sábado, 7 de mayo de 2016

CRUZ DE MAYO 2016

El día 2 de este mes, vísperas de la fiesta de la Cruz de Mayo, quise dar un paseo para visualizar, y disfrutar  en privado, y con mi acompañante, algunas de las cruces de las muchas y variadas que van a decorar el panorama de la ciudad.
  

Goya, dejó plasmado en un lienzo los horrores de Guerra.
-¡Dios mío!  ¿Por qué tanto horror?
-¿Por qué, los humanos no escarmentamos?
-Oiga, señor escritor.
-¿Estamos de fiesta o estamos de monstruosidades, consternaciones, pánicos y angustias?
-Porque si es así, no sigo leyendo ni un renglón más.
-Bueno, he traído esta escena a colación, para sacar a relucir una triste Cruz, que en ese día tuvo que soportar el pueblo madrileño, para que la reflexión y la sensatez sea siempre el baluarte que  debemos tener por bandera.

                                              Cruz de Mayo 2016

Dejando las atrocidades del pasado y del presente, que “le van a la zaga”, a la de aquellos otros, siendo vísperas de una de las fiestas que con mayor calado y regusto se viven en nuestra ciudad de Granada, el Día de la Cruz, esta mañana, he cogido mi Phone 6s, dispuesto a sacarle el mayor partido, y a disfrutar de una espléndida jornada primaveral.


La primavera se ha vestido de color, de luz, de hermosura, de atractivos a rabiar, se ha metido en su vestidor, que ocupa un lugar entre el firmamento y la tierra, donde solamente ella puede entrar para despojarse del frío del invierno, de la desnudez, con la que la Naturaleza la ha tenido enclaustrada, y se ha puesto las mejores galas: 


peineta de carey sobre el moño, caracolillo en la frente, tres claveles rojos en el lateral izquierdo de su cabeza, vestido de volantes, una rosa en su pechera, esa chorrera que luce con atractivo y elegancia.
 Como una reina se ha echado a la calle, poniéndose  por montera el máximo de esplendor, para lucirlo ante propios y extraños, porque la primavera es la mujer más bella, con su dulzura y amabilidad, como la mejor flor, y también con su cabecita loca, a veces, como los cambios barométricos primaverales. 
Es la pura belleza, la delicadeza, la perfección, la magnificencia inigualable.


De todas las primaveras prefiero las de mi infancia, las higueras a la vera de la acequia, los higos picoteados por los gorriones, los bojes del camino con su verde elegancia, prefiero un verso de amanecer, el huerto de mi padre sin alambradas, abierto a todo sentimiento.
-¿Quieres acompañarme?
-¡Vente conmigo, un ratito nada más, que verás que preciosa está la ciudad!

                                   Viernes Santo, tres de la tarde en el Campo del Príncipe.
Por el Campo del Príncipe, donde todavía están flotando en el aire la inmensidad de peticiones que, a las tres de la tarde, del Viernes Santo, millares de peregrinos elevaron al cielo, para que se cumpliera una, los vecinos del barrio se afanan en darle los últimos toques a su Cruz de Mayo, cambiando la atmósfera de pasión, por la alegría de bailar,


 al son de: “niña asómate a la reja, que te tengo que decir, un "recaito"  a la oreja…,”  lanzados al aires, por los altavoces, con elevado número de decibelios.

                                               Cruz del Campo del Príncipe

La cruz de hierro forjado, simple, sencilla, sin claveles, ni aderezos especiales, trasparente dejando pasar el aire, como suelen ser las gentes del barrio de los “greñuos”, sinceros, francos, campechanos, diáfanos.


Al aire voy, del aire vengo, sé de mi mucha imperfección, y en mis recuerdos voy y vengo con mi colegio y mi balón, olvidado que ya tengo a flor de invierno el corazón.


Y allí están los recuerdos de mi infancia y de mi docencia, con una serie de dibujos, a lápiz, a tinta china con motivos del barrio, de sus callejas estrechas, del lavadero de la Puerta del Sol, del Cristo de los Favores, de las fuentes y jardines de sus cármenes.


La diversidad de sillas, de anea, de madera, de hierro forjado,  perfectamente colocadas, algunas flotando, colgadas como si fueran un mural, por si algún espectador se quiere sentar en alto y fantasear un rato.


 Las cortinas alpujarreñas, la máquina de coser antigua, por si hubiese que coserle la boca, a los murmuradores, para que no rajen de la cruz.


El Cristo de Piedra allí cercano, Hotel Palas, la torre de San Cecilio, e incluso el rastro lechoso de un avión que en estos momentos pasa, completan el escenario.


Un hermoso cartel explicando los orígenes y trayectoria de la fiesta, para que el ignorante se empape bien de lo que se trata.


