domingo, 14 de julio de 2019

EL DANUBIO AZUL. OCHO DÍAS INOLVIDABLES



Las cinco menos cuarto de la mañana, un 30 de junio de 2019, cuando aún el gallo no ha puesto en marcha su kikiriki para despertar a sus congéneres.
 Los pájaros sestean aún en las dormidas alamedas, y como recordatorio, ya que celebramos hoy su día, el de San Pedro, que no sé por qué este canto no le es muy agradable, un grupo de aventureros de la Asociación Alumnos Mayores de la Universidad de Granada, están dispuestos a disfrutar de una nueva aventura, suenan las fanfarrias anunciando: OCHO DÍAS POR EL DANUBIO.


Las luciérnagas y temblorosas luces de la Avenida de Severo Ochoa, parpadean ante la inminente llegada del alba, suena  lentamente el rastreo de las ruedas de unos transportadores llevando en su interior vestimentas y otros elementos que van a ser piezas fundamentales durante este deseado y apetecido viaje.


Saludos entrecruzados, entre amigos y conocidos, vehículos que llegan arrojando maletas, un ballenato enorme sobre redondeles metálicos cubiertos con yantas de goma, con sus fauces plenamente iluminadas, dispuesto a engullir a todo el que se digne subir por sus escaleras. 


-¡Dispuestos estábamos todos!, es obvio, de lo contrario no estaríamos presentes a esas horas de la mañana.
 Con caras somnolientas y párpados pestañeando por el madrugón, pero ufanos e ilusionados ante las perspectivas que se nos presentaban, a pesar de que algunos acabábamos de aterrizar de un paseo de  siete días por Sicilia, y aquellos otros que, no han pegado ojo por el nerviosismo propio en estas vísperas.



“La capitana” de este pasaje, jefa del grupo, toda ufana y fiel cumplidora de sus obligaciones, controlando al personal, asignando puestos y dando las instrucciones pertinentes para que este proyecto de vida, corto, pero intenso, logre los objetivos programados.



A través de las vidrieras de nuestro monstruo sobre neumáticos, el exterior es un silencioso despertar, vehículos en fila, en perfecta formación, con faros incandescentes caminan a sus diversos destinos, y arboledas que se desperezan quitándose el oscuro edredón de la noche, para dejar al descubierto el verdor con el que cubren sus cuerpos. 




El aeropuerto Federico García Lorca nos esperaba, éramos los primeros  que a esas horas le abríamos el apetito facturando los equipajes, con nuestra documentación en la mano y con sus respectivas etiquetas, una maleta tras otra las vemos desaparecer transportadas por la cinta mecánica, ya no nos volveríamos a reunir, hasta que de nuevo nos saludara en Munich y después en la puerta del camarote, luciendo su lacito verde previamente colocado, como una gran dama  para distinguir nuestro grupo de los que llevaban el azul y el rojo. 





Saciar la gazuza mañanera con un ligero desayuno, pasar los controles de seguridad, donde los nervios, sino te traicionan, se ponen al cien por cien, porque lo único que les falta a los serios y no muy agradables señores controladores, es mirarte la cerilla de los oídos, en unas inspecciones estrictas. 

                                                  Desayuno en el aeropuerto de Granada

Las bateas como pequeños barquitos deslizándose, portando toda cuanto una persona puede llevar encima y, ¡que no se le vaya a olvidar quitarse la correa!  



Nada hay que temer, somos pasajeros que vamos en busca de enriquecernos de la cultura de otros países, pero el mero hecho tan exhaustivo de la revisión, te hace sentirse azorado e inquieto, pero en honor a la verdad hay que reconocer que es sumamente necesario para evitar graves problemas que pudieran suceder.


Una vez pasada la inspección y con el cuerpo relajado, no faltarían las bromas y el cachondeo sobre  los tocamientos y demás sucesos acaecidos durante el control.  
La enorme explanada de la pista donde se encuentra situado el descomunal pájaro de alas metálicas que nos va a transportar, es observado desde las cristaleras que nos aíslan del exterior, con cierta inquietud. 


                                     Observando la pista del aeropuerto donde nos espera nuestro avión.

