viernes, 17 de agosto de 2018

NUESTRO TERCER DÍA EN NORUEGA


     

    La noche no había hecho acto de presencia, entre las cortinas que cubrían el ventanal de mi habitación, por un leve resquicio siempre,

                              Un rayo de luz se bañaba dentro de mis pupilas

cada vez que se abrían levemente los párpados de mis ojos,  un rayo de luz se bañaba dentro de mis pupilas. 
   Había amanecido nuestro tercer día, o por decirlo de otra manera, éste era una continuación del anterior sin que hubiese habido en el tránsito ninguna oscuridad que lo impidiera.
  Las nubes tocaban diana floreada con algunos vestigios grises y violáceos en su vestimenta matinal, y un cielo celeste en la trastienda las contemplaba tranquilamente sin quererles interrumpir su marcha, formando un cuadro pictórico, donde en la lejanía el agua lavaba los pies de la montaña, que tranquilamente se iba quitando las lagañas blanquecinas  últimos vestigios de un sueño invernal. 

                                   El verdor del bosque añoraba la falta de lluvia
      
       El verdor del bosque, entre un verdemar amarillento añoraba la falta de lluvia, y la roja, blanca, bordeando la cruz  azul, símbolo de la nación, no había emprendido su misión de ondear porque el viento aún no se había despertado. 


    Haciendo guardia y vigilante se mantenía, elaborando intentos de desperezarse, abigarrada al mástil que la sostenía. 

                                          Fiordo de Geiranger

     Eran las siete de la mañana y había que estar prestos, porque este día íbamos a estrenar nuestro primer paseo por el gran Fiordo de Geiranger, el más espectacular y probablemente el más fotografiado de toda Noruega.
   Los asientos de la entrada al hotel y las flores del enorme búcaro se dejaban acariciar por los rayos de un sol que, a estas horas, llevaba ya un largo recorrido, y nuestro doctor el famoso urólogo D. José Álvarez, no queriéndose perder ningún momento, del respirar vespertino de la mañana, iba haciendo provisiones en su cámara. 



                                  El doctor, D.José Álvarez, hacia provisiones en su cámara

     En el interior del hotel de montaña, que nos había abrigado durante la noche luminosa, con sus maderas elegantemente pulimentadas, con el brillo del barniz que las viste, existía el movimiento típico de idas y venidas en el bufett para darle calor a los estómagos.

                                  Dándole calor a los estómagos

     Mis dos damiselas, de grata compañía, Pilar e Isabel, prestas y sonrientes a darle el mayor juego a la jornada. 


 Mientras, las maletas siguen haciendo su trabajo en busca de nuestro transportador que espera impaciente la salida del grupo.


     Los acogedores salones, fueron la antesala que nos hizo pasar una velada agradable, ven nuestra partida.


   Una corona construida con material propio de la naturaleza de los bosques, me da la impresión que se nos ofrece como galardón y premio, a los que hemos tenido el placer de horadar nuestro sueño en el interior de sus entresijos. 


     Hay que abrigarse, la brisa de la mañana quiere hacer estragos en nuestros cuerpos, mientras tanto, los arreos de trabajar acostumbrados al día de luz completo,

                                  Hay que abrigarse...

 esperan que alguien los ponga en movimiento, porque ellos están acostumbrados a descansar a plena luz de un día que continuamente se eterniza, igualmente que el que  los tiene que poner en movimiento.

                            Para los arreos de trabajar, siempre es de día 
    
    Vamos contemplando el paisaje, que difiere del día anterior, montañas suaves, que quieren introducirse en el agua del lago, abrigado con un celeste cósmico, con extensos ventisqueros de nieve que se resisten en convertirse en agua.


     Mientras tanto, las aguas nos van lavando la cara a la velocidad que imprime el habitáculo donde vamos sumergidos.
    El paisaje es el típico de la serranía, hay verdor de alta montaña agazapado al suelo que nos presentas sus calvas, y las casitas bastante aisladas unas de otras serán el refugio de los montañeros y deportistas que, llegado la época, harán sus delicias en estos parajes.


    Comenzamos a descender, el ambiente en el interior del vehículo es el propio de la mañana, donde no solo son los ojos de los que viajamos los que actúan contemplando lo que ante nuestra visión, como una ligera película, va pasando sino también el murmullo propio de los comentarios.


     Si el día  anterior eran los herpiles vestidos de blanco, rosa, y azul los que pastaban en las verdes praderas, hoy son los pedruscos, de diferentes tamaños, los que impasibles permanecen clavados al terreno. 

                              Los pedruscos impasibles permanecen clavados al suelo

    Las montañas parecían enormes ballenas con manchas blancas, como la ballena franca austral,  que intentaban sumergirse en el lago, aquel espectáculo había que guardarlo. 


      Tres lagos con el apelativo de Geiranger, se encuentran comunicados entre sí, como si fueran tres tacitas de plata que dejan pasar el agua de uno a otro, son los lagos: Langvaten, Midvaten y Djupvatnet.
      Estas carreteras se cierran en invierno por el peligro de avalanchas, y se vuelven a abrir en el mes de mayo.


    La carretera por donde vamos a llegar al fiordo tiene once curva, se llama la carretera de las águilas y debe su nombre  porque recuerda el vuelo de las águilas, tardaron en construirla ocho años, ya que no podían trabajar en invierno, costó la realización de la obra cuarenta y tres mil dólares, una buena cantidad de dinero para la época, los obreros ganaban un dólar diario. 


   En el año 1892, los ingenieros que la construyeron  ganaron el primer premio en la Exposición Universal  de París. 


       Los vikingos hicieron de las suyas en estos parajes, los nativos, en lo alto de la montaña, construyeron una torre  de piedra y en su interior colocaban musgo y madera, cuando venía el enemigo le prendían fuego, era una forma de avisar a los otros pueblos del valle, para que estuviesen preparados para el ataque.


