el momento de ser llamada al aposento del tirano. Ver al pastorcillo y caer en sus brazos fue todo uno.
Pero también fue cosa de un momento darse cuenta el conde de que le habían arrebatado la paloma y encontrar sobre la nieve el rastro de los fugitivos, por lo que armado, junto a sus vasallos y echando por la boca juramentos y blasfemias, se lanzó barranco arriba en persecución de los amantes.

                                         Una avalancha de nieve cayó sobre el señor de Guarnón
Los divisó sobre una elevada roca y se dispuso a capturarlos. El pastor sacó entonces la escoba del diablo y barrió un poco de nieve, toda la de las alturas arrebatada por una mano invisible, cayó encima de los perseguidores y medio los sepultó bajo su manto, esto ocurrió tres veces, y la escoba barriendo de repente las altas cumbres, dejaba caer avalanchas de nieve, hasta que el señor Guarnón y sus sicarios desaparecieron para siempre.
Libres de la persecución volvieron a la cabaña donde vivieron felices, pero se dejaron olvidada la escoba misteriosa que desde entonces sigue barriendo la nieve de las crestas y arrojándola al fondo de los valles.

                                                    Los aluden en Sierra Nevada
Pero eso dicen los pastores de Sierra Nevada, que no faltan ni faltarán nunca los enormes ventisqueros en las cañadas de la Penibética.
Después de este descanso, de beber en las límpidas aguas del Guarnón, continuamos nuestra marcha.
                                               Montañero solitario que se evade del mundanal ruido
Un pastor cual cabra, que nos asombra con sus saltos por los riscos y acantilados, o aquel montañero que con aires de anacoreta ermitaño pretende evadirse del mundanal ruido, para meditar en la soledad de la montaña, las banalidades de la vida terrena, con aires de subsistir sin apenas víveres, largo tiempo en las alturas.
Cuesta de los Presidiarios; impactos y sensaciones escalofriantes ante los monstruos de la montaña que repentinamente, al salir de una curva, nos asombran por su grandiosidad: Alcazaba, Mulhacén, Veleta.
                                                 La agotadora Cuesta de los Presidiarios
Una letanía repetitiva de picos que continuamente, y como centinelas de todas estas excursiones, iremos repitiendo en nuestras grabaciones a las que solamente les faltaba un “ora pro nobis”. Veleta, Salón, Zacatín, Machos, 
                                                         Siete Lagunas
Puntal de la Caldera, Mulhacén, Siete Lagunas, Alcazaba, Goterón, Vacares, “rogad por nosotros”, se alzan cual lanzas puntiagudas, majestuosos, henchidos y arrogantes, con sus tres mil metros de altitud, dejando caer el largo vestido que cubre sus cuerpos y que se prolonga con relieves majestuosos hasta la profundidad del valle, convertidos en un Veta Grande, Lanchar, Juego de Bolos y cubriendo su cuerpo con las mejores piedras preciosas, de diamantes y zafiros, convertidos en aguas cristalinas y transparentes que embellecen aún más su cuerpo: Mosca, Laguna Larga, Aguas Verdes, Terrazas, Caldera o la no menos despreciable reina de todas las lagunas, aunque adulterada en su estructura, la Laguna de las Yeguas.
                                            Por la Vereda de la Estrella, con mis nietos Antonio, María,
                                                                            el primo Juanjo y el autor de este Óleo, José Medina Villalba
                                                                                         al fondo la Alcazaba y el Mulhacén
Atardeceres de regreso por la Vereda de la Estrella que hay que tomar con paciencia, ya que esta empieza a parecernos interminable y monótona, pero que sus múltiples encantos nos dan ánimo para seguir marchando; sus chorreras y frescas aguas, su arboleda, o la visión de un paraje con un par de perdices que nos saludan tranquilas sin inmutarse a nuestro paso.
                                           Mis acompañantes inseparables: macuto, bastón y el camino.
                                                                                            Óleo de José Medina Villalba
                                                          Laguna, La Mosca
La figura de un macho montés, el murmullo bravucón del Real, Guarnón y Genil; las vistas de las altas cumbres, su vegetación plagada de amarillos en la primavera con los que se adorna y viste, 
                                                         "El Abuelo", castaño centenario
o un centenario árbol “El Abuelo”, que nos da ejemplo con sus años, arraigado en la roca, para sacar de sus entrañas la fuerza y el vigor que lo mantiene en pie, nos da ánimo para poder llegar a la finalización, de nuestra andadura, en el Barranco de San Juan, que nos recibe con el murmullo ensordecedor de sus aguas, que vertiginosamente se precipitan entre rocas y peñas.
                                                           Refugio de "La Cucaracha"
Vendrían después las excursiones de Tajos Bermejos, El Aceral con la Cucarracha, las agotadoras Herrerías, un Puerto Luque con gran riqueza vegetal, con infinidad de lirios silvestres bajo el sopor de 38ºC  de temperatura, que aquel día nos dejaron extenuados y maltrechos; pero la recuperación física vuelve pronto a nuestros cuerpos, porque nuestro espíritu no desfallece y alimenta con su fuerza nuestro cuerpo.
                                                           El arroyo del "Aceral"
No serían menos emocionantes y aleccionadoras aquellas de Cabañas Viejas y el Hornillo con sus manadas de toros, (algunos negros azabache, que darían un buen juego en el albero de la Maestranza) nos harían trasladar al lugar de costumbre para tomar el bocata de media mañana, lejos de su mirada bravía.