Arrastrando nuestras pertenecías vamos caminando, mientras allá en lontananza se vislumbra un nuevo amanecer, tras las erguidas y puntiagudas flechas de nuestra Sierra Nevada, agreste y desmelenada del blancor que durante las estaciones pasadas ha cubierto su cuerpo.
 Un cielo azul, como una enorme paleta de pintor, va cambiando de color, mezclándose amarillos, naranjas y rosas, en un juego de caricias y besos, de rayos que se asoman lentamente con timidez, como el que no quiere despertase bruscamente, ni entorpecer la tranquilidad de la noche que se va despidiendo. 


                                                          Amanece lentamente

El Sol va desprendiendo sus encantos sobre un lienzo inmenso, dando sus pinceladas y esparciendo miles de colores que engalanan el cielo derramando sobre la tierra una lluvia de estrofas,  pura poesía. 




Las nubes han tejido una toldilla para dar abrigo al despertar de un Sol que va apareciendo pausadamente.


Expectación, asombro y respeto ante el que nos va a acoger dentro de sus entrañas.



Una última mirada a la que sostiene continuamente nuestros pasos, para pasar a otra que se mantiene por los aires entre nubes. 


                                                    Última mirada a la pista

Como si fuera un enorme murciélago de alas extendidas, la misteriosa nube ha aparecido bañándose con el color de los primeros rayos solares, la pista de despegue preparada para contemplar un nuevo y bello  amanecer, la belleza de un Sol que nos ha liberado de la oscuridad de la noche.  


Era la primera escena que se nos presentaba al descorrer el cortinaje de este escenario, donde durante ocho días se va a celebrar una gran función, cuyo argumento y desarrollo lo vamos a ir construyendo día a día los protagonistas que  no son otros, sino este grupo entusiasta de Alumnos Mayores de la Universidad de Granada, junto con las obras arquitectónicas, esculturales, paisajísticas, costumbres y formas de vida de otras ciudades como elemento fundamental, acompañado por la partitura musical que el propio ambiente, por donde vayamos pasando, le va a proporcionar. 


-No es necesario  querido amigo y lector, que te describa lo que ocurre en el interior de las vísceras de este pájaro volador, pero por si acoso aún no lo has experimentado que sepas, que allí te “enchiqueran” como sardinas en lata, no hay espacio para moverse, te encajan en un asiento, te amarras, te dan una serie de instrucciones de lo que tienes que hacer en caso de un siniestro y, ¡hasta luego Lucas!


A través de la minúscula ventanita, ojos en hilera a ambos costados de este ingente pájaro volador, contemplamos el ascua incandescente que calienta detrás de la montaña, para aparecer todo refulgente en un alarde de la Naturaleza que se repite incesantemente todos los días, pero que no todos los días tenemos la oportunidad de contemplarlo y admirarlo.



                                            Salida del Sol desde el aeropuerto García Lorca.

Hasta que llega el momento de su aparición plena, es tal la fuerza que desprende que no es imposible mirarlo detenidamente.



                                          Imposible mirar al astro una vez que ha despertado

Nuestra ave voladora se desliza por la pista buscando la rampa de lanzamiento, la cabina de mando está recibiendo desde la torre de control las órdenes pertinentes para poder salir 



Los motores rugen con fuerza, el entorno pasa a velocidad vertiginosa y, de pronto, aquella mole se despega del suelo colocándose en la posición de un flecha que busca alcanzar el cielo se va elevando, mientras todo va quedando atrás, allá quedaron las carreteras y sus minúsculos vehículos, allá todo se va transformando en un enorme plano de cuadrículas donde se alterna todo convertido en diversas figuras geométricas, hasta alcanzar la plenitud donde solo moran las que tienen fuerza para hacerlo, las algodonosas y esponjosas nubes blancas.






En el espacio de tres cuartos de hora, tomaríamos tierra en el aeropuerto de Barajas en Madrid. La maestría del piloto hizo que el tren de aterrizaje tocase suavemente la pista, dejando una caricia sedosa sobre su lisa superficie.


                                                 Aeropuerto de Barajas en Madrid

Bajar por una escalerillas para ir tomando tierra toda la embarcación, y pasar  al nuevo avión que nos trasladaría a Munich. 



Nuestra jefa muy pendiente de todo el pasaje, que lleva a su cargo, colocada en cabeza va observando y controlando detenidamente como desciende todo el personal.