       El lugar tiene un aspecto encantador, hay momentos en los que que hay que hacer verdaderos movimientos de contorsionismo con el cuello, para que no se nos escapen escenas que no volverán a pasar,  Mateo lanza al aire un ¡¡¡Bienvenidos al Paraíso!!!.
     

     La construcción, de la que está considerada como una de las mejores carreteras panorámicas de Europa, se le debe a la iniciativa del dueño del hotel, "Unión de Geiranger", hotel que permanece abierto durante todo el año menos los meses de enero y febrero.
      Él no tenía dinero para financiar la obra, pidió a todo el pueblo de Geiranger que participara, y si no tenía posibilidades que prestaran la mano de obra.


   Había que captar tranquilamente el escenario del lago, así que durante unos minutos pusimos pie en tierra, para deleitarnos y enlatar. 
-¡¡Hombre!!!, ¿enlatar? mejor sería que hubiera dicho guardar en la cámara fotográfica. 
Todo lo que pudiéramos degustar, aquello parecía una competición de cazadores furtivos, a ver quién adquiría el mejor momento para la instantánea que pudiera servir para participar y llevarse premio en un concurso fotográfico.


     Los minutos pasaban rápidos y el movimiento era ligero, hubo quien tuvo el atrevimiento de bajar hasta la orilla del lago.
   Se respiraba un ambiente de paz y relajación, en el espejo de las aguas se acicalaban sus vestimentas, un cielo celeste cubierto de nubes blancas con coloretes rojizos en las mejillas, y


las mofletudas montañas con sus ropajes blancos recién lavados y tendidos en sus faldas para que se secaran al sol.


    Quietud de la mañana sobre el lago, el sol se desliza sobre el macizo, perezoso por despertar, y hace un barrido de luz sobre el espejo acuoso, para que nos podamos mirar con más claridad, el agua ante tanto halago desprende arrumacos de ternura, se ha sonreído y en su mejilla se le ha formado un hoyo de sonría tierna, asomado a esta toilette mañanera a su espejo tranquilo se ha desperezado y ha dejado en el aire un suspiro convertido en brisa, ¡qué deleite sentirse perezoso por la mañana, en un lugar como éste para meditar!






        Vivió desde hace millones de años sin que nadie hoyara su tranquilidad y libertad, bajo un cielo cubierto de estrellas, donde solo se cernía el sonido de los aguiluchos y de los bravíos animales que habitaban por acá, compañeros inseparables,  tuvieron que llegar las agudas y retorcidas carreteras como puñales clavados en sus entrañas para romper la paz, el sosiego y la serenidad.







    Los blancos desgarrones andrajosos, restos supervivientes de un paisaje que durante todo el año no dejó al descubierto la cerviz, hacen intentos de quererse venir con nosotros, pero son testigos prisioneros del destino que se les ha encomendado, ser alimento de los lagos, cascadas y ríos.



    La serpiente de asfalto se aferra fuertemente a la montaña, es el hilo de un ovillo haciendo encaje de bolillo sobre la falda de un valle, que lo construyó hace millones de años un glacial, que nos ha dejado la bella herida en forma de U, donde la vegetación y los riachuelos son llantos de belleza que discurre lentamente en busca del fiordo. Las piedras hacían de guarda raíles en determinados tramos en la antigua carretera.



    -Oiga, ¿por fin vamos a navegar esta mañana por un fiordo?
      -Pues claro, ¡hombre de Dios! ¿Acaso no hemos venido  a eso?
      -Es que los tengo colocados aquí en la garganta, con este serpentín tan estrecho, llevo un miedo que no me puedo aguantar. 







    -Pues contempla el paisaje, recréate en él y no te fijes para nada en la estrechez de la carretera y en los nudos que hace cuando se va retorciendo. 
       En otros tiempos hubo varias granjas de cabras y ovejas de las que se obtenían los productos derivados, de lo que manaban sus ubres, en la actualidad solo queda una, las restantes se han convertido en hoteles o en camping. Hay también refugios para los que practican senderismo, en ellos se suele dejar comida, cuando se pasa, para los próximo visitantes.








               Está reconocido como Patrimonio de la Humanidad, y el gobierno noruego ha aprobado una ley por la que dentro de diez años todos los cruceros que vengan por los fiordos no podrán tener motores que emitan CO2 .



       Vamos dejado atrás el serpentín y los planos de la llanura donde el verde se intensifica, y las casitas lucen  sus tejados rojos, nos van dando la mano. 



     Más todo no podía ser contemplar el paisaje a través de una cristalera, introducidos en el corazón de un cuerpo metálico cargado de butacas y de pasajeros, donde hasta el aire que se respira es artificial, había que bajarse para absorber, impregnarse y llenar los pulmones del oxígeno de la montaña y hacer un poco de senderismo, que también lo necesitaban las piernas. 





      Las nubes se dejaron caer formando una guirnalda como los falorillos de feria  para cubrir nuestros pasos.







     Mientras caminamos, el capitán que conduce el grupo nos da explicaciones de cómo se tuvo que hacer la variante de la carretera, ya que al carecer de herramientas y de dinamita no se podía atravesar la montaña, pero había un trocito de terreno que construyendo un puente por donde ahora pasaremos se salvaba la dificultad.













       Nuestro conductor, y me refiero al chofer, se ha marchado, y ahora estamos esperando un poco inquietos, porque para volver por la misma carretera y recogernos, ¡a ver dónde puede dar la vuelta! 





    Pero al fin aparece todo airoso y todos contentos para seguir la marcha.





      -Señor escritor, ¿por qué cuenta tantos detalles de un viaje que nos puede hacer eterna la lectura? 
       -Porque  quiero amigo mío, que me acompañas, que participes, no solo de las bellezas sino también de las inquietudes.
      Había que dar la vuelta para retomar el camino, la carretera no daba muchas oportunidades, para realizar la maniobra, cundió el pánico, pero nuestro hábil conductor salvó las dificultades, y un aplauso de todos los ocupantes premio la destreza y habilidad, para salvar la situación.