La Cruz del Realejo, representa las diversas visiones del barrio, auna tradición y actualidad poniendo en valor las diferentes miradas que componen el barrio, a través de los diferentes colectivos que en él se encuentran, desde las asociaciones universitarias, colegios y personas particulares, que habitan el barrio y nos ofrecen su colaboración y apoyo, para hacer de esta festividad, una celebración de la comunidad del Realejo.

                                                    Mayo de los niños
Colaboran, los niños del Colegio José Hurtado con el título: Mayo de los niños, ofreciéndonos su creatividad y lo que para ellos representa la Cruz de Mayo.



Miradas cotidianas. 
El grupo fotográfico Laele expone, estos momentos cotidianos que se nos suelen escapar a la mirada, un día cualquiera.



Realejo a Lápiz y color. 
La plumilla, el lápiz de color, o la acuarela dejan plasmadas en simples pliegos el encanto del barrio.



     Realejo realoja, y los colectivos vecinales, complementan los grupos que han colaborado para que la  cruz se haya hecho realidad.


     Dejamos esta bello y hermoso Campo del Príncipe, donde los diversos bares y restaurantes se afanan en colocar lo mejor posible el atractivo de sus terrazas, algunas con adornos alusivos al día, y nos deslizamos por la Calle de Santiago.


Prefiero un verso de alborada, una poesía sin magullamiento, como huerto de todos, sin alambrada, abierto a todo sentimiento.
Larga cola, de personas, nos espera para poder entrar en la famosa corrala del barrio, “La Corrala de Santiago”. Merece la pena esperar.
En el portal una voz se deja oír:




       -Qué pena, no me he traído la cámara, para haberme podido sacar una foto y mandarla a la Argentina.
-No se preocupe señora, -contesta el personaje que va detrás de ella-.
-Cuente conmigo.
-Muchas gracias, caballero.
-Usted es Matarán, ¿verdad? –dice el caballero, que se titula J. Medina-.
-¿Cómo lo sabe?
- Soy de la familia de Micaela, hermana de mi suegra, cuñada de su padre Fernando.
-Hay que ver, somos del Realejo, vivimos cerca y no nos conocíamos.
Le hice la foto y ya la tiene en su poder, por Wasap.
    Todavía, los que conocimos una corrala y la vida cotidiana que en ellas se ejercía, abstrayéndome del movimiento y conversaciones de admiración que a cada paso voy escuchando, mi mente vaga, haciendo realidad aquellos tiempos pretéritos 



por los pasillos escuchando las conversaciones de las vecinas que comentan la novela, Ama Rosa, de la radio; las otras dos que desde una parte a otra del corredor vociferan porque, le tocaba la limpieza, del único retrete que tiene la comunidad de vecinos, y no lo ha hecho.




     -“La puerca, la  guarra”.  
     Grita “la Pepa” enfrentándose a “la Juana”, dos prostitutas que ejercen su oficio en la Manigua, por circunstancias de la vida, pero que sacan a sus familias adelante y que en el caminar diario de la vida, salvo lo que está sucediendo, esta mañana,  se comportan con toda normalidad, son serviciales con sus vecinas, y están bien apreciadas en la comunidad de la corrala.



     Los niños corren atropelladamente, para quitarle las bolas de china, que le han ganado jugando a “las bolas”. El golpeteo de las sábanas sobre las pilas de lavar, únicas y colectivas “lavadoras electrónicas”, que en aquellos tiempos existían, y que serían motivo de peleas para su ocupación, entre las señoras de la corrala. 



     El olor a aceite “retestinado”, por el uso excesivo, al hacer la fritura, y también, por qué no decirlo, el intercambio del arroz con leche, por los roscos fritos y pestiños que se hacen en Semana Santa, entre las moradoras, son los aditamentos que ambientan un escenario costumbrista, que flota en el ambiente.



     Porque señores, la corrala, donde vivían varias familias, al fin y al cabo eran una única comunidad, donde no había secretos, y a pesar de las discusiones y peleas, cuando el cielo se cubría de estrellas todo volvía a la normalidad.



     Los diversos mantones de manila, como inmensos decorados se asomaban por las balaustradas de los corredores, son los espíritus del pasado que por allí deambulan y vigilan los diversos objetos que adornan a la cruz repleta de claveles rojos.



     El patio cubierto de hierba, como una alfombra verde, y sobre él, la mecedora donde el “greñuo”, en los rigurosos calores del mes de agosto, cumple con el rito sagrado de la siesta, la máquina de coser Singer, la plancha de carbón, que más que una plancha parecía una máquina locomotora, le faltaba solo echar humo por los respiraderos que tenía en los costados, las pilas de lavar, con la tabla de madera de lavar, a la que acariciándola, pasándole los dedos como el que rasguea las cuerdas de una guitarra, sonaba con el ronco sonido de un arpa desafinada.



