sábado, 6 de octubre de 2018

MIJAS




El otoño está abriendo sus puertas, de forma inexorable como lo viene haciendo año tras año, porque las estaciones anuales del tiempo no hay quien las pueda ni parar ni  cambiar.
 Entra de forma disimulada, sin espavientos, sin algaradas, va dejando que el verano se marche por la trastienda del año climatológico, y se asoma tras el camuflaje de diversos cortinajes con diferentes apariencias, no quiere hacerlo de repente, sería un acto de falta de cortesía, no quiere provocar miedo, no quiere inquietarnos sorprendentemente, va poco a poco presentando sus señas de identidad.


Un día nos baja  inesperadamente la temperatura sofocante del verano, otro nos asusta con su voz ronca tronadora, acompañada de rayos y centellas, 


 otro nos proporciona una serie de bolitas cristalinas cubiertas de frío, que arrasan campos y viñedos, otro hace que los arroyos se desborden y penetren en las viviendas, para esconderse de nuevo y dejar que afloren los últimos suspiros del verano que se aferra y se resiste a dejarnos.


En otra jornada, nos recrea con los productos típicos del campo.


Un día de esos en los que reina un gran entendimiento entre el que se va  y el que llega, entre el fuego del estío y la variabilidad del ocaso, decidí subir a las alturas, para desde allí, poder contemplar la gran belleza que se nos ofrece a la vista y al recreo del espíritu al poder contemplar tanta grandeza.

                                                  Mijas Pueblo

En la vida, en el caminar diario, todo se nos presenta como escenas de teatro, escenas que se repiten de una forma monótona y cotidiana en el ensamblaje y marcaje del quehacer diario. Ya lo dijo el gran dramaturgo Calderón de la Barca: “No olvides que es comedia nuestra vida/ y teatro de farsa el mundo entero/ que muda el aparato por instantes/ y que todos en él somos farsantes”.

                               El Gran Teatro del Mundo de Pedro Calderón de la Barca

En este domingo, del recién nacido otoño, día veintitrés de septiembre,  decidí cambiar la escena de mi cotidiano caminar diario, e igual que las águilas buscan para construir sus moradas las altas cumbres, desde donde se puede dominar todo lo que el espacio libre deja a sus pies, desde donde todo se empequeñece al mismo tiempo que toma más fuerza y encanto, desde donde los espacios se agigantan, el aire es más puro y el alma se engrandece, decidí pasar la jornada en uno de esos Pueblos Blancos de la provincia de Málaga llamado Mijas pueblo, que no tiene que ver absolutamente nada con Mijas playa y mucho menos con Nijar, hago esta aclaratoria para que no confundamos la terminología, aunque entre los tres existan ciertas similitudes dignas de alabar.
La subida es agradable, y el encalado en lo alto de la montaña se percibe mostrándose  como el mejor tendedero de sábanas blancas a lo largo de toda la montaña.

                                                  Mijas Pueblo

Hay una sinfonía especial al entrar en la villa, es la musicalidad de los caballos que entre el paso y el trote, van dejando el cocleo  de sus pezuñas en el asfalto, mientras las cuatro ruedas, dos pequeñas anteriores y más grandes las posteriores, vestidas de amarillo, se deslizan suavemente sobre el asfalto. 



El blanco del rocín va en consonancia con el albo de las fachadas. 


Aunque siempre tiene que haber alguna mota que empañe el panorama, los vehículos de motor aparcados pegados a las aceras y los que con  su ruido enturbian el panorama, son los claros enemigos que oscurecen este escenario.


También está el humilde y modesto cuadrúpedo al que el poeta Juan Ramón Jiménez supo glosarlo en su Platero y yo.
“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”.


Allá le vimos aparecer, sencillo, con la cabeza baja, cumpliendo su misión y arrastrando a su pequeño carromato, pero sabiendo que a él, desde hace años, se le debe la fama que ha adquirido éste pueblo.



Fue siempre el burro de carga, el que tuvo que soportar las fatigas y el esfuerzo del peso que sobre sus espaldas le colocaban, mientras el caballo chulapón y elegante se lucía en las fiestas, portando a la grupa a bellas damas o a lo sumo tirando de una elegante calesa.



Fueron los visitantes los que lo elevaron de categoría al quererse fotografiar con el sencillo labriego, y sus dueños se lo pensaron mejor, lo liberaron de un trabajo, para ponerlo en otro menos penoso y más digno como fue el burro taxi. 


