miércoles, 6 de febrero de 2013

ROMERÍA DE SAN CECILIO, A LA ABADÍA DEL SACROMONTE, EN GRANADA. (2013)



S. Cecilio, Patrón de Granada.

El niño que llevo dentro a veces se inquieta y quiere salir al exterior y se pone a soñar y a recordar vivencias de la infancia que parece se sucedieron ayer, porque el tiempo, pasado y presente en esta efímera vida, en estos momentos, se convierte en presente.

En aquellos tiempos, década de los cuarenta, subíamos a la Abadía para visitar las catacumbas o Santas Cuevas, los niños y niñas del Colegio del Ave María.
Los alumnos del Colegio del Ave María, subíamos a visitar las
Santas Cuevas, de la Abadía del Sacromonte el día de S. Cecilio.




Cantando el himno de S. Cecilio llegábamos a la Abadía.



Cruz de los soldados de la Alhambra.



En la peana de la cruz se puede leer lo siguiente:
A LA MEMORIA Y EJEMPLO DE AQUELLOS FAMOSOS COLUMNAS
PRECIOSAS FUERON DE DIOS VIVO TEMPLO EN EL MONTE DONDE
VIERON TANTA GLORIA TANTO BIEN AÑO 1695.



En otra de las caras está escrito:
LOS SOLDADOS DE LA ALHAMBRA.

Mi maestro se llamaba D. Fernando Fernández Crespo, no solamente dominaba el dibujo y  la pintura a la acuarela, sino que supo transmitir a sus alumnos esta afición, que por cierto muchos mantenemos. Finalizando el mes de enero y próxima la festividad del Patrón de la ciudad S. Cecilio nos hablaba de la vida y hechos del santo barón, los resumíamos en nuestros cuadernos con un dibujo relacionado con la festividad.

Tenía por costumbre dibujar en la pizarra de la clase, el motivo de la lección, que en este caso era el de la festividad de S. Cecilio, para que los niños lo adjuntáramos al resumen del tema y siempre dejaba su huella haciéndole a la aguada ese dibujo, a un alumno, en el cuaderno de clase con su propia mano.

 Previamente se sorteaba para ver quién era el niño agraciado que, en su cuaderno, llevaría el dibujo realizado por su maestro. Había inquietud y cierto nerviosismo, por parte de los alumnos, en los momentos previos a la realización de la rifa, mientras uno de los discípulos metía la mano en la bolsa que contenía los nombres de todos y cada uno de los presentes en clase. Alegría para el afortunado y decepción para el resto de los compañeros. Aquel día el premiado fui yo.

He conservado ese dibujo, “como oro en paño”; en primer plano estaba S. Cecilio vestido con el pontifical de Arzobispo, con mitra y cetro en la mano, y en un segundo plano el edificio de la Abadía, lo completaba una de las muchas cruces que llegaron a cubrir toda la falda de monte junto a un pino achaparrado y al fondo la silueta de la Alhambra, realizado con la técnica del estarcido, el colorido era excepcional. Después de haber pasado casi setenta años, esa cruz y el pino aún permanecen en el mismo lugar.


CRUZ DE LOS GANAPANES O DE LOS MALETEROS.

El monte se llenó de cruces, las reliquias de santos encontradas hicieron del Sacromonte lugar de peregrinación. Durante el siglo XVII, los nobles, los ricos, los poderosos, los gremios, las cofradías, las comunidades y hasta los pobres, levantaron a su costa altas y corpulentas cruces, tantas se erigieron que se contaban por centenares, hasta el punto de que D. Pedro de Castro y Quiñones, arzobispo de  Granada y fundador de la Abadía del Sacromonte, tuvo que mandar quitar algunas y prohibir que levantaran más.

Las reliquias de santos encontradas allí, entre ellas las del santo patrón S. Cecilio, hicieron del monte sagrado lugar de peregrinación y vía crucis. Algunas cruces quedan todavía; entre ellas las que levantaron los humildes ganapanes  de la Plaza de Bibarrambla y Plaza Nueva, cruz humilde si la comparamos con la de alabastro blanco que allí mismo dejaron los del gremio de torcedores de la seda o la muy dorada y ya deteriorada, de los soldados y canteros de la Alhambra.