     Pipo del agua, grandes velones en el altar, sobre el que se encuentra entronizada una enorme cruz, vestida con claveles rojos llegados recientemente de los viveros de Motril, braseros de cobre, ventilador sacado del desván de los recuerdos, fuentes, lebrillos, y platos, pintados con esmaltes, torneados y cocidos en los hornos de Fajalauza, herencia de los moros que por aquí habitaron.
No podía faltar el chavico para la Santa Cruz, y ¡mucho cuidado! con el que se le ocurriera ponerle un pero.



     -Pero es que, a esta cruz le falta…, decía Angustias, una “comadre criticona”, que se pasea por el barrio todas las mañanas acompañada de sus perros, y no existe puesto de verdura, comercio, farmacia, que no visite, trayendo el último chisme, es la gacetilla del barrio.


     Para limar asperezas y dejar bien claro el tema, allí estaba, si es que faltaba alguno, el pero y las tijeras, para cortarle la lengua a los impostores que le quisieran quitar méritos a un trabajo bien realizado.




Colorido multicolor  de geranios, petunias, y diversas plantas ornamentales, crean un ambiente de misterio, que nos traslada a un paraíso entremezclado de religión, vecindad, vivencias de casas de vecinos, con sus atuendos y utensilios, con muchísimas menos calidad de la que nos ofrecen la diversidad de medios electrizados, hoy día,  toda esta amalgama de cosas hacían que los habitantes del barrio se sintieran felices. 




Seguimos nuestra ruta por las Comendadoras de Santiago, las monjas que ofrecen ricos manjares a aquellos que se los solicitan, y deleitosos dulces, de donde parte en Semana Santa el paso del Huerto de los Olivos, ¡cuántas veces vi la salida! bajo las saetas de Enrique Morente y su hija Estrella, cofrades mayores.



Un enorme patio como habitáculo se encuentra repleto de ornamentación. Nadie hay que te moleste, salvo otra cámara que, igual que la mía, va robando la belleza que allí se respira.
Un enorme toldo repleto de globos de feria, para que la visita sea más cómoda y los rayos solares no se quieran llevar el encanto que allí se encuentra depositado, o la pertinaz lluvia, si es que la hubiera, contribuyendo a deslucir una puesta en escena, de muchas horas de trabajo.



     Colgadas, en rigurosa fila vertical, lucen orgullosas las cartelas de cerámica, pregonando a los cuatro vientos los diversos premios que, en el transcurso de los años, ha obtenido esta Cruz de Mayo.



    El enorme portón, que da entrada a la iglesia, se ha vestido de fiesta poniéndose su mejor mantón de manila, sacado del arca donde se guardan las mejores vestimentas para lucirlas en los días solemnes.



     Dos pinos recién traídos de los viveros actúan como centinelas, como dos soldados haciendo guardia, elevando sus brazos, queriendo abrazar los flecos de un mantón que se derrama por la madera claveteada.



   Hay silencio, hay armonía, solo se escucha el murmullo casi imperceptible del chorrito de agua de una fuentecilla, bajo la mirada de una Inmaculada colocada delante de la roja cruz.



     No falta el colorido de las diversas flores, que arrogantes destilan aroma y perfuman el lugar, y todos los demás aditamentos, que cuidadosamente se han colocado, aportaciones de las monjitas que allí moran y de los vecinos y hermandad semanasantera, que también han colocado su bar, para obtener ingresos, sufragar los gastos y aportar economía para  la Cofradía del Huerto.



     La mañana se va comiendo el trascurrir del día, el sol se ha colocado en lo alto y los rayos van haciendo mella en el caminar.



     El panorama cambia cuando nos adentramos en la plaza del Consistorio, caminar se hace dificultoso, por el gentío que allí impera, hay que ir sorteando a la gente para poder situarse en algunos lugares y poder sisar el entorno.


     De un gran tablao, cuyas maderas guardan sigilosamente el taconeo de los bailes de la diversidad de grupos, de academias de baile, de asociaciones de vecinos, deleitan al público con sus danzas, movimientos, giros representando: la reja, el vito, sevillanas, alegrías, fandangos, verdiales, traídos del mismo corazón de las Alpujarras.



El verdor de los diversos magnolios que circundan la Plaza del Carmen, se mezcla con el colorido multicolor de los faralaes que lucen bellas señoritas que por allí deambulan.



    La enorme rosa colocada en la melena, el público apoyado en la barandilla, contemplando el espectáculo, la gitanilla a “cucurumbillo”, ávida y expectanteante ante el panorama que le deslumbra, por lo novedoso, en sus primeros años de vida.