                                                            Los toros en "El Hornillo"
                                                          Miguel Ortega González
No podemos dejar en el olvido, el instinto y el tacto habilidoso de montañero con grandísimas dotes de experiencia que Miguel Ortega González demuestra continuamente, y ese volver a la Vereda de la Estrella columna vertebral de este valle, que con su paciencia, astucia e instinto va descubriendo, en una vereda que aparece y desaparece, hasta llegar al sitio deseado.
¿Fue locura Nigüelas-Lanjarón, fue atrevimiento, fue una excursión descafeinada? Nada de eso, fue una andanza que cubrió el número trece de nuestras excursiones y que dejando aparte el aforismo superticioso que conlleva este número, tuvo sus alicientes y encantos.

El carril es amable, se deja querer y lo recorremos con suavidad. Hay cortijos que se asoman al camino para vernos pasar.
Aquella fuente de ICONA con sus aguas diáfanas, con aquellas algas  que parecían esmeraldas que a modo de ropaje cubrían el fondo, nos refrescaría y apagaría nuestra sed adquirida ya en un largo recorrido del camino.
                                                          Cortijo de Tello
Cortijo y Pinares de Tello, que junto con el Papeles y el Chaquetas, pasaron a la historia como los usureros agrícolas de otros tiempos; encuentro visual allá al fondo, desde la altura, de Lanjarón, el que nos parecía imposible alcanzar.


                                                            Lanjarón al fondo
Pero el número trece de este día dejó de ser gafe para convertirse en un todo terreno que, por arte de magia, apareció de pronto, nos trasladaría a Nigüelas. Allí las sombras y las fuentes de un jardín romántico nos dirían que el día había sido bueno y la excursión había tenido su ritmo habiendo puesto una nota nueva en la trayectoria que hasta ahora se venía desarrollando.
                                                        Refugio del Elorrieta
Y pasamos a la alta montaña. El Elorrieta con su cuerpo cubierto de nubes que corren vertiginosamente subiendo por sus faldas y que por momentos, como cortinas de escenario de teatro natural, se corren y descorren, para dejarnos ver la Laguna de Lanjarón. 
                                                    Los lagunillos de la Virgen
El sol atraviesa suavemente una fina gasa de nubes y su luz nos llega tamizada.  Los Lagunillos de la Virgen con sus impresionantes tajos; aquel montañero que como una nube más, aparece y desaparece en lontananza con la rapidez del rayo, y nos deja anonadados al contemplar su rápido caminar.

                                                       Chorreras del Molinillo
Pantalla gigante del radiotelescopio y las chorreras del Molinillo, que desde su nacimiento en la Laguna del Carnero nos saludan desde la lejanía, con la alegría del nacimiento del río Dilar.
                                                         Laguna de las yeguas
Largas lomas de Dilar y los Panaderos, Laguna de las Yeguas, que por momentos nos deja revivir en nuestra memoria su leyenda, para llegar al punto de partida.
Leyenda de la Laguna de las Yeguas
Era precisamente en la época en que la laguna rompe su hielo para dejar paso, poco a poco, día a día, a las cristalinas y frías aguas.
                                                  El deshielo en la Laguna de las Yeguas
Junto al desagüe un pastor vigilaba su rebaño esparcido por las vertientes del río Dilar. De pronto se dejó oír un espantoso rugido. El pastor, creyendo que sería motivado por alguna tormenta, miró al cielo que encontró completamente despejado y sereno, y no tardó en escuchar las siguientes palabras, pronunciadas por una cavernosa voz:
-¿Cuándo me dejarás salir de este encierro?
-Todavía no- respondió otra voz fuerte y potente- eres demasiado perverso.
                                                   El pastor de la Laguna de las Yeguas
El pastor quedó sobrecogido de espanto e intentó huir, más en vano, porque sus piernas, inmovilizadas por el miedo, se negaron a obedecerle.
Entretanto, por el lado opuesto vio llegar a dos hombres ataviados con raras vestiduras orientales, los cuales miraron en la dirección en que él se encontraba, pero no dieron muestras de haber notado su presencia.