Al pie de la cruz pone lo siguiente:
LOS GANAPANES POR FUERO DIERON ESTA CRUZ BENDITA
SIENDO REINA MARGARITA Y REY FELIPO TERCERO

Eran los ganapanes mozos de cuerda que llevaban bultos a sus espaldas, gentes que se ganaban el pan con lo que salía a diario, llevando maletas y bultos, solían estar también en la estación del ferrocarril y se les llamaba maleteros. Algunas veces fuimos a jugar al fútbol, en un campo que había cerca de la estación y que recibía el nombre de “los maleteros”.

 

La mañana era fría, sumamente gélida, días anteriores a la festividad había nevado en la ciudad, los chupones de las fuentes del colegio, del acueducto de la acequia de Santa Ana, en el Tajo de S. Pedro, fuente de Plaza Nueva y de Las Batallas, como espadas plateadas y cuchillos relucientes quedaban aún pendientes como centinelas guardianes de la ciudad. Era un año más, de aquellos de la década de los cuarenta, en la que portando nuestras banderolas, subíamos gozosos a la Abadía para visitar las catacumbas donde sufrió martirio S. Cecilio.
Entrada a las catacumbas.

Los chupones de hielo como espadas plateadas y cuchillos relucientes.

El Valle de Valparaiso, en esta mañana parecía estrenar sus mejores galas, un sol espléndido que acababa de asomar allá por Jesús del Valle daba mayor esplendor a este nuevo amanecer.

Aquel sol quería calentar nuestros cuerpecitos vestidos a la usanza, pantalón corto, con algún remiendo que otro, calcetines hasta las rodillas que cubrían nuestras debiluchas piernas, guantes de lana, alpargatas o sandalias de goma y los más afortunados gorra para cubrir cabezas rapadas al cero. El sol y las voces que salían de nuestras gargantas cantando el himno a S. Cecilio, parecían enfervorizar y dar calor a nuestros cuerpos.




Las notas musicales resonaban por todo el valle:

San Cecilio primer arzobispo, que en las Santas Cuevas, martirio sufrió. Murió mártir en el Sacromonte, por la Fe de Cristo se dejó quemar.

San Cecilio Patrón de Granada, que con su martirio ejemplo nos dio. Murió mártir en el Sacromonte, y con su martirio al mundo asombró. San Cecilio primer arzobispo que en las Santas Cuevas martirio sufrió.


Al pasar a la altura de Puente Quebrada, nuestro maestro nos cuenta que allí vivió el Padre Piquiñote.
 

Barranco de Puente Quebrada, donde estaba la cueva del Padre Piquiñote.

Rompimos por un momento la fila que llevábamos los colegiales y nos pusimos alrededor de nuestro educador deseosos de que nos contara las aventuras del tal Piquiñote.

Recién conquistada la ciudad de Granada por los Reyes católicos se había creado un enrarecido ambiente entre los cristianos y los moriscos. Este misterioso personaje se dice que era alto, delgado, macilento, de frente ancha y despejada surcada de arrugas, de nariz aguileña y larga barba negra que bajaba en remolino hasta el pecho, mantenía sus ojos ligeramente inclinados al suelo y su boca descubría una doble hilera de dientes blanquesinos.

  La expectación era grande entre todos mis compañeros que ansiosos deseábamos que continuase el relato.

Parecía un ermitaño venido del desierto; vivía en este lugar en el que nos encontramos ahora en una de esas cuevas de este Barranco de Puente Quebrada. Vestía una saya de saco ceñida por una cuerda de esparto, se cubría con una capucha y se apoyaba en una vara larga a modo de báculo, pero mostraba un brazo fuerte que más parecía preparado para empuñar una espada que un bastón.

Así se le veía por las calles del Albayzín pidiendo limosna para su sustento y para los más necesitados, sobre todo para los cristianos. Se le conocía con el nombre de Padre Piquiñote o Padre Pañero. Respetado y temido cuando alzaba la vista y fijaba sus ojos sobre alguien fruncía el entrecejo y provocaba una extraña y pavorosa sensación.

El relato cada vez se hacía más emocionante y más de un empujón entre los compañeros con tal de estar cada vez más cerca del narrador.