     Hay objetos, muy granadinos labrados en los talleres de la Cuesta Gomerez, que lucen resplandecientes entre otros varios, como son: peroles de cobre, fuentes de Fajalauza, ánforas…, son las mesitas de taracea, artesanía pura granadina, objetos de souvenir de los guiris que nos visitan.
Y el saber que, cuando haya conseguido, asentar la sangre y el corazón, seré uno de tantos hombres aburridos que tienen viejo el corazón.
Dejamos la Plaza del Ayuntamiento.
-Pero bueno, ¿dónde te has metido?
-Me acompañabas, y de pronto, entre el bullicio de la muchedumbre te he perdido.



     La Plaza de Bib-Rambla es todo luz y color, globos, ilusión de los niños y por qué no, de los mayores que se hacen infantes. 
El verde de los tilos es intenso, panochas roseteras, fuente, en potencia, de blancas palomitas, habas, aceite y pimientos para hacer unas buenas migas arrieras.


    Rosas que quieren beber agua, asomándose al borde de la fuente de los gigantones, cantarera con botija para  calmar la sed, y una cruz de claveles rojos, porque éste es su color clásico, que proclama dolor, pero al mismo tiempo mucho amor, clavada en medio de una plaza con raigambre histórico, 



que vio pasar, en el tiempo, atrocidades, como la quema  de cultura islámica, por orden del Cardenal Francisco Ximenes de Cisneros.
 Torneos de caballos, pregones de charlatanes, y de vendedores ambulantes, 


                                                     Quema de libros y Coranes
                                                  Charlatanes en Plaza Bib- Rambla

cadalso de justicia, aromas y perfumes de las floristerías, carocas con quintillas, sacando jocosamente a relucir las vivencias de los granadinos, en las ferias del Corpus Christi, jaulas de colorines, camachos, verdones y jilgueros en venta, atrapados por cazadores furtivos.






      El relojero ambulante que arreglaba, hasta los relojes de arena y clepsidra.


      El fotógrafo, que en aquellos tiempos se le llamaba, "el retratista", metida la cabeza, bajo la manguera del cajón de la enorme máquina, laboratorio fotográfico al mismo tiempo, con escaparate a ambos lados, donde se exhibía el soldado con la niñera, el niño subido en el caballo de cartón, o la familia llegada a la capital desde la Alpujarra.



Más modestamente, otra cruz de forja y chapa, que no necesita claves porque los lleva incrustados en la plancha metálica, abrigada en sus pies por un mantón de manila y unos geranios, completamente enfrente de lo que fueron los almacenes del 95, porque todo lo que se vendía allí costaba noventa y cinco céntimos, pioneros de lo que fueron después los “Todo a Cien”.

                                                   Las pasiegas

Ya no están las pasiegas, nodrizas, venidas de Cantabria con sus enormes y voluminosos pechos, amamantado a los bebés, de las adineradas señoras granadinas, que quieren conservar el estilismo de su figura, sin saber la importancia que tiene la leche materna.  



       -Señora, este niño sopla o mama. 
Se le ocurrió decir a un dicharachero albaicinero, empleando una frase de bastante mal gusto, rayando en la grosería, ante aquel espectáculo de ubres al aire.   
 La Plaza de las Pasiegas, en este día, es otra cosa.



     Un enorme tablao bajo la mirada del enorme rosetón de la Encarnación, que realizara Alonso Cano, luce en el frontispicio de la  Catedral, o el Ave María que clavara Hernán Pérez del Pulgar, en puerta de la Mezquita Mayor,  




acompañan al cuadro de baile que absorbe la atención del numeroso gentío, mientras una pareja  les acompaña en medio de la plaza, dando sus pases.




  Un perrito, medio asustado, intenta esconderse bajo la protección de su dueño.



     La grandiosidad de la Catedral, y la de la Plaza de las Pasiegas, repleta de gente, parecen rendirse ante el colorido y belleza de los grupos de baile, que tienen entusiasmado a un público.



Allí, aparentemente no hay cruz, pero, 
-¿Les parece poca cruz el crucero, de esta ingente monstruosa obra, donde los grandes arquitectos, Diego de Siloe y Alonso Cano derrocharon toda su imaginación? 
Mi acompañante y yo, hemos cogido la calle de la Cárcel, vamos comentando cómo se encuentra la ciudad, y a pesar de que son vísperas, el bullicio y movimiento de gentes llegadas y otras de la localidad, es extraordinario, mientras el rubio, colocado en lo alto, deja caer sobre nuestros cuerpos sudorosos, los implacables rayos de un sol primaveral que sabe más a estío que a entretiempo.