       -De tu boca habrán salidos expresiones de interjecciones  y exclaciones, pero ésta que vas a escuchar, viendo como nuestro autobús intenta besar a otro, pero sobre todo cuando el fiordo desde el mirador de Ornesvingen lo tuvimos a tiro de piedra y a vista de pájaro, ¡maravilloso!, para recrearnos ante una enorme piscina de agua encajonada entre dos enormes montañas.


      Después de un ratito de curvas, paramos en un mirador (Ornesvingen) para poder ver bien el fiordo, con el pueblecito al fondo. Hay que tener mucho cuidado con el tráfico, ya que constantemente hay coches, autocares, motos, que suben y bajan, y hay que atravesar la carretera para llegar al mirador. Pero las vistas valen la pena! Nuestra guía nos dejó unos 10 minutos para poder hacer fotos. Y vamos si lo aprovechamos! Fotos, selfíes, vídeos…! De todo!





     Todo aquel paraje y aquella visión era un sueño, hecho realidad, un barquito de juguete al alcance de nuestra mano se cernía en las aguas, las casitas del pueblo perfectamente agrupadas eran la más perfecta maqueta, y la postal más encantadora por la que se podía dar el precio que te exigieran, si realmente te la hubieras podido comprar y llevar a casa.
    Pero también hay exigencias que no perdonan, y posiblemente ante tanta emoción, se podrían relajar determinadas partes del organismo que pedían con exigencia la necesidad de un baño.


            Ya quisieran muchas reinas tener en su palacio un trono con un escenario por delante como el que ahora mismo te estoy ofreciendo. 



       Pero en un lugar como éste siempre se intenta buscar la foto más difícil todavía, más atrevida ante el peligro, solo faltaba el redoble del tambor del espectáculo circense cuando el presentador dice: ¡señoras y señores! ahora más difícil todavía. Un simple desliz sobre la roca, un mal paso dado hubiera terminado con un rodamiento por la montaña, quien sabe si con un final en las aguas del fiordo.




      Hacer un barrido con la cámara es ir recogiendo belleza a raudales, las montañas luciendo su traje verde que pronto lo cambiarán por el albo de la nieve, las esponjas blancas del cielo observando desde la altura lo que se cierne a sus pies, el celeste del cielo bañándose en las aguas de un estanque de juguete donde un barquichuelo podría ser cogido por la mano de un niño del país de Liliput.




       Había que descubrirse, quitándose el sombrero ante tanto derroche de belleza, con  la que la Naturaleza se manifiesta. 


         En cambio, otras compañeras de viaje, se quedaban embelesadas con la boca abierta, contemplando lo que se nos ofrecía. 


       Las hay que levanta los brazos al cielo en señal de intensa alegría, y algunas están tan emocionadas que intentan echarse a volar, creyendo que esto es, "Alicia en el País de las Maravillas".


       -No, Isabel no fantasees que el porrazo puede ser morrocotudo. En cambio éste que da consejos, asumiendo el riesgo, se subió a lo alto de la roca queriéndose llevar desde las alturas la magnificencia del momento.  



       Pilar, la fotógrafa por excelencia, sabe enfocar y captar las instantáneas más impresionantes.


     Parece una composición, nosotros en las alturas y el barquito que patina sobre el cristal del fiordo, un cachivache que después nos albergará a todos, más los que allí abajo ya están esperando.


         Entre el ropaje del bosque, se mezclan los helechos, bañándose en el agua, el barco y la montaña formando un cuadro único.


         El llanto de la montaña se traduce en finos hilos de plata que discurren precipitadamente hacia el regazo del fiordo,  


 mientras, Mateo nos explica cuál es el significado de la palabra Geiranger, y una serie de tragedias como una avalancha de nieve que se cargó la ciudad, su reconstrucción con la colaboración  por parte del Káiser alemán que le gustaba venir a Noruega, el estilo nuevo que le imprimieron lo ingenieros alemanes que vinieron a realizar la obra, así como un incendio que arrasó la ciudad, y la anécdota de un ángel que salvó del siniestro una casa, sobre todo el concierto acuífero de una impresionante cascada que a todos nos dejó maravillados. 






      Seis insignias representativas de la nación fieles centinelas y guardianes de la ensenada ondean y lucen los colores de la divisa.


    Estamos a la altura del fiordo.


    Tan sólo los cruceros recuerdan que el tiempo sí ha pasado, convirtiendo a la costa occidental de Noruega en uno de los destinos clásicos de las compañías navieras. ¿La razón? La imponente belleza de los fiordos, formaciones geológicas que surgieron cuando los antiguos glaciares que las ocupaban se retiraron y el agua del mar entró a inundar el valle modelado por la antigua masa de hielo. De entre todos ellos, dos han sido declarados por la Unesco Patrimonio Natural de la Humanidad por considerarlos arquetipos de este tipo de formación geológica y los más notables en cuanto a su belleza natural: Geirangerfjord y Nærøyfjord. Ni siquiera las casas y granjas que salpican las orillas de los fiordos han sido aquí sustituidas por grandes resorts. 


      Hoy vamos a navegar por el fiordo de Geiranger, sus aguas cristalinas, reposan tranquilamente como una pista de patinaje artístico donde, los barcos son los mejores esquiadores, las diversas cascadas los mejores espectadores, y los que vamos inmiscuidos en el ferris los admiradores más excepcionales.


    Nunca creí soñar un cuadro tan insólito, ningún vate se hubiera imaginado un escenario tan espectacular, donde toda la métrica poética, con toda la poesía que se pueda encontrar concentrada, estaría directamente lanzando a los aires composiciones líricas maravillosas.