También tiene su pequeña calesa, sencilla, sobria, discreta sin grandes elementos, pero muy solicitada por los extranjeros que viven o que visitan la localidad.


Existe una armonía especial entre la floresta que emerge entre las viviendas,  el asfalto y el adoquinado de la calzada. 


 La limpieza e incluso el colorido de los plateados contenedores, que lucen la franja de color que les corresponde para un perfecto reciclaje.

                                             Contenedores de Mijas

Los carruajes de caballos aparcados en el parque, esperando el próximo inquilino para poder extasiarse y disfrutar de un paseo donde se mezcla, pueblo, gentes, paisajes, y rincones aleccionados de historia de un pasado y un presente, creando un cuadro digno de enmarcar.


Las ramas de la arboleda son multitud de brazos, que se elevan intentando alcanzar un cielo, que en estas alturas se encuentra más cerca de conseguir. 


Es el Guan Shi Yin, el baile de las mil manos, observando el mundo de los sonidos de los que sufren.

                                                 Baile del Guan Shi Yin

Aunque aparentemente Mijas pueblo, da la impresión que no sufre, que en él todo es puro placer, sin embargo el sufrimiento se introduce en los lugares más recónditos, donde las dolencias no tendrían espacio para permanecer, sin embargo el restaurante que buscábamos para satisfacer nuestros estómagos, permanecía cerrado por una grave enfermedad del dueño. 
Pronto encontraríamos otro, donde hubo alimento para el cuerpo y para la parte no visible, la inmaterial, el paisaje que disfrutábamos a través de una típica reja andaluza.  



Una buena ensalada, donde se mezclaba el sabor de la verdura, con los frutos secos, los taquitos de queso, entrelazados por finos  hilos de caramelo, con un par de banderillas en todo lo alto. 

Un buen filete de pez espada, donde la espada huelga por su ausencia, y una tarta helada, darían por concluida esta inyección alimenticia, para continuar la tarde recorriendo un pueblo de las alturas y sobre todo de altura de prestancia urbanística. 


Paraguas de una gran variedad de colores, cobijando a numerosos grupos de personajes venidos de todas las partes del mundo para conocer, y empaparse de una cultura y de un animal que ha cambiado su forma de vida, que ha estado a punto de extinguirse, pero que ahora gustosamente trabaja para llevar en sus lomos a todo el que se precie montarlos.    



Tal prestancia y categoría ha adquirido “la burrología”, que se le ha montado una hermosa escultura en bronce, para que todo el que quiera perpetuar su especie junto a la de este animal, se haga la foto correspondiente. 




Nuestro amigo el burro, es sencillo, humilde, sufridor, afable, trabajador inagotable, que en épocas pasadas supo aguantar los criminales tratos de sus dueños, cuando tenían que trasladar las cargas de arena desde el río Darro, por las callejas albaicineras y soportaban los varetazos de sus dueños, que los molían a palos. 


Más de una vez los vi subir por la Cuesta del Chapiz, cargados sus lomos con los serones de arena a tope, las gravillas del río Darro, cabizbajos, pensativos, sufridores,  sin levantar la vista del polvoriento y pedregoso camino, chorreando el agua de las arenas recién extraídas del cauce, en reata, uno detrás de otro, en perfecta formación, balanceando el cuerpo para imprimir más energía a su caminar, deseando llegar a su destino para verse liberados de la carga, y aquel inculto y salvaje arriero, sacar su larga vara de almez, colocada entre el cinto de cuerda, pegada a su costado, como el que desenvaina un sable, y lanzando, blasfemias e injurias, “sapos y culebras”, por una boca que se desgañitaba vociferando,  dejarla caer una y otra vez sobre los lomos del pobre animal, hasta verlo doblarse,  ponerse de costado y caer rendido al pedregoso sendero. 



También han realizado diversas labores en el campo, como portadores de leña, de vasijas de cerámica, materiales de construcción….



Esta ha sido buena parte de la biografía de estos cuadrúpedos.
Ahora los tenemos tranquilos, aparcados en batería, muy bien enjaezados, esperando el momento que alguien los alquile para subirse a sus lomos, y recorrer las calles de este pueblo por los sitios más emblemáticos. Mientras la emoción de acariciar a alguno no es  impedimento para acercarse y lisonjear a uno de ellos.