Allá a lo lejos queda nuestro pájaro de acero, empequeñecido,



mientras el reloj con sus dos manecillas nos saluda dándonos la bienvenida.


El cambio ha sido rápido un nuevo Iberia nos espera y allí nos colocamos  con dirección a nuestro destino, Munich.
Siempre atenta, siempre pendiente de que todos se encontrasen acomodados en sus respectivos asientos.

                                        Teresa siempre pendiente de cada uno de los que van a su cargo.

También los macutos, mochilas y pequeños equipajes, desde sus estrados en lo alto, vigilantes, enrojecidos algunos, esperan caiga sobre ellos la tapa que los aislará del resto. 


Mientras tanto, Teresa cuenta parsimoniosamente, como una buena controladora.
Nuestro gigante realiza la operación de despegue con normalidad y nos convertimos en águilas voladoras, y comprobamos el disfrute continuo que tienen todas las aves contemplando desde las alturas el deleite de todo lo que anida allá abajo: campos , montañas, valles, pueblos, todo pequeño como si fuera una enorme maqueta donde se encuentra todo en miniatura.



Se van alternando los colores ocres, con los verdes, un azul intenso del cielo, y una manada de ovejas de vellones blancos que pastan al viento que corre, viento que lava la cara de nuestro coloso, nubes que se cuelgan del cielo como si fueran  lámparas para  adornarlo; nubes, tronos donde se sienta la luna todas las noches para dejar caer sus rayos, bañarse en el mar y secarse con la espuma blanca del celaje. 

                                               La Luna se baña todas las noches en el mar

Los Pirineos portando algunos jirones blancos que aún no le han podido arrebatar los rayos solares, del vestido que los ha cubierto durante todo el invierno. 

                                                            Los Pirineos

Una Costa Azul espléndida pasando por Finsing en el Estado Federal de Baviera, con sus mantelitos verdes y ocres en perfecta combinación, para descender suavemente y tomar pista con la delicadeza con la que se besa la mano de una señora cuando te la presentan, y correr velozmente a trescientos kilómetros hora, lamiendo la pista de la terminal uno de Munich, hasta ser detenido por las bridas de unos jinetes en la cabina de mando.  





Ufanos, con la sonrisa en el rostro, lugar de escape de la euforia interna, somos recibidos por nuestro embajador. 



Rainer, portador de la bandera acartonada que servirá como luz opaca para guiar nuestros pasos.  
 Rainer, de tamaño que sobrepasa los límites de cualquier humano, habrá que llamarle alteza, porque fue hecho a la medida para alcanzar altos vuelos, los techos no los tuvieron en cuenta al proyectarlos tanto en el autobús, como en otros diversos lugares, de tamaño que sobrepasa los límites de cualquier humano.



Es una persona de trato agradable, dispuesto a hacer que el grupo de navegadores lo pasemos una nota por encima de inmejorable. 




Maletas al autobús y camino hacia Ratisbona, nuestro primer lugar para visitar. 



Mientras avanzamos nuestros ojos se deslizan a través del cristal que nos separa del exterior, adquiriendo una información del verde que domina el paisaje, de la cantidad de placas solares que podemos observar, aquí parece que han entendido muy bien el aprovechamiento de las nuevas tecnologías para evitar la contaminación, y el deterioro de nuestro planeta. 



Durante la trayectoria Rainer, auténtico Espasa Calpe, nos irá informando, y dando una serie de normas importantes a cumplir para que todo marche a la perfección, nos  informa de lo que a partir de ahora vamos a ir viendo: Historia, paisajes, costumbres, arte, y un largo etc. (Tendremos ocasión de escucharlo en algún vídeo). 
Rainer no solo ha sido el jefe de los guías, sino el que ha hecho siempre de anfitrión, en todos los mensajes que se han dado durante estos ocho días, desde nuestro primer encuentro, y después en todos los actos que se han celebrado tanto en el crucero como fuera de él. 


Llegamos a Ratisbona. Es la capital de la región administrativa de Alto Palatinado, en el Estado Federado de Baviera, Alemania. Se encuentra en la confluencia de los ríos Danubio y Regen. Su casco histórico es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde el 13 de julio de 2006.