                                                       Al pie de la Torre huele a herbolario callejero

      Huele a toda clase de hierbas aromáticas, las que curan la diabetes, las úlceras de estómago, lo incontinencia urinaria, las afrodisíacas, para las migrañas, para las depresiones…., el no va más, en la medicina curativa, que no sanan nada, pero que le dan un sabor y aroma especial a una torre decapitada, y a una calle  emblemática como es la de la Cárcel.


Hay que subir a lo alto de la colina, desde donde se divisan y contemplan los paisajes más inverosímiles, a lo más alto del Albayzín.
-Qué, te animas, ¡vamos! allí están las verdaderas cruces como estuvieron las del Gólgota.
-Pero hace mucho calor son las dos de la tarde.
-No te preocupes tomamos el microbús rojo, y en un periquete estamos allí.
- Bueno, vamos, no hay quien se te resista.



     Desde mi asiento voy contemplado, como se queda la ciudad allí abajo, las torres de San Jerónimo, Catedral, Colegiata de San Justo y Pastor, las gemelas de la Virgen de las Angustias, el horripilante, desastroso, gigantesco, pavoroso rascacielos, clavado en medio de lo que fue la barriada de San Lázaro.



    Tengo casi al alcance de la mano la muralla zirí que protegía la Alcazaba Cadima y la casa de la señora, (Dar al- horra) donde estuvo enclaustrada Aixa.



     De pronto aparece, toda blanca y radiante, como la mejor novia, Sierra Nevada, que ya se ha cansado del vestido nupcial del invierno, se está despojando de él, para vestirse de lastras, grises y ocres, que le van muy bien para el verano; pero sin prisas, poco a poco, porque hay que ir dejando el vestido convertido en líquido alimento de la Vega, que siempre le está rindiendo pleitesía a sus pies.


       -¿Usted ha visto una cruz que con un brazo esté cogiendo Sierra Nevada y con el otro a la ciudad entera?



-Pues aquí la tienen. Toda gallarda y elegante en uno de los miradores más bellos como es el de San Cristóbal.


Por la calle Larga de San Cristóbal desembocaríamos en la regia, entrañable y castiza Plaza Larga.


                                                   Calle larga de San Cristóbal

Siempre me ha fascinado este lugar, centro neurálgico del Albayzín donde confluyen las principales arterias del barrio: 


                                                      Calle del Agua

      Calle del Agua, con sus baños árabes totalmente abandonados, que demuestran claramente la nula importancia, que los organismos oficiales le conceden, al mantenimiento de la riqueza arquitectónica heredada de nuestros antepasados. 



Balconadas repletas de flores, restaurante Torcuato donde el yantar es un placer, como  botón de muestra.



                                                         Calle Panaderos
Calle Panaderos, huele a jayuyas, salaíllas, a tortas de chicharrones, pan de aceite con ricas pasas,  pan casero cocido en  horno de leña moruno, aljibe de Polo y casa morisca de la cristiandad, donde se convertían los moriscos al cristianismo tomando el nombre de mozárabes. 



                                     Patio de la Mezquita Mayor del Albayzín, en Iglesia del Salvador

     Iglesia del Salvador con su patio y aljibe para las abluciones, donde se encontraba la mezquita mayor, y donde se haya enterrado el gran poeta Pedro Soto de Rojas, que le puso el nombre a los cármenes con este epitafio: “Los cármenes son paraísos cerrados para muchos y jardines abiertos para pocos”.


                                                 Cuesta de Al-Acaba

     La tercera vía que sujeta a Plaza Larga, sube penosamente por la cuesta, porque eso es lo que significa AL- Acaba, cuesta.



      La cuarta vía amplia y ancha, la sujeta por un costado dándole un apretón con su Puerta Nueva, o de las Pesas, (Bar-al Ziyada).
-¿Quién no ha entrado en Casa Pastales, a tomarse una tarta de nata, o una leche rizada?




-Si no lo has hecho, no te lo pierdas, merece la pena deleitarse en estas ricas confituras.
-Por qué no echar una quiniela en las Apuestas Mutuas del Berna.
-¡Pepe, ya está bien! 
-¿De qué estamos, de calles, de historias, o de cruces? me dice mi acompañante
-Pues nada, aquí la tienes toda orgullosa, pregonando a los cuatro vientos que no hay quien le quite de ser la primera.



-Bueno, continuamos observando esta grandiosa Cruz de Mayo, que como ya viene siendo tradicional, ha conseguido el primer premio en el concurso convocado por el Ayuntamiento.


Los albaicineros por idiosincrasia, y la fuerza de su raza, son persona hechas de una sola pieza, con energía, se salen de madre, cuando se proponen una finalidad, por eso todos los años no hay quien los desbanquen en los objetivos que se proponen.



