viernes, 17 de julio de 2015

LO QUE DA DE SÍ LA ITV DE UN COCHE LLAMADO GR- 4651 AS




Aquella mañana de julio era imprescindible pasar por la Inspección Técnica, si quería que mi anciano vehículo pudiera seguir rodando; la cita era en el lugar que anualmente tengo por costumbre realizar.


El calor sofocante que invade la ciudad durante estas jornadas, con temperaturas que sobrepasan los 40º, se había dejado sentir, e incluso durante la noche los coletazos del radiante astro, llamado vulgarmente “Lorenzo”, seguían aguijoneando nuestros maltrechos cuerpos; ya de madrugada el airecillo que baja de Sierra Nevada, (desposeída del manto blanco que la ha cubierto durante todo el invierno,

                                                 Pico del Veleta, 3395.68 metros de altitud
desde las cumbres del Veleta, intentando acariciar suavemente el Tamboril del Cerro de Huenes, el Trevenque, pico alto de baja montaña, 

                                                                                    El Trevenque  2.079 metros de altitud                
donde hace años, las suelas de mis botas goretex pisaron su cima y fui nombrado montañero) ahora penetra por las rendijas de la persiana de mi dormitorio.

                                                 El canto de los gallos como despertadores...
Son las siete de la mañana, las conversaciones de los perros convertidas en ladridos durante la noche, sonidos a veces amorosos, otras de guardianes de la finca que  defienden, llegadas las primeras luces, se silencian, la enorme luna llena se ha escondido para irse a descansar; los cantos de los gallos de los cortijos próximos, como despertadores invitan a levantarse a los labradores;


 suenan por el camino próximo a mi casa el golpeteo rítmico de los cascos de las caballerías, sobre la terrosa vereda, camino de la huerta.

                                                  El rugir de los motores de los coches
Hay sonidos nuevos, sonidos que criminalizan a los de la naturaleza, el rugir de los motores de los coches y ciclomotores, de la gente del pueblo que se desplazan a la ciudad para ganarse el sustento diario.

                                                     Acaricio mi longevo coche
Acaricio a mi longevo coche, y como cualquier hijo de vecino que anualmente pasa por el laboratorio clínico para hacerse una analítica y comprobar su estado de salud, ahora le toca a mi vehículo, obligatoriamente, si quiere seguir caminando y prestando servicio de transporte a su dueño.

                                            Gojar, bello pueblo al pie de Sierra Nevada
Me uno a los vehículos que vienen de Gójar, pueblo que tuvo la suerte de poder transmitir a través de un poste repetidor las primeras imágenes televisivas que irrumpieron en la ciudad, 



en blanco y negro, con aquella carta de ajuste interminable, allá por la década de los cincuenta.
Con mis hijos y nietos  hemos disfrutado de nuestras reuniones familiares, competiciones y pruebas en la piscina, de barbacoas solemnes



donde al recordarlas me viene el exquisito olor de los chorizos y la carne a la brasa, chorreando el grasiento caldo que se derrama por la parrilla.

                                                            Competiciones en la piscina

                                          Los cantos acompañados por los toques de la guitarra, de mi hijo Francis
¡Cuántas carcajadas sonoras salidas de la boca de mi hijo Francis! Toques de guitarra y cantos de tenor, recordando a la tuna universitaria, o a una “Granada mía, la de hermosura repleta”…, veladas jugando a las cartas o al parchís, proyecciones de diapositivas, sobre una blanca pantalla,  de escenas familiares de hechos pretéritos, que hacían sonreír a los presentes.
Cuando en solitario se va conduciendo, nuestra mente, sin saber por qué, se rinde al recordatorio de sucesos ocurridos en el pasado, conducimos a veces como verdaderos autómatas y nos asombramos al llegar al lugar del destino, cumpliendo perfectamente nuestro cometido de conductor, pero sin saber ni tener conciencia realmente de los lugares por donde hemos pasado.

                                                           Armilla
Esto me ha ocurrido esta mañana, he pasado por el pueblo de los Ogíjares, dirección al de Armilla, ¡cuántos sucesos ocurridos han ido pasando como una película por mi cacumen!


     No soy pavero, así se les llama a los nacidos en Gójar pero paso los veranos en mi casita de esta población, hogar que convertí en un carmen albaicinero, por mi enamoramiento a este tipo de vivienda y como recuerdo al carmen donde por primera vez puse mi nido matrimonial.