                                                Vista de Ratisbona con su viejo puente

En 2011 la ciudad tenía 152.089 habitantes, y por lo tanto se encuentra después de Múnich, Núremberg y Augsburgo, en el cuarto lugar entre las principales ciudades de Baviera. La ciudad es sede del obispado de la diócesis de Ratisbona, tiene tres universidades y es uno de los 23 centros regionales bávaros. 




La ciudad se encuentra en el punto más al norte del río Danubio y en la desembocadura de los ríos Naab y Regen. En la ciudad hay dos islas sobre el Danubio. El barrio Stadtamhof pertenecía antiguamente a la margen izquierda del Danubio, pero tras la construcción del Europakanal, se ha convertido en otra isla.



El día era sumamente caluroso, un ascua de fuego, aunque dicen los libros de Geografía que la temperatura máxima que se alcanza en Ratisbona en el mes de julio es de dieciocho grados, yo doy fe que ese día era excepcional, caía fuego del cielo como según cuenta la Sagrada Biblia en la destrucción de Sodoma y Gomorra, y no es porque Ratisbona fuera una ciudad que tuviera que ser castigada por el Anatema Divino, ni porque fuésemos a quitarle algo de su belleza, simplemente que ese día fallaron los termómetros climatológicos. 


El Puente de Piedra en Ratisbona, Alemania, es un puente del siglo XII que cruza el Danubio y que une el casco antiguo con Stadtamhof. Durante más de 800 años, hasta la década de 1930, fue el único puente de la ciudad que cruzaba el río. Es una obra maestra de la construcción medieval y un emblema de la ciudad. 


Las aguas parecían una verdadera fuente de esmeraldas, una mezcla de un Danubio Azul junto al verde que proyectaba el bosque que lo circunda,  que  se refrescaba como lo estaban haciendo numerosas personas que se sumergían en sus aguas. 



 Mientras, otros disfrutaban de un sol en la verde pradera.
Cruzábamos el puente sintiendo envidia de los que hacían del río un lugar de esparcimiento y diversión, mientras otro río de sudor corría por nuestros cuerpos. 


   Nuestro baño era otra cosa, quitarle el bañador al puente, desnudarlo y a la ciudad entera y llevárnosla en nuestras cámaras para siempre. 


El puente originalmente tenía tres torres, de las cuales solo sobrevive la torre sur, una torre de la puerta de la Ciudad Vieja. La torre sur original fue construida alrededor de 1300; junto a ella había una capilla dedicada a Santa Margarita. A mediados del siglo XVI, se convirtió en una prisión para deudores y la torre se conoció como la Torre de la deuda. La torre central fue construida alrededor de 1200. Las torres del sur y del medio fueron destruidas por el fuego en la Guerra de los Treinta Años, cuando los suecos ocuparon la ciudad. Fueron reconstruidas en 1648, y el reloj se agregó a la torre sur en ese momento, pero la torre central fue demolida en 1784 después de haber sido casi destruida por la represa de hielo. La torre norte (la Torre Negra), probablemente se construyó en la segunda mitad del siglo XII, junto con el puente. Fue fuertemente fortificada entre 1383 y 1429, incluido un puente levadizo. Esta torre fue dañada en 1809 durante la Guerras Napoleónicas cuando los franceses y los bávaros retomaron la ciudad a los austriacos y tuvo que ser demolida el año siguiente. En 1824/25 el sitio donde se encontraba se amplió para dar cabida a un bazar.

                                     La torre sur que da entrada a la Ciudad Vieja

Como curiosidad llama mucho la atención, una pintura en una fachada del rey David y Goliath (figuras bíblicas), de más de 6 metros.



Nuestro caminar se dirigía a la joya más importante de la ciudad,  la Catedral de San Pedro en Ratisbona.




La Catedral de Ratisbona es un templo de la Iglesia católica, sede de la diócesis de Ratisbona; es la iglesia más importante de la ciudad y uno de sus símbolos. Constituye el ejemplo más importante de la arquitectura gótica en Alemania Meridional.
Alrededor de 739, San Bonifacio eligió la zona de la Porta Praetoria (Puerta Norte de la antigua fortaleza romana) para sede catedralicia, y el emplazamiento ha permanecido desde entonces. La catedral fue reconstruida en época carolingia y ampliada a principios del siglo XI, con un crucero de aproximadamente 15 metros de ancho, dos torres y el atrio. 