Se dice que un día, mientras repartía limosnas entre los castellanos, se dirigió a los moriscos citándolos para que acudieran esa noche al Aljibe de las Lluvias. Allí en el cerro de Santa Elena, (que se encuentra en la montaña que hay enfrente de donde nos encontramos) consiguió reunir a más de doscientos a los que animó a levantarse contra los cristianos al grito de ¡muerte al infiel! ¡Viva Aben Humeya! Se descubrió entonces que el tal Padre Piquiñote era en realidad Mohamed ben Hagib, uno de los jefes de los sublevados que se hacía llamar “alguacil mayor del reino y Gobernador de Granada”.

Algún niño pregunta, deseando saber que ocurrió ¿Pero lo cogieron?

Un morisco converso dio el chivatazo al Marqués de Mondejar. Enseguida llegó a oídos del inquisidor Pedro de Deza, presidente de la Audiencia de Granada y gran perseguidor de los moriscos. El Padre Piquiñote fue apresado, decapitado y su cabeza expuesta públicamente junto a un pilar de ladrillo, cerca del Puente del Genil, en una huerta que luego el Duque de Gor cedería para el levantamiento del Colegio de los Padres Escolapios.

Después de esta narración, el aplauso de todos fue unánime y resonó por todo el Barranco de Puente Quebrada.

Al pasar por el campo de fútbol nombramos al que se había de encargar de cogerlo, antes que llegara otro, una vez que visitásemos las Santas Cuevas, para echar el partidillo; proseguimos ascendiendo por las siete cuestas, que íbamos contando una a una hasta coronar y llegar a la Abadía.

Alguno de los que componían la troupe se dedica a contar falsas alarmas de lo que puede ocurrir, cuando nos encontremos dentro  de las catacumbas, con ánimo de crear cierto pánico.

¡Que nadie toque las paredes ya que se puede quedar pegado por una descarga eléctrica!

Vamos entrando en parejas, el recorrido es angosto y bastante estrecho, solamente en determinados momentos hay ciertos ensanchamientos donde aparecen capillitas en las que los cristianos, que allí se escondían, celebraban sus reuniones y actos religiosos.

La cúpula indica el lugar de las catacumbas donde sufrió el martirio S. Cecilio.

El lugar más interesante es aquel en el que se dice quemaron a S. Cecilio e incluso que sus cenizas se encuentran allí.

Los ojos, que nos parecían haberse quedado medio ciegos por la falta de luz dentro de las cuevas, se abren de par en par al salir al exterior y contemplar el maravilloso paisaje del valle que aparece ante nosotros.


Lugar exacto del martirio.

Correr hacia abajo para echar el partidillo fue todo uno. Aquel campo nos parecía grandioso, nos sentíamos verdaderos futbolistas en una cancha con tales dimensiones, aunque el balón solía estar continuamente en el camino debido a la rotura de la alambrada que limita el campo.

Terminado el partido marchamos a casa, ya la gran masa de alumnos había salido del colegio pero el niño que cuenta esta aventura, tardó en llegar y el recibimiento, por parte de su hermana, que hacía de madre, no fue nada plausible, más de un zapatillazo soportaron sus posaderas.


La Alhambra enclaustrada. Vista desde el comienzo del Camino del Sacromonte.

Hoy 3 de febrero de 2013 ese niño, ya longevo, ha vuelto a rememorar esta romería subiendo a la Abadía.

El día amaneció espléndido, radiante, el azul del cielo era más intenso que cualquier otro día invernal. No obstante no voy a aumentarle la temperatura a una mañana de un mes, recién parido, en el ecuador de la estación más gélida del año.

El olor a romería ya se percibía al llegar a Plaza Nueva para coger el autobús, donde el frio de la plaza se fue mitigando con el calor de la gente prácticamente prensada en el interior del cochecito rojo, y con un único objetivo: “ser personajes activos de la romería”.


Una magnífica vista a poco de iniciar la romería. A la izquierda torre del Palacio de los Córdoba y Carmen de los Chapiteles arriba la Alhambra.

Nos unimos a la cuerda humana que subía ya por el Camino del Sacromonte; unos devorando con más intensidad el recorrido otros, como era el caso de mi mujer y mío, con paso más lento. Mochilas a las espaldas, cámaras de fotos que quieren llevarse en su retina guardado el esplendor del Valle de Valparaiso, gentes que hacía muchos años no habías visto, te saludan, familias enteras, padres, hijos e incluso abuelos, extranjeros, personas venidas de diversos rincones de la ciudad, nos vamos deleitando en todo lo que nos rodea.