                                               El carmen albaicinero, trasladado a Gójar
Gójar ha sabido salvaguardarse mayoritariamente de las construcciones modernas, por lo que puede disfrutarse en medio de un ambiente bucólico y rural. Aquí di rienda suelta a mi afición senderista recorriendo zonas como “La Boca de la Pescá, 

                                                    "La Boca de la Pescá"
“El Collado del fraile, Barranco Hondo y otros lugares de relevancia paisajística, mis largos paseos en los amaneceres, a la Ermita de la Virgen de las Nieves…

                                                 Ermita de la Virgen de las Nieves
Terrenos cultivados en su mayor parte, que actúan como nexo de unión entre el paisaje urbano y el monte,



                                                          Paisajes de Gójar
 destacando sus paisajes tanto en invierno con nevadas, como en primavera con la explosión de color de dicho lugar.


Un fuerte ruido sobrevuela mi cabeza, me hace salir de la cantidad de recuerdos del pasado que deambulan por mi mente, me veo obligado a levantar la testa porque un enorme helicóptero acaba de despegar de la base de Armilla, y pasa casi rosando las copas de los árboles que circundan la enorme recta que une Armilla con el pueblo de Las Gabias.

                                                                 Las Gabias
Quien no ha oído la expresión, “tienes más cabeza que el Niño de Gabias”. Por eso aquí en Granada cuando alguien impone su criterio a marcha martillo o se muestra testarudo ante alguna cuestión, puede ser objeto de la siguiente comparación: “Tienes más cabeza que el Niño de Gabias” 

                                                          El "Niño de Gabias"

Un hombre que debido al tamaño de su cabeza llegó en su día a ser motivo de risa pero que hoy día incluso tiene erigido un monumento en su pueblo y su figura forma parte de la comitiva de los gigantes y cabezudos del Corpus Christi.
Se llamaba Manuel Fernández Baena, nació en julio de 1868, con una enfermedad congénita conocida como hidrocefalia. Manuel Baena considerado como “El Niño de Gabias”, o como “El Niño Gabia”, debido a su rostro infantilizado vivió 49 años.
      Monumento al "Cabezón de Gabia"

En el año 1900 el Presidente del Colegio de Médicos de Granada, convenció a la Universidad para que le asignaran una pequeña cantidad económica a Manuel Baena. El objetivo era que cuando muriera éste donara su enorme mollera a la ciencia. Con esta asignación y lo poco que sacaba vendiendo lotería o de las limosnas pudo al menos vivir humildemente y sin grandes agobios.

                                                   Residencia "La Milagrosa"
Otro personaje popular, que vino a pasar los  últimos años de su vida en la residencia de Ancianos “La Milagrosa” de Armilla, fue el conocido con el mote de “Paniolla”.
Era una leyenda viva de la mendicidad granadina, si es que esta actividad necesita de héroes o personas que pasen a tener un lugar en la vitrina de los recuerdos. Lo que sabemos de él es que era de etnia gitana y que quedó ciego por una broma que le gastaron unos gamberros: le dieron un cigarro que contenía pólvora. 


                                                         El popular "Paniolla"

Ciego y sin posibilidades de poder trabajar en ningún sitio, se dedicó durante los años cuarenta,y cincuenta  del pasado siglo, a pedir limosna por las calles de Granada. Somos muchos los que aún le recordamos con un puchero pequeño colgado en el cuello pidiendo “por amor de Dios un poco de pan y un poco de olla”. De ahí el mote que le hizo popular. “Cuando te acercabas a él te cantaba una canción te tendía la mano para pedirte un “urico”.
Sigo ascendiendo por la carretera y a mi mente siguen afluyendo escenas de hace bastantes años cuando tomé posesión, como maestro, del pueblo de Jayena, y era obligado seguir este camino en mis idas y venidas.


                                                    "Embrujo de Granada en las Gabias"

Ya no está aquel molino de viento que sacaba agua del pozo, en su lugar ha surgido un enorme restaurante donde se hacen grandes celebraciones.