                                                  Uno de ellos comenzó a hacer exorcismos
 Uno de ellos, de más edad, comenzó una serie de extraños movimientos y exorcismos dirigidos a la laguna, mientras que su acompañante sacaba una enorme red que, a una señal del de más edad, echó dentro de la laguna. Al instante tiraron ambos de la red y sacaron de las aguas una hermosa yegua blanca.

-Esto no es lo que buscamos- dijo el mago, y la dejó suelta.
Repitieron el sortilegio y volvieron a echar la red, y esta vez salió una yegua azul.
                                       Las yeguas retozando en el prado próximo a la laguna 
-Tampoco es esto lo que venimos buscando.
Probemos nuestra última oportunidad –dijo poniendo a continuación el mayor cuidado en las palabras mágicas que pronunciaba; pero también volvió a salir otra yegua, aunque de color negro como el azabache.
La desilusión se pintó en sus rostros. El de más edad comentó con su compañero:
La suerte no ha sido propicia. El caballo rojo que nos haría invisibles nos ha esquivado una vez más. Marchémonos y en el próximo deshielo lo probaremos nuevamente.
El pastor, inmóvil, los vio alejarse, y mirando en derredor suyo vio a las yeguas que los extranjeros habían sacado de la laguna que estaban retozando en el prado cercano, y acercándose a ellas, se mostraron dóciles y se dejaron acariciar.
                                                               Un extraño y penetrante silbido se dejó oír
De improviso un extraño y penetrante silbido se dejó oír. Las yeguas quedaron quietas y erguidas, estilizando su preciosa estampa, hasta que en un rápido galope se dirigieron a la laguna en cuyas profundidades volvieron a sumergirse.
Y dice la leyenda que esta es la historia que de generación en generación se ha venido transmitiendo entre los miembros de la familia del pastor, y que todos los años en esta época, empujados por una fuerza irresistible los descendientes del pastor van a la laguna; 
                                    La belleza de la laguna de las Yeguas antes de convertirla en una pantaneta
ese lugar les atrae más que ningún otro, ignorando si ello es debido a la historia que acabamos de leer o si solamente es debido a la belleza del paisaje que desde allí es posible contemplar.
                                                       El Mulhacén 3.478 metros 
Cerramos nuestra temporada montañera con la emocionante e inolvidable subida al Mulhacén, muy bien, como todas, estudiada y planificada por Miguel.
Ese día el jefe dio la salida una hora antes de lo que estábamos acostumbrados; sabía muy bien, aunque en secreto, el objetivo que pretendía, las dificultades que entrañaba y el tiempo a invertir.

                                                          Nacimiento del Guarnón
Corrales del Veleta, nacimiento del Guarnón y primeros rayos del sol nos dan la bienvenida después de varias horas de marcha.
                                                         Refugio de la Carihuela
Refugio de la Carihuela y macho montés que desde la techumbre del refugio ve pasar nuestra andadura; Laguna de Aguas Verdes, Crestones y Raspones de Río Saco, sin ponernos de acuerdo en principio sobre estos nombres, pero que poco después, su propia estructura, nos confirmarían por sí sola el título de los mismos.