     -¿Se puede construir un lavadero público a escala natural, con sus pilas de lavar, tejado, tal como se conservan en algunos pueblos, o en la Puerta del Sol en el barrio del Realejo, y además hacerlo en unas horas?
Esto que parece un milagro, no es tal sino una realidad.







    Pónganle ustedes además, una bella cruz clavelera sobre una peana de piedra, y sin que le falte cerámica a raudales, tinas con trapos en remojo, canastas de mimbre de las que hacían los gitanos canasteros.
-¡Quien no se hacía una foto para el recuerdo!



     Por el Arco de las Pesas, después de haber saboreado el encanto especial que tiene esta Plaza Larga, de habernos tomado una rica leche rizada, en Casa Pasteles, disfrutando, desde el interior, el doble sabor del refrescante y alimenticio manjar, y a través de los cristales seguir contemplando el espectáculo de gentes y cruz, donde ya no pude saludar a mis queridas Ángeles y Carmela, las dueñas, porque se marcharon de este barrio, a otro donde las macetas repletas de flores, se han permutado por un cielo azul lleno de estrellas.


         Nos dirigimos por el Callejón de las Campanas, al Mirador de San Nicolás.
-Cansancio, le pregunto a mi acompañante.
-No, el deleite de mis ojos en los escenarios que estamos contemplando me dan fuerzas para seguir caminando.



     Entrar en el mirador de San Nicolás, es como pasar a otro mundo, es como si se abriera un paraíso nuevo, es como si despertaras a lo nunca visto, ni soñado, es poder coger la Sultana Alhambra con la mano, y abrazarla, es poder rodearla por la cintura y estrecharla en un apretado ceñimiento de amor, 



es ver a las gentes extasiadas contemplando un escenario único en el mundo, es pasar al país de las maravillas, es, es….





     Los sones de las guitarras gitanas se unen, con sus toques, a los ágiles y gentiles movimientos de la danzarina, que invita a contemplar en sus movimientos a las bailarinas, de la danza del vientre, recreando al sultán en una fiesta nocturna, bajo la luz de las antorchas en el Salón de Comares.



     Mientras la cámara recoge el baile, se va deslizando  lentamente y como si fuera mi mano acaricia a la sultana Alhambra, se recrea en la contemplación de la residencia de verano de los reyes moros, El Generalife, llega hasta el Castillo de Santa Elena, toma un poco de nieve, para refrescarse, de Sierra Nevada y regresando de nuevo se entremezcla entre las gentes para contemplar una cruz de piedra, que como centinela fiel permanece impertérrita en medio de la plaza.


     Sube por la torre de la Iglesia de San Nicolás y desde allí, 

                                             Campanario de la torre de San Nicolás

a vista de pájaro, reconoce que la mejor Cruz de Mayo, que permanece todo el año, allí clavada, a la que no se le han puesto claveles, ni adornos de ninguna clase, porque no los necesita, ya los tiene, son los sones de guitaras y cantes. 



      Las baratijas multicolores que se ofrecen a los visitantes, el inmenso paisaje que la rodea, el enorme aljibe donde el rumor del agua sigue encarcelado,


                                                Aljibe de San Nicolás. (Apperley)

 y el entusiasmo de propios y extraños, son lo suficientes, para recibir la matrícula de honor de todas las cruces.


                                                Placita del Comino     
 El calor es agobiante, pero no lo suficiente para desfallecer, entre callejas estrechas, perfumes de cármenes y visión inigualable de lo que se pisa, y se ve, pasamos por la recoleta placita del Comino, por el Aljibe de Trillo, para desembocar en la Calle del Limón.

                                          El maltrecho, recoleto rincón, balcón de los pintores
Dolor y tristeza al contemplar la desafortunada reconstrucción de la zona que corresponde al balcón de los pintores.




     Alminar de la mezquita de San Juan de los Reyes, con decoración de ladrillo, y rampa en lugar de escaleras, al estilo de la Giralda de Sevilla, que corresponde a la Mezquita de los Conversos, mira con ojos de tristeza como se desmorona uno de los más bellos cármenes de la Placeta de las Escuelas. 

                                           Carmen del fotógrafo granadino, Manuel Torres Molina.

El Carmen de Manuel Torres Molina, el mejor fotógrafo, que ha dejado plasmado en la retina de sus cámaras fotográficas los mejores escenarios de la ciudad.


     Por los tapiales se asoman las plantas trepadoras queriendo escapar del desastre que hay en el interior, les agobia y les tiene aprisionadas.
 Aterrizamos en la Calle de Zafra.