Entre 1156 y 1172 el edificio ardió en dos ocasiones, comenzando la reconstrucción, en estilo Gótico, en 1273. Los tres coros de la nueva catedral estaban listos para su uso en 1320, mientras que la antigua iglesia fue demolida en ese momento. En 1342 se inició la torre sur y hacia 1350 se pasó a la torre norte. En el periodo entre 1385 y 1415, se completó la entrada, terminándose las obras hacia 1525, cuando la fachada alcanzaba su tercer nivel. 







La cúpula del crucero y otros sectores se reformaron en estilo Barroco en el siglo XVII. Entre 1828 y 1841, la catedral se sometió a un restauración neogótica encargada por el rey Luis I de Baviera, en la que se reubicaron los frescos barrocos y se demolió la cúpula, siendo sustituida por una bóveda de crucería cuatripartita. Las torres y sus capiteles se terminaron entre 1859 y 1869. Tres años más tarde, la catedral fue terminada, con la realización del crucero. 



Había que llevarse la catedral entera aunque fuera pedazo a pedazo, utilizando picos y palas, martillos percusores  en nuestra arma fundamental, el móvil.


 Vidrieras, columnas, todo un gótico en su máximo esplendor. 







Era imprescindible sentarse para reflexionar y meditar ante tanta grandeza, arquitectónica.




Aquel espectáculo continuaría en el exterior donde la danza y el baile, en un escenario construido en la parte delantera eran el complemento a lo ya visto anteriormente, un domingo de asueto y descanso en una plaza completamente abarrota de visitantes, y de gentes del lugar que celebraban la festividad de San Pedro ante su Catedral.  


Mirando fijamente las inmensas vidrieras, el espíritu se engrandece al ver entrar la luz a raudales del  exterior, es un momento, es un instante, en el que el espíritu se eleva, la policromía de colores es una fuente mágica de pigmentaciones inalcanzables, es un momento espiritual, un ejercicio que no puede pasar desapercibido, la meditación sublime que nos ofrece el cristal haciendo filigranas, es la grandiosidad del tiempo, de un tiempo de siglos pasados que al mismo intervalo que engrandece la fe, recrea el ánimo. 



                                                Vidrieras de la Catedral de San Pedro

Tendríamos que volver a siglos pasados, para caminar como personajes de otros tiempos, contemplando   fachadas donde se mezcla el sabor del barroco, con el gótico, el románico, creando estilos propios, escudos nobiliarios y banderas al viento, que eran dignas de admiración. 








Volver a recrearnos de nuevo por ese puente  encorvado por el peso de los años, y dirigir una mirada al prado donde holgan los que almacenan Sol, y la placidez de las aguas que caminan lentamente. 


El cansancio había hecho mella en unos cuerpos que salieron de Granada antes del alba, y que deseaban alimentarse y tomar un poco de descanso. 

                                                  Se notaba el cansancio de un día intenso.

        Una sorpresa viviente nos esperaba, un personaje vestido a la antigua usanza  convertido en mayordomo a la inglesa, nos sorprendería para acompañarnos en el restaurante donde celebraríamos nuestra primera comida. Luciano el animador del grupo durante los días que compartiríamos juntos, encarnaría diversos personajes, lo mismo sería, como en este caso, el embajador que nos daba la bienvenida, como otro día se presentaría vestido de  fraile pedigüeño, que habría dejado embarazada a la que intentaba impedir su boda,  el mejor tenor interpretando Granada, o el animador de juegos y concursos, para chicos y mayores. Un verdadero showman que nos hizo pasar unos ratos agradables.




Ascendemos las escaleras para subir al comedor, y recibimos la simpatía de las personas que nos han de servir la comida.





Pronto comenzarían los brindis por el éxito de estos días que íbamos a vivir. Desde el primer momento los amigos que se conocen de viajes anteriores, se agrupan en sus respectivas mesas. 






Mientras Luciano hace los respectivos honores a todos, Teresa se interesa por cada uno de los comensales, y aparece en escena alguna guía más que también nos acompañará junto con Rainer.