A mi mente van aflorando, mientras camino, muchos recuerdos del pasado, de aquellas gentes que visitaba todos los días ofreciéndoles mis servicios de Ayudante Técnico Sanitario, intentando calmarles el dolor de la enfermedad; de aquella moto Vespa y aquel maletín de herramientas sanitarias, con las que formaba un cuerpo único.


Cueva de los Amaya, la más antigua de la zambra gitana.

Resuena en el interior de  mi subconsciente las guitarras de las zambras gitanas, las palmas acompasadas, los flas de las cámaras de los extranjeros que, en el interior de la cueva, quieren llevarse el recuerdo de aquella fiesta.



La primera cueva de Manolo Amaya, la más antigua de todas las zambras, la de más raigambre y alcurnia, de donde salieron magníficas bailaoras y bailaores, que portaron por los cuatro puntos cardinales el estilo y elegancia del baile y cante gitano; allí se formaron: Mario Maya, La Pillina, Joaquín Cortés, La Chocolata, Manolete…, zambras de Joaquín y Carmen, de la Faraona, la Rocío, donde reside el gran bailaor, Andrés Maya Heredia y su sobrino Iván, ambos alumnos míos y del Colegio del Ave María; a un lado del camino, el muro, que no quita visibilidad al paisaje, contempla alegre el caminar de todos los rocieros que, en esta mañana, se dirigen a venerar las Santas Cuevas donde sufrió martirio S. Cecilio.

Zambra de la Rocío. Aquí surgió el bailaor Juan Andrés Maya Heredia.


La vista del Valle de Valparaíso se nos muestra radiante.

Las cuevas próximas al camino nos ven pasar.


Cueva museo del Curro.
Pasamos por delante del rincón de otros avemarianos con sus museos cuevas, donde se sigue escuchado: “la boda gitana, la cachucha, la arboreá, la mosca”, son cantos de las zambras gitanas. Curvatura del camino, que en Semana Santa arde en hogueras y saetas, que salen de las gargantas de los gitanos, dedicadas a su Cristo, el Cristo del Consuelo. Cueva museo del “Curro”, de “María la Canastera”, Venta de Juanillo, Venta espectáculo flamenco del Gallo, cueva del “Vitirili” y Centro Documental del Sacromonte, para pasar por la “Chumbera”, discoteca en otros tiempos, academia y espectáculo flamento hoy día
Rincón de la cueva de la Canastera.




 Muchas parejas ven la belleza de un amanecer.


El Sacromonte y este camino, con sus cuevas y espectáculos, ha cambiado enormemente, han aparecido otros lugares de diversión, como las discotecas del “Camborio”, “La Fragua”, desde donde muchas parejas ven amanecer, después de una noche desenfrenada;  dibujarse lentamente la silueta de la sultana Alhambra, a las primeras horas del día que poco a poco va recobrando su ser, admirar al sol naciente y a la luna que se acuna tras los restos del Castillo de Santa Elena en la Silla del Moro y una invitación a bajar a la ciudad desde una catedral que en esos momentos aparece, allá a lo lejos, en escena
 
La espadaña de la capilla del fundador de las Escuelas del Ave María
donde está enterrado D. Andrés Manjón la dejamos en nuestro caminar.
 

Arriba vamos descubriendo la Abadía.
La casa de "La Sevillana" bellamente engalanada con cerámica granadina y maceteros floridos que adornan la fachada.




Mi cámara fotográfica va almacenando todo cuanto va viendo, aquí una moto que pasa vestida de gitana , allá enfrente el cante de Antonio Molina trayendo el agua fresquita de la Fuente del Avellano y Ángel Ganivet que parece haber llegado desde Riga, en un pasar el túnel del tiempo,  para reunirse con su tertulia, de la “Cofradía del Avellano”, y recrearse en la “Bella Granada”.