        -¡La estoy viendo! no son alucinaciones por el sofoco del calor.
- Sí, es ella.
 Aquella chiquilla de trece años, calcetines blancos a media pierna, rubios tirabuzones que se descuelgan acariciándole el cuello, mirada picarona; con la que soñaba todos los días, sentada en el pretil que da acceso a la calle donde vivió Hernando de Zafra.


      Me dirigí para, lo que no había hecho cuando tenía catorce años, a abrazarla, pero aquella fantasmagórica imagen se esfumó.
¡Qué bello es soñar!

                                           Calle de Zafra

La casa número diez es un bullir de gentes que entran y salen.



    Allí se mezcla todo lo que se puede encontrar en una cruz y mucho más. Es patio andaluz, cordobés, jardín, fuente, alberca, zambra gitana, plaza de toros, frutería, bastidor de tapices alpujarreños, cantares de agua saltarina, juanicos, árboles que dan los limones en canastas repletas.


 Volaeras y abanicos de los que pintaba Manuel Maldonado Rodríguez, nenúfares, es bandurria y chaquetilla torera, es música del buen cante flamenco y trinar de jilgueros que inundan el ambiente, es el no va más en un patio de cincuenta metros cuadrados, donde no cabe ni un alfiler más.


 Solamente un caminito que la circunda y le abraza para que paseen lentamente los que se inmiscuyen en las entrañas de una cruz, casi "vegetariana".
En todas las cruces, el espectador está fuera, hay una valla que solamente le permite ser observador, en ésta, nos metemos en sus entrañas y saboreamos todos los elementos que la componen.
Con la cámara, emborrachándose del despliegue de color, me llevo todo lo que custodia amorosamente  este patio de las mil maravillas.


Nos esperaba la Casa morisca de Zafra, nada más entrar, se percibe en el ambiente una mezcolanza entre lo cristiano y lo árabe, la cruz y la media luna, el mantón de manila y el brasero que calentaba a las concubinas del harén del sultán.



 Frutas para saborear después del baño, y una larga alberca repleta de monedas, ánforas, aspidistras, tapices, y en la cabecera el agua sensual y relajante de la fuentecilla, que baja lentamente por la canalilla, para caer delicadamente besando la que tranquila reposa en la alberca.



El laud y el rabel, esperando a la danzarina que va a mover sus caderas con movimientos suaves, fluidos, sensuales, movimientos de pelvis y vientre con golpes secos y cortos, junto con la agitación del velo.


Salimos, de la Casa de Zafra, medio moros y medio cristianos en dirección a la Carrera del Darro, mientras una guitarra sin cruz que le acompañe, invita a los pasantes a dejar “un chavico”, que es lo clásico en este día.


Bajo la fachada renacentista de la Chancillería un conjunto musical, nos da la despedida, en una mañana placentera de primavera, víspera de las Cruces de Mayo del 2016. 
La tarde se va durmiendo por los rincones, durmiéndose entre las flores,  entre las Cruces de Mayo, pero yo sonrío pensando en aquella tarde suave.
                              
                                 José Medina Villalba



5 comentarios:

  1. Amigo Pepe: No he podido averiguar quien era ese desconocido que te acompañaba en el recorrídooooooooooo.
    ni como acabó, pero yo si se como he terminado después de tan enriquecedor paseo, agotado pero contento, este pero, no va de critica sino de satisfacción, porque no solo he disfrutado de la visión estética y costumbrista, que tu tan brillantemente has plasmado, con la cámara y con la pluma;que he podido lavar la ropa en la antigua tablilla y planchar con la antiguas maquinas de ascuas y vapor, de las que conservo tres diferentes modelos. Cuentan que en aquellos tiempos donde faltaba casi de todo menos ingenio, un padre le dijo al hijo, niño coge el pipo que nos mudamos.
    Al subir la cuesta del chapíz camino del Albayzin, he recordado lo que aquel personaje que mencionas le preguntaba a una de las pasiegas, el niño sopla o chupa, pues yo soplaba a medio subir. he podido descansar y coger aire en le mirador de San Nicolás, y extasiarme con el cimbreo corporal de la espontanea bailarina.!que geranios¡que hortensias¡que maravillosas flores¡que alegría bajar la cuesta de la cuesta, que como tu bien dices es Al-Acaba. En la plaza de Bib-Rambla, lugar testigo de tantos hechos históricos, unos más afortunados que otros, he podido descansar y tomar un refrigerio para recuperar las fuerzas perdidas, en tan idílico paseo, de la mano de quien quiere y siente las cosas de nuestra tierra como nadie. Hoy como despedida te diré, para tu entera satisfacción, que he visto en el telediario a una de tus alumnas, Estrella Morente, llena de arte y gracia, cantarle las cuarenta, creo que en el congreso a los numerosos políticos allí presentes. La semilla que durante tantos años sembraste, van germinando como caídas en buena tierra. Un fuerte abrazo maestro, de tu amigo Pepe Cuadros.