-No sé, querido amigo y lector, si has llegado hasta aquí, a lo mejor se te ha abierto el apetito, te dejo el menú de este primer almuerzo. 
-¡Que aproveche!





Nuestro autobús nos esperaba para trasladarnos a Passau, donde nos aguardaba el crucero Esmralda,  sitio en el que disfrutaríamos de los ocho días siguientes.
Una máquina del tren de aquellas que ya solo figuran como elementos de museo, era el punto de referencia para acomodarnos en nuestro autocar que se encontraba próximo. 


Un cielo azul intenso, de esos que cubren el firmamento de Andalucía, con algunas pinceladas a modo de plumas blancas volátiles, era el toldo inmenso que nos acompañaba en el trayecto hacia nuestro crucero, arboleda que se asomaba con la fuerza del verdor de sus copas, y casitas con  tejados rojos retozando en la pradera, entre los ocres que dejaron la siega de la mies recién cogida. 



Nidos de cristales cuadrangulares, esparcidos por los campos silenciosos y uniformemente acoplados, absorbiendo todo el Sol para transformarlo en otra clase de energía, que sea capaz de alumbrar los hogares. 


¡Crucero a la vista! Allí estaba, todo elegante y majestuoso vestido de blanco, con infinidad de ventanitas mirando extasiadas a los que llegábamos, terracitas para desde ellas recrearse en el paisaje, toda una enorme cubierta culminando la parte superior con hamacas, butacas, toldos, y cubierta de almohadillado suelo para caminar plácidamente.


 Poder respirar a cielo abierto el aire puro  de toda una cuenca plagada de lo que la Naturaleza derrama generosamente, para disfrute de los que navegan por las aguas tranquilas de este inmenso río. 



Salones lujosamente amueblados, bar enorme y confortable comedor, camarotes con sus terracitas, con mesita y sillones, desde donde la vista se encuentra más cerca del agua.




La maleta nos esperaba tranquilamente en la puerta del camarote, colocadas las pertenencias que posaban en su interior en el armario, después de darle al cuerpo el aseo necesario que se lo merecía, después de un agitado y caluroso día, ávidos de tomar contacto con el crucero, para recorrerlo paulatinamente, fuimos pasando por todos los lugares. Cara de asombro y emoción al verse arropada por nuestro animador que cariñosamente nos acogía, haciendo uso de sus peculiares formas de enmascararse. 


Serenidad y tranquilidad plena en las aguas, por no molestar permanecen en una quietud inmensa, como un enorme y extenso espejo donde se peina y mira el grandioso bosque, al mismo tiempo 


 el cielo se ha bajado para tomar su baño del atardecer.


 Las casitas que lo bordean hacen cabriolas en los tirabuzones del apenas perceptible oleaje.


El Sol en su despedida acaricia delicadamente la epidermis acuosa dejando estelas de colores rosados.


  Los que acabamos de llegar, plácidamente y colmados  de satisfacción, nos deleitamos contemplando todo lo que nos rodea. 







Hay quien se atreve a desafiar la cámara, haciéndole una mueca, donde no se sabe si lo que hay en esa pose es alegría desbordada, o un poco de guasa, mientras tanto  alguien se le acerca para decirle: 


-Aquí menos posturitas y más seriedad porque lo que viene a continuación es sumamente importante. 


-Pero bueno, dice la afectada, ¿es que yo no puedo demostrar mi euforia posando como me apetezca? 


-No, querida señora, porque estamos navegando ya, y atravesando en estos momentos una esclusa, y eso es sumamente delicado y embarazoso. 


                                                 Una de las muchas esclusas que salvamos

-Usted perdone caballero, nos iremos a contemplar a esa señora esclusa.
No se preocupe señora, en próximos días hablaremos largo y tendido sobre las esclusas que no es lo mismo que las inclusas,"no confundamos la velocidad con el tocino". 


-¡Qué ganas de cachondeo tiene usted!
-Señora, ya lo dijo en cierta ocasión D.Quijote. ¡Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras! Y eso va a ocurrir con las esclusa, discusiones habrá que harán temblar las aguas tranquilas de este inmenso río. 


-Pero, éste no es el momento, tiempo habrá en días sucesivos para traerlo a colación. 




