domingo, 5 de septiembre de 2021

 EL AMOR NO TIENE FRONTERAS, NI EDAD QUE LO LIMITEN. (Capítulo cuarto). LA LUNA OTRA NOVIA DE LA NOCHE.

Una tarde de intenso amor refrendado con palabras, abrazos, sonrisas, encuentros con familiares y amigos que hacían años  no nos veíamos, acompañados por los mensajes placenteros que también la tarde noche nos brindaba y recordando a algún poeta. “Podrá nublarse el sol eternamente;

podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor. (Gustavo Adolfo Bequer).

                                  



El amor tiene muchos elementos con los que se vale para demostrar lo que las palabras no pueden realizar. Los besos que se dan mirando a los ojos, o los que se dan con el pensamiento teniendo enfrente a la persona amada sin pronunciar palabras los sueños de magia y misterio que se han quedado perdidos en el camino; hay besos perfumados que son pétalos de rosa que caen con un sabor especial en el seno de unos labios que los ansían continuamente. 





Mientras, la diversión de los infantes va aparejada con recoger las estrellas de colores bajadas del cielo, como si fueran el llanto alegre de un firmamento cubierto de temblorosas nubes, por cuyos claros se han asomado los luceros para dejarse como si fuera el llanto emocionado de un firmamento, el genial toldo azul que da cobijo a esta celebración. 

Nuestros espíritus habían saboreado la  miel de una celebración inédita como jamás se haya podido conmemorar con los aditamentos  de los contrayentes, el lugar, los asistentes, los acondicionamientos, en la lejanía como testigo perenne de todos los tiempos  la Sultana Alhambra,  el corazón del Albayzín latiendo emocionado, el Generalife con las galas de su blancor, la brisa aunque tardía llegada desde Valparaíso, todo un conjunto de complementos que amueblaron el lugar. Ahora tocaba, después de haber alimentado el alma, nutrir el cuerpo que es el armazón que sostiene los sentimientos. 





La tarde iba debilitándose, una bóveda de nubes enrojecidas, al roce de un sol de algodón que intentaba irse lentamente dejando un rescoldo de ascuas incandescentes, que quemaban los cuerpos.  


Las mesas perfectamente distribuidas y un menú que daría crédito a algunas de las frases que Cervantes dejó en el genial Hidalgo, “El mayor contrario que el amor tiene es el hambre, y la continua necesidad”. De amor nos habíamos complacido hasta el momento, ahora tocaba complacer los cuerpos con un espléndido menú.  

Todo se tejía con una claridad nebulosa, en un escenario con textura de un sueño. Hasta la luna se quedó atónita cuando se dejó caer por el valle al asomarse entre las almenas de las torres alhambreñas, y tímidamente sin que querer interrumpir, a hurtadillas, se dejó queda, asomándose  entre dos enormes guardianes todo vestido de cetrino intenso. 



Pasarían los diversos platos, el primero, con genial creación culinaria a semejanza de los caballitos que suben y bajan de la feria, se encontraban de tal manera distribuidos, que la vista no dejaba de contemplarlos. 

 Le seguirían las carnes , el pescado el rico postre envuelto en una variedad de capas de chocolate. 






La Sultana Alhambra durante toda la tarde, extasiada se engalanaba jugueteando con un sol calenturiento que hacía resaltar el rubor rojizo de su rostro. Llegada la oscuridad de la noche cuando la luna sale a filtrear, coqueteando con los luceros y estrellas vespertinos, la reina que corona la colina, se puso de gala cubriéndose con el rojizo intenso de un vestido, que solo lo puede hacer  el mejor creador, la magia y el hechizo de la noche granadina y albaicinera. (Continuará).
                                                           José Medina Villalba.

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