Mijas es un pueblo abierto totalmente, sin barreras, ni murallas que lo tengan prisionero, solo la montaña a sus espaldas, cubierta del verde de la arboleda, para guarecerlo de los vientos que proceden del norte, a sus pies todo un mar inmenso, y por techo un intenso azul de cielo que se mezcla con el ultramar, del Mediterráneo.
Mijas es un enorme balcón abierto, para poderse extasiar contemplando los diversos panoramas y perspectivas.


La montaña ha permitido que se incruste en su falda el blancor de sus casas, agrupadas en perfecta armonía con infinidad de ojos cuadrados en las fachadas, para que las pupilas de los que moran en su interior continuamente puedan contemplar el paraíso que tiene delante.  


Sus amplias terrazas, se acicalan con el colorido de sus plantas y la limpieza de sus baldosas le hace relucir con más intensidad.



El agua fiel compañera, se incrusta en fuentes y pequeños estanques donde huele a espiritualidad en el Santuario de la Virgen de la Peña, o en el puesto de garrapiñado a melaza y almendra, destilando el néctar del azúcar hecho caramelo. 



En el pequeño estanque las sombras de la arboleda se recrean en el agua silenciosa,  hay una tranquilidad que produce paz. 
Durante el día lo mismo se refresca la gente que lo rodea con el cantar de los surtidos que lateralmente caen cadenciosos, que el mismo Sol deja sus rayos confeccionando un espejo de colores, la luna y las estrellas están deseando de que se mache el astro, para dejarse caer sobre las límpidas aguas.  


El canto de la fuente es el mejor sonido de un instrumento musical que la Naturaleza ha puesto para recreo de nuestros oídos, y lo mejores cristales para la contemplación de la  vista.


Al llegar a Mijas, justo donde aparcan los autobuses de turistas, ya tenemos la primera visión de La Ermita de la Virgen de la Peña situada en el Paseo El Compás. La Ermita fue excavada en la roca de un promontorio que sobresale en la ladera de un monte, allá por el siglo XVI, en el lugar donde la Virgen se apareció a unos pastores. 



      El fraile mercedario Diego de Jesús trató en 1656 que las autoridades hiciesen una Ermita, para rememorar el sitio donde se apareció la Virgen, pero en vista de que sus ruegos no eran oídos, él mismo decidió excavarla en la misma roca. Aunque al principio tuvo que aguantar toda la burla del pueblo que pensaban que era una obra más que imposible, día a día viendo su tesón y voluntad, empezaron a ayudarle llevándole comida.




La naturaleza se manifiesta en determinados momentos con figuras aparentemente humanas, montañas que representan a una mujer muerta, o en este caso y dándole vía libre a la imaginación el rostro de un feroz monstruo que quisiera devorarnos. 
                                                   El monstruo de la roca

Mientras en el pescante el cochero nos saluda. por la calzada se desliza uno de los muchos carruajes que transportan a japoneses y chinos, en un delicioso paseo con un caballo que alardea de elegancia y pasos pintureros.



Muy cerca de este lugar  nos encontraríamos uno de aquellos molinos que se encargaban de transformar los granos de trigo en harina blanca, para la confección del pan y de otra serie de productos derivados de este blanco producto, incluso de disfraz para cubrir las patas del feroz lobo que se quería comer a los siete cabritillos de los famosos narradores de cuentos infantiles, Los Hermanos Grimm. 



Las piezas más importantes del molino harinero nos las encontraríamos allí.
Sus mecanismos interiores: Infierno, tremiñado, rueda, bruia:
Pieza de moler: dentro del molino, tiene varias partes: “la moega”, o caja de madera en forma de pirámide invertida y abierta en la parte superior para poder echar el grano, por la parte inferior los cereales caen en un canal de madera, llamada “tiburón” o “adella”. El tiburón mide como cae el grano y lo dirige hacia el ojo de la muela, hecho en el centro. Por él el grano se mete entre la muela y el pie. 



Pie: pieza de piedra con forma circular, fija, muy sólida, sobre la que se coloca la rueda, también de piedra, pero de menor tamaño y móvil, esta al girar deshace el grano contra el pie. 