       
                                                    Una luz ámbar arrastraba su sombra
     
   Una luz ámbar  arrastraba su sombra por el pequeño muro de piedra, donde se apoyaba el árbol, espectador vigilante perenne, había cielos algodonosos, la luna vidriada de la superficie del agua, era el mejor rosetón que se lucía en la majestuosa Catedral de la Naturaleza, las aguas que bajaban de la cascada para alimentar aquello que parecía un lago, eran lágrimas de un llanto que descendía de la montaña para engrosar las aguas del fiordo. El tapiz verde de la montaña, bajaba a beber agua, apoyado en un toque blanco de pincel, de unas casitas que lo sujetaban.  


       Conforme vamos descendiendo y aproximándonos a nuestro objetivo, Mateo, nuestro guía, nos habla de la antigua carretera de “las águilas” única que existía en tiempos pasados para llegar a Geiranger, pero a ésta de curva tras curva yo le llamaría de los “sustos continuos”. Un monolito nos recuerda los soldados que perdieron la vida en las Guerras de Napoleón y Segunda Guerra Mundial.
     Mateo gentilmente nos ofrece su residencia en el camping de las caravanas y su tienda de color azul. Se vanagloria de que tiene un río a sus espaldas y que duerme como un bebé, por las mañanas tiene un maravilloso despertador, un pajarito que dulcemente con su canto le aviva el día.


        -Gracias Mateo pero ahora no podemos llegar a tu residencia, se nos haría tarde para coger el ferris, en otra ocasión. Fueron pasando los diferente edificios, tales como el Hotel Unión, la iglesia de madera de forma octogonal, coches de época para llevar a los turistas a contemplar estos parajes, dos edificios con techo negro y rojo, que sirven de escuela y de residencia de ancianos, supermercado y edificio de correos, Oficina de Turismo, Hotel Geiranger, 

                                          Hotel Geiranger

 que permanece cerrado durante el invierno, Galería de Arte.  


      Nuestro Mateo poniendo una nota de humor negro nos dice, aquí a la izquierda el edificio más importante de Geiranger, donde se guarda la ambulancia. Un ¡OOOOOHHHH!, con resonancia, sonó por todo el habitáculo. 


          El fiordo lo vamos teniendo ya alcance de la mano y nuestras ansias por llegar cada vez son más intensas.
     Dadas las instrucciones del tiempo que tenemos de plena libertad, hasta la hora de coger el barco cada cual optó por una opción diferente.



     Las tiendas son un reclamo que está esperando la llegada, sobre todo de las féminas, imán llamada que absorbe, pero nuestro jefe quiere antes dar las últimas instrucciones, para que todos juntos vayamos a ver dónde sale el crucero que lo tomaremos a las diez y media.







      Hay una enorme paleta de colores, la diversidad de tiendas colocadas una a continuación de otra, con la simetría uniforme de sus tejados perfectamente alineados, sus terracitas delanteras, acomodadas para pasar largos ratos contemplado todo lo que se cierne alrededor. 



     Enormes macetones plagados de flores, con tonalidades y pigmentaciones diferentes, algunos acompañadas por nuevos brotes que se han agregado para realzar más el encanto de esta postal tornasolada.



       Un pasadizo  de madera a modo de una tarima flotante nos invita a caminar, y pronto hay algo que curiosamente me llama la atención.


       Tres patitos como si fueran tres mosqueteros, pero sin fusil, se desplazan  desfilando el uno tras el otro pegados al filo del pasadizo.
      Nunca sospechábamos lo que después iba ocurrir, Pilar, delicadamente les llama la atención, pero ellos caminan como asustados sin hacer caso,  temerosos de que se les pudiera hacer algo. ¡Nada más lejos eran las intenciones! 



       -Pero bueno, ¿nos quiere explicar qué ocurrió?
    - Los “patitos” caminaban nerviosos, por más carantoñas y cucamonas que se les hacía, giraban angustiados; sobre un cielo limpio  las gaviotas se agitaban violentamente, dejando en el aire graznidos que llevaban implícitos, sensaciones de dolor, por mi mente pasaban confusas sensaciones que no llegaban a entender por qué se había originado este revuelo entre las gaviotas.
       Giraban bruscamente en el espacio, de una forma alocada, con una rapidez enorme intentaban cada vez acercarse más a donde nos encontrábamos. Los graznidos se convirtieron en gritos de dolor, se podía captar perfectamente lo que emitían, ¡mioooooooooooooo, mioooooooooo, mioooooooooooooooo…!
            Hubo un momento que una de ellas pasó tan cerca de mi cabeza, alguien que andaba a mi alrededor dio un lamento ante la situación que se creó.
-¡Que te atacan, que te atacan!
       Las gaviotas intentaban defender a los patitos, que nosotros creíamos eran aquellos animalitos, sin embargo eran las crías y futuras gaviotas, se movían sigilosos de una lado para otro reclamando el auxilio de sus progenitores, que no paraban de dar vueltas preparándose para abalanzarse con furia sobre los que ellas creían eran, en aquellos instantes, sus opresores,  el instinto maternal se dejó caer sobre mi cuerpo.


    Diversos murales, con información para anticipar el placentero recorrido de la travesía, hablaban con letra impresa y lenguaje fotográfico.




    Por el pasillo de madera que limitaba las tranquilas aguas, había una serenidad especial de la que disfrutaban, sentados o paseando, mis compañeros de viaje, la familia Pérez Urda, Cañavate, José María, Pilar e Isabel, 


interrumpida por el estruendo de los  tubos de escape de algún motero, que cambió la dirección  de su camino. 






       Una cortina de agua recién salida del tocador con la melena rizada, era la superficie en calma del fiordo, meciéndose en la brisa,  al tiempo que tendía un velo de notas de cristal.
                             Una cortina de agua recién salida del tocador con la melena rizada

      Tender el rostro en aquel incomparable remanso de perfección, que el cielo ha tenido a bien ubicar entre dos montañas que se miran fijamente, coronadas por algodones blancos en un firmamento celeste, era todo un manjar espiritual.


     Sentadas tranquilamente, esperando la hora del embarque se encontraban las señoras, Toñi y compañía, mientras otros, ansiosos por pasar pronto al interior, en perfecta formación formaban una larga cola, era como un cordón de guirnaldas de diversos colores haciendo juego con el ambiente. 