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  2. ¡¡Qué hermosísimo recorrido, tan sugerente, tan festivo y tan pródigo de las bellezas que nos depara la ciudad de Granada en una de sus fiestas por excelencia...!! Como quiera que el trabajo (y los achaques de salud -que van, siquiera lentamente, mejorando, pero que me han atrasado en todas las tareas pendientes-) me ha retenido este año sin poder salir siquiera a visitar una cruz, tu espléndido e ilustrado reportaje me ha permitido hacerme la ilusión de que te acompañaba por esas castizas calles y plazas donde las flores de claveles brindaban su esplendor primaveral. ¡Que preciosidad la Corrala de Santiago!! Y la casa de Zafra!! Todas esas plásticas descripciones que tan bien plasmas me traen muchos recuerdos de otros tiempos...
    Enhorabuena por tu magnífico reportaje, y un varazo de Amelina Correa

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    1. No todo en la vida, y en el caminar diario tiene que ser la realidad cruda, fatigosa, penosa y ardua, si de vez en cuando, ese agotador caminar del día a día, no fuésemos capaces de edulcorarlo y amortiguarlo, con esa capacidad que tenemos los humanos, para fantasear, soñar e inventar, sería bastante desolador.
      Eso es lo que yo he intentado en mi recorrido por las cruces, para aquellos que se han complacido en acompañarme, que hayan podido vivir y saborear, dentro de las posibilidades de mis palabras escritas, el colorido de la diversidad de plantas olorosas, la estética enriquecedora de los diversos objetos, algunos sacados del baúl de recuerdos, con los que se engalanan, y ese ambiente especial único en este día.
      Si además he tenido la suerte de tenerte como acompañante, a ninguna de las cruces le ha faltado nada, si es que carecían de algo, porque ya se han visto completas, con tu presencia.
      Mi más sincero agradecimiento a doña Amelina por su espléndido y sabroso comentario.
      Un abrazo. José Medina.

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  3. Amigo Pepe:
    No pierdes ripio, y como buen comunicador, te conviertes en el abanderado de los comentaristas de mis artículos, cosa que yo agradezco profundamente.
    Siento, por una parte, que las agujetas que hoy te han salido, a consecuencia de la larga caminata en el recorrido de las cruces, te estén fastidiando, pero eso es pasajero, mañana estarás en condiciones para afrontar el próximo itinerario que estoy preparando, que será más reposado y con toda seguridad podrás leer cómodamente sentado en la butaca de tus lecturas, y también de tus "cabezaditas", salvo que se anticipe otra visita por el Colegio, que tengo anunciada para el próximo jueves, con un grupo de alumnos de la Escuela de Magisterio la Inmaculada, y ya tenemos otro archivo a la vista.
    ¡Lo que tu no tengas, quien lo va a tener! No me extraña que poseas en tu colección, de antigüedades, tres planchas, la locomotora con sus respiraderos laterales, y las otras dos; mientras una planchaba la otra se calentaba en el hornillón de carbón y hacía el relevo, cuando la que estaba trabajando se iba enfriando.
    El acompañante en la visita a las cruces, lo he dejado en el anonimato, por si algún lector al unirse conmigo al recorrido siente el ánimo de ser mi acompañante y así vivir más directamente la jornada matinal de cruces por el Realejo, Centro y Albayzín.
    Ciertamente, las mudanzas, cuando se hacían no había que llamar a "Mudanzas Capricho", con toda la parafernalia de grúas, cajones y envoltorios para proteger la diversidad de muebles y demás artefactos, y enseres que hoy se poseen, el pipo y algún cachivache más, en un santiamén estaba hecho el traslado.
    Aquella chiquilla espabilada y despierta que tuve la suerte de tenerla de alumna, ya despuntaba buenas maneras, no solo en los estudios, sino en el cante, y en saber mostrar ante los demás, sin tapujos de ninguna clase, la realidad en la que creía, así es que no me extraña, con la elegancia de la que ella sabe hacer alarde, haya cantado ante los políticos del Congreso, diciéndoles cuatro verdades. Espero y deseo que esas aseveraciones no caigan en saco roto.
    Para todo educador que se precie, siempre es una gran satisfacción, haber sembrado buena semilla y que ésta esté dando sus frutos.
    Gracias de nuevo, y un fuerte abrazo.

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  4. Amigo Pepe:Se ve que no me he debido explicar suficientemente bien, respecto del cambio de domicilio que el padre le anticipaba al hijo, porque el pipo era todo el mobiliario que poseían. Agarra el pipo que nos mudamos. Un fuerte abrazo. Pepe Cuadros.

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