La harina resultante:
Según salía de la rueda, la harina daba tres calidades: la que quedaba más cerca de la maquinaria era el óleo que era la más fina y blanca, la que caía del lado hacia fuera era la “míllara”, que no era tan fina, y por último en los bordes salía el “relón”, que era la más basta, como salvado. 



La tarde es agradable,un poco de calor pero aceptable, próximo de allí nos  encontraríamos el museo de las miniaturas.



La colección más grande del mundo de las cosas más pequeñas. 

Pudimos observar a través de una lupa, una corrida de toros pintada en una lenteja. 



Las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, pintadas en un palillo de dientes. 




Paisajes. 



Cáliz veneciano y otros. 
Miniaturas realizadas en plata de ley.


Figuras chinas y mausoleos.
Cristo de Dali en una chincheta. 
Instrumentos de cuerda.

Y así una variedad enorme de miniaturas que asombran al comprobar no solo el tamaño, sino el doble valor de arte y paciencia, porque la paciencia, y si es santa como muchas veces se ha dicho, es uno de los artes encuadrados en el más grande.
Hay que ser paciente en todo lo que haces, en lo que esperas, en lo que escribes, y sobre todo en lo que amas, la paciencia es la razón de la inteligencia. 



Giacomo Leoparde, Poeta y filósofo italiano del siglo XIX dejó escrito este bello pensamiento: “La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo”. Es cierto porque el que ama de verdad también carece de heroísmo. 


                                                     Giacomo Leoparde

Amor y paciencia son dos ingredientes que nos elevan, que no unen, que tienden a purificar ambientes, vínculos y existencias.



El canto de los encantos lo tiene Mijas, es pura sinfonía donde los acordes más importantes y el ritmo de la música, nos ofrecen las mejores partituras que se pueden escribir al aire libre, 



 donde todas las notas musicales están representadas en el orden de sus calles, unas veces llanas, otras empinadas, que desembocan en amplias plazas donde el agua de las fuentes son la batuta que dirige la representación.



 El adoquinado suave para que continuamente lo acaricien los calzados de los viandantes, la diversidad de tiendas de todo tipo, para recreo de los compradores y coleccionistas de cerámica, joyería, orfebrería, pintura, y todo tipo de objetos que se harán presentes en las vitrinas de los compradores.











Nos deslizamos ahora por una estrecha balconada repleta de macetas pendientes de la baranda que nos limitan de una enorme tarta blanca, correspondiente  al pueblo de los nativos del lugar, de los que a fuerza de trabajo y de tiempo han conseguido hacer de Mijas, un doblete, el del turismo y el de aquellos que desde sus ventanas y balcones han hecho posible que este pueblo, sea un punto de atracción para nativos del suelo patrio, y de todas las partes del planeta. 







El balate, aquel que solo era apto para las cabras, y donde solo podían llegar los que tuvieran la habilidad de trepar por los vericuetos más inverosímiles, 



se ha transformado en verdaderos y amplios miradores, donde la arboleda sombrea los caminos para que el paseo sea más agradable, contemplando en la distancia un mar que se funde con el cielo formando  un bello conjunto.





Abajo la carretera serpentea, no es fácil llegar hasta aquí, pero curva tras curva, dejando atrás los grupos de casas al margen del camino y los altos edificios de apartamentos al borde de la playa,



 se consigue alcanzar este jardín idílico, donde las plantas hablan mostrándonos sus orígenes y atractivos.







Es tanto lalindeza y esplendor que la mano de los mijareños han conseguido, que hasta la roca que sostiene parte del terreno, se ha resquebrajado  de placer, dejando ver en la profundidad del abismo sus propias entrañas, surgiendo la voz de la montaña, voz de los que en el subterráneo exploran las interioridades.





Entre los pinares asoman sus cabecitas el albo de las casas queriendo formar parte de este encuadre, que sería ideal para colocar un trípode y sobre un lienzo dejar plasmado, con el óleo en los pinceles lo que la vista contempla.





Caminar por los pasillos, exhalando el perfume de las diversas plantas que en los parterres dejan su perfume y  color, en un encuadre donde las casitas en la lejanía, mar y cielo juntos, es un placer para la vista y demás sentidos. 







Todo el parque, es un laberinto agradable para recorrer, subidas y bajadas, escalerillas para pasar de unas paratas a otras, fuentecillas para reponerse con el agua que destilan, 


y un caminar agradable contemplando el inmenso panorama que desde allí se divisa.