      Suenan los motores, y nuestro boat, lentamente se va desprendiendo de los brazos que le tiene ceñido al muelle, es un adiós lento como el enamorado que se desprende de su amada que ve como parte, mientras él se queda siempre aferrado al mismo lugar.



     Se van tomando posiciones, cada cual elige el punto más estratégico para llevarse el mayor número de escenas de todo el recorrido, que se adivina van a ser sensacionales. 


    Las cámaras y móviles dispuestos para disparar en ráfaga.


    El bosque con todo el esplendor, con el que se ha vestido para recibirnos esta mañana, se ha lanzado al agua para tomar su primer baño, dejando la marca de su indumentaria en una serie de verdes que van desde los verdes mayo, esmeralda, cetrinos, e intensos  que se funden  con los celestes, en un paisaje que derrocha belleza a raudales.


       Nuestra gran barca, parece una novia desfilando triunfalmente, para ir a desposarse con su amor, que no es otro sino el viento suave que se acentúa para acariciarla.
 Mientras, se va precipitando por el gran pasillo nupcial, dejando la blanca cola de su albo traje de seda, tejida con espumas de plata en el inmenso taller de la Naturaleza, tricotada a golpes del intenso aturquesado de las aguas, que van urdiendo y entrelazando sobre la  extendida  alfombra acuática que se cierne a sus pies, la vestimenta de la pasajera desposada. 



     La bandera de Noruega ondea sobre nuestras cabezas, es el gentil  saludo del pueblo noruego a los que nos encontramos postrados a sus pies, estamos en uno de los más bellos fiordos de Noruega, el Geiranger fior, con una profundidad de cuatrocientos metros y una longitud de once kilómetros, reconocido desde el año 2005 como Patrimonio de la Humanidad.


       La belleza del paisaje se derrama a raudales por todas partes, pero esta mañana se ve engrandecida por otro esplendor que es el  humano, el de este grupo de granadinos teniendo como cabeza la lindeza de las damas que lo forman, que han traído a estas aguas toda la gracia, el salero, y el sabor flamenco andaluz. 





     Llegan ante nuestros sentidos principales la visión y el oído, la primera cascada, son los llantos de la montaña que deja chorrear por la ladera lamiendo la roca, el sollozo gimoteo de la nieve desconsolada, convertida en música acuífera que va a sumergirse en su hermana la del fiordo. 



       Mientras la cola de la novia se va abriendo como si fuera la de un gigante ballenato, dejado atrás tres cintas  blancas con dos calles azulinas de cobalto intenso, que enaltecen el panorama. 




        La cascada de "Las Siete Hermanas", está localizada en el lado norte del fiordo de Geiranger, y directamente al otro lado del fiordo se encuentra una cascada de una sola corriente llamada El Pretendiente. La leyenda de las siete hermanas cuenta que bailan alegremente mientras descienden. Entretanto, al otro lado del fiordo, el pretendiente coquetea, más las alegres doncellas, no le prestan atención y solo tiene que conformarse emborrachándose, no de amor sino del licor que le proporciona la botella que se forma en sus entrañas. 

                            El Pretendiente, solo  tiene que conformarse emborrachándose....

      Embriagado  por tanta magnificencia que destila la Naturaleza, el lirismo sale a relucir, son momentos mágicos en los que todos nos convertimos en poetas, vates perdidos sin capacidad para escribir un soneto, una cuarteta, un verso alejandrino…. pero en nuestro interior vibrar la emoción de una poesía que nos sobrecoge. 


      San Juan de la Cruz, con "Noche Oscura del Alma", o su querida Santa Teresa, en sus "Meditaciones", pondrían a prueba sus capacidades líricas, trasladando toda la energía poética a un "Canto de Alabanza al Creador", si estuvieran aquí presentes. 


  


        En una calle que se estrecha, que tiene curvas, y angosturas, donde la montaña hecha piedra, se deja caer verticalmente constituyendo una gigantesca pared, a modo de un enorme cofre, para guardar en su interior la riqueza de este maravilloso fiordo de Geiranger.


        La concentración inmensa de agua ha salido de una angostura donde parecía que era imposible pasar, para respirar a pleno pulmón acuífero en la amplitud, con una espiración profunda de las aguas.


   De nuevo en el retorno, la botella inmensa a la que nos aproximamos, como si quisiéramos beber del mágico contenido, de concentración amorosa.


    Las cascadas tienen su vida mientras la nieve que habita allá arriba se va lentamente derritiendo, hasta desaparecer, esperando el despertar cuando llegue un nuevo amanecer en la próxima primavera, para alimento del  estuario y recreo de los visitantes. 


       Nos cruzamos con otros enormes “patos blancos navegadores", los saludos con los brazos levantados, mientras nos vamos aproximando a la orilla con cierta inquietud y sobresalto por si pudiéramos encallar, pero la verticalidad de la roca profundiza como una espada en las entrañas del agua.
      Algunos  pasajeros se van a bajar para subir a una de las granjas que todavía existen, donde ni los recaudares de la Hacienda Pública se atrevían a subir para cobrar los impuestos.





      -Oiga, ¿Acaso la melena de alguna señora se ha quedado, como una ola más, prendida en el oleaje que ahora se ha incrementado?

                                   La melena de una señora, se ha convertido en una ola más

-¡Jesús, que susto!
-No se preocupe son efectos ópticos de la cámara.




       Algunos prefieren hacer y disfrutar de la travesía a un palmo del agua subidos en sus canoas, acercándose más a la ribera y contemplar de cerca el contacto con las casitas desperdigadas. 

                              Canoas próximas a la ribera disfrutan de la travesía.

      Otros en cambio en grandes cruceros, dejando en el espejo del cristal el rastro de su imagen.


       Nuestro Mateo, no deja de dar explicaciones, a propios y extraños, siendo una de las atracciones del pasaje.