                                                La Laguna de la Caldera con el Mulhacén al fondo                    
Loma Pelada y la visión de la Laguna de la Caldera con la consiguiente decepción, ya que por momentos aquella grandiosidad de una laguna que medía más de 200 metros de larga se va, año tras año, empobreciendo.
Bajada dificultosa y encuentro triste con un rebaño de cabras monteses que, con los lomos pelados por la sarna, nos dejan acercarnos a ellas, con mirada misericordiosa parecen pedirnos ayuda.
                                                         Refugio de la Caldera 
Asombro ante el refugio por su cuidadoso y esmerado estado.
Iniciamos la subida al gigantesco Mulhacén por la arista de los tajos, que nos invita a llegar a su cumbre. Nos quedamos anonadados y extasiados en la contemplación, desde las alturas, de aquella Laguna de la Mosca como perla y esmeralda nos sobrecoge y da vida al río Valdecasillas.
                                                                Laguna de la Mosca
Nuestro compañero Pepe Escobar, se quedó en el refugio de la Caldera, se perdió la doble satisfacción, en primer lugar de sentir la gran alegría de haber alcanzado el objetivo, la cumbre del Mulhacén, de haber vencido al monstruo del macizo Penibético con sus 3.478 metros, el pico más alto de la Península Ibérica, y de verse trasportado a otros espacios que le hacen a uno sentirse, volando en el espacio, fuera de la “Madre Tierra”. La visión panorámica en un giro de 360º es espectacular.


                                      Laguna de Río Seco, donde nace
El camino de regreso es largo, las ansias de llegar al punto de partida son enormes, hasta el extremo de aparecer algún espejismo, confundiendo la Carihuela, con un corte natural en la roca, por el que deja pasar el camino, en río Seco.
Pero todo con la constancia llega. Ya quedaron allá atrás la gigantesca ballena de cabeza cortada (Mulhacén), los Crestones y Raspones, los Lagunillos de Río Seco, y ante nosotros aparece el escenario desmantelado de las pistas de esquí: Morillas, Dilar, Veleta…, con sus gigantescas moles de postes y cables, que si en invierno y cubiertas de nieve deben ser agradables a la vista, ahora desprovistas de su vestido blanco ofrecen un aspecto deplorable.
                                                                                   Deplorable estado de las pistas de esquí en verano
Una despedida a esta temporada de montaña de los tres montañeros que queda grabada en la video-cámara, y un magnífico broche como cierre de la misma.
                                     Un día de nieve por el camino de Fuente Fría. Sierra de Huétor Santillán
En esta clausura, tengo que daros las gracias porque me abristeis las puertas para que pudiera participar de vuestra experiencia en la montaña, por vuestra buena acogida y porque tuvisteis la capacidad suficiente para irme ayudando progresivamente en ese caminar por las cumbres.
                                                       Observando una buena captura
Muchas y sabrosas lecciones de todo tipo han enriquecido nuestro espíritu: las charlas animadas en algunos trayectos, hablando de temas de lo más variopinto, o los largos silencios en el caminar, pausado a veces, o más rápido en otros. 
                                           Con mi hijo Francis en la cumbre de la "Boca de la Pesa"
Decía Arturo Rubinstein, el gran pianista, que quienes no saben tocar el piano “no conocerán nunca la energía y el trabajo que hay que desarrollar en los pianísimos”. Un buen silencio es siempre más difícil que un buen sonido. 
                                              El silencio del eterno acompañante en Fuente Fría. 
                                                                                               Sierra de Huetor Santillán
A veces las cosas “intrascendentes”, que pasan inadvertidas para quienes no han sabido preparar su paladar, tienen un valor incalculable. 
                                                       Puente del Barrancón en Loja
Unas palabras de ánimo cuando te flaquean las fuerzas, el tono de voz al repetir por enésima vez el nombre de éste o aquel lugar, que ya se tenía que haber aprendido y que te repiten con generosidad, el detalle de unas vitaminas achocolatadas que te ofrecen, o el simple apretón de manos,
                                                       Cascada del Río Velillos
 son cosas fundamentales, que a veces consideramos secundarias, pero que son el mejor jugo de la vida humana, y cómo no, el preferir siempre el “Don Posible” a “Don Perfecto”, creo que de todos los fracasos, el mayor es, sin duda, el no hacer algo por temor a fracasar; 
                                                 Garganta Gambuzón con el Río Polonia abajo
eso por supuesto no ha sido nuestro lema, sino humor y paciencia, son los camellos con los que se puede atravesar el desierto.
                                                         Refugio en el Cerro de Huenes
                                                         Con el Trevenque al fondo
                               Un descaso por la Abadía del Sacromonte, con Miguel Ortega, después de una excursión.
Termino diciendo: Es feliz aquel hombre que no persigue la felicidad como una mariposa, sino que está agradecido por todo lo que le es dado y nosotros hemos tenido la gran suerte, que Dios nos ha dado, de tener esta gran ciudad y esta hermosísima Sierra Nevada.
                                        Con Pepe Escobar en el Mirador del Gato, en el Parque Natural de 
                                                                                                      la Sierra de Huetor Santillán