Incluso algún rincón para que los enamorados den rienda suelta a los destellos amorosos que se ven enardecidos por el intenso amor que el lugar destila. 
  

El agua nunca puede faltar en todo lugar que se precie, porque el líquido elemento da vida, en el paseo nos llama la atención su cadencia melódica, por una canalilla se deja caer  para desbordarse suavemente acariciando la roca. 






Este parque recibe ese nombre, porque está situado en el lugar donde existió en la época árabe tal elemento.



 Dispone de largos poyetes donde poder sentarse para contemplar cómodamente todo lo que dentro y en el exterior se encuentra, y en los lugares más estratégicos hay telescopios, para traer a primer plano las escenas más lejanas.





Nuestro paseo continúa, la tarde se nos va echando encima y todavía hay  cosas de las que disfrutar. 
Pronto nos encontraríamos con el Auditorio Municipal, lugar donde durante todo el año y especialmente en verano se celebran diversos actos culturales, junto a él la plaza de toros y la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción. Se aúnan en un solo espacio, la erudición, la valentía, y la religiosidad. 






La plaza de toros se construyó en 1900 y es una de las pocas plazas que tiene forma rectangular. 



La iglesia se construyó sobre los restos de una mezquita y un castillo, cuya torre no es otra sino la de la fortaleza  primitiva. 



Huele a resina, los pinos destilan su perfume de esencia de trementina, nos dan sombra junto al juego de surtidores del agua de la fuente central,  refrescan el ambiente en un mano a mano entre olores, penumbra, y orquestación de agua.








Había que dar un toque de humor al paseo, nos dirigimos a la heladería que había próxima para pedir un corte de helado, pero por más que clamamos y llamamos, nadie se aproximó a despacharnos.
Mi amigo Vicente lanzó al viento un reclamo:
-¡Por favor! 
-¿Quien me despacha un corte?
 Nadie respondió.
Volvió a gritar con más fuerza.
-¿Quien me despacha un corte?
Que si quieres arroz Catalina…. 
-Nadie salió.
Entonces, éste que suscribe, intentó dar una respuesta humorística.
-¿Qué quieres Vicente?
-Un corte.
-Aquí lo tienes. 



-No, yo lo quiero “delao”.
-No te preocupes. 
-Aquí lo tienes .



Hacer un poco de gimnasia, usando los aparatos que miran al paisaje bajo los pinares es otro de los aditamentos que había que disfrutar mirando al mar. 







No faltarían las tiendas de recuerdos, las cerámicas alusivas, a la identidad del personaje que habita en una casa. 



 El museo del Ayuntamiento, nos encontramos con todos los aparatos, instrumentos y útiles que se fabricaban en tiempos pasados, materiales utilizados y objetos construidos, diversidad de maquetas relacionas con los trabajos que dieron vida a este lugar.












 Al día de hoy han sabido perfectamente cambiarlo por otros trabajos más rentables y cómodos, a saber: restaurantes, hoteles, tiendas de recuerdos, alquileres de carruajes, burro taxis…, han convertido esta villa en un paraíso de placer.










No podía faltar la tienda de las galguerías: las garrapiñadas, la diversidad de turrones y chocolates, las golosinas y chucherías, que hacen del paladar un verdadero deleite. 





Aquel domingo, de complacencias visuales y gustativas, irían dando termino final, había que dejar Mijas, después de completar el sabor de todo un agradable día con el placer de paladear uno de aquellos turrones recién adquiridos con un refresco, cómodamente sentado. 



 Después de cumplir con una jornada viendo pasar cabizbajos y meditabundos a otros que han cumplido con su jornada laboral, y que son los protagonistas  que le han dado a este pueblo toda la categoría que a nivel mundial tiene. 




                                      José Medina Villalba

4 comentarios:

  1. Beatriz Valdivia Maravilloso reportaje usted Don José estupendo me alegro que disfrute en esas salidas un abrazo

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  2. Elisa Hurtado Romero. Que bonita descripción de un pueblo que es precioso .!!

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  3. Antonia Barroso Gracia. Que alegría me da verlo disfrutar de las cosas y lugares tan hermosos qué hay allí.
    Por el Burrito creo que es Mijas!!!!! Me encanta 😍, creo que es un pueblo maravilloso!!
    He ido dos veces y quedé más que feliz

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