       Los motores se van silenciando, nuestro puerto está a la vista, no hubiéramos querido que estos instantes mágicos fueran llegando a su final, pero aquí nos queda el consuelo de poderlos tener para siempre "enlatados", para nuestro recreo y de todo aquel que se digne contemplarlos, tenemos la gran suerte que nos proporcionan los materiales audiovisuales actuales. 








       Con gran satisfacción por el placer y el deleite de haber dedicado uno de los espacios más entrañable de este viaje, pero al mismo tiempo con la tristeza que produce dejar atrás unos paisajes y momentos vividos, me despido del Geiranger fior.

                                 "CHAPEAU". Sombrero en mano me despido del Geiranger fior
     
        Estas tres bellas damas con su sonrisa especial, también dicen adiós mientras alguien se pone las manos en la cabeza, sin saber si es por la belleza de las  señoras o por la magnificencia del fiordo.
- ¡Tenía que haberle preguntado! 



    Vamos desfilando y bajando a tomar otra nueva dirección, y tú amigo lector, que me consta que te has deleitado en este paseo, déjate de monsergas y lloriqueos, de querer quedarte en el barco, sigue leyendo y acompañándome en esta aventura.


                                 Alguien con la mirada va diciendo adiós.


      Después de haber pasado una mañana de sensaciones, que nos han llenado de situaciones cargadas de intensa emoción, teníamos que continuar saturando el macuto de percepciones, en ese apartado donde solo tienen cabida momentos que hay conservar para la posterioridad, donde nunca podrá entrar el olvido.


      Deshaciendo el camino y volviendo por la misma carreta por la que descendimos  de lo alto de la montaña hasta las profundidades de este enorme pozo, donde el agua llena por completa ese fondo, fuimos de nuevo contemplando un escenario que horas antes nos había deleitado.


      Si en el descenso habíamos mirando con los prismáticos dirigidos direccionalmente en el sentido con el que normalmente se enfoca este elemento de óptica, ahora los habíamos colocado al revés, y todo el paisaje se nos iba quedando en la lejanía, como un largo suspiro contenido en nuestra respiración entrecortada por las emociones.




     Le decíamos adiós al Geiranger y a todo lo que nos había  acompañado esa mañana, y hasta la especie animal representada en un simpático perrito,  algo sorprendido, se dejó fotografiar.



     Allí atrás se nos quedaba una de las postales más ansiadas, que no se vende en ningún medio, y para adquirirla hay que hacer acto de presencia en este lugar de impacto de los sentidos, donde una Era llamada Cuaternaria, de glaciares, horadando el suelo bajo un fuerte beso de millones de años, quizás el más largo que ha recibido la Tierra, dejaron una cuna en forma de U, para que en ella viniera a asentarse para descansar eternamente el agua del mar.  



       Algún expedicionario, se relame de gusto, no solo por lo vivido, sino por el refrescante helado que acaba de tomarse.


      Música noruega, junto a los comentarios de Mateo, sobre los lugares de difícil acceso donde se encontraban situadas las granjas, nos irían acompañando a nuestro nuevo destino, que  no era otro sino el de darle satisfacción a nuestros estómagos.







      Después  de ir deglutiendo de nuevo el serpentín encadenado a la montaña, con sus chorreras, neveros, riachuelos de agua, verdor a raudales, nos encontramos con los lagos, que nos dieron la bienvenida esta mañana, el agua brilla con más intensidad, el sol construye estrellitas que  brincan y saltan con el movimiento de las pequeñas olas, y las cámaras vuelven a cumplir de nuevo su misión de llevarse el agua hecha imagen.


      La música relaja, el paisaje inspira, y el murmullo monótono a veces, de risas entrecortas otras, de las conversaciones acompañan, formando un triduo hecho una sola pieza.


    Nos metimos en la boca del lobo, de un lobo cuyo interior es un largo túnel que atraviesa la montaña y donde solo se escucha la voz de Mateo que nos aclara el ruido que hemos escuchado al entrar por el túnel.


      Caminamos por Olden, las caravanas saben escoger los sitios idóneos para sacarle el mayor partido al paisaje,



  donde las nubes, unas bucean y otras se bañan, acompañando a la arboleda que también se refresca, los guijarros de la orilla se habían atrevido a dar un pasito hacia adelante, nosotros también sin darnos cuentan, nos remojábamos y lavábamos nuestra mente.





     Caminamos por Oldedalen, el río con sus aguas bravías, corre a nuestro paso y es el mayor obstáculo que intenta impedir que el salmón llegue a su destino, salvando como pueden la resistencia del agua y el anzuelo de los pescadores que andan al acecho.



     Por fin hemos llegado a nuestro deseado lugar, donde el "hambre que espera hartura, no es hambre ninguna", dice el refranero castellano, son las 14,42.
     Lugar de montaña donde vamos a reponer fuerzas y compensar la pérdida de energía de una mañana saturada de intensas y agradables inquietudes.


   -¡Sorpresa! 
   -Nos encontramos con una nueva.
    Desde lo alto de la montaña el agua surge a borbotones, teniendo tal prisa, se precipita por la verticalidad que la montaña presenta, como si estuviera en una carrera de obstáculos dando verdaderos saltos que impresionan al contemplarla.



     El rico salmón recién pescado en los ríos, que son los elementos vivientes que circulan por aquellos lares, nos dejó impreso en nuestro paladar el gusto exquisito del que lucha ferozmente por  llegar a su destino.


        -¡Cuántas cosas nos enseñan estos peces!
        Luchan contra corriente  por conseguir siempre su destino, cosa que, a veces, olvidamos los humanos y nos dejamos llevar de la corriente.

"A contracorriente
 es como quiero vivir 
y dejar al durmiente
que hay en mi existir

A contracorriente
es como quiero reir
y ser la persona sonriente
para dejar de morir

A contra corriente
es como quiero amar
y ser mi dependiente
que no me hará parar.
(Menbué. Seudónimo). 