Caminando, caminando, nos hemos plantado al pie de las siete cuestas, ya el movimiento es tal que se hace difícil andar. La fachada de la casa de “La Sevillana”, donde tejas adornadas con poesías, refranes populacheros, platos de Fajalauza, macetas engalanadas de geranios con falda de cola, hacen la vestimenta más andaluza que se le pueda dar a una vivienda.

Los romeros forman cola para coger las ricas "salaillas"

Nos envuelve una humareda olorosa del arroz que se cuece para saciar el apetito de los rocieros; puestos de golosinas, diversidad de colores en los globos que flotan en el espacio, colas de gentes que quieren saborear las ricas “salaillas”, las habas y el bacalao, tradicional.

Una explanada donde, este niño que llevo dentro, dio más de una patada al balón en aquellas rivalidades entre los alumnos del Colegio del Sacromonte y del Ave María.

Los bailes regionales junto con la música ambientan la escena.

Música sonora que sale del tablao donde “El Vito”, “La Reja” y otras muchas canciones hacen que se luzcan bailando grupos de jóvenes que, con sus elegantes vestidos y manera de interpretar, dan un mayor realce en esta mañana “granaína” que ha hecho que el monte se convierta en un verdadero espectáculo.
 
Coronando el camino, la belleza del valle con la blancura de la sierra al fondo
es excepcional.

Seguimos ascendiendo deleitándonos en las gentes, en el paisaje, en la música de fondo, hasta coronar la cima. Jesús del Valle, desde el último mirador, coronado por la blancura de la Sierra, acompañado a ambos lados por el verdor de las montañas que colindan el cauce del río Darro, enmarcan un escenario grandioso.


Cruces que aún quedan y que el tiempo no ha conseguido destruir.

Nos llevamos en el interior de la cámara las pocas, pero espectaculares, cruces que aún quedan y que el tiempo no ha conseguido destruir.

La ceremonia religiosa está a punto de terminar, el Ayuntamiento en pleno, encabezado por el Alcalde, presiden la ceremonia. Después recrearán sus paladares con la rica bizcochada, elaborada por las monjas del convento de Zafra.
La banda de música del Ayuntamiento da el tradicional concierto

En la fachada principal de la Abadía, la banda de música municipal da el tradicional concierto finalizando con el himno a Granada del mejicano Agustín Lara.


Gran satisfacción al encontrarme con gentes a las que hacía muchos años no veía.

Al bajar, con un grupo entusiasmado de gentes, que viven en el Carril de los Coches, (próximo a este lugar) a las que hacía muchos años no veía, algunas de ellas alumnas del Colegio del Ave María, comparto un buen rato recordando tiempos que hubiéramos deseado pudieran volver.



La plaza plenamente abarrotada de romeros.


El sol nos acompañó y calentó durante todo el día.
Por la tarde se abrirían las Santas Cuevas, para que el pueblo las visitara; las catacumbas donde se refugiaban los cristianos que en aquella época eran perseguidos por los romanos. Allí fue quemado S. Cecilio uno de los siete varones apostólicos, discípulos de Santiago Apóstol, que fueron enviados por S. Pedro y S. Pablo para predicar el Evangelio, en la Ilíberis, después Garnata y actualmente Granada.


Romeros atentos a la cámara.


El colorido de la motorizada gitana pone su nota en el ambiente.


Es tradicional, en este día, visitar “las Santas Cuevas”, e igual que ocurre, con el toque de la Campana de la Vela, el día 2 de enero, “Día de la Toma”, tocar una de las dos piedras que hay al salir de las catacumbas; una para las mocitas que deseen casarse en ese año y otra para descasarse, aquel o aquella que le vaya mal el casamiento



Las pitas y chumberas nos acompañan en el regreso cuando va
declinando la tarde.



La cerámica de la fachada de la cueva del "Curro" tiene mucho de historia del Sacromonte.
 
Al salir del Camino nos despedimos del rey de los gitanos.
 
Cuando regresamos vamos recordando el colorido del día.
 
 
Con la caída de la tarde, satisfechos de la jornada, regresamos a casa.
 
Todavía nos sorprendería un conjunto musical en la carrera del Darro.
 
Por la Carrera del Darro vamos terminando esta romería de S. Cecilio.


La Alhambra de noche nos traslada a un mundo de ensueño.