                                       Personal encargado para las maniobras de pasar las esclusas.

El crucero Esmeralda, una más entre las verdes esmeraldas de sus aguas, verde azulado, azul para los enamorados, verde para los embelesados de la Naturaleza, que es otra forma grande de amar en un río llamado Danubio, va navegando deslizándose, unas veces lento otras velozmente, sobre la superficie sedosa que parece inamovible, da la impresión que lo que se mueve es el paisaje que le rodea, el espejo continuo donde el crucero se maquilla y acicala, con halagos va sin temor confiado cumpliendo su destino, la hélice da el impulso el capitán le marca su destino. Cielo y agua esponja de cristal, agua y cielo para finalizar. 






La noche.
- ¡Ay, la noche!
-¡La primera noche, llena de emociones y  bienvenidas!
 Toda la tripulación, desfilando ante los ojos atónitos de un pasaje que aplaude, desde el capitán pasando por  todo el personal que le da vida a este enorme mastodonte, Rainer haciendo de anfitrión y traductor de los mensajes del capitán y del segundo de a bordo. 



                                                    La tripulación del Esmeralda
                                                Un honor posar con el capitán del crucero


                                        Gráfico diario del lugar por donde nos vamos desplazando

Todo presto para la cena, primera comida a bordo, las damas haciendo juego de complicidad con la belleza del entorno.




                                                     Carta del menú

Amabilidad a raudales, de un personal que se desvive por los que tiene que atender para que se sientan lo más agasajados y complacidos. 




-¡Que aproveche!, o mejor dicho ¡que siente bien! Para evitar que a partir de ahora, y con el exceso, los cuerpos eleven el peso.






Las notas musicales de un piano tecleado magistralmente, pondrían los últimos apuntes de mi diario a la primera jornada, mientras relajados en las butacas del inmenso salón contemplábamos, en la lejanía a través de los visillos, las luces parpadeantes de otros cruceros que también  navegaban de noche, junto a los que aquí nos encontrábamos. 




-¡Buenas noches!
 -Feliz descanso, y vamos en busca del segundo día.
                          José Medina Villalba.


23 comentarios:

  1. Maria Del Carmen Prades Pérez Vaya preciosidad!!
    Tu prosa poética tan bella me lleva a creer que yo también estoy haciendo ese viaje tan bonito...
    "...nubes, tronos donde se sienta la luna todas las noches para dejar caer sus rayos, bañarse en el mar y secarse con la espuma blanca del celaje..."
    Gracias José Medina Villalba!!

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  2. José Medina Villalba. Querida María del Carmen, viajar con una amiga que siente la realidad de una aventura virtual narrada a través de un lenguaje escrito, es para mi una gran satisfacción, porque lees el texto, te empapas de de él y además te metes en la temática, rebuscas y buscas y tienes el buen gusto de percibir los más mínimos detalles. Muy agradecido por tu comentario, es un lujo tener seguidores como tú. Un fuerte abrazo querida amiga.

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    Antonio Parrilla Muñoz
    Antonio Parrilla Muñoz Querido amigo don Jose José Medina Villalba: Como siempre, nos tiene muy bien criados, presentando su infatigable trabajo, repleto de ilusión, intensos amaneceres, suculentos manjares, siempre o casi siempre ese magnífico Danubio azul y sobre todos insólitos y desconocidos lugares para algunos, mi caso, y para otros el recuerdo de momentos vividos,
    Una vez más darte las gracias por tan completo trabajo de divulgación y por tan estupendas fotos, presentadas de forma muy amena.
    Un saludo y un fuerte abrazo, amigo

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  4. José Medina Villalba. Estimado amigo Antonio Parrilla, me corresponde a mi darte las gracias, por ser un infatigable seguidor de mis crónicas de viajes, unas veces,y de otros diversos temas, que siempre suelen surgir. Tener amigos es muy importante, tanto con los que te puedes tomas un café, o de estos otros que sin conocernos ni vernos, se han creado unos lazos de intimidad y eso tiene una importancia transcendental. Gracias por tus magníficos comentarios y vamos en busca del segundo día. Un fuerte abrazo, estimado amigo accitano.