                                           Un pequeño refrigerio en la ermita del Cristo del Almecín
                                                Creando afición a la montaña. Mi nieto Antonio
                                                 Mi hijo Francis, por el Camino de los Neveros
                                    Los neveros transportaban, en la primera mitad del siglo XX, en sus burros
                                                               la nieve desde Sierra Nevada para servir a los bares y domicilios particulares,
                                                                                              cunado aún no existían los frigoríficos.
                                                     Motivando a mi nieto a las excursiones
                                               
                                                    Gracias compañeros
                                              
                                                    José Medina Villalba   



2 comentarios:

  1. Amigo Pepe: cómodamente sentado a la puerta de uno de los refugios, pero con unas agujetas insufribles, los pulmones henchidos del aire de la sierra, la garganta un poco dolorida por la temperatura del viento helado del veleta, extasiado por el paisaje, recordando el libro sobre el recorrido que hizo por la Alpujarra nuestro paisano Pedro António de Alarcón y resonando en mis oídos, la agradable y musical sinfonía de la montaña, compuesta por el agua, el viento, el silencio, los pazos del caminante, le berrea de los ciervos y las cabras, el canto de los pájaros en las partes bajas, todos estos sonidos que tan bien describes, me han permitido disfrutar desde la costa, del mismo recorrido que junto a tu amigo Ortega realizaste años atrás. Imagino el gozo que a través de tu blog describes con esa experiencia y el que ahora sientes con solo recordarlo; en la laguna de las yeguas, en los años cincuenta, una vez llegado el deshielo, había un campeonato para cruzarla a nado.El que ama, siente, protege, conserva, disfruta, siente orgullo de lo que gratuitamente ofrece la naturaleza, no puede sino albergar en su mente sentimientos nobles y altruistas, vivir con el alma tranquila, y dormir a pierna suelta. los que seguimos con máximo interés tus escritos, contraemos una deuda impagable con su autor, pues proporcionas unos ratos agradables, que sirven de alimento para el espíritu. Una vez más mi agradecimiento, por este viaje, sin bus ni tranvía, solo unas buenas botas y muchas ganas, enhorabuena. Abrazos Pepe Cuadros.

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  2. Me satisface que desde la orilla del mar, sentado plácidamente a la sombra de la higuera que te proporciona esos ricos higos isabeles, disfrutando plácidamente de la brisa mediterránea, en ese Rincón de la Victoria, tu gran imaginación, haciendo un giro a la izquierda, se haya trasladado para acompañarnos en nuestras excursiones por Sierra Nevada. Has saboreado las mieles de los paisajes, del viento helado en los rigurosos días de invierno, y de todas esas bellezas que tan genialmente describes.
    Cuando tenía catorce años, un día de la Virgen de las Nieves, 5 de agosto,subí acompañando a unos sevillanos a presenciar la travesía de aquella inolvidable y maravillosa, Laguna de las Yeguas. Querían hacerse una foto esquiando en la nieve para demostrarle a sus amigos de Sevilla que en agosto se puede esquiar en Sierra Nevada. ¡Grave error! porque en esa época del año solo pueden quedar algunos ventisqueros.
    Así es que me cargaron con unos eskis , desde el llamado, en aquellos tiempos, albergue de "Educación y Descanso" donde pasábamos unos días, hasta llegar al lugar de nuestro objetivo, -fueron varias horas de marcha- tuvimos que hacer infinidad de posturas para que en la foto no salieran los pedregales y solamente el esquiador y la nieve del ventisquero.
    Los valientes nadadores que tenían que hacer la travesía de la laguna con sus heladas aguas, se impregnaban el cuerpo con grasa animal para evitar, en lo posible, los aguijonazos de las heladas aguas. Fue emocionante, como sin ningún miedo realizaron la competición con el premio de copa y dinero al ganador.
    Recuerdo perfectamente, como si lo estuviera viendo en estos momentos, la belleza de aquellos parajes, las verdes praderas que rodeaban el agua, las fuentes de hierro, que por aquí y por acullá había, brotando de entre el césped, los pequeños riachuelos, color rojizo, que se formaban buscando, lánguidamente el encuentro con la laguna, el ganado pactando en los alrededores y las tiendas de campaña que días antes se habían establecido para poder saborear el jugo que destila en las alturas la Madre Naturaleza; es casi indescriptible, lo que presencié y degusté aún me relamo mentalmente; solo el haber podido estar allí queda grabado para siempre lo que no es imposible de narrar. MI agradecimiento. Un abrazo.

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