 

La tarde lentamente se va echando, los romeros poco a poco van dejando el monte, las luces del atardecer con sus diversos tintes rojos, amarillentos, violáceos van sustituyendo al azul intenso del cielo, la silueta de la Alhambra iluminada por los rayos penetrantes de la luz de los focos eléctricos, la visten de un bermejo que podría dar entrada a un cuento de “Las Mil y una Noche”.

                                         José Medina Villalba.

 

 

 

 

16 comentarios:

  1. ¡Qué relato tan magnífico el de esta entrada, D. José! Me ha gustado mucho leerlo y aunque no pude subir este año, he rememorado las ocasiones en que si lo he hecho. ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Completamente de acuerdo con la opinion de Eloy, francamente muy emotivo el relato, yo si que subi y disfrute este año, es una fiestra tradicional que siempre que puedo disfruto!!
    Un abrazo, maestro!!!

    ResponderEliminar
  3. Las tradiciones enorgullecen y dan fuerza a la entidad de los pueblos, nuestra ciudad de Granada tiene varias a cual más significativa. A través de los años he participado en todas, pero con especial cariño y satisfacción en ésta, por el calor que desde mi infancia me proporcionó el estar ligado al barrio del Sacromonte, a sus gentes, a mis Escuelas del Ave María, y a esta singular e histórica Abadía.
    Gracias querida Mayte por tu comentario.
    Un abrazo, magnífica y extraordinaria reportera, defensora de la ciudad de Granada.

    ResponderEliminar
  4. Excelente relato y evocador de recuerdos de niñez y adolescencia, que agradezco de todo corazón.
    Gracias por hacernos participes

    ResponderEliminar
  5. Excelente relato y evocador de recuerdos de niñez y adolescencia, que agradezco de todo corazón.
    Gracias por hacernos participes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me agrada que mis relatos, sobre vivencias de nuestra niñez, traigan a la memoria de los que las leen hechos del pasado que nos rejuvenecen.
      Mi agradecimiento a Pepe Granados por su comentario.

      Eliminar
  6. Comentario de Amparo Mora Montes.
    Magnífico y completo relato evocador de vivencias de adolescente cuando con compañeras del colegio subíamos a la Abadía el día de S. Cecilio.
    Debo reconocer que con esta lectura he aprendido muchas cosas desconocidas para mi y que por pudor no quiero relatar. Gracias por tu información. En algún momento me gustaría hacerte alguna pregunta. Buenas noches.

    ResponderEliminar
  7. Maria Isabel Mora Montes. Como siempre me ha parecido muy interesante el relato. Desconocia esta romeria y todo lo referente al Sacromonte y a San Cecilio

    ResponderEliminar
  8. Maria Isabel Mora Montes.
    Hoy he aprendido mucho de mi tierra gracias a este conmover relato.

    ResponderEliminar
  9. Francisco Aguayo Moreno.
    Yo tuve la suerte de estar en la Escuela Ave Maria al lado y allí nos llevaban los maestros y nos lo daban a conocer uno de ellos D.José Medina.

    ResponderEliminar
  10. Amelina Correa Ramón.
    Solía ir de pequeña a la romería de San Cecilio, y me encantaba. Me llevaba siempre mi tío Paco, hermano mayor de mi madre. Muchas gracias por traerme tan buenos recuerdos, querido Pepe José Medina Villalba!!!

    ResponderEliminar
  11. José Medina Villalba.
    Hacer los recuerdos realidad, haciéndolos presentes, es glosar nuestra infancia, trasformarnos en infantes, dejar en el pozo del olvido los trágicos momentos de la vida, y subirnos en la maravillosa cabalgadura de la inocencia, es atravesar el túnel de la oscuridad, para surgir, por momentos, en las verdes praderas de los maravillosos valles de nuestra infancia, donde la fantasía era la vestimenta con la que nos cubríamos diariamente. Un fuerte abrazo, querida Amelina Correa Ramón.

    ResponderEliminar
  12. Emilio Ramos Salas.
    Bonito relato pero este más bonito, al menos para mi por tratar de algo tan nuestro y que tantas veces he vivido. GRACIAS

    ResponderEliminar

  13. Reynaldo.
    Estupendo, muchas gracias. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  14. Angeles Ruiz Rodriguez. Yo he subido muchos años, es una tradición en Granada...

    ResponderEliminar