martes, 17 de agosto de 2021

 UN CUENTO DE HADAS. DE GRANADA A CANTABRIA. PECHÓN. BODA DE ANTONIO Y VIKY. (10-07- 2021). Tercer día.

Unas ligeras pinceladas sobre otro de los monumentos dignos de contemplar en San Vicente de la Barquera, a los que dedicaríamos nuestro tiempo antes de la boda.

El Castillo del Rey cierra la muralla de la villa. Se considera que el primer castillo en este lugar debió edificarse durante la repoblación de Alfonso I de Asturias en la Alta Edad Media. No obstante, sus actuales son posteriores, del siglo XIII en adelante. Formó parte del sistema defensivo de la villa de San Vicente, junto con las murallas. Fue restaurado en los años1990. Actualmente se usa como museo y para exposiciones.

Se alza sobre una elevación rocosa, adaptándose su planta a las irregularidades del terreno. La forma general del castillo es alargada, de más de cincuenta metros de largo por unos veinte de ancho. La fábrica es de mampostería, con sillería en las esquinas y los vanos. Tiene dos torres: una de planta cuadrada al este y otra con forma de pentágono al oeste. Las une un cuerpo central, que en el pasado estuvo abovedado.






Un paseo a todo lo largo del espigón del puerto, que en estos momentos se encuentra con la marea baja, nos serviría para desentumecer los músculos.




El cuerpo del puerto se guarnece  con la piel rugosa de un rocoso entramado de escollos, farallones graníticos,  vestigios de una eternidad que marcan las arrugas que maquillan los golpes de la bravías olas, o el filo de las navajas del aire que continuamente las azotan.

Hay una constante que se repite continuamente, y sin la cual esta región no sería lo que es, no es otra sino la carpa cambiante de color con la que diariamente se viste el cielo, nubarrones a modo de un desfile de moda perenne van marcando desde los ébano, azabache y berenjena, pasando por toda la gama de grises: ceniza, ágata y zinc y de vez en cuando dejando sus lágrimas por no poderse quedar empujadas por el viento,  regando  los campos que se mantienen continuamente alimentados en todo su esplendor.


Dejamos atrás San Vicente de la Barquera, con su puerto, sus playas de arena color de albero, minúsculos chinos cremosos.


Una nueva oleada se ha dejado sentir con la llegada de nuevos miembros de la familia.

La hora del almuerzo, el camping con su restaurante nos esperaba para recrear el paladar con una rica paella, donde nos relameríamos los labios como lo hace un gato satisfecho. 

La ría se incrusta en el restaurante como una aguja de luz que queda atrapada ante la expectación de nuestros ojos, y una agradable noticia surge del  advenimiento de un nuevo miembro familiar que es acogido con aplausos.

Entre tanta satisfacción y entusiasmo el pequeñín del grupo familiar capta la atención con sus greguerías al son que le marcan su padre y su tío.

Sobre una enorme sartén se presentaba toda lozana una rica paella, para que los comensales se deleitaran con la prestancia y el rico sabor que presta, solo con mirarla ya alimentaba. Su buena pinta era digna de dejarla grabada para el recuerdo. 

La paella resumen de todas las comidas del mundo. ¡Oh, rica paella!, en ti veo con alegría unidos todos los ingredientes culinarios, pescado y carnes, alcachofas y habas, almejas y hasta caracoles, a todos los exigentes gustos complaces, eres el más riguroso de los manjares, deleitas tanto al que le gusta la carne como al del pescado, no hay majar que te supere.


Contemplar el escenario donde se está desarrollando esta aventura de fantasía, era motivo de plena satisfacción, una aldea cuyas casas quieren respiran su propio aire, en medio del follaje del bosque, de un bosque donde se puede caminar con toda tranquilidad porque ni existen lobos, ni alimañas que se prestan a producir miedo, todo lo contario, son bellos lunares de una enorme falda de color verde con la que el paisaje se viste a diario.  Las casas con sus características propias, sin romper las exigencias de la arquitectura se adornan con gigantescas hortensias embelleciendo  el panorama.


Toda la Naturaleza se precipitaba hasta el mismo borde de una inmensa playa, donde los arrecifes, atalayas e islotes rocosos se bañaban en medio del agua, un mar que se acercaba lentamente a la planicie serena y tranquila, donde suavemente acariciaba los minúsculos granos de una arena que tiene el orgullo de mantenerse virgen. 

Caía un atardecer de un día veraniego, mientras la línea del horizonte dejaba el rastro rectilíneo luminoso de un sol, que marcaba su huella,  ya se había marchado haciendo mutis por el foro. 



Llegó el día esperado, el día donde el cuento maravilloso de las hadas se va hacer realidad, donde la fantástica ninfa se va a convertir en bella mariposa; el cielo esta noche se cubrió de estrellas y un sol espléndido dejó paso al día, las nubes se marcharon, el cielo clareaba y se había trajeado con un azul intenso. (Continuará).
- ¡Vaya hombre!, otra vez nos quedamos con la miel en los labios.
José Medina Villalba
I

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