       Aquella bicicleta prestada de un alumno que me sirvió un fin de semana para dejar el pueblo y volver a la ciudad, y la cantidad de viajes que di con mi recién comprada moto vespa.
Días pasados me habían asignado la hora, de ITV, y siendo fiel a mis costumbres de puntualidad, cinco minutos antes, nos encontrábamos, vehículo y amo, llegando al aparcamiento. Javier, el mecánico que me lo pone a punto, siempre me recomienda que lo deje con el motor funcionando, de esta manera, no habrá problema con el test de saturación de gases.

                                                    Edificio de ITV en las Gabias        
Un señor de la oficina se me acercó nada más llegar, es la primera vez que me ha ocurrido, y antes de abrir la puerta para salir del coche me dice:
-Señor, si no se da prisa no podrá realizar la inspección esta mañana.
Quedé un poco sorprendido, pues me extrañaba exceso de formalidad, le contesté:
-         Tengo cita para las 9.45 y en estos instantes son las 9.40.
-         Coja la documentación y diríjase a la oficina.


Sin otra explicación, al entrar en las dependencias, fui  a la máquina donde, si tienes o no cita previa, tienes que marcar una serie de datos que te piden para obtener el número correspondiente para pasar por caja.
Detrás del mostrador el señor que me recibió en el aparcamiento me hizo señas para que me dirigiese a su puesto donde aboné la tasa correspondiente.
-Esté atento a la pantalla porque de inmediato lo llamarán.
De vez en cuando por el altavoz se nombraba el vehículo que tenía que pasar a la “clínica de inspección”, y sobre una pantalla aparecía reflejado el número de la matrícula.
No fue tan rápida mi llamada, pero al fin sonó el GR- 4651AS 


Creo que no le quedó absolutamente nada por mirarle al coche, lo que es fundamental para evitar posibles accidentes.

                                                     Luciendo la pegatina en el parabrisas      
Con mi pegatina en la mano, como el que recoge un trofeo año tras año, salimos coche y dueño satisfechos de haber cumplido con la misión, luciéndola en primer término del parabrisas.

                                              El tabaco y los maizales de la Vega de Granada

Por el camino de regreso, cuando aún el sol no ha llegado a su máxima intensidad,  disfruté contemplando los extensos maizales de la Vega de Granada,

                                         Los secaderos patrimonio de la Vega de Granada  
los secaderos de tabaco, monumentos y patrimonio de la ribera del Río Genil, envejecidos por el tiempo, sus maderas ennegrecidas, pero elegantes, altivos, distinguidos, que se mantienen en pie como otros muchos que se conservan, por toda “la piel de toro”, como  los Molinos de Viento de la Mancha, o el Gran Toro metálico en lo alto de las colinas.

                                                  El labriego cuida de la huerta

Me llega el perfume húmedo de la huerta de lechugas y coliflores, recién regadas, mientras el labriego, azada al hombro, va conduciendo el agua por los canillos mientras recompone los caballones.


                                           Huele a vaquería, a estiércol  y a paja empaquetada          
Huele a vaquería, a estiércol, a montones de alpacas guardados en los trojes, para ser engullidos por las corpulentas vacas. Por la margen izquierda, de una carretera que se va estrechando, se escucha el caminar lento, entre juncos, de las aguas del Río Genil, alimentando a los álamos blancos cuyas hojas movidas por el viento parecen pequeños y diminutos espejos que reflejan los primeros rayos solares. 

                                        El Río Genil entre álamos y zarzales, por la Vega de Granada

Algunos chiquillos, que han madrugado, portando latas buscan ranas, mientras otros se divierten cogiendo las ricas moras, de granos negros de los zarzales, más allá entre la espesura del ramaje, se escucha el delicioso canto de la pequeñita curruca,

                                                     Curruca Capirotada
 no se la ve pero deleita con su especial sonido.
Los enormes y gigantes bloques de cemento, que haciendo uso de la especulación, le fueron ganando la partida a la inmensa riqueza de nuestra vega, se me acercan como queriendo devorarme. 


La paz, el sosiego, la tranquilidad que imprime la Naturaleza se va quedando atrás y de pronto me siento engullido por la vorágine, el ruido, y el ajetreo de la ciudad.
La ITV de un viejo vehículo me ha servido para rejuvenecer mi espíritu, en un paseo por los alrededores de Granada, de su excelente Vega, y de algunos personajes populares que pasaron a la historia tales como, el “Cabezón de Gabia”, o “Paniolla”.
                             
                                      José Medina Villalba.



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