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  5. Mari Carmen Molina Amigo Pepe, he leído el archivo del primer día del viaje al Danubio, me ha encantado, esto es un aperitivo para lo que nos espera, que viendo lo leído será un experiencia maravillosa. Un abrazo.🤗🤗🤗🤗

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    1. Querida amiga Mari Carmen Molina, los aperitivos son los embajadores que se suelen poner en los festejos y celebraciones, e incluso diariamente en casa para ir abriendo boca, es por decirlo de alguna manera, la escolta que viene anunciando que a continuación llega algo importante, un Presidente, un embajador, un personaje transcendental, tú lo has dicho muy claramente al referirte a mi primer día por el Danubio.
      Sé perfectamente que sigues mis escritos por eso te manifiestas de esta manera, conoces mi estilo literario y lo percibo por los diversos comentarios que me haces. Espero no defraudarte en mis próximos días por el Danubio. Un abrazo querida amiga.

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  6. Angeles Ruiz Rodriguez. Pepe he leído el primer día, es como volver a ese día maravilloso y otros que nos irás contando... Gracias y un abrazooooo

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  7. José Medina Villalba. Lo seguiré intentando y procuraré hacerme y haceros, a todos los que estuvieron,y los que no tuvieron esa posibilidad, vivir de nuevo esos fantásticos ocho días. Gracias amiga por tu comentario. Un abrazo

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  8. Lola Mesa. Que fotos mas bonitas, me alegro que lo hayáis pasados bien. Gracia josé.

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  9. Gracias a ti, Lola por tu comentario. Un abrazo.

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  10. Mari Francis Cano Perez Feliz viaje...y a disfrutar

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  11. Antonia Barroso Gracia. Que hermoso!!!
    Un abrazo con mucho afecto José, y sigue disfrutando!!!

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    1. Otro abrazo para ti, querida amiga, vamos al segundo día para disfrutarlo y hacértelo disfrutar.

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  12. Estrella Lopez Cruz. Don José si estás fotos so recientes me alegro mucho de verlo tan bien.
    Pues mi padre era de su misma edad. Un saludo 😘😘

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  13. José Medina Villalba. Querida Estrella López Cruz, ya vez si son recientes estas fotos que hace una semana que terminé mis ocho días por el Danubio, que paulatinamente iré contando en día sucesivos. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  14. Matilde Folgoso. Que viajes tan bonitos, en compañías tan acertadas pera disfrutar de todos. Me encantan hacer esos viajes tan amenos.
    Me alegro por todos. Con mi cariño de siempre!!👏👏👏👏👏

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  15. José Medina Villalba. Gracias Matilde por tu comentario. Un abrazo

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  16. Amigo Pepe:Que buena impresión me he llevado,al ver descender del avión,a una joven con pantalón vaquero azul y camiseta blanca moldeando su cuerpo, no se si viajaba con vosotros formando parte del grupo,o su destino era otro, yo la hubiera invitado a acompañarnos,sin ningún especial interés, solo el de la contemplación, de todas formas he visto por tu parte cierto interés en hacerle formar parte del reportaje,!buen comienzo
    ¡Una mañana, antes del día,que era uno de los calurosos del mes de Julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga,tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo,con grandísimo contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo, viendo de entrada a la bella Dulcinea, bajando por la escalerilla rauda a su encuentro. Estos modernos Rocinantes sin huesos en los ijares, el viento lamiendo la campiña,suponen la antítesis de D.Quijote, pues mientras el dormía en un lecho,que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, he podido comprobar por la foto del dormitorio, una cama en la que podías dormir atravesado, solo o acompañado.
    Esta tu sexta o séptima salida al campo de batalla, con lanza en astillero y adarga antigua, pronostica por lo ya visto y leído,una serie de victorias,que fortalecerán el cuerpo y alimentarán el espíritu, bien dispuesto el animo, alegre el carácter, la cámara en ristre y el ojo a visor. Un fuerte abrazo de Sancho Panza,que se acaba de caer del Rucio y está intentando levantarse para seguirte, pero no puede, eres mucho D. Quijote.

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  17. Encarna Segovia Fernandez. Que bonito y hermoso viaje,me ha gustado mucho este enlace todo una maravilla,un abrazo amigo José,

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  18. Muchas gracias amiga Encarna por tu comentario. Un abrazo.

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