        -Oiga, señor escritor, no nos vaya a dar ahora una lección de ética moralizante.
        -No te preocupes, y si estás interesado, sigue conmigo en el viaje, esto ha sido un breve descanso. 



      Después de la  comida en grata compañía, ya en la calle, con la kafetería al fondo atravesada por dos ardientes puñales que intentan perforar su tejado, uno de agua y otro de un liviano sol, esperamos nuestro autobús para trasladarnos a lo más alto donde podamos disfrutar del glacial, cada uno a su ritmo, así como de la belleza del parque nacional de Jostedalsbreen.

                                    Dos ardientes puñales uno de agua y otro de sol....



      -Pero, ¿qué es esto, Mateo?
   -¡Vamos, Pepe, cállate!, y sube rápido al coche, porque de lo contrario te quedas en tierra.

                                                 ¡Pepeeeeeee, sube al coche!

     Uno detrás de otro, como carricoches de feria, vamos ascendiendo por un estrecho camino, hay un cierto jolgorio entre los ocupantes de estos vehículos descubiertos, para que podamos ir gozando  de todo lo que se cierne en nuestro caminar sobre ruedas.


    En algún momento, en el silencio y entrando dentro de los pensamientos más recónditos, ensimismado en mí mismo,  uno, con muchos años de vida recorrida y con una doble profesión, de contacto directo con la gente como es la de profesor y A.T.S., donde la paciencia juega un factor importante, descubres que hay otras profesiones, como es la de ser guía turístico, donde la paciencia también es la primera coraza que se tiene que poner, sobre todo ante ciertos falsos criterios, que nos colocan en el terreno de la irresponsabilidad. 


      Quiero romper una lanza en favor de nuestro conductor, ya que la segunda persona que habla, ni se la ve, ni se sabe quién puede ser.  
      Algunos caminan para palpar y degustar todo lo que chorrea, que no solo es el bosque, sino el cantar de la enorme cascada, con su gran estruendo. 


         El camino se retuerce como una maraña, que los cochecitos van deshilvanando, en su lento caminar, agua por todas partes, cascada, río, chorreras, teniendo siempre al fondo aquello especial que intenta cada tiempo que pasa irse encogiendo más y más.


                                         Ya se divisa al fondo el glacial

      Para obligada, los motores cesan y pie a tierra para seguir caminando.






     Un poco de historia a través de unos indicadores, que nos van a decir donde se encontraba el glacial hace años y donde se encuentra actualmente. 



      Hay que buscar el lugar más atractivo, la roca presta a deslizarse por el abismo arrastrando a cuantos arriesgados se suben en ella, para sacar el fotograma, o la película más espeluznante, asumiendo todos los riesgos en el más difícil todavía.



      El glaciar de Briksdal, ya nos está mirando, con sus diversos reflejos entre blancos y verdes, que le van proporcionando los rayos solares. 


    Hemos llegado al lugar exacto, a la barrera límite, al emplazamiento justo, desde donde vamos a poder ver el nevero petrificado, reducido a su última instancia, dolorido por el calentamiento global, que la ha ido encajando en su último refugio.



      Encolerizado, por encontrarse después de muchos años, en los que gozó de libertad plena ocupando extensos espacios, cada vez más la “ingente inteligencia” de los humanos, el avance industrial, y como consecuencia la contaminación, lo han ido postergando, llevándolo a su último reducto donde intenta guarecerse, reducido ahora a su última instancia, siendo el objetivo visual de numerosos  visitantes. 


      Llora amargamente su estado, y derrama su furia con el estruendo ruido de su lamento convertido en un inmenso río de agua helada, sobre la que flotan pequeñas lágrimas convertidas en cubitos de hielo flotantes.




     Le acompañan en este estado de melancolía, un paraje donde solo tienen acceso los arriesgados e intrépidos admiradores de la Naturaleza en su estado puro,  las aves que anidan en las altas rocas y las cascadas plañideras también de la angustias de un ventisquero helado desde hace millones de siglos, desgarrándose por las rocas vierten su llanto para acompañar al dolor hecho líquido de nuestro glaciar.





         El sitio es grandioso, arriba orgulloso se luce nuestro monstruo helado y abajo en un amplio ensanche de agua, se va convirtiendo en una gran lago para después ir caminando transformado en río. 





    Los carteles que hay durante la trayectoria del camino, son las páginas de un libro abierto que nos indican cómo ha ido retrocediendo en el tiempo este gigantesco glacial; Mateo nos va dando una explicación fehaciente de los hechos ocurridos en el caminar regresivo del gran Briksdal. 







     Regresábamos, unos a pie y otros pletóricos, eufóricos, en coche, llenos a rebosar de una Naturaleza que no tiene parangón con nada de lo hasta ahora visto, a juzgar cada uno en la escala de valores que le corresponden.



      Atrás se iba quedando todo un sueño, hecho realidad, que lo estaremos recordando siempre, en un día pletórico de vivencias paisajísticas totalmente novedosas.



     Se escuchan las expresiones de, ¿admiración, de pánico, o una mezcla de las dos, cuando descendemos por un tobogán donde las curvas y más  curvas se enredan? ¡¡¡Ay, ay, ay!!!! ¿O es simplemente la mayor montaña rusa, construida en plena Naturaleza?
      La montaña vomita agua a borbotones, lanzando espumarajos convertidos en una inmensa cortina  de gotas que flotan, dejando los colores de un arco iris parido a fuerza de una lucha continua entre los rayos del sol de la tarde  y el agua que se deja atravesar. 




     Ya se atisba el lugar de nuestra llegada, el punto de partida y ahora de regreso como final de esta nueva aventura.




    Unos bancos nos servirían de reposo para esperar que llegara la hora de nuestra partida.



      Los jefes de la expedición planifican el regreso y la cascada de agua, nos da su último adiós.



        Se hacen las últimas compras para que el recuerdo de estas horas permanezca inolvidable, y de nuevo en el autobús camino del nuevo hotel, donde después de una velada rumiando toda la acumulación de vivencias del día, nos hará pasar una noche entre nubes de sueños fabulosos.


     El paisaje nos va acompañando, camino de nuestro hotel el SCANDIC SUNNFJORD HOTEL, montañas con sus sombreros relucientes de nieve, pinos como flechas mirando hacia el cielo, casitas desperdigadas, pastando en la pradera, y un césped verde que daban ganas de revolcarse en él.



     Los salmones serían los que nos contemplarían decorando la estancia en el comedor, donde saciaríamos nuestro apetito con una deliciosa cena en plena armonía, relatando todos los sucesos del día, otro de los alimentos espirituales que nos han acompañado.





    Esto de cambiar de hotel diariamente crea un conflicto mental enorme, sobre todo si el hotel es un laberinto de pasillos, que tienes que sortear para llegar a tu madriguera de reposo nocturno. A veces, no sabes si has llegado a tu habitación, o por el contrario no hay forma de encontrarla.

    
     Buenas noches y buen descanso, para tomar fuerzas y poder continuar con el cuarto día.

                                José Medina Villalba.

                        REPORTAJE FOTOGRÁFICO.













 












 









 









 






 




 
 



 
 










  





José Medina Villalba.

12 comentarios:

  1. Gonzaled Petita Pepi. Espectacular don José!!!

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  2. M Del Mar Meca Acosta. Que bonito ....y sin calor .
    Allí me iba yo ahora mismo .

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  3. Dori Bernal Lopez. Bonito relato de un lugar maravilloso..Me gustaría ver los fiordos con mis ojos

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  4. José Medina Villalba. Amiga Dori, eso es muy fácil coges el avión y te deja allí en un periquete. Si te ha gustado, este tercer día, como los dos anteriores, ya estoy preparando el cuarto, se llevará un tiempo, pero irán saliendo poco a poco hasta el último. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  5. Maria Isabel Mora Montes. Un relato muy poètico como siempre. A mí me hizo recordar mi viaje a Noruega. Describes todo con mucho detalle y en su lectura se vive el viaje.

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  6. MARIA AMPARO MORA MONTES
    Querido amigo: Te acompaño, Pepe, en este viaje a los fiordos. sentada comodamente en un sillón de mi casa. Estoy dispuesta a asimilar este inmenso reportaje resumen de tu tercer día de viaje.
    El paisaje es maravilloso y la manera de relatar el recorrido por el fiordo de Geiranger es sensacional. No sólo te limitas a contar lo que ves sino que tambien expresas las inquietudes de los acompañantes, de modo que los que estamos en casa vivimos el viaje. Tu relato es pura poesía y me he emocionado con tus frases. Alguna de ellas la transcribo literalmente: "El llanto de la montaña se traduce en finos hilos de plata que discurren precipitadamente hacia el regazo del fiordo". Y tantas otras .... que es imposible comentar en una breve opinión.
    Me han interesado las fotos del glaciar de Briksdal. Con su visión puede darse una lección de Geología. Un poco de circo glaciar asoma en la parte mas alta, una minúscula lengua permita ver hoy las estrías que en la roca dejó el hielo en su lento caminar indicando la dirección del desplazamiento de la lengua cuando las condiciones climáticas lo permitieron. Queda patente la forma en U del valle glaciar así como la visión de esas enormes piedras que otrora arrastró la lengua glaciar y ahora son un testigo mudo de otras circunstancias ambientales.
    He disfrutado mucho. Te felicito. Un abrazo

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  7. Mari Carmen Molina. Amigo Pepe. He terminado de leer tu archivo del tercer día de viaje a Noruega, como los anteriores, estupendo,me encanta como lo describes tiene que ser espectacular, unos paisajes maravillosos, de ensueño, lo acompañas de unas fotografías y vídeos preciosos, como siempre nos transportas al lugar. Espero seguir leyendo hasta completar el viaje. Enhorabuena sigue escribiendo esos relatos maravillosos. Un abrazo

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  8. Amigo Pepe: Como te comenté por teléfono,he tenido algunos problemas con el ordenador y hasta hace poco no he podido entrar a viajar junto con vosotros por esas tierras de los Vikingos. que hace ya mil años tenían por costumbre visitar nuestra tierra con ánimos poco amistosos. Con ocasión de las obras del metro de Sevilla,se han encontrado en plaza nueva, a las mismas puertas del Ayuntamiento los restos de una de esas naves, de proa elevada y buenas dimensiones; vosotros le habéis devuelto la visita,sin animo de revancha, sino justo lo contrario,en buena armonía y amistad. No cabe duda que este pueblo de larga y dilatada historia, hoy es ejemplo de buenas costumbres, pacifico, culto, con una democracia moderna, y con políticos que no gozan de los beneficios y privilegios que disfrutan los nuestros por estos lares.
    No cabe ninguna duda que recorrer de tu mano ese bello país, supone un ejercicio agradable, no solo en el aspecto cultural, sino un completo compendio de espacios naturales, arquitectónicos, sociales, etc. No creo que haya que añadir nada, a las abundantes, poéticas y claras explicaciones.
    Un placer como siempre ir de viaje contigo por esos caminos de Dios. Un fuerte abrazo de tu amigo Pepe Cuadros.

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  9. María del Carmen López Rodríguez

    Precioso. Que sana envidia¡

    Muchas gracias por acordarse de mí.



    Atentamente

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  10. Azucena Fernandez Manzano
    ¡Gracias! Es muy interesante, M encanta, un abrazo

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  11. Noruega.
    Recibidos
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    José Medina Villalba
    sáb., 18 ago. 13:59
    Estimado Jesús: Por si te apetece, te dejo el enlace de mi tercer día por Noruega. Un abrazo.

    Jesús Fernandez

    Amigo Pepe, por supuesto que me apetece y siento envidia

    de ese magnífico viaje por Noruega,.

    Sigo con los días,

    Un abrazo,

    Jesús

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